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11 de noviembre de 2010

Programa aprobado por el Sexto Congreso – 29, 30 de junio y 1º de julio de 1990 –

Documentos del PCR / tomo 6

Introducción

Introducción

El Partido Comunista Revolucionario de la Argentina es el des­ta­ca­men­to nacio­nal de una clase que es Internacional: el pro­le­ta­ria­do. Lucha por hacer rea­li­dad el obje­ti­vo his­tó­ri­co del pro­le­ta­ria­do Internacional: la socie­dad sin explo­ta­do­res ni explo­ta­dos, el comu­nis­mo. Sociedad en la que habrá desa­pa­re­ci­do la subor­di­na­ción escla­vi­za­do­ra de los indi­vi­duos a la divi­sión del tra­ba­jo,  y con ella, la opo­si­ción entre el tra­ba­jo manual e intelectual, entre la ciu­dad y el campo y entre la mujer y el hom­bre. Sociedad en la que el tra­ba­jo no será sola­men­te un medio de vida sino la pri­me­ra nece­si­dad vital y en la que, con el desa­rro­llo de los individuos en todos los aspec­tos, cre­ce­rán tam­bién las fuer­zas pro­duc­ti­vas y flui­rán abun­dan­te­men­te los manan­tia­les de la rique­za colec­ti­va. Sociedad que podrá hacer rea­li­dad el lema: De cada cual, según su capa­ci­dad; a cada cual, según sus nece­si­da­des.
Este obje­ti­vo his­tó­ri­co impreg­na la lucha que libra­mos hoy en nues­tro país para que el pro­le­ta­ria­do diri­ja, tenien­do como base la alian­za obre­ro­cam­pe­si­na, la revo­lu­ción demo­crá­ti­co–popu­lar, agra­ria y anti­im­pe­ria­lis­ta, en mar­cha inin­te­rrum­pi­da al socialismo. Concientes, como advir­tió Carlos Marx, que entre la socie­dad capi­ta­lis­ta y la socie­dad comu­nis­ta exis­te el perío­do de la trans­for­ma­ción revo­lu­cio­na­ría de la pri­me­ra en la segun­da al que corres­pon­de un perio­do polí­ti­co de tran­si­ción, cuyo Estado no puede ser otro que la dic­ta­du­ra revo­lu­cio­na­ria del pro­le­ta­ria­do. Periodo que Lenin llamó socia­lis­mo o pri­me­ra etapa del comu­nis­mo.
En aque­llos paí­ses donde la clase obre­ra con­du­ci­da por su par­ti­do de van­guar­dia mar­xis­ta-leni­nis­ta jugó su papel diri­gen­te, rea­li­zó la revo­lu­ción e implan­tó su dic­ta­du­ra, pudo deci­dir qué y cómo se pro­du­cía y cómo se dis­tri­buía lo que se pro­du­cía. Los sovié­ti­cos en la Revolución rusa, los comi­tés de defen­sa en la pri­me­ra etapa de la Revolución cuba­na y la comu­na en la Revolución china, fue­ron las for­mas orga­ni­za­ti­vas de masas más avan­za­das en las que se apoyó el Partido para que cen­te­na­res de millo­nes de obre­ros y cam­pe­si­nos pudie­ran deci­dir. Así se pudo resol­ver en pocos años comi­da, techo, ves­ti­do, salud y edu­ca­ción para millo­nes de habi­tan­tes, dando un paso gigan­tes­co en su desa­rro­llo polí­ti­co, eco­nó­mi­co y cul­tu­ral. La Revolución rusa, la Revolución china, la Revolución cuba­na y demás revo­lu­cio­nes triun­fan­tes sig­ni­fi­ca­ron un gran avan­ce para la huma­ni­dad. Se demos­tró en los hechos la supe­rio­ri­dad del socia­lis­mo sobre el capi­ta­lis­mo.
La res­tau­ra­ción del capi­ta­lis­mo en la URSS y otros paí­ses socia­lis­tas a fines de la déca­da del ‘50, hace más de 30 años, puso en evi­den­cia que la dic­ta­du­ra revo­lu­cio­na­ria del pro­le­ta­ria­do, en la socie­dad de trán­si­to hacia el comu­nis­mo, no es el paraí­so. Como seña­ló Mao Tsetung: la socie­dad socia­lis­ta cubre una etapa his­tó­ri­ca bas­tan­te larga, en la que sigue exis­tien­do la lucha de cla­ses. Lucha pro­lon­ga­da, com­ple­ja, impla­ca­ble y vio­len­ta: lucha por el poder entre el pro­le­ta­ria­do y la bur­gue­sía.
El ascen­so de la bur­gue­sía al poder en la URSS comen­zó con la dege­ne­ra­ción revi­sio­nis­ta del Partido del pro­le­ta­ria­do, al igual que en los paí­ses del Este euro­peo, Cuba y, pos­te­rior­men­te, China.
El movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio del pro­le­ta­ria­do desde su ori­gen, ha avan­za­do por olea­das, y sufrió derro­tas y san­grías muy gran­des. Pero nin­gu­na de éstas tuvo la mag­ni­tud de la res­tau­ra­ción capi­ta­lis­ta en aque­llos paí­ses. Una ver­da­de­ra tra­ge­dia his­tó­ri­ca de la que el pro­le­ta­ria­do se recu­pe­ra­rá, sin duda, pero a un costo enor­me.
Sobre esta rea­li­dad se ha mon­ta­do una impre­sio­nan­te cam­pa­ña anti­co­mu­nis­ta que tiene al socia­lim­pe­ria­lis­mo sovié­ti­co y la polí­ti­ca de Gorbachov como su prin­ci­pal fuen­te. La bur­gue­sía de todo el mundo apro­ve­cha para hacer olvi­dar a los pue­blos lo que se con­si­guió por el cami­no revo­lu­cio­na­rio y ocul­tar­les todo lo que se ha per­di­do con la res­tau­ra­ción capi­ta­lis­ta en la URSS y demás paí­ses ante­rior­men­te socia­lis­tas.
Es impo­si­ble defen­der el comu­nis­mo y enfren­tar el emba­te revi­sio­nis­ta que todo lo sal­pi­ca y corrom­pe, sin rei­vin­di­car la Revolución Cultural Proletaria China. Una gran revo­lu­ción pro­ta­go­ni­za­da por millo­nes de muje­res y hom­bres, vie­jos y jóve­nes, obre­ros, cam­pe­si­nos, estu­dian­tes. etc., que a par­tir de 1966 con­mo­vió a ese gran país y al mundo. Proporciona al movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio del pro­le­ta­ria­do la expe­rien­cia más avan­za­da en la lucha con­tra la res­tau­ra­ción capi­ta­lis­ta. La teo­ría de la con­ti­nua­ción de la revo­lu­ción en las con­di­cio­nes de la dic­ta­du­ra revo­lu­cio­na­ria del pro­le­ta­ria­do es un gran apor­te de Mao Tsetung para enfren­tar el revi­sio­nis­mo y el anti­co­mu­nis­mo.
Lo que ha suce­di­do, deja como ense­ñan­za que la con­quis­ta del comu­nis­mo lle­va­rá varias gene­ra­cio­nes, ten­drá avan­ces y retro­ce­sos. Cada gene­ra­ción debe­rá hacer los máxi­mos esfuer­zos apu­ran­do el paso hasta poder alcan­zar el obje­ti­vo his­tó­ri­co del pro­le­ta­ria­do.
Asistimos a un momen­to de gran­des trans­for­ma­cio­nes en el mundo. El revi­sio­nis­mo tiene bases obje­ti­vas, pero no se asien­ta sobre suelo firme. No esta­mos en el comien­zo de un largo perio­do de esta­bi­li­dad del capi­ta­lis­mo. Una gigan­tes­ca olea­da de masas reco­rre tanto el Este como el Oeste del mundo con­tem­po­rá­neo, se agu­di­zan las con­tra­dic­cio­nes del capi­ta­lis­mo y se acu­mu­lan fac­to­res de gue­rra y de revo­lu­ción.
En el Este, y tam­bién en el Oeste, las masas se alzan con­tra las cade­nas que las opri­men, enfren­tan y, por dis­tin­tos cami­nos, bus­can sali­da. A veces pare­ce­rá que los explo­ta­do­res, los reac­cio­na­rios, son inven­ci­bles; y otras, que el movi­mien­to de masas es impa­ra­ble. “¡Qué dife­ren­tes son la lógi­ca del impe­ria­lis­mo y la del pue­blo! Provocar dis­tur­bios, fra­ca­sar, pro­vo­car dis­tur­bios de nuevo, fra­ca­sar de nuevo, y así hasta la ruina: ésta es la lógi­ca de los impe­ria­lis­tas y de todos los reac­cio­na­rios del mundo fren­te a la causa del pue­blo, y ellos no mar­cha­rán nunca en con­tra de esta lógi­ca. Esta es una ley mar­xis­ta. (…) Luchar, fra­ca­sar, luchar de nuevo, fra­ca­sar de nuevo, vol­ver a luchar, y a hasta la vic­to­ria: ésta es la lógi­ca del pue­blo, que tam­po­co mar­cha­rá jamás en con­tra de ella. Esta es otra ley mar­xis­ta.” (Mao Tsetung. Desechar las ilu­sio­nes, pre­pa­rar­se para la lucha. Obras Escogidas, tomo IV).
Nosotros sos­te­ne­mos que el movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio de masas, recons­tru­yen­do sus van­guar­dias mar­xis­ta-leni­nis­ta-maoís­tas, va a avan­zar. Lo que aún hoy es embrio­na­rio, pasa­rá de peque­ño a gran­de y de débil a pode­ro­so.
Entendemos el mar­xis­mo no como un dogma, sino como una guía para la acción: “La doc­tri­na (Marx es un resu­men de la expe­rien­cia, ilu­mi­na­da por una pro­fun­da con­cep­ción filo­só­fi­ca del mundo y por un rico cono­ci­mien­to de la his­to­ria” (Lenin).
El Partido Comunista Revolucionario de la Argentina sur­gió en 1968 res­ca­tan­do las ban­de­ras del mar­xis­mo-leni­nis­mo, que fue­ron enlo­da­das y vacia­das de con­te­ni­do revo­lu­cio­na­rio por el revi­sio­nis­mo teó­ri­co y el opor­tu­nis­mo polí­ti­co de la direc­ción del Partido Comunista. Somos con­ti­nua­do­res de los mar­xis­tas del 90, del siglo pasa­do y de los fun­da­do­res del Partido Comunista en 1918, apren­dien­do de sus acier­tos y tam­bién de sus erro­res. En estos más de 20 años de nues­tra his­to­ria, avan­za­mos en fun­dir­nos con las masas opri­mi­das y explo­ta­das en la lucha con­tra los ene­mi­gos de clase. Esa uni­dad, en par­ti­cu­lar con las masas pero­nis­tas, se ha for­ja­do tam­bién con lazos de san­gre de comu­nis­tas revo­lu­cio­na­rios ase­si­na­dos, secues­tra­dos, tor­tu­ra­dos y encar­ce­la­dos. Ellos ya for­man parte de quie­nes a lo largo de la his­to­ria argen­ti­na han ofren­da­do su vida en defen­sa de los inte­re­ses de la clase obre­ra, del pue­blo y de la patria.
Luchamos por fusio­nar el mar­xis­mo-leni­nis­mo-maoís­mo con el movi­mien­to obre­ro y por inte­grar­lo con la prác­ti­ca de la revo­lu­ción argen­ti­na. Revolución que es nece­sa­ria para resol­ver los acu­cian­tes pro­ble­mas que vive la clase obre­ra y el pue­blo argen­ti­no. Esto sólo es posi­ble con la exis­ten­cia, el desa­rro­llo y el for­ta­le­ci­mien­to del Partido Comunista Revolucionario, vin­cu­la­do por millo­nes de lazos a la clase obre­ra y a las masas explo­ta­das y apo­ya­do por éstas des­pués de haber com­pro­ba­do, a tra­vés de una prác­ti­ca pro­lon­ga­da, que es su par­ti­do de van­guar­dia.
 

 

Nuestra época

El desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo y del pro­le­ta­ria­do en el siglo xix ori­gi­nó gran­des luchas obre­ras y popu­la­res. La Comuna de Paris, pri­me­ra expe­rien­cia de for­ma­ción de un Estado pro­le­ta­rio en 1871 fue el paso más avan­za­do de este pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio. Carlos Marx dijo: “los prin­ci­pios de la Comuna son eter­nos y no pue­den ser des­trui­dos, se mani­fes­ta­rán una y otra vez hasta que la clase obre­ra con­si­ga la libe­ra­ción”.
Carlos Marx y Federico Engels fun­da­ron el socia­lis­mo cien­tí­fi­co, esta­ble­cien­do las bases de la teo­ría revo­lu­cio­na­ria del pro­le­ta­ria­do que ha guia­do y sigue guian­do las luchas de las gran­des masas explo­ta­das y opri­mi­das diri­gi­das por la clase obre­ra.
En el últi­mo ter­cio del siglo xix el capi­ta­lis­mo entró en su fase impe­ria­lis­ta. Capitalismo mono­po­lis­ta que, pese al gran cre­ci­mien­to eco­nó­mi­co y a los enor­mes avan­ces cien­tí­fi­cos y téc­ni­cos, es un capi­ta­lis­mo ago­ni­zan­te, por­que se agu­di­zan al extre­mo sus vie­jas y nue­vas con­tra­dic­cio­nes, pro­vo­can­do inevi­ta­ble­men­te cri­sis perió­di­cas cada vez más pro­fun­das y más gra­ves que con­mue­ven los cimien­tos del sis­te­ma capi­ta­lis­ta a esca­la mun­dial. Estas cri­sis plan­te­an la nece­si­dad de la revo­lu­ción, que sólo puede ser diri­gi­da por el pro­le­ta­ria­do con su par­ti­do mar­xis­ta-leni­nis­ta como esta­do mayor. Es la época del impe­ria­lis­mo y las revo­lu­cio­nes pro­le­ta­rias, como la defi­nió Lenin.
Las bur­gue­sías impe­ria­lis­tas no sólo explo­tan a la clase obre­ra y opri­men a los pue­blos de sus paí­ses, sino que opri­men y saque­an al mundo ente­ro, con­vir­tien­do a la mayo­ría de los paí­ses del globo en colo­nias, semi­co­lo­nias y paí­ses depen­dien­tes. Se entre­la­zan así los movi­mien­tos de libe­ra­ción nacio­nal con el movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio del pro­le­ta­ria­do.
La dis­pu­ta inte­rim­pe­ria­lis­ta por el con­trol del mundo gene­ró en 1914 la Primera Guerra Mundial. Durante la misma, el Partido Comunista diri­gi­do por Lenin, llevó en octu­bre de 1917 al triun­fo de la revo­lu­ción socia­lis­ta en Rusia. A pesar de la resis­ten­cia de las cla­ses derro­ca­das, del asal­to impe­ria­lis­ta y del cerco con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio, con la línea de Lenin millo­nes de explo­ta­dos rea­li­za­ron la epo­pe­ya his­tó­ri­ca, por pri­me­ra vez en la his­to­ria de la huma­ni­dad, de sos­te­ner la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do.
En un plazo his­tó­ri­co asom­bro­sa­men­te breve en la URSS se creó una poten­te indus­tria moder­na y se pasó de la míse­ra pro­duc­ción agrí­co­la indi­vi­dual con ara­dos de made­ra a coo­pe­ra­ti­vas (kol­jo­ses) y hacien­das esta­ta­les (sov­jo­ses) que unían cada una el tra­ba­jo de cien­tos de cam­pe­si­nos dota­dos de maqui­na­ria y téc­ni­ca moder­na. Terminaron con el anal­fa­be­tis­mo que era del 75% y los hijos de los obre­ros y los cam­pe­si­nos acce­die­ron a la ense­ñan­za poli­téc­ni­ca y uni­ver­si­ta­ria. Mientras el capi­ta­lis­mo era sacu­di­do por la gran cri­sis de 1929-33 dece­nas de millo­nes de tra­ba­ja­do­res se hun­dían en la deso­cu­pa­ción y la mise­ria, en la URSS se ter­mi­na­ba con el paro for­zo­so y se pro­du­cía el gran saltó cua­li­ta­ti­vo de la indus­tria­li­za­ción y la colec­ti­vi­za­ción. Este salto a la moder­ni­dad no sólo fue logra­do en un tiem­po increí­ble­men­te corto –diez años– sino por un cami­no que libe­ra­ba a los tra­ba­ja­do­res del yugo del capi­tal y ayu­da­ba a los demás pue­blos en lucha por su eman­ci­pa­ción nacio­nal y social. La exis­ten­cia de un par­ti­do de nuevo tipo, como lo plan­tea­ra Lenin y pelea­ra por su cons­truc­ción desde comien­zos del siglo, se mos­tró como clave para que el pro­le­ta­ria­do con­quis­ta­ra y retu­vie­ra el poder, basán­do­se en la alian­za obre­ro-cam­pe­si­na. La no reso­lu­ción de estas cues­tio­nes sig­ni­fi­ca­ría trá­gi­cas derro­tas al pro­le­ta­ria­do de varios paí­ses euro­peos, en par­ti­cu­lar el hún­ga­ro y el ale­mán.
Lenin ini­ció una nueva etapa en el desa­rro­llo del mar­xis­mo: el mar­xis­mo de la época del impe­ria­lis­mo y de la revo­lu­ción pro­le­ta­ria. A su muer­te Stalin defen­dió sus ense­ñan­zas. Avanzó la cons­truc­ción del socia­lis­mo en la URSS, lo que inci­dió, favo­ra­ble­men­te en el desa­rro­llo de los movi­mien­tos revo­lu­cio­na­rios en el mundo y en América Latina. Esto es lo prin­ci­pal de Stalin, sin des­co­no­cer sus erro­res, como haber con­si­de­ra­do que había fina­li­za­do la lucha de cla­ses en la URSS y cier­tos ras­gos chau­vi­nis­tas en su polí­ti­ca.
El revi­sio­nis­mo sovié­ti­co con­cen­tra sus ata­ques en Stalin. Pero siem­pre apun­tó a negar la heren­cia teó­ri­ca de Lenin y de Marx, heren­cias que, con todos sus erro­res, defen­dió Stalin. Al ata­car a Stalin como un demo­nio cri­mi­nal, jamás plan­tea el tema en tér­mi­nos de clase y de lucha de cla­ses y enton­ces apa­re­ce Stalin como un indi­vi­duo que tuvo un enor­me poder y era un ase­si­no. Un caso pato­ló­gi­co. Desliga el con­cep­to de demo­cra­cia del tipo de Estado y del con­te­ni­do con­cre­to de clase de éste. Así busca desa­cre­di­tar a la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do y deso­rien­tar a las masas ante un pro­ble­ma que esca­pa­ría a la lucha de cla­ses, y por lo tanto ellas no pue­den trans­for­mar. Al mismo tiem­po, los jerar­cas rusos bus­can, con esa expli­ca­ción, lan­zar una cor­ti­na de humo sobre los erro­res rea­les del Partido Comunista de la URSS en épo­cas de Stalin, erro­res que con­tri­bu­ye­ron al sur­gi­mien­to del social­fas­cis­mo y de la bur­gue­sía buro­crá­ti­ca fas­cis­ta que expre­san esos jerar­cas rusos.

Guerra, revolución y contrarevolución

La dis­pu­ta inte­rim­pe­ria­lis­ta que enfren­ta­ba a Francia. Inglaterra y Estados Unidos por un lado, con los paí­ses que con­for­ma­ron el eje fas­cis­ta: Alemania. Italia y Japón por el otro, ori­gi­nó la Segunda Guerra Mundial.
Cuando Alemania agre­de a la URSS (en ese enton­ces toda­vía bajo la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do) la gue­rra inte­rim­pe­ria­lis­ta se trans­for­ma en una gue­rra mun­dial anti­fas­cis­ta. El impe­ria­lis­mo nazi­fas­cis­ta, con­tra el que había libra­do una gue­rra desi­gual y heroi­ca el pue­blo espa­ñol, con­tra el que libra­ba una gue­rra nacio­nal desde la mitad de déca­da del 30 el pue­blo chino y con­tra el cual se había des­ple­ga­do la lucha de los fren­tes popu­la­res, pri­me­ro polí­ti­ca y luego arma­da, en casi toda Europa, se con­vir­tió en el ene­mi­go prin­ci­pal del pro­le­ta­ria­do a esca­la mun­dial. La defen­sa del pri­mer país socia­lis­ta se fun­dió con la lucha libe­ra­do­ra de los pue­blos sojuz­ga­dos por el nazis­mo ale­mán, el mili­ta­ris­mo japo­nés y el fas­cis­mo ita­lia­no. La URSS, con­du­ci­da por el Partido Comunista (bol­che­vi­que) diri­gi­do por Stalin, llevó desde enton­ces el peso prin­ci­pal de la lucha con­tra el fas­cis­mo.
Derrotado el fas­cis­mo se for­ta­le­cie­ron en todo mundo las posi­cio­nes pro­le­ta­rias revo­lu­cio­na­rías de libe­ra­ción nacio­nal. La revo­lu­ción triun­fó en algu­nos paí­ses del Este euro­peo. Los pue­blos de Asia, Áfri­ca y América Latina se colo­ca­ron en la pri­me­ra fila de la lucha anti­im­pe­ria­lis­ta y anti­co­lo­nia­lis­ta, rea­li­zan­do luchas arma­das revo­lu­cio­na­rias, con­quis­tan­do gran­des vic­to­rias que cam­bia­ron la fiso­no­mía del mundo de la pos­gue­rra. Esto esti­mu­ló al pro­le­ta­ria­do mun­dial y a los pue­blos de todos los paí­ses en su lucha revo­lu­cio­na­ria anti­im­pe­ria­lis­ta. A su vez, el Partido Comunista de China diri­gi­do por Mao Tsetung con­du­jo al pue­blo chino al triun­fo de la revo­lu­ción, ins­tau­rán­do­se la República Popular el 1º de Octubre de 1949.
Después de la Revolución de Octubre en Rusia la vic­to­ria de la Revolución China es el acon­te­ci­mien­to más impor­tan­te en la his­to­ria del movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio del pro­le­ta­ria­do inter­na­cio­nal. Mao Tsetung desa­rro­lló el mar­xis­mo-leni­nis­mo en todos los pla­nos.
El impe­ria­lis­mo yan­qui emer­gió de la Segunda Guerra Mundial como la super­po­ten­cia impe­ria­lis­ta hege­mó­ni­ca. Con la derro­ta que sufrió en Corea, y el triun­fo de la Revolución cuba­na y las gue­rras de libe­ra­ción nacio­nal de los pue­blos de Vietnam. Kampuchea y Laos, el impe­ria­lis­mo yan­qui cayó –a comien­zos de la déca­da del seten­ta en una pro­fun­da cri­sis mili­tar, polí­ti­ca y eco­nó­mi­ca. Perdió fuer­zas, rela­ti­va­men­te, fren­te a los paí­ses de Europa Occidental y Japón y, pese a hacer deno­da­dos esfuer­zos por man­te­ner su hege­mo­nía, comen­zó a decli­nar y a retro­ce­der.
En la URSS –pri­me­ra expe­rien­cia dura­de­ra de la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do– duran­te el perío­do de Stalin, en el marco de rela­cio­nes de pro­duc­ción no ente­ra­men­te revo­lu­cio­na­ri­za­das y de la no reso­lu­ción o reso­lu­ción erró­nea por la direc­ción del Partido de nue­vos pro­ble­mas teó­ri­cos y polí­ti­cos sur­gi­dos en la cons­truc­ción del socia­lis­mo, se habían incu­ba­do sec­to­res socia­les y ela­bo­ra­cio­nes teó­ri­cas y polí­ti­cas revi­sio­nis­tas. Estos sec­to­res y ela­bo­ra­cio­nes teó­ri­cas sir­vie­ron de apo­ya­tu­ra a una capa buro­crá­ti­ca pri­vi­le­gia­da, cada día más ale­ja­da del con­trol de las masas, que ini­ció el cami­no de la uti­li­za­ción de sus pri­vi­le­gios polí­ti­cos para gene­rar pri­vi­le­gios eco­nó­mi­cos y socia­les. En marzo de 1953 falle­ció Stalin. La línea del XXº Congreso del PCUS, rea­li­za­do en 1956, fue un salto cua­li­ta­ti­vo, la revi­sión total de las prin­ci­pa­les tesis mar­xis­tas leni­nis­tas, demos­tra­ti­vo de la fuer­za adqui­ri­da por los repre­sen­tan­tes de la bur­gue­sía en la direc­ción del Partido. En 1957 el sec­tor enca­be­za­do por Jruschov dio un golpe de Estado que garan­ti­zó la hege­mo­nía de esa bur­gue­sía en el Partido, en el Estado (prin­ci­pal­men­te en las fuer­zas arma­das y repre­si­vas) y en la socie­dad sovié­ti­ca, su con­ver­sión, en forma ori­gi­nal, en clase domi­nan­te, explo­ta­do­ra, bur­gue­sía de nuevo tipo, buro­crá­ti­co-mono­po­lis­ta, expan­sio­nis­ta, socia­lis­ta de pala­bra e impe­ria­lis­ta de hecho.
El ascen­so del revi­sio­nis­mo al poder, sig­ni­fi­có el ascen­so de la bur­gue­sía al poder, del revi­sio­nis­mo a la trai­ción, y de la trai­ción al socia­lim­pe­ria­lis­mo y al fas­cis­mo. Tal fue el trán­si­to de la direc­ción del PCUS. Esto colo­có fren­te al impe­ria­lis­mo yan­qui a un agre­si­vo rival, pode­ro­sí­si­mo, que pasó a dis­pu­tar­le el con­trol del mundo.
Con la dege­ne­ra­ción de la URSS sur­gió otro fenó­me­no en el movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio mun­dial: ensi­lla­das por el socia­lim­pe­ria­lis­mo –que se dis­fra­za de “alia­do natu­ral” de los pue­blos del Tercer Mundo– varias revo­lu­cio­nes de libe­ra­ción nacio­nal triun­fan­tes sufrie­ron el cam­bio de amo. Países  cuyas heroi­cas revo­lu­cio­nes fue­ron ban­de­ras para millo­nes de explo­ta­dos y opri­mi­dos en el mundo, habien­do derro­ta­do a los yan­quis u otros impe­ria­lis­tas, pasa­ron a ser paí­ses depen­dien­tes opri­mi­dos por la URSS e inclu­so pun­tas de lanza de su polí­ti­ca. Ejemplos trá­gi­cos de este fenó­me­no son Cuba y Vietnam. El peso del revi­sio­nis­mo en las direc­cio­nes de los paí­ses comu­nis­tas y la no com­pren­sión por parte de los revo­lu­cio­na­rios y comu­nis­tas, del cam­bio de carác­ter de la URSS, posi­bi­li­tó su copa­mien­to por el nuevo amo impe­ria­lis­ta.
Mao Tsetung, el más gran­de mar­xis­ta-leni­nis­ta de nues­tro tiem­po, ini­ció la gran lucha con­tra el revi­sio­nis­mo moder­no, ana­li­zó el cam­bio de carác­ter de la URSS, defi­nién­do­la como socia­lim­pe­ria­lis­ta (socia­lis­ta de pala­bra e impe­ria­lis­ta en los hechos), y estu­dian­do la causa de esta tra­ge­dia his­tó­ri­ca para el pro­le­ta­ria­do y los pue­blos del mundo, impul­só a par­tir de 1966 la Revolución Cultural Proletaria. Una gigan­tes­ca revo­lu­ción diri­gi­da a impe­dir la res­tau­ra­ción capi­ta­lis­ta y a sos­te­ner la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do.
La teo­ría de la con­ti­nua­ción de la revo­lu­ción bajo la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do se basa en la com­pren­sión de que en el socia­lis­mo, como etapa de tran­si­ción entre el capi­ta­lis­mo y el comu­nis­mo, sigue exis­tien­do la lucha de cla­ses anta­gó­ni­ca entre el pro­le­ta­ria­do y la bur­gue­sía.
Aprovechando la muer­te de Mao Tsetung en 1976, y de otros líde­res del PCCH, des­pués del breve  perío­do en que Hua Kuofeng pre­si­dió en Partido, los repre­sen­tan­tes de la bur­gue­sía se apo­de­ra­ron del poder a par­tir del Tercer Pleno del Comité Central rea­li­za­do en diciem­bre de 1978, con­so­li­dan­do su hege­mo­nía en el XII Congreso de setiem­bre de 1982.
La res­tau­ra­ción capi­ta­lis­ta en China no inva­li­da sino que real­za los apor­tes revo­lu­cio­na­rios de Mao Tsetung.
En 1974, sin­te­ti­zan­do la rea­li­dad obje­ti­va de la lucha de cla­ses a esca­la mun­dial, Mao for­mu­ló la teo­ría de los Tres Mundos, defen­dien­do y desa­rro­llan­do tam­bién las tesis fun­da­men­ta­les del mar­xis­mo-leni­nis­mo.
La Teoría de los Tres Mundos se basa en la teo­ría de Lenin que afir­ma: 1) la nues­tra es la época del impe­ria­lis­mo y de la revo­lu­ción pro­le­ta­ria; 2) el desa­rro­llo desi­gual del impe­ria­lis­mo y la inevi­ta­bi­li­dad de que los paí­ses impe­ria­lis­tas recu­rran a la gue­rra para repar­tir­se de nuevo el mundo y 3) el impe­ria­lis­mo ha divi­di­do al mundo en nacio­nes opre­so­ras y nacio­nes opri­mi­das, el pro­le­ta­ria­do inter­na­cio­nal lucha al lado de estas últi­mas y las revo­lu­cio­nes de libe­ra­ción nacio­nal con­flu­yen con revo­lu­ción pro­le­ta­ria mun­dial.
La déca­da del 70 fue una déca­da de expan­sión agre­si­va, des­en­fre­na­da, de la URSS.
En la déca­da del 80, los Estados Unidos logran rever­tir par­cial­men­te la situa­ción, y se esta­ble­ció lo que nues­tro Quinto Congreso defi­nió como un “equi­li­brio ines­ta­ble y pre­ca­rio de las dos super­po­ten­cias”. Este equi­li­brio favo­re­ció el avan­ce de otras poten­cias impe­ria­lis­tas como Alemania Federal, Japón, Italia, Inglaterra, en “Occidente”, y ten­den­cias sepa­ra­tis­tas en el Este euro­peo y dio alas inde­pen­den­tis­tas a los paí­ses del Tercer Mundo.
A la vez el Este euro­peo y la pro­pia URSS han sido con­mo­vi­dos por un gigan­tes­co esta­lli­do de masas con­tra los regí­me­nes social­fas­cis­tas y por la inde­pen­den­cia nacio­nal.
La actual  situa­ción polí­ti­ca inter­na­cio­nal está enmar­ca­da por el perío­do de dis­ten­sión abier­to entre las dos super­po­ten­cias. Tanto la URSS como Estados Unidos nece­si­tan en forma apre­mian­te este perío­do de dis­ten­sión. Necesitan ganar tiem­po para mejo­rar su situa­ción eco­nó­mi­ca y moder­ni­zar su indus­tria béli­ca.
Esta dis­ten­sión es rela­ti­va, por­que lo fun­da­men­tal entre las dos super­po­ten­cias sigue sien­do la dis­pu­ta por el con­trol del mundo.
Asistimos a un momen­to de gran rea­gru­pa­mien­to de fuer­zas a esca­la mun­dial. Reagrupamiento que deter­mi­na­rá en el futu­ro quién se alia­rá con quién y con­tra quién, en un pro­ce­so seme­jan­te al que pre­ce­dió a las dos gue­rras mun­dia­les de este siglo, cuya carac­te­rís­ti­ca fue la ali­nea­ción en dos blo­ques, dos trin­che­ras.
El cen­tro de la dis­pu­ta sigue sien­do Europa. Es el tea­tro prin­ci­pal de las riva­li­da­des polí­ti­co-mili­ta­res de los paí­ses de la OTAN y el Pacto de Varsovia. Pero los paí­ses de Europa tam­bién son pro­ta­go­nis­tas cre­cien­tes. Se ha pro­du­ci­do un desa­rro­llo desi­gual y a sal­tos y apa­re­cen como impe­ria­lis­mos en ascen­so Japón y, en Europa, par­ti­cu­lar­men­te Alemania. Sin embar­go Estados Unidos y la URSS siguen sien­do los ene­mi­gos prin­ci­pa­les, los prin­ci­pa­les opre­so­res.
La his­to­ria de este siglo demues­tra que el rea­gru­pa­mien­to de fuer­zas actual va a ter­mi­nar for­ta­le­cien­do los fac­to­res de gue­rra a esca­la mun­dial. La lucha con­tra la gue­rra impe­ria­lis­ta sigue sien­do una gran tarea revo­lu­cio­na­ria de la clase obre­ra. Incluso la lucha para apla­zar su esta­lli­do crea­rá mejo­res con­di­cio­nes para enfren­tar­la cuan­do ésta se desa­te y con­ti­nuar el com­ba­te por la revo­lu­ción en cual­quier cir­cuns­tan­cia. Es nece­sa­rio pug­nar por la uni­dad de la clase obre­ra mun­dial y los pue­blos del Tercer Mundo, para enfren­tar y des­en­mas­ca­rar el hege­mo­nis­mo y derro­tar las pro­vo­ca­cio­nes de gue­rra y el expan­sio­nis­mo de las dos super­po­ten­cias.
Mediante la soli­da­ri­dad acti­va en el com­ba­te anti­he­ge­mo­nis­ta y anti­im­pe­ria­lis­ta, la lucha por la paz se entre­la­za con la lucha de los pue­blos del Tercer Mundo por su libe­ra­ción.
Una posi­ción acti­va por la paz requie­re la movi­li­za­ción por el des­ar­me ató­mi­co y la des­truc­ción del arse­nal ató­mi­co mun­dial. La exi­gen­cia del reti­ro de todas las bases y tro­pas mili­ta­res en el extran­je­ro, res­pe­tan­do el dere­cho sobe­ra­no de todas las nacio­nes, sean ellas gran­des o peque­ñas.
Está abier­to un perío­do pre­ña­do de con­flic­tos y de luchas de los explo­ta­dos y opri­mi­dos, que se entre­la­zan con el cre­ci­mien­to de los fac­to­res de gue­rra. La lucha por la libe­ra­ción nacio­nal y la lucha revo­lu­cio­na­ria de la clase obre­ra y de los pue­blos  opri­mi­dos, sigue desa­rro­llán­do­se en todo el mundo.
Los paí­ses, pue­blos y nacio­nes del Tercer Mundo son la fuer­za anti­im­pe­ria­lis­ta prin­ci­pal del mundo actual y lo segui­rán sien­do por un tiem­po pro­lon­ga­do. Juzgando la situa­ción en su con­jun­to, siguen exis­tien­do con­di­cio­nes favo­ra­bles para el desa­rro­llo y for­ta­le­ci­mien­to de las fuer­zas revo­lu­cio­na­rias anti­im­pe­ria­lis­tas del Tercer Mundo y es muy difí­cil para las super­po­ten­cias aplas­tar este movi­mien­to, por­que sus fuer­zas repre­si­vas son limi­ta­das para enfren­tar­lo, exis­ten con­flic­tos entre las super­po­ten­cias y las fuer­zas impe­ria­lis­tas del Segundo Mundo, y la lucha por la hege­mo­nía en Europa con­su­me lo prin­ci­pal de sus ener­gías.

