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02 de diciembre de 2010

Reproducido del Nueva Hora, Nº 231 del 1º de agosto de 1976. Comité Central 1º de agosto de 1976.

Un periodo aun no cerrado

Documentos del PCR / tomo 4

Al informar sobre el estado de ánimo de sus compañeros de trabajo, un grupo de obreros rurales de la provincia de Buenos Aires ha di­cho, en una carta dirigida a sus hermanos de clase presos: “en todas partes donde hay obre­ros se discute cómo vamos a correr a la dicta­dura militar”.
Si tuviéramos que referirnos a un estado de ánimo generalizado de las masas en todo el país, diríamos una cosa: el odio hacia la dictadura crece día a día.

Al informar sobre el estado de ánimo de sus compañeros de trabajo, un grupo de obreros rurales de la provincia de Buenos Aires ha di­cho, en una carta dirigida a sus hermanos de clase presos: “en todas partes donde hay obre­ros se discute cómo vamos a correr a la dicta­dura militar”.
Si tuviéramos que referirnos a un estado de ánimo generalizado de las masas en todo el país, diríamos una cosa: el odio hacia la dictadura crece día a día.
A menos de cinco meses de su instauración, no hay nadie, en el campo popular, que piense que la Junta Militar va a resolver mínimamente ninguno de los problemas argentinos. No hay prácticamente un solo sector del pueblo -desde los obreros hasta la burguesía nacional- que no haya sido golpeado duramente por este go­bierno entreguista y proimperialista.
Pero eso no es todo. En cada empresa de concentración, en cada barriada popular, en cada zona rural, hay ejemplos y anécdotas de resistencia y repudio a este régimen gorila y vendepatria. Aquí se exige libertad a los diri­gentes detenidos; allí aumento salarial; más allá reincorporación de cesanteados; en un lugar se recibe a los interventores a bulonazos; en otro se canta la marcha peronista en las narices de las autoridades; en otro se baja la producción; en otro más, se burla la presencia militar en los lugares de trabajo.
En todas partes los cuerpos de delegados, aunque han recibido golpes más o menos duros, están, en lo esencial, intactos o se trabaja para reorganizarlos. Siguen siendo el instrumento fundamental de la lucha y la democracia de masas en la Argentina, hoy.
Se preparan grandes combates contra la dic­tadura. Combates cuyo éxito dependerá de una línea justa, que una al pueblo bajo la dirección del proletariado y su PCR en el Argentinazo triunfante que asegure la liberación definitiva.
Los teóricos del “reflujo”

En medio de esta situación se oye con dema­siada frecuencia a los teorizadores pequeñoburgueses del “reflujo” y la “derrota”, que au­guran largos años de postración popular, en los que habría que resignarse a “prepararse” y “organizarse” para un futuro lejano.
Para entender cabalmente esta posición hay que remitirse a la experiencia reciente. Esta gente siempre ha predicado el reflujo y la de­fensiva, tal como lo planteó siempre el trotskis­mo contrarrevolucionario. Permanentemente ha distorsionado la realidad mirándola a través del lente deformado de sus prejuicios y temores.
Hagamos memoria. En 1968/69, después de la heroica lucha petrolera, erraron el cálculo y pronosticaron un largo período de retroceso de las luchas populares. Había que estudiar…, esperar varios años… Nuestro Partido, en cambio, en medio del escepticismo de esos “izquier­distas”, habló de un enorme polvorín de des­contento popular que se secaba a los pies de aquella dictadura. Los teóricos del “reflujo” se burlaron. Pocos meses después el Cordobazo conmovía hasta sus cimientos la sociedad argen­tina.
Podría pensarse que esos señores aprendieron entonces la lección. De ningún modo. Sus sentimientos y su profunda desconfianza en las masas populares (ellos confiaban más en algún atentado, o en algún general, o en algún plan reformista) eran aún más fuertes que la evi­dencia. Siguieron vaticinando el reflujo cuan­do Onganía decretó el Estado de Sitio después del Cordobazo; hicieron lo mismo después de la derrota de la huelga grande del SMATA; cuando la disolución del SITRAC-SITRAM; cuando fue entregada la lucha de El Chocón.
Nunca entendieron que el desarrollo del mo­vimiento de masas avanza en espiral; que aun en los períodos de retroceso hay luchas; que aun en los períodos de auge hay retrocesos temporarios. Nunca supieron distinguir la cal­ma que precede a las tempestades, de la paz de los cementerios.

