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27 de enero de 2011

7 de enero de 1982

Solidaridad con el heroico pueblo polaco Comisión Política del Comité Central

Documentos del PCR / Tomo 4

Hoy el centro del mundo se ha desplazado a Polonia. Está allí, en la hondura de las minas de carbón, en la boca de los altos hornos y en el corazón de los astilleros, donde los obreros resisten, desafiantes, el terror desatado por la dictadura militar tras el golpe de Estado que regenteó el General Jaruzelski el 12 de diciembre.

Hoy el centro del mundo se ha desplazado a Polonia. Está allí, en la hondura de las minas de carbón, en la boca de los altos hornos y en el corazón de los astilleros, donde los obreros resisten, desafiantes, el terror desatado por la dictadura militar tras el golpe de Estado que regenteó el General Jaruzelski el 12 de diciembre.
No los doblegó el que les encarcelaran a sus dirigentes, incluido el legendario Walesa, ni los campos de concentración para 50.000 compañeros, ni los centenares de mártires que cayeron asesinados por la metralla fascista.

Los obreros polacos al rescate del socialismo

La historia de la humanidad ha sido una lucha milenaria por la libertad, el progreso, la justicia y la paz contra la opresión, la explotación y el atraso.
Desde que se generalizó el capitalismo como sistema, en los tiempos modernos, el proletariado se constituyó en la gran clase revolucionaria, la vanguardia del género humano, en la causa del avance social.
El examen científico de esa perspectiva fue el fundamento de la doctrina expuesta por Marx, que estudió la relación necesaria entre el proletariado y el socialismo como sistema en el que desaparece la explotación del hombre.
Ya en nuestro siglo, examinando las experiencias de la lucha obrera y popular, Lenin describió cómo, en nuestra época, la confrontación entre el progreso y el atraso se produce principalmente como una gran batalla mundial entre la Revolución Proletaria y el Imperialismo.
Con la guía del marxismo-leninismo, durante este siglo triunfaron grandes revoluciones en Rusia, China, etc., abriendo, mediante la construcción del socialismo, el cauce más ancho al desarrollo humano, al crear por primera vez en la historia la perspectiva de eliminar la explotación del hombre por el hombre.
A lo largo de esa rica y profunda experiencia, la clase obrera ha sufrido también grandes reveses: el más grave fue la restauración de la explotación del hombre por el hombre en la sociedad soviética, con el resurgimiento consiguiente de una nueva burguesía, que en los hechos liquidó la propiedad colectiva de los medios de producción y volvió a apropiarse de la riqueza producida por los trabajadores.
Esa nueva burguesía actúa disfrazada con los símbolos del socialismo, ha vaciado de su contenido a los soviets (consejos obreros) y a los sindicatos, transformándolos en ficciones burocráticas. Ha convertido al partido comunista en un instrumento de opresión. Usurpó al Estado soviético, trocándolo en una dictadura para ejercer su dominación sobre el pueblo, apeló a los métodos fascistas y finalmente, hizo de la URSS un nuevo imperialismo, tan expoliador, expansionista y opresor como los imperialismos clásicos.
La tragedia de esa degeneración de la URSS, y el uso, por parte de los jerarcas del Kremlin, de un lenguaje que invoca la revolución, el socialismo, la insurrección, el antiimperialismo, la dictadura del proletariado, el marxismo-leninismo y el comunismo, palabras con las que encubren cínicamente el despojo y la tiranía, toda esa mentira ha sembrado una gran confusión entre los obreros y los pueblos oprimidos del mundo. Habían asistido, llenos de esperanza, a la aurora de la revolución rusa, y al verse víctimas de aquella defraudación, se fueron interrogando enmarañados: ¿Qué es el socialismo?
No obstante, siempre “por lo oscuro amanece”: recorriendo un durísimo camino, los pueblos oprimidos por la URSS, desplegaron su resistencia, y se sucedieron las rebeliones. Mao Tsetung sintetizó la experiencia de las últimas décadas, estudiando las contradicciones surgidas en los países socialistas, especialmente tras la crisis de Hungría de 1956. Desenmascaró la restauración del capitalismo en Rusia y su transformación en Estado imperialista; en 1964 definió al gobierno de la URSS como una dictadura de tipo hitleriano y aportó elementos estratégicos para encaminar la tarea revolucionaria de modo de prevenir y evitar un retroceso similar.
