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24 de enero de 2011

Comité Central – 1º de noviembre de 1980 

Informe Político La designación del Tte. Gral. Viola como presidente de la dictadura militar

Documentos aprobados / Tomo 4-2

I.

La Junta Militar, luego de varias semanas de deliberaciones secretas, designó al Tte. Gral. Viola presidente de la dictadura para el periodo de 1981-1984.
El Tte. Gral. Viola ha sido la “eminencia gris” del golpe de 1976 y del gobierno dictatorial posterior; el responsable máximo de la política de hambre, entrega nacional y represión, que se instauró luego del derrocamiento del gobierno constitucional de Isabel Perón.

I.

La Junta Militar, luego de varias semanas de deliberaciones secretas, designó al Tte. Gral. Viola presidente de la dictadura para el periodo de 1981-1984.
El Tte. Gral. Viola ha sido la “eminencia gris” del golpe de 1976 y del gobierno dictatorial posterior; el responsable máximo de la política de hambre, entrega nacional y represión, que se instauró luego del derrocamiento del gobierno constitucional de Isabel Perón.
Esta nueva manifestación de despotismo dictatorial ha sido re­pudiada por la inmensa mayoría del pueblo, ajena, totalmente, al recambio operado en la cúpula dictatorial.
Las fuerzas más firmemente antidictatoriales manifestaron una oposición clara ante este suceso. Así hizo nuestro Partido. Así lo hi­cieron: diferentes corrientes del verticalismo peronista (Lázaro Roca, Amerisse, revista Línea, etc.), la izquierda radical, la Confederación Socialista, el FIP, el PC m-1-m, fuerzas de izquierda.
Sectores oligárquicos, el frigerismo y la camarilla dirigente del falso PC abrieron una expectativa esperanzada. Lo mismo hicie­ron los dirigentes sindicales de la CNT.
Los Sectores políticos reformistas aparecieron quejosos pero, al mismo tiempo, deseosos de poder negociar una salida política con Viola. Dijo Bittel: “Si bien los Sectores populares no han participado de la designación, ponemos las esperanzas en que el nuevo pre­sidente habrá de buscar la forma y modo de gobernar para el pueblo” (Clarín, 4-10-80). Declaró Balbín: la gestión de Viola “debe ser el camino de la solución política” y que “la institucionalización tie­ne que lograrse sobre la base del éxito del proceso y no sobre la crisis del proceso”. Camus afirmó: “este acto ignora la voluntad popular” y “espera que acelere el proceso hacia un estado de derecho respetando la voluntad popular” (ver las declaraciones de Balbín y Camus en Clarín del 4-10-80).

II.

Ha trascendido que la elección de Viola no anduvo sobre pétalos de rosa. Sin embargo no se ha informado sobre las discusiones de la Junta Militar así que el pueblo está totalmente al margen de esos debates.
Un velo de secreto rodeó las deliberaciones de la Junta en las que se designó a Viola. Luego de “elegido” el futuro presidente se desató una campaña de información y contrainformación, para ocultar qué se discutió en esas reuniones y por qué se postergó la designación de presidente más de 48 horas.
Los “violistas”, especialmente los sectores prosoviéticos de la Coman­dancia en Jefe y el Estado Mayor del Ejército, el P“C”, el diario Clarín y otros, presentan las cosas como si Viola hubiera sido presionado para gobernar condicionado por pautas secretas, re­feridas a: la designación de ministros, gobernadores y funciona­rios; la política económica y educacional; y al futuro estatuto de los partidos políticos. Viola, entonces, se “rebeló” y puso condi­ciones para aceptar la presidencia.
Los “antiviolistas” insisten en que los desacuerdos giraron sobre la propia persona de Viola y sus conocidas posiciones proso­viéticas. Y que estos desacuerdos empalmaron con posiciones divergentes con las del Tte. Gral. Viola en la propia cúpula del Ejérci­to, posiciones que se manifestaron en una reunión de generales a inicios de agosto, y aun más crudamente, en la reunión de generales de división del 7 de octubre.
Es posible que pase tiempo hasta que se conozca que sucedió verdaderamente en las reuniones de la Junta Militar. Pero, desde ya puede afirmarse:
a)    Galtieri y Graffigna votaron por Viola; y Lambruschini se opuso.
b)    La oposición de la Comandancia de la Marina a la designación de Viola impugna la sustancia de sus posiciones –prosoviética– y no solo sus apariencias: “populista”, “personalista”, “trencero”, etc. Con su maniobra la dirección de la Marina logró: evidenciar ese de­sacuerdo sustancial; tomar distancia de las futuras posiciones de Viola, como demuestra el comunicado de la Junta por la designación, que se refiere a la existencia en ella de “distintos enfoques inter­pretativos”; insinuar que las discrepancias no se deben a la defensa por la Marina de la política de Martínez de Hoz, sino, por el con­trario, a sus desacuerdos con ella (telegramas de Lambruschini al Congreso de la Federación Agraria y a la reunión constitutiva del CONAE; recibimiento de la delegación de obreros de Deutz en el co­mando en jefe de la Marina en los días en que se reunía la Junta, etc.); condicionar la presidencia de Viola, dejándole el “paquete” de pautas y acuerdos secretos que obligarán a Viola a tener que “pechar” a la Junta si decide modificar esos acuerdos, salvo que logre cambiar la composición de la Junta.
c)    Los desacuerdos en la cúpula militar han contribuido, por la cuota de intriga propia de esas luchas de camarillas, a resquebrajar la corriente militar “moderada” en la que se apoya la trenza de Vi­dela y Viola en el Ejército.
Viola tratará de transformar su debilidad en su fuerza, y usará el condicionamiento por la Junta para cargar a la responsabilidad de esta los males que ocasione su política.
e)    Estos suce­sos vol­vie­ron a demos­trar que Videla y Viola son una dupla subor­di­na­da a la dis­ci­pli­na de una tren­za al mar­gen de la dis­ci­pli­na orgá­ni­ca del arma a la que per­te­ne­cen. Esta tren­za (que en su momen­to fue lla­ma­da la “tren­za de las tres V”, aun­que como suce­dió con los tres mos­que­te­ros estos serían cua­tro: Videla-Viola-­Vaquero-Villarreal) per­te­ne­ce al grupo “lanu­ssis­ta” que sos­tu­vo al Tte. Gral. Anaya y com­plo­tó, con él, con­tra Isabel; tren­za que cons­pi­ró luego con­tra Numa Laplane, pasan­do a diri­gir el Ejército cuan­do este fue des­pla­za­do, y la pre­si­den­cia de la Nación en 1976. Se­gún Clarín (5-10-80): “Viola es la emi­nen­cia gris de esa línea”, “el ideó­lo­go que… mane­jó el difí­cil pro­ce­so de acce­so al poder y luego la aun más ardua faena de per­ma­ne­cer en él”.

III.

