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08 de agosto de 2013

Los temores de que la Reserva Federal de Estados Unidos (la FED) pondría fin pronto a sus programas de estímulo, ha provocado un viraje de los flujos de capitales en desmedro del resto del mundo.

Una nueva fase en la crisis mundial

Los mercados adelantan un cambio en la política monetaria estadounidense

La crisis capitalista mundial, que irrumpió en 2008, produjo una severa contracción económica y puso en jaque la supervivencia de los sistemas financieros en los países imperialistas, amenazando con recrear una situación sin precedente desde la Gran Depresión de la década de 1930. Como respuesta, los bancos centrales de dichos países pusieron en marcha políticas monetarias expansivas cuyo propósito fue reducir a un mínimo las tasas de interés y proveer financiamiento de emergencia a los bancos. Se trató, ante todo, de “salvar” al sector financiero, trasladando la carga al sector estatal (incrementando la deuda pública), aumentando la explotación de los trabajadores y la pauperización de las clases medias, y forzando la revalorización de las monedas de los llamados países emergentes (en los que se incluye dos países imperialistas, Rusia y China).

Esto último se instrumentó a través de presiones políticas directas (como ocurrió con China) o en forma encubierta (a través de políticas monetarias expansivas que indirectamente exportan la inflación). De esta manera, se facilitó una depreciación en los tipos de cambio reales de las monedas de los que se llaman países desarrollados (la famosa “guerra de monedas”).

En el caso de Estados Unidos, la Reserva Federal (la FED) ha mantenido por más de cuatro años las tasas de interés de corto plazo a niveles cercanos a cero y anunció que mantendría dichos niveles por dos años más. A su vez, imprimió dinero por casi US$3.000 billones sin afectar su tasa de inflación, que está por debajo del 2% anual. Para reducir las tasas de interés de largo plazo, puso en marcha un ambicioso programa de recompra de deuda, tanto de bonos gubernamentales como de hipotecas. Experiencias similares de expansión monetaria y recompras masivas de títulos vienen ocurriendo en la Unión Europea y Japón.

Así la acción de los bancos centrales impidió que se ahondara un proceso recesivo y deflacionario. Pero una espada de Damocles se cierne sobre el horizonte: el peligro de una eclosión inflacionaria.

Por ahora, la liquidez creada por los bancos centrales no se volcó a la llamada economía real porque los bancos optaron por colocar las reservas excedentes en depósitos remunerados con los bancos centrales en vez de prestarlos a empresas y a consumidores. Esto ocurre porque subsisten temores respecto a la solvencia de los propios bancos y a que los riesgos crediticios persisten en la economía.

Sin embargo, cuando la llamada economía real mejore, los bancos comenzarán a utilizar las reservas excedentes (renunciando a las bajas tasas que les pagan los bancos centrales) y volverán a prestar. Esto provocaría un veloz crecimiento de la oferta monetaria y del crédito, lo que podría acelerar la inflación. Para impedirlo, los bancos centrales tendrían que permitir una suba generalizada de la tasas de interés y revender al mercado muchos de los títulos hipotecarios y gubernamentales que compraron. Así podrían retirar en forma ordenada la gigantesca emisión monetaria de los últimos años.

Pero esto no se prevé pueda resultar fácil.De una parte, la todavía débil recuperación hasta ahora registrada, con las presiones empresarias y laborales concordantes, podrían llevar a los bancos centrales a postergar la suba de las tasas de interés, convalidar expectativas de suba de precios y facilitar el surgimiento de un espiral inflacionario. Pero por otra parte, si las tasas de interés suben demasiado rápido, la economía podría recaer en recesión y, en el peor de los escenarios, en una combinación de estancamiento e inflación. Por último, la situación podría agravarse si los gobiernos enfrentan una crisis fiscal que restrinja su acceso a los mercados voluntarios de deuda. Esto los obligaría a monetizar el déficit gubernamental a través de la emisión, lo que generaría una alta inflación.