Con esa guía el proletariado chino llevó a cabo, en las décadas del 60 y 70, la primera revolución cultural, que por encima de errores, propios de las grandes conmociones sociales, fue un ensayo gigantesco para el ejercicio real del poder, democráticamente, por las grandes masas de trabajadores. La revolución cultural fue al encuentro de la esencia democrática que debe caracterizar a la dictadura del proletariado. El ejercicio real del poder por la clase obrera es la piedra de toque de toda la cuestión del socialismo.
Hoy los obreros polacos lanzan una poderosa luz hacia todo el mundo sobre esa cuestión.
El Comité Central del P.C.R. señalaba al respecto en diciembre de 1980:
“Los obreros polacos ponen las cosas en su lugar. En el curso de su prolongada resistencia la clase obrera polaca tuvo que sortear una enorme dificultad, propia de la época. Polonia había sido destrozada por los nazis en la guerra. Tras la derrota del fascismo, renació una nueva Polonia socialista. Los trabajadores la acunaron con alegría y esperanza. Y trabajaron con ímpetu sin par como sólo puede esforzarse el trabajador que se sabe dueño de su destino. Pero todo se tornó luego muy amargo. Al promediar la década de los años 50, desde la URSS, a la que los polacos habían considerado hasta entonces un país fraternal, se fue desencadenando una política vieja que los pueblos conocen hace miles de años: la política de la explotación. Y los polacos fueron descubriendo con dolor que esa explotación volvía nuevamente, pero esta vez instrumentada por una camarilla que les usurpaba su República, su socialismo y su Partido.
“Fueron comprobando que para aquellos que resistían la explotación, estaban el despido, la persecución, la cárcel y la tortura. Por fin, cuando lograron manifestar por sus derechos, la metralla del ejército los asesinó a mansalva en 1960 y 1970.
“En ese camino, buscando la verdad en los hechos, el proletariado polaco se preguntó, ¿qué es todo esto? Y desde su experiencia pudo definir la respuesta: eso es capitalismo y fascismo. Y cuando en alguna fase de aquella gesta los obreros sobrepasaron a la fuerza represiva polaca, entonces entraron en acción los tanques del ejército ruso para aplastar al pueblo y garantizar que Polonia siga entregando mansamente su carbón y su carne barata a Moscú. Y eso, ¿qué es?: IMPERIALISMO. Como los nazis, como los yanquis. Ni más, ni menos.
“En conclusión: los obreros polacos han debido descubrir en su lucha que habían perdido el socialismo y la independencia y que su enemigo fundamental era una nueva potencia imperialista, la URSS, que sujeta a su Patria mediante una camarilla nativa explotadora y fascista.
“Ellos han vuelto a recorrer el camino de los obreros que fundaron el comunismo. Han ido descubriendo elementos de la estrategia para encaminarse hacia la reconquista del socialismo, que debe pasar necesariamente por la derrota del nuevo imperialismo social de la Unión Soviética. Empezaron por defender el salario y enfrentar la carestía, mientras fortalecían su unidad y organizaban los sindicatos por fábrica. Conquistaron la semana de 35 horas de trabajo (sábado inglés), mejoras de salubridad y seguridad, medidas contra la carestía y democracia en las fábricas. En ese proceso, fueron forjando una nueva dirección nacional de la clase obrera, democrática, fuerte y reconocida. Los polacos han encontrado en la organización independiente de los sindicatos, el camino principal para la acumulación de fuerzas en la fase actual del proceso de resistencia antisocialimperialista, llevando al nivel más alto de madurez el proceso de búsqueda que recorre todo el proletariado de los países sojuzgados de Europa oriental desde hace veinte años.”

Hace aproximadamente tres meses, en los congresos de algunas filiales del Sindicato “Solidaridad”, se propuso la inclusión en el programa de dos puntos sencillos y claros, que luego hizo suyos, por unanimidad, el Congreso Nacional de Solidaridad: el derecho de los trabajadores a elegir la dirección de las fábricas y el derecho a presentar listas de candidatos en las elecciones locales y para el Parlamento.
Esos derechos corresponden a la cuestión del socialismo, ya que contestan dos preguntas claves: ¿Cómo dirigen los obreros la producción y la economía? ¿Cómo deciden la política y dirigen el Estado?
La reivindicación de esos derechos elevó cualitativamente la lucha ya histórica de Solidaridad, porque expuso el deseo transparente de los trabajadores de reconquistar el poder proletario y el socialismo que les fue usurpado y lo propuso como una tarea concreta para afrontar “aquí y ahora”. Los obreros polacos pasaban así de sus luchas por reivindicaciones sociales a colocar la mira en la matriz de los problemas.