El enfrentamiento en el seno de la dictadura militar demostró las contradicciones agudas que se dan en ella. Esas contradicciones se manifiestan en el choque de camarillas y trenzas que expresan los intereses de diferentes sectores de terratenientes, burguesía intermediaria, y monopolios imperialistas; sectores que se unen y luchan entre sí en la dictadura, en el marco del creciente aisla­miento de esta y del odio popular en su contra.
El P“C”, y las fuerzas prosoviéticas, presentaron esas contradicciones, antes, como la contradicción entre “moderados” y “pino­chetistas”. Eliminados del Ejército Díaz Bessone, Riveros, Azpitare, Suárez Masson, Menéndez, Vilas, Buaso, Mujica, y otros, presen­tan la contradicción en la cúpula militar como una contradicción entre “moderados” y “elitistas” (“lo esencial es desterrar el elitis­mo” afirmó Athos Fava en una declaración previa a la designación de Viola en Informe del 24-9-80), o entre “progresistas” versus “li­breempresistas” y “gorilas”. En su línea de “comerse el salame por fetas” ellos pretenden aparecer como líderes de la corriente a la que llaman “moderada”, de las FF.AA., corriente mayoritaria entre la oficialidad; y tratan de golpear a sus rivales de uno en uno, acau­dillando el máximo de fuerzas posibles de unir contra estos.
De donde, al autotitularse “moderados” y calificar a sus ene­migos, antes como “pinochetistas” y ahora como “elitistas” (sin ne­gar que entre sus rivales haya fascistas y elitistas), ellos ocul­tan su verdadera faz de proimperialistas y fascistas; y aparecen como “democráticos”, “populistas”, “amigos de los peronistas”; etc.
Pero que esa no es la línea divisoria arriba, lo demuestra que el líder de los “elitistas”, Graffigna, votó por Viola. Y el líder de los “libreempresistas”, Martínez de Hoz, no ocultó su desa­grado cuando se demoró la designación de Viola como presidente. Es­te “demócrata”, Viola, como dijo el propio diario violista Clarín: “conoce de primera mano todos los antecedentes contra la subversión, porque le tocó encabezarla” (4-10-80, el subrayado es de Clarín).
Las diferentes camarillas que luchan en el seno de la dicta­dura se preocupan por impedir que se organice y fortalezca la corriente nacionalista de las FF.AA., corriente que es heterogénea pero fuerte. Al mismo tiempo se libra una lucha aguda por dirigir la corriente profesionalista de la oficialidad, corriente que será cada día más fuerte a medida que se desgaste el gobierno de la dic­tadura militar.

IV.

¿Qué es lo que se discutió y se discute en la cúpula militar? El pueblo dice: “se pelean por la torta”. Es cierto. El problema es conocer bien cuál es la torta que se disputan.
Es cierto que hay puja por el reparto de las gobernaciones, ministerios, intendencias, secretarías, etc. Se ha dicho que esta­ban en discusión más de 40.000 empleos públicos, con las posibilidades de negociados, coimas, etc., que ello implica.
Pero la lucha de fondo es por el control de las grandes riquezas de nuestro país por los diferentes sectores de terratenientes, la burguesía intermediaria y los monopolios imperialistas.
La dictadura marcha a conformar una Argentina de base agrícola-ganadera-pesquera-minera y petrolera, para el año 2.000. Y el sector prosoviético –hegemónico– liga sus planes y acuerdos en la Argentina con la estrategia global de la URSS.
En la lucha por el dominio de Europa –que le daría la hegemonía mundial– la URSS combina la espada, cuando por ejemplo ocupa Afganistán para reforzar su pinza sobre el petróleo del Medio Oriente vital para los monopolios europeos, con la rama de olivo del “desarme”, y el reparto de “esferas de intereses”, que ofrece a los monopolios europeos para asegurarles petróleo, otras materias pri­mas, y los mercados del Este. Argentina entra en esta negociación de “esferas de intereses”.
Los prosoviéticos propagandizan entre los terratenientes y la burguesía intermediaria argentina la imagen de una Argentina “neu­tral” con una economía complementaria de un eje europeo-soviético, un país “dependiente, digno y próspero”, de ese eje.
El cebo para los terratenientes es no tocarles la renta agra­ria, ayudarlos a modernizarse, y ligarlos cada día más a la venta de cereales y carnes a la URSS. El cebo principal para los europeos es el petróleo del Atlántico Sur. Principalmente para la burguesía monopolista inglesa y holandesa.
Es conocido que en el Atlántico Sur existen gigantescos yaci­mientos de petróleo, “…nadie ignora que la palabra 'petróleo' hoy hace temblar al mundo. (…) Hasta ahora, el único país latinoamericano utilizado como ‘carne de cañon’ por una superpotencia neocolo­nialista ha sido Cuba, cuyos nativos pelean en Africa y tal vez en Afganistán. En la disputa argentino-chilena ¿quiénes son los diable­jos que han metido la cola?”, comentó La Prensa (24-10-80) refiriéndose a una serie de hechos sucedidos en el sur del país que en­torpecieron las negociaciones en torno al Beagle.
Para explotar ese petróleo del Sur es necesario resolver la delimitación de jurisdicciones marítimas en la región, lo que implica resolver (por la paz o la guerra) el litigio con Chile en el Beagle y zona austral, y resolver el problema de la ocupación británica de las Malvinas. El otro problema es lograr estabilidad política, para la cual la dictadura cuenta con que el silencio sobre mi­les de desaparecidos “impida que las FF.AA. dejen el gobierno sin el reaseguro de que no habrá un Nuremberg” como dicen ellos.
El cebo para la burguesía monopolista inglesa es grande. Con una parte de ese petróleo, y el del Mar del Norte, Gran Bretaña se aseguraría el petróleo que necesita hasta más allá del año 2.000.
En el reparto entrarían los testaferros de la URSS (como BRI­DAS), sus socios (como ASTRA), los capitales de la Iglesia (Pérez Companc), italianos, y otros. Los yanquis podrían explotar tranqui­los el petróleo en el Pacífico y, tal vez, algo aquí (cebo para el grupo Rockefeller).
A cambio de esto la URSS se aseguraría el abastecimiento de carnes y cereales, pesca, la construcción del Paraná Medio, entrada al negocio atómico, provisión de armas y, sobre todo, reforzaría su hegemonía con fines militares en nuestro país, uno de los países claves en el control del Atlántico Sur. Y podría diseñar –junto a los mismos países europeos– un eje argentino-brasileño que desama­rre a ambos países de la influencia yanqui y favorezca el avance soviético en América del Sur.
En torno a las obras de infraestructura y de reequipamiento industrial ligadas a estos proyectos, se anudan posibles alianzas y acuerdos de reparto de mercado –entre empresas de testaferros del socialimperialismo con empresas europeas– en la metalurgia, side­rurgia, explotación petrolera, minería, pesca, cemento, etc. A esos objetivos apunta el acuerdo al que habrían llegado recientemente las cuatro grandes empresas del cemento (Loma Negra, Corcemar, Minetti, Gigante) de distribución del mercado nacional, la concentración operada en la rama de la siderurgia, las inversiones en pesca –actualmente paralizadas por la crisis económica-, los nuevos proyectos para el aluminio, etc.
Paralelamente, las empresas europeas del automotor han acrecentado su peso relativo en el mercado nacional en relación con las yanquis. Y gran parte del sector de burguesía intermediaria ligada al socialimperialismo, y a otros imperialismos, han pasado de la producción industrial en ramas de la industria liviana a la importación.
El sector prosoviético avanza, lentamente, en procura del con­trol total del país. Se apoya en las tradiciones neutralistas de la oligarquía argentina (neutralismo que en la Segunda Guerra Mundial se basó no en el independentismo de esa oligarquía, sino en sus re­laciones con el imperialismo inglés y alemán) para ir desamarrando al país de los EE.UU., empujando una “diversificación de la dependen­cia” –como proponía Gelbard– con europeos y soviéticos, forjando u­na imagen pseudonacionalista y pseudotercermundista.
Todo esto se negocia con el trasfondo de un gigantesco descon­tento popular, que aísla cada día más a la dictadura; con una cri­sis económica aguda; en un mundo en donde se acrecientan, aceleradamente, los factores que llevan a una nueva guerra mundial.
El objetivo central de las fuerzas ligadas en nuestro país al socialimperialismo se subordina a la estrategia global de la URSS. A esta le interesa, en lo inmediato, nuestra riqueza agroganadera para cubrir sus déficit crónicos de cereales y carnes y acumular stocks para la guerra, y especialmente nuestra ubicación estratégi­ca en el Atlántico Sur y el Cono Sur de América Latina. Ofrecen un acuerdo a la burguesía monopolista europea para compartir los beneficios del pillaje neocolonialista de nuestro país. Pero, en defi­nitiva, con acuerdo, o sin él, harán todo lo posible para alcanzar esos dos objetivos propios. Las fuerzas afines a la URSS en la Ar­gentina han avanzado mucho, pero solo aliando a un sector importante de terratenientes, y a un sector importante de monopolios euro­peos, podrán desplazar en forma estable a sus rivales yanquis.
Este es el curso de desarrollo que ofrece el núcleo hegemónico en las Fuerzas Armadas, el sector prosoviético, a sus amigos y posibles socios. Curso que deben articular con su proyecto de con­vergencia cívico-militar y con el apoyo de un movimiento de masas relativamente importante, ya que ellos saben, mejor que nadie, que “las bayonetas sirven para muchas cosas pero no para sentarse sobre ellas”.
El mencionado curso estratégico de desarrollo es, en todo ca­so, uno de los cursos posibles para las clases dominantes. Curso inestable y revertible. Incluso aunque esos grupos monopolistas lleguen, finalmente, a un acuerdo, por tratarse de acuerdos entre mo­nopolios y países imperialistas, entre los que predomina la lucha y no la unidad.y principalmente, porque esos acuerdos se dan en un mundo en donde la clase obrera, junto a los pueblos del Tercer Mun­do (como demuestra la resistencia antidictatorial de nuestro pueblo, la lucha de la clase obrera y el pueblo polaco, y el caso iranio) transforman en letra muerta muchos acuerdos de los explotadores e imperialistas de “reparto de esferas de intereses”. Además esos planes enfrentan la oposición de la otra superpotencia –los EE.UU.– que usa antiguos vínculos con sectores de las clases dominantes nativas y trata de aliarse con esos mismos monopolios europeos para despla­zar a los soviéticos.
En la perspectiva de esos acuerdos, y de la aguda disputa por la hegemonía mundial entre las dos superpotencias, debemos insertar el análisis del litigio argentino-chileno en torno al Beagle. Últimamente diversas provocaciones belicistas, del lado argentino y del lado chileno, sirvieron para demostrar que el detonante de una gue­rra fratricida en América del Sur ha sido montado con el riesgo de (como demuestra el caso de la guerra de Irán e Irak) que las super­potencias lo hagan detonar y nos lleven a una matanza trágica y absurda.