Ubicación de la Argentina

En este con­tex­to, la lucha por la trans­for­ma­ción de nues­tra socie­dad en una socie­dad comu­nis­ta requie­re obli­ga­to­ria­men­te eta­pas pre­vias que abar­can la revo­lu­ción demo­crá­ti­ca y la revo­lu­ción socia­lis­ta. Somos par­ti­da­rios de la revo­lu­ción inin­te­rrum­pi­da y por eta­pas. Lo que impli­ca com­pren­der a fondo la dife­ren­cia y la rela­ción exis­ten­te entre ellas.
En la Argentina, país depen­dien­te, opri­mi­do por el impe­ria­lis­mo, aún hoy no se han rea­li­za­do las tare­as demo­crá­ti­cas, agra­rias y anti­im­pe­ria­lis­tas, por no haber­se des­trui­do el Estado de los terra­te­nien­tes, la gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria y el impe­ria­lis­mo. A pesar de las refor­mas efec­tua­das por el yri­go­ye­nis­mo y las más avan­za­das rea­li­za­das por el pero­nis­mo, quedó demos­tra­da la inca­pa­ci­dad de la bur­gue­sía nacio­nal para lle­var ade­lan­te las trans­for­ma­cio­nes revo­lu­cio­na­rias que nues­tro país nece­si­ta. Sólo podrá hacer­las el pro­le­ta­ria­do sobre la base de la alian­za obre­ro-cam­pe­si­na y diri­gien­do al con­jun­to del pue­blo en la lucha por ins­tau­rar una repú­bli­ca de nueva demo­cra­cia.
“Los múl­ti­ples sis­te­mas de Estado en el mundo pue­den redu­cir­se a tres tipos fun­da­men­ta­les, si se cla­si­fi­can según el carác­ter de clase de su poder: 1) repú­bli­ca bajo la dic­ta­du­ra de la bur­gue­sía; 2) repú­bli­ca bajo la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do; y 3) repú­bli­ca bajo la dic­ta­du­ra con­jun­ta de las diver­sas cla­ses revo­lu­cio­na­rias” (Sobre la nueva demo­cra­cia, Obras Escogidas de Mao Tsetung, tomo II, pági­na 365).
Para garan­ti­zar este últi­mo tipo de repú­bli­ca y avan­zar en el cami­no revo­lu­cio­na­rio, es impres­cin­di­ble que el pro­le­ta­ria­do, fuer­za prin­ci­pal de la revo­lu­ción en la Argentina, no sólo enca­be­ce, sino tam­bién hege­mo­ni­ce la lucha por la des­truc­ción del viejo Estado y la cons­truc­ción de un Estado de nuevo tipo: el Estado de las cla­ses revo­lu­cio­na­rias, basa­do en la alian­za obre­ro-cam­pe­si­na y diri­gi­do por la clase obre­ra.
Las cla­ses revo­lu­cio­na­rias nece­si­tan de este nuevo Estado para resol­ver las tare­as agra­rias y anti­im­pe­ria­lis­tas, y para no que­dar des­ar­ma­das ante las cla­ses derro­ta­das que siem­pre inten­ta­rán recu­pe­rar el poder. Estas cues­tio­nes esta­rán en pro­fun­do deba­te en el seno del pue­blo. Del papel que jue­gue el pro­le­ta­ria­do y su par­ti­do, de cómo se resuel­va la hege­mo­nía del pro­le­ta­ria­do, depen­de­rá que la revo­lu­ción avan­ce a la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do, al socia­lis­mo, en forma inin­te­rrum­pi­da, como etapa de tran­si­ción al comu­nis­mo, o que se res­tau­re la domi­na­ción de las cla­ses explo­ta­do­ras.
A dife­ren­cia de algu­nos otros paí­ses colo­nia­les, semi­co­lo­nia­les o depen­dien­tes, la Argentina ha sido y es un país dis­pu­ta­do por varias poten­cias impe­ria­lis­tas. Disputa que en el marco de la actual situa­ción inter­na­cio­nal se agu­di­za. Argentina es parte de América Latina, que con­ti­núa sien­do área de influen­cia tra­di­cio­nal del impe­ria­lis­mo yan­qui. En nues­tro país, en las últi­mas déca­das, el socia­lim­pe­ria­lis­mo sovié­ti­co ha hun­di­do pro­fun­da­men­te sus raí­ces; esto ha pro­du­ci­do cam­bios pro­fun­dos que con­vir­tie­ron a la URSS en el impe­ria­lis­mo domi­nan­te en des­me­dro prin­ci­pal­men­te de ingle­ses y yan­quis. En el perio­do actual crece el peso e inje­ren­cia de mono­po­lios euro­peos, ita­lia­nos y ale­ma­nes en par­ti­cu­lar, y japo­ne­ses.
Para las poten­cias impe­ria­lis­tas la Argentina inte­re­sa espe­cial­men­te por su posi­ción estra­té­gi­ca en el Atlántico Sur, en rela­ción a los pre­pa­ra­ti­vos para la Tercera Guerra Mundial.
El impe­ria­lis­mo inglés, luego del triun­fo de su agre­sión colo­nia­lis­ta en junio de 1982, ha ins­ta­la­do una base mili­tar, que se inte­gra en el dis­po­si­ti­vo estra­té­gi­co de la OTAN, en nues­tras Islas Malvinas desde donde pue­den des­ple­gar­se armas ató­mi­cas. Situación que se agra­vó con la polí­ti­ca des­mal­vi­ni­za­do­ra del alfon­si­nis­mo. A su vez, el acuer­do pes­que­ro y las con­ce­sio­nes por­tua­rias hechas por el alfon­si­nis­mo ter­mi­na­ron de abrir las puer­tas de nues­tra Patagonia, es decir del Atlántico Sur, a la pode­ro­sa flota de gue­rra sovié­ti­ca, ya que su flota pes­que­ra es una sec­ción de la mari­na de gue­rra de la URSS. Las con­ce­sio­nes hechas por el gobier­no del doc­tor Menem con la rene­go­cia­ción de los acuer­dos pes­que­ros y sobre las Malvinas, man­ti­e­nen la situa­ción de “zona calien­te” en nues­tras aguas del Atlántico Sur. La Argentina sigue sien­do peón en un table­ro que mane­jan las super­po­ten­cias.
Sostenemos una polí­ti­ca con­tra la gue­rra inte­rim­pe­ria­lis­ta de neu­tra­lis­mo acti­vo (lo que sig­ni­fi­ca luchar por impe­dir que la vida, el terri­to­rio y los mares sean usa­dos por uno u otro blo­que). Es lo se entre­la­za con la lucha por la recu­pe­ra­ción patrió­ti­ca de las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur y con la lucha por la anu­la­ción de los acuer­dos pes­que­ros y las con­ce­sio­nes en los puer­tos del Sur argen­ti­no hechas a los sovié­ti­cos. Esta es la única forma de ejer­cer nues­tro pleno dere­cho sobe­ra­no en el sec­tor antár­ti­co argen­ti­no y sobre nues­tra pla­ta­for­ma sub­ma­ri­na.
La uni­dad de los pue­blos de la Argentina y de todos los paí­ses lati­no­a­me­ri­ca­nos es clave para impedir que nues­tros pue­blos sean ins­tru­men­ta­dos en la lucha inte­rim­pe­ria­lis­ta por el domi­nio del mundo y para poder avan­zar hacia el triun­fo de la segun­da revo­lu­ción libe­ra­do­ra en América Latina.

 

Breve reseña histórica

En 1780 se pro­du­jo el levan­ta­mien­to indí­ge­na diri­gi­do por Tupac Amaru, una gigan­tes­ca rebe­lión social en la que las masas insu­rrec­tas ata­ca­ron, en tres virrei­na­tos, los pila­res de la socie­dad feu­dal, de cas­tas, que España implan­tó junto con la colo­nia. Fue la expre­sión más ele­va­da de las nume­ro­sas luchas –como las de los pue­blos coyas, cal­cha­quíes, gua­ra­níes o mapu­ches–, en nues­tro país, con que duran­te tres siglos las masas abo­rí­ge­nes enfren­ta­ron a los colo­nia­lis­tas, y uno de los jalo­nes más impor­tan­tes en el cami­no hacia la inde­pen­den­cia lati­no­a­me­ri­ca­na.
Los levan­ta­mien­tos indí­ge­nas empal­ma­ron, en un pro­ce­so, con las rebe­lio­nes de escla­vos y con los sen­ti­mien­tos y nece­si­da­des de vas­tos sec­to­res crio­llos tam­bién opri­mi­dos por el régi­men colo­nial. Este pro­ce­so se expre­sa­ría en nues­tro país en hechos como la resis­ten­cia a las inva­sio­nes ingle­sas de 1806 y 1807 al Río de la Plata y las insu­rrec­cio­nes de Chuquisaca y La Paz de 1809, que en lo inme­dia­to lle­va­ron a la Revolución de Mayo de 1810. Revolución que tam­bién se vio esti­mu­la­da por impor­tan­tes acon­te­ci­mien­tos exter­nos a nues­tro sub­con­ti­nen­te, como la gue­rra de la inde­pen­den­cia nor­te­ame­ri­ca­na (de 1776 a 1783), la revo­lu­ción fran­ce­sa (desde 1789) y las rebe­lio­nes del pue­blo espa­ñol con­tra las inva­sio­nes napo­leó­ni­cas, a par­tir de 1808.
La Revolución de 1810 marca para nues­tro país el ini­cio de una gue­rra pro­lon­ga­da y heroi­ca –con hitos deci­si­vos en bata­llas como las de Suipacha, Tucumán y Maipú y el pro­ta­go­nis­mo acti­vo del pue­blo en jor­na­das memo­ra­bles como las del éxodo juje­ño–, parte de los pro­ce­sos de la gue­rra de la inde­pen­den­cia en la mayo­ría de los paí­ses de Latinoamérica, hasta la derro­ta defi­ni­ti­va de los con­quis­ta­do­res espa­ño­les en los cam­pos de Ayacucho, el 9 de diciem­bre de 1824.
En la gue­rra de eman­ci­pa­ción nacio­nal con­ver­gie­ron las masas cam­pe­si­nas indí­ge­nas que pro­ta­go­ni­za­ron los heroi­cos levan­ta­mien­tos del Alto Perú, del Noroeste y del Noreste argen­ti­nos, del Paraguay y del Uruguay; los sec­to­res rura­les y urba­nos crio­llos, como los expre­sa­dos por Murillo en Bolivia, Gaspar de Francia en Paraguay, Artigas en Uruguay y Moreno en la Argentina; y ade­más, los sec­to­res de la aris­to­cra­cia terra­te­nien­te crio­lla que, acor­dan­do en la lucha por la inde­pen­den­cia de España, lo hacían defen­dien­do sus pri­vi­le­gios y, por tanto, opo­nién­do­se al desa­rro­llo de los ele­men­tos demo­crá­ti­cos, anti­feu­da­les.
Pese a las múl­ti­ples disen­sio­nes inter­nas –por la hete­ro­ge­nei­dad de los com­po­nen­tes del fren­te anti­es­pa­ñol–, la deci­sión de los pue­blos de defen­der la liber­tad con las armas en la mano per­mi­tió la con­ti­nui­dad de la gue­rra eman­ci­pa­do­ra. Permitió, ade­más, que ope­ra­ran a favor de la inde­pen­den­cia de nues­tros paí­ses las dis­pu­tas entre las dis­tin­tas poten­cias euro­pe­as que, junto a la suble­va­ción del pue­blo espa­ñol, juga­ron un papel impor­tan­te en el debi­li­ta­mien­to del poder mili­tar de la Corona.
Pero la hege­mo­nía de los terra­te­nien­tes y gran­des mer­ca­de­res crio­llos en la gue­rra eman­ci­pa­do­ra nacio­nal hizo que, triun­fan­te la revo­lu­ción en cuan­to a la inde­pen­den­cia del amo espa­ñol, no se resol­vie­ran las tare­as de la revo­lu­ción demo­crá­ti­ca. Derrotados los inten­tos anti­feu­da­les, quedó pen­dien­te la nece­si­dad de la revo­lu­ción demo­crá­ti­ca en nues­tro país.
Esto está en la base de la pre­ser­va­ción del atra­so lati­fun­dis­ta de ori­gen feu­dal, y de los pro­lon­ga­dos enfren­ta­mien­tos entre dis­tin­tos sec­to­res de terra­te­nien­tes y gran­des comer­cian­tes de Buenos Aires y del Interior, que demo­ra­ron por más de 60 años la defi­ni­ti­va orga­ni­za­ción nacio­nal. La dis­pu­ta de las poten­cias euro­pe­as par­ti­cu­lar­men­te Inglaterra y Francia por los mer­ca­dos y fuen­tes de mate­rias pri­mas, tam­bién operó en ese pro­ce­so, alián­do­se con uno u otro sec­tor de terra­te­nien­tes y comer­cian­tes inter­me­dia­rios, pre­do­mi­nan­do uno u otro de estos sec­to­res según el perio­do. En 1833, Inglaterra ocupa nues­tras islas Malvinas. En 1840, Buenos Aires sufre el blo­queo fran­cés y en 1848, el de ambas poten­cias –Francia e Inglaterra– coa­li­ga­das. Las posi­bi­li­da­des de desa­rro­llo capi­ta­lis­ta que se abrie­ron con la caída de Rosas en 1852, siguie­ron estan­do limi­ta­das por el pre­do­mi­nio terra­te­nien­te. El acce­so a la pro­pie­dad de la tie­rra con­ti­nuó estan­do veda­do, en la prác­ti­ca, a los nati­vos indí­ge­nas, mes­ti­zos y crio­llos pobres. Los pocos inmi­gran­tes que pudie­ron bene­fi­ciar­se con los pla­nes de colo­ni­za­ción fue­ron res­trin­gi­dos por los terra­te­nien­tes a peque­ñas zonas, mar­gi­nán­do­los de las mejo­res tie­rras.
En 1865 la oli­gar­quía argen­ti­na llevó a nues­tro país a par­ti­ci­par en la gue­rra geno­ci­da de la Triple Alianza (Argentina-Brasil-Uruguay) con­tra el Paraguay, con levas for­zo­sas que hicie­ron víc­ti­mas a miles de hom­bres y muje­res de nues­tros pue­blos, entre ellos miles de ori­gen negro afri­ca­no. Esta gue­rra fue ins­ti­ga­da prin­ci­pal­men­te por los inte­re­ses ingle­ses para liqui­dar la pers­pec­ti­va de un desa­rro­llo inde­pen­dien­te.
Al man­te­ner­se el lati­fun­dio de ori­gen feu­dal en el campo, se vio difi­cul­ta­do el desa­rro­llo de los cen­tros urba­nos, aun­que estos comen­za­ran a ser, par­ti­cu­lar­men­te Buenos Aires, el lugar de asen­ta­mien­to obli­ga­do de los inmi­gran­tes que no podían acce­der a la tie­rra. También muchos nati­vos del inte­rior ya emi­gra­ban hacia las ciu­da­des, y en espe­cial a Buenos Aires, esca­pan­do a las levas for­zo­sas y a las con­di­cio­nes semi­ser­vi­les de las estan­cias.
En esas con­di­cio­nes, la ciu­dad-puer­to se fue con­vir­tien­do en un reduc­to para las arte­sa­nías y peque­ñas fábri­cas. Esto impli­có un desa­rro­llo del pro­le­ta­ria­do indus­trial aún débil y una más débil y dis­per­sa bur­gue­sía con aspi­ra­cio­nes indus­tria­lis­tas. Las pri­me­ras expe­rien­cias de orga­ni­za­ción obre­ra están liga­das a este pre­ca­rio desa­rro­llo indus­trial, des­ta­cán­do­se el caso de los tipó­gra­fos que ya en 1857 for­ma­ron su socie­dad mutual, y en 1878 pro­ta­go­ni­za­ron la pri­me­ra huel­ga orga­ni­za­da del país con la crea­ción de un ver­da­de­ro sin­di­ca­to, la Unión Tipográfica, que fun­cio­nó entre 1877 y 1879.
En todo el perío­do que va hasta 1880 se man­tu­vo el pre­do­mi­nio eco­nó­mi­co, social y polí­ti­co de los terra­te­nien­tes, sin que esto se haya visto afec­ta­do por los inten­tos refor­ma­do­res bur­gue­ses, ni tam­po­co por las rebe­lio­nes cam­pe­si­nas indí­ge­nas o crio­llas. Los abo­rí­ge­nes lle­ga­ron en algu­nos luga­res a tomar las armas para obte­ner la pro­pie­dad de la tie­rra, como los habi­tan­tes de la Quebrada de Humahuaca y Puna, masa­cra­dos en 1874, por los terra­te­nien­tes, en la bata­lla de Quera, para impe­dir que la tie­rra retor­na­se a sus manos.
La defi­ni­ti­va orga­ni­za­ción nacio­nal bajo el con­trol terra­te­nien­te en 1880 pro­du­ce el geno­ci­dio de los pue­blos abo­rí­ge­nes de la región pam­pea­na y pata­gó­ni­ca en la Conquista del Desierto y años des­pués de los indí­ge­nas del Chaco. La liqui­da­ción o some­ti­mien­to de los gau­chos libres y el bru­tal ava­sa­lla­mien­to de las auto­no­mías pro­vin­cia­les, va a sig­nar todo el desa­rro­llo pos­te­rior de la eco­no­mía y de la socie­dad argen­ti­nas, abrien­do la época de la domi­na­ción oli­gár­qui­co-impe­ria­lis­ta sobre nues­tro país.
La sig­ni­fi­ca­ti­va pene­tra­ción del capi­tal extran­je­ro –trans­for­ma­do ya en impe­ria­lis­ta–, inver­ti­do sobre todo en los ferro­ca­rri­les, fri­go­rí­fi­cos, elec­tri­ci­dad y finan­zas, ace­le­ró el desa­rro­llo de rela­cio­nes mer­can­ti­les en la ciu­dad y el campo, cre­an­do ade­más un inci­pien­te desa­rro­llo de la pro­duc­ción capi­ta­lis­ta. Pero esto últi­mo se verá siem­pre las­tra­do en nues­tro país por el pre­do­mi­nio de los inte­re­ses de los terra­te­nien­tes lati­fun­dis­tas y por la pro­pia pene­tra­ción impe­ria­lis­ta, que con­di­cio­na y defor­ma todo el desa­rro­llo de la eco­no­mía nacio­nal en fun­ción de sus inte­re­ses.
La entra­da de capi­ta­les de dis­tin­tos orí­ge­nes (ingle­ses, fran­ce­ses, ale­ma­nes. ita­lia­nos, etc.) ins­ta­ló en nues­tro país la dis­pu­ta inte­rim­pe­ria­lis­ta por el con­trol eco­nó­mi­co y polí­ti­co del mismo. Esta dis­pu­ta se expre­sa fun­da­men­tal­men­te a tra­vés del enfren­ta­mien­to entre dis­tin­tos sec­to­res de terra­te­nien­tes y de gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria, con­ver­ti­dos en ver­da­de­ros apén­di­ces, de uno u otro impe­ria­lis­mo. Sirva de ejem­plo el que man­tu­vie­ron a fines del siglo xix sec­to­res gana­de­ros de la pro­vin­cia de Buenos Aires y Córdoba, en gene­ral proin­gle­ses, con los terra­te­nien­tes lane­ros de la pro­vin­cia de Buenos Aires más liga­dos al capi­tal fran­cés.
A par­tir de 1880 avan­za la opre­sión impe­ria­lis­ta sobre nues­tro país. Se man­ti­e­ne el atra­so lati­fun­dis­ta de ori­gen feu­dal en el campo, con el con­si­guien­te retra­so en el desa­rro­llo de rela­cio­nes capi­ta­lis­tas de pro­duc­ción y la per­ma­nen­cia y recrea­ción de rela­cio­nes semi­feu­da­les; y la Argentina se con­vier­te en un país depen­dien­te, parte del con­jun­to de paí­ses colo­nia­les, semi­co­lo­nia­les y depen­dien­tes opri­mi­dos por los paí­ses impe­ria­lis­tas. Como dice Lenin “envuel­to en las redes de la depen­den­cia finan­cie­ra y diplo­má­ti­ca”. Predomina enton­ces la depen­den­cia del impe­ria­lis­mo inglés.
Así se inter­re­la­cio­na­ron la con­tra­dic­ción entre el pue­blo y los terra­te­nien­tes y la con­tra­dic­ción entre el impe­ria­lis­mo y la Nación Argentina. Así se inter­re­la­cio­na­ron tam­bién las dos gran­des tare­as de la revo­lu­ción argen­ti­na: la tarea demo­crá­ti­ca y la tarea libe­ra­do­ra. Así tam­bién se inter­re­la­cio­nan, desde 1890, aun­que mar­chan­do a veces por carri­les sepa­ra­dos, el movi­mien­to demo­crá­ti­co y el movi­mien­to pro­le­ta­rio.
Al calor de impor­tan­tes movi­mien­tos huel­guís­ti­cos de ferro­via­rios, alba­ñi­les, car­pin­te­ros, pana­de­ros. etc., el 1º de Mayo de 1890 se con­me­mo­ra en la Argentina, junto a los tra­ba­ja­do­res de todo el mundo, el Día Internacional de los Trabajadores. Acto en el que par­ti­ci­pan más de 2.000 per­so­nas. Los ora­do­res hacen sus dis­cur­sos en cas­te­lla­no, ita­lia­no, fran­cés y ale­mán: ésta era la rea­li­dad del movi­mien­to obre­ro por enton­ces. Cabe des­ta­car el papel de los pio­ne­ros de su orga­ni­za­ción como Germán Ave Lallemant, quien valién­do­se del mar­xis­mo, ayudó con su aná­li­sis y toda su prác­ti­ca al desa­rro­llo de nues­tro movi­mien­to obre­ro. La cri­sis de 1890 frus­tra la cons­ti­tu­ción de la Federación de Trabajadores de la República Argentina, aun­que ya desde 1892 fun­cio­na la Agrupación Socialista que dará ori­gen pos­te­rior­men­te al par­ti­do del mismo nom­bre.
Distintas fuer­zas agru­pa­das en la Unión Cívica dan ori­gen al levan­ta­mien­to arma­do del 26 de julio de 1890. Fracasada la insu­rrec­ción, la Unión Cívica se divi­de: un sec­tor acuer­da con la oli­gar­quía y el impe­ria­lis­mo, y el otro, radi­cal, sigue la lucha, orga­ni­zan­do en 1893 un levan­ta­mien­to arma­do en casi todas las pro­vin­cias argen­ti­nas.