Los jerarcas del Kremlin desnudan su esencia burguesa-imperialista.
La flecha dio en el corazón del socialimperialismo. En su declaración de diciembre de 1980 el Comité Central del P.C.R. señalaba:
“El socialimperialismo ha sometido a numerosos países europeos: Alemania Oriental, Checoslovaquia, Hungría, Bulgaria. Sus pueblos han intentado sacudirse esa cadena, pero fueron aplastados una y otra vez por los tanques rusos. Todos ellos miran atentos ahora a los camaradas polacos, porque advierten que ese camino puede ser válido para su propia emancipación. Polonia es su espejo: allí reconocen su propia identidad. El propio proletariado de la Unión Soviética puede sentir que su corazón late con los consejos obreros polacos, reavivando la llama de Lenin, de los Soviets y de la hazaña antifascista. Por eso, dentro del Kremlin, la camarilla fascista de Brezhnev siente, al estudiar la situación polaca, el mismo miedo que sintieron los zares, tras las mismas murallas, a la revolución de 1905. Todo el poderío del IMPERIALISMO RUSO reposa sobre la impostura de enmascarar su expansionismo hegemonista tras la propaganda del socialismo. Si la clase obrera de los países sometidos por la URSS toma el camino polaco, centenares de millones de hombres en media Europa y en la Unión Soviética pueden entrar en el formidable camino de la reconquista del socialismo y de la derrota del fascismo que usurpó la Patria de Lenin liquidando la amenaza más grande a la paz mundial y abriendo una luminosa perspectiva a la humanidad.”

Al plantear ahora en su programa puntos que reivindican la cuestión del socialismo, Solidaridad horada la base sobre la que se sustentan Brezhnev, los demás dirigentes de la URSS y los “regentes” de los países que sojuzga, porque desnuda su impostura al obligarlos a conducirse como lo que en verdad son, como dirigentes del Estado en representación de la nueva clase explotadora, cuando deben enfrentar los “intentos subversivos” de los obreros de dirigir la economía y la política.
Los jerarcas obraron, en defensa de su dictadura, de acuerdo a las más puras tradiciones imperialistas, que todos los latinoamericanos conocemos en carne propia, sobre todo los argentinos: los jefes de la metrópoli imperial –en este caso la URSS– aconsejaron a la camarilla que dirige al ejército en Polonia “poner orden” mediante el golpe de Estado, la dictadura militar, la ley marcial y el terror contra el pueblo polaco. Además, ese curso salvaba a los rusos del desgaste que les acarrearía tener que invadir abiertamente y aparecía como un recurso para dividir a la nación polaca.
Así se gestó la noche de la traición del 12 al 13 de diciembre, y la camarilla militar desencadenó el golpe de Estado.