V.

En cuanto al resultado inmediato de los sucesos que comentamos, ellos significaron el reforzamiento de la hegemonía del sector pro­soviético, que pudo consolidar –al mantener la Presidencia de la Nación– lo que avanzó en estos dos años y medio, luego de despla­zar a sus más enconados opositores de importantes puestos de coman­do en el Ejército, y de anudar importantes acuerdos económicos, políticos y militares con la URSS. “La línea moderada de los milita­res argentinos ha ganado tres años más de poder con la designación de Viola como sucesor de Videla” (Clarín, 5-10-80).
Han conseguido este éxito a cambio de desgastarse globalmente y de resquebrajar, aún más, el frente dictatorial, comprometiendo así sus planes futuros.

El sector prosoviético pretende despertar esperanzas populares en Viola. Mesuradamente, porque el margen de maniobra de éste será pequeño. Es difícil que logren este objetivo si las fuerzas antidictatoriales se unen y trabajan bien; por razones objetivas y subjetivas.

VI. Dificultades objetivas y subjetivas para los planes de la dictadura

La principal razón objetiva que trabaja contra ellos es la crisis económica que golpea a la economía nacional. La crisis es mundial, porque se agotó el periodo expansivo de posguerra, y, desde 1974, la economía capitalista no logra superar el periodo de crisis, salvo breves fases de recuperación. Esta crisis golpea duramente a los países dependientes que no producen petróleo, y comienza a estremecer también los cimientos del imperio soviético en Europa y Cuba.
Es conveniente insistir –frente a la abundante propaganda de la burguesía y el revisionismo– que la crisis es objetiva; es una consecuencia inevitable del sistema capitalista. Ante ella cada clase social ofrece su propia salida, sea ésta la de Martínez de Hoz, la de Alsogaray, la del desarrollismo, o la de nuestro Partido.
Como la crisis es objetiva, lo fundamental para las clases do­minantes es descargarla sobre el resto de la sociedad argentina. Y lo fundamental ahora, para cada grupo económico, en concreto, es salvarse (aunque sea mediante el vaciamiento de empresas de determinado grupo, como sucedió en el caso Trozzo-Greco-Capozzolo, tres empleados de la multinacional rusa) ya que a los que se salven se les podrá luego aplicar una “terapia intensiva” pero los que perez­can ya no tendrán cura. Se estima en unos 2.000 millones de dólares el total de pasivos más o menos incobrables de empresas importantes, suma que equivale a la tercera parte del patrimonio global de las entidades financieras en conjunto. “Los expertos más moderados estiman que si hubiese que definir con números el actual descalabro fi­nanciero, la cifra no bajaría, en el orden nacional, de los 6.000 millones de dólares”, escribió La Prensa el 1-11-80. Han quebrado, o están al borde de la quiebra: SASETRU, grupo Greco, grupo BIR, Piñeiro Pacheco, grupo Oddone, Austral, Casanto, Primicia, Capozzo­lo, Cristalerías Cuyo, La Superiora, Furlotti; y están con grandes pasivos: Celulosa, Alpargatas, FIAT, Fabril Financiera, Centenera, Atma, Winco, Virulana, Panoramic, La Serenísima, entre otras. La siderurgia tiene una deuda de 1.000 millones de dólares. Han quebrado, o están próximas a hacerlo, centenares de empresas metalúrgicas, textiles, de la alimentación, etc. En el anterior CC analizamos la situación de crisis de las llamadas economías regionales. Las masas trabajadoras atraviesan una situación agobiante de hambre y miseria. Miles de cuyanos, chaqueños, misioneros, y de otras provincias en crisis, corridos del campo, llegan a Rosario y al Gran Buenos Aires donde la desocupación ya golpea, duramente, a las masas; y todo in­dica que todavía no tocamos el pozo máximo de la crisis, cuando la desocupación golpeará a grandes masas aun ocupadas en empresas en quiebra. En la Unión Ferroviaria había 160.000 obreros en 1975 y hay 104.000 en 1980. Hay 80.000 metalúrgicos menos desde 1976, y de 120.000 textiles solo quedan 40.000. Mientras tanto, en donde hay trabajo, los salarios son de hambre. Por una jornada extenuante los hacheros cobran en San Luis 800.000 o un millón de pesos viejos. Y en Yacyretá, una de las grandes obras energéticas en construcción, los obreros trabajan once horas y media de lunes a viernes, nueve horas los sábados y cuatro los domingos, para redondear 50 millones de pesos viejos por quincena.El peón de estancia está ganando 33 millones de pesos viejos; y el obrero de la carne entre 18 y 25 millones por quincena. En Soeva, en San Juan, se traen riojanos a los que se alberga en galpones y se les paga 700.000 pesos viejos por día.
Ha cambiado la estructura del salario, imponiéndose en la práctica el trabajo a destajo, ya que premios y bonificaciones representan, generalmente, más del 55% del mismo.
Estamos ante lo que Marx y Engels llamaron “epidemia social”. Ellos, cuya doctrina según los revisionistas “está pasada de moda”, describieron con trazo brillante la crisis capitalista, y señalaron científicamente sus raíces en la propia esencia de la producción capitalista, en la contradicción fundamental de este sistema: la contradicción entre el carácter social de la producción y la apropiación capitalista privada, ya que, la causa última de todas las cri­sis económicas, como indicó Marx, está en la miseria y el limitado consumo de las masas. “La sociedad se encuentra de golpe sumida en un estado de barbarie momentánea, una guerra general de exterminio: la industria y el comercio parecen haber sido destruidos, ¿por qué? porque tienen demasiada civilización, demasiados medios de existencia, demasiada industria, demasiado comercio”. Desde ya, de­masiado, relativamente; demasiado en relación a los medios de vida de las masas trabajadoras, que en nuestro caso visten y viven cada día peor, comen cada vez menos fruta, productos lácteos, carne, y utilizan menos artículos de consumo diverso, beben menos vino, etc., mientras la producción se amontona sin salida, como sucede con la producción de la industria textil, la fruticultura rionegrina, el vino cuyano, la producción tambera y frigorífica, etc.
La crisis no es un espectro que maneja la oposición, como qui­siera hacer creer Martínez de Hoz. Tampoco es el fruto de la “obstinación” de Martínez de Hoz, como dicen Alsogaray y los desarrollistas frigeristas. La política económica de la dictadura agravó la crisis; pero no la determinó. La crisis ha sido determinada por la estructura económica del país, como país dependiente en el que aun reina, todopoderoso, el latifundio terrateniente. La crisis es la crisis de una economía dependiente en la que subsiste la lacra del latifundio con su fardo de renta agraria que paga toda la producción nacional. Esto es lo que oculta la propaganda de la burguesía, los terratenientes y el revisionismo, sobre este tema. Y esta crisis es llevada al paroxismo por la crisis que sacude a todo el mundo capitalista, ya que las potencias imperiales –en especial las dos superpotencias– descargan las consecuencias de su propia crisis sobre los pueblos oprimidos del mundo.
La “obstinación” del Ministro de Economía, y la aparente “ce­guera” con que la dictadura militar aplica el plan económico, son la forma, obstinada y ciega, que utilizan los terratenientes, los monopolios imperialistas, y la gran burguesía intermediaria ligada a ellos, para descargar sobre el pueblo trabajador y la burguesía nacional las consecuencias de esa crisis económica. Están creando las condiciones para una extrema concentración de la economía nacional, aprovechando la crisis económica para liquidar las dos terce­ras partes de la industria nacional.
Un ejemplo de los objetivos reales de la “obstinación” prooli­gárquica de la dictadura, fue la facilidad con que adelantaron mil millones de dólares (1.000 millones) al grupo Greco pocos días antes de tener que intervenir sus empresas (dicho sea de paso: muchas con interventores vinculados estrechamente al mismo grupo Greco), dinero que el mencionado testaferro ruso “evaporó” en pocos días. Mientras, se niegan unos pocos millones de dólares para socorrer a los obreros de la carne; o a empresas que ocupan muchos obreros y atraviesan dificultades insalvables; o a campesinos como los del algodón en el Chaco; o a los ahorristas defraudados por la quiebra de la Mutual de la Junta Nacional de Granos, etc.
