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12 de noviembre de 2010


La “globalización”

Documentos del PCR / tomo 9

Con referencia al proceso que los ideólogos del imperialismo yanqui denominan de “globalización”, el Octavo Congreso planteó: “Con la restauración capitalista en la URSS en 1957 se inicia el proceso de restablecimiento del mercado capitalista mundial único, que culmina con la derrota de la Revolución Cultural y la consiguiente restauración capitalista en China, en 1978. Allí deja de existir lo que aún quedaba de un sistema socialista, se cierra una etapa en la historia del movimiento obrero mundial y se restablece el mercado capitalista mundial único. El sinceramiento capitalista en la URSS con el colapso de ésta, en 1991, expresa un nuevo salto en este proceso, manifestándose con toda contundencia la recreación del sistema capitalista mundial “único y omnímodo”. Este es el cambio económico más importante producido en la situación económica mundial de los últimos años”16.

Esta tremenda derrota internacional del proletariado es la que permitió la reconstrucción del sistema y del mercado capitalista mundial único, sobre la que se basa la teorización de la llamada “globalización”, a la que los ideólogos yanquis, con la complicidad del revisionismo en todas sus variantes, consideran “una nueva fase del capitalismo”, una “fuerza objetiva de la historia”, un “cambio de época”, a la que habría que aceptar como se debe aceptar la existencia de la ley de la gravedad. Los revisionistas del marxismo la atribuyen a los avances de la Revolución Científico-Técnica. Sobre esta base han teorizado también acerca de la desaparición de la clase obrera. Hace décadas que esos revisionistas hablan de esa “revolución” para revitalizar la llamada teoría de las fuerzas productivas.17 En realidad los avances tecnológicos –sobre todo en el terreno de las comunicaciones y la electrónica– no pueden explicar y menos aún justificar lo que los ideólogos del imperialismo sintetiza con el concepto de “globalización”.

La palabra “globalización” es en realidad, como se ha dicho, un concepto vacío y, por eso, precisamente, encierra muchos significados. Tantos como los que les adjudican sus ideólogos. Los ideólogos de los monopolios europeos y japoneses prefieren hablar de “mundialización”. En definitiva, la visión de un mundo “globalizado” es una visión típica del rentista y el especulador financiero, puesto que es en la especulación financiera y en la facilidad con la que hoy se opera y se especula en los mercados bursátiles de todo el mundo, en donde se han operado los cambios más típicos de un supuesto mundo “globalizado”. Cada vez que una disposición nacional afecta a un monopolio, como sucedió aquí en el caso de las patentes medicinales, o con la transportadora Federal Express, o últimamente con la sociedad italiana que participa en los aeropuertos privatizados, se evidencia que los monopolios siguen “teniendo patria”. No son realmente “multinacionales”.

 

Algunos utilizan el término “globalización” para referirse al creciente proceso de internacionalización de la producción. Antes el elevado costo del transporte imponía la necesidad de colocar las empresas en proximidad de las materias primas o el mercado. Actualmente el abaratamiento del transporte ha permitido fragmentar el ciclo productivo de la gran industria en una multiplicidad de fases distintas y hacer el montaje en otra, aprovechando los menores costos, en especial de mano de obra y energía. Esto exige la libertad de movimientos de las mercancías y del capital financiero y obliga a la colaboración de las autoridades gubernamentales. No es cierto que el Estado es prescindente frente a este proceso y que rige la plena libertad de mercado. Como sucedió en la Argentina, todo el proceso de cambios en la economía, bajo el menemismo, se ha hecho mediante leyes y la más amplia intervención estatal: privatizaciones, desregulaciones que benefician a los monopolios, flexibilización salarial, e incluso, en el caso argentino, se mantuvo el salario mínimo congelado por ley durante casi una década. Por eso, también, los monopolios dan tanta importancia a las regulaciones legales internacionales, como sucede con la Organización Mundial de Comercio. Al poder utilizar al máximo la mano de obra barata de determinadas regiones (cómo sucedió en el sudeste asiático o en las regiones costeras de China) se crearon las condiciones para que los monopolios empujasen, a fondo, la flexibilización laboral incluso en los países capitalistas desarrollados.

No hay un régimen de auténtica libre concurrencia, como propagandiza el imperialismo. Los mercados están dominados por los monopolios. La mitad de las exportaciones mundiales está en manos de unas pocas grandes compañías.

