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20 de marzo de 2014

Primer secretario de organización de la Juventud Comunista Revolucionaria, fue secuestrado el 1 de noviembre de 1977 en Avenida Las Heras y Pueyrredón. Años más tarde, supimos que estuvo secuestrado en el Centro Clandestino de Detención, Club Atlético. 

Manuel Guerra

Mártires del PCR

El “Negro”, cómo le decían sus seres queridos nación en Frías, Santiago del Estero, y siendo adolescente se mudó a Córdoba en 1968 para terminar el colegio técnico. Se encontró allí con una ciudad movilizada, en la que obreros y estudiantes tomaban las calles por sus reivindicaciones y en repudio a la dictadura de Onganía. Se sumó a la lucha, en las calles, y entendió que debía ser parte de la clase que encabezara la Revolución. Empezó a trabajar en un taller mecánico; se afilió al SMATA y al PCR y creció políticamente de la mano de René Salamanca y Gody Álvarez.

A fines de 1974 llegó a Buenos Aires a cumplir con una tarea importantísima: ayudar a armar la Juventud del PCR, y desde allí abordar las necesidades específicas de los jóvenes, dirigiéndolos en el camino de la liberación nacional y social. Tuvo la posibilidad de conocer de cerca la experiencia de la Revolución China y trajo de allí grandes aprendizajes. Manuel fue el primer Secretario de Organización de la JCR y como buen hijo del Cordobazo, luchó sin pausa y con alegría por una sociedad libre de opresiones y explotación. Esa JCR se había pronunciado y movilizado contra cualquier golpe de estado, pro ruso o pro yanqui, que quisiera instalarse en nuestro país.

uando se lo llevaron, el Negro estaba trabajando en la huelga ferroviaría que finalmente de desató el 2 y 3 de noviembre del ´77, ejemplificando la resistencia frente a los embates de la dictadura. Cuando se lo llevaron, su hijo, Facundo, era apenas un bebé.


Justicia para Manuel, cárcel para sus torturadores

 

Recién en 1979, gracias a la búsqueda y recorrido de su compañera Teresita Castrillejos, quien logró contactar con un joven  que había sido testigo del secuestro, conocimos de qué manera los genocidas nos habían quitado al Negro. Ese joven y su familia habían presentado un hábeas corpus por Manuel, hecho que conoceríamos años después. Pasaron varios años más hasta que supimos, por el testimonio de un ex -detenido, que Quebracho estuvo en “El Atlético”, un Centro Clandestino de Detención (CCD) que fue demolido para construir una autopista, en los preparativos del mundial ´78.

 Llevamos 36 años exigiendo la aparición con vida de Manuel y juicio y castigo a todos los responsables. Hasta ahora ningún gobierno ha dado respuestas. De las cuatro personas que se llevaron a Manuel, no sabemos casi nada, porque el Ministerio de Seguridad de la Nación no remite al juzgado la lista de personal. Tenemos fecha, hora y lugar  del secuestro; un testigo que hasta pudo registrar la patente del auto… Pero no tenemos acceso a los archivos que indican quiénes estaban ‘de turno’ en esa División. Las respuestas que dan siempre son ambiguas y el juicio por Manuel no avanza.

Además, en éstos juicios –que son los que tenemos y no los que queremos– el Estado traslada la responsabilidad de investigar a las familias y a los sobrevivientes y –como si se trataran de delitos comunes-exige para acreditar el paso por determinado CCD una cantidad de prueba que a más de 30 años y con el miedo que instaló la dictadura, es muy difícil de conseguir.  La impunidad dice presente en la década de kirchnerismo: no quieren ir a fondo en desmantelar la estructura represiva de los ’70 y pretenden callarnos y sacarnos de la calle para que no levantemos las banderas de justicia.


 “Soy Manuel Guerra, me están secuestrando”.

 

Fue la tarde del 1° de noviembre de 1977, en una esquina de la Ciudad de Buenos Aires. Varios hombres vestidos de civil perseguían a un joven de 26 años. No era una pelea, ni un malentendido, lo querían agarrar. Les costó detenerlo, él se resistió. Armados y a los golpes lograron meterlo en un Taunus anaranjado. Al notar que un chico lo observaba, gritó: “soy Manuel Guerra, me están secuestrando”. Se estaban llevando, en Pueyrredón y Las Heras, a plena luz del día a un camarada de esos que no se encuentran todos los días.  Un ejemplo de lucha clasista que se mantuvo firme en su convicción revolucionaria, incluso estando secuestrado.