Irrumpe el proletariado

En los pri­me­ros años del siglo XX, el movi­mien­to obre­ro argen­ti­no y sus orga­ni­za­cio­nes gre­mia­les y polí­ti­cas die­ron un gran salto ade­lan­te. La expan­sión de la eco­no­mía argen­ti­na trajo apa­re­ja­do un cre­ci­mien­to de tra­ba­ja­do­res del campo y de la ciu­dad, some­ti­dos a con­di­cio­nes de tre­men­da explo­ta­ción. Estando en lucha los esti­ba­do­res del Puerto de Buenos Aires, los obre­ros del Mercado Central de Frutos, los con­duc­to­res de carros, etc., y con­vo­ca­da por la Federación Obrera Argentina (FOA), esta­lla el 22 de noviem­bre de 1902 la pri­me­ra huel­ga gene­ral del movi­mien­to obre­ro argen­ti­no.
El paro del puer­to de Buenos Aires, lugar clave de la eco­no­mía argen­ti­na, enfu­re­ció a la oli­gar­quía. El gobier­no del gene­ral Roca, con la apro­ba­ción de sena­do­res y dipu­ta­dos, implan­tó el Estado de Sitio y la tris­te­men­te céle­bre Ley de Residencia (núme­ro 4144), para expul­sar a los extran­je­ros acu­sa­dos de agi­ta­do­res. La poli­cía y el Ejército ocu­pa­ron las calles, des­en­ca­de­nán­do­se una bru­tal repre­sión sobre el movi­mien­to obre­ro.
La huel­ga fue derro­ta­da, pero su desa­rro­llo fue de gran impor­tan­cia, mos­tran­do la enor­me capa­ci­dad de lucha y el poten­cial revo­lu­cio­na­rio del pro­le­ta­ria­do argen­ti­no. Desnudó ante las gran­des masas el carác­ter reac­cio­na­rio del Estado de los terra­te­nien­tes, gran­des bur­gue­ses inter­me­dia­rios y el impe­ria­lis­mo, expre­sa­do polí­ti­ca­men­te por el gobier­no de Roca.
Ya apa­re­cía la nece­si­dad de una fuer­te orga­ni­za­ción del pro­le­ta­ria­do para poder enfren­tar con éxito a ese Estado. Y en el seno del movi­mien­to obre­ro esta­ba abier­ta una gran lucha de líne­as, que se daba prin­ci­pal­men­te entre los anar­quis­tas y los socia­lis­tas.
El socia­lis­mo, impreg­na­da su direc­ción por el revi­sio­nis­mo, abso­lu­ti­za­ba la lucha polí­ti­ca y par­la­men­ta­ria. El anar­quis­mo, teji­do por ten­den­cias espon­ta­neís­tas, sin­di­ca­lis­tas e inclu­so anti­or­ga­ni­za­do­ras, abso­lu­ti­za­ba la lucha eco­nó­mi­ca. Ambos, al crear un abis­mo entre la lucha eco­nó­mi­ca y la lucha polí­ti­ca, eran impo­ten­tes para orga­ni­zar la fuer­za revo­lu­cio­na­ria que nece­si­ta­ba el pro­le­ta­ria­do.
En 1903, el movi­mien­to obre­ro se divi­dió en dos cen­tra­les sin­di­ca­les: la FORA diri­gi­da por los anar­quis­tas y la UGT que diri­gían los socia­lis­tas. En ambas, pre­do­mi­na­ban con­cep­cio­nes no mar­xis­tas que difi­cul­ta­ron el avan­ce del movi­mien­to obre­ro.
Durante los años 1903 y 1904 se tri­pli­ca­ron las huel­gas, des­ta­cán­do­se las de ferro­via­rios, azu­ca­re­ros y obre­ros de la carne. En febre­ro de 1905 se pro­du­ce una nueva insu­rrec­ción radi­cal con­tra el régi­men oli­gár­qui­co.
Pese a la inten­si­fi­ca­da repre­sión de los gobier­nos oli­gár­qui­cos (clau­su­ra de loca­les, pro­hi­bi­ción de la pren­sa obre­ra, la mili­tan­cia sin­di­cal es con­si­de­ra­da deli­to. etc.), las orga­ni­za­cio­nes sin­di­ca­les se van desa­rro­llan­do y for­ta­le­cien­do. Ya para fines de 1905 la mayo­ría de los gre­mios habían con­quis­ta­do la jor­na­da de 8 ó 9 horas y logra­do aumen­tos de sala­rios. Entre 1906 y 1910 cre­cen las luchas y se extien­den a varias pro­vin­cias.
El 1º de Mayo de 1909, una con­cen­tra­ción con­vo­ca­da por la FORA en plaza Lorea, fue vio­len­ta­men­te repri­mi­da con un saldo de 11 muer­tos y cien­tos de heri­dos. La FORA, la UGT y los sin­di­ca­tos autó­no­mos for­man un comi­té de huel­ga y decla­ran la huel­ga gene­ral.
El 3 de mayo se ini­ció la lucha. Trescientas mil per­so­nas acom­pa­ña­ban los res­tos de los ase­si­na­dos. La poli­cía diri­gi­da por el coro­nel Falcón cargó sobre la colum­na dejan­do un saldo de varios muer­tos.
La huel­ga sigue y dura ocho días. El Ejército y la poli­cía acom­pa­ña­dos de ban­das “nacio­na­lis­tas”, “niños bien” de la oli­gar­quía, se lan­zan sobre los barrios obre­ros para que­brar la orga­ni­za­ción y rom­per el movi­mien­to. Asaltan e incen­dian cír­cu­los cul­tu­ra­les, biblio­te­cas y loca­les obre­ros.
Pero el movi­mien­to no pudo ser aplas­ta­do. El gobier­no debió nego­ciar y acep­tar todas las peti­cio­nes obre­ras. Por pri­me­ra vez en nues­tra his­to­ria, sobre la base de una huel­ga gene­ral, el movi­mien­to obre­ro logra­ba seme­jan­te triun­fo. Habían pasa­do 19 años desde aque­lla pri­me­ra con­me­mo­ra­ción del 10 de Mayo de 1890. Diecinueve años de expe­rien­cias de lucha pro­ta­go­ni­za­das por gran­des masas explo­ta­das que, a tra­vés de su prác­ti­ca, fue­ron toman­do con­cien­cia de su fuer­za como clase.
Un año des­pués cuan­do se pre­pa­ran los fes­te­jos del Centenario de la Revolución de Mayo, ante el lla­ma­mien­to a la huel­ga por la dero­ga­ción de la Ley de Residencia y el cum­pli­mien­to de la pro­me­sa de libe­rar los pre­sos socia­les, el gobier­no des­en­ca­de­na una feroz repre­sión al movi­mien­to obre­ro. Se decre­tó el Estado de Sitio y se san­cio­nó la Ley de Defensa Social, para repri­mir al movi­mien­to sin­di­cal. Fueron apre­sa­dos más de 2.000 obre­ros, cien depor­ta­dos y otros tan­tos con­fi­na­dos en Ushuaia. Así con­me­mo­ra­ba la oli­gar­quía el Centenario.
Sacando fuer­zas de su fla­que­za, y en el marco de una nueva cri­sis eco­nó­mi­ca ini­cia­da en 1910, el movi­mien­to obre­ro con­ti­nuó sus luchas. Esto esti­mu­ló a otros sec­to­res popu­la­res.
En Macachín, La Pampa, se levan­ta­ron los cam­pe­si­nos exi­gien­do la abo­li­ción de los con­tra­tos escla­vis­tas y los paga­rés en blan­co. Pese a que el gobier­no envió tro­pas para repri­mir, la huel­ga triun­fó.
En junio de 1912 esta­lló en el sur de la pro­vin­cia de Santa Fe, la huel­ga cono­ci­da como el Grito de Alcorta. La lucha se desa­tó con­tra los altos arren­da­mien­tos y los con­tra­tos leo­ni­nos y se exten­dió rápi­da­men­te hacia el norte de la pro­vin­cia de Buenos Aires y el sur de Córdoba y Entre Ríos. Pese a la repre­sión el movi­mien­to triun­fó, sur­gien­do la Federación Agraria Argentina.
El Grito de Alcorta seña­la­ba el comien­zo de una nueva etapa en la his­to­ria de las luchas cam­pe­si­nas argen­ti­nas. Hacía su apa­ri­ción en el cora­zón de la pampa húme­da un nuevo torren­te del otro gran pro­ta­go­nis­ta de la revo­lu­ción, ponien­do en evi­den­cia ante gran­des masas las nefas­tas con­se­cuen­cias del lati­fun­dio, gran­des exten­sio­nes de tie­rra mono­po­li­za­das por la oli­gar­quía terra­te­nien­te. “La tie­rra para quién la tra­ba­je”, pasó a ser una de las ban­de­ras del movi­mien­to agra­rio.
Con el desa­rro­llo de las luchas obre­ras y cam­pe­si­nas, fue cre­cien­do una corrien­te revo­lu­cio­na­ria den­tro del movi­mien­to sin­di­cal y den­tro del Partido Socialista, corrien­te que rei­vin­di­có el mar­xis­mo y el carác­ter cla­sis­ta del socia­lis­mo.
La posi­bi­li­dad de una con­ver­gen­cia obre­ro­cam­pe­si­na con sec­to­res bur­gue­ses y peque­ño­bur­gue­ses que tras las ban­de­ras del radi­ca­lis­mo enfren­ta­ban al régi­men con­ser­va­dor, ponía en ries­go el poder de las cla­ses domi­nan­tes, que a su vez se encon­tra­ban hora­da­das por la agu­di­za­ción de la dis­pu­ta inte­rim­pe­ria­lis­ta que lle­va­ría a la Primera Guerra Mundial. Terciando en la tra­di­cio­nal dis­pu­ta entre ingle­ses y fran­ce­ses, desde fines del siglo pasa­do habían ido adqui­rien­do un impor­tan­te peso inter­no otros inte­re­ses impe­ria­lis­tas, como los ita­lia­nos, los bel­gas y par­ti­cu­lar­men­te, los ale­ma­nes. Cuando la dis­pu­ta de estos con los ingle­ses pasa a ser la prin­ci­pal, en la pri­me­ra déca­da de nues­tro siglo, comien­zan a ter­ciar tam­bién aquí los impe­ria­lis­tas yan­quis.
En estas con­di­cio­nes, la oli­gar­quía elige el mal menor. Concede en 1912 el voto uni­ver­sal mas­cu­li­no, secre­to. Hace jugar a su favor la fie­bre elec­to­ra­lis­ta de con­ci­lia­ción con la oli­gar­quía y el impe­ria­lis­mo, pre­do­mi­nan­te tanto en el socia­lis­mo como en el radi­ca­lis­mo. Esto con­di­cio­na­rá todo el desa­rro­llo pos­te­rior del movi­mien­to demo­crá­ti­co. El ini­cio de la gue­rra en 1914, entre las poten­cias atlán­ti­cas (prin­ci­pal­men­te Inglaterra y Francia) y los impe­rios cen­tra­les (Alemania y Austria, Hungría), ahon­da­rá la divi­sión inter­na de la oli­gar­quía, a la vez que debi­li­ta­rá tran­si­to­ria­men­te la opre­sión impe­ria­lis­ta sobre nues­tro país. Así, a tra­vés de elec­cio­nes, el radi­ca­lis­mo llega al gobier­no nacio­nal en 1916.
El carác­ter de clase del gobier­no radi­cal y su con­si­de­ra­ble rela­ción con la oli­gar­quía, deter­mi­na­ron que el triun­fo elec­to­ral del radi­ca­lis­mo no sig­ni­fi­ca­ra el fin del Estado de los terra­te­nien­tes, la gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria y el impe­ria­lis­mo, aun­que se recor­ta­sen algu­nos pri­vi­le­gios de esos sec­to­res.
El pro­le­ta­ria­do cre­cía y se lo admi­ra­ba por sus luchas. Pero care­cía del Partido que le per­mi­tie­ra par­ti­ci­par acti­va­men­te, con inde­pen­den­cia, en la revo­lu­ción demo­crá­ti­ca y, en su curso, tomar su direc­ción polí­ti­ca, ya que, por su línea, ni socia­lis­tas, ni anar­quis­tas podían hacer­lo.

Los gobiernos radicales

Yrigoyen se hace cargo del gobier­no en octu­bre de 1916 con el apoyo de una parte impor­tan­te del movi­mien­to obre­ro y de las masas popu­la­res, que gana las calles para fes­te­jar. Pero la polí­ti­ca de con­ci­lia­ción con la oli­gar­quía y el impe­ria­lis­mo tiñó todo el perio­do del gobier­no radi­cal yri­go­ye­nis­ta.
El movi­mien­to obre­ro y popu­lar pro­ta­go­ni­za un nuevo auge de luchas logran­do avan­zar en sus con­quis­tas demo­crá­ti­cas y eco­nó­mi­cas. Ejemplo de esto son las huel­gas por­tua­rias que obtie­nen jor­na­da de 8 horas y aumen­tos sala­ria­les, y las de ferro­via­rios, que logran la anu­la­ción del artí­cu­lo 11 de la ley de jubi­la­cio­nes que impo­nía renun­ciar al dere­cho de huel­ga para aco­ger­se a sus bene­fi­cios. El movi­mien­to cam­pe­si­no, con­ti­nuan­do su lucha, obten­drá reba­jas en los arren­da­mien­tos y, final­men­te, la pri­me­ra ley de arren­da­mien­tos y apar­ce­rías rura­les en 1921. La lucha de los estu­dian­tes, que se ini­cia­ba con la ocu­pa­ción de la Universidad de Córdoba en junio de 1918, logra­rá la con­quis­ta de la Reforma Universitaria.
En este con­tex­to de ascen­so revo­lu­cio­na­rio del movi­mien­to obre­ro y popu­lar, y con­tri­bu­yen­do al mismo, se for­ta­le­ce la corrien­te que en el seno del Partido Socialista rei­vin­di­ca el mar­xis­mo y el carác­ter cla­sis­ta del socia­lis­mo, en la lucha con­tra el revi­sio­nis­mo y el opor­tu­nis­mo polí­ti­co de su direc­ción. Estimulada esta corrien­te por el triun­fo de la revo­lu­ción bol­che­vi­que, expul­sa­dos sus miem­bros del PS por la direc­ción, dan ori­gen el 6 de enero de 1918 al Partido Socialista Internacional, que a par­tir de 1921 pasó a ser el Partido Comunista de la Argentina. Se crea­ba así la posi­bi­li­dad de que el pro­le­ta­ria­do argen­ti­no con­ta­se con un par­ti­do autén­ti­ca­men­te revo­lu­cio­na­rio, mar­xis­ta-leni­nis­ta.
Terminada la gue­rra inte­rim­pe­ria­lis­ta, la oli­gar­quía y el impe­ria­lis­mo pasan a tra­ba­jar acti­va­men­te por recu­pe­rar el terre­no per­di­do, ponien­do el cen­tro en dete­ner la olea­da revo­lu­cio­na­ria de masas y cer­can­do al gobier­no radi­cal.
El desa­rro­llo del movi­mien­to alcan­za un momen­to cul­mi­nan­te en la segun­da sema­na de enero de 1919. La lucha por sala­rio, con­di­cio­nes y tiem­po de tra­ba­jo de los 800 obre­ros de los Talleres Vasena, es repri­mi­da vio­len­ta­men­te por la poli­cía, dejan­do un saldo de 4 muer­tos y 30 heri­dos. Esta es la chis­pa que pone en pie a los tra­ba­ja­do­res y el pue­blo de Buenos Aires y Avellaneda.
Los paros y mar­chas espon­tá­ne­as se extien­den rápi­da­men­te, obli­gan­do a la FORA a decre­tar la huel­ga gene­ral. 200.000 per­so­nas que acom­pa­ñan los res­tos de los obre­ros ase­si­na­dos son tiro­tea­das por la poli­cía. Las masas enfren­tan, rebal­san las fuer­zas poli­cia­les y la suble­va­ción se extien­de. Se gene­ra­li­zan las barri­ca­das, asal­tos de arme­rías, tomas de algu­nas comi­sa­rías, etc., y duran­te un corto tiem­po el pue­blo se trans­for­ma en dueño de la ciu­dad.
El Ejército entra en la ciu­dad con el con­sen­ti­mien­to de Yrigoyen y repri­me san­grien­ta­men­te la suble­va­ción popu­lar, arman­do ade­más gru­pos civi­les de la oli­gar­quía, que asal­tan loca­les e impren­tas obre­ras y rea­li­zan ver­da­de­ras “razzias” en los barrios obre­ros, con un saldo de 1.500 muer­tos y más de 4.000 heri­dos, inclu­yen­do muje­res, ancia­nos y niños. Genocidio –sólo com­pa­ra­ble a los de Rosas y Roca con­tra los indios– que pasa­rá a la his­to­ria con el nom­bre de Semana Trágica.
Pese a la masa­cre, los ecos del levan­ta­mien­to obre­ro y popu­lar de enero de 1919, lle­ga­rán hasta los más apar­ta­dos rin­co­nes, con­mo­vien­do a los explo­ta­dos y a los explo­ta­do­res de esos ver­da­de­ros impe­rios lati­fun­dis­tas del norte y del sur argen­ti­no. Ejemplos de esto, serán las his­tó­ri­cas huel­gas de la Forestal y de la Patagonia, en 1920 y 1921, tam­bién san­grien­ta­men­te repri­mi­das por el Ejército envia­do por Yrigoyen en apoyo de la oli­gar­quía. La matan­za de Santa Cruz supe­ró en ale­vo­sía y en el núme­ro de muer­tos a la Semana Trágica, con resul­ta­dos mucho más catas­tró­fi­cos para la pro­vin­cia, pues refor­zó la dic­ta­du­ra omní­mo­da de los lati­fun­dis­tas.
La falta de direc­ción y obje­ti­vos polí­ti­cos cla­ros en el pro­le­ta­ria­do, por la insi­pien­cia del Partido Comunista y la con­ci­lia­ción de los socia­lis­tas y los “sin­di­ca­lis­tas revo­lu­cio­na­rios” con el gobier­no de Yrigoyen, llevó al ais­la­mien­to a esas his­tó­ri­cas luchas, faci­li­tan­do el ensa­ña­mien­to de la oli­gar­quía.
Pero para la lucha revo­lu­cio­na­ria anti­te­rra­te­nien­te y anti­im­pe­ria­lis­ta sus ense­ñan­zas siguen sien­do vale­de­ras.
Por su parte, la acti­tud del yri­go­ye­nis­mo gra­fi­ca el doble carác­ter de la bur­gue­sía nacio­nal, que por un lado for­ce­jea y por el otro con­ci­lia con el impe­ria­lis­mo y la oli­gar­quía terra­te­nien­te, con lo que ter­mi­na enre­da­da en las tela­ra­ñas del atra­so y la depen­den­cia, y si bien hace con­ce­sio­nes al movi­mien­to obre­ro y popu­lar, trata de man­te­ner­lo bajo su égida; teme­ro­sa del des­bor­de repri­me vio­len­ta­men­te las luchas que se salen de su con­trol.
La expe­rien­cia del yri­go­ye­nis­mo en el gobier­no mos­tró, en defi­ni­ti­va, la impo­ten­cia del cami­no refor­mis­ta para resol­ver las tare­as agra­rias y anti­im­pe­ria­lis­tas. Su con­ci­lia­ción, par­ti­cu­lar­men­te con los gran­des terra­te­nien­tes gana­de­ros, faci­li­tó la recu­pe­ra­ción de posi­cio­nes por parte de la oli­gar­quía y el impe­ria­lis­mo, que pasa­ron a pre­do­mi­nar abier­ta­men­te con el gobier­no de Alvear, de 1922 a 1928. Esto obli­gó al yri­go­ye­nis­mo a pasar prác­ti­ca­men­te a la opo­si­ción, desde la cual nue­va­men­te, y con mayor ampli­tud, ganó las elec­cio­nes nacio­na­les que die­ron la pre­si­den­cia por segun­da vez a Yrigoyen en 1928.

En la década Infame

Pese al amplio apoyo popu­lar y al nuevo auge de luchas anti­im­pe­ria­lis­tas en toda Latinoamérica –entre las que se des­ta­ca­rá la de Andino en Nicaragua– el nuevo gobier­no de Yrigoyen se deba­tió en la impo­ten­cia de su polí­ti­ca refor­mis­ta, no yendo a fondo con­tra la oli­gar­quía y el impe­ria­lis­mo. Estos apro­ve­cha­rían las difi­cul­ta­des crea­das por la cri­sis capi­ta­lis­ta mun­dial de 1929, para pasar abier­ta­men­te a la cons­pi­ra­ción que cul­mi­na con el golpe de Estado del 6 de setiem­bre de 1930. Se ini­cia así la lla­ma­da déca­da infa­me, que se pro­lon­gó hasta 1943.
En el golpe del 6 de setiem­bre de 1930 coin­ci­die­ron dis­tin­tos sec­to­res proim­pe­ria­lis­tas, tanto pro­yan­quis y pro­a­le­ma­nes como pro­fran­ce­ses y proin­gle­ses. Pero estos últi­mos rápi­da­men­te logra­rían impo­ner su hege­mo­nía en el seno de la dic­ta­du­ra, con­cor­dan­do con el pre­do­mi­nio que tenía enton­ces el impe­ria­lis­mo inglés sobre la eco­no­mía y la socie­dad argen­ti­na. Predominio cuya base esta­ba en la alian­za con los terra­te­nien­tes gana­de­ros, que tenían en Inglaterra su prin­ci­pal com­pra­dor. Esto se gra­fi­có con la firma del Pacto Roca-Runciman en 1933.
La hege­mo­nía de los sec­to­res proin­gle­ses se daba en el marco de una reno­va­da dis­pu­ta de pro­a­le­ma­nes y pro­fran­ce­ses, que tam­bién se vie­ron favo­re­ci­dos por los gobier­nos entre­guis­tas de Justo, Ortiz y Castillo. Y hacia fina­les de la déca­da aumen­tan sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te las inver­sio­nes nor­te­ame­ri­ca­nas.
Distinta era la situa­ción en el resto de América Latina, donde ya el impe­ria­lis­mo yan­qui había logra­do impo­ner su hege­mo­nía, tam­bién en aguda dis­pu­ta con ingle­ses y ale­ma­nes, como lo mos­tró en par­ti­cu­lar la gue­rra del Chaco –de 1932 a 1935–, en la que los pue­blos her­ma­nos de Bolivia y Paraguay fue­ron uti­li­za­dos como carne de cañón para diri­mir el con­flic­to por la región entre las poten­cias impe­ria­lis­tas.
Pese al frau­de elec­to­ral y a la repre­sión poli­cial, con la tris­te­men­te céle­bre Sección Especial, el movi­mien­to obre­ro, cam­pe­si­no y popu­lar ini­cia un nuevo auge de media­dos de la déca­da del trein­ta.
Al calor de la lucha avan­za la orga­ni­za­ción del movi­mien­to obre­ro a tra­vés de los sin­di­ca­tos por rama de la pro­duc­ción, supe­ran­do los vie­jos gre­mios por ofi­cio, como es el des­ta­ca­do caso de la Federación Obrera Nacional de la Construcción, FONC, en cuyo desa­rro­llo y fuer­za inci­die­ron deci­si­va­men­te los prin­ci­pios del cla­sis­mo revo­lu­cio­na­rio y anti­im­pe­ria­lis­ta, que impul­só en esos años el toda­vía Partido Comunista de la Argentina. Con una orien­ta­ción seme­jan­te se desa­rro­llan otros sin­di­ca­tos y fede­ra­cio­nes de la indus­tria, como los cer­ve­ce­ros, obre­ros de la carne, ali­men­ta­ción, made­ra, meta­lúr­gi­cos, del ves­ti­do, del cal­za­do. etc.
La pro­lon­ga­da huel­ga de la cons­truc­ción de fines de 1935, que con­ci­tó la gran huel­ga de soli­da­ri­dad de enero de 1936, dio nue­vos bríos a las luchas obre­ras y popu­la­res, entre las que se des­ta­ca la lucha de los cam­pe­si­nos algo­do­ne­ros del Chaco con­tra Bunge y Born y Anderson Clayton.
En este marco se orga­ni­za el movi­mien­to anti­fas­cis­ta, que da lugar por pri­me­ra vez a una mani­fes­ta­ción con­jun­ta de la CGT con los par­ti­dos polí­ti­cos opues­tos al gobier­no de Justo, el lº de Mayo de 1936. Ya par­tir de julio de 1936, con el ini­cio de la gue­rra civil espa­ño­la, se desa­rro­lla­rá en par­ti­cu­lar el movi­mien­to de soli­da­ri­dad con la República, que inclu­yó el envío de bri­ga­das para su defen­sa fren­te al levan­ta­mien­to fran­quis­ta, que con­ta­ba con el apoyo abier­to de los gobier­nos fas­cis­tas de Alemania e Italia.
En todas estas luchas juega un papel deci­si­vo el Partido Comunista, que a tra­vés de la abne­ga­da labor de sus mili­tan­tes marca un hito en las glo­rio­sas tra­di­cio­nes de lucha del movi­mien­to comu­nis­ta argen­ti­no.
En setiem­bre de 1939 se ini­cia la Segunda Guerra Mundial impe­ria­lis­ta. El debi­li­ta­mien­to tem­po­ral de Inglaterra, por la ofen­si­va de la Alemania nazi inci­dió sobre la situa­ción argen­ti­na. Se vie­ron afec­ta­das las posi­cio­nes de los prin­ci­pa­les opre­so­res de la Nación Argentina. A la vez, las inver­sio­nes ale­ma­nas hacían cre­cer la inten­ción nazi de adue­ñar­se de nues­tro país. Estados Unidos entró en la gue­rra dos años más tarde. A par­tir de enton­ces pre­sio­nó en dis­tin­tos terre­nos, aun­que sin éxito, para lograr el apoyo acti­vo de nues­tro país. Todo esto alen­tó, duran­te este perío­do, un cier­to espí­ri­tu de inde­pen­den­cia de la bur­gue­sía nacio­nal, par­ti­cu­lar­men­te res­pec­to del impe­ria­lis­mo inglés.
Con la agre­sión de Alemania a la URSS (en ese enton­ces toda­vía bajo la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do), la gue­rra inte­rim­pe­ria­lis­ta se trans­for­mó en una gue­rra mun­dial anti­fas­cis­ta, en la que se fun­dió la defen­sa del pri­mer país socia­lis­ta con la lucha libe­ra­do­ra de los pue­blos opri­mi­dos por el nazis­mo ale­mán, el mili­ta­ris­mo japo­nés y el fas­cis­mo ita­lia­no. El impe­ria­lis­mo nazi­fas­cis­ta se con­vir­tió en el ene­mi­go prin­ci­pal del pro­le­ta­ria­do a esca­la mun­dial. Fue justo con­si­de­rar­lo así mun­dial­men­te y esto no era anta­gó­ni­co con los inte­re­ses libe­ra­do­res de la revo­lu­ción argen­ti­na.
Dada la nueva situa­ción nacio­nal e inter­na­cio­nal la clase obre­ra argen­ti­na podía impul­sar bajo su direc­ción un fren­te anti­fas­cis­ta, anti­im­pe­ria­lis­ta y anti­o­li­gár­qui­co que, pro­mo­vien­do las luchas popu­la­res, atra­je­ra a la bur­gue­sía nacio­nal y colo­ca­se al país junto a la coa­li­ción anti­fas­cis­ta. Pero la línea erró­nea del PC limi­tó mucho el apor­te argen­ti­no a la coa­li­ción anti­fas­cis­ta e hizo per­der inde­pen­den­cia al pro­le­ta­ria­do, al subor­di­nar su polí­ti­ca a la alian­za con los impe­ria­lis­tas anglo­yan­quis y con los sec­to­res libe­ra­les de los terra­te­nien­tes. En estas con­di­cio­nes y apro­ve­chan­do la debi­li­dad momen­tá­nea de los dis­tin­tos sec­to­res, impe­ria­lis­tas, la bur­gue­sía nacio­nal pasó a hege­mo­ni­zar un fren­te nacio­na­lis­ta bur­gués que logró ganar una gran base de masas.