 

En realidad la llamada “globalización”, es un concepto inventado por los monopolios para encubrir la ofensiva del capital monopolista y aprovechar la nueva relación de fuerzas surgida de la derrota del proletariado mundial. Su objetivo es arrasar con las conquistas históricas de la clase obrera y las naciones oprimidas. Ha sido empujado también por la caída de la tasa de ganancia del capitalismo y el crecimiento de la importancia del rasgo especulativo del capital financiero, buscando resolver con la especulación su necesidad de máxima ganancia.

La teoría de la “globalización” parte de la supuesta existencia de una nueva etapa del capitalismo, que habría superado al imperialismo, y considera caduca la existencia de los estados nacionales (salvo los estados nacionales de los países imperialistas) y la subsistencia de las economías y culturas nacionales. Un concepto que oculta el hecho de que existen “globalizadores” (las potencias imperialistas, en especial los EE.UU., que se autoasignan responsabilidades internacionales) y “globalizados” (los países oprimidos por el imperialismo). Estos últimos, o se someten o los bloquean, bombardean e invaden, como hicieron los yanquis con Panamá, Grenada, Haití, Somalía, Irak, Cuba, Yugoslavia, entre otros. La crisis del Sudeste asiático estuvo a punto de hundir a la “globalización” y demostró la profunda inestabilidad del mundo “globalizado”. En el último período, con la lucha y la resistencia de los pueblos, la crisis mundial y la agudización de las contradicciones interimperialistas (situación que se expresó en Kosovo y en el conflicto planteado en torno a Taiwán), se van desenmascarando las teorías globalizadoras tanto de la derecha como de la seudo izquierda. En el primer caso, por las dificultades crecientes de los yanquis para arrastrar a otros países a defender sus intereses por la fuerza; y en el segundo, por la lucha antiyanqui de los pueblos y el enfrentamiento con otros imperialismos. Este período del imperialismo durará hasta que la crisis agudice aún más las políticas proteccionistas de las grandes potencias y de las regiones económicas que se han ido conformando en la lucha por el control de las fuentes de materias primas y de mercados.

 

El mundo imperialista “globalizado” muestra un crecimiento enorme de la diferencia entre los países opresores, con poderosos mercados internos integrados, y los oprimidos, con mercados internos débiles y economías desintegradas, en manos de monopolios extranjeros que hacen su voluntad. “La distancia entre países ricos y pobres era, en 1830, de 3 a 1; pasó a ser de 35 a 1 en 1950; de 72 a 1 en 1992 y llegó a la cifra astronómica de 727 a 1 en 1996”.18 Como resultado de todo esto crece la fragmentación real del mundo entre países ricos y países pobres e, incluso, reviven conflictos ancestrales entre nacionalidades que no encuentran otro medio de defensa, frente al mundo avasallante, discriminador y prepotente de los monopolios, que el de unirse a muerte por “la sangre y la tierra”.

Las potencias imperialistas se unen para mantener sus privilegios e imponer sus reglas a los pueblos oprimidos, pero disputan duramente entre ellos, a través de bloques económicos contrapuestos que aseguran materias primas y mercados a los monopolios de los países que los constituyen, de guerras comerciales como en este momento la llamada “guerra de la banana”, o la de los alimentos trasgenéticos que oponen la Unión Europea a los Estados Unidos.

La teoría leninista del imperialismo es el principal instrumento teórico para enfrentar las teorizaciones burguesas y revisionistas sobre la “globalización”. Esto es así porque, como se reafirmó en el 7º y en el Octavo Congresos de nuestro partido, es válida la definición leninista de nuestra época, según la cual: “1) La nuestra es la época del imperialismo y de la revolución proletaria; 2) el desarrollo desigual del imperialismo y la inevitabilidad de que los países imperialistas recurran a la guerra para repartirse el mundo y 3) el imperialismo ha dividido el mundo en naciones opresoras y naciones oprimidas, el proletariado internacional lucha al lado de estas últimas y las revoluciones de liberación nacional confluyen con la revolución proletaria mundial.”19

Pensando que la “globalización” es una tendencia objetiva del capitalismo, algo él lo que no se puede escapar, algunas organizaciones plantean que lo fundamental de la lucha de las fuerzas revolucionarias ya no debe estar centrada en el plano nacional sino que debe trasladarse a lo internacional, oponiendo a la “globalización neoliberal”, la “globalización de la resistencia” o la “globalización socialista”. Dando toda la importancia necesaria a las iniciativas internacionales y a la solidaridad internacional, consideramos que sigue vigente la tesis leninista según la cual la principal tarea internacionalista de los comunistas es hacer la revolución en su propio país.