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05 de septiembre de 2011


Resoluciones

Documentos aprobados / Tomo 3

Situación internacional

Lenin definió a la época actual como la época del imperialismo y de las revoluciones proletarias.

Situación internacional

Lenin definió a la época actual como la época del imperialismo y de las revoluciones proletarias.
Lenin afirmó que el imperialismo es el capitalismo monopolista, parasitario o en descomposición, moribundo, la última etapa en el desarrollo del capitalismo y, por lo tanto, la víspera de la revolución proletaria. Lenin subrayó que la liberación del proletariado no puede realizarse por el camino reformista, que sólo puede triunfar por el camino revolucionario. Lenin planteó que el movimiento por la liberación del proletariado de los países capitalistas debe ir aliado con el movimiento de liberación nacional en los países coloniales y dependientes, y que esta coalición acabaría, inevitablemente, con el sistema imperialista en el mundo. Lenin indicó que las guerras, sean interimperialistas por el reparto del mundo, o entre los imperialistas y los pueblos oprimidos, o de agresión a los países socialistas, o guerras civiles revolucionarias de un lado, contrarrevoluciorias de otro, son siempre la continuación de la política de determinadas clases y, como tales, pueden ser justas o injustas.
Stalin reiteró la definición leninista, de la época actual, y definió al leninismo como “el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria”. Esto fue luego echado por la borda por la camarilla revisionista de Jruschov-Brezhnev y Cía.
El camarada Mao Tsetung y el CC del PC de China han insistido que las tesis leninistas que definen la época actual siguen siendo válidas, porque se refieren a todo un periodo histórico, periodo aún no concluido, y que las tesis leninistas siguen siendo la teoría justa que orienta a todos los auténticos comunistas del mundo contemporáneo.
En el mundo actual existen las siguientes cuatro contradicciones fundamentales: la contradicción entre los pueblos y naciones oprimidas, por una parte, y el imperialismo y el socialimperialismo, por la otra; la contradicción entre el proletariado y la burguesía en los países capitalistas y países revisionistas; la contradicción entre los diversos imperialismos y entre los grupos monopolistas; la contradicción entre los países socialistas y el imperialismo y el socialimperialismo.
Hoy se están agudizando todas las contradicciones fundamentales del mundo. En particular las contradicciones entre el imperialismo y el colonialismo, por una parte, y las naciones y pueblos oprimidos, por la otra; y las contradicciones entre los países imperialistas, especialmente las existentes entre las superpotencias.
En cuanto a la actual situación internacional, se producen grandes divisiones y reagrupamientos. El X Congreso del PC de China ha señalado que:
La presente situación internacional se caracteriza por un gran desorden bajo los cielos. Este desorden es una cosa buena y no una cosa mala, y se continúa desarrollando en dirección favorable para los pueblos y desfavorable para el imperialismo, el revisionismo contemporáneo y la reacción mundial.

El factor fundamental que impulsa los cambios en la situación internacional es la lucha del proletariado y los pueblos y naciones oprimidos del mundo que está en vigoroso ascenso.
El triunfo de la Revolución Cultural Proletaria en China, con la derrota de Liu Shaochi y Lin Piao, consolidó la dictadura del proletariado, previno contra la restauración del capitalismo y afianzó al Partido Comunista de China como el destacamento más avanzado del comunismo revolucionario mundial. La Revolución Cultural Proletaria tiene una significación histórica para el proletariado mundial; desarrolló correctamente la teoría de la continuación de la lucha de clases en las condiciones de la dictadura del proletariado, aplicando el método adecuado de movilizar a las masas para resolver la lucha entre el camino de la restauración burguesa y el camino socialista.
La consolidación de la dictadura del proletariado en la República Popular China, y la República Popular de Albania, y sus grandes avances, al igual que los de otros países socialistas y las victorias obtenidas por los pueblos de Vietnam, Laos, Camboya, en su guerra contra la agresión norteamericana y por la salvación nacional, así como la justa lucha de la República Popular Democrática de Corea contra la intromisión imperialista y por la unificación nacional, han estimulado los combates liberadores del proletariado y los pueblos y naciones oprimidas.
Se fortalece la lucha de los pueblos y naciones de Asia, Africa, y América Latina contra las dos superpotencias y el imperialismo en general. Y se fortalece la lucha de la clase obrera y los pueblos de Europa, América del Norte y Oceanía.
El mundo actual presencia la agudización de la lucha entre las dos superpotencias, EE.UU y la URSS, por el reparto de zonas de influencia y por la hegemonía mundial, rasgo que se corresponde, totalmente, con una de las características esenciales de la época del imperialismo, tal cual lo señaló Lenin. EE.UU. y la URSS disputan y se confabulan. Pero lo que prima es su disputa por el control de las distintas zonas del mundo, lo que carga de gruesos nubarrones la situación internacional.
Hoy el centro de disputa entre la URSS y los EE.UU es Europa. Ya pasó, hace tiempo, la época en que los EE.UU. tenían a ración a los capitalistas franceses, alemanes ingleses e italianos.
Hoy también éstos aspiran a disputar mercados y fuentes de materias primas, y tanto los yanquis, como el socialimperialismo soviético, aspiran a impedir la unidad de los países capitalistas de Europa para poder subordinarlos. Igual cosa quieren hacer con Japón. Otras zonas agudas de disputa entre las dos superpotencias son el Mediterráneo, el Medio Oriente, el Océano Indico y América Latina. La última guerra árabe-israelí, la crisis del petróleo, y la disputa por el control de otras materias primas, son índices de esta lucha. El socialimperialismo cerca y amenaza con la guerra a China. La lucha entre las dos superpotencias por la hegemonía, y la lucha interimperialista, se produce a escala mundial. Esta disputa genera una grave intranquilidad en la situación internacional y el peligro de guerras interimperialistas por el reparto del mundo. La lucha de los pueblos agudiza esa disputa, la que genera contradicciones que deben ser aprovechadas por el proletariado y los pueblos.
El camarada Mao Tsetung ha señalado que:
“subsiste el peligro de una nueva guerra mundial. Los pueblos del mundo deben estar preparados. No obstante, la principal tendencia del mundo actual es la revolución. Los pueblos que despiertan de día en día podrán impedir la guerra siempre que tengan una clara visión del rumbo a seguir, agucen su vigilancia, fortalezcan su unidad y persistan en su lucha.”

El imperialismo lleva en sí la guerra, como la nube lleva la lluvia. El leninismo ha sostenido siempre que el imperialismo es el origen de la guerra moderna. Esta, como señaló Lenin, proviene de la naturaleza del imperialismo. Igualmente, el imperialismo es, por naturaleza, reaccionario y agresivo. Al degenerar la URSS de país socialista en país socialimperialista también ella se ha transformado, de potencia pacífica y enemiga de las guerras expansionistas en potencia portadora de la guerra. Sus tropas, aviones, barcos y fuerzas armadas, se extienden hoy en un vasto territorio de Europa y Asia, y aumentan día a día en el Mediterráneo, Medio Oriente y otras regiones.
La URSS invadió Checoslovaquia, a la que ocupa al igual que a otros países europeos. Emplaza numerosas tropas en la frontera con China y en Mongolia. En complicidad con la burguesía expansionista hindú ha desmembrado Pakistán; apoya a la camarilla de Lon Nol en Camboya, e interviene, conspira, y realiza actividades subversivas en todo el mundo. Esos hecho han ido mostrando la verdadera faz de los socialimperialistas, socialistas de palabra e imperialistas de hecho, lo que los hace doblemente peligrosos ya que se disfrazan de comunistas para aplicar una política de nuevos zares.
Pero la política de agresión del imperialismo y del socialimperialismo no sólo les genera graves problemas internos sino que vuelve contra ellos, crecientemente, a los pueblos de todo el mundo. Y si se atreven a desencadenar la guerra, el resultado de ésta acelerará la ruina de ambos.
Los países, naciones, y pueblos, en lucha por la independencia, emancipación, y revolución, van constituyendo una poderosa e invencible corriente histórica, y esa corriente encuentra, como enemigo fundamental, a escala internacional, a las dos superpotencias, los EE.UU. y la URSS. Por ello la contradicción principal hoy es la que opone a los pueblos, países y naciones a esas dos superpotencias. De allí que el frente único mundial del proletariado y los pueblos y naciones oprimidos tenga como tarea central la lucha contra la política de hegemonía mundial de esas dos superpotencias que agreden, avasallan, intervienen y subvierten en todos lados, procurando el control mundial de materias primas y mercados y el predominio militar.
La lucha actual del pueblo argentino -que golpea centralmente al imperialismo yanqui y al sector de terratenientes y grandes capitalistas a él asociados- confluye con la de los países, naciones y pueblos que enfrentan la opresión de las dos superpotencias, y los triunfos del proletariado y los pueblos del mundo en la lucha contra esas dos superpotencias, favorecen nuestra propia lucha liberadora.
La situación de América Latina no puede ser analizada fuera de esta situación internacional. Es un territorio dependiente, fundamentalmente del imperialismo yanqui. Está conmovido en los últimos años, como nunca, por gigantescas luchas obreras, campesinas y populares.
El debilitamiento relativo del imperialismo yanqui, como consecuencia de las derrotas que sufriera en el sudeste asiático y en otras regiones del mundo, y de sus graves problemas económicos y dificultades internas, condicionó favorablemente las luchas liberadoras de nuestros pueblos; y estimuló las aspiraciones de las burguesías nacionales latinoamericanas a obtener una cierta autonomía, y facilitó su forcejeo contra la expropiación y la opresión a que las somete el imperialismo yanqui.
Las potencias imperialistas europeas y el socialimperialismo soviético trataron y tratan de aprovechar a su favor estas luchas y forcejeos, por lo que América Latina se ha transformado, también, en terreno de batallas interimperialistas, especialmente entre el socialimperialismo soviético y los yanquis. Cuba realizó una Revolución antimperialista y agraria profunda. Dado el peso que tuvieron las ideas revisionistas, que llegaron a predominar en la dirección del Partido Comunista y del Estado cubano, y al no basarse, en consecuencia, en las fuerzas propias y el autosostenimiento, Cuba actualmente está sometida a una dura dependencia del socialimperialismo soviético. Ese predominio revisionista no se logró sin resistencia, aunque la misma no se plantea desde posiciones nítidamente proletarias. Ejemplos de ese proceso es el Discurso de Argel del Che Guevara, si se lo confronta con el reciente discurso de Fidel Castro en la reunión de Países del “Tercer Mundo”, realizada en 1973 en Argelia.
Es tarea del proletariado revolucionario, como parte de la lucha por la liberación, alertar y combatir contra las tesis de la necesaria “ayuda” soviética, que encierran el fatalismo de la dependencia.
Después de sufrir una serie de derrotas y producido su retiro parcial del sudeste asiático, los yanquis retomaron fuerzas y contragolpearon duramente en Latinoamérica, especialmente en el Cono Sur. Los yanquis mostraron así que siguen considerando a América Latina como su patio trasero, y que no será fácil echarlos de él. La forma brutal, fascista, de estos contragolpes, como en Bolivia, Uruguay y Chile ha mostrado, por un lado, una vez más, la verdadera naturaleza del imperialismo yanqui, enemigo fundamental de nuestro pueblo. Por otro, la inestabilidad y el aislamiento popular de esos gobiernos, demuestran el desenmascaramiento y debilitamiento creciente del dominio yanqui, en relación con periodos anteriores. De ningúna manera puede considerarse como estable y firme la situación política en esos países.
Esos golpes no revirtieron el proceso general en América Latina. Continuaron las luchas de masas. Así lo demuestra el combate de los mineros y campesinos en Bolivia; el desarrollo del Frente de Lucha Armada popular en Araguaya, Brasil, y la prosecución, en nuevas condiciones, de los combates obreros y populares en nuestro país.
También se verificó, una vez más, no sólo la impotencia histórica del reformismo, sino su carácter de obstáculo del proceso revolucionario. Los fracasos de la Unidad Popular en Chile, del Frente Amplio en Uruguay, son ejemplos de lo mismo.
Igualmente se ha vuelto a demostrar la incapacidad de la burguesía nacional latinoamericana para resolver los dos problemas claves de nuestros países: la dependencia y la cuestión agraria, trabas principales al desarrollo de las fuerzas productivas nacionales. Por eso el camino ya experimentado, pero insistentemente recorrido por el revisionismo mundial, el camino llamado “peruanista” hoy,”nasserista” ayer, es un camino de fracaso.
Al mismo tiempo, el golpe proyanqui en Chile y el sangriento fin del camino reformista burgués, que fue llamado “vía chilena al socialismo”, han marcado también el fracaso del utópico paso pacífico al socialismo y de un utópico socialismo sin dictadura del proletariado que teorizaron en su momento Kruschov y los revisionistas modernos.
El gobierno de Velasco Alvarado, que representa los intereses de la burguesía nacional peruana, ha afectado notoriamente al imperialismo yanqui y ha golpeado a los terratenientes. No se trata de un camino liberador y revolucionario, sino de reformas más o menos profundas. Por eso, a la larga, no puede garantizar la independencia ni liberar efectivamente a las masas obreras, campesinas y populares de la explotación imperialista, terrateniente y capitalista.
Menos aún se trata de un camino original al socialismo, como pretenden los máximos dirigentes del P.C. de Cuba.
En su forcejeo con el enemigo fundamental de nuestros pueblos, el imperialismo norteamericano, las burguesías nacionales intentan constituir un vasto frente nacionalista burgués a escala latinoamericana. Perón, Echeverría, Velazco Alvarado y Torrijos parecen moverse en esa dirección. Incluso se proponen arrastrar a sectores tradicionalmente más ligados a los yanquis (o más conciliadores con ellos), como la gran burguesía colombiana y venezolana. Sobre esta base piensan aislar a Brasil y, finalmente forzarlo a entrar. Esta pugna es una de las causas de la crisis de la OEA. Sin embargo estas fuerzas son vacilantes y conciliadoras y por temor a la revolución pueden pasarse al campo del opresor imperialista. Por su parte, la clase obrera, los campesinos y demás sectores populares, antimperialistas y revolucionarios de nuestros países están estrechando vínculos de solidaridad combatiente en su lucha a muerte contra el imperialismo por la liberación y la revolución. La unidad de nuestros pueblos en la lucha constituye la columna vertebral de un frente único antiyanqui latinoamericano, que incluye a las burguesías nacionales, en tanto éstas se enfrenten al imperialismo, pero cuyo éxito depende de la hegemonía del proletariado.
Frente al conjunto de estas experiencias, las masas, aprendiendo de sus éxitos y fracasos, buscan un camino que sea capaz de llevarlas al combate y al triunfo definitivo, una senda revolucionaria por la que transitan partidos y organizaciones auténticamente marxista-leninistas, que se esfuerzan por integrar la verdad universal del marxismo-leninismo y del pensamiento maoísta a la revolución de nuestros países. Estas organizaciones van aprendiendo en la lucha y van teniendo, paulatinamente, una línea justa, única garantía de triunfo para la revolución.
Es obligación para los comunistas revolucionarios, como parte indisoluble de su línea y su estrategia de poder, impulsar como una tarea política permanente, la solidaridad popular con las luchas democráticas, antimperialistas y revolucionarias de los pueblos latinoamericanos, y los pueblos del resto de mundo. Del análisis global de la situación internacional; situación compleja, de divisiones y reagrupamientos, de grandes luchas obreras y populares, de creciente agudización de la puja entre las dos superpotencias por la hegemonía que genera el peligro de una guerra mundial, de avances y triunfos en la lucha liberadora, y de contragolpes del imperialismo y el socialimperialismo, se puede decir, como rasgo más general, que la misma es favorable para la lucha revolucionaria en general y de nuestros pueblos en particular. Es equivocada la opinión que, analizando unilateralmente el triunfo de los recientes golpes reaccionarios en Bolivia, Uruguay y Chile, saca una conclusión pesimista. Por el contrario, el curso favorable de la situación política internacional, en el que lo que avanza es la revolución, crea buenas condiciones para que la clase obrera y el pueblo argentino, puedan avanzar en su lucha revolucionaria.