El peronismo

El 4 de junio de 1943 se pro­du­jo el golpe mili­tar que desa­lo­jó del gobier­no a con­ser­va­do­res y radi­ca­les anti­per­so­na­lis­tas. Los sec­to­res proin­gle­ses que actua­ron pre­ven­ti­va­men­te, ponien­do a la cabe­za al gene­ral Rawson, rápi­da­men­te se vie­ron par­cial­men­te des­pla­za­dos por los pro­a­le­ma­nes, que impu­sie­ron a Ramírez. Pero este golpe se dio cuan­do los Ejércitos nazis habían sido derro­ta­dos en Stalingrado y en el grupo de mili­ta­res hege­mó­ni­co habla sec­to­res nacio­na­lis­tas que pen­sa­ban ya en el mundo de pos­gue­rra, con EE.UU. y la Unión Soviética triun­fan­tes; entre éstos esta­ba el enton­ces coro­nel Perón.
Terminada la Segunda Guerra Mundial con la derro­ta de la Alemania nazi, crece el auge de la lucha revo­lu­cio­na­ria de los pue­blos y paí­ses opri­mi­dos. Estados Unidos se trans­for­ma en el impe­ria­lis­mo más agre­si­vo a esca­la mun­dial, y en el gen­dar­me y prin­ci­pal ene­mi­go de los pue­blos.
Esto suce­dió en 1945 e ini­cial­men­te no todos los comu­nis­tas lo com­pren­die­ron así. Justamente por haber­lo enten­di­do, y a fondo, es que el Partido Comunista de China pudo con­du­cir su revo­lu­ción al triun­fo en 1949.
La direc­ción del Partido Comunista de la Argentina no com­pren­dió que, derro­ta­dos los nazis, las cosas habían cam­bia­do, tanto inter­na­men­te (dilu­yén­do­se toda posi­bi­li­dad inme­dia­ta de que el impe­ria­lis­mo ale­mán pudie­ra deci­dir a su favor el domi­nio sobre la Argentina), como a esca­la mun­dial.
Al hacer suyas las teo­rías brow­de­ris­tas (del revi­sio­nis­ta Browder, que había sido dis­tin­gui­do diri­gen­te de la Internacional Comunista, y en ese momen­to enca­be­za­ba el Partido Comunista de los Estados Unidos), plan­teó que se abría un perio­do de cola­bo­ra­ción con los impe­ria­lis­mos “demo­crá­ti­cos” (prin­ci­pal­men­te Gran Bretaña y los Estados Unidos) y la posi­bi­li­dad de abrir un pro­ce­so de libe­ra­ción nacio­nal con su ayuda. Por esto, y por su polí­ti­ca opor­tu­nis­ta res­pec­to de los terra­te­nien­tes libe­ra­les, se aisló del pro­le­ta­ria­do, per­dió fuer­zas y no pudo orien­tar correc­ta­men­te el movi­mien­to obre­ro, cam­pe­si­no y popu­lar en alza, y enfren­tó como ene­mi­go prin­ci­pal a la bur­gue­sía nacio­nal.
El 17 de octu­bre de 1945, fren­te a la ofen­si­va de los sec­to­res más repre­sen­ta­ti­vos de la oli­gar­quía  y el impe­ria­lis­mo, se pro­du­jo la movi­li­za­ción obre­ra y popu­lar que impi­dió que se ins­ta­le un gobier­no de gale­ri­tas apo­ya­do por todos los pode­ro­sos de la tie­rra, reivin­di­ca y defien­de sus con­quis­tas socia­les y saca de la cár­cel a su jefe el gene­ral Perón, abrien­do un nuevo rumbo para la his­to­ria argen­ti­na. Sobre la base de esta movi­li­za­ción pro­mo­vi­da y hege­mo­ni­za­da por la direc­ción pero­nis­ta ésta se afir­ma en resor­tes cla­ves del Estado, logran­do cam­biar a su favor la corre­la­ción de fuer­zas en el Ejército.
En estas con­di­cio­nes se mar­cha a las elec­cio­nes nacio­na­les del 24 de febre­ro de 1946, que se carac­te­ri­zan por una pola­ri­za­ción extre­ma de la socie­dad argen­ti­na, y encuen­tran a la pro­pia clase obre­ra divi­di­da, pues el par­ti­do del pro­le­ta­ria­do, al impul­sar e inte­grar la Unión Democrática, se alió a los ene­mi­gos estra­té­gi­cos de la revo­lu­ción argen­ti­na (el impe­ria­lis­mo y los terra­te­nien­tes). Ante la opción: Braden o Perón, la mayo­ría del pro­le­ta­ria­do indus­trial y rural y del cam­pe­si­na­do pobre se volcó hacia este últi­mo, con­vir­tién­do­se en la prin­ci­pal base social del movi­mien­to pero­nis­ta, hege­mo­ni­za­do por la bur­gue­sía nacio­nal con aspi­ra­cio­nes indus­tria­lis­tas, en el cual con­flu­yó tam­bién una frac­ción de terra­te­nien­tes.
Durante los diez años de gobier­no pero­nis­ta y en par­ti­cu­lar duran­te la pri­me­ra pre­si­den­cia de Perón, los sec­to­res de bur­gue­sía nacio­nal indus­tria­lis­ta pasa­ron a hege­mo­ni­zar el Estado. Se adop­ta­ron medi­das que lesio­na­ron inte­re­ses impe­ria­lis­tas y se recor­ta­ron bene­fi­cios de la oli­gar­quía. Medidas que esti­mu­la­ron el desa­rro­llo de la bur­gue­sía nacio­nal, amplia­ron el mer­ca­do inter­no y die­ron impul­so al desa­rro­llo capi­ta­lis­ta. A ello se sumó el fomen­to del capi­ta­lis­mo de Estado en ener­gía, trans­por­te, fabri­ca­ción de mate­rial mili­tar, indus­trias metal­me­cá­ni­ca, etc., la nacio­na­li­za­ción de una parte del comer­cio exte­rior y el con­ge­la­mien­to de los arren­da­mien­tos, lográn­do­se la colo­ni­za­ción de algu­nos lati­fun­dios, prin­ci­pal­men­te allí donde los cam­pe­si­nos lo toma­ron en sus manos (Lapín en Rivera, Nueva Plata en Pehuajó, Otto Bemberg en Chascomús, etc.). Al mismo tiem­po se impul­só un pro­ce­so de sin­di­ca­li­za­ción masi­va y se puso en prác­ti­ca una legis­la­ción que con­cre­ta­ba rei­vin­di­ca­cio­nes por las que la clase obre­ra había lucha­do heroi­ca­men­te duran­te muchas déca­das: jubi­la­ción, vivien­das, obras socia­les, con­ven­cio­nes colec­ti­vas de tra­ba­jo. Escuelas, fábri­ca, voto de la mujer. etc.
Todo esto hizo que glo­bal­men­te la socie­dad argen­ti­na ope­ra­ra un impor­tan­te avan­ce con el pero­nis­mo. Pero éste, dada la natu­ra­le­za de clase de su direc­ción, no tocó lo fun­da­men­tal de las cla­ses domi­nan­tes: el lati­fun­dio y los mono­po­lios impe­ria­lis­tas, prin­ci­pal­men­te en la indus­tria de la carne y la elec­tri­ci­dad. La eco­no­mía argen­ti­na con­ti­nuó sien­do depen­dien­te y se man­tu­vo la base del poder de los terra­te­nien­tes. A la vez, rea­li­zó una polí­ti­ca de suje­ción de los sin­di­ca­tos al Estado, res­trin­gien­do y per­si­guien­do a la opo­si­ción, no sólo de los sec­to­res oli­gár­qui­cos sino tam­bién de sec­to­res popu­la­res y de la clase obre­ra que no acep­ta­ban subor­di­nár­se­le. Incluso recu­rrió a la repre­sión abier­ta de las huel­gas y mani­fes­ta­cio­nes obre­ras y popu­la­res que iban más allá de “lo per­mi­ti­do”, es decir; luchas por rei­vin­di­ca­cio­nes que cues­tio­na­ban las limi­ta­cio­nes de su nacio­na­lis­mo y refor­mis­mo por la con­ci­lia­ción con los terra­te­nien­tes y los impe­ria­lis­tas. Esto llevó a ahon­dar las divi­sio­nes en el movi­mien­to obre­ro, y sobre todo entre éste y los demás sec­to­res popu­la­res (ya que el pero­nis­mo los repri­mía auto atri­bu­yén­do­se la repre­sen­ta­ción del movi­mien­to obre­ro), lo que fue hábil­men­te apro­ve­cha­do por la oli­gar­quía y el impe­ria­lis­mo para recon­quis­tar sus posi­cio­nes.
Sometido a una fuer­te pre­sión del impe­ria­lis­mo yan­qui, y sin divi­sas para impor­tar los bie­nes de capi­tal que nece­si­ta­ba la indus­tria para for­ta­le­cer los sec­to­res de la meta­lur­gia pesa­da y livia­na, petró­leo y deri­va­dos y otras ramas indus­tria­les, el gobier­no pero­nis­ta comen­zó a retro­ce­der. Mientras, cons­pi­ra­ban acti­va­men­te los terra­te­nien­tes y en gene­ral los sec­to­res proim­pe­ria­lis­tas (golpe falli­do de 1951) y avan­za­ban tanto la oli­gar­quía como los mono­po­lios (yan­quis, ingle­ses, euro­peos en gene­ral).
Las masas, par­ti­cu­lar­men­te la clase obre­ra, seguían com­ba­tien­do por sus rei­vin­di­ca­cio­nes, enfren­tan­do en muchos casos las per­se­cu­cio­nes y la repre­sión, con impor­tan­tes hitos como las huel­gas de los cañe­ros tucu­ma­nos, grá­fi­cos, meta­lúr­gi­cos, ferro­via­rios, ban­ca­rios. etc. Hacia fines de 1950 se desa­rro­lló un gran movi­mien­to popu­lar con­tra las pre­sio­nes por par­ti­ci­par con un con­tin­gen­te de sol­da­dos argen­ti­nos junto al impe­ria­lis­mo yan­qui en la gue­rra de Corea. La mar­cha de los obre­ros ferro­via­rios de Pérez, pese a ser tam­bién repri­mi­da, jugó un papel deci­si­vo en este movi­mien­to que, final­men­te, logró su obje­ti­vo.
Asimismo, las masas obre­ras y popu­la­res resis­tie­ron el inten­to de entre­ga del petró­leo a empre­sas yan­quis y las pro­pues­tas del “Congreso de la Productividad”, que impul­só una polí­ti­ca de supe­rex­plo­ta­ción obre­ra como sali­da para la cri­sis. Los terra­te­nien­tes, sabién­do­se fuer­tes por­que el país nece­si­ta­ba divi­sas y éstas pro­ve­nían del campo, y los mono­po­lios impe­ria­lis­tas recu­pe­ra­dos sus paí­ses de las secue­las de la gue­rra, por su capa­ci­dad de inver­sión en las indus­trias men­cio­na­das, mar­cha­ron a for­mar un blo­que con­tra las exi­gen­cias popu­la­res y con­tra el gobier­no pero­nis­ta. Tratando de resis­tir el cre­cien­te hos­ti­ga­mien­to impe­ria­lis­ta. Perón hizo impor­tan­tes acuer­dos eco­nó­mi­cos con la URSS y otros paí­ses enton­ces toda­vía socia­lis­tas.

La restauración oligárquica

Ante la cre­cien­te ame­na­za de golpe de Estado, espe­cial­men­te des­pués de la jor­na­da san­grien­ta de junio de 1955, las masas obre­ras inten­ta­ron enfren­tar­lo, inclu­so con las armas. El gobier­no se opuso. Finalmente, en setiem­bre de 1955, el golpe triun­fó. La bur­gue­sía pero­nis­ta, como antes la radi­cal, mos­tra­ba su impo­ten­cia para impe­dir las res­tau­ra­cio­nes oli­gár­qui­co-impe­ria­lis­tas. Pese a esto, hubo una fuer­te resis­ten­cia obre­ra y popu­lar al golpe.
En la direc­ción del PC, con­tra la acti­tud de muchos de sus mili­tan­tes que par­ti­ci­pa­ron de esa resis­ten­cia, ter­mi­nó pre­do­mi­nan­do una línea de apoyo a la “Libertadora”. En oca­sión del golpe del 16 de junio de 1955 había exi­gi­do armar al pue­blo; tres meses des­pués, ante el golpe de setiem­bre, el día 18 llamó a “poner tér­mi­no a la gue­rra civil que esta­ba hacien­do estra­gos”. Esta supues­ta posi­ción inde­pen­dien­te ocul­ta­ba que la direc­ción del PC había pues­to un pie en el golpe gori­la, (par­ti­ci­pa­ción del sec­tor mili­tar afín a Solanas Pacheco, Lanusse, Guglialmeli), lo que se expre­só en la con­cu­rren­cia masi­va de sus mili­tan­tes uni­ver­si­ta­rios y de barrios de la Capital a la con­cen­tra­ción que fes­te­jó en la Plaza de Mayo el triun­fo gori­la. Muchos de sus miem­bros ocu­pa­ron pues­tos impor­tan­tes en los sin­di­ca­tos y uni­ver­si­da­des inter­ve­ni­dos por la “revo­lu­ción liber­ta­do­ra”.
Desde 1955 se acen­túa la depen­den­cia de nues­tro país, a par­tir de anu­dar lazos con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otras ins­ti­tu­cio­nes finan­cie­ras impe­ria­lis­tas. La polí­ti­ca de la dic­ta­du­ra refor­zó la pene­tra­ción yan­qui y euro­pea, favo­re­cien­do un rápi­do pro­ce­so de con­cen­tra­ción y cen­tra­li­za­ción del capi­tal en la indus­tria, el comer­cio y las finan­zas, a la vez que se eli­mi­na­ban las res­tric­cio­nes al lati­fun­dio en el campo. Así se pro­fun­di­zó la explo­ta­ción y opre­sión de la clase obre­ra y el pue­blo, se man­tu­vo el estan­ca­mien­to agro­pe­cua­rio y se  per­ju­di­ca­ron amplios sec­to­res de la bur­gue­sía nacio­nal.
La resis­ten­cia a esta polí­ti­ca tuvo diver­sas for­mas. La clase obre­ra y las masas popu­la­res pro­ta­go­ni­za­ron gran­des com­ba­tes. Se desa­rro­lló la resis­ten­cia pero­nis­ta. Peronistas, comu­nis­tas y otros sec­to­res se unie­ron con­tra la inter­ven­ción dic­ta­to­rial de la CGT y la derro­ta­ron.
A par­tir de 1956, esti­mu­la­do y apo­ya­do por la cama­ri­lla que des­pués de la muer­te de Stalin res­tau­ró el capi­ta­lis­mo en la URSS, se abre un con­tra­dic­to­rio pro­ce­so en la direc­ción del PC argen­ti­no, hasta que se impo­ne total­men­te el revi­sio­nis­mo y la trai­ción a los inte­re­ses de la clase obre­ra.
En opo­si­ción a esa línea, que trans­for­mó al PC, de par­ti­do del pro­le­ta­ria­do en quin­ta­co­lum­na del socia­lim­pe­ria­lis­mo sovié­ti­co, sur­gió la corrien­te anti­te­rro­ris­ta, anti­o­por­tu­nis­ta, que fue decre­cien­do a par­tir de 1959. A tra­vés de un curso de desa­rro­llo com­ple­jo, esti­mu­la­dos por la lucha de cla­ses nacio­nal e inter­na­cio­nal y por la lucha anti­rre­vi­sio­nis­ta a esca­la mun­dial, se fue­ron con­fi­gu­ran­do los afluen­tes que el 6 de enero de 1968 iban a cons­ti­tuir el Partido Comunista Revolucionario de la Argentina.
En el campo de la bur­gue­sía, entre­tan­to, se había ido con­for­man­do la corrien­te desa­rro­llis­ta, lide­ra­da por Frondizi, quien ini­cial­men­te plan­teó pos­tu­ras anti­im­pe­ria­lis­tas.
Los revi­sio­nis­tas sovié­ti­cos pudie­ron apro­ve­char  sus vie­jas rela­cio­nes y las del PC con los diri­gen­tes del fron­do­fri­ge­ris­mo para ins­tru­men­tar dicha corrien­te en sus for­ce­jeos con los yan­quis. Utilizando su pode­ro­so apa­ra­to eco­nó­mi­co y, tam­bién, las rela­cio­nes comer­cia­les de sec­to­res de la cla­ses domi­nan­tes con la URSS, el socia­lim­pe­ria­lis­mo sovié­ti­co fue desa­rro­llan­do sec­to­res de gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria del tipo Gelbard (como grupo eco­nó­mi­co y en el accio­nar polí­ti­co, Gelbard y Frigerio mar­cha­ron uni­dos hasta fines de la déca­da del 60), Broker, Graiver, Trozzo, Greco, Oliver, etc. Y aso­cian­do tam­bién a un grupo de terra­te­nien­tes y de la gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria tra­di­cio­nal, como los que expre­san los Lanusse, Bullrich, Shaw, Blaquier, Acevedo, Martinez de Hoz, Hirsch, Navajas Artaza, Zorraquin, Gruneisen, Muñiz Barreto, Cárcano, Santamarina, etc.
Es duran­te el gobier­no de Frondizi cuan­do estos sec­to­res comien­zan a adqui­rir un gran desa­rro­llo, no por las leyes del mer­ca­do sino por el uso de los fon­dos, estí­mu­los, lici­ta­cio­nes, vacia­mien­tos y demás bene­fi­cios que les per­mi­te el mane­jo del gobier­no. Para hacer esta polí­ti­ca, el gobier­no de Frondizi tuvo que otor­gar impor­tan­tes con­ce­sio­nes a sec­to­res del impe­ria­lis­mo yan­qui y a mono­po­lios euro­peos, quie­nes tenían un peso deci­si­vo en la eco­no­mía nacio­nal.
Dadas las con­di­cio­nes exis­ten­tes enton­ces, y en par­ti­cu­lar la posi­bi­li­dad de inver­tir en ramas poco desa­rro­lla­das y con un mer­ca­do inter­no impor­tan­te, como la indus­tria auto­mo­triz y cone­xas, (petró­leo, cau­cho, par­tes, etc.), se pro­du­jo un cre­ci­mien­to y una diver­si­fi­ca­ción de la eco­no­mía de los años siguien­tes a 1959. Eso se logró con la ruina y el empo­bre­ci­mien­to de otros sec­to­res, la opre­sión de la mayo­ría del pue­blo, la supe­rex­plo­ta­ción obre­ra y la entre­ga del patri­mo­nio nacio­nal. Todo lo cual iba a aca­rre­ar una nueva cri­sis, aún más pro­fun­da, como fue la de 1962-63.
En heroi­cas jor­na­das, con huel­ga gene­ral y barri­ca­das, la clase obre­ra resis­tió la polí­ti­ca del gobier­no. Frondizi apeló enton­ces a la repre­sión abier­ta, recu­rrien­do inclu­so al Ejército, como en la his­tó­ri­ca toma del fri­go­rí­fi­co Lisandro de la Torre, en enero de 1959, y la huel­ga gran­de ferro­via­ria de 1961. Las gran­des luchas del movi­mien­to estu­dian­til en estos años (por mayor pre­su­pues­to, en defen­sa de la ense­ñan­za laica. etc.), al con­fluir con la resis­ten­cia obre­ra al fron­di­zis­mo, ayu­da­ron a dis­mi­nuir la bre­cha abier­ta en el campo popu­lar en 1955.
Comunistas y pero­nis­tas, obre­ros y estu­dian­tes, jun­tos en las calles y en las cár­ce­les de Frondizi, enfren­tan­do la repre­sión y el Plan Conintes, irán for­jan­do una nueva uni­dad. Esto se expre­sa­rá tam­bién en el inten­to de resis­tir, aún con­tra la opi­nión de las direc­cio­nes del PC y el PJ, la inter­ven­ción a la pro­vin­cia de Buenos Aires (cuan­do el pero­nis­mo ganó con Framini las elec­cio­nes en 1962).
Estos acon­te­ci­mien­tos ocu­rrían mien­tras tenía lugar la Revolución cuba­na, cuyo triun­fo (en 1959) había con­mo­vi­do a todo el pue­blo argen­ti­no, for­ta­le­cien­do el com­ba­te anti­im­pe­ria­lis­ta y la bús­que­da de un cami­no revo­lu­cio­na­rio. Esta Revolución con­tri­bu­yó a pro­du­cir una izquier­da­li­za­ción masi­va de las capas medias, espe­cial­men­te en el estu­dian­ta­do.
El golpe de Estado de marzo de 1962 no frenó el auge de las luchas obre­ras y popu­la­res y comien­zan las ocu­pa­cio­nes de fábri­cas como res­pues­ta a la polí­ti­ca de la dic­ta­du­ra. En este marco se pro­du­cen los enfren­ta­mien­tos en la cús­pi­de mili­tar, que cul­mi­nan en la lucha arma­da entre “azu­les” y “colo­ra­dos” expre­sión de la pugna por el poder de dis­tin­tos sec­to­res proim­pe­ria­lis­tas, de terra­te­nien­tes y de gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria. Mientras los sec­to­res desa­rro­lla­dos con el fron­di­cis­mo (pro­yan­quis, pro­eu­ro­peos y pro­rru­sos) ani­da­ban en los “azu­les”, los “colo­ra­dos” expre­sa­ban a los sec­to­res de oli­gar­quía tra­di­cio­nal más liga­dos al impe­ria­lis­mo inglés. Derrotados estos últi­mos, la dis­pu­ta segui­rá en el seno de los “azu­les” (“moder­nis­tas”), como expre­sión prin­ci­pal­men­te de las con­tra­dic­cio­nes entre los sec­to­res pro­yan­quis y pro­rru­sos.
En esta situa­ción de aguda lucha por el con­trol del poder y con el pero­nis­mo pros­cri­to se rea­li­zan las elec­cio­nes de 1963, que lle­van al radi­ca­lis­mo al gobier­no, con Illía como pre­si­den­te. Este pre­ten­dió apli­car una polí­ti­ca de signo refor­mis­ta en lo inter­no y de cues­tio­na­mien­to de algu­nos ele­men­tos de la pene­tra­ción yan­qui en lo inter­na­cio­nal.
La clase obre­ra y el pue­blo rea­li­za­ron en este perio­do impor­tan­tes luchas rei­vin­di­ca­ti­vas y polí­ti­cas. Se gene­ra­li­za­ron las tomas de fábri­cas. Hubo gran­des luchas estu­dian­ti­les y movi­li­za­cio­nes en soli­da­ri­dad con Santo Domingo. Tuvieron lugar impor­tan­tes movi­mien­tos cam­pe­si­nos, como las mar­chas cañe­ras en Tucumán que per­mi­tie­ron el pacto entre la UCIT y la F0TIA, y se refle­ja­ron en la incor­po­ra­ción de la lucha por la refor­ma agra­ria en el pro­gra­ma de la CGT.
Al ampa­ro de esta situa­ción se amplía la pene­tra­ción sovié­ti­ca, crece la rele­van­cia del grupo Gelbard-Broner y de los sec­to­res aso­cia­dos al socia­lim­pe­ria­lis­mo. El fron­do­fri­ge­ris­mo y el gel­bar­dis­mo fue­ron acti­vos gol­pis­tas. Actitud com­par­ti­da por la direc­ción del PC (que antes había apo­ya­do abier­ta­men­te a los “azu­les”) y la direc­ción del PJ (en par­ti­cu­lar, el van­do­ris­mo), ambos ins­tru­men­ta­ron las jus­tas luchas obre­ras y popu­la­res para sus fines, aún cuan­do la mayo­ría de los mili­tan­tes comu­nis­tas –en cre­cien­te opo­si­ción a su direc­ción– y tam­bién pero­nis­tas, no acor­da­ban con los enjua­gues gol­pis­tas. La direc­ción del PC y el van­do­ris­mo acor­da­ron en ese momen­to una con­duc­ción de la Confederación General del Trabajo.
Finalmente, los sec­to­res pro­yan­quis y pro­eu­ro­peos logran hege­mo­ni­zar el golpe mili­tar del 28 de junio de 1966, que ins­tau­ra la auto­de­no­mi­na­da “revo­lu­ción argen­ti­na”. En él, tam­bién venían embos­ca­dos los mili­ta­res pro­so­vié­ti­cos, como los expre­sa­dos por el gene­ral Lanusse.
Así, si bien junto al golpe cen­tral y al movi­mien­to obre­ro y popu­lar, la dic­ta­du­ra de Onganía gol­peó tam­bién a los sec­to­res más visi­ble­men­te liga­dos a la direc­ción del PC, en par­ti­cu­lar a lo que se rela­cio­na­ba con la peque­ña y media­na bur­gue­sía a tra­vés del mane­jo de las coo­pe­ra­ti­vas de cré­di­to, no fue­ron afec­ta­dos los sec­to­res de terra­te­nien­tes y de gran bur­gue­sía aso­cia­dos al socia­lim­pe­ria­lis­mo. Y éste man­tu­vo incó­lu­me sus posi­cio­nes en las fuer­zas arma­das argen­ti­nas.
La posi­ción de la direc­ción del PC de opo­si­ción ver­bal y de pres­cin­den­cia en los hechos fren­te al golpe de Estado se corres­pon­día con el obje­ti­vo prin­ci­pal de los sovié­ti­cos: avan­zar en el copa­mien­to de los altos man­dos de las fuer­zas arma­das. A su vez, el lla­ma­mien­to del gene­ral Perón a “des­en­si­llar hasta que acla­re” crea­ba expec­ta­ti­vas en sec­to­res nacio­na­lis­tas de las fuer­zas arma­das.

