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10 de enero de 2018

Por el reconocimiento de la URSS (1)

Crónicas Proletarias - 297

A partir del triunfo de la Revolución Socialista en Rusia, y de la consolidación del gobierno bolchevique, se desarrolló una campaña por el reconocimiento del Estado de los obreros y campesinos, por parte del conjunto de los países del mundo. En esta tarea, llevada adelante en primer lugar por el gobierno soviético y por la Tercera Internacional, se destacaron varias campañas impulsadas por los partidos comunistas en distintos países, que promovieron organizaciones amplias, que nucleaban a otros partidos y a destacadas personalidades.
En nuestro país, como desarrolla la compañera Cristina Mateu en una ponencia presentada en las XI° Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia en el 2007, esta pelea arrancó en los tiempos del primer gobierno de Hipólito Yrigoyen, y se extendió por toda la década del 20. Con el golpe de Uriburu en 1930, se interrumpieron las gestiones por el reconocimiento diplomático de la URSS.
Dice Mateu que “el Partido Comunista argentino inició tempranamente su lucha por la defensa y reconocimiento de la Unión de República Socialistas Soviéticas. La lucha por el reconocimiento del Estado Socialista en Rusia, se materializó en un amplio movimiento y una asociación que elevó una propuesta a la Comisión de Negocios Extranjeros de la Cámara de Diputados para establecer relaciones diplomáticas, fundamentada en una serie de argumentos políticos, sociales y económicos. 
“Si bien no logró su objetivo, confluyó con las tendencias nacionalistas que fueron perfilando la política yrigoyenista en materia petrolera, con el desarrollo de YPF. Ello se plasmó en la concreción por el gobierno radical de los acuerdos petroleros con la empresa comercial soviética Iuyamtorg, concebidos para afirmar su política nacional respecto del petróleo, frente a las exigencias de las compañías norteamericanas e inglesa, acuerdos interrumpidos por el golpe militar en el ‘30”.
Al momento de la Revolución Rusa, el gobierno argentino había designado a un embajador ante el derrotado gobierno de Kerensky. Éste no fue acreditado por los soviéticos, y quedó a cargo de la Embajada argentina J. Naveillán, un personaje de origen armenio, con ciudadanía chilena y que tenía además la representación de Rumania. En 1920 Naveillán fue desafectado por Yrigoyen y abandonó Petrogrado.