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02 de octubre de 2010

Publicado en Nueva Hora Nº 24

Resolución sobre la adopción del nombre: Partido Comunista Revolucionario de la Argentina (PCR)

10 de marzo de 1969 / Comité Nacional

En la República Argentina, como en muchos otros países, se hace cada vez más imprescindible diferenciar clara y tajantemente ante la clase obrera la existencia de dos comunismos. Uno que ha impreso a diversos partidos una desviación oportunista y reformista; y otro que lucha desde diversos destacamentos por recuperar para el comunismo la línea leninista, revolucionaria y de clase que asegure el triunfo final de la clase obrera internacional. Entre éstos últimos nos contamos.
Ello se ha expresado en nuestro país a través de la degeneración del viejo Partido que, lanzando por la borda la concepción científica, clasista y revolucionaria del marxismo-leninismo, la suplantó por un oportunismo consecuente, que en los hechos es reformismo aunque de palabra se apoye en un doctrinarismo, deformado, alejado de la realidad y por lo tanto vacío.
Esa política no permitió al Partido elevar políticamente a la clase obrera reformista y erradicar las concepciones burguesas.
El aislamiento del Partido respecto a la clase, lo redujo a un centro de propaganda abstracta y de práctica economista, con una política de seguimiento permanente a las "mejores" alternativas de la burguesía y de confianza en las posibilidades de un tránsito pacífico al socialismo.
Surgido críticamente de ese proceso, el comunismo revolucionario, va retornando a la esencia del leninismo y trazando un camino concreto hacia el socialismo, que a través de la insurrección armada de la clase obrera y el pueblo, desarrolle la Revolución de Liberación Social y Nacional como etapa inmediata.
Ello supone poner el centro en una política de hegemonía proletaria en todos los planos que dé base firme a la política de alianzas y haga que ésta sirva a los fines últimos de la clase obrera y no a la inversa.
Ello supone también la construcción de una política militar y la organización consiguiente que permita a la clase obrera jugar el rol decisivo, haciendo realidad esa política de hegemonía.
Exige, asimismo, una lucha teórica sin cuartel, vinculada al desarrollo de la batalla política y económica.
Todo esto es más importante hoy, que aceleradamente se agudiza la crisis del oportunismo en todos los planos. En el plano político, colocando a su partido en alianzas con fuerzas burguesas como la UCRP en bloque, el PSA, el Ateneo de la Constitución, etc.; en lo sindical, colocándose a la cola de la gran maniobra burguesa de la reunificación sindical, con el remanido pretexto de "no aislarse de las masas"; y finalmente, en el terreno de las vías, aferrándose a un ilusorio camino pacífico, pese a la violencia reaccionaria expresada hoy por la dictadura militar abierta.
Por todo esto es que es necesaria la diferenciación clara y tajante entre los dos comunismos: el que deja de serlo y el que retoma la bandera caída para llevarla al triunfo. Este último se expresa ya en el plano teórico, político, organizativo y militar, mostrando a la clase obrera que el comunismo no es el regenteado por el CC oportunista, responsable de tantos fracasos históricos del Partido y del proletariado argentino, sino el que continúa la trayectoria científica y revolucionaria de los sectores más lúcidos de la clase obrera argentina y que se expresa a través de quienes se van nucleando a través del PC (CNRR).
Este es el verdadero Partido Comunista de la Argentina; y tal debería ser su única denominación, si no fuera por las necesidades de diferenciación clara a que aludimos antes que se manifiestan también en el terreno del nombre. En este sentido, la diferenciación tiene que marcar el rasgo esencial que divide a los dos comunismos: uno que cree en el paso gradual y evolutivo al socialismo y otro que con criterio consecuentemente científico solo cree en el cambio revolucionario de la sociedad.
Por estas razones, a partir de hoy, nuestro Partido pasa a llamarse Partido Comunista Revolucionario de la Argentina y su sigla es PCR.