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02 de octubre de 2010

El 19 y 20 de diciembre de 2001, irrumpieron grandes masas en una rebelión popular que sacudió a la Argentina hasta sus cimientos:: el Argentinazo. Por primera vez, el pueblo en las calles derrocó a un gobierno nacional, el de De la Rúa y Cavallo, aplastó el Estado de Sitio que ese gobierno había impuesto, y forzó la declaración del no pago de la deuda externa.

El Argentinazo

Hoy 1247

Con la jornada de lucha nacional del 12 de diciembre de 2001, con cortes de ruta en todo el país, los desocupados detonaron el Argentinazo. Fue la movilización de la Asamblea Piquetera encabezada por la CCC unida a diversos sectores combativos, cortando rutas, calles, vías férreas y ocupando edificios públicos en todo el país lo que garantizó el carácter de paro activo que tenía la protesta. Ese día los obreros de la alimentación de la fábrica Terrabusi, junto a los desocupados y jubilados de la CCC y otras organizaciones garantizaron el corte de la Panamericana.
La jornada de lucha del jueves 12 y el paro activo del viernes 13 sacudieron la política nacional con la confluencia de obreros industriales ocupados con desocupados y jubilados, y con una amplísima masa de cuentapropistas, pequeños y medianos comerciantes y productores de la ciudad y del campo y ahorristas golpeados por el manotazo del gobierno a los depósitos bancarios (llamado corralito). La desaparición del dinero afectó toda la economía informal.

Una semana convulsionada
En los días que siguieron se fueron precipitando los hechos. Duhalde y Alfonsín venían tejiendo laboriosamente la transición pos De la Rúa. Para asegurar la transición, con o sin De la Rúa, se designó a Ramón Puerta como presidente del Senado y se buscó el acuerdo de la embajada yanqui para el proyecto.
Se produjeron saqueos a supermercados en Entre Ríos, Mendoza, Santa Fe, luego en varias provincias y en el Gran Buenos Aires. Montándose en el ascenso del auge de luchas, en el hambre y la desesperación de los sectores populares desde la provincia de Buenos Aires (dirigida por el gobernador Ruckauf) y desde otras gobernaciones provinciales primero se alentaron los saqueos impulsándolos contra los pequeños y medianos comerciantes, y posteriormente desataron una represión sangrienta que comenzó a cobrarse las primeras víctimas.
En esa situación, con el acuerdo de Menem, Duhalde y Ruckauf, el 19 de diciembre De la Rúa decretó el Estado de Sitio que fue el detonante de la rebelión popular, cuya envergadura sobrepasó los planes de Duhalde-Alfonsín.
La respuesta popular fue inmediata. Grandes masas populares de la Capital Federal salieron a las calles, se juntaban en los barrios golpeando cacerolas, particularmente grandes contingentes de capas medias y de jóvenes, que marcharon por las avenidas y llenaron la Plaza de Mayo, en repudio al Estado de Sitio y lanzando la consigna: ¡Qué se vayan!
 El gobierno dio la orden de desalojar Plaza de Mayo a cualquier costo, dando “zona liberada” a la represión. Numerosos contingentes, mayoritariamente de jóvenes, se organizaron para enfrentar a la represión, y en ellos tuvieron destacada actuación el PCR y la JCR. Los combates se prolongaron durante toda la jornada del 20 haciendo fracasar el operativo represivo. El Porteñazo dejó en el aire a De la Rúa. Aislado de su propio partido, debió renunciar, escapándose de la Casa Rosada en helicóptero.
El gobierno reprimió sangrientamente para impedir que las masas populares del Gran Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y otras provincias se levantaran junto a las de la Capital. Reprimió incluso, con balas de plomo y numerosos heridos, en La Matanza, también reprimió en Pilar. Pero no pudo impedir que los combates y movilizaciones se generalizaran en Mar del Plata, La Plata, Berazategui, Rosario, Neuquen, Río Negro, Jujuy, Salta, Tucumán, Bahía Blanca, Mendoza y muchísimos otros lugares del país. José Daniel Rodríguez, militante del PCR y de la CCC de Entre Ríos, fue asesinado por la represión, que nacionalmente cobró más de 30 víctimas principalmente en la Capital Federal y en Santa Fe. En la noche del 20 y el 21, grandes masas populares ocuparon sus barriadas, organizando piquetes armados, incluso con armas de fuego, ante la amenaza de saqueos y represión.