El margen de maniobras de la dictadura en general, y de Viola en particular, también está condicionado, objetivamente, por el incre­mento de los factores de guerra a escala mundial, lo que agudiza la disputa interimperialista por Argentina y América Latina. Hemos en­trado en una década de gigantescas conmociones políticas y sociales.
La revolución bulle en el mundo, y todo indica que si bien no logrará evitar la guerra mundial, esta, inevitablemente, junto con los sufrimientos horrendos que impondrá a la clase obrera y las masas trabajadoras del mundo, traerá la revolución. La invasión de Cambo­ya y Laos por los mercenarios vietnamitas de la URSS; la invasión de Afganistán, la guerra iranio-irakesa, muestran hacia donde mar­cha el mundo.
Otro factor que condicionará, enormemente, a la dictadura ar­gentina, es el resultado de las elecciones yanquis. La dictadura militar ha dilapidado millones de dólares en la financiación de un “lobby” (grupo de presión en las esferas de gobierno) argentino en Washington, vinculado a un sector del Partido Republicano y de apo­yo a Reagan. Y ha ofrecido jugosas concesiones a algunos monopolios que apoyan esta candidatura, en especial al grupo Rockefeller, para el caso de que triunfen en esas elecciones y cambien la política yanqui hacia la Argentina.
El principal factor subjetivo que condicionará los planes de la dictadura es la resistencia popular. Esta, en el último periodo, ha pasado a una nueva fase; se ha multiplicado y, sin dejar de ser defensiva frente al enemigo fascista, ha pasado a hostigarlo en forma multifacética. Debilitada transitoriamente la resistencia obrera por la difícil situación creada por la crisis, el cierre de fábri­cas, la superexplotación, la desocupación, y las maniobras divisio­nistas de los dirigentes colaboracionistas, la resistencia activa de importantes sectores del campesinado y una importante reactivación de masas del movimiento juvenil, han brindado nuevas fuerzas al combate antidictatorial. Se ha extendido, y profundizado, con la participación de grandes sectores obreros, y de mujeres y jóvenes, la lucha por la paz. En relación con diciembre de 1978, se ha logrado que la mayoría de las masas juveniles estén por la paz. Masas enormes han participado en iniciativas por la paz y existen condi­ciones favorables para impulsar a fondo este movimiento. Se ha for­talecido la lucha democrática, en especial la de las madres y familiares de los detenidos-desaparecidos, y por la libertad de los presos políticos y sociales. Han tenido gran repercusión las denun­cias de Silenzi de Stagni sobre la entrega del petróleo y las nego­ciaciones sobre las Malvinas.
En un periodo de pocas semanas hemos sido testigos de la multitudinaria procesión a Luján, transformada en gigantesca manifestación por la paz, en la que participó, aproximadamente, el 10% de la población del Gran Buenos Aires. El Congreso Mariano, en Mendoza, se transformó en una gigantesca manifestación popular por la paz con Chile. Una rechifla de masas condenó, en la cancha de River, la aplicación del IVA, en ocasión del partido de la Selección Nacional con Bulgaria. Se realizó el paro de actividades, total, de los po­bladores del Valle de Uco en Mendoza, que enseñó el camino para el paro nacional contra la dictadura. Los obreros de Deutz han mostra­do a su vez, el camino de la lucha para la defensa de las fuentes de trabajo, con marchas, concentraciones y ocupación de fábrica, rodeadas de la solidaridad popular. Se realizaron dos paros del transporte en Mendoza y trabajo a reglamento de los petroleros de Malar­güe contra la entrega de YPF. Centenares de habitantes de viviendas del Banco Hipotecario marcharon en protesta por las calles cordobe­sas contra el aumento de las cuotas de pago de sus viviendas. Sobre 6.500 adjudicatarios de esas viviendas, en Mendoza, solo 100 paga­ron sus cuotas. Los poroteros tucumanos manifestaron por los cami­nos siendo reprimidos por la policía para impedir que llegasen a la capital de Tucumán. Mas de 8.500 campesinos se concentraron en Vi­lla María, exigiendo soluciones a los problemas del campesinado, y allí, a más de los ya conocidos reclamos, de tipo frigerista y P“C”, pidiendo la devaluación del peso para satisfacer el apetito de te­rratenientes y exportadores, los sectores combativos del campesina­do hicieron oír su voz. Lo mismo sucedió, posteriormente, en el Encuentro Juvenil Agrario, y en el Congreso de la Federación Agra­ria, que aprobó un paro nacional de protesta en fecha a determinar. La Federación Universitaria Argentina, luego de cuatro años de si­lencio frente a la dictadura, aprobó un plan de lucha contra los a­ranceles universitarios. Se realizaron combativas asambleas de psicólogos contra la reglamentación fascista de esa profesión que ha hecho la dictadura. Hubo concentraciones, misas, reuniones, una vigilia –con 500 personas– en Quilmes, solicitadas, por los deteni­dos-desaparecidos y por las libertades públicas. El otorgamiento del Premio Nobel a Pérez Esquivel, luchador por la paz con Chile, los derechos humanos y la democracia, fue recibido como un premio a la heroica lucha desplegada por nuestro pueblo en estos años de ti­ranía fascista. La solidaridad internacional con la lucha antidic­tatorial crece, y estimula, y ayuda, extraordinariamente, al comba­te nacional.
Ha tenido enorme trascendencia la realización de la reunión del empresariado nacional (CONAE) en Rosario. En su preparación, desarrollo y conclusiones, tuvieron marcada participación dirigentes del frigerismo y el P“C” prosoviético, lo que se expresó en un pro­grama que no pone el centro en el desarrollo del mercado interno. Pero, independientemente de la voluntad de estos sectores, el lla­mado empresariado nacional sale de la grave postración a que llevó la dirección gelbardiana a sus organizaciones y comienza a organi­zarse. El violismo, como demuestra esa reunión, está obligado a apelar a diversas fuerzas sociales –inclusive, en ocasiones, movilizarlas– o montarse sobre sus movilizaciones, tratando de que protes­ten en forma ordenada; mesurada; inflamada oralmente al tiempo que castran la lucha, porque preparan posibles columnas de apoyo para utilizar en los enfrentamientos que puedan producirse en las altu­ras. Pero sus posibilidades son de tiro corto, y las masas –ésta es nuestra misión– deben, y pueden, rebalsar los límites que ellos pretenden imponerles, y combatir a la dictadura. Combatir organizada­mente y con métodos adecuados. Pero combatir.
No se notan síntomas importantes en las masas trabajadoras de “expectativa esperanzada” en Viola. Sin embargo, no debemos subes­timar el trabajo que realiza la quintacolumna P“C” planteando, hipócritamente: “hay que verlo andar”; y la de los sectores reformistas del movimiento sindical y político que plantean: “las cosas van a mejorar con Viola”, creando ilusiones, especialmente con los “be­neficios” que traerá la devaluación del peso. Antes de la designación de Viola contribuyeron a limar la resistencia con la consigna de apoyar a lo “menos malo”: Viola; contra el “malo”: Harguindeguy. En algunos sectores de capas medias, muy influenciadas por los sec­tores prosoviéticos, las expectativas son mayores. Allí donde exis­tan debemos, pacientemente, ayudar a las masas a hacer su experien­cia sobre el carácter proimperialista, fascista, y reaccionario, del violismo.
La dictadura aun puede revertir, relativamente, la situación de avance de la lucha. Porque la clase obrera se encuentra actual­mente en una difícil situación, sindical y política; porque la unidad antidictatorial es débil, y el violismo ejerce influencia gran­de sobre una ancha faja reformista del peronismo y del radicalismo. Sin embargo, lo que se multiplica, diversifica, y crece, es la lu­cha antidictatorial, que hostiga y desgasta a la dictadura, aunque ésta todavía conserva la ofensiva. La dictadura acaba de discutir nuevas medidas represivas para tratar de frenar el combate popular; sin subestimarlas, es difícil que logren su objetivo. Por todo ello, aunque la situación es difícil existen buenas perspectivas para el combate antidictatorial.