Un nuevo auge de luchas

La polí­ti­ca pro­te­rra­te­nien­te y proim­pe­ria­lis­ta de la dic­ta­du­ra de Onganía creó un pol­vo­rín de des­con­ten­to en las masas obre­ras, cam­pe­si­nas, y popu­la­res en gene­ral. La clase obre­ra se pone a la cabe­za de la resis­ten­cia anti­dic­ta­to­rial, des­ta­cán­do­se las gran­des huel­gas de los ferro­via­rios, por­tua­rios, azu­ca­re­ros, petro­le­ros (par­ti­cu­lar­men­te de Ensenada), etc. Luchas con las que empal­ma­ron las gran­des movi­li­za­cio­nes estu­dian­ti­les con­vo­ca­das por la Federación Universitaria Argentina, diri­gi­da por cama­ra­das y com­pa­ñe­ros que con­flu­ye­ron en la con­for­ma­ción de nues­tro Partido.
En el con­jun­to de las fuer­zas polí­ti­cas de la izquier­da argen­ti­na se pro­fun­di­za la dife­ren­cia entre el cami­no refor­mis­ta y el revo­lu­cio­na­rio. La muer­te heroi­ca de un revo­lu­cio­na­rio comu­nis­ta, el Che Guevara, reper­cu­te hon­da­men­te en el pue­blo argen­ti­no, par­ti­cu­lar­men­te en la juven­tud.
Entre las fuer­zas revo­lu­cio­na­rias se abrió un deba­te entre quie­nes con­ce­bían el foco gue­rri­lle­ro como el cami­no más apto para lle­gar a la revo­lu­ción –donde las masas eran espec­ta­do­ras del accio­nar de los gru­pos arma­dos, redu­cien­do el papel del pro­le­ta­ria­do y del pue­blo a la lucha eco­nó­mi­ca–, y quie­nes defen­dían la con­cep­ción leni­nis­ta que no redu­ce al pro­le­ta­ria­do a la sim­ple lucha eco­nó­mi­ca sino que, por el con­tra­rio, le asig­na el papel de prin­ci­pal pro­ta­go­nis­ta de la lucha polí­ti­ca y con­si­de­ra que sólo el pue­blo en armas, con el pro­le­ta­ria­do y su par­ti­do como van­guar­dia, puede lle­var la revo­lu­ción al triun­fo.
La nece­si­dad de la van­guar­dia mar­xis­ta-leni­nis­ta en la Argentina había madu­ra­do en las entra­ñas del movi­mien­to obre­ro y revo­lu­cio­na­rio, a cuyos reque­ri­mien­tos esen­cia­les no ser­vían ni el PC, que había dege­ne­ra­do como par­ti­do mar­xis­ta-leni­nis­ta, ni el pero­nis­mo, ni el revo­lu­cio­na­ris­mo peque­ño­bur­gués. La fuer­za reor­ga­ni­za­do­ra de esa van­guar­dia sur­gió prin­ci­pal­men­te del Partido Comunista, de la opo­si­ción a su cama­ri­lla diri­gen­te y a su polí­ti­ca, con la que con­flu­ye­ron otros sec­to­res revo­lu­cio­na­rios. Así, el 6 de enero de 1968 se cons­ti­tu­yó el Partido Comunista Revolucionario de la Argentina.
Nuestro Partido nació luchan­do con­tra la dic­ta­du­ra pro­yan­qui de Onganía, tuvo una par­ti­ci­pa­ción rele­van­te en las luchas obre­ras y estu­dian­ti­les que pre­pa­ra­ron los cor­do­ba­zos, el rosa­ria­zo, el tucu­ma­na­zo, etc., y en esas mis­mas jor­na­das.
En esos años fuer­zas muy dis­tin­tas gol­pea­ban con­tra la dic­ta­du­ra desde dife­ren­tes posi­cio­nes. Pero las fuer­zas bur­gue­sas y peque­ño­bur­gue­sas nega­ban la posi­bi­li­dad de que exis­tie­ra un pol­vo­rín de odio popu­lar pró­xi­mo a esta­llar, bajo los pies de la dic­ta­du­ra. El Cordobazo del 29 de mayo de 1969, pro­duc­to y expre­sión supe­rior de las luchas obre­ras y popu­la­res de enton­ces, intro­du­jo un cam­bio de cali­dad en la lucha revo­lu­cio­na­ria de nues­tro país. Un cam­bio tal que se puede decir que, des­pués de él, nunca nada vol­ve­rá a ser igual en la Argentina.
Apenas pro­du­ci­do el Cordobazo, se abrió el deba­te entre los revo­lu­cio­na­rios y en el movi­mien­to obre­ro, cen­tra­do en ¿qué le faltó al Cordobazo? Para las orga­ni­za­cio­nes terro­ris­tas fal­ta­ron 500 gue­rri­lle­ros urba­nos. Para las fuer­zas refor­mis­tas, un acuer­do con las gran­des fuer­zas bur­gue­sas y la “com­pren­sión” de Onganía.
Y para el inci­pien­te PCR se afir­mó la nece­si­dad deci­si­va de que el pro­le­ta­ria­do tenga su par­ti­do de van­guar­dia para triun­far. Por eso trató de estu­diar esa expe­rien­cia de masas, ana­li­zán­do­la a la luz del mar­xis­mo-leni­nis­mo. Trató de apren­der de las masas, de ana­li­zar las for­mas de lucha y orga­ni­za­ción que las pro­pias masas han encon­tra­do, for­mas que boce­tan el cami­no de la revo­lu­ción en nues­tro país. Valorando, en ese pro­ce­so de demo­cra­ti­za­ción del movi­mien­to obre­ro, el papel de los cuer­pos de dele­ga­dos y su posi­ble trans­for­ma­ción en órga­nos de doble poder en momen­tos de cri­sis revo­lu­cio­na­ria.
La corrien­te cla­sis­ta revo­lu­cio­na­ria, inci­pien­te en 1969, fue cre­cien­do y reto­man­do glo­rio­sas tra­di­cio­nes del pro­le­ta­ria­do. Tuvo su desa­rro­llo en Perdriel, luego en Santa Isabel, y alcan­zó su máxi­ma expre­sión con el triun­fo de la lista Marrón en el SMATA de Córdoba, que sig­ni­fi­có la recu­pe­ra­ción del mismo por un fren­te único en el que tuvie­ron una par­ti­ci­pa­ción des­ta­ca­da obre­ros cla­sis­tas revo­lu­cio­na­rios y que fue diri­gi­da por nues­tro Partido (los nom­bres de los cama­ra­das César Godoy Álva­rez y René Salamanca, pos­te­rior­men­te dete­ni­dos-desa­pa­re­ci­dos por la dic­ta­du­ra vide­lis­ta, son parte fun­da­men­tal de esa expe­rien­cia).
Se ini­ció así un pro­ce­so de demo­cra­ti­za­ción sin­di­cal no cono­ci­do ante­rior­men­te en el país (con per­ma­nen­te con­sul­ta a las masas, con un ele­va­do papel de los cuer­pos de dele­ga­dos, con rota­ción de los diri­gen­tes en sus pues­tos de tra­ba­jo, con una línea de uni­dad obre­ra y de uni­dad con el cam­pe­si­na­do pobre y el pue­blo, etc.).
El ascen­so del movi­mien­to obre­ro en las ciu­da­des influ­yó sobre el campo y des­per­tó a la lucha a masas de miles de obre­ros rura­les y cam­pe­si­nos pobres y medios, sur­gien­do y desa­rro­llán­do­se rápi­da­men­te las ligas agra­rias, par­ti­cu­lar­men­te en el Noroeste. A su vez, las luchas de los estu­dian­ti­les diri­gi­das por el PCR, ya que había teni­do un papel deci­si­vo en las jor­na­das pre­vias al Cordobazo –par­ti­cu­lar­men­te en Corrientes y en Rosario–, con­ti­nua­ron desa­rro­llán­do­se junto a la clase obre­ra y el pue­blo en his­tó­ri­cas pue­bla­das.
Las gigan­tes­cas luchas popu­la­res dete­rio­ra­ron a la dic­ta­du­ra, obli­gán­do­la a retro­ce­der. Crece la resis­ten­cia bur­gue­sa y cre­cen dis­tin­tas expre­sio­nes de la peque­ño­bur­gue­sía radi­ca­li­za­da, que adop­tan el terro­ris­mo como forma prin­ci­pal de lucha.
La pro­fun­da cri­sis estruc­tu­ral de la socie­dad argen­ti­na afec­ta a capas exten­sas de la peque­ño­bur­gue­sía urba­na de las gran­des ciu­da­des y, en espe­cial, de los pue­blos del inte­rior, así como tam­bién a la bur­gue­sía nacio­nal. Crisis que arras­tra inclu­so a los sec­to­res de terra­te­nien­tes arrui­na­dos, cuyos miem­bros se resis­ten al tra­ba­jo manual. Provoca la cri­sis uni­ver­si­ta­rias y afec­ta a todas las pro­fe­sio­nes libe­ra­les, con­de­nan­do a muchos pro­fe­sio­na­les a una deso­cu­pa­ción encu­bier­ta.
Esta cri­sis pro­fun­da tiene como base el estan­ca­mien­to de la socie­dad argen­ti­na e impi­de a las cla­ses domi­nan­tes gene­rar una ideo­lo­gía que sus­ci­te la adhe­sión de esas capas medias. Al mismo tiem­po el pro­le­ta­ria­do, mania­ta­do por el refor­mis­mo y el revi­sio­nis­mo duran­te muchos años, no es capaz, toda­vía, de encau­zar en un sen­ti­do revo­lu­cio­na­rio real ese amplio dis­con­for­mis­mo de gran­des masas opri­mi­das por el impe­ria­lis­mo, los terra­te­nien­tes y la bur­gue­sía inter­me­dia­ria. Incluso su pro­pio pro­le­ta­ria­do ha sido impreg­na­do por la ideo­lo­gía de esas cla­ses y capas socia­les arrui­na­das por la pro­fun­da cri­sis de la socie­dad argen­ti­na.
Cada paso del movi­mien­to anti­dic­ta­to­rial y cada paso del pro­le­ta­ria­do revo­lu­cio­na­rio eran acom­pa­ña­dos de pro­pues­tas de las fuer­zas bur­gue­sas y de accio­nes cada vez más espec­ta­cu­la­res del terro­ris­mo peque­ño­bur­gués. Su obje­ti­vo era hege­mo­ni­zar al movi­mien­to de masas. Pero, ade­más, su movi­li­za­ción sería esti­mu­la­da por los sec­to­res terra­te­nien­tes e impe­ria­lis­tas que dis­pu­ta­ban con los sec­to­res repre­sen­ta­dos por Onganía. En par­ti­cu­lar, el terro­ris­mo sería esti­mu­la­do e ins­tru­men­ta­do por el socia­lim­pe­ria­lis­mo ruso para “sacar del medio” a sus riva­les en sin­di­ca­tos, empre­sas, e inclu­so en las fuer­zas arma­das. Pero, como seña­la­mos, fue y es tam­bién una expre­sión más de la pro­fun­da cri­sis estruc­tu­ral que con­mue­ve al país, que se arras­tra desde muchos años y que eclo­sio­nó en 1969, como cri­sis polí­ti­ca aguda. Lo viejo muere, pero aún lo nuevo, el movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio diri­gi­do por el pro­le­ta­ria­do, es embrio­na­rio.
En este con­tex­to y apro­ve­chan­do las con­tra­dic­cio­nes que gene­ra­ba con los inte­re­ses terra­te­nien­tes el cie­rre del mer­ca­do euro­peo, la nega­ti­va del minis­tro Krieger Vasena a deva­luar y su inten­to de crear un impues­to a la tie­rra, fue­ron cre­an­do las con­di­cio­nes que per­mi­tie­ron a los sec­to­res pro­rru­sos enca­be­za­dos por Lanusse des­pla­zar a Onganía, pri­me­ro, y a Levingston, des­pués. En esto tam­bién inci­dió gran­de­men­te la situa­ción cada vez más difí­cil del impe­ria­lis­mo yan­qui en el mundo y las pro­me­sas del lanu­ssis­mo pro­so­vié­ti­co a impor­tan­tes sec­to­res de la bur­gue­sía nacio­nal, que habían sido tre­men­da­men­te gol­pea­dos por la dic­ta­du­ra de Onganía.
Así, mon­tán­do­se en el odio anti­yan­qui del pue­blo argen­ti­no, pasan a pre­do­mi­nar los sec­to­res pro­rru­sos en aguda dis­pu­ta con sec­to­res pro­yan­quis y pro­eu­ro­peos, bus­can­do aliar y subor­di­nar a sec­to­res de éstos y de la bur­gue­sía nacio­nal.

El predominio socialimperialista

Con Lanusse, el sec­tor de agen­tes y tes­ta­fe­rros del socia­lim­pe­ria­lis­mo sovié­ti­co y los gran­des terra­te­nien­tes y gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria a él subor­di­na­dos avan­za­ron en el con­trol de palan­cas cla­ves del país. En 1971 se firma en Moscú el con­ve­nio comer­cial entre los gobier­nos de la Argentina y de la URSS, que dio a ésta el trato de nación más favo­re­ci­da.
A su vez, los sec­to­res pro­so­vié­ti­cos dis­pu­tan con Perón la hege­mo­nía del fren­te bur­gués anti­yan­qui. Trabajan para debi­li­tar­lo bus­can­do subor­di­nar­lo, ya que pre­ci­san de su acuer­do, tanto para poder rea­li­zar las elec­cio­nes como para afian­zar­se en el poder; el pero­nis­mo seguía sien­do la gran fuer­za elec­to­ral del país y el movi­mien­to polí­ti­co mayo­ri­ta­rio. Así pue­den impo­ner una sali­da elec­to­ral con­di­cio­na­da a tra­vés del Gran Acuerdo Nacional. Aprovechando la vaci­la­ción de la bur­gue­sía nacio­nal lide­ra­da por Perón y la insi­pien­cia del PCR, logran impe­dir que las gigan­tes­cas luchas obre­ras y popu­la­res, la larga serie de pue­bla­das que dete­rio­ra­ron la dic­ta­du­ra de Onganía, coro­na­sen en un argen­ti­na­zo triun­fan­te. Aunque la pro­fun­di­dad de ese pro­ce­so, del que formó parte la jor­na­da de movi­li­za­ción de masas del 17 de noviem­bre de 1972 ante la vuel­ta del General Perón, impi­dió a los pro­so­vié­ti­cos impo­ner a Lanusse como can­di­da­to del GAN, y los obli­gó a lle­gar a acuer­dos con Perón y con Balbín.
Perón, a los 76 años, tenía pocas chan­ces. Debió optar entre la can­di­da­tu­ra (que con segu­ri­dad sería veta­da) y el retor­no. Cedió la can­di­da­tu­ra, faci­li­tan­do así el mon­ta­je de las elec­cio­nes del 11 de marzo de 1973, y cedió la hege­mo­nía en el nuevo gobier­no, para con­ti­nuar luchan­do en mejo­res con­di­cio­nes, y desde el país, para impo­ner su direc­ción.
Así resul­ta­rá el gobier­no de Cámpora, man­te­nién­do­se la hege­mo­nía de los sec­to­res pro­so­vié­ti­cos. Perón vol­ve­rá al país y pasa­rá a dis­pu­tar­les la hege­mo­nía, hacien­do uso de todo su peso polí­ti­co, aun­que man­ti­e­ne a Gelbard como pren­da de uni­dad. Muerto Perón, Isabel des­pla­za a Gelbard: en ese momen­to comien­za la nueva cuen­ta regre­si­va de los gol­pis­tas.
Al no poder subor­di­nar al pero­nis­mo, par­ti­cu­lar­men­te a Isabel Perón, las fuer­zas pro­so­vié­ti­cas pasa­ron a ser las más acti­vas fuer­zas gol­pis­tas. Se inten­si­fi­ca el accio­nar terro­ris­ta de la peque­ño­bur­gue­sía radi­ca­li­za­da con aten­ta­dos que fue­ron abier­ta­men­te pro­vo­ca­ti­vos.
Las orga­ni­za­cio­nes en que cris­ta­li­zó el agru­pa­mien­to de la peque­ño­bur­gue­sía radi­ca­li­za­da come­tie­ron gra­ves erro­res polí­ti­cos y estra­té­gi­cos. Ubicaron como blan­co prin­ci­pal de la revo­lu­ción en la Argentina a la bur­gue­sía nacio­nal, lo que los llevó a gol­pe­ar cen­tral­men­te pri­me­ro a Perón, y luego a Isabel Perón. Una vez más los sec­to­res proim­pe­ria­lis­tas y pro­te­rra­te­nien­tes pudie­ron ins­tru­men­tar a sec­to­res de la peque­ño­bur­gue­sía, para ais­lar al pro­le­ta­ria­do y hacer pasar sus pla­nes gol­pis­tas.
Al igno­rar la opre­sión impe­ria­lis­ta y de los terra­te­nien­tes sobre el con­jun­to de la socie­dad nacio­nal, las orga­ni­za­cio­nes peque­ño­bur­gue­sas equi­vo­ca­ron el ene­mi­go prin­ci­pal del pue­blo argen­ti­no. Repitieron el error del PC en 1945 y 1955, con lo que favo­re­cie­ron a los ene­mi­gos de la revo­lu­ción que pre­pa­ra­ban el golpe de Estado.
El sec­tor pro­so­vié­ti­co, por un lado inci­ta­ba e ins­tru­men­ta­ba los gru­pos terro­ris­tas con­tra el gobier­no de Isabel Perón, mien­tras por otro, su cama­ri­lla en el Ejército acu­sa­ba a Isabel Perón de “des-gobier­no” y de debi­li­dad fren­te al terro­ris­mo. De esta forma, miles de jóve­nes que que­rían cam­bios revo­lu­cio­na­rios, fue­ron ins­tru­men­ta­dos para dar el golpe y para que los sec­to­res pro­so­vié­ti­cos reco­bra­ran su hege­mo­nía.
El socia­lim­pe­ria­lis­mo sovié­ti­co había sufri­do gol­pes duros en Chile, Bolivia, Uruguay y Brasil. Corría el ries­go de per­der su prin­ci­pal punto de pene­tra­ción en el Cono Sur de América.
Como todo impe­ria­lis­mo joven y rela­ti­va­men­te infe­rior en fuer­zas a los impe­ria­lis­mos que quie­re desa­lo­jar, demos­tra­ba un ape­ti­to insa­cia­ble. Pero tro­pe­za­ba con una fuer­za bur­gue­sa de carác­ter nacio­nal, el pero­nis­mo, que que­ría apro­ve­char el con­trol del gobier­no, y el apoyo de las masas, para desa­lo­jar­lo de sus posi­cio­nes. Esta fuer­za bur­gue­sa le dis­pu­ta­ba la alian­za con mono­po­lios euro­peos e inclu­so yan­quis y con la bur­gue­sía nacio­nal de otros paí­ses lati­no­a­me­ri­ca­nos; y ame­na­za­ba con expro­piar­le empre­sas en su poder, o aso­cia­das a él, como Aluar y Papel Prensa.
Tropezaban tam­bién con el peli­gro de un pro­le­ta­ria­do y un pue­blo com­ba­ti­vos, con fuer­te con­cien­cia anti­im­pe­ria­lis­ta, que avan­za­ban en su cla­ri­fi­ca­ción y orga­ni­za­ción y esca­pa­ban a las posi­bi­li­da­des de su con­trol por los jerar­cas pro­so­vié­ti­cos.
El gobier­no pero­nis­ta no con­tro­la­ba las palan­cas cla­ves del Estado. Los prin­ci­pa­les gol­pis­tas como Videla (Comandante en Jefe del Ejército), Viola (Jefe de Estado Mayor), Harguindeguy (Jefe de la Policía Federal), Calabró (gober­na­dor de la pro­vin­cia de Buenos Aires), usa­ban sus pues­tos en el gobier­no y el Estado para pro­mo­ver el ais­la­mien­to de Isabel Perón y el golpe. A la vez que la acti­vi­dad gol­pis­ta de una gran parte de los diri­gen­tes polí­ti­cos y sin­di­ca­les tra­ba­jó para la divi­sión y el ais­la­mien­to del movi­mien­to obre­ro y popu­lar.
Para enfren­tar esto, junto a con­ce­sio­nes al movi­mien­to obre­ro y popu­lar como pari­ta­rias, Ley de Contrato de Trabajo, cré­di­tos dife­ren­cia­les al cam­pe­si­na­do pobre y medio, etc., el gobier­no de Isabel, por su pro­pio carác­ter de clase, se apoyó en sec­to­res reac­cio­na­rios acor­dan­do medi­das repre­si­vas (esti­mu­la­das por los gol­pis­tas) con­tra la clase obre­ra y el pue­blo, lo que con­tri­bu­yó a su ais­la­mien­to y des­pres­ti­gio.
Sin embar­go, la resis­ten­cia de una parte del pero­nis­mo, en espe­cial de Isabel Perón, supe­ró las pre­vi­sio­nes de los estra­te­gas del socia­lim­pe­ria­lis­mo.
Pero, sobre todo, se vie­ron sor­pren­di­dos por la resis­ten­cia del par­ti­do mar­xis­ta-leni­nis­ta del pro­le­ta­ria­do, el PCR, al que ellos habían dado por muer­to hacía mucho. Pugnando por unir a todas las fuer­zas patrió­ti­cas y demo­crá­ti­cas para enfren­tar el golpe de Estado, nues­tro Partido, luchan­do por las liber­ta­des demo­crá­ti­cas y demás rei­vin­di­ca­cio­nes obre­ras y popu­la­res, tuvo una pro­pues­ta de gobier­no de fren­te único anti­gol­pis­ta, una pla­ta­for­ma eco­nó­mi­ca de emer­gen­cia y la con­sig­na de armar al pue­blo para enfren­tar y derro­tar al golpe.
La lucha anti­gol­pis­ta de nues­tro Partido le costó caro al socia­lim­pe­ria­lis­mo por­que, debi­do a ella, fue des­en­mas­ca­ra­do ante gran­des sec­to­res popu­la­res y sus pla­nes se difi­cul­ta­ron gran­de­men­te. Esto se unió a una acti­va y amplia denun­cia del carác­ter del socia­lim­pe­ria­lis­mo sovié­ti­co y a la denun­cia en con­cre­to de su pene­tra­ción en la Argentina. Este es un méri­to his­tó­ri­co de nues­tro Partido que forjó, en esa lucha, lazos de san­gre con los pero­nis­tas y otros sec­to­res patrió­ti­cos.
Desde 1969 se había desa­rro­lla­do fuer­te­men­te el cla­sis­mo. La con­tra­dic­ción golpe-anti­gol­pe divi­dió tam­bién aguas en el mismo. El cla­sis­mo revo­lu­cio­na­rio pugnó por colo­car a la clase obre­ra en el cen­tro de un fren­te anti­gol­pis­ta para defen­der y avan­zar en sus con­quis­tas. Las asam­ble­as del SMATA de Córdoba, los con­gre­sos de la UOM y de FATRE, etc., y los paros el mismo día del golpe, como el de Santa Isabel, ferro­via­rios de Rosario y otros, son ejem­plos de esto. En cam­bio otros sec­to­res cla­sis­tas fue­ron ins­tru­men­ta­dos por los gol­pis­tas, en espe­cial por las fuer­zas pro­so­vié­ti­cas.
Por todo lo ante­rior se habían com­pli­ca­do los pla­nes de los gol­pis­tas pro­rru­sos tanto como los de sus riva­les pro­yan­quis. Pero el socia­lim­pe­ria­lis­mo, hacien­do con­ce­sio­nes, podía aliar­se para el golpe con empre­sas yan­quis del sec­tor con­ci­lia­dor con la URSS, con las que ya se había aso­cia­do en nego­cios como la expor­ta­ción a Cuba de auto­mo­to­res; o con empre­sas yan­quis aso­cia­das en nego­cios con sus tes­ta­fe­rros desde mucho tiem­po atrás, o inte­re­sa­das en recu­pe­rar bie­nes expro­pia­dos por el gobier­no pero­nis­ta (ITT,  Standard Oil, etc.) o con fuer­zas yan­quis inte­re­sa­das en impe­dir un foco ter­cer­mun­dis­ta en América del Sur. Aunque luego, en una segun­da vuel­ta, debie­ran enfren­tar­se para diri­mir la hege­mo­nía en el poder.
Podía ade­más atra­er a la mayo­ría de la clase terra­te­nien­te, en la que exis­tía una fuer­te corrien­te aso­cia­da desde hacía mucho al socia­lim­pe­ria­lis­mo, y donde había cre­cien­te dis­gus­to por la polí­ti­ca refor­mis­ta del pero­nis­mo, temor por el cre­ci­mien­to de la orga­ni­za­ción del pro­le­ta­ria­do rural (que había impues­to en muchos luga­res la jor­na­da de 8 horas, la orga­ni­za­ción por estan­cias y otras con­quis­tas), y por las con­ce­sio­nes al cam­pe­si­na­do pobre de algu­nas regio­nes. Tanto los terra­te­nien­tes como un gran sec­tor de la bur­gue­sía esta­ban ansio­sos de “orden”, ate­rro­ri­za­dos por los “soviets” de fábri­ca, y por el auge del terro­ris­mo de dere­cha e “izquier­da”; y esta­ban ilu­sio­na­dos en el comer­cio con la URSS que había sido el prin­ci­pal clien­te de nues­tras expor­ta­cio­nes en 1975. También exis­tía una pode­ro­sa corrien­te gol­pis­ta en el cam­pe­si­na­do medio y en la peque­ño­bur­gue­sía urba­na, corrien­te que cre­cía por la impo­ten­cia de la polí­ti­ca refor­mis­ta del pero­nis­mo para aliar a esos sec­to­res con­tra el golpe.
Volcada así la corre­la­ción de fuer­zas, era segu­ro que los mono­po­lios euro­peos, la Iglesia y otros sec­to­res apo­ya­rían tam­bién, en últi­ma ins­tan­cia, el golpe de Estado; y que el sec­tor “duro” de los yan­quis –el sec­tor anti­so­vié­ti­co– se cui­da­ría mucho de ir a un enfren­ta­mien­to en el que podía per­der para siem­pre sus posi­cio­nes en la Argentina y encen­der un con­flic­to impre­vi­si­ble en América del Sur.
Así fue posi­ble el triun­fo del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.
Volvía a demos­trar­se que el pro­yec­to de la bur­gue­sía pero­nis­ta de “recons­truir pri­me­ro el país en paz” para luego libe­rar­nos, es equi­vo­ca­do e irrea­li­za­ble. Que es pre­ci­so libe­ra­mos pri­me­ro de los terra­te­nien­tes e impe­ria­lis­tas para poder luego recons­truir el país en bene­fi­cio de las masas popu­la­res. Una vez más fra­ca­só el cami­no refor­mis­ta de lucha con­tra el impe­ria­lis­mo y los terra­te­nien­tes.