El golpe fascista y la resistencia

La dictadura militar polaca combinó en su accionar la represión con la perfidia: Mientras lanzaban al ejército contra los obreros, declamaban “respeto por Walesa”, al que “dejaban en libertad porque estaban dispuestos a negociar seriamente con los moderados”. La maniobra se dirigía a dividir a la clase obrera y por consiguiente, a la nación polaca. La dictadura especulaba con la perspectiva de atraer a los sectores colaboracionistas de la Iglesia, e inclusive a elementos conciliadores del propio movimiento sindical.
El terror fue tan brutal, que hubo sectores patrióticos en Polonia que se impresionaron por la demostración de fuerza y, aún cuando la criticaban, aconsejaron al pueblo aceptar de hecho la situación creada, buscando cursos de transacción en lugar de resistir, temerosos de que la lucha agravara el perjuicio para las masas. Tal lo sucedido, en un principio, con la Iglesia.
Allí fue donde emergió la roca de los obreros polacos, la que quebró la primera espada de los fascistas.
La chispa de ese choque ilumina al mundo con luz clara. Sobre la roca ondea una bandera, la del verdadero socialismo, rescatado con sencillez y valor por su portador histórico, el proletariado contra todos los usurpadores. La convicción de defender sus verdaderos intereses le dio la entereza moral para resistir, haciendo de toda Polonia, un inmenso frente de lucha.
¿Cuál es el otro secreto de su fuerza? La organización del Consejo Obrero de Fábrica. La unidad forjada mediante la democracia desde la base de la sección, en la empresa, donde los compañeros deciden todo lo que se hace. El verdadero núcleo organizativo de la “cuestión del socialismo”. El que dio vida a los soviets en 1905 y vigor a los obreros rusos para voltear al Zar en 1917. La organización que la clase obrera descubre en todos los países como la fuente de su fuerza, y que los obreros polacos han rescatado en su gestión.
En Polonia, la dictadura fascista encarceló a la dirección nacional de Solidaridad, internó en campos de concentración a 50.000 militantes, clausuró los periódicos, cortó las comunicaciones, instauró el toque de queda, aplicó el código militar a 300 fábricas, proclamó la ley marcial, tendió completa la red del espionaje, clausuró las escuelas y las universidades, encadenó la televisión, la radio y los diarios al aparato militar para abrumar los ojos y los oídos con falsedad y miedo; bloqueó los caminos con cañones y patrulló las ciudades con tanques día y noche, asesinó a mansalva a la luz del día porque “la letra con sangre entra”.
Todo ese cerrojo se montó subrepticiamente en la medianoche de un sábado, cuando los trabajadores estaban en sus casas. El fascismo siempre prepara su zarpazo con sigilo y lo ejecuta contundente. Los nazis “perfeccionaron” ese estilo hasta imponer durante la Segunda Guerra Mundial el uso de dos palabras para describirlo: “Blitzkrieg” para la operación militar del ataque y “Kaputt”, que significa roto, rendido, hecho polvo, para su definición.
Ese estilo lo aprendieron los rusos y lo practicaron en Checoslovaquia en 1968.
Pero ahora, en Polonia, ¿pueden decir Kaputt? No, en Polonia la palabra es “recién empieza”.
¿Por qué? si el cerrojo fascista había prohibido todo, y descabezado al grueso de la dirección de Solidaridad. ¿Cómo fue, entonces, que los trabajadores pudieron organizar la resistencia?
Naturalmente, la producción debía continuar. Los millones de obreros volvieron a las fábricas, y en medio de su trabajo, frente al atropello de la contrarrevolución, siguió funcionando el corazón del sindicato y la rebelión polaca: el Consejo Obrero de fábrica.