 

Situación nacional

I.El ascenso revolucionario de la lucha de masas

Nuestro país conoce, en los últimos años, un ascenso de la lucha de masas que, por su magni­tud, permanencia y desarrollo constante, supera a todos los que lo antecedieron en épocas ante­riores.
Su origen se remonta ya a más de cuatro años, pues comenzó con las luchas obreras, estudian­tiles y populares contra la dictadura de Onga­nía, posteriores al asesinato de Cabral y Bello, que tuvieron su pico más elevado en el Cordo­bazo.
Aquellas luchas enfrentaron las medidas anti­populares y proyanquis de la dictadura de On­ganía que habían creado un polvorín de descon­tento en las masas obreras y populares someti­das a una dura explotación, expoliación y repre­sión, pero que atesoraban, simultáneamente, ri­cas experiencias de lucha y organización.
El Cordobazo, y posteriormente el Rosariazo, el Tucumanazo, el Catamarcazo, el Mendozazo, y otros grandes estallidos antidictatoriales, abrieron una huella que las masas han seguido recorriendo hasta ahora. Esas y otras luchas de rasgos seme­jantes consiguieron éxitos significativos que obli­garon a la dictadura a ceder posiciones y retro­ceder (rompieron topes salariales y congelación de paritarias; derogaron aumentos tarifarios; obtuvieron libertades de presos y reincorporación de represaliados; convirtieron en tiras de papel muchas leyes de la dictadura y tumbaron go­biernos locales, provinciales y nacionales). Los éxitos tonificaron la combatividad y enriquecie­ron la experiencia política de las masas y de sus organizaciones revolucionarias.
El Cordobazo, producto y expresión superior de las luchas obreras y populares, introdujo un cambio de calidad en la lucha revolucionaria en nuestro país. Un cambio tal que se puede decir que, después de él, nunca nada volverá a ser igual en la Argentina a como era antes.
Tanto en el Cordobazo, como posteriormente, hasta hoy, coexisten en la situación política na­cional elementos contradictorios, tales como el peso de ideas reformistas y los elementos de au­ge revolucionario. La dialéctica materialista nos enseña a conocer no sólo esos elementos contra­dictorios de la realidad, sino también a repudiar el eclecticismo que simplemente constata esa existencia de elementos contradictorios, sin establecer qué es lo determinante, ¿el peso de las ideas reformistas o el ascenso revolucionario? ¿qué determina el significado y la magnitud de su contrario, el ascenso revolucionario o el refor­mismo?
A partir de establecer el peso determinante que ha tenido y tiene, hasta ahora, el ascenso revolucionario de masas, nuestro Partido pudo ir adecuando un análisis marxista-leninista de la realidad nacional que, pese a las inexperiencias y errores cometidos, nos permitió desempeñar un rol importante en las luchas de estos años y avanzar.
Por ello no compartimos, en su momento, la opinión de otras fuerzas revolucionarias para las cuales los resultados de las elecciones del 11 de marzo dieron: un golpe a todo el proceso de auge revolucionario que viene protagonizando nuestro pueblo con la clase obrera a la cabeza. Por el contrario, previmos que el mismo entraría en una fase superior, ya que las masas asestaron el 11 de marzo un duro golpe a la dictadura mi­litar.
Los hechos nos dieron la razón.
La propia jornada del 25 de Mayo de 1973 en la Capital Federal tuvo muchos aspectos semejan­tes a los de las grandes puebladas acontecidas antes en ciudades del interior.
Luego del 25 de mayo las masas obreras y po­pulares agudizaron con sus luchas, como la que arrancó de las cárceles a los presos de la dicta­dura, las ocupaciones de fábrica, campos, vi­viendas, etc., las contradicciones entre las clases dominantes y, pese a que la clase obrera no consiguió dirigir el proceso, el pueblo pudo avanzar y obtener nuevas conquistas.
La corriente clasista -incipiente en 1969- fue creciendo y retomando gloriosas tradiciones del proletariado argentino y mundial, y se fue cons­tituyendo en una corriente real, activa, protagonista, en el movimiento obrero.
El desarrollo de la corriente clasista es un duro proceso que reconoce hitos remarcables como la lucha de los petroleros en Ensenada; las luchas ferroviarias de 1968 en adelante; las del Banco Nación; Talleres de la Municipalidad de Buenos Aires (la primera que rompió el tope salarial impuesto por la dictadura) ; Chocón (primera experiencia de recuperación sindical que indicó un justo camino de relación entre el trabajo se­creto y el legal, experiencia frustrada por su dirección reformista); Perdriel (recuperación dirigida por el clasismo que inicia el cambio que llevará a la recuperación del SMATA cordobés); FIAT-Concord y Materfer (experiencia his­tórica demostrativa del rol de los cuerpos de de­legados en el proceso revolucionario futuro, ex­periencia frustrada por la hegemonía de concep­ciones pequeñoburguesas, foquistas, en la dirección del sindicato); triunfo de la lista Marrón en el SMATA de Córdoba y recuperación del mismo por un frente único (Movimiento de Recuperación Sindical) en el que tuvieron una participación destacada obreros clasistas.
El PCR logró jugar un rol efectivo de vanguardia de los mecánicos cordobeses, gracias a una justa línea de masas que partió de las necesidades, los sentimientos y las experiencias de la masa, y que supo sintetizar las principales experiencias de la clase obrera en todo ese periodo, especialmente las referidas al valor de las organizaciones directamente ligadas a la masa (cuerpos de delegados y comisiones internas) para la lucha por la recuperación de las organizaciones sindicales y para la lucha revolucionaria de la clase obrera, y como organizaciones que facilitan el control de las masas sobre sus dirigentes y, al mismo tiempo, son escuelas de selección y formación de cuadros dirigentes.
Actualmente asistimos a la irrupción de un incontenible proceso de recuperación sindical y al crecimiento de la corriente clasista y revolucionaria que alumbró el Cordobazo.

Experiencias del proceso de recuperación sindical

Las luchas mencionadas demostraron la necesidad de lograr la más amplia unidad de los asalariados para poder recuperar sus organizaciones de fábrica y de gremio de manos de jerarcas y burócratas sindicales, uniendo a la mayoría contra el enemigo principal y pugnando en ese proceso por una línea clasista.
En ese frente único proletario pueden o no ser hegemónicos, de entrada, la línea y los principios clasistas. Esta hegemonía no se resuelve administrativamente. Al contrario, cuando se la ha querido resolver administrativamente, en forma sectaria, se han dividido aguas dentro de la propia mayoría que se opone al enemigo principal y no entre éste y esa mayoría. La hegemonía de la corriente clasista y revolucionaria en el Frente Único, como enseñó la experiencia del Movimiento de Recuperación Sindical del SMATA cordobés, es un problema político, que requiere una justa línea de masas que sepa determinar, en concreto, en cada fábrica y momento concretos, los puntos de lucha unitarios, que permiten unir a la mayoría y avanzar hacia posiciones clasistas y revolucionarias a las masas, sin inmovilizar el programa en torno a los puntos mínimos iniciales, como exige el oportunismo de derecha, o sectarizarlo, alejándolo de los sentimientos y aspiraciones de las masas, como quiere el oportunismo de izquierda.
Todas las luchas mencionadas debieron combinar acertadamente el trabajo clandestino, individual y de conjunto, con la utilización de los resortes legales y el trabajo secreto con la necesaria aparición pública. Numerosos militantes clasistas fueron despedidos y sancionados como condición para el triunfo posterior, pero tanto los aciertos como los errores cometidos en ese proceso, permitieron enriquecer una experiencia necesaria para que las fuerzas del proletariado revolucionario puedan conquistar nuevas victorias en su lucha contra el Estado, las patronales y los jerarcas sindicales, evitando muchos de sus golpes represivos.
La recuperación de los cuerpos de delegados, comisiones internas y sindicales se demuestra como el primer paso de un camino duro y difícil que es parte esencial del camino de la revolución en la Argentina. Para que ese primer paso sea seguido de nuevos pasos de avance, en esa dirección, es preciso que el proletariado revolucionario dirigido por su partido auténticamente marxista-leninista obtenga la dirección de esas organizaciones. Caso contrario es inevitable un posterior retroceso, porque los sectores sindicales que representan a las jerarquía sindical y a la burocracia -al servicio de la patronal- se apoyan en los resortes legales, en el aparato del Estado, y en las vacilaciones de los sectores conciliadores, para recomponer su situación y recuperar para esos intereses a las organizaciones de los obreros y empleados.
El problema de la dirección de las organizaciones sindicales recuperadas de manos de los jerarcas y burócratas sindicales adquiere actualmente una importancia excepcional. El debate, dentro del frente único de recuperación sindical es:
¿recuperar para qué? ¿para realizar un mero “transvasamiento generacional” que vigorice la apoyatura de las masas obreras a la dirección burguesa del peronismo, dirección incapaz de conducir un proceso revolucionario antimperialista y antiterrateniente, o recuperar las organizaciones de clase para una línea revolucionaria de hegemonía proletaria capaz de encabezar el frente único antiyanqui y de dirigir las fuerzas que realicen la revolución democrático-popular, agraria, antimperialista y antimonopolista en marcha al socialismo?¿Recuperar para una línea de movilización de masas que sirva de apoyatura a una salida “a la peruana”, hegemonizada por una corriente militar burguesa, incapaz de ir a fondo en el combate liberador, o recuperar a las organizaciones sindicales para una línea revolucionaria que garantice la dirección obrera y por consiguiente el triunfo del proceso liberador?

El ascenso del movimiento obrero en las ciudades influyó sobre el campo, y despertó a la lucha a masas de miles de obreros rurales y campesinos pobres y medios.
Los obreros rurales protagonizaron luchas importantes que llegaron, incluso, en el caso de Mendoza a la ocupación de fincas. Se recuperaron importantes seccionales de FATRE y se crearon en distintos lugares organizaciones sindicales de los obreros rurales, y creció la afiliación a las existentes, comenzando a notarse la afiliación de obreros de estancia a las seccionales de FATRE, y el fortalecimiento de las organizaciones correspondientes a grandes concentraciones como las dedicadas a la producción de alimentos balanceados, híbridos, explotaciones avícolas, etc.
Se extiende la organización de un movimiento pro-recuperación de FATRE.

El aumento de las luchas campesinas

Desde el II Congreso de nuestro Partido hasta aquí, decenas de miles de campesinos semiproletarios, pobres, y medios han protagonizado huelgas agrarias, marchas, bloqueo de rutas, ocupaciones de tierras exigiendo su expropiación, y gigantescas concentraciones en el noroeste, el nordeste, Cuyo, zonas centrales, la pampa húmeda y la Patagonia especialmente en el Comahue.
Se ha evidenciado, con la terquedad de los hechos, que el campesinado pobre y medio es el principal aliado del proletariado en la lucha revolucionaria, y que sin su incorporación a la revolución ésta es, en nuestro país, una ilusión tonta.
En ese proceso de luchas campesinas se crearon condiciones favorables para que los semiproletarios y campesinos pobres y medios creen sus propias organizaciones, separadas de los campesinos ricos, aunque en ocasiones hagan frente único con éstos contra los monopolios comercializadores o en la lucha por precios compensatorios u otras reivindicaciones. Y se han creado las condiciones para que los campesinos pobres y medios garanticen su dirección en las Ligas Agrarias del Nordeste y en otras organizaciones semejantes, para que las Ligas se extiendan a otras regiones del país, e incluso para que en algunas organizaciones de la Federación Agraria Argentina y cooperativas agrarias en las que predominan campesinas pobres y medios, éstos ganen sus direcciones.
También en el frente único campesino se plantea el problema acerca de la actitud de fondo, de la línea que orientará el alza de la lucha campesina. Sectores de la pequeña burguesía revolucionaria que tienen por ahora la dirección de importantes organizaciones campesinas de masas, al igual que sectores ligados al PC, se plantean orientar el ascenso del movimiento campesino hacia el apoyo al golpe “peruano” por el que trabaja la burguesía prosoviética. Ya en ocasión del predominio en el gobierno de la línea prosoviética del camporismo, frenaron la lucha de las masas campesinas en un momento que era sumamente favorable para pasar a una etapa superior de ésta. El proletariado puede, a través de su partido marxista-leninista-maoísta dirigir el combate del movimiento campesino y encauzarlo por el camino de la revolución agraria, antimperialista, popular y antimonopolista

Las luchas populares

 Los habitantes de los barrios de emergencia y los “sin techo” han desarrollado luchas impregnadas de un nuevo contenido, luchas que han rebalsado el marco “legal” de la dictadura y, posteriormente, del gobierno frejulista, para exigir sus reivindicaciones inmediatas y la solución al problema de la vivienda. Unas veinte mil familias han ocupado viviendas, especialmente en el Gran Buenos Aires, iniciando un camino nuevo en el país. Las concepciones reformistas que durante años castraron al movimiento de los habitantes de las villas de emergencias fueron derrotadas en las principales movilizaciones de esos trabajadores al igual que concepciones foquistas, comandistas, que en los momentos claves en vez de fortalecer al movimiento popular le hacen el juego a sus enemigos.
Tanto en las villas de emergencias como en las ocupaciones de viviendas se ha generalizado la organización en cuerpos de delegados por pasillo o manzana, asegurando la participación masiva de los habitantes en la discusión, en las decisiones y en la ejecución de éstas. También los cuerpos de delegados, en las experiencias más avanzadas, han organizado la autodefensa armada de masas.
Procesos de luchas y organización similares se extienden también en las barriadas populares de todo el país.
En el estudiantado y en la intelectualidad ha continuado el proceso de radicalización masiva quo se inició en 1969.
El movimiento estudiantil obtuvo en este proceso conquistas importantes. Especialmente luego del 25 de Mayo. Pese a los esfuerzos por liquidar y dividir las organizaciones de masas del movimiento estudiantil, esfuerzos en los que confluyeron tendencias reformistas y tendencias pequeñoburguesas radicalizadas, esas organizaciones se han fortalecido con la participación de grandes masas estudiantiles en sus asambleas y renovación de cuerpos de delegados y centros.
Lo fundamental del movimiento estudiantil se ha expresado de hecho en forma unitaria contra el imperialismo yanqui y anteriormente contra la dictadura. En forma unitaria ha impulsado el proceso de cambios y transformaciones posterior al 25 de mayo. En el frente único estudiantil se ha librado y se libra una dura batalla por le hegemonía entre la línea revolucionaria del proletariado y las líneas burguesas y pequeñoburguesas. Esa batalla se expresa fundamentalmente, en torno a la capacidad de decisión de las masas estudiantiles en la dirección de las casas de estudio, a la consolidación y democratización de las organizaciones de masas estudiantiles y a la relación con el movimiento obrero y popular revolucionario. El PCR, partiendo de los principios marxistas-leninistas según los cuales no puede haber una revolución en la cultura sin una previa revolución en lo económico y social, ha combatido -no siempre suficientemente a fondo- contra la concepción de la “isla revolucionaria” al tiempo que levantando la lucha por las transformaciones en la universidad ha buscado empalmarlas con el combate obrero y popular de contenido revolucionario, en frente único y disputa con las líneas burguesas, tanto de Perón como de la burguesía prosoviética.
Las masas juveniles obreras y populares han participado activamente en las gigantescas luchas de este periodo. Fueron protagonistas activas de los combates posteriores a 1968 y 1969, y su sangre regó las calles del país desde el asesinato de Pampillón en adelante. Luego del 17 de noviembre, cuando se fortalecieron los vientos revolucionarios que recorren el país, enormes masas juveniles irrumpieron en la vida política activa. Las masas juveniles -gran parte de ellas están integradas por jóvenes desocupados los que son asalariados sufren feroz explotación, o, en el caso de la juventud campesina carecen de toda posibilidad de adquirir tierras para trabajar- demostraron en todos los grandes hechos que acontecieron en el país un profundo odio antimperialista y antioligárquico, y una fuerte voluntad revolucionaria de conquistar el poder a través de la lucha armada.
El 11 de marzo votaron mayoritariamente al FREJULI. Pero tanto ese voto, como su masiva participación en el apoyo a la fórmula frejulista, han sido la expresión de los medios originales y complicados a través de los cuales esas masas juveniles recorren el camino hacia posiciones revolucionarias. Esas masas pueden ser acaudilladas por el proletario y su deseo de profundos cambios revolucionarios puede permitir su organización en forma masiva, especialmente en la juventud obrera que, debe ser, con la dirección del Partido, la columna vertebral del movimiento juvenil revolucionario.
La presencia masiva de la mujer ha sido una constante de la lucha antidictatorial de los últimos años. Han tenido una participación fundamental en las luchas; en la ocupación de empresas y barrios, en la organización de ollas populares y ganando las calles en las barricadas. Se ha mostrado que la incorporación de la mujer es decisiva para el avance de la revolución.
•    En la intelectualidad se ha desarrollado una poderosa corriente revolucionaria quo ha tratado de encauzarse en organizaciones capaces de confluir con el movimiento obrero y popular. También aquí se ha ido, en la práctica, por un frente único revolucionario a partir de los diferentes sectores de la intelectualidad y se han creado organizaciones democráticas de científicos, profesionales, artistas, etc que han tenido participación activa en las luchas de este periodo. La lucha por la hegemonía de una línea proletaria, expresada por el partido auténticamente marxista-leninista, o de una línea burguesa, lucha que tiene importancia para del desarrollo del movimiento revolucionario en su totalidad, tiene gran agudeza en este sector, da­da, entre otras causas, la importancia del mismo para el triunfo de la revolución.