Vigencia de sus enseñanzas
El Argentinazo fue una tormenta política de masas que arrasó con el gobierno de De la Rúa y la Alianza, sobrepasó la conspiración de Duhalde-Alfonsín, pero no pudo imponer un gobierno popular.
En esas condiciones el Frente Federal de Gobernadores impuso a Rodríguez Saá como presidente, gobierno políticamente débil basado en un acuerdo frágil entre distintos sectores del peronismo, lo que se graficó en un gabinete con personajes sumamente desprestigiados.
Otra pueblada, el 28 de diciembre, volteó a una parte del gabinete dejando en el aire a Rodríguez Saá. En ese contexto Duhalde, Alfonsín e Ibarra impulsaron un golpe de estado “institucional” y a través de una nueva Asamblea Legislativa, de dudosa constitucionalidad, se designó a Duhalde presidente.
El Argentinazo abrió un surco profundo en la política nacional: dejó en el aire el Estado de Sitio, barrió a cinco presidentes y hubo un día sin gobierno, empujó el no pago de la deuda externa por dos años, paró el “corralito”, obligó a conceder mas de dos millones de planes sociales, posibilitó establecer numerosas empresas recuperadas, salvó del remate a miles de pequeños productores nacionales agrarios y urbanos, entre otras conquistas. Hizo emerger una profunda crisis de hegemonía de las clases dominantes. Mostró el camino para conquistar un gobierno de unidad popular, patriótico y democrático.
Las limitaciones que tuvo, por la correlación de fuerzas, hacen a enseñanzas decisivas para el futuro.
En primer lugar, mostró la necesidad del fortalecimiento de las fuerzas clasistas y combativas, de las corrientes antiimperialistas y antiterratenientes, de los sectores patrióticos y democráticos, del frente único de las fuerzas populares, y del crecimiento del partido de vanguardia de la clase obrera, el PCR.
En segundo lugar, el movimiento obrero llegó dividido, y mayoritariamente dirigido por la CGT de Daer y por fuerzas como la CGT “rebelde” de Moyano y como la CTA, que en las jornadas decisivas del 19 y 20 desmovilizaron a sus organizaciones. Luego, la CGT “rebelde” y la de Daer, llamaron a un tardío paro el 21, cuando ya se marchaba a la Asamblea Legislativa. Esta nueva experiencia replantea la necesidad de recuperar para el clasismo a los sindicatos, y particularmente a los Cuerpos de Delegados, que son instrumentos fundamentales para unir, movilizar y dirigir a la clase obrera. A ello va unido la necesidad de volcar a la lucha al movimiento agrario y al movimiento estudiantil.
En tercer lugar, no hubo un centro coordinador. Cómo iba a existir si la mayoría de las direcciones de las fuerzas populares, incluso algunas de las que se dicen de izquierda, rechazaban el camino del Argentinazo, ilusionadas con el de las elecciones. Ni siquiera se despertaron con el cachetazo de las elecciones de octubre de 2001, cuando la corriente mayoritaria de las masas, la mitad del padrón votó nulo, blanco o se abstuvo; y volvieron a “sorprenderse” cuando esas masas se volcaron al Argentinazo y expresaron en las calles todo el odio acumulado al régimen político. Lo sufrió en carne propia Patricio Etchegaray, el jueves 20, a las 10 de la mañana, cuando fue abucheado en Plaza de Mayo, por segunda vez (ya le había sucedido en el Congreso) a los gritos de: ¡Que se vayan todos, que no quede ni uno solo!
En cuarto lugar, como anticipamos, el Argentinazo llegó también hasta donde daba la situación de las Fuerzas Armadas. El hecho de que permanecieran neutralizadas (en lo que jugó el resurgimiento de la corriente nacionalista), rechazando las presiones del gobierno para sumarlas a la represión, le permitió a las masas avanzar hasta donde llegaron. Y el hecho de que los sectores patrióticos —por la correlación de fuerzas— no se sumaran al pueblo, marcó el límite de hasta donde éste podía avanzar. Ninguna revolución ha triunfado, y menos aún una insurrección, sin que las fuerzas revolucionarias tuviesen una política hacia las Fuerzas Armadas. Cuando De la Rúa no pudo ganar a éstas para la represión, la medida del Estado de Sitio fue totalmente ineficaz para contener la rebelión de masas. Al mismo tiempo, si se hubiese logrado ganar a un gran sector de las mismas, como sucedió en Ecuador el 21 de enero del 2000, se hubiese creado la posibilidad de un gobierno de unidad popular.
Los diez días de combate, las dos jornadas heroicas del 19 y 20, han enseñado a la clase obrera y el pueblo más que muchos años de lucha reformista y electoral.