Siete años de dictadura

Las fuer­zas reac­cio­na­rías que con la hege­mo­nía del sec­tor pro­so­vié­ti­co se ins­ta­la­ron en el poder el 24 de marzo de 1976, coin­ci­dían en ter­mi­nar con el gobier­no pero­nis­ta y cerrar el pro­ce­so de masas abier­to en 1969, para lle­var ade­lan­te un plan de ham­bre y supe­rex­plo­ta­ción de la clase obre­ra y el pue­blo en bene­fi­cio de los terra­te­nien­tes e impe­ria­lis­tas. Esto en el marco de una agu­di­za­da dis­pu­ta entre dis­tin­tos sec­to­res de gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria, par­ti­cu­lar­men­te entre los sec­to­res pro­rru­sos y pro­yan­quis, por ver quien saca­ba la mayor taja­da.
En estos años, la polí­ti­ca de la dic­ta­du­ra fue desa­ma­rran­do el comer­cio exte­rior argen­ti­no de su depen­den­cia de los mer­ca­dos occi­den­ta­les y lo fue ama­rran­do a la URSS y a sus paí­ses saté­li­tes. En 1977, Videla lega­li­za defi­ni­ti­va­men­te el con­tra­to con Aluar y rati­fi­ca los con­ve­nios con la URSS fir­ma­dos por Gelbard en 1974, y que no habían sido rati­fi­ca­dos por el gobier­no pero­nis­ta. En 1978 se sus­cri­be un acuer­do para rea­li­zar con­sul­tas polí­ti­cas perió­di­cas entre ambas can­ci­lle­rías. En 1979 se pro­du­ce el inter­cam­bio de dele­ga­cio­nes mili­ta­res. En 1980, con el embar­go cerea­le­ro que apli­ca Estados Unidos con­tra la URSS por su inva­sión a Afganistán, se pro­du­ce un nuevo salto en las rela­cio­nes argen­ti­no-sovié­ti­cas. En ese mismo año se firma el pacto cerea­le­ro y los pro­to­co­los pes­que­ros, y al año siguien­te el pacto de car­nes y el pes­que­ro.
A su vez, la polí­ti­ca glo­bal de la dic­ta­du­ra en des­me­dro del mer­ca­do inter­no, con el cie­rre de indus­trias, pau­pe­ri­za­ción del cam­pe­si­na­do pobre y medio, ruina de las eco­no­mías regio­na­les, etc., ha hecho que la eco­no­mía argen­ti­na depen­da hoy, más que ayer, de sus expor­ta­cio­nes de ori­gen agro­pe­cua­rio.
Todo esto hace que la depen­den­cia de la URSS, con el mane­jo que ella tiene del mer­ca­do mun­dial de gra­nos y sus estre­chos lazos con gru­pos mono­po­lis­tas como Nidera, Continental, Dreyfus, Bunge y Born y otros, sea tan gran­de como lo fue, en la déca­da del trein­ta, res­pec­to del impe­ria­lis­mo inglés. Este es uno de los prin­ci­pa­les sal­dos de siete años de dic­ta­du­ra.
Por su parte en el terre­no diplo­má­ti­co, la polí­ti­ca de la dic­ta­du­ra se carac­te­ri­zó por crear un deto­nan­te poten­cial para un con­flic­to béli­co con Chile en el Atlántico Sur, al ser­vi­cio de los obje­ti­vos de la URSS que pre­ten­de –al igual que los Estados Unidos– ir com­ple­tan­do su dis­po­si­ti­vo estra­té­gi­co glo­bal para la ter­ce­ra gue­rra mun­dial y cre­an­do focos de con­flic­to que dis­trai­gan a sus riva­les del punto cen­tral de dis­pu­ta: Europa Occidental. Se gas­ta­ron miles de millo­nes de dóla­res en arma­men­tos y se montó una infa­me cam­pa­ña chau­vi­nis­ta con­tra Chile, uti­li­zán­do­se el Mundial de fút­bol para des­ple­gar­la a fondo. La direc­ción del P“C”, como lo ates­ti­guan sus docu­men­tos ofi­cia­les actuó como quin­ta­co­lum­na del sec­tor vio­lo­vi­de­lis­ta de la dic­ta­du­ra, defen­dién­do­la en el plano inter­na­cio­nal y lla­man­do a la “con­ver­gen­cia cívi­co-mili­tar” con aquel sec­tor, en lo inter­no.
Semejante polí­ti­ca ham­brea­do­ra, entre­guis­ta, ultra­re­ac­cio­na­ria y beli­cis­ta, sólo pudo ser impues­ta por el fas­cis­mo y el terror abier­to. Nunca, en lo que va del siglo, cono­ció la Argentina una dic­ta­du­ra terro­ris­ta como la ins­tau­ra­da en 1976. Decenas de miles de per­so­nas, en su mayo­ría obre­ros, estu­dian­tes, inte­lec­tua­les, cam­pe­si­nos, dete­ni­dos por sus ideas polí­ti­cas y socia­les, fue­ron arro­ja­das a inmun­dos “chu­pa­de­ros”, tor­tu­ra­das en forma bru­tal, muchas de ellas ase­si­na­das o “desa­pa­re­ci­das” –inclu­so dece­nas de niños–, o arro­ja­das duran­te años a las cár­ce­les y some­ti­das a todo tipo de tor­tu­ras y vejá­me­nes. Fueron piso­tea­das todas las liber­ta­des demo­crá­ti­cas. Se pros­cri­bie­ron par­ti­dos como el nues­tro y se dis­pu­so la veda de la acti­vi­dad polí­ti­ca. Se inter­vi­nie­ron los sin­di­ca­tos y se pro­hi­bie­ron las huel­gas y las con­ven­cio­nes colec­ti­vas de tra­ba­jo. Se repri­mie­ron, hasta liqui­dar­las, a las Ligas Agrarias y otras orga­ni­za­cio­nes del cam­pe­si­na­do pobre. Se inter­vi­nie­ron las uni­ver­si­da­des, se pro­hi­bie­ron los cen­tros y clu­bes estu­dian­ti­les y se repri­mió poli­cial­men­te la acti­vi­dad gre­mial en las uni­ver­si­da­des y cole­gios secun­da­rios. Se hicie­ron “lis­tas negras” de artis­tas e inte­lec­tua­les y se implan­tó la cen­su­ra.
La ampli­tud y pro­fun­di­dad del terror fas­cis­ta sir­ven para medir la ampli­tud y pro­fun­di­dad del movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio que se desa­rro­lló en la Argentina desde 1969 hasta 1976. El fas­cis­mo del vio­lo­vi­de­lis­mo es el pre­cio que pagó la clase obre­ra y el pue­blo por su falta de uni­dad y, prin­ci­pal­men­te, por no tener un pode­ro­so par­ti­do polí­ti­co revo­lu­cio­na­rio en con­di­cio­nes de haber­le per­mi­ti­do impe­dir el golpe de Estado de 1976. Pero este es sólo un aspec­to del pro­ble­ma. El otro es que las cla­ses domi­nan­tes ya no podían seguir gober­nan­do con los vie­jos méto­dos. Debieron recu­rrir al terror fas­cis­ta abier­to para poder con­te­ner a las masas. Han logra­do, como resul­ta­do que, en eso años, la expe­rien­cia polí­ti­ca de las masas no sólo se enri­que­cie­ra sino que se com­bi­na­ra con un tre­men­do odio popu­lar a las cla­ses domi­nan­tes, odio que es como la lava que guar­dan los vol­ca­nes vivos en sus entra­ñas.
Consumado el golpe de Estado, el pro­le­ta­ria­do dio un paso atrás. Se pro­du­jo un retro­ce­so en el movi­mien­to de masas. Pero, poco a poco, fue­ron sur­gien­do peque­ñas luchas que per­mi­tie­ron acu­mu­lar expe­rien­cias en el com­ba­te con­tra un ene­mi­go des­co­no­ci­do y feroz. En octu­bre-noviem­bre de 1976 se comen­za­ron a desa­rro­llar luchas impor­tan­tes del movi­mien­to obre­ro: Luz y Fuerza, General Motors (Barracas), Mercedes Benz, IKA Renault, Ford, Standard, La Cantábrica, Peugeot, entre otros. Luego, la gran huel­ga ferro­via­ria de noviem­bre de 1977 mar­ca­ría un nuevo momen­to en la resis­ten­cia a la dic­ta­du­ra fas­cis­ta. A su vez, el 30 de abril de 1977 se ini­cia el movi­mien­to de Madres de Plaza de Mayo que jugó un des­ta­ca­dí­si­mo papel en la resis­ten­cia anti­dic­ta­to­rial. Y para fines de 1978, se pro­du­cen las gigan­tes­cas mani­fes­ta­cio­nes por la paz con Chile, en las que par­ti­ci­pa­ron gran­des masas de jóve­nes, logran­do impe­dir que la dic­ta­du­ra nos lle­va­se a una gue­rra fra­tri­ci­da. Con la derro­ta de la polí­ti­ca beli­cis­ta, se ini­ció la cuen­ta regre­si­va del ciclo dic­ta­to­rial y se abrió un nuevo momen­to, de avan­ce, en la resis­ten­cia de las masas.
Con el paro, his­tó­ri­co, del 27 de abril de 1979, el movi­mien­to obre­ro rea­li­zó su pri­me­ra huel­ga gene­ral nacio­nal. Durante 1979 y 1980, la resis­ten­cia anti­dic­ta­to­rial se amplió y gene­ra­li­zó; cre­cie­ron las luchas. Un hito impor­tan­te en esto fue la huel­ga de los obre­ros del Frigorífico Swift de Berisso (pri­me­ra huel­ga larga con­tra la dic­ta­du­ra de Videla). La dic­ta­du­ra, pese a reci­bir cada vez gol­pes más duros, se man­tu­vo a la ofen­si­va. La cri­sis finan­cie­ra, a ini­cios de 1981, la con­mo­vió. Como un mons­truo heri­do en sus entra­ñas, si bien siguió apli­can­do su polí­ti­ca, ya no pudo recom­po­ner sus fuer­zas.
Fueron la resis­ten­cia obre­ra a la polí­ti­ca de supe­rex­plo­ta­ción y ham­bre de la dic­ta­du­ra, luego las luchas del movi­mien­to cam­pe­si­no con sus his­tó­ri­cas con­cen­tra­cio­nes de Valle de Uco (Mendoza) y Cañada de Gómez (Santa Fe), con­tra los impues­tos y los cré­di­tos con­fis­ca­to­rios, los prin­ci­pa­les arie­tes que gol­pea­ron hasta agrie­tar el plan eco­nó­mi­co de la dic­ta­du­ra. A su vez, la amplia­ción del movi­mien­to demo­crá­ti­co, con su avan­za­da en las Madres de Plaza de Mayo, fue hacien­do cono­cer ante el mundo los horren­dos crí­me­nes de una dic­ta­du­ra que fue apa­ña­da en los foros inter­na­cio­na­les, desde el ini­cio, por la URSS y sus saté­li­tes. Todo esto, y la agu­di­za­ción de las dis­pu­tas inte­rim­pe­ria­lis­tas e inter­oli­gár­qui­cas, lle­va­rían al debi­li­ta­mien­to del tan­dem Videla-Viola y a su reem­pla­zo por Galtieri en la cúpu­la dic­ta­to­rial, junto a otros cam­bios en los man­dos del Ejército y la Armada, hacia fines de 1981.
El 30 de marzo de 1982 se pro­du­jo una gran movi­li­za­ción de masas anti­dic­ta­to­rial, con­vo­ca­da por la CGT, la que fue dura­men­te repri­mi­da. Esto no impi­dió que esas mis­mas masas mani­fes­ta­ran en apoyo a la recu­pe­ra­ción de las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, el 2 de abril de 1982, hecho que pro­du­jo un pro­fun­do reme­zón patrió­ti­co y anti­im­pe­ria­lis­ta.
Miles de jóve­nes com­ba­tien­tes (sol­da­dos, sub­ofi­cia­les y algu­nos ofi­cia­les patrio­tas) enfren­ta­ron con las armas en la mano la agre­sión del impe­ria­lis­mo inglés. Las masas pro­ta­go­ni­za­ron la mayor movi­li­za­ción de este siglo. Al igual que en 1806 y 1807, cuan­do las inva­sio­nes ingle­sas, el pue­blo supo ubi­car a su ene­mi­go prin­ci­pal del momen­to, por enci­ma del carác­ter tirá­ni­co del gobier­no. Por el con­tra­rio, polí­ti­cos como Frondizi y Alfonsín tra­ba­ja­ron para la derro­ta.
Argentina fue derro­ta­da en la gue­rra de las Malvinas. Hecho que apro­ve­chó el violo-vide­lis­mo para recu­pe­rar posi­cio­nes con Bignone. Pero ya la dic­ta­du­ra no pudo arran­car­le al pue­blo los dere­chos demo­crá­ti­cos con­quis­ta­dos en la movi­li­za­ción por la paz con Chile y que se amplia­ron en estas jor­na­das. Estos hechos con­mo­vie­ron tam­bién, pro­fun­da­men­te, a las Fuerzas Armadas. Así se entró en un nuevo perío­do en el que la dic­ta­du­ra, aco­sa­da por la lucha de masas, y mina­da por sus pro­pias con­tra­dic­cio­nes, pudo sin embar­go ele­gir el cami­no de su reti­ra­da.

El gobierno Alfonsinista

Con el triun­fo de Alfonsín en las elec­cio­nes pros­crip­ti­vas del 30 de octu­bre de 1983 y su asun­ción al gobier­no, se creó una situa­ción com­ple­ja. El gobier­no radi­cal fue un gobier­no hete­ro­gé­neo, en el que pre­do­mi­na­ron los repre­sen­tan­tes de inte­re­ses terra­te­nien­tes, de gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria y del impe­ria­lis­mo, espe­cial­men­te los vin­cu­la­dos al socia­lim­pe­ria­lis­mo ruso y a la social­de­mo­cra­cia euro­pea, sec­to­res que habían sido los prin­ci­pa­les bene­fi­cia­rios del perío­do dic­ta­to­rial. La línea prin­ci­pal de ese gobier­no fue pro­te­rra­te­nien­te, pro­mo­no­po­lis­ta y proim­per­ta­lis­ta, y no expre­só los inte­re­ses de la bur­gue­sía nacio­nal.
El resul­ta­do elec­to­ral del 30 de octu­bre gol­peó el pro­ce­so de ascen­so del movi­mien­to de masas. Luego, len­ta­men­te, las masas fue­ron retor­nan­do el cami­no de orga­ni­za­ción de los cuer­pos de dele­ga­dos y comi­sio­nes inter­nas, desde abajo. Los obre­ros de Ford estu­vie­ron en la avan­za­da de ese pro­ce­so.
Todo este nuevo ciclo de auge está teñi­do por la san­gría dic­ta­to­rial y el balan­ce que las masas han rea­li­za­do de la misma.
Con 3.500 huel­gas y 13 paros nacio­na­les, la clase obre­ra fue el motor de la lucha popu­lar. La his­tó­ri­ca ocu­pa­ción de la plan­ta por los obre­ros de Ford diri­gi­dos por su comi­sión inter­na y su Cuerpo de Delegados, con pues­ta en mar­cha de la pro­duc­ción, tras­cen­dió lo gre­mial para con­ver­tir­se en lucha polí­ti­ca con­tra el plan de ham­bre de las cla­ses domi­nan­tes. Crecieron las luchas y movi­li­za­cio­nes cam­pe­si­nas en la pampa húme­da y otras regio­nes del país, las movi­li­za­cio­nes de muje­res, estu­dian­ti­les y docen­tes con la his­tó­ri­ca Marcha Blanca. El 13 de octu­bre de 1986 el paro acti­vo con­vo­ca­do por la CGT, los empre­sa­rios y el con­jun­to del pue­blo de Mar del Plata con­tra los acuer­dos pes­que­ros con la URSS, fue la pri­me­ra movi­li­za­ción de masas que enfren­tó la pene­tra­ción del socia­lim­pe­ria­lis­mo en nues­tro país.
En abril de 1987, esti­mu­la­da por la polí­ti­ca alfon­si­nis­ta de hijos y ente­na­dos que bene­fi­cia­ba a la cúpu­la gori­la lanu­ssis­ta, eclo­sio­nó una cri­sis mili­tar que puso en evi­den­cia y pro­fun­di­zó la frac­tu­ra en el Ejército. Asimismo quedó claro para las gran­des masas que Alfonsín no era garan­tía para la defen­sa de las liber­ta­des demo­crá­ti­cas con­quis­ta­das por el pue­blo.
Este hecho, pro­du­ci­do en el tras­fon­do de la cre­cien­te opo­si­ción popu­lar a la polí­ti­ca alfon­si­nis­ta, pro­vo­có un cam­bio brus­co en la situa­ción polí­ti­ca nacio­nal.
Todo este nuevo ciclo de auge está teñi­do por la san­gría dic­ta­to­rial y el balan­ce que las masas han rea­li­za­do de la misma.
Con 3.500 huel­gas y 13 paros nacio­na­les, la clase obre­ra fue el motor de la lucha popu­lar. La his­tó­ri­ca ocu­pa­ción de la plan­ta por los obre­ros de Ford diri­gi­dos por su comi­sión inter­na y su Cuerpo de Delegados, con pues­ta en mar­cha de la pro­duc­ción, tras­cen­dió lo gre­mial para con­ver­tir­se en lucha polí­ti­ca con­tra el plan de ham­bre de las cla­ses domi­nan­tes. Crecieron las luchas y movi­li­za­cio­nes cam­pe­si­nas en la pampa húme­da y otras regio­nes del país, las movi­li­za­cio­nes de muje­res, estu­dian­ti­les y docen­tes con la his­tó­ri­ca Marcha Blanca. El 13 de octu­bre de 1986 el paro acti­vo con­vo­ca­do por la CGT, los empre­sa­rios y el con­jun­to del pue­blo de Mar del Plata con­tra los acuer­dos pes­que­ros con la URSS, fue la pri­me­ra movi­li­za­ción de masas que enfren­tó la pene­tra­ción del socia­lim­pe­ria­lis­mo en nues­tro país.
En abril de 1987, esti­mu­la­da por la polí­ti­ca alfon­si­nis­ta de hijos y ente­na­dos que bene­fi­cia­ba a la cúpu­la gori­la lanu­ssis­ta, eclo­sio­nó una cri­sis mili­tar que puso en evi­den­cia y pro­fun­di­zó la frac­tu­ra en el Ejército. Asimismo quedó claro para las gran­des masas que Alfonsín no era garan­tía para la defen­sa de las liber­ta­des demo­crá­ti­cas con­quis­ta­das por el pue­blo.
Este hecho, pro­du­ci­do en el tras­fon­do de la cre­cien­te opo­si­ción popu­lar a la polí­ti­ca alfon­si­nis­ta, pro­vo­có un cam­bio brus­co en la situa­ción polí­ti­ca nacio­nal.
Todo lo ante­rior creó las con­di­cio­nes para la pos­te­rior derro­ta elec­to­ral alfon­si­nis­ta.
Desde 1986 nues­tro Partido plan­teó la nece­si­dad de la con­fluen­cia de las luchas obre­ras, cam­pe­si­nas, estu­dian­ti­les y popu­la­res con­tra la polí­ti­ca de ham­bre, entre­ga e impu­ni­dad a los geno­ci­das de la dic­ta­du­ra, y la nece­si­dad de la uni­dad polí­ti­ca de todas las fuer­zas que se le opo­nían. En 1987 las masas cas­ti­gan en las urnas a la polí­ti­ca alfon­si­nis­ta. Esto, y el triun­fo del doc­tor Menem en la inter­na del pero­nis­mo en julio de 1988, abrie­ron una nueva situa­ción polí­ti­ca en la Argentina. La polí­ti­ca de fren­te opo­si­tor plas­mó en el Frente Justicialista de Unidad Popular (alian­za inte­gra­da por once par­ti­dos) y en sus comi­tés de apoyo, en dura lucha por arri­ba y por abajo. El FREJUPO fue el ins­tru­men­to clave para la derro­ta elec­to­ral del alfon­si­nis­mo el 14 de mayo abrien­do así un nuevo perio­do.

 

La contradicción fundamental

La Argentina es un país depen­dien­te opri­mi­do por el impe­ria­lis­mo, en el que pre­do­mi­nan rela­cio­nes de pro­duc­ción capi­ta­lis­tas defor­ma­das por la domi­na­ción impe­ria­lis­ta y el man­te­ni­mien­to del lati­fun­dio de ori­gen pre­ca­pi­ta­lis­ta en el campo.
Las prin­ci­pa­les tra­bas al desa­rro­llo de las fuer­zas pro­duc­ti­vas en nues­tro país son la opre­sión impe­ria­lis­ta y el lati­fun­dio terra­te­nien­te. Ellos cons­ti­tu­yen los pila­res que sos­tie­nen a la estruc­tu­ra de atra­so y depen­den­cia que hoy pade­ce­mos.
El impe­ria­lis­mo opera tanto como un fac­tor exter­no como inter­no, con­di­cio­nan­do y defor­man­do todo el desa­rro­llo de la eco­no­mía nacio­nal. Esto se da tam­bién en los pla­nos polí­ti­co, mili­tar y cul­tu­ral.
La opre­sión impe­ria­lis­ta se da prin­ci­pal­men­te a tra­vés del entre­la­za­mien­to y la subor­di­na­ción a sus inte­re­ses, de los terra­te­nien­tes y la gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria (es decir, las cla­ses domi­nan­tes nati­vas), y median­te sus pro­pios gru­pos eco­nó­mi­cos y finan­cie­ros (direc­tos o por medio de tes­ta­fe­rros) y sus per­so­ne­ros en el apa­ra­to esta­tal.
Todo esto les per­mi­te el con­trol de los resor­tes cla­ves de nues­tra eco­no­mía y del Estado. Además, una parte del terri­to­rio nacio­nal (insu­lar y marí­ti­mo) está direc­ta­men­te ocu­pa­do por el impe­ria­lis­mo inglés, y esa poten­cia y las otras –prin­ci­pal­men­te las dos super­po­ten­cias– nos opri­men a tra­vés del mono­po­lio del comer­cio mun­dial, de las finan­zas y del con­trol de las nue­vas tec­no­lo­gías, en el marco de la divi­sión inter­na­cio­nal del tra­ba­jo por ellos impues­ta, y de con­ve­nios desi­gua­les como los cerea­le­ros y de car­nes, de refi­nan­cia­ción de las deu­das, pes­que­ros, petro­le­ros, obras “llave en mano”, etc. De con­jun­to los impe­ria­lis­tas nos impo­nen un pesa­do tri­bu­to a tra­vés del dete­rio­ro de los tér­mi­nos de inter­cam­bio, la remi­sión de bene­fi­cios, el pago de paten­tes, los inte­re­ses usu­ra­rios, la “fuga” de divi­sas, la sub y sobre fac­tu­ra­ción, el dum­ping y el con­tra­ban­do. Asimismo pene­tran cul­tu­ral­men­te a nues­tro país y lo infil­tran con sus agen­tes de espio­na­je y pro­vo­ca­ción.
A su vez el lati­fun­dio terra­te­nien­te es la base del poder de la oli­gar­quía que “aso­cia” el país a los impe­ria­lis­tas, pues nece­si­ta de ellos para su sub­sis­ten­cia y desa­rro­llo. Impone la carga de la renta a los obre­ros rura­les y cam­pe­si­nos arren­da­ta­rios y man­ti­e­ne, aún en el marco gene­ral de rela­cio­nes de pro­duc­ción capi­ta­lis­tas, rela­cio­nes pre­ca­pi­ta­lis­tas tales como: rela­cio­nes de domi­na­ción en estan­cias y fin­cas, pues­te­ros, pas­ta­je­ros, apar­ce­ros y tan­te­ros, con­tra­tis­tas de viñas, arren­da­mien­tos fami­lia­res, etc. Así el lati­fun­dio terra­te­nien­te cons­ti­tu­ye una rémo­ra (por la carga de la renta para­si­ta­ria y el atra­so rela­ti­vo del campo) que con­di­cio­na y defor­ma todo el desa­rro­llo del país.
En las últi­mas déca­das, en par­ti­cu­lar con los gol­pes de Estado de 1966 y 1976, se han pro­du­ci­do cam­bios impor­tan­tes ten­dien­tes a pre­ser­var y refor­zar la estruc­tu­ra lati­fun­dis­ta y depen­dien­te. Esto como res­pues­ta a la pro­fun­da cri­sis que arras­tra la estruc­tu­ra del país desde la déca­da del 50, en el marco de la acre­cen­ta­da dis­pu­ta inter­oli­gár­qui­ca e inte­rim­pe­ria­lis­ta y con­di­cio­na­do por la resis­ten­cia popu­lar.
Con la dic­ta­du­ra proim­pe­ria­lis­ta, par­ti­cu­lar­men­te pro­yan­qui y pro­te­rra­te­nien­te de Onganía, a par­tir de 1966 se libe­ra­ron total­men­te los arren­da­mien­tos rura­les (Ley Raggio) favo­re­cién­do­se la recom­po­si­ción del lati­fun­dio. Miles de cha­ca­re­ros fue­ron expul­sa­dos de las tie­rras que arren­da­ban y apa­re­cie­ron los lla­ma­dos “con­tra­tis­tas por una cose­cha”, dando a los terra­te­nien­tes una mayor movi­li­dad espe­cu­la­ti­va en el uso del suelo y la posi­bi­li­dad de que las mejo­ras tec­no­ló­gi­cas se tra­duz­can inme­dia­ta­men­te en mayo­res ren­tas, con el con­si­guien­te aumen­to del pre­cio de la tie­rra y del pode­río terra­te­nien­te. A su vez, en la indus­tria se pro­du­cía una mayor con­cen­tra­ción y cen­tra­li­za­ción mono­po­lis­ta, en bene­fi­cio de los dis­tin­tos inte­re­ses impe­ria­lis­tas y de la gran bur­gue­sía inter­me­dia­ría a su ser­vi­cio, liga­da tam­bién a la amplia­ción del lati­fun­dio. Así se fue con­for­man­do, con vie­jos y nue­vos per­so­na­jes, ese sec­tor de la oli­gar­quía de base terra­te­nien­te que ha adqui­ri­do un peso impor­tan­te en los sec­to­res mono­po­li­za­dos de la indus­tria, el comer­cio y las finan­zas.
El acre­cen­ta­mien­to del pode­río terra­te­nien­te, cuya sub­sis­ten­cia depen­de fun­da­men­tal­men­te del mer­ca­do exter­no para los pro­duc­tos de la tie­rra, lle­va­ría –en un pro­ce­so– a la “aper­tu­ra hacia el Este”, pasan­do a pre­do­mi­nar el sec­tor de Lanusse. El nuevo golpe de Estado de 1976, des­pués del breve inter­reg­no pero­nis­ta, a tra­vés de la san­grien­ta dic­ta­du­ra de Videla y Viola, bus­ca­ría con­so­li­dar los cam­bios en favor del lati­fun­dio y la depen­den­cia. Particularmente con la libe­ra­ción de las tasas de inte­rés (Ley de Entidades Financieras), se buscó la trans­for­ma­ción de la acre­ci­da renta terra­te­nien­te en capi­tal finan­cie­ro y su “engor­de” a tra­vés de la espe­cu­la­ción, con el con­si­guien­te des­me­dro de la indus­tria nacio­nal y una mayor expo­lia­ción de los tra­ba­ja­do­res del campo y de la ciu­dad. Esto en un mundo donde la espe­cu­la­ción, a par­tir de la cri­sis del petró­leo en la déca­da del 70, comen­zó ya a ser pre­do­mi­nan­te sobre la pro­duc­ción, empu­jan­do a un endeu­da­mien­to sobre­di­men­sio­na­do de los paí­ses del Tercer Mundo.
Las polí­ti­cas eco­nó­mi­cas y finan­cie­ras de corte libe­ral que se vie­nen apli­can­do prác­ti­ca­men­te desde el golpe de Estado de 1955, con bre­ves inte­rrup­cio­nes, no hacen sino ayu­dar a pre­ser­var, y refor­zar la estruc­tu­ra lati­fun­dis­ta y depen­dien­te de nues­tro país. No es como sos­tie­nen los apo­lo­gis­tas de los terra­te­nien­tes e impe­ria­lis­tas “moder­nos”, con teo­rías como la del “capi­ta­lis­mo depen­dien­te”, que no hay tare­as agra­rias y anti­im­pe­ria­lis­tas por resol­ver, que las mis­mas ya se han resuel­to o se están resol­vien­do por la “moder­ni­za­ción” del lati­fun­dio y la depen­den­cia. Por el con­tra­rio, éstos siguen sien­do el prin­ci­pal obs­tá­cu­lo para el desa­rro­llo inte­gral del país; sin su des­truc­ción revo­lu­cio­na­ría no se podrá lograr éste y tam­po­co una ver­da­de­ra demo­cra­ti­za­ción de la socie­dad argen­ti­na. Pues el lati­fun­dio y el impe­ria­lis­mo impli­can una ten­den­cia a la domi­na­ción y no a la liber­tad, la reac­ción en toda la línea: allí está la base del Estado oli­gár­qui­co impe­ria­lis­ta y está la raíz de todos los gol­pes de Estado que hemos pade­ci­do, y que segui­re­mos pade­cien­do mien­tras esa raíz sub­sis­ta.
La con­tra­dic­ción fun­da­men­tal que hay que resol­ver en la actual etapa his­tó­ri­ca, y que deter­mi­na el carác­ter de la revo­lu­ción argen­ti­na, es la que opone el impe­ria­lis­mo, los terra­te­nien­tes y la gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria a la clase obre­ra, los asa­la­ria­dos, semi­pro­le­ta­rios, los cam­pe­si­nos pobres y medios, la peque­ño­bur­gue­sía, la mayo­ría de los estu­dian­tes e inte­lec­tua­les y los sec­to­res patrió­ti­cos y demo­crá­ti­cos de la bur­gue­sía urba­na y rural. De las nume­ro­sas con­tra­dic­cio­nes exis­ten­tes, sólo ésta es la prin­ci­pal, la que des­em­pe­ña el papel deter­mi­nan­te. En rela­ción con ella, y con el ene­mi­go estra­té­gi­co que defi­ni­mos, deter­mi­na­mos en cada momen­to tác­ti­co el blan­co de nues­tro ata­que, tenien­do pre­sen­te la feroz dis­pu­ta inte­rim­pe­ria­lis­ta por el con­trol de la Argentina (par­ti­cu­lar­men­te entre el socia­lim­pe­ria­lis­mo sovié­ti­co y el impe­ria­lis­mo yan­qui) y tenien­do en cuen­ta nues­tra ubi­ca­ción geo­grá­fi­ca (en el área de tra­di­cio­nal influen­cia yan­qui).