Durante el gobierno dictatorial fue común la transformación de las luchas económicas en lu­chas políticas. Nuestro II Congreso señaló las razones estructurales, y no sólo coyunturales, que generaban esa transformación en la época del imperialismo. Posteriormente el país vivió gran­des luchas de neto carácter político. Antidicta­toriales primero y de contenido más avanzado luego del 25 de mayo. Grandes concentraciones populares expresaron el deseo de cambios de fon­do existentes en las grandes masas. Esto fue cla­ramente perceptible en la campaña electoral pa­re el 11 de marzo, el 25 y 29 de mayo, el 20 de junio, y últimamente, con motivo del golpe con­trarrevolucionario y proyanqui de Chile, ocasión en la cual el país fue conmocionado por gigan­tescas concentraciones de masas.

Los rasgos más destacados de este proceso

El ascenso de luchas obreras y populares ha estado y está recorrido por un contenido princi­pal: la iniciativa permanente de las masas y su creciente protagonización de las luchas políticas. Las masas obreras y explotadas han ido to­mando en sus manos, en forma creciente, la tarea de luchar por resolver sus problemas inmedia­tos, y progresivamente, van tratando de no de­legar la resolución de los problemas políticos o económicos que les conciernen. Esto tiene que ver con toda una experiencia histórica de fracaso de programas y equipos burgueses y reformistas que en su momento ilusionaron a las masas con sali­das fáciles. Y se traduce en las nuevas formas de lucha de masas, en el crecimiento del clasismo, en la aparición de brotes de autodefensa armada de masas, en el desarrollo de la organización de grandes masas populares hasta hace poco desor­ganizadas, y en la creciente ligazón de las luchas económicas con las políticas.
El rasgo más importante de todo este proceso de ascenso de las luchas populares es el desarro­llo de una forma organizativa, los cuerpos de de­legados, que se ha demostrado como la más apta para expresar las opiniones y permitir la defensa de los intereses de las masas explotadas y opri­midas. Desde allí se dio y se da la lucha por la recuperación de sindicatos, organizaciones agrarias, vecinales, estudiantiles, profesionales, etc. Se han desarrollado, a partir de esos cuerpos de delegados, formas múltiples de coordinación que facilitan la protagonización de las mismas por las masas, y su relación con otras clases y sectores populares aliados. También en relación a esos cuerpos de delegados, o a representantes de­signados por asambleas populares, surgieron los gérmenes de organismos de doble poder de al­cance local (como sucedió en Roca, Trelew, Ma­largüe, localidades tucumanas) pero que iluminaron en el pico máximo de las luchas antidicta­toriales, las formas más probables que pueden tener esos organismos en una situación revolu­cionaria, y la forma probable de la relación de las organizaciones de autodefensa armada de masas, milicias populares y ejército del pueblo con los organismos de doble poder en el caso de una tal situación. El desarrollo de tales cuerpos de dele­gados, con base en el proletario industrial, del tipo del cuerpo de delegados del conjunto de los trabajadores mecánicos cordobeses que se reunió recientemente en Córdoba con motivo de la elec­ción del cuerpo de delegados de FIAT Concord y FIAT Materfer, puede permitir al proleta­riado industrial hegemonizar, si es dirigido por el Partido, una situación revolucionaria.
Las masas no contrapusieron esas formas orga­nizativas a los sindicatos, centros estudiantiles, u otro tipo de organizaciones de masas tradicio­nales. Por el contrario, mantuvieron esos orga­nismos tradicionales democratizando sus estruc­turas y rechazando las formas organizativas de “laboratorio” que les proponían sectores trotskis­tas, o de las fuerzas revolucionarias terroristas de la pequeña burguesía. Se desarrollaron nuevas formas que permitieron combinar la más amplia democracia de masas y el gran poder movilizador de los cuerpos de delegados con los organismos de masas, sindicales, estudiantiles, etc. En la prác­tica las masas fueron rechazando las posiciones reformistas, enemigas de los cuerpos de delega­dos y las tendencias anarquizantes, basistas, en las que se montaban troskistas y organizaciones terroristas de la pequeña burguesía para dividir y fragmentar a las organizaciones de masas. Trots­kistas y comandistas unían a la exaltación de los cuerpos de delegados, al margen de toda organización estable de tipo ejecutivo electa democráticamente, el funcionamiento de direcciones paralelas de “cocina”, direcciones de tendencias, que escapan al control de las masas. La labor del Partido fue clave para garantizar el desarrollo co­rrecto en medio de una dura lucha política e ideológica.
En todo este periodo las masas obreras y po­pulares realizaron un duro aprendizaje sobre la necesidad y las formas de utilización de la vio­lencia para enfrentar y derrotar a la violencia de los enemigos del pueblo. Ocupaciones de fabricas, viviendas, tierras, colegios, y su defensa; puebla­das enfrentando a la policía y el ejército; barri­cadas; formas combinadas de manifestación ca­llejera; ocupación y defensa de barrios y ciuda­des. La experiencia ha sido riquísima y la re­ciente lucha de San Francisco, en Córdoba, o en la mina Aguilar, al igual que las luchas de loca­lidades tucumanas por problemas locales, demues­tran que las masas no han echado en saco roto esas experiencias. Ya los dos rocazos, al igual que la lucha estudiantil y popular de Tucumán en 1972, demostraron que se pasaba a niveles supe­riores, al borde del enfrentamiento armado. Últimamente se han desarrollado en fábricas, ba­rrios ocupados, fincas, sindicatos, facultades y colegios, formas embrionarias de autodefensa ar­mada de masas, formas que el Partido debe im­pulsar y desarrollar junto con la propagandiza­ción de la necesidad de organizar milicias popu­lares armadas como garantía de triunfo en la lu­cha contra el imperialismo yanqui y los terrate­nientes y grandes capitalistas a él asociados, y como instrumento irremplazable para el triun­fo de la insurrección armada que instaure un go­bierno popular revolucionario.
Han sido los rasgos mencionados, y el surgimiento y consolidación del Partido, lo que ha di­ficultado que el nacionalismo burgués desviara hacia un remanso reformista el auge obrero y popular. O que éste se despeñase por el camino sin salida del terrorismo populista pequeñobur­gués. La burguesía ha podido hegemonizar, y re­lativamente utilizar, el ascenso de la lucha de masas para imponer al mismo su hegemonía pre­caria. Pero no ha podido castrarlo, tal cual lo deseaba y lo desea.
Las masas comprendieron, primero, que podían golpear duro a la dictadura y hacerla retroceder. Luego vieron la posibilidad de voltearla, obligan­do al imperialismo yanqui y a la oligarquía a escoger la derrota electoral ante un frente hege­monizado por la burguesía nacional, para impe­dir que a la larga serie de puebladas se la coro­nase con un Argentinazo triunfante.
Pero esas luchas despertaron en las masas deseos de cambios profundos. Las masas obreras y populares no desprecian las reformas que les pueden permitir mejorar sus difíciles condiciones de vida y trabajo. Pero ya no se conforman sólo con ellas, más aún cuando las mismas son refor­mas tibias, incapaces de mejorar realmente su situación.
A partir del regreso al país del General Perón, regreso que debieron aceptar tanto los yanquis como la burguesía prosoviética, el país presenció el despertar tumultuoso de lo que nuestro Partido previó, y llamó, “la novena ola”, o sea, la más profunda del movimiento popular. El despertar de las capas más profundas del movimiento obrero y popular, capas que al ponerse en mo­vimiento convulsionaron a toda la sociedad argentina haciendo pasar a un nivel superior el aumento de la lucha de masas.
Perón subió al gobierno montado en el ascen­so revolucionario. Como en 1946. Pero si en 1946 ejercía una dirección efectiva sobre las grandes masas obreras y populares hoy no es así. Si en 1946 logró desviar a las masas tras el paternalismo burgués y el movimiento peronista, los sindicatos reformistas y el parlamento burgués, hoy la situación ha cambiado porque esas masas han cambiado. Si en 1946 consiguió la estabilidad hoy parece montar un tigre.
Esto está estrechamente relacionado -entre otras razones- con las características esenciales del ascenso revolucionario de masas que hemos señalado. Perón no sólo no favoreció este ascen­so revolucionario de masas sino que, por el con­trario, trató de impedirlo. El proletariado argen­tino de 1973, rico en experiencias, no es el de 1946. Tampoco ha logrado separar al partido mar­xista-leninista -aunque el mismo es joven y pequeño aún- de esas masas, especialmen­te de las masas peronistas, ni se rindió a los pies de la hegemonía burguesa.
Hoy Perón no puede hacer reformas serias sin atacar a fondo los intereses del imperialismo yanqui y los terratenientes, sin desarrollar la de­mocracia de masas, lo que abriría, por el otro lado, un proceso incontrolable para la burguesía que él representa.
En 1946 el mundo salía de la guerra antifascis­ta. Hoy el mundo se bambolea ante el peligro de nuevas guerras de agresión provocadas por las dos superpotencias, y de una nueva guerra para el reparto de mercados y fuentes de materias pri­mas entre esas superpotencias y los otras países imperialistas, y la Argentina es un bocado pre­ciado por esas metrópolis. Hoy el mundo está con­movido por oleadas revolucionarias que -a di­ferencia de 1946- golpean las playas latinoame­ricanas. Todo eso torna inestable la situación política y favorece la extensión y consolidación del ascenso revolucionario de la lucha de masas.

Madura una situación revolucionaria

•    En el país madura una situación revolucio­naria. El periodo de ascenso revolucionario abier­to en 1969, por muchas razones, no se ha cerra­do. Las masas no tienen claro, aún, el problema del poder, pero sí comprenden que para conse­guir trabajo, salarios acordes con el costo de la vida, tierra, vivienda, libertades, etc., tienen que pelear ellas mismas. Esto lleva en germen la idea del poder. Aunque la enorme mayoría apoyó a Pe­rón y es peronista no todos creen que Perón va a resolver esos problemas. Algunos creen que si se lo ayuda los resolverá. Otros dudan seriamente de ello. Muchos lo votaron como opción antimperialista y antiterrateniente, y como posibilidad de mejorar las condiciones para luchar por con­seguir reformas importantes y avanzar hacia una situación que posibilite lograr cambios de fon­do. En esto pesa que ya hay un balance de go­bierno peronista. Un balance de varios meses. Y esos problemas no se han resuelto, y sólo la lucha permitió avanzar y defender lo conquistado.

Nuestro II Congreso señaló que las experien­cias de 1970/71 mostraban el camino posible de acumulación de fuerzas revolucionarias y la for­ma organizativa del mismo (capítulo VI, Resolución Política, II Congreso del PCR). Luchas pos­teriores demostraron que lo más probable es que efectivamente ésa, sea la forma organizativa re­volucionaria de las masas, tal cual lo señala nues­tro II Congreso. Lo más probable, no lo inevi­table, porque nunca pueden dibujarse anticipa­damente las formas concretas de una revolución. Las masas avanzaron lejos por ese camino en es­tos años. Por eso es claro que el eslabón funda­mental que hoy permitirá tirar de toda la cade­na revolucionaria es el de la recuperación por el proletariado revolucionario de los cuerpos por comisiones internas, sindicatos, etc., y su coordinación con el resto del movimiento obre­ro y popular, especialmente con el movimiento campesino, y que la clave de esto es la existencia del partido marxista-leninista, con una línea política justa; que domine la práctica de una línea de masas.
Esta línea de masas, como lo enseña principal­mente la línea de los obreros mecánicos de Cór­doba, desde la lucha de Perdriel hasta hoy, exige para que el proletariado revolucionario pueda avanzar en la organización de las grandes masas explotadas, colocando a la clase obrera al frente de la lucha liberadora antimperialista y antioli­gárquica, que su partido de vanguardia, mar­xista-leninista:
*    Coloque el centro de su trabajo en las grandes empresas de concentración proletaria.
*     Encabece la lucha contra el enemigo funda­mental, combatiendo al mismo tiempo en las masas las ilusiones en un camino pacifico y conciliador, y defendiendo en las masas el marxismo-leninismo-maoísmo contra el revi­sionismo, el nacionalismo burgués y el foquis­mo pequeñoburgués.
*    Aplique una línea, de democracia obrera, de las masas y para las masas, encontrando los instrumentos de lucha de masas adecuados a cada momento y desarrollando una correcta política de alianzas en todos los niveles (em­presa, sindicato, CGT, movimiento popular).
*    Arraigue y desarrolle a la fuerza núcleo fun­damental del proceso revolucionario: el Par­tido.

 

