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02 de octubre de 2010

El presidente ruso Dimitri Médvedev realizó una vasta gira latinoamericana. Su gira coincidió con la llegada de varios buques de guerra rusos para la realización de ejercicios militares conjuntos con Venezuela.

Rusia en América Latina

Hoy 1245 / Un “patio trasero” muy concurrido

Los imperialistas rusos tienen cuentas que saldar con sus rivales yanquis. En la lista de cobranzas están el apoyo de Bush a Georgia en el reciente conflicto bélico por Osetia del Sur en el Cáucaso; la reactivación de la 4ª Flota norteamericana en el Caribe, y los planes en marcha de la Casa Blanca de instalar un escudo antimisiles en el este de Europa.

Moscú en Cuba
En el cierre cubano Médvedev firmó varios acuerdos comerciales con el presidente Raúl Castro. Una semana antes también concluía en La Habana la visita del presidente chino, Hu Jintao.
Las relaciones bilaterales ruso-cubanas fueron intensas desde fines de los ’60, cuando la alianza de la dirección cubana con el socialimperialismo ruso hizo de la isla prácticamente una semicolonia de Moscú. Se enfriaron luego en los ’90 tras la desintegración de la Unión Soviética. En los últimos tiempos, los vínculos entre Cuba y Moscú han vuelto a crecer. En 2007, el comercio bilateral rondó los 360 millones de dólares, y ahora comprometieron un crédito ruso por otros 20 millones asociado a inversiones en las industrias de níquel y petróleo. Empresas petroleras rusas participarían en la perforación en aguas profundas cubanas frente al Golfo de México.

Moscú en Venezuela y más allá
Médvedev venía de Venezuela. Allí consolidó la alianza estratégica que ambos países vienen tejiendo en el último período. El presidente ruso visitó junto con Hugo Chávez los buques de la flota rusa llegados cerca de Caracas para realizar desde el lunes 1º de diciembre en el Caribe ejercicios conjuntos de comunicaciones y simulacros de lucha contra narcotráfico, terrorismo y guerra antiaérea. La cuadrilla de cuatro buques rusos –incluyendo el enorme crucero misilístico Pedro el Grande, de propulsión nuclear, y una tripulación total de 1.000 hombres de la Armada Rusa– fue saludada jubilosamente con salvas de cañones en La Guaira. En los ejercicios participaron los aviones de caza rusos Sujoy, recién adquiridos por Venezuela.
Médvedev destacó su sintonía con Chávez: “Estamos desarrollando unas relaciones plenas con Venezuela en la esfera militar”. Advirtió y puso distancia con la Casa Blanca: “No es algo coyuntural, ni están dirigidas contra un tercer Estado”. Y subrayó que las relaciones con Venezuela “están basadas en una misma comprensión de la situación actual y en la idea de un mundo multipolar” (es decir, rechazo a un escenario unipolar bajo hegemonía yanqui, pero no reclamo de un mundo sin potencias hegemónicas).
Chávez negó que Venezuela esté convirtiéndose en la plataforma de una nueva “guerra fría”. En septiembre ya había autorizado el aterrizaje de dos bombarderos rusos de largo alcance, también para participar en ejercicios militares.
Ahora el ruso Médvedev suscribió con Chávez siete acuerdos de cooperación, entre ellos la transferencia de tecnología rusa para el desarrollo nuclear venezolano con fines pacíficos. En el corriente mes de diciembre nacerá un banco binacional ruso-venezolano. Además, la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa) se asociará a un consorcio de empresas rusas (entre las que figuran Gazprom y Lukoil) formando un conglomerado para la producción y el procesamiento de hidrocarburos en la reserva petrolífera de la Faja del Orinoco. Venezuela anunció también la compra de dos aviones comerciales Ilyushin. En el plano militar se habla de la compra de varios tanques BMP3, MPR y T-72. Entre 2005 y 2007, Venezuela y Rusia firmaron nada menos que 12 contratos por 4.400 millones de dólares para la venta a Venezuela de 24 cazabombarderos Sujoy-30, 50 helicópteros MI-17, MI-26 y MI-35, y nada menos que 100.000 fusiles Kalashnikov AK-103 para la Fuerza Armada Nacional (FAN) venezolana.
“Es un honor para nosotros que la flota rusa esté en aguas del Caribe venezolano –dijo Chávez en relación a las maniobras militares–, trayendo un mensaje no como el que trajo la flota norteamericana hace 100 años: golpe de estado, colonialismo… No, es un mensaje de fraternidad, de hermandad, de paz”.
Médvedev expresó que Rusia está dispuesta a formar parte –“en calidad de miembro asociado o de alguna otra manera”– de la Alternativa Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA), cuya cumbre con asistencia de los presidentes de Bolivia, Cuba, Honduras, Nicaragua y Ecuador se llevaba a cabo paralelamente en Caracas.