VII.

En lo inmediato es dable esperar, antes de fin de año, una agudización de la lucha en las alturas determinada por la lucha anti­dictatorial y por las contradicciones que genera el proceso de ascensos, traslados, y pases a retiro, en las FF.AA.
Videla, como él mismo ha dicho, “tendrá que bailar con la más fea”. La dictadura aprovechará los últimos meses de su mandato para meter una serie de medidas reaccionarias: estatuto del peón (ya se había eliminado la jornada de 8 horas y ahora elimina la jornada “de sol a sol”, permitiendo cualquier horario de trabajo con tal que observe una pausa posterior ininterrumpida no menor de 10 horas; elimina el descanso obligatorio de fin de semana, la vivienda gra­tuita, etc., e impone el “deber de fidelidad” del obrero al patrón); la nueva ley de arrendamiento, que retrocede la legislación agraria a la situación existente antes de 1921; la transferencia a las pro­vincias de instalaciones de Agua y Energía preparando la privatización de esta; los nuevos estatutos para gastronómicos, panaderos; reformas de las reglamentaciones para el trabajador bancario, Luz y Fuerza y Marítimos, despidos en las empresas publicas; desmantelamiento de empresas nacionales y privatización de muchas de ellas; establecimiento de aranceles universitarios e imposición de estatutos universitarios fascistas; eliminación de las colegiaciones de profesionales; liquidación de obras sociales; reformas reacciona­rias a las leyes de jubilaciones que preparan la liquidación del actual sistema; etc. Como aconsejaba el cura del cuento, meterá to­das las cabras que pueda en el dormitorio, para que luego, cuando Viola saque algunas, esto parezca una bendición divina.
En tanto, Viola, “administra su silencio”. No puede hablar hasta que no termine el proceso de ascensos, etc., en las FF.AA.; para no “romper el frente interno”, dicen sus propagandistas. Estos tienen la misión de hacer pasar el silencio del fascista por promesas con­tantes y sonantes para todos los sectores: a los sindicalistas “les va a devolver los sindicatos, la CGT, y facilidades para dirigir o­bras sociales”; a los psicólogos “les va a anular la prohibición de ejercer su profesión”; “hará correcciones en el plan económico”; “eliminará el IVA sobre tal o cual artículo”; etc. En definitiva, por lo que se sabe, hasta ahora, el remedio mágico de Viola consis­tirá en una devaluación implementada, posiblemente, a través de un sistema de cambios múltiples. Esto si antes no se produce una catástrofe del sistema financiero. Bien poca cosa, como se ve. Un “parto de los montes” que, además, lo pagarán los asalariados y pequeños ahorristas, como sucede con todas las devaluaciones.
Los violistas atenuarán la lucha en las provincias y áreas que controlarán en 1981, y atizarán su oposición allí donde sus rivales en el seno de la dictadura controlen el gobierno local o ministerios. La lucha antidictatorial no debe hacerse ilusiones con Viola. No hay motivos para ello, ya que él ha sido el “cerebro gris” tras el trono, en estos años. Los cambios que impulse –de métodos, for­mas, alianzas– nunca pueden ser esenciales (desde el punto de vista de los obreros, empleados, campesinos e incluso de la burguesía na­cional) respecto de las políticas que aplicó Videla.