II – La burguesía nacional hegemonizó la lucha antidictatorial

La dictadura establecida en 1966 impuso una política promonopolista que favoreció, principalmente, a los monopolios yanquis. La misma fue acompañada de la subordinación política y militar a los planes y objetivos del imperialismo yanqui en escala continental y mundial.
A partir de 1958 las inversiones extranjeras fueron predominantemente yanquis (el 70% de las inversiones autorizadas entre 1958 y 1964). La dictadura profundizó el proceso de dependencia del imperialismo yanqui. Y si el valor de las propiedades norteamericanas radicadas en el país era, en 1957, de 333 millones de dólares, en 1969 llegó a ser de 1.244 millones.1 La historia de esas inversiones -la mayoría de ellas fueron en realidad reinversión de utilidades y producto de concesiones onerosas para el patrimonio nacional- es una historia de rapiña y de opresión nacional. Bajo la dictadura de Onganía los monopolios norteamericanos pasaron a controlar ramas enteras de la producción y avanzaron amenazadoramente sobre otras.
Nunca fue mayor la subordinación nacional al imperialismo yanqui que bajo la dictadura de Onganía. Ello coincidió con la consolidación del dominio yanqui sobre Brasil a partir del golpe de Estado de 1964.2
Bajo el gobierno de Onganía el imperialismo yanqui y sus monopolios tenían a ración a los monopolistas de otros países, a la gran burguesía nacional e incluso, -a través del control de la industria frigorífica y los mercados de exportación- a un gran sector de los terratenientes argentinos. La dictadura de Onganía empujó una política que, a más de superexplotar a la clase obrera expropiaba económicamente -y en algunos casos legalmente- a grandes masas de campesinos pobres y medios y de la pequeña burguesía urbana y a sectores importantes de la burguesía nacional. Incluso sectores de la gran burguesía monopolista, argentina -como sucedió con la burguesía monopolista del tabaco y en parte con la vitivinícola, de la alimentación, un sector de la metalúrgica, y de otras ramas- fueron subordinados u obligados a entregar el control de sus empresas a los monopolios extranjeros, fundamentalmente yanquis.
La dictadura de Onganía había garantizado a los monopolios extranjeros-principalmente yanquis- elevados superbeneficios y la posibilidad de remitir al exterior una elevada porción de utilidades. Ello a partir de la superexplotación de la clase obrera -garantizada por el control de los sindicatos por los jerarcas sindicales- a través del aumento de la intensidad y la capacidad productiva de la mano de obra, lo que aseguraba, también, con un enorme ejército de desocupados.
Onganía y su camarilla esperaban eternizar esta situación.
Pero la oleada de luchas de 1969, que tuvieron en el Cordobazo su cresta superior, quebraron esos planes y estos no pudieron ya ser rehechos.
Cuatro fuerzas confluyeron de hecho en el golpe a la dictadura de Onganía, y desde distintos ángulos contribuyeron para tumbarlo. Esas cuatro fuerzas fueron:
*    Las masas obreras y populares y las organizaciones revolucionarias. Estas últimas eran incipientes en 1969, cuando el Cordobazo, aunque muy activas, especialmente nuestro Partido, que entonces dirigía el movimiento estudiantil nacional y tuvo un papel importante en algunas luchas obreras de ese periodo.
*    La burguesía nacional y las fuerzas reformistas que se le subordinan. Crearon un activo movimiento reformista de oposición a Onganía y estimularon distintos proyectos golpistas.
*    El movimiento que organizaron los terratenientes para luchar contra el monopolio yanqui en la industria de la carne y contra la política de precios agropecuarios e impositiva, de la dictadura, movimiento llamado “Campo Unido”. Este movimiento expresó, como señaló en su oportunidad nuestro Partido, los profundos cambios operados en la alianza tradicional de las clases dominantes en nuestro país: la alianza entre los invernadores y los monopolios extranjeros, fundamentalmente yanquis. Con el apoyo incondicional del PC y la burguesía agraria “Campo Unido” movilizó grandes masas de campesinos contra la dictadura.
*    Los representantes y agentes de las metrópolis imperialistas europeas, japonesas, y principalmente el socialimperialismo soviético. Este utilizó la subordinación a sus planes del gobierno cubano, tanto en cuanto a la labor de sus agentes como al prestigio en las masas de la gloriosa Revolución Cubana, para el cumplimiento de sus objetivos en la Argentina y el Cono Sur.
Estos tres últimos sectores, en los momentos decisivos, actuaron juntos, durante todo ese periodo. Disputando siempre la hegemonía con el incipiente proletariado revolucionario, y entre sí; lo que se manifestó en el predominio de diferentes planes golpistas y en hechos relevantes de esos años. Cuando Onganía es reemplazado por Levingston, y éste mantiene lo esencial de la política de aquél, esos tres sectores confluyen aún más visiblemente para tumbarlo, cosa qua logran, emergiendo de esa lucha como predominante en la dictadura el sector lanussista, estrechamente vinculado a un sector de terratenientes y, de gran burguesía monopolista, argentina, y también estrechamente relacionado con la burguesía prosoviética que hegemoniza la CGE. Así se impone el proyecto del llamado Gran Acuerdo Nacional que, con otro contenido, había sido preparado por Aramburu, y que, ahora, con el predominio lanussista orquestará a la Hora del Pueblo, el Encuentro Nacional de Los Argentinos y el germen de la armada centroizquierda en un proyecto de salida electoral condicionada.
Esto fue posible por un lado, por las gigantescas luchas populares que deterioraron a la dictadura de Onganía pero que no pudieron ser hegemonizadas por el proletariado revolucionario y su incipiente partido marxista-leninista y, por otro lado, por el debilitamiento relativo del imperialismo yanqui, empantanado en la guerra de Indochina y con graves dificultades internas, y al mismo tiempo, seriamente golpeado en América Latina especialmente en la zona del Pacto Andino y el Cono Sur.
La clase obrera no podía hegemonizar esa lucha antidictatorial. El que debió ser su partido marxista-leninista había degenerado. La camarilla revisionista de Codovilla lo había transformado en un partido reformista y revisionista. Los intentos por reemplazarlo por un auténtico partido marxista-leninista habían fracasado. El PCR, organizado como partido en enero de 1968, era débil, inexperto, y no dominaba suficientemente el marxismo-leninismo-maoísmo y, menos aún su integración con la revolución argentina. La mayoría de las organizaciones sindicales del proletariado urbano y rural estaban en manos de los agentes de sus enemigos de clase o de direcciones reformistas.
La clase obrera fue avanzando. Desarrollando un partido y una corriente clasista, y experimentando y avanzando en el camino de la recuperación de sus organizaciones sindicales en la lucha contra la influencia ideológica burguesa y pequeñobuguesas y avanzando en el liderazgo de masas populares no proletarias en las grandes luchas de ese periodo. Pero no estuvo en condiciones de arrebatar la hegemonía del movimiento antidictatorial a la burguesía.
La burguesía nacional, aprovechando sus fuertes organizaciones gremiales, sus poderosos partidos políticos, su influencia sobre Las grandes masas obreras y campesinas, sus posiciones en las FF.AA., y utilizando las contradicciones ínterimperialistas, y entre el imperialismo yanqui y el socialimperialismo soviético, pudo hegemonizar el movimiento antidictatorial. Esta hegemonía es precaria y dificultosa, dado el ascenso revolucionario de masas, el crecimiento de las fuerzas revolucionarias del proletariado y el pueblo, las perspectivas de contragolpe yanqui, y las luchas intestinas de esa burguesía según esté vinculada a éste o aquél imperialismo europeo o al socialimperialismo soviético, y más o menos vinculada a los sectores terratenientes.
Aprovechando su influencia en distintas organizaciones de masas y la existencia de un fuerte núcleo aliado en las FF.AA., la burguesía prosoviética llegó a prevalecer, transitoriamente, luego del 25 de mayo. Utilizó a su favor a la pequeña burguesía radicalizada y se montó en el auge de las luchas obreras y populares. Fue desplazada de muchas de sus posiciones por el golpe del 13 de Julio a partir del cual prevaleció en el gobierno el sector liderado por Perón, sector que busca aliarse, principalmente, con los monopolios europeos y un sector de los terratenientes y expresa, principalmente, a sectores de la gran burguesía tradicionalmente ligada a los capitalistas europeos. Este sector no ha roto con la burguesía prosoviética con la que se ha debido aliar para subir al gobierno y a la que intenta subordinar en la lucha contra los monopolios yanquis.
La situación internacional, la difícil situación económica, y particularmente el avance revolucionario de las masas, hacen que no pueda considerarse cerrada la etapa abierta en 1969. Por el contrario. No han dejado de agudizarse todas las contradicciones de la sociedad argentina y la gran burguesía nacional hegemonizando el proceso, y con un líder de masas como Perón en el gobierno, no logró estabilizar la situación.
La situación política nacional sigue siendo inestable. Se aproxima aceleradamente una verdadera definición del periodo abierto en 1969. Los yanquis, y el sector terrateniente y burgués aliado, preparan el contragolpe aprovechando las contradicciones del proceso nacionalista burgués de Perón. Este es incapaz, por su línea reformista, de impulsar un proceso revolucionario que cierre toda posibilidad de triunfo al contragolpe yanqui.
Los socialimperialistas soviéticos aglutinan sus fuerzas, buscan alianzas, y se preparan para apoyar un golpe “peruano” que se adelante al golpe yanqui o esté en condiciones de enfrentarlo y resistirlo en caso de no poder adelantarse al mismo.
El proletariado revolucionario esta en mejores condiciones pera disputar y ganar a la burguesía la hegemonía sobre el movimiento popular, y utilizando las contradicciones entre los enemigos del pueblo, puede avanzar en el desarrollo de las fuerzas que posibiliten el triunfo de la auténtica revolución democrático-popular, agraria, antimperialista y antimonopolista en marcha al socialismo.

III.El frente nacionalista burgués

Con el triunfo electoral del FREJULI se instaló en el gobierno un amplio frente nacionalista burgués. Este frente nuclea a lo fundamental de la burguesía nacional argentina, está hegemonizado por la gran burguesía nacional y liderado por Perón.
El frente nacionalista burgués es heterogéneo.
En cuanto a los sectores que lo integran es preciso diferenciar en él.
a)    El sector de la gran burguesía prosoviética que con el grupo de testaferros soviéticos dirige la CGE y, a través de ella, a la inmensa mayoría de la burguesía nacional. Ha establecido en los últimos años sólidos vínculos con la burguesía agraria a través de la relación CGE-Federación Agraria Argentina, y del control sobre cooperativas de producción e instituciones financieras orientadas hacía el agro.
    Este sector de burguesía nacional prosoviética es fuertemente influyente en la dirección de los partidos burgueses tradicionales: peronismo; radicalismo del pueblo; radicalismo Intransigente; MID; Democracia Progresista, etc.
    Este sector es hegemonizado por el grupo de burguesía monopolista de Duchatski-Broner- Gelbard – Sivak – Marcos Besrodnik, grupo testaferro de inversiones soviéticas, que se desarrolló rápidamente gracias a las posiciones que tuvo en el gobierno de Frondizi, Lanusse y otros, y tiene fuertes posiciones en la industria (FATE; WOBRON; ALUAR; metalurgia, alimentación etc.); en el agro (latifundios y explotaciones agropecuarias en varias provincias), en las finanzas y en el comercio, principalmente en el de exportación-importación. Está vinculado a Bunge y Born y al grupo inglés; al grupo italiano a través de ALUAR y otras inversiones; a diferentes grupos de burguesía nacional (J. Antonio; Fortabat; sectores ligados a la Unión Industrial Argentina etc. ), y utiliza las palancas del movimiento cooperativo de crédito y posiciones en las cooperativas agrarias y ahora en la dirección de la economía nacional y de la Corporación de Empresas Estatales para su propio proceso de acumulación.
b)    El sector tradicional de gran burguesía nacional monopolista, representado por la Unión Industrial Argentina, sector más ligado a sectores terratenientes bonaerenses, y del interior, y a capitales europeos (Coelho; Gaona; Noel; Padilla; Patrón Costas; Hirsch; Fábregas; etc.).
    Este sector ha dado su apoyo entusiasta al FREJULI.1
c) Distintos grupos de gran burguesía nacional como Di Tella; Fortabat; Pérez Companc; grupos independientes de burguesías provinciales, etc.
d)    Sectores terratenientes ligados a forma s modernas de explotación agropecuaria.2
e)    La gran mayoría de la burguesía media argentina, nucleada en la C.G.E., las cooperativas de crédito y otras organizaciones empresarias, al igual que sectores importantes de la burguesía agraria.

A más de los sectores burgueses que hegemonizan el frente nacionalista burgués que actualmente tiene el gobierno, éste es apoyado por la mayoría de las masas trabajadoras del campo y la ciudad. Obreros, semiproletarios, campesinos pobres y medios, pequeña burguesía urbana, gran parte de la intelectualidad y del estudiantado.
Esta es la principal contradicción del FREJULI. La contradicción entre su dirección burguesa, reformista, y las masas trabajadoras que han luchado duramente estos años y que ansían cambios sociales, económicos y políticos profundos. La dirección frejulista debe tener en cuenta a estas masas, y debe asegurarse su apoyo, y, al mismo tiempo, estas masas exigen cambios sólo posibles con medidas revolucionarias que afecten seriamente a las tradicionales clases dominantes argentinas, muy especialmente al imperialismo yanqui y a los terratenientes y grandes capitalistas a él asociados, medidas que la dirección frejulista no está dispuesta a realizar.
Políticamente puede decirse que casi todo el espectro político del país está reflejado en el FREJULI. Incluso el sector proyanqui afirmó sus posiciones en el seno del FREJULI luego que Perón desplazó parcialmente a los sectores de burguesía prosoviética que apoyándose en la pequeña burguesía radicalizada, habían copado el gobierno en los días posteriores al 25 de Mayo. Para contener a este sector radicalizado, el sector de derecha proyanqui debió apoyar el liderazgo de Perón al impulsar el retorno al gobierno.
La burguesía nacional, dirigida por la gran burguesía, ha apoyado, sin reservas la jefatura de Perón. Así dijo la Unión Industrial Argentina, en una solicitada posterior al triunfo electoral de Perón el 23 de septiembre: “El Teniente General Perón es un protagonista a la medida de la hora porque vuelve a la presidencia bajo el signo de la unidad. Hemos trajinado treinta años para aprender lo que nos une y para olvidar lo que nos divide. No nos , parecerá una etapa demasiado larga si, de ella, surge la plena recuperación nacional”.

La pugna interimperialista

Dentro y fuera del FREJULI se expresa también la pugna interimperialista. Los monopolios europeos y los representantes del socialimperialismo soviético han aprovechado la debilidad relativa de los yanquis para tratar de arrebatarle la presa argentina. Esta pugna impregnó toda la situación política argentina desde 1966 hasta aquí, y si bien la prensa prosoviética calla el rol del socialimperialismo en todo ese periodo, y la proeuropea silencia el papel de los monopolios y agentes de Europa Occidental, al tiempo que ambos señalan a los yanquis, nosotros, los comunistas, no tenemos ningún problema, como decía Lenin hablando del rol de los capitalistas anglo franceses en la caída del zar, en “mirar la verdad cara a cara”.
Los yanquis han sufrido un serio golpe en la Argentina y enfrentan graves problemas para reponerse. Pero han preservado lo fundamental de sus fuerzas económicas, políticas y militares y sería un grave error el subestimar esas fuerzas. Al igual que en Chile luego de 1970 preparan minuciosamente su contraataque.
Los soviéticos aprovechan el hecho de contar con firmes posiciones en la Argentina. Posiciones que pueden ser bien utilizadas usando la corriente antiyanqui. Luego del XX Congreso del PCUS, los revisionistas soviéticos abandonaron la tesis leninista acerca de la necesidad de la hegemonía proletaria, y la lucha revolucionaria, para el triunfo de la revolución agraria y antimperialista en los países dependientes, y acerca de la doble faz de la burguesía de esos países. Consecuentemente, pusieron el centro de su trabajo en ellos en el apoyo y la infiltración de los movimientos burgueses y no en el apoyo a las fuerzas revolucionarias del proletariado.
En América Latina, en particular, han utilizado para su faena el prestigio y la política del gobierno cubano. Dada la naturaleza expansionista y agresiva del socialimperialismo, éste se monta en la lucha popular antiyanqui y en los forcejeos de las burguesías, para penetrar en los países dependientes, desalojar a sus opositores capitalistas y someter a esos países a su control y progresivo dominio.
En cuanto a los europeos, siempre tuvieron en Argentina uno de sus principales centros de intereses y operaciones en América Latina. Tradicional-mente tuvieron aquí sectores terratenientes y burgueses asociados. Buscan ahora afirmarse en Argentina para operar sobre el Pacto Andino y el resto de América del Sur. Durante la dictadura se aliaron ora con los yanquis, ora con los soviéticos, para ir avanzando.
En el último periodo de la dictadura, operaron en lo fundamental aliados a los soviéticos pero disputándoles la hegemonía a través de sus lazos con el peronismo.
¿Qué es lo que está en juego en estos forcejeos, pujas y lucha más o menos abierta? Por un lado las carnes argentinas. Ya Rockefeller luego de su gira en 1969 señaló que: “Los campos de pastoreo de América del Sur son una de las más grandes fuentes de proteínas animal en el mundo”. Esto también había sido recalcado por McNamara en 1968. Por otro lado la pesca (aprovechando nuestra inmensa plataforma submarina). Interesa también las posibilidades de desarrollar una fuerte industria de la alimentación, y el petróleo, la petroquímica, la minería (en especial el cobre, los boratos, el uranio), la siderurgia (en relación con la explotación el hierro boliviano del Mutun). Además se lucha por el control y la utilización de la capacidad industrial argentina, y lograr el control del Estrecho de Magallanes, para el caso de un futuro conflicto bélico que pudiese inutilizar el Canal de Panamá.