En los socavones de las minas, en los astilleros, por todos lados, los obreros decidieron, democráticamente, resistir.
Así fue que lograron cavar una gigantesca trinchera, que abarcó Polonia íntegra, para defenderse y parar la ofensiva fascista.
Al momento de discutir esta resolución, los obreros polacos llevaban 15 días sosteniendo sus posiciones en algunas de las fábricas principales en medio del cerco fascista, ante la admiración del mundo.
Esa batalla ya ha sido ganada por los obreros. Entiéndase bien: inclusive, si eventualmente fuera aplastada la fase inicial de la resistencia y la dictadura llegase a imponer su dominio en toda Polonia, el hecho es que la clase obrera polaca, en ese combate, quebró la primera espada del fascismo, y esa realidad determinará el curso futuro de los acontecimientos en Polonia, porque aisló a la dictadura y aglutinó en un frente único a toda la nación polaca.
Recordemos la historia: en EE.UU., el 1° de Mayo de 1886, los monopolios yanquis levantaron horcas para asesinar a Spies y a Parsons, que habían encabezado huelgas reclamando la jornada laboral de 8 horas. Pero las horcas fueron impotentes, porque los mártires de Chicago trascendieron su muerte, y toda la clase obrera, mediante una lucha prolongada, conquistó las 8 horas. Desde entonces el 1° de mayo se celebra como el Día Internacional de los Trabajadores.
Han transcurrido casi 100 años. Como los monopolios yanquis entonces, hoy la nueva burguesía monopolista que usurpa el poder soviético, expresa satisfacción por la masacre de Polonia, que le permite liquidar las conquistas sociales, destruir los sindicatos y volver a introducir normas para superexplotar a los trabajadores.
Pero también como hace un siglo en Chicago, hoy en Polonia los mártires obreros ametrallados en Silesia y en el Báltico, iluminan al mundo.
Como en la Comuna de París, en el temple heroico de los compañeros polacos está el germen de la victoria del proletariado.
Los obreros polacos han entrado en una etapa de resistencia prolongada.
La camarilla militar fascista está aislada políticamente, sus líderes están marcados como asesinos y traidores, llenos de la sangre de los mártires del pueblo polaco, pero manejan un Estado fascista con el respaldo de una superpotencia. En su momento, para usurparles el poder, la nueva clase explotadora, les quitó a los trabajadores los fusiles.
Por ello, no va a ser fácil ni rápido el camino. El proletariado y el pueblo polacos tendrán que resolver en un largo proceso los arduos problemas organizativos que plantea esa confrontación.
La lucha del proletariado y el pueblo polaco que aborda ahora la titánica tarea de enfrentar en una prolongada lucha esa dictadura fascista, confirma la vigencia de la tesis fundamental de Marx y Engels, desplegada y desarrollada por Lenin y Mao Tsetung: el proletariado y el pueblo no pueden lograr conquistas profundas y permanentes, que cuestionen la explotación y la opresión, sin lanzarse también a la lucha política por la conquista del poder del Estado para sí. Lo que implica, además de la organización sindical independiente, la necesidad de la organización de su propio partido político, marxista-leninista, que sea Estado Mayor en esa lucha por el poder político. La lucha polaca nos muestra que la organización sindical independiente es el camino apropiado no sólo para la clase obrera sino también para el campesinado y demás sectores populares, para una rápida acumulación de fuerzas. Pero también nos muestra que ello no es suficiente para poner coto a los desmanes de los explotadores e imperialistas. Es preciso prepararse para enfrentar la agresión armada con la lucha armada, como en Kampuchea y en Afganistán.