VIII. El nuevo “Gran acuerdo nacional”

En lo mediato la dictadura marcha a una salida continuista, para la que existen distintos planes en la cúpula militar.
Ahora se sabe que junto con las Bases Políticas se aprobó un acta secreta que estableció la creación de “una corriente o movi­miento cívico que sustente el proceso” (La Nación, 10-8-80). Según La Prensa del 12-10-80, Videla y Viola “trabajan personal­mente para crear este movimiento en la Argentina de 1981-1982”. A­gregaba La Prensa que este objetivo suscita dudas y recelos “en alas significativas de las FF.AA.” Según La Nueva Provincia del 12-10-80, estas dudas existen por tratarse de un objetivo del “pro­ceso” que “aun no está suficientemente definido”. La Prensa ade­lantó la posible realización de elecciones municipales en 1983 (quizás parlamentarias, agregó).
En definitiva, inspirándose en la Concordancia de 1932 que im­pusó la presidencia de Justo, y en el modelo “colombiano”, se busca designar, en 1984, un presidente fruto de un acuerdo cívico militar, basado en el apoyo de un fuerte movimiento “centrista” en el que participen el neoperonismo, FUFEPO, conservadores de diversas pro­vincias, ex-UCRI, Populares Cristianos de Allende, demócratas pro­gresistas de Martínez Raymonda, socialistas de Ghioldi y fuerzas semejantes a estas. La oposición de “izquierda” se le resignaría a la UCR y a fuerzas que lleguen “hasta el límite del disenso”, que la dictadura estima corporizado en Oscar Alende. A la derecha de este engendro estaría la “oposición fascista”.
Los prosoviéticos, los violistas, estiman que este “pastiche” solo sirve “para el verso interno en las FF.AA.”, ya que estiman imposible gobernar la Argentina sin un “acuerdo” con el peronismo. Por lo que ellos preparan una reedición del Pacto de 1958 y del GAN (Gran Acuerdo Nacional) de Lanusse, con el frigerismo, el peronismo con Isabel proscripta, y distintas fuerzas prosoviéticos. En cuanto a la UCR, integraría este acuerdo, o una oposición moderada. El ob­jetivo de los prosoviéticos es imponerle a la UCR una dirección afín al violismo, desplazando o anulando a Balbín.
El plan de los prosoviéticos tiene ya bastante camino andado. En el se inscriben: el acople neocamporista al peronismo; los acuerdos de Viola con la CNT; la política para privar de todo apoyo propio a Isabel Perón, procurando dejarla prisionera de un entorno violista, etc.
En relación a estos planes no está clara –aún– la posición de Massera. Sectores peronistas y radicales, en tanto, trabajan la idea de un acuerdo radical-peronista para restablecer un sistema democrático. Acuerdo muy difícil porque los radicales, en caso de realizarse elecciones libres, serían, seguramente, perdedores frente al pe­ronismo. El problema, según los peronistas que empujan esta idea, es que para el radicalismo “siempre será mejor una democracia muti­lada que una democracia asesinada”. En definitiva –dicen esos sectores– Balbín y la dirección del radicalismo deben definir: si pre­fieren ser segundones en una dictadura fascista con un mascarón pseudodemocrático, u oposición en un parlamento democrático. El Departamento de Estado yanqui, y sectores democristianos y socialdemócratas europeos, podrían estimular este acuerdo, lo que depende en mucho de las elecciones próximas en los EE.UU.
Los planes del violovidelismo para realizarse, no dependen so­lo de su voluntad. Dependen también de las masas populares, las fuerzas antidictatoriales, y nuestro Partido. Ellos tienen su plan. Apoyándonos en la lucha de masas, practicando una línea de masas antidictatorial, nuestro objetivo es: romper ese plan creando con­diciones para que las masas populares pasen a la contraofensiva y derroquen a la dictadura fascista violovidelista.

IX. La contradicción dictadura-pueblo

En relación con la lucha antidictatorial debemos precisar:
La contradicción dictadura-pueblo expresa actualmente la contradicción principal de la sociedad argentina. La política hambreadora, entreguista, belicista, reaccionaria, represiva, de la dicta­dura, expresa los intereses de las clases dominantes de la Argentina, y es necesario forjar una sólida unidad de todas las fuerzas antidictatoriales para oponerse a la misma y derrotarla. Es en el campo de las fuerzas antidictatoriales y en aras de su unidad, y pa­ra fortalecerla, que el PCR señala, desde 1976, qué intereses repre­senta la fuerza hegemónica en la dictadura; lo hacemos para mejorar la eficiencia de la lucha antidictatorial. Señalamos el peso de los sectores prorrusos en la dictadura, porque esto permite afinar la puntería sobre el enemigo principal, el blanco principal a golpear y derribar. Y cuando en la lucha antidictatorial polemizamos con quie­nes piden, a la dictadura, un plan de emergencia y la instrumentación de una salida democrática, y planteamos que es preciso resolver previamente el problema del poder (derrocar a la dictadura y acabar con su poder) para poder revertir la política económica dictatorial y abrir los cauces de la democracia, también lo hacemos para fortalecer la lucha antidictatorial y mejorar su eficacia, y no para enta­blar una polémica estéril, o dividir a la oposición antidictatorial.
Manteniendo en alto la bandera del derrocamiento revoluciona­rio de la dictadura, el arte de la táctica antidictatorial del proletariado parte de medir con exactitud el estado de ánimo de las masas, su disposición para el combate antidictatorial y la correlación de fuerzas entre el pueblo y la dictadura, y saber aprovechar las con­tradicciones en el seno de la dictadura, los golpes y contragolpes de Estado, posibles elecciones, y acumular fuerzas para aquella sa­lida revolucionaria, sin la cual no habrá mejoría real para los pro­blemas de las masas trabajadoras, y no se abrirá ningún rumbo realmente democrático y liberador. Y el arte de esa táctica está, prin­cipalmente, en que el partido del proletariado, y las propias orga­nizaciones obreras, propongan, permanentemente, al movimiento anti­dictatorial, objetivos, iniciativas y consignas que permitan avan­zar al conjunto del movimiento en su lucha, y acumular fuerzas en la dirección de aquel objetivo revolucionario.
Entendemos que en el último periodo, luego del CC de enero, el Partido supo ir resolviendo bien este problema, lo que redundó en éxitos en la lucha antidictatorial y en avances para el Partido.
En la lucha por un frente único antidictatorial, basado en la unidad antidictatorial de la clase obrera y la alianza obrero-campesina, en este periodo se han creado mejores condiciones.
En el movimiento obrero fracasó la CUTA como instrumento del violismo y, hasta ahora, han fracasado los intentos de montar una CGT con mayoría colaboracionista; lo que obligó a los colaboracio­nistas, como Triacca y Guerrero, a desenmascararse aun más abiertamente como tales, y repercutió en las bases peronistas y en los di­rigentes antidictatoriales del peronismo en forma positiva. Se ha mantenido el contenido en general antidictatorial de las posiciones de “los 25” y de las regionales de la CGT. A estas fuerzas se suman ahora los 55 gremios que condenaron la posición colaboracionista de Triacca, Marcos y Baldassini. Lo fundamental es ayudar a la clase obrera a organizarse para la lucha, reorganizando sus cuerpos de delegados y organizando, o recuperando, comisiones internas y sindicatos, fortaleciendo el frente único antidictatorial de la clase obrera y agrupando fuerzas para la lucha, que está abierta por el control de los principales sindicatos del país. Ha dado pasos la unidad de acción entre comunistas revolucionarios y peronistas en una serie de gremios, pero esto es todavía incipiente, y no perseveramos suficientemente en esta lucha. La construcción de agrupacio­nes clasistas y antidictatoriales fuertes, con formas, nombres y alianzas, amplias, es la clave para impulsar la reorganización y recuperación de las organizaciones sindicales en manos de los colabo­racionistas.
En el movimiento campesino se asiste a un gran despertar de lucha. Surge una generación de chacareros jóvenes sin tierra, o con poca tierra, en la Pampa Húmeda; mientras, miles de campesinos pobres son corridos del campo en el NOA, el Noreste, Cuyo y la Patagonia. Se reactualiza la lucha por la tierra en el trasfondo de las protestas por los impuestos, la usura, los precios no compensato­rios, etc. Se han creado condiciones de masa para organizar a los chacareros y campesinos pobres en todo el país. El centro de la lu­cha antidictatorial en el campo exige un programa que tenga en cuenta, centralmente, los intereses de los productores pobres y medios, y no como sucedió en algunos actos de la Federación Agraria en los que se propuso como principal reivindicación la consigna de exportadores y terratenientes que exigen una devaluación del peso. Además se enfrentan, en el movimiento campesino, la línea que propone –como el P“C” en el Congreso de la FAA– medidas de lucha inoperantes, verbales, como “mandar un telegrama pidiendo a Videla que des­pida al Ministro de Economía” y la línea de la lucha real, línea que impulsó el combate contra los impuestos y planteó el paro nacio­nal agrario en el mismo congreso de la FAA.
En las economías regionales en crisis es posible desarrollar movimientos de lucha amplios, que golpeen el nudo de la política económica de la dictadura, y faciliten la lucha por sus intereses de las grandes masas explotadas. El Partido debe ser el artífice de estos movimientos allí donde no existen, e impulsarlos, ampliamente, con una orientación antidictatorial, en donde se han creado.
Se activa el movimiento de la intelectualidad democrática, co­mo muestra el caso de los psicólogos y otros profesionales, la lu­cha contra la censura, etc. Hay un cambio favorable importante en el movimiento estudiantil donde ha comenzado en forma bastante generealizada el proceso de reorganización que preanuncia próximas lu­chas estudiantiles.
Tenemos que ayudar a las masas a sintetizar, y generalizar, las mejores experiencias de organización bajo el fascismo, dejando de lado clisés organizativos que corresponden al pasado. Lo fundamental es abrir cauces al movimiento real de masas, privilegiando esto a los sellos; facilitar las formas que permiten practicar la línea de masas y evitar los golpes del enemigo; y desechar los es­quemas que no parten de la experiencia de las masas sino de nues­tras cabezas. Luchar ayudando a las masas a hacer su experiencia, y preservando la organización revolucionaria; y haciendo que ésta crezca al calor de esas luchas. Desplegar la lucha ideológica y la propaganda con astucia, sin someterse a las imposiciones del fas­cismo y sin arriesgar inútilmente las fuerzas.
También existen condiciones para ayudar a organizarse a la pequeña y mediana burguesía nacional aislando a los quintacolumnistas violistas.
El florecimiento de las luchas reivindicativas económicas y políticas de los diferentes sectores (obrero, campesino, estudian­til, de la intelectualidad, el empresariado nacional, etc.) va creando condiciones para la realización de un paro nacional antidicta­torial, instrumento de lucha precioso para poder crear condiciones para la contraofensiva antidictatorial. Tenemos que trabajar –propagandisticamente– esta idea, tratando de que vaya madurando en las masas junto con los avances en la unidad antidictatorial.
En cuanto a las fuerzas políticas: se fortalecen corrientes antidictatoriales, democráticas y antiimperialistas (enemigas de las dos superpotencias) en el peronismo, el radicalismo, las corrientes católicas, el socialismo, la izquierda, corrientes libera­les y nacionalistas. Han mejorado nuestras relaciones, y en ocasión acuerdos, con esas fuerzas, en especial con el peronismo, la co­rriente antidictatorial de la Iglesia, la izquierda radical, el so­cialismo, personalidades liberales y nacionalistas, en la lucha por la paz, por la democracia, en defensa de la independencia económica y la soberanía nacional, en la solidaridad con el pueblo afgano, etc.