 

El proyecto nacionalista burgués de Perón

Todos estos elementos deben ser tenidos en cuenta para analizar la línea que el General Perón quiere imprimir a su gobierno, los obstáculos que encuentra y las posibles resultantes de todo ello.
El General Perón quiere impulsar el desarrollo capitalista argentino garantizando el predominio de la burguesía nacional. No se propone eliminar ni el poder económico de los monopolios extranjeros ni el de los terratenientes. Trata de subordinarlos a la hegemonía de la gran burguesía argentina. A esto llama Perón: “el desarrollo nacional autónomo” y la “independencia económica”.
Perón pretende -en la medida en que lo crea posible de acuerdo con su línea y con la coyuntura nacional e internacional concreta- golpear al imperialismo yanqui con reformas de carácter nacionalista. Por su naturaleza de clase no se propone realizar medidas de carácter revolucionario a las que, por esa razón, llama “apresuradas” e “infantiles”. Pretende utilizar las reformas nacionalistas para renegociar con los monopolios extranjeros.3
Perón apunta, centralmente, a limitar al máximo la influencia de los monopolios y el imperialismo yanqui. Para ello busca utilizar la existencia de un poderoso sector industrial y financiero estatal,4 apoyarse en los capitalistas europeos y en una alianza con las burguesías latinoamericanas y los países del Tercer Mundo y, desde esta posición se acerca a la República Popular China, al tiempo que trata de utilizar al máximo la contradicción soviético-yanqui procurando subordinar a la burguesía prosoviética como aliada suya.
Perón y la burguesía frejulista intentan aprovechar las condiciones favorables que existen para nuestra producción agropecuaria en el mercado internacional y, simultáneamente, superar la estrechez del mercado interno argentino buscando nuevos mercados para la producción industrial.
En pro de esos objetivos ha logrado unificar a la inmensa mayoría de la burguesía y a un sector de los terratenientes argentinos en un programa de estabilización. Esta vez, no en beneficio de los monopolios yanquis, sino de la gran burguesía nacional. En aplicación de este programa se ha establecido el Pacto Social, que expresa, una política de superexplotación. Para su cumplimiento se han congelado los salarios en un nivel que está muy por debajo del deterioro sufrido por los mismos en los últimos años; especialmente en los últimos meses de la dictadura de Lanusse. Se han aplicado medidas enérgicas para contener el déficit presupuestario nacional y provincial; se ha mantenido el elevado nivel de desocupación, y se mantienen bajos los precios agrícolas, especialmente los que se pagan a los campesinos pobres y medios por sus productos.
Todo esto acompañado por reformas financieras, impositivas, y de otro tipo, destinadas a estimular al “empresariado nacional” y atraer inversiones, principalmente europeas y de la URSS.
La gran burguesía nacional, en general, ha acordado con estas medidas, salvo las quejas del sector agrario perjudicado por los precios fijados por el gobierno. Las que han recibido un baldazo de agua fría sobre sus ilusiones han sido las masas populares que apoyaron al FREJULI
Los problemas en el frente burgués vendrán cuando se pase a la segunda etapa en lo económico, y se definan prioridades y autoricen inversiones. Entonces, inevitablemente. se definirán líneas que hoy permanecen ocultas, en espera de las “grandes definiciones”. Actualmente ya existen sectores considerables de la burguesía media, perjudicados por la políticas del Pacto Social y del Pacto Agrario que favorece, principalmente, a la gran burguesía nacional, a los sectores terratenientes aburguesados y algunos sectores monopolistas.
Las medidas económicas del gobierno, que no han introducido cambios importantes a favor de las masas populares, y que están lejos de satisfacer las expectativas de las masas que votaron al FREJULI, no resuelven las graves contradicciones sociales del país. A la vez la política del gobierno no avanza en la resolución de los graves problemas del interior, problemas que, originados en el desarrollo desigual de la economía nacional como resultado de la dependencia al imperialismo y la subsistencia del latifundio, fueron la causa de grandes estallidos de rebeldía bajo la dictadura. Esta es la razón más importante de las dificultades que tiene actualmente el gobierno nacional en su relación con los gobiernos provinciales, y de las luchas intestinas en la mayoría de ellos.
Las medidas represivas tomadas por el gobierno como la Ley de Asociaciones Profesionales, la Ley de Prescindibilidad, las reformas al Código Penal, son el complemento para intentar frenar el proceso de recuperación sindical y la lucha independiente de las masas.
Perón trata, primero, de afirmarse en el go­bierno para definir un rumbo más claro. Ya debió realizar un gran esfuerzo para tener el gobierno efectivo en sus manos. Por eso se afir­ma que: “Este país está en un estado de emergencias” y tendrá que tener “un gobierno de emergencia”. Por ello, “La solución del problema político dará lugar a las demás soluciones”4bis y que el “problema político para nosotros puede ser absolutamente decisivo”.5 Para él se trata, en primer lugar, de lograr la más amplia unidad nacional con la hegemonía del peronismo, para poder, luego de “poner orden” en lo económico, lo político y lo social, encarar proyectos más ambiciosos. A esa unión nacional. hegemonizada por la burguesía nacional, y que tiene como nudo político clave el acuerdo peronista-radical, la llama Perón “democracia integrada”.6 Esta democracias integrada incluye al Partido Comu­nista revisionista siempre que éste no saque los “pies del plato”.7
Esta búsqueda de unidad nacional es paralela a la lucha de Perón por asegurar su hegemonía sobre las FFAA., los organismos de represión, los sindicatos y el movimiento peronista. Puede decirse que el trabajo de Perón en el último periodo se orienta a ir buscando ese camino, esforzándose, al mismo tiempo, por paralizar la lucha independiente de las masas obreras, campesinas y populares, apartando a los sectores que le disputan la hegemonía y recuperando la dirección plena de su movimiento.
Dado que Perón quiere cerrar la etapa de rebeldía obrera y popular abierta en 1969 ase­gurando la hegemonía de la gran burguesía nacional como broche final de ese periodo, todo su trabajo apunta, finalmente, a terminar con el proceso de descomposición del hombre, que es lo más grave que puede haber ocurrido en el país”.8 Así llama Perón a la creciente con­ciencia revolucionaria de las masas, aunque a veces oculte esto con referencias al problema de la delincuencia juvenil o al de la especulación. A partir de ello es posible acabar con “lo más grave que puede haber después de eso, que es la destrucción del Estado”.9

La batalla por definir un período

Todas las clases y capas de la sociedad argen­tina se han puesto en movimiento. Han sido conmocionadas hasta sus estratos más profun­dos por el gigantesco ascenso revolucionario de masas que a partir de 1969 sacude al país. Se dividen y reagrupan fuerzas a una escala pocas veces vista en nuestra historia. Esto en un mo­mento internacional y latinoamericano de gran­des cambios y desórdenes.
Estos cambios y desórdenes se conjugan con el avance del movimiento revolucionario, y con el hecho de que el nuestro fue un país tradi­cionalmente oprimido por el imperialismo ingles; un país modelado por la dependencias a Ingla­terra, que tardó en adaptarse a la dominación yanqui. Esto incide en forma relevante en el agudizamiento de las contradicciones en la Ar­gentina.
Todo el curso de los hechos ha llevado a una situación en la cual se abren dos trincheras. Una: la del imperialismo yanqui y los terrate­nientes y capitalistas a él asociados. Otra: la de la inmensa mayoría que si logra establecer un frente único con una dirección correcta podrá vencer.
El imperialismo yanqui y sus socios naciona­les han sido duramente golpeados en la Argen­tina. Internacionalmente los primeros atraviesan un momento difícil. Por ello están reagrupando sus fuerzas, pacientemente, superando diferencias internas y preparando un contragolpe, que, por la propia situación actual, ha de ser necesariamente antipopular, sangriento, represivo. Por ahora sus fuerzas no realizan una oposición frontal. Se apoyan principalmente en sus socios de dentro del peronismo y del FREJULI para ir afirmando posiciones contra los sectores ra­dicalizados, y los sectores asociados a europeos y soviéticos. A más largo plazo trabajan al aislamiento, el desgaste, y el derrumbe del gobierno peronista.
Entre las fuerzas que se oponen al imperia­lismo yanqui y sus asociados, es posible esta­blecer un amplísimo frente único. Estas son enormemente mayoritarias, y es que a mas de las fuerzas populares se oponen al mismo sectores de gran burguesía acaudillados por Perón y otros ligados a los monopolios europeos y a los socialimperialistas soviéticos.
El frente único antiyanqui puede ser dirigido por la clase obrera o por la burguesía nacional.
En cuanto a la burguesía nacional hay dos sectores de la misma que disputan la dirección del combate antiyanqui.
Uno es el sector representado directamente por Perón.
Otro es el sector de la burguesía prosoviética dada la existencia en nuestro país de un sector de burguesía intermediaria de los soviéticos, sec­tor muy fuerte económica y políticamente, los soviéticos y la burguesía por ellos dirigida e influida, o a ellos asociada, hacen una política de doble faz con Perón (igual que la que éste hace con ellos): por un lado establecen un frente único antiyanqui con Perón y, por el otro, agrupan sus fuerzas y trabajan el desgaste de Perón y su gobierno para poder anticiparse al golpe yanqui con un golpe militar fingidamente antimperialista (en realidad antiyanqui y pro­soviético).
Los dos sectores también practican una política de doble faz ante los reclamos y los nece­sidades populares. Por un lado dicen ser sus de­fensores y abanderados. Por otro lado subordinan la satisfacción de los reclamos populares -económicos y políticos- a su política de hegemonía burguesa, política que sólo impulsa reformas y no cambios revolucionarios, y que por consi­guiente, no liquida a los enemigos del pueblo, concilia con ellos sacrificando en esa concilia­ción los intereses de los explotados y oprimidos. Ambos proyectos burgueses deben contar por primera vez en muchos años con la exis­tencia de un proletariado revolucionario y un partido auténticamente comunista, que empuja una lucha que no se satisface sólo con las mi­gajas que ellos le puedan tirar; un proletariado revolucionario y un partido de clase cada día más conscientes y fuertes que quieren ser los que dirijan el reparto.
Es por eso que el proyecto de Perón como el proyecto de la burguesía prosoviética (proyecto éste hegemónico hasta ahora en la dirección de la Juventud Peronista y en organizaciones de masa importantes del estudiantado, el campesinado y algunas organizaciones obreras) son proyectos antidemocráticos. El talón de Aquiles de ambos es la democracia. Tanto Perón como el camporismo, como los sectores que hegemonizan las direcciones de la JP, la JTP, la JUP, dirigentes de importantes regionales de las Ligas Agrarias, etc., traban, restringen, coartan la democracia revolucionaria de masas, dado que ésta llevaría, inevitablemente, a una salida revolucionaria antiyanqui no burguesa, plebeya, a una salida no controlada, no posible de manijear por la burguesía peronista o prosoviética.
Perón será incapaz de conducir la lucha antiyanqui. Fracasará o claudicará ante ellos. Así como en 1946 se ilusionó con las posibilidades que la destrucción postbélica abría en Europa a nuestras carnes y granos y, en 1950 se ilusionó con una posible Tercera Guerra Mundial que pensó que permitiría a la burguesía argentina hacer jugosos negocios con las exportaciones agropecuarias, ahora se ilusiona con “la crisis de las proteínas”. Por su ideología se equivoca cuando predica el necesario Apocalipsis de un mundo hambriento por falta de proteínas, ya que no comprende que el hombre, como ser social, es producto del trabajo social, y es esencialmente productor y no esencialmente consumidor como ya demostró hace más de un siglo el marxismo y que la actual “crisis de proteínas” es una resultante de la subsistencia del imperialismo a escala mundial. Además, por su naturaleza de clase, se obstina en creer -como en su momento creyeron Frondizi, Onganía o Krieger Vasena- que la Argentina puede aumentar enormemente su producción agrícola-ganadera sin acabar de cuajo con el latifundio de origen precapitalista, y con la rémora de relaciones precapitalistas que todavía tiñen las relaciones de producción en gran parte del agro argentino (medieros; aparceros; arrendatarios, contratistas de viña, tamberos, medieros no capitalistas; tanteros e incluso, en lugares, con formas de pago en trabajo por el uso de la tierra). El primer golpe a esas fantasías lo acaba de dar el conocimiento de la bajísima extensión de las siembras de trigo para la próxima cosecha, una de las menores en décadas, y la pobre extensión de la superficie sembrada con maíz, inferior también a los promedios de la última década. Manteniendo la actual estructura agropecuaria es imposible incluso concebir cómo se puede llegar a la gigantesca producción de trigo, y al plantel de 250 millones de vacunos, que enunció Perón como meta nacional en su diálogo con los periodistas, televisado, del 3 de septiembre.
Por otra parte, la clase obrera, el campesinado pobre y medio y el pueblo en general están interesados en que los altos precios internacionales de las carnes, los cereales, las lanas y otros productos, los beneficien a ellos y no a la pequeña minoría que se ha venido beneficiando hasta ahora. Sobre esto Perón no ofrece nada concreto.
Perón, como todo líder nacionalista burgués, sueña con el ideal de “Argentina potencia”. Es el sueño de la burguesía nacional argentina.10
El pueblo, en cambio, suena con una Argentina liberada, con el pueblo también liberado del yugo imperialista y oligárquico. El camino de Perón no es apto para lograr esa liberación y por consiguiente, la Argentina seguirá retrocediendo en relación a las metrópolis que nos expolian y a los países que, por haberse liberado, han emprendido un camino de progreso económico y social.
En la medida en que se desarrolle el proceso revolucionario, y crezca la fuerza del proletariado y los sectores auténticamente revolucionarios de la sociedad argentina, la línea de Perón aparecerá, claramente, como una línea no revolucionaria, y se acentuarán sus rasgos antidemocráticos.
En cuanto al sector de burguesía prosoviética, su proyecto es más engañoso. Siendo el imperialismo yanqui aún muy fuerte en el control de las palancas económicas del país, y dado el carácter socialista de palabra e imperialista en los hechos, que caracteriza al socialimperialismo, éste aparece como “revolucionario”, “antimperialista” siendo que, en realidad, ha abandonado hace tiempo ese carácter. El programa económico de Gelbard es su programa para este momento, y la segunda etapa que pregona que seguirá a ésta es una segunda etapa de: “asegurar a los argentinos el poder de decisión económica y financiera”, promoviendo la presencia nacional en las áreas estratégicas del desarrollo energético, industrial, minero, agrario y financiero” según señaló Gelbard en su mensaje a la segunda Reunión de Gobernadores. Es decir: no eliminar a los monopolios yanquis que detentan palancas claves de la economía, sino subordinarlos, salvo una u otra excepción. Como señaló allí Gelbard -principal testaferro del grupo soviético- la “filosofía inspiradora” de su política para el agro “tiene como fundamento la necesidad de utilizar en plenitud todos los recursos disponibles” y “tiende a incrementar la eficiencia”. Por ello tampoco se propone el sector prosoviético acabar con el latifundio sino que, en realidad apunta a aliarse con un sector de los terratenientes. Con este plan operan también en el ejército donde -apoyándose en sectores descontentos con la subordinación al imperialismo yanqui y so pretexto de prepararse para la posible desaparición, o desgaste, y/o fracaso de Perón- conspiran organizando un golpe con el apoyo de la burguesía prosoviética.
El carácter expansionista del socialimperialismo lo empuja a no promover un curso revolucionario que puede escapar de sus manos sino a apoyar a una burguesía “amiga” que le permita disputar la hegemonía mundial con los yanquis. Por ello no impulsa el desarrollo democrático de las organizaciones de masa y las somete al manijeo de sus “asesores” u “organizaciones revolucionarias” que movilizan a las masas pero ahogan su poder de decisión, su protagonismo, e, incluso, su organización revolucionaria independiente de masas. Actos en vez de asambleas; “asesores” de los delegados de colonia en el campo, y de los cuerpos de delegados, en las fábricas, “asesores” de los delegados de pasillo en las villas, para reemplazar y decidir por los delegados, etc. Por eso la cuestión democrática es también el talón de Aquiles del proyecto de la burguesía prosoviética.
En la medida en que crezca el sector revolucionario del proletariado y las masas populares, irá quedando claro el rostro real de esa burguesía prosoviética, que le teme tanto a la revolución como le teme la burguesía liderada por Perón, y quedará más claro su papel reformista de hecho y, en cuanto al socialimperialismo, expansionista de hecho, y el carácter meramente verbal de sus posiciones revolucionarias.