Solidaridad con Solidaridad

Los pueblos que toman el destino en sus manos son invencibles.
La firmeza obrera desbarató las mañas de la dictadura para romper la unión de la nación polaca que ya cerró sus filas en la resistencia.
Los campesinos preservan su férrea alianza con los obreros. En 1980 siguieron el ejemplo de los astilleros del Gdansk estructurando su propia unión; la llamaron Solidaridad rural y nuclea a millones de trabajadores del campo. Sostienen la vasta agricultura polaca constituyendo otra garantía para la prolongada resistencia antifascista que afronta la nación polaca. Los estudiantes manifiestan su decisión de luchar. La dictadura disolvió su asociación, pero ha debido reconocer que se advierten aprestos estudiantiles de reorganizarse en la clandestinidad. Los intelectuales se disponen a correr la suerte del pueblo. De acuerdo con la consigna fascista “muera la inteligencia”, la dictadura destinó un campo de concentración especial para los intelectuales resistentes. Ha de fracasar. Siempre Polonia aportó a la cultura elementos de gran relieve: Copérnico, Chopin. Hoy, al enfilarse junto a los trabajadores en la resistencia, los intelectuales echan las bases para otro rico aporte al acervo cultural del mundo, porque la lucha por la libertad es fértil para la creación, mientras que el “aparato cultural fascista” sólo cultiva la necedad y produce frutos estúpidos. El cineasta Wajda ha dado un testimonio elocuente en sus magníficas películas “El hombre de mármol” y “El hombre de hierro” en las que plasmó la epopeya polaca. También él ha ido preso, como un símbolo.
La Iglesia, de tanta importancia allí, ha elevado su palabra de condena al terror y aliento a la resistencia.
Juan Pablo II, el Papa Wojtila, ha sumado su poderosa voz a la de su propio pueblo, contribuyendo a galvanizar las fuerzas de la nación polaca que rodearon a Solidaridad. Por otra parte, como cabeza de la Iglesia Católica, ayudó a que la causa polaca adquiriese relieve mundial. A esta altura, es legítimo conjeturar si el atentado contra su vida no fue planeado, como parte del dispositivo global, por los mismos responsables del golpe fascista en su patria.
La base comunista del Partido Obrero Unificado de Polonia romperá con la dictadura fascista. Ya los últimos eventos demostraron que era una corriente incontrolable por el oficialismo: en el Congreso partidario reciente, centenares de delegados eran simultáneamente delegados de Solidaridad, y algunos de sus representantes debieron ser electos para integrar los organismos de dirección. Hay información mencionando que habrían sido encarcelados. El propio vocero de la dictadura militar, reconociendo implícitamente esa realidad, expresó que ya el partido comunista en Polonia ha sido reemplazado como órgano rector de la sociedad por el consejo militar.
Los propios puntales del Estado se conmueven: los embajadores en EE.UU. y en Japón renunciaron a sus puestos. Se conocen episodios de confraternización entre militares y obreros huelguistas, como sucediera cuando los tanquistas enviados a reprimir a los obreros de Katowice abandonaron sus tanques: eso podría configurar una tendencia de un sector patriota del ejército a unirse a la nación polaca, aislando al cuartel general de la traición.
La dictadura polaca ha debido ya anular las elecciones que estaban previstas para 1982, de renovación de autoridades locales hasta “que vuelva a imperar la paz social”. A ese extremo queda desnudo su aislamiento.
Al conjuro del valor polaco, se ha levantado un clamor universal de apoyo.
La clase obrera mundial se incorpora, dispuesta a la acción. Siente, advierte y sabe que en Polonia lo que se juega no es un problema aislado de los trabajadores polacos. Sabe que allí se juega parte de su propia suerte como clase social, ya que las banderas que levantan los trabajadores polacos corresponden a los intereses objetivos de todos los trabajadores del mundo. De allí que todos los sindicatos deban salir en apoyo de la causa de nuestros hermanos polacos.
Los comunistas de cien países disciernen en estos días, al pensar lo que sucede en Polonia, la verdad de la impostura, para enarbolar más alta la bandera roja y golpear duro a la traición. Los partidos comunistas de España, Italia, Holanda y Japón ya han tendido a ubicarse del lado de los obreros; ya las camarillas degeneradas de traidores, como las que dirigen al PC francés y al PC argentino, han corrido a condenar a los obreros y a aplaudir a los verdugos. A los canallas, su suerte…
Frente a Polonia, Fidel Castro ha dado un paso más por el camino de su degradación. ¡Qué lejos aquellos días de la Revolución cubana! Hoy es un correveydile del amo Brezhnev, para el que cumple encargos. Esta vez le tocó la faena vil de calumniar a los obreros polacos. Mientras los acribillaban, inermes sobre los campos nevados, Fidel Castro lanzaba la ignominiosa mentira, para justificar la represión, de que Solidaridad, había preparado planes para ultimar 80.000 funcionarios del gobierno. ¡A dónde lleva la traición!
Los obreros polacos dividen aguas: aquéllos que invocan condición de comunistas pero se quedan a la espera, sin definirse, acobardados por el oportunismo, se habrán de secar y caerán, porque el viento del mundo es demasiado fuerte.
También dividen aguas en la Internacional Socialista. Por un lado Willy Brandt trata de salvar del naufragio a su línea de conciliación con el expansionismo ruso, evitando la denuncia de su rol en Polonia. Entre tanto Miterrand, presidente socialista de Francia, condena al intervencionismo soviético y al fascismo en Polonia, denunciando los enfoques que consideran a Polonia dentro de la esfera de influencia “de la URSS” como una rémora del tratado de Yalta, al que Francia no considera válido.
Todos los partidarios de la izquierda, unidos como un solo puño, debemos volcarnos a las más amplias masas, que están sabiamente sensibles a los sucesos de Polonia, para entendernos recíprocamente y construir un inmenso movimiento de apoyo al proletariado polaco.
Todos los antiimperialistas, que nos identificamos con la causa de la independencia nacional, debemos advertir que la gesta del pueblo polaco es una lucha nacional contra la opresión imperialista y ser capaces de unirnos en defensa de la nación polaca contra el imperialismo ruso, con el mismo vigor con el que apoyamos en su momento a la Revolución Cubana y al Movimiento de Liberación Nacional de Vietnam contra el imperialismo yanqui.
Todos los que defendemos la democracia, el derecho del pueblo a gobernar, el derecho de las masas a organizarse para la defensa de sus reivindicaciones, la libertad de las personas, la soberanía popular, todos debemos comprender que esos valores son los que el pueblo polaco lucha por salvar, ante el nuevo fascismo que se lo quiere arrancar a sangre y fuego. Salgamos en su defensa, que es la defensa de nuestro propio destino democrático.
La paz peligra, el mundo toma conciencia de la proximidad de la guerra, producto de las disputas interimperialistas entre las superpotencias, armadas hasta los dientes. El camino principal para defender la paz y oponerse a la guerra, es defender la independencia de los pueblos contra los zarpazos imperialistas que le asestan las superpotencias. ¡Defendamos la independencia de Polonia, en defensa de la paz mundial!