La autocrítica de los “montoneros”
Como resultado del fracaso histórico que sufrió la organización montonera, se ha abierto en ella un profundo debate autocrítico.
El grupo dirigente se ha escindido en dos sectores principales:
Uno: (Firmenich-Mendizabal-Jaeger-Perdía) se mantiene en posiciones terroristas a ultranza y, con la ayuda militar de la OLP, cubanos, Frente Sandinista, etc., sigue practicando la línea conocida. Otro, el sector de Gel­man-Galimberti-Fernández Long, que rompió la organización en junio de 1979, recriminó a Firmenich:
*    “Delirio egó­la­tra”, al auto­ad­ju­di­car­se haber sido “la fuer­za que desa­rro­lló la resis­ten­cia”, y que ini­ció la “con­tra­o­fen­si­va”, sien­do que no tie­nen “un solo hom­bre orga­ni­za­do en el país” y “no cuen­tan con un obre­ro orga­ni­za­do en el país”. No con­si­de­ran dela­ción decir esto ya que es “bien sabi­do por el ene­mi­go”, y solo des­co­no­ci­do por los ami­gos y mili­tan­tes.
*    “Triunfalismo” como “método para eludir la autocrítica”.

Esto, y el reproche por: el manejo indiscriminado de fondos cuantiosos (más de treinta millones de dólares), el diletantismo teórico, etc., etc. tiene “un hilo conductor”: “no haber comprendido a tiempo cúal era el cambio de etapa que representaba el golpe de marzo del 76”, golpe que la conducción “no creía que se iba a producir”; Gelman y Galimberti encuentran el origen de la incapaci­dad montonera en “la persistencia de los métodos foquistas”.
Como se ve: una autocrítica instrumental; que no aborda el análisis de los contenidos de la línea montonera. Por eso esa autocrítica es incapaz de alumbrar por qué los Montoneros, como dicen ellos mismos, se convirtieron en “opositores armados de un gobierno que era la sucesión constitucional del que habían votado esos mismos mi­llones”. Es incapaz de explicar la coordinación concreta de las principales acciones terroristas que realizaron entre 1974 y 1976 con la labor golpista de Videla y de Viola en esos años. Es incapaz de explicar por qué, una misma estrategia, un mismo método de lucha, y una misma ideología, produjo: “efectos antagónicos, el éxito y el fracaso, el auge y la decadencia”, como se pregunta Rodolfo Saltalamachia en un artículo en la revista neocamporista Controversia.
Es una autocrítica formal, como la reseñada, la que permite a Gelman-Galimberti poner el centro de la línea actual de los Montoneros en “recuperar” el espacio del “peronismo montonero” en la organización peronista, lo que vuelve a facilitar que se los convierta en tropa de maniobra del operativo político que instrumentan Vio­la y su equipo.
Desde la revista Controversia, los teóricos de esta fuerza impulsan una revisión de la línea montonera que gira en torno a los siguientes ejes:
*    Autocrítica de la consigna “Patria Socialista”, como una consigna esencialmente levantada contra Perón, a partir de un erróneo análisis de coyuntura, por haber creído en la “crisis definitiva del capitalismo” en la Argentina. Esto sin autocriticar la teoría del llamado capitalismo-dependiente. Siendo que, consecuentemente con esta teoría, y con la definición de la etapa revolucionaria en la Argentina como socialista, se lanzó la consigna “Patria Socialista”. De donde no es extraño que lleguen a la conclusión que “como el derrocamiento del capitalismo no estaba a la vista, el porvenir por consiguiente, iba a girar alrededor de la precomposición y modernización del sistema”.
*    Al igual que una parte del espectro revisionista, y reformista, asignan a la dictadura cierta “autonomía” internacional, cierto “independentismo”, ejemplificado en la venta de cereales a Rusia, cuya explicación teórica la encuentran en que: “la gran burguesía argentina no es absolutamente dependiente. Por lo contrario, sobre todo la fracción de la gran burguesía terrateniente tiene un amplio grado de autonomía”.
*    Ponen el centro de su política en la polaridad: fascismo-democracia, y realizan una revalorización neokauskiana de la democra­cia burguesa. En esa perspectiva trabajan por un “peronismo democratizado” y “para la democracia”, un peronismo al que describen casi como a un partido socialdemócrata tradicional.
*    No se puede, dicen, hacer política a partir del permanente recuerdo de los muertos. Es doloroso que hayan habido tantos muer­tos porque incluso es doloroso que haya un muerto. Pero no se puede crear una política para las masas con los espectros de estos muer­tos. Es imposible –agregan– un Nuremberg en la Argentina, porque esto implicaría la justicia popular, y la correlación de fuerzas actuales no la permite, no es posible imponerla, de donde uno de los teóricos de esta fuerza –Schmucler– deduce que “es posible que de­bamos convivir –que no es lo mismo que colaborar– con los militares, durante largo tiempo”.