La única garantía de triunfo

Por ello el crecimiento de las fuerzas auténticamente revolucionarias, especialmente de nuestro Partido, es la garantía para ganar para un frente único antiyanqui de carácter revolucionario y para la revolución liberadora, a las masas que hoy influencia la burguesía peronista o la burguesía prosoviética.
La única garantía de triunfo de la batalla contra el imperialismo yanqui, y la única posibilidad de que la misma permita acumular fuerzas para la revolución popular, agraria, antimperialista, y antimonopolista es que se constituya un amplio frente único antiyanqui dirigido por la clase obrera y su partido auténticamente marxista-leninista.
Si el proletariado logra hegemonizar el frente único antiyanqui y la lucha liberadora antiyanqui, profundizará la misma hasta lograr la victoria total de la revolución democrático-popular, agraria, antimperialista y antimonopolista en marcha al socialismo, para lo cual el frente único antiyanqui se transformará, en el frente popular de liberación, adquirirá ese carácter por obra de las fuerzas revolucionarias, en primer lugar de la clase obrera, y deberá instaurar un gobierno popular revolucionario.
El proletariado puede unir a la enorme mayoría del pueblo contra el enemigo fundamental, e incluso atraer o neutralizar, en determinado grado, a sectores de burguesía intermediaria ligados a europeos o soviéticos; para poder derrotar a ese enemigo fundamental. Para ello es esencial que utilice todas las contradicciones entre ellos.
Como enseñó Lenin:
“Sólo se puede vencer a un enemigo más poderoso poniendo en tensión todas las fuerzas y aprovechando obligatoriamente con el mayor celo, minuciosidad, prudencia y habilidad la menor ‘fisura’ entre los enemigos, toda contradicción de intereses entre la burguesía de los distintos países, entre los diferentes grupos o categorías de la burguesía en el interior de cada país; hay que aprovechar asimismo las menores posibilidades de lograr un aliado de masas, aunque sea temporal, vacilante, inestable, poco seguro, condicional. El que no comprende esto, no comprende ni una palabra de marxismo, de socialismo científico. contemporáneo, en general”.11

El proletariado debe saber utilizar todas las contradicciones que le permitan aislar al enemigo principal. Diferenciar a la burguesía de acuerdo a la relación que tenga con ese enemigo principal, y la actitud política que tenga frente a él tratando de utilizar incluso la actitud de quienes tengan una posición de resistencia pasiva frente a ese enemigo común, ya que es mejor esto a que capitulen ante él. Esto se verá facilitado si el Partido y el proletariado sostienen una firme y clara política de alianza con los sectores patrióticos y democráticos de la burguesía nacional, sectores que actualmente expresan a una gran parte de la burguesía media argentina oprimida de diversas formas por el imperialismo yanqui y limitada por las consecuencias de la subsistencia del latifundio.
Al mismo tiempo el proletariado no debe olvidar hoy que la burguesía nacional con la que puede, relativamente y en cierto grado y determinadas condiciones, establecer hoy un frente único antiyanqui será su enemigo en el futuro en la lucha por el socialismo. No olvidar tampoco que dado su carácter dual, hoy puede ser aliada, y mañana, en esta misma etapa revolucionaria, enemiga. No olvidar cuando es amiga, o aparenta serlo, que mañana puede apuñalarnos, ni tampoco olvidar cuando traiciona que, dado su carácter de burguesía de un país dependiente, mantiene contradicciones con el imperialismo. No ilusionarse cuando forcejea frente al imperialismo yanqui (sea esa burguesía nacional representada directamente por Perón, la proeuropea o prosoviética o, incluso, la burguesía patriótica y democrática, ni igualarla arbitrariamente con el imperialismo cuando da las espaldas a la lucha antimperialista. Esta es una lección clara de la lucha revolucionaria en nuestro país, y en Asia, África y América Latina.
Hoy la hegemonía proletaria es imprescindible para organizar un auténtico y poderoso frente único antiyanqui. Por eso el proletariado debe pugnar por su constitución. La burguesía nacional (sea ella la que representa directamente Perón, o la más proeuropea, o la prosoviética) es incapaz de organizar un auténtico frente único antiyanqui. Lo que esa burguesía llama “unión nacional”, o “frente único”, es un frente nacionalista burgués; o un frente antiyanqui prosoviético o proeuropeo; reformista y no revolucionario, amplio y fraternal con la derecha y sectario con la izquierda, divisionista con el proletariado revolucionario y con su partido de vanguardia marxista-leninista. Incapaz, por todo ello, para triunfar definitivamente en el combate liberador, antiyanqui, y totalmente ineficaz para aglutinar a las fuerzas que, en esa perspectiva, deben unirse en la lucha por la revolución democrático-popular, agraria, antimperialista y antimonopolista en marcha al socialismo.
La burguesía disputa la hegemonía al proletariado revolucionario y a su partido influyendo y dirigiendo a las masas obreras, campesinas y pequeñoburguesas en general. Para ello cada uno de esos sectores burgueses tiene su proyecto, proyecto general y particular, tanto en lo programático como en lo especifico de cada sector (obrero, campesino, etc.).
El proyecto del proletariado revolucionario es el proyecto de su partido marxista leninista, el PCR. Debe llegar a ser patrimonio de las grandes masas populares para que el pueblo argentino triunfe en esta dura y difícil batalla contra el enemigo secular de los pueblos latinoamericanos y pueda así avanzar hacia la revolución democrático-popular, agraria, antimperialista y antimonopolista en marcha al socialismo.

 

IV. La línea del partido del proletariado para el frente único antiyanqui

Los cambios de la situación política internacional y nacional han agudizado la contradicción de la mayoría del pueblo y de la Nación argentina contra el imperialismo yanqui y la oligarquía y los grandes capitalistas a él asociados.
El debilitamiento relativo del imperialismo yanqui, como consecuencia de las grandes derrotas sufridas en los últimos años y de los grandes cambios, a escala internacional y nacional, ha estimulado los adormecidos sentimientos nacionalistas de la burguesía nacional argentina y ha empujado a otras potencias imperialistas, y al socialimperialismo ruso, en defensa de sus intereses expansionistas, a forcejear y golpear al imperialismo norteamericano.
El imperialismo yanqui se constituyó, en las últimas décadas, en el enemigo principal de nuestro pueblo. Hoy, dada la situación mencionada, es posible aislarlo junto con los terratenientes y grandes capitalistas con los que se ha asociado.
Siguiendo el justo principio de derrotar a los enemigos de uno en uno, uniendo para ello a la mayoría y aislando y golpeando a la minoría, hoy existe una coyuntura favorable para constituir un amplio frente único antiyanqui y golpear y derrotar a éste avanzando en la lucha por la revolución democrático-popular, agraria, antimperialista y antimonopolista en marcha al socialismo.
El proletariado ha sido y es quien más sufrió y sufre las consecuencias de la dependencia del imperialismo yanqui.
La concentración monopolistas, que alcanzó su apogeo en épocas de Onganía, no ha sido en nuestro país el fruto de un desarrollo capitalista independiente sino el producto de la dependencia del imperialismo; el fruto de las necesidades de la producción de los países imperialistas. Ha impulsado la creación de un gigantesco ejército de desocupados como garantía de uno política de superexplotación en sus empresas, aumentando la intensidad y capacidad productiva del trabajo y aprovechando el bajo precio de la mano de obra. Al compás de esa llamada “eficiencia” de los monopolios extranjeros, fundamentalmente yanquis, detentadores de superior tecnología, la burguesía argentina ha acumulado capital prolongando la jornada de trabajo y pagando a la fuerza de trabajo por debajo de su valor.
A los yanquis les han interesado sobremanera las posibilidades de explotación de nuestra clase obrera y nuestro pueblo además de las proteínas a las que suele referirse el general Perón. Nadie sufre más la explotación imperialista en nuestro país que la clase obrera. Nadie más interesado en acabar con ella. Nadie más interesado qua ella en la defensa de la Nación y por lo tanto, nadie más patriota.
La liberación del yugo imperialista, liquidando el poder del imperialismo y sus socios nacionales, abre el camino al socialismo y al fin de la explotación del hombre por el hombre en nuestro país.
Hoy existe la posibilidad de avanzar grandemente en esa tarea si se logra derrotar al imperialismo yanqui. Es posible acumular fuerzas para la revolución democrático-popular, agraria, antimperialista y antimonopolista por el camino del frente único antiyanqui.
La burguesía nacional ha demostrado su incapacidad para conducir exitosamente la lucha antimperialista. Ha tenido el gobierno por cerca de treinta años en lo que va del siglo y fue incapaz de resolver las tareas históricas de carácter democrático y nacional.
Actualmente los problemas de las grandes masas populares y de la Nación no se resuelven con reformas. Esto es válido incluso para los problemas más simples: salarios, vivienda, precios compensatorios para los campesinos y tierra para ellos, facilitar el acceso del pueblo a la enseñanza, etc.
Pero la burguesía nacional -sea la que acepta el liderazgo de Perón, o la prosoviética o proeuropea- es enemiga de tomar medidas revolucionarias  (expropiaciones, democratización, etc.).
Perón quiere llegar a la revolución “por las reformas”. Resulta que no es revolucionario y tampoco puede hacer reformas importantes. Perón plantea “reconstruir el país” ocultando a los responsables de la actual situación económica y social. Así protege, en la práctica, a esos responsables: el imperialismo, principalmente yanqui, los terratenientes y el gran capital. Consecuentemente quiere que el pueblo pague los “platos rotos” por las clases dominantes, trabajando aún más, pero, esta vez haciéndolo por la “reconstrucción nacional”. El sector prosoviético ilusionó a las masas el 25 de mayo con la idea de que el pueblo tenía el gobierno y ahora debía -a través de reformas- tomar el poder. Su lema es el viejo lema reformista, tan ridiculizado por Lenin: “por la acción de masas a la conquista del poder”.
La burguesía concilia con el imperialismo, como Torres en Bolivia en 1970, y Allende en Chile, pretenden derrotar al imperialismo con maniobras. Quieren ser más fariseos que los fariseos como decía Lenin. Temerosos de las masas populares tratan de no movilizarlas a fondo. Denuncian el “cerco yanqui” pero olvidan lo que ya enseñó la Revolución Francesa: para derrotar al enemigo externo es imprescindible liquidarlo dentro del país impidiendo que tome la fortaleza desde dentro. En esto conviene recordar también la línea del sector morenista luego de la Revolución de Mayo, cuando propuso, e intentó, cortar de raíz la contrarrevolución proespañola dentro de la Nación para poder enfrentar exitosamente, a sus expediciones armadas.
La burguesía puede dirigir actualmente a grandes sectores de masa porque con reformas y la ilusión de cambios revolucionarios ganó hace ya muchos años a las masas obreras y al campesi­nado pobre y medio.
El proletariado revolucionario podrá ganar al pueblo para la revolución cuando le demuestre que ésta es una perspectiva real, mientras que la “revolución a través de reformas” que predica el Gral. Perón es una perspectiva ilusoria. Ya masas numéricamente grandes han aprendido en estos años a conquistar reformas importantes a través de su lucha independiente, tenaz, e indo­blegable.
El imperialismo yanqui, aún debilitado, es muy fuerte. No se lo podrá derrotar verdaderamente si no se movilizan todas las fuerzas del pueblo argentino. No es un enemigo externo, solamente. Controla palancas claves de la economía nacional y posiciones fundamentales en el Estado y tiene poderosos aliados internos. Si el pueblo no se une revolucionariamente será débil para de­rrotarlo. Será mas fuerte el imperialismo yanqui. El ejemplo chileno es tan claro que no hace falta otro ejemplo para demostrarlo.
Es preciso lograr que en esta batalla haya sólo dos trincheras. Para ello hay que ganar a las masas -ideológica y políticamente- para la unidad. Hay que lograr reagrupar a las grandes masas del pueblo con la alianza obrero-campesi­na como núcleo. Como enseña la experiencia in­ternacional, la liberación exige unir a todas las fuerzas susceptibles de ser unidas, aislar al máximo al enemigo, y golpearlo hasta derrotarlo.
La burguesía nacional rechaza un auténtico y eficaz frente único antiyanqui. Lo quiere reem­plazar por un frente nacionalista burgués hege­monizado por ella, a través del Teniente General Perón, o a través del llamado grupo “antimperialista” del ejercito al que apoya la burguesía prosoviética.
El proletariado debe luchar por un auténtico frente único antiyanqui. Un frente único anti­yanqui revolucionario y no reformista. Pero debe comprender, simultáneamente, que sólo se logra­rá ese frente si él es fuerte. Caso contrario sólo será posible que las diferentes fuerzas antiyan­quis golpeen juntas, en los hechos, y no coordi­nadamente. Que no haya un frente único real sino acuerdos transitorios, parciales, que impi­dan al pueblo, por consiguiente, desplegar una lucha liberadora eficaz.
El Partido para construir y hegemonizar el Frente Unico Antiyanqui debe:
–    Desarrollar la iniciativa, encabezar y ser el más consecuente en la lucha contra el enemigo principal y por las reivindicaciones democráticas e inmediatas de las masas.
–    En ese camino unir a la mayoría contra la minoría.
–    Conservar la independencia política y orgánica.

Estas son condiciones claves para avanzar y cambiar la relación de fuerzas en favor del pro­letariado.
La garantía para que ese frente se constituya y combata sin cuartel, y triunfe, es que lo hege­monice el proletariado.
Esto significa, en primer lugar, una lucha de líneas en el seno de las fuerzas que se oponen al imperialismo yanqui.
Cada uno de los sectores burgueses que aspira a dirigir el combate antiyanqui tiene su propio proyecto, su línea, lo que se evidencia en las políticas concretas, ya sea para el movimiento obre­ro, campesino, etc. o ante cada problema político nacional e internacional.
Para que el proletariado pueda unir a las am­plias masas populares en torno a su línea para este momento y atraer a las fuerzas intermedias, aislando a la minoría, es preciso, en primer lu­gar, que levante un programa para el frente an­tiyanqui. Este programa estará orientado por la defensa de los intereses inmediatos y mediatos de la clase obrera y por el programa para la eta­pa de la revolución argentina: democrático-po­pular, agraria, antimperialista y antimonopolis­ta. Pero el programa del frente único antiyanqui debe centrar el golpe de las medidas expropiato­rias a las empresas monopolistas yanquis y al sector de terratenientes y grandes capitalistas a él asociados. Debe tratar de evitar golpear a mo­nopolios nacionales o de potencias imperialistas no yanquis, salvo aquellos casos, como sucede con la nacionalización del comercio exterior y con la eliminación de monopolios intermediarios (como es el caso de la comercialización algodonera por Bunge y Born, u otro semejante) en los que el golpe a determinado monopolio sea imprescindi­ble para resolver las apremiantes necesidades de las masas y necesario para que éstas puedan combatir, efectivamente en el frente único anti­yanqui. Esto es también aplicable al caso de aquellos terratenientes que, sin ser directamente asociados al imperialismo yanqui, poseen grandes extensiones que traban el progreso del agro y que es imprescindible expropiar para asegurar el inmediato acceso a la tierra de los sectores opri­midos del campo. En casos como estos el afectar determinadas empresas o intereses de esos capi­talistas no implicará, afectar el conjunto de sus empresas e intereses.
Este programa mínimo es de por sí diferencia­dor con otros programas burgueses para el mo­mento. Pero la diferencia esencial con otros pro­gramas, en este punto, es que el programa prole­tario es intransigente en el carácter de estas me­didas, medidas que deben hacerse por vía expro­piadora y sin indemnización. Este es el camino para resolver el problema de los frigoríficos de DELTEC, el de ITT, DUCILO, GENERAL MO­TORS, etc. y el de los grandes latifundios y de los monopolios financieros y de comercialización.
El programa del proletariado para el frente único antiyanqui, y la línea del proletariado y su partido marxista-leninista para ese frente, se diferencian de los programas y líneas burguesas en un punto clave: el problema de la democra­cia.
La línea y el programa del partido de la clase obrera para este momento histórico levanta como reivindicación central para garantizar el com­bate antiyanqui la reivindicación de la más am­plia democracia de masas. En todos los terrenos: en cuanto a las libertades públicas, a la gestión de las empresas nacionalizadas y a expropiar, en la preparación y organización de todas las acti­vidades políticas y reivindicativas de las masas, especialmente en las referidas a la autodefensa de masas, en la universidad, etc. La democracia implica en primer lugar la más amplia democra­cia en las empresas y gremios y resolver el pro­blema de la tierra para los campesinos pobres y medios, de las viviendas para los habitantes de las villas de emergencia, salarios de acuerdo con el costo de vida, garantizar la participación deci­soria de estudiantes, docentes y no docentes en la Universidad, asegurar la más amplia democra­cia en la escuela secundaria y tomar medidas para asegurar el estudio a los obreros y campe­sinos pobres y medios. La democracia implica barrer los organismos, leyes y personeros de la represión proyanqui de todos estos años y ase­gurar la justicia popular sobre torturadores, ase­sinos del pueblo y otros criminales semejantes cualquiera haya sido o sea su grado militar o su puesto en los gobiernos proyanquis. La democra­cia exige arrancar radios, TV, diarios a los mono­polistas yanquis y a personajes de triste fama ba­jo la dictadura para dárselos al pueblo.
Sin democracia no habrá frente único antiyanqui capaz de triunfar contra un enemigo tan feroz, astuto y cebado en la rapiña de nuestro pueblo como es el imperialismo yanqui.
El programa y la línea del proletariado para este momento se diferencia además de los programas y líneas burguesas porque en el combate antiyanqui privilegia en todos los terrenos los intereses del proletariado, el campesinado pobre y medio y la pequeña burguesía urbana. Apoya las reivindicaciones antiyanquis de la burguesía nacional, pero nunca a costa de sacrificar los intereses impostergables de las masas explotadas del pueblo.
El programa del proletariado para el frente único antiyanqui se diferencia también de los programas burgueses y reformistas para la lucha antiyanqui en que señala, expresamente, que no será posible derrotar pacíficamente al imperialismo yanqui y sus socios. La derrota de estos exigirá inexorablemente, la organización de las milicias armadas, la utilización de la violencia revolucionaria y la lucha armada contra él y sus agentes y aliados nacionales y extranjeros.

