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31 de mayo de 2017

Nuestro corresponsal en Córdoba entrevistó a Sara Molina, madre de nuestro camarada Raúl Molina, desaparecido durante la última dictadura militar.

Seguir marchando por justicia

Reportaje a Sara “Coca” Molina

El mismísimo 24 de Marzo del 76, fuerzas del ejército irrumpían en su vivienda en busca de su hijo. Al no encontrarlo, decidieron llevarla. Ella es Sara “Coca” Lujan Molina, madre de Raúl Mateo Molina Lujan. Es una de las primeras familiares de desaparecidos en comenzar a organizarse, en medio de la más feroz dictadura que nuestro país conoció, con el objetivo de recuperar a su hijo. Hoy a más de 40 años del golpe sigue marchando por justicia.
 

El mismísimo 24 de Marzo del 76, fuerzas del ejército irrumpían en su vivienda en busca de su hijo. Al no encontrarlo, decidieron llevarla. Ella es Sara “Coca” Lujan Molina, madre de Raúl Mateo Molina Lujan. Es una de las primeras familiares de desaparecidos en comenzar a organizarse, en medio de la más feroz dictadura que nuestro país conoció, con el objetivo de recuperar a su hijo. Hoy a más de 40 años del golpe sigue marchando por justicia.
 
—¿Cómo se forma Familiares de Desaparecidos en Córdoba?
—Recién cuando salgo de la cárcel me entero de la detención de Raúl. Mi familia no me había contado nada. Vi en la cartera de mi hija un sobre que era del Ejército. Respondían un hábeas corpus diciendo que no sabían nada. Ahí recién mi familia me cuenta de que Raúl estaba detenido. Ahí me desesperé. La familia no sabía lo que estaba pasando. Yo tomé noción estando detenida. Me secuestran el mismo 24 de marzo y me llevan al Buen Pastor. Ahí no hay tortura, pero voy viendo todas las mujeres que van pasando. Así como van llegando, las van sacando. A medida que van llegando voy conociendo cómo las detienen. Llegaban lastimadas.
Me llamaban “humor negro”, porque yo les decía que ahí ninguna estaba segura. Así como vamos llegando, van saliendo y nadie sabía a donde iban a parar… O las dejaban en la calle y la fusilaban simulando una fuga, o las llevaban a La Perla y ahí las torturaban, o iban a La Rivera. 
El Buen Pastor era un lugar de paso. Pero a mí no me tocaron porque yo estaba blanqueada. Mi familia sabía que yo estaba ahí. Estuve entre cinco y seis meses. Después pasé Navidad en San Martín.
 
—¿A vos te entrevistan ahí?
—No. Me sacan de la UP1 y me llevan al Campo de la Rivera, ahí es donde me entrevistan. Me tenían de rehén y ya habían secuestrado a Raúl. Para mí me llevan a La Rivera para ver si yo me había enterado, pero mi familia no me había contado nada. Me llevaron posterior al secuestro y me tienen dos o tres días en La Rivera.
Yo les pregunté: “¿Por qué lo buscan a Raúl? Si el no hizo nada ilegal”. “Sabemos que no hizo nada ilegal, pero es comunista y nosotros estamos luchando contra los comunistas”.
 
—¿A dónde te sueltan? ¿En el Buen Pastor?
—No, me vuelven a llevar a San Martín. Ahí me dicen: “No se preocupe, no se vuelva loca buscándolo porque ya va a aparecer”.
 
—Te avisan ellos antes que tu familia…
—Sí, sí. Yo no sabía nada, y ellos ya me anunciaban eso para ver cómo reaccionaba. Durante días me venían diciendo que ya iba a salir. El día que vieron que mi familia no estaba afuera esperando, ese día me soltaron. Mi libertad había salido anunciada en el diario. Mi familia me esperaba en la confitería al frente de la cárcel y el día que no fueron me dejaron en libertad.
Para colmo me largaron tarde. Salí con un miedo terrible, porque pensaba que ahí me secuestraban y me llevaban a otro lado, total yo ya había firmado la libertad. Salí y me tome un taxi. No tenía un peso.
 
—¿Cuál fue esa sensación de libertad después de tantos meses detenida?
—Sobre todo, fue pensar: “voy a ver a mi hijo”. Fue un año y medio sin saber nada de él. Incomunicada.
 
—A partir de ahí, ¿Cómo se fueron organizando en plena dictadura?
—Había que hacer algo, pero no sabía qué hacer. Carlitos (Farina) me cae con una lista de direcciones, ahora de dónde las sacó nunca supe. Yo empecé con eso, con las direcciones que me da Carlitos. Empecé a reunirme con el Ingeniero Melani. Él tenía un estudio en la Galería Norte. Con las direcciones que me dieron empiezo a mandar cartas contando toda la historia de lo que estaba pasando. Cartas al exterior también mandé. Melani era de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos. Y también empezamos a trabajar con Rosa Morandini.
Me fui hasta Buenos Aires y tomé direcciones, teléfonos para comenzar a visitar al resto de familiares.
 
—Con lo peligroso que era en la época, ¿Te estaban vigilando?
—Claro, me vigilaban y me entero cerca de la casa de René (Salamanca). Mi Di Tella era de papá, y cuando muere me quedó a mí. Nunca hice los papeles así que tenía otra dirección, la de mi hermano. Entonces los militares un día paran a una empleada doméstica que tenía mi hermano, le preguntan por mí, si me había visto. Esta chica se avivó, porque me había visto pero ella dijo que no, que no me conocía y que nunca me había visto. Ahí la chica le cuenta a mi hermano y el me avisa, entonces yo paro un poco.
 
—¿Cómo fueron las reuniones de Familiares?
—Me bombardearon mucho para que yo baje línea. Querían convencerme de que fuera del PO y baje línea pero nunca acepté. La idea mía era aceptar a todos los partidos políticos que quieran venir. Bienvenidos sean todos. Vamos a tomar todas las ideas que nos convengan a nosotros como familiares. Nosotros queríamos a los partidos pero no íbamos a aceptar que nos bajen línea.
Nosotros nos juntábamos a trabajar y ahí no había un “yo soy presidente”. Ahí trabajábamos todos. Nunca fui presidenta de la Comisión de Familiares. Pasa que prácticamente lo era.
 
—Y todo eso en la clandestinidad…
—Claro… Cuando vino la comisión interamericana fuimos a Buenos Aires con Melani. Fuimos a esperarlos al Aeropuerto para asegurarnos de que iban a venir a Córdoba.
 
—Como madre, ¿Cómo se recibe la muerte de un hijo si no te dan el cuerpo?
—Yo lo seguía buscando con vida. Me enteré muchos meses después de que había muerto el mismo día que lo detienen. Siempre dentro de mí existía la esperanza de que lo fuera a encontrar, de que iba a aparecer. La figura del “desaparecido” no existía en la Justicia y era muy cómodo para ellos porque no tenían que dar respuestas.
 
—¿Y qué sentís ahora cuando ves lo del 2×1?
—Mucha rebelión se siente, mucha bronca. ¿Cómo puede haber gente que haya pensado en votar eso? Solo espero que Menéndez aguante mucho tiempo para que siga preso.
 
—Entre los que piden el 2×1 está Palito Romero, el responsable de la muerte de Molina…
—Pero “Palito” Romero está en cárcel domiciliaria. Esto es otra cosa que estamos pidiendo. ¡Cárcel común y efectiva! En la marcha se recalcó eso también.