Fuera las garras rusas de Polonia

El socialimperialismo soviético trató de resolver la cuestión polaca sin mancharse directamente de sangre. Apostó, para ello, encargarle la tarea sucia al Ejército de Polonia. Pero si esa táctica se malogra y allí el pueblo sigue sin arrodillarse, los jerarcas del Kremlin desencadenarán su ataque militar directo contra Polonia, inevitablemente, porque les va en ello su razón de ser. Sus planes de hegemonía imperialista mundial, sus designios guerreristas, y la “estabilidad” de una zona que consideran cínicamente propia.
He allí la razón del cerco militar que ha dispuesto la URSS: 450.000 soldados, miles de tanques, cañones y misiles apuntan desde la frontera al corazón de Polonia y dentro de su territorio también hay acantonadas tropas rusas.
Debemos impedir ese crimen. Levantemos un clamor mundial ¡Fuera rusos de Polonia!
El imperialismo yanqui, otros Estados occidentales, coaliciones militares y la propia OTAN, han declarado estar alertas frente a las amenazas de invasión rusa. Pero nosotros sabemos que el propio imperialismo occidental no se va a emplear a fondo para defender el camino del proletariado polaco, porque si bien disputa con la URSS por el dominio del mundo, su interés final también está en pugna con el de los obreros polacos. Sólo en la clase obrera y en los pueblos oprimidos y países revolucionarios podemos confiar para romper el cerco a Polonia.
En particular, los comunistas revolucionarios nos dirigimos a nuestro pueblo. Nuestra intención busca contribuir a que todos adviertan de qué se trata.
Llamamos a unir nuestras voces y nuestras manos para oponernos a la amenaza rusa contra Polonia.
A los obreros y los campesinos, a los demócratas, a los antiimperialistas, a los pacifistas, a los sacerdotes y a los creyentes, a los militares, a los estudiantes, a los industriales y a los comerciantes, a los científicos, a los intelectuales y a los artistas. Exhortamos a pronunciarse a las organizaciones populares, a los Sindicatos, a la CGT, a los centros estudiantiles, a la FUA, a la FAA y a sus centros, a las cooperativas, a los partidos políticos. ¡Toda Argentina junto al digno pueblo polaco!
En la sangre de nuestro pueblo hay sangre polaca también, de desgarrados inmigrantes que llegaron palpitantes de esperanza, que araron nuestra tierra y se desangraron en nuestras fábricas. A ellos y a sus hijos también nos dirigimos en este tiempo de alerta.
Por otra parte, sabemos que la dictadura que nos oprime en Argentina justamente ha practicado una política que nos subordinó progresivamente a la órbita de los intereses soviéticos. Ya Rusia domina nuestro comercio exterior de cereales, carnes, lanas y vinos, y la dictadura le ha otorgado facilidades para controlar nuestra electricidad. Cuando los rusos invadieron Afganistán la dictadura de Videla nos condujo al triste papel de cantineros del ejército invasor, abasteciéndolo puntualmente de cereales.
Hoy cuando los rusos se aprestan para apuñalar a Polonia, ¿cuál va a ser la posición de Argentina?
Desde el fondo de nuestra propia historia el mandato es categórico. Al nacer nuestra patria a la independencia, por la guerra de emancipación, cantó nuestro himno: “… y los libres del mundo responden al gran pueblo argentino salud…”
Ahora, cuando el gran pueblo polaco enfrenta en lucha desigual a sus opresores, los argentinos les responderemos como un pueblo libre.
PROCLAMEMOS ROTUNDAMENTE:

¡NI UN GRANO DE TRIGO PARA EL INVASOR RUSO! iFUERA LAS GARRAS RUSAS DE POLONIA                                             iFUERA LAS GARRAS RUSAS DE POLONIA!
¡FUERA EL FASCISMO DE POLONIA!
¡LIBERTAD A LOS MILES DE OBREROS Y DEMÓCRATAS PRESOS!
¡VIVAN LOS TRABAJADORES POLACOS!
¡VIVA SOLIDARIDAD!
¡VIVA EL DERECHO DEL PUEBLO POLACO A SU AUTODETERMINACIÓN!
¡VIVA LA INDEPENDENCIA DE POLONIA!
¡LA NACIÓN ARGENTINA DEBE SER SOLIDARIA CON EL PUEBLO POLACO!