El frente único antiyanqui en la clase obrera

Para que el partido y la clase obrera puedan jugar su rol histórico deben, actualmente, dirigir la mira de su lucha contra el imperialismo yanqui y sus asociados nacionales. Nada debe desviar esa mira porque caso contrario la lucha perderá eficiencia. O no dará en el blanco.
Pero el proletariado apunta a ese enemigo desde su posición de dirigente de la revolución democrático-popular, agraria, antimperialista y antimonopolista, en marcha al socialismo. A diferencia de la burguesía nacional que ataca a los yanquis sin intentar liquidarlos, porque sólo busca dirigir el desarrollo capitalista argentino, subordinando a esa dirección a los monopolios extranjeros. Y a diferencia de los sectores proeuropeos o prosoviéticos que tratan de cambiar “el amo viejo por el amo nuevo”, como decían los patriotas de Mayo de aquellos que querían cambiar el yugo colonial español por el yugo inglés.
Para que la clase obrera pueda realizar tal política, el frente único antiyanqui debe basarse en el frente único antiyanqui y por la recuperación sindical de la clase obrera. La unidad de acción de la clase obrera en la lucha contra el enemigo común de nuestro pueblo, por sus reivindicaciones económicas y políticas, muy especialmente por la recuperación de sus organizaciones sindicales de las manos de los jerarcas y burócratas al servicio de la patronal, es la única garantía de un poderoso frente único antiyanqui.
La unidad de acción de la clase obrera, fundamentalmente, exige la unidad de acción de los comunistas revolucionarios con las masas peronistas. La férrea unidad de acción puede permitir a la clase obrera levantar al combate revolucionario a las masas del campesinado pobre y medio y de la pequeña burguesía urbana, asegurando, así, las fuerzas fundamentales que pueden protagonizar con éxito la actual batalla de la revolución argentina.
A partir de una tal política la clase obrera podrá golpear junto a la burguesía nacional antiyanqui. Para que los golpes conjuntos al imperialismo sean eficaces, y aporten en lo nacional a la acumulación de fuerzas para la revolución popular de liberación, y en lo internacional al frente único de los pueblos del mundo contra las dos superpotencias, ellos deben ser coordinados.
Debe lograrse la mayor coordinación posible entres las fuerzas antiyanquis respetando la independencia política y orgánica de cada clase y partido.
En los últimos años se han ido perfilando organizaciones de izquierda revolucionaria como Vanguardia Comunista, defensora en lo internacional de la línea revolucionaria de la República Popular China y de Albania; corrientes socialistas de izquierda; corrientes liberales de izquierda de cuño radical o de otros orígenes y, muy especialmente, una poderosa corriente peronista (populista) de izquierda. Todas ellas tienden a ir adquiriendo niveles importantes de organización, y se ha ido demostrando que expresan tendencias relativamente estables de las clases sociales que serán protagonistas de la actual etapa revolucionaria en la Argentina. Por ello, la unidad de acción de estas fuerzas puede contribuir poderosamente al triunfo de la actual batalla de nuestro pueblo. Puede, además, ser el núcleo de acuerdos pare golpear juntos con sectores reformistas de origen peronista, radical, del PC, y de partidos provinciales que expresen a fuerzas burguesas locales.
En grandes masas pequeñoburguesas, radicalizadas, y en algunos sectores proletarios -particularmente desocupados y sectores juveniles- que constituyeron el núcleo fundamental de la campaña electoral peronista para el 11 de marzo, existe una marcada desilusión con el gobierno.
Estas masas fueron inducidas a creer, primero, que Perón era revolucionario, luego, que iban a copar el peronismo y hacer ellas la revolución, y más tarde que harían esa revolución apoyando a los militares “peruanistas” ligados al socialimperialismo soviético. Es importante analizar la situación de estas masas, y tener iniciativas políticas y un trabajo ideológico con ellas destinado a que reconozcan que el único caudillo posible para la liberación argentina es el proletariado, y el camino para esa liberación es el Frente Popular de Liberación y la insurrección, dirigidos por el proletariado industrial.
El núcleo de la alianza de clases antiyanqui en la Argentina es el núcleo de la alianza de clases revolucionarias: la alianza de la clase obrera con el campesinado pobre y medio.
Para poder consolidar la misma, nuestro partido, aparte de promover el acercamiento de las organizaciones campesinas a las organizaciones obreras y la coordinación de la lucha, debe pugnar por orientar y dirigir las ligas u otras organizaciones agrarias del campesinado pobre y medio contribuyendo al desarrollo de una fuerte corriente campesina revolucionaria. Para esto los comunistas revolucionarios debemos ponernos al frente del movimiento campesino, encabezando la lucha por sus reivindicaciones y dando batalla a la línea reformista y de subordinación del movimiento a los objetivos de la burguesía, sea éste nacionalista, prosoviética o proeuropea. El ponerse al frente de los campesinos y dirigirlos es clave en la política de frente único antiyanqui y garantía de la hegemonía proletaria en la revolución.
En cuanto a los diversos sectores de la burguesía nacional, los trataremos de acuerdo con la posición concreta que adopten ante el enemigo fundamental. Si un determinado sector se le opone buscaremos aliarnos con él. Si resiste pasivamente trataremos de neutralizarlo. Si se le subordina y entrega y ataca al pueblo lo combatiremos. Esto obliga a concesiones económicas y políticas para ganar al sector antiyanqui. Golpear limitadamente al sector que vacila para tratar de neutralizarlo. Y aislar y liquidar al sector que se entrega.
En cuanto a la burguesía nacional mediana es necesario considerar que se trata de un sector numéricamente importante, ya que si, por ejemplo en cuanto a la burguesía urbana, se toma en consideración a aquellos que emplean menos de 50 obreros, es el sector que más trabajo asalariado ocupa en su conjunto. Habrá que hacerle concesiones capaces de atraer a sectores impor­tantes de ella -así como a la burguesía rural­ a través de su interés en librarse de la opresión de los monopolios yanquis, de los monopolios intermediarios y de los grandes terratenientes.
Todo esto plantea agudamente al Partido el problema de la unidad y la lucha en el seno del frente único en el proletariado y en el frente único de clases.
Nuestra política procura la unidad en la lu­cha y para la lucha. A la vez no puede haber unidad sin lucha contra las líneas reformistas de la burguesía o de la pequeña burguesía que la furgonea. La crítica y la lucha deben ser para unirnos con las masas que influencia o dirige esa burguesía, y no para apartarnos de ellas.
Por todo ello la cuestión democrática es vital, ya que sólo a través de la más amplia democracia se podrá garantizar la más amplia unidad, y que la democracia es necesaria para asegurar la independencia orgánica y política de cada clase social interesada en la lucha por la liberación.
El Partido, en cualquier circunstancia, debe realizar en forma independiente el trabajo de masas, ampliando incesantemente las fuerzas re­volucionarias, ganando a las fuerzas intermedias y vacilantes, y aislando a las fuerzas contrarrevolucionarias y reaccionarias.
Para ello, a más de una línea política general, clave para el triunfo, es necesario tener políticas concretas para cada sector de actividad y para cada zona del país.

El camino del triunfo del frente único antiyanqui y de la revolución democrático-popular, agraria, antimperialista y antimonopolista en marcha al socialismo

Nuestro partido, a partir de las enseñanzas de las gigantescas luchas obreras y populares pos­teriores al Cordobazo y recogiendo las experien­cias de muchos años de lucha de nuestro pueblo, trazó en su Segundo Congreso la línea funda­mental de acumulación revolucionaria, el camino del triunfo para la revolución argentina.
Ese camino es, también, el camino del triunfo en el combate contra el imperialismo yanqui. El camino de la clase obrera para el triunfo de la revolución argentina es el camino de:
Empujar a fondo el combate proletario por la recuperación para el clasismo de las comisiones internas, cuerpos de delegados, sindicatos y CGT regionales y nacionales de manos de los jerarcas y burócratas propatronales, y democratizarlos y coordinarlos a escala regional y nacional como organismos posibles de transformarse, en una situación revolucionaria, en consejos o comisio­nes obreras de doble poder. Y en instrumentos eficaces para concretar la unidad con las ligas u otras organizaciones agrarias del campesinado pobre y medio, y con las organizaciones democráticas de masa de la pequeña burguesía urba­na, con los consejos o comisiones de soldados, y con otro tipo semejante de organización de las masas revolucionarias, base organizativa del frente popular de liberación, de los organismos populares de poder, y de las milicias populares y el Ejército Popular de Liberación. Ese es el camino organizativo de las masas que bocetaron el Cordobazo y las posteriores experiencias de lu­cha que tuvieron al proletariado industrial como centro, al igual que las grandes rebeliones popu­lares de General Roca, Chubut, localidades tucu­manas y mendocinas, etc.

Esos organismos populares de lucha, cuyo cen­tro está en los cuerpos de delegados democráticos y revolucionarios de la clase obrera, el cam­pesinado pobre y medio, los estudiantes, el pueblo, hegemonizados por la clase obrera, im­pulsarán la unidad de las fuerzas revolucionarias al tiempo que la unidad de éstas facilitará el desarrollo de esos organismos democráticos de masas. Esta es la forma organizativa, profunda­mente democrática, que encontraron las masas en sus combates históricos de estos años. Las masas han aprendido a utilizar esa forma orga­nizativa, y el partido marxista-leninista de la clase obrera debe apoyarse en ellas, ya que las mismas permiten unificar y profundizar la lucha popular revolucionaria; facilitan la hegemonía del proletariado dada su mayor concentración e influencia social, y permiten organizar las fuer­zas armadas populares que a través de la in­surrección popular armada, derriben el poder de las clases dominantes y conquisten el poder po­pular revolucionario.

El eslabón fundamental

¿Cuál es, hoy, el eslabón fundamental para que la clase obrera y el pueblo avancen por ese ca­mino revolucionario?
Ese eslabón es la recuperación para el clasismo y para la línea del proletariado revolucionario de los cuerpos de delegados y comisiones internas, es­pecialmente de las grandes empresas industria­les, de manos de jerarcas y burócratas al servi­cio de la patronal. Esta es la tarea de las tareas y para su cumplimiento existen condiciones ex­tremadamente favorables. A partir de resolverla acertadamente podremos avanzar más rápida­mente en la recuperación de los sindicados de obreros rurales y en su sindicalización, y en la organización independiente de los campesinos pobres y medios, y podremos dar sólido apoyo de masas al frente único antiyanqui derrotando la línea burguesa de conciliación con el imperialis­mo.
Se han creado condiciones para avanzar a saltos en esta tarea y, por consiguiente, para demo­cratizar grandes organizaciones sindicales y re­gionales de la CGT. Los combates que se aveci­nan deben permitir llevar a un nivel muy ele­vado la democratización revolucionaria del mo­vimiento obrero.

La autodefensa armada de masas

El desarrollo de la lucha de clases, la aparición de organizaciones parapoliciales y militares de tipo fascistas; y la constante provocación de las mismas al movimiento obrero y popular revolu­cionario, con benevolencia más o menos abierta del gobierno en correspondencia con la línea política del Tte. Gral. Perón, han obligado y obli­garán cada día más al movimiento obrero y po­pular a organizar la autodefensa armada de ma­sas. Junto a la recuperación de las organizacio­nes de masa debe ir la resolución de esta tarea.
Para nuestro Partido, partido que se orienta por el marxismo-leninismo-maoísmo, partido in­surreccional del proletariado, la resolución de esta tarea hace al avance concreto de nuestro cami­no revolucionario. Lenin ya enseñó que la lucha revolucionaria del proletariado exige propagan­dizar la insurrección armada derrotando la línea reformista de la burguesía y el terrorismo pequeñoburgués. Organizar la autodefensa armada de las masas que permita resistir sistemáticamente la violencia policial, parapolicial y de las Fuerzas Armadas reaccionarias, en la perspectiva de las milicias armadas y el Ejército Popular de Liberación, e incorporando, por medio de esa resistencia y del trabajo dentro de las Fuerzas Armadas, a la mayor parte posible del ejército a la lucha entre el pueblo y sus enemigos.
La autodefensa armada de masas -que en algunos casos ha alcanzado niveles elevados de organización en estos meses- es el eslabón que permite hoy ir avanzando por ese camino.

 

V. El desenlace inevitable

Actualmente, pretextando la avanzada edad del Tte. Gral. Perón, se agrupan fuerzas cívico­-militares, dentro y fuera del peronismo, prepa­rando su “sucesión”. La edad del Tte. Gral. Pe­rón y su estado de salud crean, es cierto, temo­res reales sobre el futuro en la burguesía nacio­nal y en los sectores proyanquis, proeuropeos, prosoviéticos.
Pero la causa del reagrupamiento de fuerzas no está determinada por la edad o la salud de Perón, la causa está en los profundos cambios operados en las relaciones de clase en la Argen­tina.
Son estos cambios, en las relaciones de clase los que obligan a Perón a realizar un perma­nente juego de equilibrio de fuerzas entre las alas del frente nacionalista burgués.
El desarrollo de la conciencia revolucionaria en las masas y el consiguiente desarrollo de sus organizaciones de combate, llevan a Perón a im­pulsar una activa campaña antimarxista, y a desplegar un profundo combate ideológico que, so pretexto de defender el “universalismo” ataca la definición leninista de la época actual, y que so pretexto de defender al “justicialismo” oculta el carácter, marxista del gobierno de la República Popular China y el carácter antimarxista de la camarilla dirigente del PCUS.
La hegemonía de la gran burguesía nacional es precaria, y esa precariedad confiere marcada inestabilidad a la situación política argentina, a pesar de que el Teniente Gral. Perón ganó las elecciones con más del 60 % de los votos y que tiene el apoyo, a lo esencial de su política, de fuerzas extrapartidarias como la UCR.
Esa hegemonía es precaria porque la burguesía ha debido montarse en un ascenso revoluciona­rio de luchas que tuvo como protagonista central al proletariado, al campesinado pobre y medio y a la pequeña burguesía urbana. Por las razones ya señaladas, el proletariado no lo pudo hege­monizar a través de su partido marxista-leninis­ta, pero el crecimiento de la conciencia revolu­cionaria de grandes sectores proletarios hace po­sible que la clase obrera pueda hegemonizar, en un plazo histórico no muy largo, la lucha libe­radora.
El hecho de que la burguesía se haya debido montar en ese movimiento, concediendo verbal­mente a intereses y exigencias que no piensa satisfacer, y que en general no logre impe­dir o desviar fácilmente las lucha de las masas populares, torna sumamente precaria su hegemonía. Las últimas luchas obreras y populares, y el fracaso de los intentos de desviar al movi­miento popular tras el objetivo del trabajo vo­luntarlo de “reconstrucción” son ejemplo de ello.
Además, la gran burguesía nacional dirige con las entrañas roídas por feroces luchas intestinas. Esto se debe a que esta burguesía está lejos de una “virginidad” que abandonó cuando se ligó a diferentes monopolios e intereses extranjeros. Esas ligazones determinan sus inclinaciones pro­europeas, prosoviéticas, etc. Su radio de indepen­dencia es débil por la estrechez del mercado in­terno; las dificultades para ganar nuevos mer­cados; la debilidad de las industrias básicas y la dependencia tecnológica. En un momento de aguda lucha por el reparto de esferas de influen­cia entre los países imperialistas, esas vincula­ciones de la gran burguesía nacional la arrastran, nacionalmente, a ser parte de ese combate.
La vinculación de la gran burguesía nacional con los terratenientes, y el avanzado grado de aburguesamiento de éstos, impiden a esta burguesía tomar medidas enérgicas para satisfacer los reclamos de los campesinos pobres y medios. Principalmente el reclamo de la tierra. Esto le cierra la posibilidad de encontrar un apoyo de masas estable y de ampliar en forma importante el mercado interno.
En cuanto al imperialismo yanqui, y el sector de terratenientes y grandes capitalistas a él aso­ciados, su debilidad es relativa, y sería equivoca­do entenderlo de otra manera. Acosado, despres­tigiado ante las masas, golpeado, debió ceder el control del gobierno. Pero pudo imponer el terre­no de su derrota: el de las elecciones y no el del Argentinazo. De allí que sus fuerzas esenciales hayan sido preservadas y se reagrupen para gol­pear.
Perón, como representante de esa gran burguesía, debe realizar una permanente labor de equilibrio entre las diversas tendencias pare ase­gurar la hegemonía de la gran burguesía, impi­diendo que el sector abiertamente prosoviético o proeuropeo le copen el gobierno, como ya sucedió luego del 25 de Mayo con el sector prosoviético.
La puja interimperialista crece día a día, y se acerca la hora de las definiciones postergadas en siderurgia, petróleo, petroquímica, Carnes, pesca, minería, etc.
La clase obrera dio a Perón una cuota de con­fianza a corto plazo. Ya los sectores más explo­tados y postergados, como sucede con la enor­me masa de desocupados, agotan el plazo de espera. Las masas han practicado un camino de lucha luego del Cordobazo que retoman cada vez que encuentran resistencia a sus reclamos, como mostró el caso de San Francisco en Córdoba, los ceramistas del Gran Buenos Aires, los ocupantes de viviendas, o los mineros de El Aguilar.
La contradicción entre el avance revoluciona­rio de las masas populares y políticas reformistas de la burguesía es la principal causa de la ines­tabilidad política actual.
La perspectiva es de una agudización de la lucha de clases y de la lucha interimperialista.
Se plantea el problema ¿el proletariado podrá llegar a hegemonizar el proceso revolucionario y al frente del pueblo derrotar al imperialismo yanqui, instaurar un gobierno popular revolucionario y llevar al triunfo la revolución democrático-popular, agraria, antimperialista y antimonopolista en marcha al socialismo?
Ello es posible.
Existe un auge revolucionario, y las grandes masas obreras y populares que no han sufrido derrotas serias, todavía no han desplegado la enorme potencialidad combativa que atesoran.
Masas muy grandes han hecho experiencias serias por un camino que, de seguirse, lleva a la creación de organismos de doble poder, milicias armadas y al desarrollo vigoroso del Partido marxista-leninista-maoísta.
En estos años ha crecido el partido de la clase obrera, el PCR. Es joven, aún inexperto, pero avanza en la integración del marxismo-leninismo-maoísmo con la revolución argentina, y se extiende a nivel nacional. Existen las condiciones, si no comete errores muy graves y da un salto en sus fuerzas, para que logre colocarse a la cabeza de la lucha proletaria.
Las masas campesinas tienen una vieja experiencia: nunca la burguesía argentina satisfizo su sed de tierra. Ahora se alzan crecientemente a la lucha y buscan un caudillo que sólo pueden encontrar en el proletariado.
Se han radicalizado en posiciones antimperialistas masas considerables de la pequeña burguesía urbana, ligada y no ligada a la producción.
El proletariado debe luchar con ambición de poder. Y la ambición de poder, en política, se expresa en espíritu de Partido, en voluntad de lucha por el fortalecimiento del Partido marxista-leninista, asegurando su real proletarización.