Aún no hubo desenlace

Nosotros no oponemos a esa teoría de la frustración un optimismo a ultranza. Sabemos que el período de auge revolucionario iniciado en 1969 no es eterno, y que fatalmente habrá de alumbrar el triunfo revolucionario o habrá de cerrarse. Los rusos, los yanquis y todas los reaccionarios quieren cerrarlo a su favor; el pro­letariado y el pueblo revolucionario empujan la revolución en beneficio propio, que es el de la patria. Pero si bien ese período no es eterno, de ninguna manera se cerró el 24 de marzo. Eso es lo que quisieran Videla y sus secuaces. Y eso es lo que piensan algunos, que confunden el período signado por el Cordo­bazo con el momento abierto en l973 con la transferencia condicionada del gobierno a un frente liderado por el peronismo. Ese momento sí que se cerró el 24 de marzo.
Pero aún vivimos bajo el período de grandes luchas abiertas en 1969. No sólo porque las superpotencias no han medido fuerzas a fondo por resolver quién se lleva la presa más grande del botín argentino; sino sobre todo porque aún el proletariado y el pueblo no han en­frentado frontalmente a sus enemigos históricos. Las fuerzas populares no salieron diezmadas de los hechos del 24 de marzo, sino que efectuaron un retroceso transitorio. En esa coyuntura, en efecto, el frente enemigo se cohesionó; se pro­dujo una unidad momentánea de las dos super­potencias, de los terratenientes y la gran burguesía intermediaria; el pueblo estaba dividido y el proletariado aislado. En esas condiciones no se podía dar batalla.
Pero hoy, nacionalmente, comienza a rever­tirse esa situación. La cohesión del enemigo se agrieta y crecen las condiciones de una amplia unidad popular antidictatorial. Interna­cionalmente, el auge revolucionario que en­marcó el Cordobazo sigue y se profundiza. En China Ten Siaoping y los representantes de la burguesía sufrieron una nueva derrota; se pro­fundiza la revolución en el Sudeste de Asia; los yanquis retroceden; los rusos reciben duros golpes: se levantan los obreros polacos; los pla­nes soviéticos en Egipto y Portugal se estrellan; crece la lucha en Bolivia, Sudáfrica, Rhodesia.
La prédica derrotista ayuda poderosamente a la consolidación de la dictadura; busca crear la paz social que ella necesita para afirmarse, hambrear al pueblo y rematar las riquezas na­cionales.
En cambio, el estímulo, desarrollo y organi­zación de la lucha de masas en todas sus for­mas (con las precauciones necesarias, pero con la audacia necesaria) acosa a la dictadura; no la deja afirmarse; impide su consolidación y hace que estallen sus contradicciones internas.
La experiencia del gobierno de Isabel y del 24 de marzo también es provechosa, si se sabe sacar de ella enseñanzas para la lucha y no argumentos para la claudicación. El pasado lejano y reciente nos vuelve a enseñar que no se puede tener contemplaciones con los ene­migos del pueblo; que hay que aniquilarlos a ellos y a su guarida: el Estado entreguista y represor. Esta enseñanza, y la existencia de un partido marxista-leninista que ha desplegado una intensa lucha antigolpista, han creado condiciones inmejorables para el frente único del proletariado, columna vertebral de la unidad antidictatorial. Además, el descontento que crece en el campo ante la política opresora de la dictadura crea las condiciones para que los nuevos pasos adelante que debe dar el proleta­riado se acompañen del combate campesino y de la unidad obrero-campesina, sin la cual no habrá revolución triunfante ni en la Argentina ni en ningún país de América Latina.
El desenlace está pendiente.