En definitiva: los sectores prosoviéticos y procubanos que di­rigen este proceso de autocrítica apuntan a mantener a las fuerzas revolucionarias que influenciaron los Montoneros como tropa de maniobra de los planes políticos de los soviéticos y cubanos en la Argentina. No se plantean –aun– incorporarlos a la mentada conver­gencia cívico-militar que impulsan, porque está demasiado fresca la sangre de miles de muertos asesinados por la dictadura. Se confor­man con mantenerlos en un andarivel cercano, golpeando al mismo blanco que golpean el P“C” y los violistas: Martínez de Hoz, los “duros”, los “elitistas”, etc. Del otro tipo de faenas, que impulsaron en otros tiempos Gelman, Galimberti y otros dirigentes, se en­cargan Firmenich y sus seguidores.

Los sectores proyanquis
En cuanto a los sectores proyanquis va quedando cada día más claro que, fracasada en América Latina la línea de la que se llamó la Alianza para el Progreso, fracasada luego la línea de combinar concesiones económicas con golpes e intervenciones militares, el imperialismo yanqui empuja ahora una línea de “democratización”, en un continente que ha dejado de ser su patio trasero, y cuyo control le disputa, por todos lados, el socialimperialismo soviético. Esta línea trata de frenar a los soviéticos, y desviar y absorber la lu­cha democrática revolucionaria, en ascenso, de los pueblos latinoa­mericanos. El apoyo dado por el Departamento de Estado al Informe de la OEA sobre Argentina, el apoyo al otorgamiento del Premio No­bel a Pérez Esquivel, el saludo “programático” de Carter a Viola, el envío del embajador yanqui quince días antes de las elecciones de los EE.UU., demuestran que los yanquis no regalarán el control de Argentina a los rusos. Para evitarlo han enviado a un embajador que fue el artífice de la intervención yanqui en tres procesos en los que los yanquis se enfrentaron a los rusos en América Latina, en tiempos recientes: Chile con Allende; Santo Domingo; y últimamente, Perú.
Esta línea, desde ya, estará sujeta a los cambios que introduzca el resultado de las próximas elecciones en los EE.UU.

X.

El último periodo de lucha antidictatorial demuestra que la u­nidad contra la dictadura se alimenta del crecimiento de las distintas vertientes de la lucha popular: la lucha reivindicativa, democrática, por la paz, contra la entrega, etc. Estas luchas empujan la unidad antidictatorial por arriba, y esta, cuando se logra, re­dunda en un fortalecimiento de esas luchas parciales. El enorme odio contra la dictadura permite actualmente que crezcan diferentes afluentes de luchas antidictatoriales. Tenemos que perseverar en la organización de las agrupaciones sindicales antidictatoriales y clasistas, especialmente en los centros de concentración obrera. Exis­ten buenas condiciones para mejorar el trabajo campesino, estudian­til, femenino, entre la intelectualidad, los movimientos en defensa de las fuentes de trabajo y las economías regionales, los movimien­tos populares de todo tipo (por la vivienda y la salud popular, educativos, deportivos, culturales, etc.).
En el terreno de nuestro trabajo entre la intelectualidad, junto con la lucha antidictatorial por sus reivindicaciones específi­cas, tenemos que impulsar que los intelectuales del partido tengan como guía permanente servir al pueblo y ayuden a las masas oprimi­das a oponer la cultura de los oprimidos a la cultura de los opresores; que opongan el humanismo proletario al “humanismo” burgués y ayuden a las masas populares a construir una cultura popular revo­lucionaria que se oponga a la cultura oficial de la dictadura fas­cista prorrusa, una cultura que prepare ideológicamente el terreno para la lucha antidictatorial y aporte al frente revolucionario.
En todos estos terrenos el Partido debe proponer, permanente­mente, objetivos e iniciativas al movimiento, que permitan a las masas populares, y a las fuerzas antidictatoriales, ir fortaleciéndolos y darles una línea antidictatorial correcta.
La lucha por la paz con Chile sigue siendo tarea central para todo el Partido. Debemos intensificarla, lo mismo que la lucha por la democracia, sobre todo porque aparezcan con vida los detenidos desaparecidos y se libere a los presos políticos y gremiales. También tenemos que desarrollar la lucha contra la entrega del patri­monio nacional al imperialismo, lucha en la que privilegiamos la denuncia y la oposición a la entrega al socialimperialismo de las obras del Paraná Medio, a más de la lucha por la defensa de los fe­rrocarriles, del petróleo, etc.

XI. El Partido

En cuanto al Partido, en el último periodo, hemos dado impor­tancia al debate de los problemas ideológicos y políticos centrales que se discuten en el movimiento comunista y obrero internacional. Sigue siendo justo dar una importancia esencial a la construcción ideológica del partido, realizando la campaña de estudio en curso, debatiendo los temas sobre la relación guerra-revolución, la lucha por la dictadura del proletariado y el comunismo, y la experiencia histórica al respecto. Paralelamente debemos realizar la discusión del balance nacional del Partido y de los balances zonales. Críti­ca y autocríticamente. Los dos balances del Partido (del III Congreso al golpe de Estado de 1976, y el que analiza el periodo 1976-­1979) enriquecidos con el debate realizado por todo el Partido, y la reflexión teórica sobre la práctica colectiva e individual en estos años, son nuestro principal instrumento de educación.
En general las mejores experiencias de trabajo en el movimien­to obrero y popular se han dado en los lugares en los que el Par­tido, junto con la práctica de una línea de masas, no subestimó la inquietud y el nivel político de las masas trabajadoras, y promovió el debate de nuestra línea política con esas masas. A esto queremos contribuir con la realización del Mes de la Prensa. No reducir el rol del partido al de un mero colaborador y organizador sindical o reivindicativo de las masas; elevar el rol político del partido, es una necesidad que surge de nuestra práctica y de la situación política. Esto tiene que ir acompañado, donde sea posible, y en los lu­gares de concentración, con la elevación del rol de las células del partido, haciendo que sean estas y no los afiliados individualmente (con la ayuda, estos, muchas veces, de los Comités Zonales pero sin apoyarse en la labor colectiva de la célula) quienes impulsen las tareas partidarias.
Organizativamente debemos lograr que el Partido de un vuelco de su actividad hacia las empresas obreras y zonas de concentración campesinas que, luego de la actual crisis económica, y del actual reordenamiento monopolista de la economía, serán los lugares centrales para organizar independientemente al proletariado industrial, a los obreros rurales estables y al campesinado pobre.
Además tenemos que educar en un método que, ayudando a promo­ver permanentemente iniciativas, objetivos de lucha, y consignas justas, balancee no solo esto, no solo ejemplos de lucha e iniciativas sino principalmente procesos organizativos, políticos, e ideológicos, de masa y de partido.