La lucha armada

Sólo reformistas incorregibles pueden creer que el desenlace a, favor del pueblo de todo este proceso es posible en forma pacífica.
El pueblo preferiría un camino incruento. Pero no es posible.
Por otro lado, el caso de Uruguay, Brasil, Paraguay Bolivia y Chile ejemplifica que si los yanquis contragolpean y triunfan correrá la sangre del pueblo.
Y la experiencia enseña, también, que los yanquis no dejarán escapar la presa argentina sin emplear todos los medios a su alcance.
La agudización de la lucha de clases ha planteado con agudeza el problema de una posible guerra civil.
Ella no es descartable. En el caso de contragolpe yanqui, de golpe de los sectores aliados a los soviéticos, o del triunfo popular, la perspectiva de una guerra civil y de intervención militar extranjera está abierta.
Nuestro Partido lucha por una insurrección popular armada dirigida por la clase obrera que derribe, y destruya, el poder del imperialismo, los terratenientes, y grandes capitalistas e instaure un poder popular revolucionario.
La línea insurreccional es la que puede permitir al proletariado hegemonizar la lucha revolucionaria, y la más favorable a los intereses revolucionarios del pueblo. Ella puede permitir también a la clase obrera estar en las mejores condiciones para enfrentar una probable guerra civil.
Pero el Partido y la clase obrera deben comprender que la guerra civil, cuya amenaza ronda sobre el país en el último tiempo, puede ser una realidad. Que incluso en el caso un triunfo popular revolucionario será muy difícil evitarla.
El Partido debe prever las diferentes posibilidades de una guerra civil (que se inicie por luchas interburguesas, o por una insurrección popular triunfante, o por una agresión exterior; que el país quede dividido y las diferentes posibilidades de una tal división, etc.) y prepararse para encararlas a partir de centrar sus esfuerzos en la preparación insurreccional.
Todo ello crea la necesidad para el Partido de prepararse para esa posibilidad. El problema fundamental no está en que el pueblo y el Partido prefieran un camino de lucha armada menos cruento al de una guerra civil, ya que esto no depende sólo de ellos. El problema es impedir que se pueda ir a una guerra civil con el Partido aislado de las masas, que la protagonizarán, y no preparado para ella. El Partido debe estar preparado y en condiciones de dirigir a la clase obrera para que ésta, de ser necesario, pueda transformar una guerra civil, o un contraataque contrarrevolucionario luego de una insurrección popular triunfante, en una guerra popular liberadora.
En el periodo entre el II y el III Congreso hemos ido avanzando en la comprensión de que la lucha revolucionaria será inevitablemente larga, y que es reformista la idea que la concibe de otra forma.
Todo esto implica cambios profundos en nuestro Partido, que debe transformarse para poder ser un grande y fuerte partido marxista-leninista-maoísta capaz de dirigir al proletariado y al pueblo en la lucha por la revolución.
Su gran tarea histórica es resolver la conquista del poder, con la lucha armada, por la clase obrera y el pueblo
El III Congreso debe ayudarnos a avanzar en forma decisiva en esa dirección.

 

   Desarrollismo o socialismo, Eugenio Gastiazoro, Ediciones Sociales, pág. 108.
2    Según un conocido representante de la burguesía argentina: “un tercio del producto bruto industrial es extranjero, habiendo pues llegado a más de la mitad de la máxima penetración extranjera conocida.” (Guido Di Tella, en Mercado, 14/6/73).

1    La U.I.A. acaba de fusionarse con la CGI, formando la Confederación Industrial Argentina, que se integra en la C.G.E.
2    Una idea de la amplitud del apoyo de la gran burguesía nacional al FREJULI lo da una reunión que, según trascendió, se realizó a mediados de mayo en la casa de José Gelbard, en la que habrían participado y ofrecido todo su apoyo al gobierno frejulista y a los planes de Gelbard: Narciso Ocampo; Jorge Salimei; Manuel Madanes; Alfredo Fortabat; Ivon Lavaud; Miguel de Anchorena, David Graiver, Martín Blaquier; Agostino Roca; León Berlín; Antonio Cafiero; José Martinez de Hoz; Julio Broner; William Reynal, entre otros. Ver La Opinión, 17-05-73.

   “Yo no soy partidario de la revolución drástica y dura, sino de la reforma, es decir, de llegar a una revolución a través de una reforma, porque creo que eso es más constructivo”. (Perón en un diálogo televisado, 3-09-73.
4    El sector estatal participa en el balance financiero de la economía nacional (incluyendo las economías internas de las empresas estatales financiaciones paraestatales e influencia indirecta).
4bis    Ver discurso del Teniente General Perón a los legisladores de ambas cámaras, el 30-8-73.
   Ídem.
   Ídem.
7    Discurso del Teniente General Perón a los Gobernadores de provincia, el 2-8-73.
8    Discurso del Teniente General Perón a los Gobernadores de provincias, el 2-8-73.
9    Idem.

10    “No somos, ni seremos nunca, una nación continente…”, “… podemos en cambio, en un mundo que avanza hacia la multipolaridad, aspirar al rango logrado por naciones como las europeas -como Francia y como Italia que no hace tanto tiempo tenían un potencial económico parecido al argentino de hoy”.
Guido Di Tella, revista Mercado, 14-6-73.

11    V.I.L. Lenin, La enfermedad infantil del “izquierdismo”. Obras completas, Edic. Cartago, t. 31, pág. 66.

   El programa del Primer Congreso tiene contradicciones con la Resolución Política aprobada, en la que se esboza un correcto análisis de la dependencia y el problema agrario, desarrollando algunos debates previos contra las tesis militaristas. Esta contra­dicción se expresa también en el análisis del problema de las carnes realizado en Nueva llora a mediados de 1970.
2    “La concentración monopolista tiende a crear un desarrollo capitalista autosostenido. Pero esta concentración se efectúa en el Lecho de Procusto de la de­pendencia. En caso de triunfar el objetivo de los sectores hegemónicos en las clases dominantes, iremos a tener un país del tipo de Australia, Canadá e Italia, es decir un país en que la contradicción proletariado-burguesía monopolista se presenta en estado de mayor 'pureza'. Sin embargo, no podemos confiar ni alentarnos demasiado a esta tendencia, porque sería subestimar el juego que hace con ella, contradictoriamen­te, la dependencia tremenda del capitalismo imperialista. Esta dependencia es un fac­tor decisivo, sin el cual no se puede entender la realidad actual de nuestro país. Tal factor, (en la actualidad y hasta que haya triunfado, si es que triunfa el desarrollo capitalista hegemonizado por la oligarquía burguesa) determina que capas de peso importante en la economía y en la sociedad, converjan con el proletariado en la lucha actual contra las clases dominantes”. (…)
    Pág. 29: “Un breve análisis de la economía argentina a partir de 1955 nos muestra con claridad que este proceso, en esencia reside en acelerar el desarrollo capitalista-de­pendiente en una economía que relativamente tiende a ser cerrada (cerrada en cuanto las exportaciones tradicionales han perdido su importancia estratégica) a través de la monopolización como una vía para ampliar el mercado interno a las clases dominantes. El proceso de concentración monopolista opera sobre la base de una mayor composición orgánica del capital aumentando en consecuencia la cuota de plusvalía y liquidando amplios sectores burgueses no monopolistas y pequeñoburgueses”.
3    Pag. 35: “El proceso de desarrollo capitalista dependiente en la Argentina, mar­cha, dada la dominación oligárquico-burguesa-terrateniente en las condiciones de par­ticipación de la economía argentina como parte integrante del proceso de reproduc­ción ampliada del capital imperialista. La dominación imperialista se desarrolla a tra­vés de diversas contradicciones intermonopolistas, contradicciones que se manifiestan también en alianzas con capas y grupos de las clases dominantes nativas.” Y:
    Pág. 38: “El factor nacional no adopta en la Argentina la forma de opresión sobre la sociedad argentina (como en las colonias) sino que se manifiesta con un doble carácter: opresión externa e inserción en las relaciones de producción predo­minantes en el país, es decir capitalistas dependientes. Como hemos demostrado, en un nivel superior de abstracción teórica esta dominación imperialista determina la in­corporación de la economía argentina al proceso de reproducción ampliada del ca­pital monopolista, proceso que se opera actualmente principalmente en condiciones de una economía que tiende a cerrarse dada la importancia decisiva del capital extranjero en la estructura productiva del país. Al mismo tiempo la dominación imperialista no se agota tampoco en su inserción en la economía nacional sino que simultáneamente se presenta como factor de opresión externa a través del control monopólico del co­mercio exterior, préstamos oficiales al Estado argentino, etc. Estas formas de opresión imperialista se expresan, naturalmente en la superestructura política nacional.
    La inserción del capital extranjero en la estructura productiva del país (industrias, bancos, tierras, comercios, etc.) se opera a través de un complejo mecanismo de aso­ciación con las grandes burguesías industrial, comercial, financiera y rural. De allí que él factor nacional en nuestra revolución sólo puede desenvolverse a través de lo social, es decir, a través de una profunda lucha de clases en el interior de la nación.”
4    Pág. 36: En la Argentina la contradicción fundamental en escala mundial, la que opone a proletarios y capitalistas, toma una forma más compleja: La contradicción entre las fuerzas productivas que pugnan por desarrollarse y las relaciones de producción basadas en la dominación oligárquico-burguesa-terrateniente, signa el carácter de la contradicción principal en el país.
    Pág. 37: “La opresión oligárquico-burguesa-terrateniente, opresión que adopta la forma de social y nacional determina el carácter de la contradicción principal. Esta, como hemos visto, exige una resolución por medio de una revolución de liberación so­cial y nacional.”
    “¿Por qué se afirma en las Tesis que la actual fase de la revolución en Argentina exige liquidar la dominación oligárquico-burguesa-terrateniente? Porque la domina­ción del bloque reaccionario oprime no sólo a los obreros sino a vastos sectores no proletarios urbanos y rurales, y en consecuencia la lucha contra las clases dominantes hace confluir diversos tipos de contradicciones (de clase y regionales) y en consecuen­cia sólo unificando estas contradicciones será posible aislar socialmente a la clase dominante y derrotarla”.
5    Pág. 37: “… la contradicción principal es una dialéctica en la cual la contra­dicción entre los obreros y el capital constituye uno de los aspectos, aunque sea el aspecto principal, pero no la agota. Es que el lado anticapitalista de nuestra revo­lución en la actual fase está unido dialécticamente a otros aspectos de carácter demo­crático por cuya realización pugnan capas no proletarias urbanas y rurales”. (…)
6    Pág. 38: “…no se pueden jerarquizar estas dos contradicciones existentes en la formación económico-social argentina, (la social y la nacional) y una de las claves para combatir al oportunismo en el Partido residió justamente en demostrar la fala­cia de jerarquizar como enemigo principal en distintos momentos, a una u otra fracción de las clases dominantes. Es cierto que la fusión de intereses entre las fracciones de la gran burguesía nativa y los monopolios no excluye fricciones entre distintas subcapas y grupos internos, como tampoco que existen contradicciones intermonopolistas. Pero es puro oportunismo “aislar” a una fracción u otra de las clases dominantes para “golpearla” por separado, puesto que eso lleva obligatoriamente a modificar el eje de las alianzas del proletariado…”
   Caracterizando el período de 1880-1974…
    Pág. 13: La exportación de capital en gran escala permite la expansión veloz del mercado mundial capitalista y el proceso de reproducción ampliada de las economías dominantes adquiere dimensión internacional. En la época del imperialismo los países, se dividen en opresores y oprimidos, pero ahora los antiguos rasgos de dominación basados en la circulación mercantil mundial y la opresión se integran dentro de las relaciones económicas conformadas por la ampliación de la reproducción ampliada de las metrópolis a escala internacional.”
    “La inversión de capital extranjero en los países atrasados determina un desarrollo capitalista deformado y dependiente en esos países cuyas características varían de acuerdo a las diferentes formaciones económico – sociales de los países coloniales semicoloniales y dependientes, existencia o no de materias primas estratégicas, etc.” (…) “La Argentina durante 1880-1914 fue el principal destinatario de las exporta­ciones de capital de Inglaterra, el principal país capitalista en esos años.” (…) “Las inversiones extranjeras y la inmigración permitieron la consolidación económica de los terratenientes del Litoral: durante este periodo se amplía aún más el peso del latifun­dio y, desde el ángulo de clase se opera el paso de los terratenientes pastoriles a una poderosa clase de terratenientes pastoriles a una poderosa clase de terratenientes burgueses”.
    “Este proceso, al nivel de las relaciones de producción agraria, se opera como pa­so lento de la gran explotación ganadera primitiva a la hacienda capitalista; puede por lo tanto ser caracterizado como vía de desarrollo capitalista prusiana. Al mismo tiempo adquiere también significación durante el período, el control de miles de leguas de tierras de la pampa húmeda por sociedades extranjeras, que refuerzan el proceso prusiano.”
    “… es cierto que el estudiantado constituye un destacamento muy particular en el desarrollo de la revolución en la Argentina. Desde variados puntos de vista constituye el sector social que lucha más próximo al proletariado. Pero ello no nos debe hacer olvidar que el estudiantado es una capa no ligada a la producción. En el planteamiento de una política de alianzas, hay factores económicos, sociales y otros que obligan a una consideración especial de las capas que ocupan un lugar en el proceso productivo.” (…) “considerables capas de campesinos medios tienen un peso importante en la producción. Estas capas a su vez tienen contradicciones con las clases dominantes, contradicciones que con una política firmemente asentada en los obreros rurales, pue­den ser aprovechadas durante un período para agrupar fuerzas junto al proletariado y asegurar ciertas facilidades a la marcha del proceso revolucionario. Por consiguiente en lo fundamental de nuestro campo cerealero y ganadero, la alianza se hará con los campesinos medios (los pobres habitualmente tienen un peso insignificante en esta zona) …”
    Y en pág. 39: "El proletariado programáticamente lucha por el socialismo en el campo y en ese sentido levanta la consigna de la formación de empresas estatales allí donde grandes empresas agrícolas capitalistas exijan tal medida, que corresponde enteramente a los intereses del obrero rural. Pero al mismo tiempo, debe atender a la reivindicación democrática, del pequeño productor y por eso no se reduce la reforma agraria solamente a la formación de empresas estatales agrarias sino que también apoya el derecho del campesino medio y pobre a, producir individualmente.
    El problema de la tierra como reivindicación central aparece minimizado en su impor­tancia y referido como la señalan las proposiciones finales a: “entrega de la tierra en propiedad a arrendatarios, medieros y aparceros (pobres y medios)” (pág. 50).