También en Brasil
Antes, el presidente de Rusia Médvedev había visitado Brasil. Allí firmó con Lula una declaración conjunta, varios acuerdos sobre navegación espacial y cooperación en industria nuclear, y un memorando de comprensión mutua entre la Agencia Federal rusa de Cooperación Técnico-Militar y los altos mandos de la Fuerza Aérea de Brasil. Lula, cuyos negocios con los yanquis para la producción de etanol parecen haber naufragado con la baja mundial de los precios petroleros y de la propia producción automotriz, se mostró interesado en la afluencia de inversiones rusas en infraestructura brasileña.
El imperialismo ruso vuelve por sus fueros en América Latina, disputando ya abiertamente con el hegemonismo yanqui, muy golpeado por sus fracasos en las guerras colonialistas de Irak y Afganistán y ahora por la crisis económica.
Las cosas cambiaron: a lo largo del último quinquenio la banda bushista avanzó en su plan de cercamiento al oso ruso con su injerencia en Medio Oriente, el Cáucaso y las repúblicas ex soviéticas de Asia central, y especialmente con su proyecto de instalar defensas misilísticas en Polonia y la República Checa. Pero Moscú por su parte recuperó fuerza económica y militar con el viento a favor de los altos precios del petróleo y el gas que Rusia exporta.
La intervención yanqui en apoyo a Georgia, en las mismas puertas de Rusia, desembocó ahora en la amplia ofensiva estratégica de Moscú en esta área ultrasensible para los yanquis que es América Latina. La dirección cubana proyecta la colaboración de Moscú en la mejora de su defensa aérea y la instalación de bases y de un centro espacial ruso en Cuba. México lleva a cabo conversaciones con Moscú para ampliar la cooperación comercial y política bilateral. La Nicaragua del “sandinista” Daniel Ortega rinde culto al coloso ruso apurándose a reconocer su soberanía en Abjasia y Osetia del Sur. Chávez no sólo compró armas rusas por más de 4.000 millones de dólares y hospedó a los bombarderos aéreos y a la flota rusa sino que negocia en forma no pública la concesión de “facilidades permanentes” en territorio venezolano. La estatal rusa Gazprom invertirá (junto con la francesa Total), en la infraestructura energética boliviana, y también en oleoductos en Brasil. Hasta el yankófilo Uribe de Colombia envió recientemente a su ministro de Defensa Juan Manuel Santos a “combinar esfuerzos” con Moscú en la lucha “antiterrorista” y “antidrogas” y a negociar posibles compras de aviones y helicópteros de combate y sistemas de radar.
Bush está a punto de irse de la presidencia yanqui, en medio de un terremoto económico que se perfila profundo y duradero. El electo Barack Obama deberá ajustar la política exterior yanqui a ese cuadro: no hay que descartar que el debilitamiento relativo de Washington frente a sus competidores pueda traducirse en una nueva “fuga hacia adelante” militarista y agresiva.