 

Fin del “crédito fácil”

La FEDde los Estados Unidos ha dado a entender que pese a esos riesgos, en su disputa por el mercado mundial con sus rivales imperialistas (particularmente con Alemania y China), ya estaría dispuesta a emprender ese camino de “normalización de las políticas monetarias expansivas” de los últimos años. Así, la suba en las tasas de interés sería el eje determinante de la evolución futura de las finanzas y de la economía mundial. Y como “los mercados se anticipan”, las corrientes de capitales, especulativas o no, han comenzado a cambiar de dirección, ahora hacia Estados Unidos, con el consiguiente perjuicio no solo para los países de Europa (que todavía siguen en recesión) sino también para el conjunto de los llamados países emergentes (incluyendo en ellos dos países imperialistas como Rusia y China).

Como se viene registrando, países desde Turquía hasta Brasil y China acusan los golpes asestados por una combinación de acontecimientos: la desaceleración de sus economías, la salida de capitales, un derrumbe en los precios de las materias primas y crecientes protestas políticas.

El retiro de fondos de dichos mercados se ha acelerado desde inicios de junio, en medio de las expectativas de que los días del crédito fácil a nivel global están llegando a su fin, conforme la economía de Estados Unidos se recupera aunque sea en forma débil y todavía con una alta desocupación.

Según The Wall Street Journal (La Nación, 2/7/2013), los inversionistas han retirado US$12.000 millones de los US$100.000 millones en activos de fondos mutuos dedicados a los bonos de los llamados mercados emergentes en las últimas cinco semanas, la mayor salida ininterrumpida de capitales desde 2009. Lo que ha evocado otros episodios de pánico, cuando un alza en las tasas de interés estadounidenses tuvo serias repercusiones en los mercados, como ocurrió con la crisis mexicana de 1994 y la de los “tigres asiáticos” que se inició en 1997.

Se estima que las llamadas economías emergentes crecerán en torno a 4% en el segundo trimestre, su menor nivel desde 2009 y una cifra muy inferior a la expansión promedio de 7% de la última década.

China, que había impulsado el crecimiento en muchas de estas economías, ahora se ha vuelto una carga. Su Banco Central emprendió en semanas recientes una campaña para erradicar lo que considera como préstamos peligrosos. La ofensiva elevó las tasas de interés a corto plazo, lo que llevaría a un mayor declive en el crecimiento. La Bolsa de Valores de Shangai alcanzó su nivel más bajo desde 2009. Por si esto fuera poco, las débiles cifras de producción industrial y la imprevista caída de las exportaciones en junio, difundidas a principios de julio, acentuaron las dudas sobre el desempeño de China.

El enfriamiento de China ha tenido repercusiones globales, afectando tanto a compañías de equipos mineros como a los proveedores de las materias primas: el cobre en Chile y el carbón en Indonesia.

China, por ejemplo, es el principal socio comercial de Brasil y las caídas en los precios del mineral de hierro y el petróleo han afectado seriamente a la que es la mayor economía de América Latina. La bolsa de valores brasileña acumula un descenso de 22% este año, que se ha visto exacerbado por una caída de casi 10% en el valor del real. La salida de los brasileños a las calles no es ajena a esta situación.

En cuanto a la India, un brote inflacionario y un creciente déficit de cuenta corriente se conjugan con una desaceleración de su economía. La moneda del país, la rupia, alcanzó en junio un mínimo histórico frente al dólar.

En Turquía, ya afectada por la debilidad de la economía europea, los mercados fueron duramente golpeados por los temores de que la FED pondrá fin pronto a sus programas de estímulo. A lo que se agregan las rebeliones de masas, encendidas por un polémico plan para demoler un parque ubicado en el centro de Estambul. La Bolsa de Estambul descendió 11% en el primer trimestre, mientras que el dólar se fortaleció 9% contra la lira durante el mismo lapso.

En tanto, Sudáfrica está sufriendo las consecuencias de huelgas y la debilidad en los precios del oro. El rand ha perdido 20% de su valor frente al dólar este año, alimentando un problema de inflación y perjudicando la capacidad del banco central para recortar las tasas de interés.