El enemigo principal

Teniendo en cuen­ta que son ene­mi­gos estra­té­gi­cos de la revo­lu­ción argen­ti­na todos los terra­te­nien­tes, todos los impe­ria­lis­tas, toda la gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria del impe­ria­lis­mo, todos los reac­cio­na­rios, es fun­da­men­tal deter­mi­nar, en cada momen­to tác­ti­co, el ene­mi­go prin­ci­pal. Es decir aquel que repre­sen­ta el obs­tá­cu­lo prin­ci­pal a eli­mi­nar, en un momen­to deter­mi­na­do, para poder hacer avan­zar hacia ade­lan­te el pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio: ene­mi­go que es, por eso, el blan­co prin­ci­pal en ese momen­to. El prin­ci­pal ene­mi­go tác­ti­co.
El con­cep­to de blan­co es un con­cep­to polí­ti­co que carac­te­ri­za en un momen­to deter­mi­na­do la fuer­za más impor­tan­te que se opone a la revo­lu­ción, par­tien­do del aná­li­sis glo­bal de la situa­ción inter­na­cio­nal y nacio­nal. En la situa­ción argen­ti­na, en los últi­mos años, en la cues­tión de cuál es el sec­tor hege­mó­ni­co de las cla­ses domi­nan­tes se han pro­du­ci­do pro­fun­dos cam­bios, en el con­tex­to de los cam­bios pro­du­ci­dos a esca­la mun­dial.
En el com­ba­te por la revo­lu­ción demo­crá­ti­ca popu­lar, agra­ria y anti­im­pe­ria­lis­ta, en mar­cha inin­te­rrum­pi­da al socia­lis­mo, debe­mos tra­tar de diri­gir el fuego con­cen­tra­do, en cada momen­to y en cada caso, al ene­mi­go prin­ci­pal, sin per­der la brú­ju­la de la con­tra­dic­ción prin­ci­pal. De esta forma podrán ser apro­ve­cha­das en favor de la lucha libe­ra­do­ra todas las con­tra­dic­cio­nes inte­rim­pe­ria­lis­tas y entre dis­tin­tos sec­to­res de terra­te­nien­tes y de gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria, y tam­bién las con­tra­dic­cio­nes de la bur­gue­sía nacio­nal con los ene­mi­gos del pue­blo y de la patria.
La situa­ción nacio­nal tien­de a com­pli­car­se cada día más, pero ello no nos debe ocul­tar que el sec­tor hege­mó­ni­co en las cla­ses domi­nan­tes con­ti­núa sien­do aún el sec­tor en el que pre­do­mi­nan los terra­te­nien­tes y mono­po­lios pro­so­vié­ti­cos o subor­di­na­dos a los inte­re­ses de ese blo­que. Ese sec­tor, el. prin­ci­pal res­pon­sa­ble de la cri­sis actual y el prin­ci­pal bene­fi­cia­rio de ella, está inte­gra­do por sec­to­res terra­te­nien­tes de la zona cerea­le­ra, lane­ra y pro­duc­to­ra de car­nes y cuero, bode­gue­ros cuya­nos, azu­ca­re­ros y citrí­co­las del Noroeste y yer­ba­te­ros del Noreste, estre­cha­men­te aso­cia­dos o subor­di­na­dos a los inte­re­ses del socia­lim­pe­ria­lis­mo sovié­ti­co y por el pode­ro­so grupo de tes­ta­fe­rros y de gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria que con­tro­la palan­cas eco­nó­mi­cas cla­ves como: la side­rur­gia pri­va­da, el alu­mi­nio, la celu­lo­sa y fábri­cas de papel, gran­des ban­cos, enor­mes lati­fun­dios y millo­nes de cabe­zas de gana­do, parte de la indus­tria petro­le­ra pri­va­da, de la petro­quí­mi­ca, de la carne y la ali­men­ta­ción, de la indus­tria del plás­ti­co, etc. Controla las palan­cas fun­da­men­ta­les del poder esta­tal, posee un pode­ro­so apa­ra­to polí­ti­co pro­pio y una gran fuer­za en los medios de pren­sa y opi­nión públi­ca.
El sec­tor hege­mó­ni­co de las cla­ses domi­nan­tes argen­ti­nas, iden­ti­fi­ca­do prin­ci­pal­men­te con el pro­yec­to alfon­si­nis­ta, ha per­di­do el con­trol de la pre­si­den­cia de la Nación y áreas cla­ves del gobier­no nacio­nal, como resul­ta­do de la derro­ta elec­to­ral del 14 de mayo de 1989. Pero con­ser­va resor­tes fun­da­men­ta­les del gobier­no y del poder. Y, apo­ya­do por los enor­mes medios que mane­ja, se ha lan­za­do ya a la lucha por el con­trol total del apa­ra­to esta­tal y del gobier­no, uti­li­zan­do como mas­ca­ron de proa polí­ti­co –al menos por ahora– al pro­pio Alfonsín.

 

El caracter de la revolución

La con­tra­dic­ción fun­da­men­tal de nues­tra socie­dad sólo puede resol­ver­se median­te la revo­lu­ción demo­crá­ti­ca popu­lar, agra­ria y anti­im­pe­ria­lis­ta, en mar­cha inin­te­rrum­pi­da al socia­lis­mo. Esto impli­ca las tare­as agra­rias que no han sido resuel­tas his­tó­ri­ca­men­te y. tam­bién, las tare­as anti­im­pe­ria­lis­tas, y es una revo­lu­ción demo­crá­ti­ca popu­lar por­que sólo puede ser rea­li­za­da bajo la direc­ción de la clase obre­ra, lo que a su vez garan­ti­za­rá su pers­pec­ti­va socia­lis­ta. Por eso defi­ni­mos en mar­cha inin­te­rrum­pi­da al socia­lis­mo.
Es un error gol­pe­ar al impe­ria­lis­mo y olvi­dar­se de los terra­te­nien­tes y la gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria. Sin la ayuda de éstos el impe­ria­lis­mo no podría opri­mir­nos. Otro error es otor­gar a los terra­te­nien­tes como clase, una inde­pen­den­cia que no tie­nen res­pec­to del impe­ria­lis­mo. Como clase, los terra­te­nien­tes argen­ti­nos han sido y son la prin­ci­pal base social en la que se apoya la domi­na­ción impe­ria­lis­ta en nues­tro país, sien­do el impe­ria­lis­mo el bas­to­ne­ro en el blo­que de cla­ses ene­mi­gas de la revo­lu­ción. Si bien la pene­tra­ción impe­ria­lis­ta ha deter­mi­na­do un cier­to desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo, esto sólo ha sido en algu­nos sec­to­res que le inte­re­san en par­ti­cu­lar a él y a los terra­te­nien­tes, como ocu­rrió con los ferro­ca­rri­les ingle­ses, siem­pre en des­me­dro de la indus­tria nacio­nal, con­di­cio­nan­do y defor­man­do toda la estruc­tu­ra pro­duc­ti­va del país.
La revo­lu­ción argen­ti­na y las tare­as que ella impli­ca no han podi­do ni pue­den ser resuel­tas por la bur­gue­sía nacio­nal. Sólo el pro­le­ta­ria­do, alián­do­se al cam­pe­si­na­do pobre y medio, diri­gien­do al con­jun­to del pue­blo y demás sec­to­res patrió­ti­cos y demo­crá­ti­cos y ganan­do a una parte de las fuer­zas arma­das puede lle­var ade­lan­te esa revo­lu­ción, impres­cin­di­ble para abrir el cami­no a la revo­lu­ción socia­lis­ta.
En la actual etapa de la revo­lu­ción se enla­zan dos con­tra­dic­cio­nes: la nacio­nal y la demo­crá­ti­ca. Aunque en deter­mi­na­dos momen­tos pre­do­mi­nen las tare­as nacio­na­les sobre las demo­crá­ti­cas (como en Malvinas), y en otros a la inver­sa (como duran­te gran parte del perio­do dic­ta­to­rial), no se puede resol­ver una con­tra­dic­ción sin resol­ver la otra. El grado de desa­rro­llo capi­ta­lis­ta, el peso del pro­le­ta­ria­do en la Argentina, y la impor­tan­cia de la cues­tión demo­crá­ti­ca (el tema del lati­fun­dio de ori­gen pre­ca­pi­ta­lis­ta. en pri­mer lugar, y las tra­di­cio­nes repu­bli­ca­nas de mucho más de un siglo) impli­can que no se puede resol­ver una de aque­llas con­tra­dic­cio­nes sin resol­ver la otra.
La ten­den­cia a empu­jar una revo­lu­ción nacio­nal en la que el pro­le­ta­ria­do y su par­ti­do comu­nis­ta sean “la izquier­da” de un Frente Nacional hege­mo­ni­za­do por la bur­gue­sía como suce­dió en algu­nos paí­ses de Asia, Áfri­ca y América Latina, resul­tó fatal para la clase obre­ra de esos paí­ses y para esos par­ti­dos comu­nis­tas. Aún está fres­co el recuer­do de las san­grien­tas matan­zas de la bur­gue­sía nacio­na­lis­ta ira­quí, que costó la vida a miles de comu­nis­tas; el ase­si­na­to de cen­te­na­res de miles de comu­nis­tas y revo­lu­cio­na­rios indo­ne­sios, ante el fra­ca­so del putsch que inten­ta­ron como izquier­da de la bur­gue­sía nacio­nal lide­ra­da por Sukarno; la pri­sión de miles de comu­nis­tas egip­cios o arge­li­nos, etcé­te­ra.
Esos movi­mien­tos de libe­ra­ción nacio­nal cum­plie­ron y cum­plen un papel posi­ti­vo en tanto y en cuan­to enfren­tan al impe­ria­lis­mo y pro­du­cen algu­nas refor­mas pro­gre­sis­tas (como suce­dió en la Argentina en épo­cas de Perón); pero son inca­pa­ces (en la época actual de las revo­lu­cio­nes pro­le­ta­rias) para rea­li­zar a fondo las tare­as demo­crá­ti­cas de la revo­lu­ción y, desde ya, para per­mi­tir el paso inin­te­rrum­pi­do al socia­lis­mo, con lo que, las pro­pias con­quis­tas nacio­na­les son pre­ca­rias y fácil­men­te rever­ti­bles, como suce­dió en Indonesia, Ghana, Brasil (con Goulart) entre tan­tos ejem­plos y en el pro­pio caso argen­ti­no con el gobier­no pero­nis­ta.
La oli­gar­quía, de base terra­te­nien­te, ha sido y es la prin­ci­pal clase que se opone a la demo­cra­cia y es el prin­ci­pal apoyo del impe­ria­lis­mo para domi­nar­nos. Sin aca­bar con ella, lle­van­do a fondo la revo­lu­ción demo­crá­ti­ca, no habrá libe­ra­ción nacio­nal. Así tam­bién la ten­den­cia que empu­ja la lucha demo­crá­ti­ca en forma sepa­ra­da, y en oca­sio­nes con­tra­pues­ta a la lucha por la inde­pen­den­cia nacio­nal, es erró­nea. Mal puede haber demo­cra­cia y menos aún socia­lis­mo, en un país en el que el pue­blo no es dueño del mismo. La inde­pen­den­cia nacio­nal es la con­di­ción bási­ca para la demo­cra­cia y para el socia­lis­mo.
Tampoco somos par­ti­da­rios de que el pro­le­ta­ria­do y su par­ti­do pro­mue­van, como línea, un alza­mien­to o putsch mili­tar con apoyo de masas. El tema tiene vigen­cia por­que exis­ten en la Argentina fuer­zas anti­im­pe­ria­lis­tas que plan­te­an esta sali­da. Una cosa es un movi­mien­to mili­tar que empal­ma con la lucha revo­lu­cio­na­ria de masas, como empal­ma­ron en enero de 1958 núcleos de mili­ta­res de rango medio y sub­al­ter­no de la sub­ofi­cia­li­dad vene­zo­la­na, con la lucha revo­lu­cio­na­ria, insu­rrec­cio­nal, del pue­blo vene­zo­la­no unido tras la Junta Patriótica que lucha­ba con­tra la dic­ta­du­ra de Pérez Jiménez, o que el pue­blo ter­cie con inde­pen­den­cia, como suce­dió, en cier­ta medi­da, en 1952 en Bolivia, ante el golpe nacio­na­lis­ta; y otra cosa, muy dis­tin­ta, es pro­mo­ver una aven­tu­ra puts­chis­ta, como suce­dió con el alza­mien­to de la Alianza Nacional Libertadora, en 1935, en Brasil, orga­ni­za­do por el Partido Comunista de ese país unido a otras fuer­zas anti­im­pe­ria­lis­tas; o en los casos de los alza­mien­tos de las bases de Puerto Cabello y Campano, en Venezuela, pro­mo­vi­dos por el PCV, en la déca­da del 60, entre otros nume­ro­sos y trá­gi­cos ejem­plos para el movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio lati­no­a­me­ri­ca­no.
El Partido puede y debe –en oca­sio­nes– tener una polí­ti­ca de alian­zas con fuer­zas que empu­jan tales movi­mien­tos en la medi­da en que sean parte del pue­blo y luchen con­tra el ene­mi­go común; e inclu­so una polí­ti­ca que apro­ve­che toda situa­ción de frac­tu­ra o enfren­ta­mien­to mili­tar entre dis­tin­tos sec­to­res de las fuer­zas arma­das. Pugnando siem­pre por acu­mu­lar fuer­zas para nues­tra estra­te­gia insu­rrec­cio­nal, lo que exige librar una bata­lla per­ma­nen­te para demos­trar que esos movi­mien­tos no lle­va­rán al triun­fo, en nin­gún caso, a la segun­da revo­lu­ción libe­ra­do­ra en América Latina. Y que donde ésta triun­fó –tal el caso cuba­no– lo fue sobre otra base: la de la lucha revo­lu­cio­na­ria del pue­blo, con eje en la alian­za obre­ro-cam­pe­si­na, des­tru­yen­do a las fuer­zas arma­das del Estado oli­gár­qui­co-impe­ria­lis­ta y ganan­do a los mili­ta­res demo­crá­ti­cos y patrio­tas que se le sumen. Sólo esta línea podrá abrir el cami­no del triun­fo a la revo­lu­ción cuya nece­si­dad es cada día más impe­rio­sa en la Argentina.

Acumulación de fuerzas

En la Argentina, la revo­lu­ción tiene al pro­le­ta­ria­do no sólo como la fuer­za diri­gen­te sino tam­bién como la fuer­za prin­ci­pal. Atesora una larga expe­rien­cia de luchas socia­les y polí­ti­cas que jalo­na­ron nues­tra his­to­ria, que gol­pea­ron a los ene­mi­gos estra­té­gi­cos de la revo­lu­ción argen­ti­na, que per­mi­tie­ron el avan­ce del con­jun­to del pue­blo y el logro de con­quis­tas impor­tan­tes; pero no pudo jugar hasta ahora su papel diri­gen­te en la lucha por el poder. En esto inci­dió la fuer­za con­cre­ta y la línea del par­ti­do mar­xis­ta, pri­me­ro, y mar­xis­ta-leni­nis­ta, des­pués. Con el sur­gi­mien­to del PCR se ha abier­to en la Argentina la posi­bi­li­dad de que el pro­le­ta­ria­do jue­gue su papel diri­gen­te en la lucha por la revo­lu­ción demo­crá­ti­co-popu­lar, agra­ria y anti­im­pe­ria­lis­ta, en mar­cha inin­te­rrum­pi­da al socia­lis­mo.
El Cordobazo, el Rosariazo, el Correntinazo, Tucumanazo, Mendozazo, Rocazo, etc., y los com­ba­tes libra­dos por las masas en estos últi­mos años vuel­ven a con­fir­mar que el medio de lucha espe­cí­fi­ca­men­te pro­le­ta­rio, la huel­ga, es el medio prin­ci­pal para poner en movi­mien­to a las masas obre­ras, cam­pe­si­nas y popu­la­res, inclu­so a sec­to­res del empre­sa­ria­do nacio­nal.
El aná­li­sis de la expe­rien­cia del pro­le­ta­ria­do, de la expe­rien­cia de los pro­ce­sos de lucha más avan­za­dos de la clase obre­ra y el pue­blo donde par­ti­ci­pó el PCR, demos­tró la impor­tan­cia de arti­cu­lar correc­ta­men­te: la lucha eco­nó­mi­ca de masas con la lucha polí­ti­ca; el fren­te único en la clase –que tiene como colum­na ver­te­bral la uni­dad de los pero­nis­tas con los comu­nis­tas revo­lu­cio­na­rios– con el fren­te único anti­im­pe­ria­lis­ta y anti­te­rra­te­nien­te; y la lucha de masas con una justa polí­ti­ca de alian­zas y acuer­dos con otras fuer­zas polí­ti­cas, que ayude y no se con­tra­pon­ga a los obje­ti­vos his­tó­ri­cos, estra­té­gi­cos y tác­ti­cos del pro­le­ta­ria­do.
Así fue en el pro­ce­so de recu­pe­ra­ción del SMATA Córdoba, en el perio­do de la lucha anti­gol­pis­ta (Cuerpo de Delegados de Santa Isabel, rura­les, fri­go­rí­fi­co de Berisso, etc.), en la resis­ten­cia a la dic­ta­du­ra (ferro­via­rios, carne, Lozadur, Galileo, Madres de Plaza de Mayo, etc.), en la lucha por la paz con Chile, duran­te la gue­rra de las Malvinas, y en el perio­do alfon­si­nis­ta, en los dis­tin­tos pro­ce­sos con diver­sas for­mas de lucha en las que par­ti­ci­pa­mos enfren­tan­do su polí­ti­ca, en par­ti­cu­lar la heroi­ca lucha de los obre­ros de Ford, enca­be­za­dos por su comi­sión inter­na y su Cuerpo de Delegados.
Yendo de lo polí­ti­co a lo sin­di­cal y rei­vin­di­ca­ti­vo y de lo sin­di­cal y rei­vin­di­ca­ti­vo a lo polí­ti­co, lo fun­da­men­tal es la línea del Partido. Cuando logra­mos lle­var­la ade­lan­te en cada momen­to polí­ti­co con­cre­to, inte­gran­do lo fun­da­men­tal que es la tác­ti­ca polí­ti­ca con las rei­vin­di­ca­cio­nes espe­cí­fi­cas de las masas obre­ras y popu­la­res, ponien­do el eje en los cen­tros de con­cen­tra­ción, prac­ti­can­do el prin­ci­pio maoís­ta: “de las masas a las masas”, el PCR pudo cre­cer en fuer­za y en influen­cia.
La cons­ti­tu­ción del FREJUPO para las elec­cio­nes del 14 de mayo, ha sido un paso muy impor­tan­te en nues­tra línea de fren­te único, a par­tir de impul­sar desde 1986, la con­fluen­cia de las luchas obre­ras, cam­pe­si­nas y popu­la­res con­tra la polí­ti­ca alfon­si­nis­ta arti­cu­la­da con la pro­pues­ta del fren­te opo­si­tor. Nosotros tra­ta­mos de que no fuese un mero fren­te elec­to­ral, a sabien­das de la opo­si­ción que encon­trá­ba­mos para esto en sec­to­res del pero­nis­mo y en otros par­ti­dos que adhi­rie­ron al FREJUPO. Seguimos con­si­de­ran­do correc­ta esta orien­ta­ción con la fina­li­dad de impul­sar, y con­cre­tar, la uni­dad con las gran­des masas influen­cia­das por el pero­nis­mo, para poder inci­dir posi­ti­va­men­te en el nuevo pro­ce­so abier­to con la derro­ta elec­to­ral del alfon­si­nis­mo el 14 de mayo.
La cons­ti­tu­ción y desa­rro­llo de comi­tés de apoyo al FREJUPO en empre­sas cla­ves, barrios, uni­ver­si­da­des, zonas agra­rias, etc., ha sido un ins­tru­men­to deci­si­vo para la derro­ta del alfon­si­nis­mo y para vin­cu­lar la tác­ti­ca elec­to­ral a la lucha por avan­zar en la recu­pe­ra­ción de sin­di­ca­tos, cuer­pos de dele­ga­dos y demás orga­ni­za­cio­nes de masas en favor de la línea de fren­te único con hege­mo­nía pro­le­ta­ria, fun­da­men­tal en la acu­mu­la­ción de fuer­zas revo­lu­cio­na­rias.
Partiendo siem­pre de nues­tra tác­ti­ca en cada momen­to con­cre­to (lo que exige en pri­mer lugar pre­ci­sar el ene­mi­go prin­ci­pal a gol­pe­ar), la acu­mu­la­ción de fuer­zas revo­lu­cio­na­rias pasa prin­ci­pal­men­te por impul­sar la lucha eco­nó­mi­ca, social, polí­ti­ca e ideo­ló­gi­ca de la clase obre­ra, una justa línea de fren­te único social y polí­ti­co, y de cons­truc­ción de Partido. Con el obje­ti­vo de cam­biar la corre­la­ción de fuer­zas y recu­pe­rar para el cla­sis­mo a los cuer­pos de dele­ga­dos, comi­sio­nes inter­nas, sin­di­ca­tos, fede­ra­cio­nes, CGT regio­na­les, y CGT nacio­nal. Privilegiando los cuer­pos de dele­ga­dos y comi­sio­nes inter­nas de las gran­des empre­sas de con­cen­tra­ción del pro­le­ta­ria­do indus­trial, lo que crea­rá con­di­cio­nes, a su vez, para diri­gir al con­jun­to de la clase obre­ra y para que ésta diri­ja a las masas popu­la­res en la lucha por la revo­lu­ción. Lo que exige arti­cu­lar correc­ta­men­te, en cada momen­to con­cre­to, las diver­sas for­mas de lucha y estar pre­pa­ra­dos para los cam­bios de situa­ción.
Igualmente, par­tien­do de nues­tra tác­ti­ca en cada momen­to con­cre­to, impul­sar la lucha, la línea de fren­te único y de cons­truc­ción del Partido, para ganar para una línea de hege­mo­nía pro­le­ta­ria a los orga­nis­mos de masas cam­pe­si­nos, de sol­da­dos, de las barria­das popu­la­res, de las amas de casa, de los estu­dian­tes, de los téc­ni­cos y tra­ba­ja­do­res de la cul­tu­ra, de la peque­ño­bur­gue­sía urba­na y demás sec­to­res popu­la­res.
Todo ello para crear las con­di­cio­nes para que los cuer­pos de dele­ga­dos y demás orga­ni­za­cio­nes de masas se trans­for­men, bajo la direc­ción del Partido, en un momen­to insu­rrec­cio­nal, en órga­nos revo­lu­cio­na­rios de doble poder. Instrumentos efi­ca­ces de la uni­dad obre­ro-cam­pe­si­no-popu­lar con hege­mo­nía de la clase obre­ra que pue­dan diri­gir la huel­ga polí­ti­ca de masas y la insu­rrec­ción arma­da, y que sean base, a su vez, del fren­te popu­lar de libe­ra­ción, de los orga­nis­mos popu­la­res de poder, del gobier­no pro­vi­sio­nal revo­lu­cio­na­rio, de las mili­cias popu­la­res y del Ejército popu­lar de libe­ra­ción. Posibilidad que boce­tó el Cordobazo y los pro­ce­sos de lucha más avan­za­dos del país.
El cami­no de la revo­lu­ción argen­ti­na: de la ciu­dad al campo, insu­rrec­cio­nal, diri­gi­do por la clase obre­ra, deter­mi­na que éste es el prin­ci­pal cami­no de acu­mu­la­ción de fuer­zas en una pers­pec­ti­va revo­lu­cio­na­ria. Sin embar­go, en deter­mi­na­dos perio­dos, el cen­tro del com­ba­te polí­ti­co y de cla­ses se des­pla­za hacia lo elec­to­ral; y eso nos obli­ga a pri­vi­le­giar todas las tare­as cone­xas a esta forma de lucha (per­so­ne­ría elec­to­ral, acuer­dos elec­to­ra­les, actos y acti­vi­da­des seme­jan­tes, etc.). El arte de las direc­cio­nes del Partido está en arti­cu­lar las tare­as elec­to­ra­les, de tal forma, que nos per­mi­tan acu­mu­lar fuer­zas en los luga­res deci­si­vos y nos ayu­den a inten­si­fi­car el tra­ba­jo para ganar a los cuer­pos de dele­ga­dos y orga­ni­za­cio­nes de masas para la tác­ti­ca polí­ti­ca y la orien­ta­ción estra­té­gi­ca fun­da­men­tal del Partido.

La lucha por el frente único

La lucha por la hege­mo­nía del pro­le­ta­ria­do es impo­si­ble sin una polí­ti­ca per­ma­nen­te de alian­zas que apun­te a con­for­mar el blo­que his­tó­ri­co de cla­ses revo­lu­cio­na­rias. Sobre la base de la tác­ti­ca del Partido en cada momen­to polí­ti­co con­cre­to, pre­ci­san­do el ene­mi­go prin­ci­pal a gol­pe­ar, es nece­sa­ria la uni­dad de todas las fuer­zas posi­bles de ser uni­das con­tra ese ene­mi­go, inclu­so mar­chan­do sepa­ra­dos y gol­pe­an­do jun­tos con­tra él con fuer­zas inter­me­dias que se le opon­gan.
Los cuer­pos de dele­ga­dos mos­tra­ron en años ante­rio­res de auge revo­lu­cio­na­rio, su capa­ci­dad para ser órga­nos de base del fren­te único en la clase obre­ra y boce­ta­ron las for­mas más pro­ba­bles del movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio de masas. La lucha por demo­cra­ti­zar y diri­gir los sin­di­ca­tos debe con­ce­bir­se en una rela­ción dia­léc­ti­ca con los cuer­pos de dele­ga­dos que han demos­tra­do, en el perio­do 1969-1976, su capa­ci­dad poten­cial para trans­for­mar­se, en una situa­ción revo­lu­cio­na­ria, en orga­nis­mos de base de un gobier­no popu­lar revo­lu­cio­na­rio.
El alia­do prin­ci­pal del pro­le­ta­ria­do es el cam­pe­si­na­do pobre y medio. El pro­le­ta­ria­do rural como des­ta­ca­men­to de la clase obre­ra debe jugar el papel prin­ci­pal para for­jar esa alian­za, con la línea de apo­yar­se en los semi­pro­le­ta­rios y cam­pe­si­nos pobres, unir­se a los medios y neu­tra­li­zar a los ricos. Debemos dar par­ti­cu­lar impor­tan­cia al tra­ba­jo por movi­li­zar y orga­ni­zar a los cam­pe­si­nos pobres, y por ganar a los medios y al sec­tor patrió­ti­co y demo­crá­ti­co de los ricos para la lucha anti­te­rra­te­nien­te y anti­im­pe­ria­lis­ta.
El pro­ble­ma de la tie­rra está en el tras­fon­do del pro­ble­ma cam­pe­si­no en todo el país, y debe­mos saber poner­lo de relie­ve, con­cien­tes de que su reso­lu­ción no será posi­ble por vías refor­mis­tas sino revo­lu­cio­na­rias. La causa prin­ci­pal del fra­ca­so de los revo­lu­cio­na­rios del siglo pasa­do, y ya en este siglo –en la época del impe­ria­lis­mo– estu­vo en que no se pro­pu­sie­ron, o fue­ron inca­pa­ces de alzar a la lucha libe­ra­do­ra a las masas cam­pe­si­nas opri­mi­das por los terra­te­nien­tes, masas que venían luchan­do con­tra éstos desde el ini­cio de la colo­nia. Si el pro­le­ta­ria­do no logra for­jar una alian­za estre­cha con las masas explo­ta­das y opri­mi­das del campo, tam­po­co triun­fa­rá.
Un aspec­to par­ti­cu­lar de esta cues­tión es el refe­ri­do a las comu­ni­da­des abo­rí­ge­nes, cuya situa­ción actual es uno de los tes­ti­mo­nios más des­ga­rra­do­res del carác­ter san­gui­na­rio y anti­de­mo­crá­ti­co de los terra­te­nien­tes y de la ile­gi­ti­mi­dad de sus títu­los sobre las mejo­res tie­rras argen­ti­nas. Debemos pres­tar aten­ción y esfuer­zos espe­cia­les para desa­rro­llar la par­ti­ci­pa­ción de las comu­ni­da­des abo­rí­ge­nes en el movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio con­tra los terra­te­nien­tes y el impe­ria­lis­mo, res­pon­sa­bles del des­po­jo de sus tie­rras, de su con­fi­na­mien­to a las zonas más pobres y de la dis­cri­mi­na­ción social, racial, cul­tu­ral, etc., con las que se con­ti­núa la polí­ti­ca oli­gár­qui­ca de las cam­pa­ñas de exter­mi­nio.
A su vez, tanto en el campo como en los cen­tros urba­nos es fun­da­men­tal que el pro­le­ta­ria­do pres­te par­ti­cu­lar aten­ción al movi­mien­to juve­nil y al feme­ni­no, aten­dien­do a la inci­den­cia de estos movi­mien­tos no sólo en la clase obre­ra y el cam­pe­si­na­do sino tam­bién en otros cam­pos como los de la inte­lec­tua­li­dad, en el arte y la cul­tu­ra, en los pro­fe­sio­na­les, en los peque­ños y media­nos empre­sa­rios, en las fuer­zas arma­das, etc.
El movi­mien­to juve­nil argen­ti­no tiene, en com­pa­ra­ción con el de otros paí­ses depen­dien­tes, una larga expe­rien­cia orga­ni­za­ti­va, tanto gre­mial y depor­ti­va, recrea­ti­va y cul­tu­ral, como polí­ti­ca. Fueron orga­ni­za­cio­nes juve­ni­les de rela­ti­va impor­tan­cia de masas las que die­ron ori­gen –con­flu­yen­do con otras fuer­zas– al Partido Radical, al Partido Comunista y a nues­tro Partido. En las luchas pos­te­rio­res a 1968 juga­ron papel deci­si­vo tanto en el movi­mien­to juve­nil en gene­ral, como en el estu­dian­til en par­ti­cu­lar. La uni­dad obre­ro-estu­dian­til adqui­rió en estos años moda­li­da­des con­cre­tas muy avan­za­das que, en algu­nos casos, como suce­dió en Córdoba, per­fi­la­ron una alian­za de gran poten­cia­li­dad revo­lu­cio­na­ria.
La dic­ta­du­ra fas­cis­ta gol­peó con saña a la juven­tud obre­ra y estu­dian­til, para impe­dir el desa­rro­llo de su poten­cial revo­lu­cio­na­rio. Esto trajo un pro­fun­do deba­te en los jóve­nes sobre la nece­si­dad de bus­car nue­vas for­mas de lucha. Fue así que las pri­me­ras movi­li­za­cio­nes masi­vas de la juven­tud fue­ron a par­tir de la lucha por la paz con Chile, con­tra los inten­tos beli­cis­tas de la dic­ta­du­ra. Luego, con moti­vo de la recu­pe­ra­ción de las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, miles de jóve­nes, en con­di­cio­nes difí­ci­les, rea­li­za­ron una gran expe­rien­cia de lucha arma­da con­tra una poten­cia impe­ria­lis­ta y se desa­rro­lló un pode­ro­so movi­mien­to de masas, patrió­ti­co, de la juven­tud. A par­tir de estas expe­rien­cias cen­te­na­res de miles de jóve­nes se incor­po­ra­ron a las luchas socia­les y polí­ti­cas y miles se trans­for­ma­ron en acti­vis­tas gre­mia­les y polí­ti­cos.
La juven­tud ha sido siem­pre un sec­tor sen­si­ble a todo tipo de opre­sión polí­ti­ca, social y nacio­nal, y por eso se rebe­la con­tra ésta. Con for­mas y con­te­ni­dos pro­pios, en cada época, par­ti­ci­pa en la lucha demo­crá­ti­ca, anti­im­pe­ria­lis­ta y anti­te­rra­te­nien­te. Busca afa­no­sa­men­te una res­pues­ta a sus inte­rro­gan­tes y en esta bús­que­da el movi­mien­to juve­nil crece junto a las ideas y pro­ce­sos más avan­za­dos. Es nece­sa­rio que el Partido ayude a ganar a la mayo­ría de los estu­dian­tes para la Revolución; pues sin esto es impo­si­ble que el movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio triun­fe. Existen varias expe­rien­cias his­tó­ri­cas, en nues­tro país, que demues­tran que esto es posi­ble. Además de la impor­tan­cia como ámbi­to de deba­te polí­ti­co e ideo­ló­gi­co que tiene la Universidad, es nece­sa­rio tener en cuen­ta que en ella ha cre­ci­do enor­me­men­te el peso de las cla­ses medias de la capa infe­rior, en rela­ción con las últi­mas déca­das y con lo que suce­día en la dic­ta­du­ra mili­tar.
En cuan­to al movi­mien­to feme­ni­no, en nues­tro país tiene una larga tra­di­ción de luchas obre­ras y popu­la­res. En 1880 fue la pri­me­ra huel­ga de domés­ti­cas. A prin­ci­pios de siglo las huel­gas y con­cen­tra­cio­nes de tele­fó­ni­cas y del ves­ti­do, movi­mien­tos por la alfa­be­ti­za­ción de las muje­res, por la defen­sa de la salud de los niños, por sus dere­chos civi­les y polí­ti­cos. Fue acti­va su par­ti­ci­pa­ción en los movi­mien­tos de soli­da­ri­dad con las gran­des huel­gas obre­ras y con las luchas libe­ra­do­ras de otros pue­blos.
En 1946, con el triun­fo del pero­nis­mo, las gran­des masas de muje­res del campo y de la ciu­dad irrum­pie­ron en la arena polí­ti­ca. El voto feme­ni­no con­se­gui­do nacio­nal­men­te, fue un triun­fo de rei­vin­di­ca­cio­nes que esta­ban veda­das y creó mejo­res con­di­cio­nes para el avan­ce de la lucha de las muje­res. En los años sinies­tros de la dic­ta­du­ra sur­gió un des­ta­ca­men­to de avan­za­da, las Madres de Plaza de Mayo. Luego se desa­rro­lla­ron orga­ni­za­cio­nes espe­cí­fi­cas como secre­ta­rias de la mujer en los sin­di­ca­tos, Amas de Casa del País, aso­cia­cio­nes pro­fe­sio­na­les, Multisectorial de la Mujer, e ini­cia­ti­vas como los Encuentros Nacionales de Mujeres que se rea­li­zan anual­men­te.
Las muje­res no son una clase social. Son un sec­tor espe­cí­fi­co de la socie­dad, parte de las cla­ses socia­les en las que ésta está divi­di­da. Por esa razón la mayo­ría de las muje­res se ubica den­tro de las cla­ses explo­ta­das. Como mujer es un sec­tor social­men­te opri­mi­do y dis­cri­mi­na­do. Como tra­ba­ja­do­ra sufre una doble opre­sión: como explo­ta­da, y como mujer. Su tra­ba­jo (lla­ma­do tare­as) como ama de casa tiene un doble carác­ter: tra­ba­ja y no es remu­ne­ra­do y lo rea­li­za la mayo­ría de las veces en base a sen­ti­mien­tos y cos­tum­bres. Estas tare­as que hoy recaen sobre la mujer debe­rían ser resuel­tas por el con­jun­to de la socie­dad. El tra­ba­jo domés­ti­co es parte del tra­ba­jo útil a la socie­dad, impres­cin­di­ble para el man­te­ni­mien­to y repro­duc­ción dia­ria de la fuer­za de tra­ba­jo. Según esti­ma­cio­nes serias, el valor eco­nó­mi­co de la acti­vi­dad del hogar equi­va­le al 33 % del PBI. Este monto pasa, por una vía indi­rec­ta, a engro­sar las ganan­cias de los capi­ta­lis­tas y terra­te­nien­tes.
Para incor­po­rar a las muje­res a la lucha revo­lu­cio­na­ria no par­ti­mos de la divi­sión en sexos. Partimos de la divi­sión de la socie­dad en cla­ses anta­gó­ni­cas. De ahí la impor­tan­cia de nues­tra par­ti­ci­pa­ción acti­va en los movi­mien­tos feme­ni­nos, ayu­dan­do a avan­zar en la ela­bo­ra­ción de líne­as espe­cí­fi­cas que per­mi­tan encon­trar las vías aptas para incor­po­rar a las amplias masas de muje­res a la revo­lu­ción demo­crá­ti­co-popu­lar, agra­ria y anti­im­pe­ria­lis­ta, en mar­cha inin­te­rrum­pi­da al socia­lis­mo, como pri­me­ra  con­di­ción para que las muje­res de las cla­ses tra­ba­ja­do­ras pue­dan avan­zar en la lucha por su libe­ra­ción. En este cami­no, damos bata­llas a las ideas feu­da­les y bur­gue­sas que lle­van a con­ce­bir que la mujer puede ser lle­va­da de arras­tre al pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio o ser neu­tra­li­za­da.
Asimismo, es impor­tan­te pres­tar par­ti­cu­lar aten­ción y rea­li­zar esfuer­zos para ganar a la mayo­ría de la inte­lec­tua­li­dad para las posi­cio­nes autén­ti­ca­men­te anti­im­pe­ria­lis­tas y anti­te­rra­te­nien­tes y lograr que sir­van al pue­blo con su tra­ba­jo espe­cí­fi­co. Esta es una lucha deci­si­va para la suer­te de la revo­lu­ción ya que ésta requie­re, para triun­far, de la par­ti­ci­pa­ción acti­va de la mayo­ría de los inte­lec­tua­les: pro­fe­sio­na­les y tra­ba­ja­do­res docen­tes y de la cien­cia y la cul­tu­ra en gene­ral. Debemos par­tir de las rei­vin­di­ca­cio­nes que uni­fi­quen a la mayo­ría de esta capa social y tra­ba­jar para que, a par­tir de su par­ti­ci­pa­ción en las luchas popu­la­res, pon­gan su acti­vi­dad pro­fe­sio­nal o docen­te, cien­tí­fi­ca o cul­tu­ral al ser­vi­cio de la lucha libe­ra­do­ra.
También es nece­sa­rio resol­ver una polí­ti­ca espe­cí­fi­ca para todo el sec­tor de cuen­ta­pro­pis­tas (parte de la peque­ño­bur­gue­sía urba­na) que ayude a orga­ni­zar­los en defen­sa de sus inte­re­ses y para par­ti­ci­par, junto al resto de los tra­ba­ja­do­res y el pue­blo, en la revo­lu­ción demo­crá­ti­co-popu­lar, agra­ria y anti­im­pe­ria­lis­ta, en mar­cha inin­te­rrum­pi­da al socia­lis­mo.
En cuan­to a la bur­gue­sía nacio­nal (urba­na y rural), dado su doble carác­ter, y con­si­de­ran­do que es una fuer­za inter­me­dia, la polí­ti­ca del pro­le­ta­ria­do es de uni­dad y lucha y apun­ta a su neu­tra­li­za­ción. Esto impli­ca: ganar a un sec­tor de ella (los sec­to­res patrió­ti­cos y demo­crá­ti­cos), neu­tra­li­zar con con­ce­sio­nes a otro sec­tor, y ata­car al sec­tor de la gran bur­gue­sía que se alíe con el ene­mi­go. Es nece­sa­rio tener una polí­ti­ca que ayude a desa­rro­llar y recu­pe­rar las orga­ni­za­cio­nes de la peque­ña y media­na empre­sa, para enfren­tar la cri­sis, en la pers­pec­ti­va del com­ba­te anti­im­pe­ria­lis­ta y anti­te­rra­te­nien­te.
También es nece­sa­rio tener una polí­ti­ca espe­cí­fi­ca para frac­tu­rar las fuer­zas arma­das ganan­do una parte impor­tan­te de las mis­mas, a su base popu­lar y a los sec­to­res patrió­ti­cos y demo­crá­ti­cos de la ofi­cia­li­dad. En 1945, en 1955, en 1963, en 1973, en junio de 1982 y en abril de 1987, las Fuerzas Armadas se frac­tu­ra­ron. Este es un dato fun­da­men­tal de la rea­li­dad, ya que la revo­lu­ción no podrá triun­far, no ha triun­fa­do en nin­gún país, sin ganar a una parte de las fuer­zas arma­das y sin neu­tra­li­zar a una gran parte de éstas. Nuestra línea esen­cial en caso de enfren­ta­mien­tos, es crear las con­di­cio­nes para que la clase obre­ra y el pue­blo ter­cien y apro­ve­chen a su favor, en una línea revo­lu­cio­na­ria, esos acon­te­ci­mien­tos. El tema no es la frac­tu­ra en abs­trac­to, ya que ésta es pro­duc­to de la rea­li­dad con­cre­ta, pro­pia de las con­tra­dic­cio­nes de nues­tra socie­dad. El tema es si la clase obre­ra tiene una polí­ti­ca para el caso de enfren­ta­mien­tos entre ellas o para el cho­que con el pue­blo, ganar una parte 105 de ellas para aca­bar con ese Estado e ins­ta­lar un poder popu­lar.
Debemos ade­más tener una polí­ti­ca dife­ren­cia­da res­pec­to de los dis­tin­tos sec­to­res de bur­gue­sía inter­me­dia­ria y de terra­te­nien­tes, sin olvi­dar que ellos son ene­mi­gos de la actual etapa de la revo­lu­ción. La expe­rien­cia ha demos­tra­do que se pue­den uti­li­zar las con­tra­dic­cio­nes en bene­fi­cio de la lucha revo­lu­cio­na­ria del pue­blo. La expe­rien­cia tam­bién ense­ña las con­se­cuen­cias funes­tas de basar­se en un impe­ria­lis­mo para libe­rar­se de otro, por­que ello ter­mi­na siem­pre en el cam­bio de amo.
Es pre­ci­so tener una justa polí­ti­ca de fren­te único, polí­ti­ca de uni­dad y lucha con los par­ti­dos que son la expre­sión polí­ti­ca de las cla­ses socia­les que, duran­te la actual etapa revo­lu­cio­na­ria y en cada momen­to his­tó­ri­co con­cre­to, deben aliar­se con­tra un ene­mi­go común. Política en la que res­pec­to de esos par­ti­dos, en oca­sio­nes pre­do­mi­na la uni­dad y en oca­sio­nes la lucha. Nuestra línea de cons­truir y apo­yar al FREJUPO, y la prác­ti­ca rea­li­za­da por el Partido tanto antes como des­pués de las elec­cio­nes, han impli­ca­do un salto cua­li­ta­ti­vo en nues­tra expe­rien­cia fren­tis­ta, en par­ti­cu­lar en rela­ción con el pero­nis­mo, tanto por abajo como por arri­ba y en las direc­cio­nes inter­me­dias.

Camino de la revolución

Impulsamos un movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio inte­gral (como defi­nió Mao Tsetung), que abar­ca la revo­lu­ción demo­crá­ti­ca y la revo­lu­ción socia­lis­ta. Lo que impli­ca com­pren­der a fondo la dife­ren­cia y la rela­ción exis­ten­te entre ambas. Somos par­ti­da­rios de la revo­lu­ción inin­te­rrum­pi­da y por eta­pas, con la línea gene­ral de unir, sobre la base de la alian­za de la clase obre­ra y el cam­pe­si­na­do pobre y medio, a todas las fuer­zas sus­cep­ti­bles de ser uni­das para lle­var hasta el fin la lucha con­tra el impe­ria­lis­mo, los terra­te­nien­tes y el gran capi­tal inter­me­dia­rio, rea­li­zan­do una revo­lu­ción con­du­ci­da por el pro­le­ta­ria­do.
El pro­ble­ma cen­tral para rea­li­zar la revo­lu­ción es el pro­ble­ma del poder. Los ene­mi­gos de la revo­lu­ción son extre­ma­da­men­te fuer­tes y con­tro­lan las palan­cas fun­da­men­ta­les del Estado.
Las res­tau­ra­cio­nes oli­gár­qui­co-impe­ria­lis­tas han sido siem­pre a san­gre y fuego. Los gol­pes de Estado siem­pre triun­fa­ron por­que el pue­blo esta­ba divi­di­do, des­or­ga­ni­za­do y des­ar­ma­do (así suce­dió en 1930, en 1955, en 1966, y en 1976).
La opción entre tiem­po y san­gre es falsa. No es con­ci­lian­do con los ene­mi­gos como se aho­rra sufri­mien­tos a la clase obre­ra y al pue­blo. El pue­blo debe estar unido, orga­ni­za­do y arma­do. La uni­dad sin armas no basta y las armas sin uni­dad tam­po­co.
Para enfren­tar a los ene­mi­gos de la revo­lu­ción argen­ti­na debe­mos pre­pa­rar­nos para una lucha que es encar­ni­za­da y que será larga.
En un momen­to deter­mi­na­do las for­mas de lucha prin­ci­pa­les son el Parlamento y el movi­mien­to sin­di­cal; en otro, la insu­rrec­ción. La uti­li­za­ción de las for­mas pací­fi­cas de lucha, la com­bi­na­ción del tra­ba­jo legal y el ile­gal, abier­to y clan­des­ti­no, nos tie­nen que ser­vir para acu­mu­lar fuer­zas en direc­ción a los obje­ti­vos estra­té­gi­cos.
La revo­lu­ción en la Argentina va de la ciu­dad al campo y tiene a la insu­rrec­ción arma­da como forma prin­ci­pal y supe­rior de lucha. Esta, com­bi­na­da con la moda­li­dad de lucha arma­da en el campo (gue­rri­lla rural y otras for­mas de com­ba­tes arma­dos cam­pe­si­nos), es el único cami­no que per­mi­ti­rá ter­mi­nar para siem­pre con el poder del impe­ria­lis­mo y los terra­te­nien­tes. Como ense­ña nues­tra his­to­ria sólo cuan­do el pue­blo se levan­tó en armas pudo triun­far. Así fue fren­te a las inva­sio­nes ingle­sas en 1806 y 1807 y así fue con­tra el colo­nia­lis­mo espa­ñol de 1810 a 1824.
El Cordobazo boce­tó la forma par­ti­cu­lar insu­rrec­cio­nal de la vía revo­lu­cio­na­ria en la Argentina. Los cuer­pos de dele­ga­dos obre­ros, popu­la­res, estu­dian­ti­les y del cam­pe­si­na­do pobre y medio, capa­ces de trans­for­mar­se –en una situa­ción revo­lu­cio­na­ria– en órga­nos de doble poder (como se insi­nuó en las luchas pos­te­rio­res a 1969). En esto es fun­da­men­tal el papel del Partido. Un par­ti­do fuer­te en núme­ro y cali­dad de afi­lia­dos, enrai­za­do en las masas, que prac­ti­que el prin­ci­pio de las masas a las masas, deci­si­vo para que la huel­ga gene­ral polí­ti­ca de masas, el fren­te único que cons­ti­tu­ya el gobier­no revo­lu­cio­na­rio y el alza­mien­to arma­do del pue­blo, se com­bi­nen para que el triun­fo de la insu­rrec­ción arma­da libe­ra­do­ra impon­ga un gobier­no pro­vi­sio­nal revo­lu­cio­na­rio órga­no de esa insu­rrec­ción, que con­vo­que a una Asamblea Constituyente ple­na­men­te sobe­ra­na e ini­cie las tare­as de la revo­lu­ción demo­crá­ti­co-popu­lar, agra­ria y anti­im­pe­ria­lis­ta, en mar­cha inin­te­rrum­pi­da al socia­lis­mo.

El partido

En nues­tro país ha sido la falta de un par­ti­do mar­xis­ta-leni­nis­ta de van­guar­dia, con arrai­go de masas y con­so­li­da­do ideo­ló­gi­ca, polí­ti­ca y orgá­ni­ca­men­te, lo que impi­dió al pro­le­ta­ria­do argen­ti­no lle­var al triun­fo la revo­lu­ción agra­ria y anti­im­pe­ria­lis­ta y abrir así el cami­no al socia­lis­mo, en los momen­tos de auge revo­lu­cio­na­rio en 1918-19, en 1945-46 y en 1969-70.
Hoy exis­te el Partido Comunista Revolucionario, maoís­ta (que es la exi­gen­cia con­tem­po­rá­nea para ser mar­xis­ta-leni­nis­ta), for­ja­do en más de 20 años de lucha dura y difí­cil.
El Partido Comunista Revolucionario de la Argentina es el par­ti­do revo­lu­cio­na­rio del pro­le­ta­ria­do, la forma supe­rior de su orga­ni­za­ción de clase. Se basa en el pro­le­ta­ria­do indus­trial y su teo­ría es el mar­xis­mo-leni­nis­mo-maoís­mo. Y es inter­na­cio­na­lis­ta, por­que es el par­ti­do de van­guar­dia en la Argentina de una clase –el pro­le­ta­ria­do– que es inter­na­cio­nal.
La defen­sa y la prác­ti­ca de un méto­do mar­xis­ta-leni­nis­ta –que impli­ca el cen­tra­lis­mo demo­crá­ti­co–, la crí­ti­ca y la auto­crí­ti­ca y la lucha ideo­ló­gi­ca acti­va que per­mi­ta que el par­ti­do sea un orga­nis­mo vivo, que no se buro­cra­ti­ce y no dege­ne­re.
Es impo­si­ble la exis­ten­cia de un movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio sin un par­ti­do revo­lu­cio­na­rio que lo diri­ja, y es impo­si­ble alcan­zar el comu­nis­mo sin un movi­mien­to comu­nis­ta de masas, lo que pre­su­po­ne un par­ti­do autén­ti­ca­men­te comu­nis­ta que sea fer­men­to revo­lu­cio­na­rio y guía de ese movi­mien­to comu­nis­ta.
Están dadas las con­di­cio­nes, obje­ti­vas y sub­je­ti­vas, para trans­for­mar al PCR en el par­ti­do que nece­si­ta la clase obre­ra argen­ti­na. Transformarlo en un par­ti­do orga­ni­za­do en todo el país, un par­ti­do revo­lu­cio­na­rio, con un amplio carác­ter de masas, vin­cu­la­do a éstas por millo­nes de lazos; y apo­ya­do por las masas explo­ta­das y opri­mi­das por haber éstas com­pro­ba­do, a tra­vés de una prác­ti­ca pro­lon­ga­da, que es su par­ti­do de van­guar­dia.