Noticias

20 de diciembre de 2010

Partido Comunista Revolucionario  -  20 de Abril de 1977 -

El caso Graiver Testaferros del imperialismo ruso en la Argentina

Documentos del PCR / Tomo 4

El país ha sido conmovido por el llamado “caso Graiver”, un escándalo cuyas propor­ciones ahondan la situación de empantanamien­to en la que se debate la dictadura videlista, jaqueada por la creciente resistencia popular a su política de entrega, represión y hambre, y por el resquebrajamiento del frente golpista que se impuso el 24 de marzo de 1976.

El país ha sido conmovido por el llamado “caso Graiver”, un escándalo cuyas propor­ciones ahondan la situación de empantanamien­to en la que se debate la dictadura videlista, jaqueada por la creciente resistencia popular a su política de entrega, represión y hambre, y por el resquebrajamiento del frente golpista que se impuso el 24 de marzo de 1976.
La dictadura, hegemonizada par el lanussis­mo prosoviético, trató primero de escamotear la investigación (recuérdese que después de la presunta muerte de Graiver, a pesar del escándalo internacional, sus testaferros siguieron operando en el país con absoluta tranquilidad) y trata ahora desesperadamente de desviarla de su verdadero centro, haciéndola aparecer como un simple caso de “delincuencia económica ligada a la subversión” y ocultando a los verda­deros responsables: el imperialismo soviético y sus testaferros.
¿Qué quieren ocultar Videla-Viola-Lanusse? En primer lugar quieren ocultar que se trata de un grupo de testaferros de capitles soviéticos. Esto es lo que explica que David Graiver que a los 28 años no era más que el hijo del dueño de una inmobiliaria en La Plata se transformara como por arte de magia en “financista de cuatro continentes”, con dos bancos en Nueva York y otro en Bélgica. Semejante red financiera, ¿podía ser desarrollada a escala internacional y en tal magnitud si no fuera que tras ella está una gran potencia imperialista, en este caso, el socialimperialismo soviético? Por cual­quier lado que se siga la pista de Graiver, todos los caminos llevan a un solo punto; al lugar donde se encuentra el grupo de testaferros ru­sos: Gelbard, Broner, Madanes, Frigerio, etc.
Como nuestro Partido ha venido denuncian­do, este grupo sacó del país centenares de millones de dólares que se apropiaron en el últi­mo período, en el que dirigieron la economía y las finanzas del país (incluida la administración de la Corporación de Empresas Estatales con Gelbard-Madanes). Se adueñaron a través de la “trenza del acero” de Acindar (de cuyo directorio era presidente Martínez de Hoz y que hoy preside el general lanussista Alcides López Aufranc), Gurmendi; Garavaglio y Zorraquín, Lanusse, Capozzolo, Grassi y otros, del monopolio de aceros especiales y adquirie­ron posiciones monopólicas en fibras sintéticas, carnes, aluminio, Soda Solvay, Papel Prensa; etc. Son el primer grupo financiero privado. Asociados en y con Bunge y Born controlan el monopolio de la exportación y comercialización de granos. Son y están asociados a grandes terratenientes. Organizaron el contrabando (grupo Todres), el mercado negro y el desabastecimiento y con el control del Banco Central pudieron operar impunemente en el mercado negro de divisas. Controlan lo fundamental de la prensa, la radio y la T.V. del país (Clarín, La Opinión, Crónica, La Razón, Noticias Argentinas, Radio Rivadavia, Radio Colonia, Canal 11, Canal 9, Canal 2, etc.). Esta es la verdadera identidad del “grupo Graiver”.
Este grupo de testaferros de capitales soviéticos puso todo su poder en la preparación del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 contra el gobierno peronista de Isabel Perón; fue el sector golpista más activo y poderoso y logró hegemonizar aunque en forma precaria, el golpe proimperialista y proterrateniente que se encaramó en el poder e impuso la más terrible tiranía de la historia de nuestra Patria.
Ahora se comienza a demostrar que ellos han impulsado e instrumentado vilmente a los gru­pos terroristas de la pequeña burguesía revo­lucionaria y comienza a verse que son los verdaderos patrones de dirigentes sindicales y políticos como Casildo Herreras, José Rodríguez, Calabró, Robledo, Baez, Cámpora y tantos o­tros.
Por cualquier lado que se siga verdadera­mente la investigación del “caso Graiver” se encuentra con el mismo grupo de “prestanombres” del imperialismo soviético. El mismo Graiver, funcionario de la dictadura de Lanu­sse, aparece vinculado a numerosas empresas del grupo Frigerio – Gelbard y es a través de uno de sus bancos –el Banco Comercial de La Plata– por el que deben hacerse todas las ope­raciones relacionadas con la venta de automó­viles a Cuba, lo que significa millones de dóla­res sólo en comisiones,
Jorge Rubinstein, el que manejaba todos los fondos de Graiver, era a su vez cuñado y abo­gado de Broner y miembro del directorio de varias de sus empresas. Otro de los detenidos, Gustavo Caravallo, hombre del grupo Bunge y Born, fue asesor de Gelbard en el Ministerio de Economía, secretario de la Presidencia con Cámpora y dejado por éste como “herencia” a Perón hasta que Isabel lo sacó. Sajón, secre­tario de Prensa de Lanusse, yerno del Cholo Pe­co, fue directivo de la redacción de Clarín (del grupo Frigerio) y trabajaba en La Opinión con Timerman, otro “hombre de paja” de los soviéticos.
El escándalo ALUAR –que sigue a otros negociados del mismo grupo como el de Minera Aluminé, el de Todres, el vaciamiento del Ban­co de Buenos Aires, el de la Compañia Azucarera Tucumana, entre otros–, es un hecho que por sí solo muestra la esencia que señalamos. Alrededor del caso ALUAR vemos a los mismos personeros del socialimperialismo ruso, jugando cada uno su papel: Lanusse es el que firma el contrato con ALUAR (es decir, con Gelbard y Madanes), uno de los contratos más leoninos de los que se tenga memoria y lo hace reviendo el voto de su antecesor Levignston y a pesar de la opinión en contra de dieciocho organismos oficiales que tenían que ver con el contrato, cuando durante el gobierno de Isabel Perón se forma una Comisión Investigadora y se está por discutir sus conclusiones en el Parlamento, Videla y los demás comandantes van personalmente al Congreso a parar la discusión; después del 24 de marzo no sólo se paraliza toda investigación sino que el representante de la dictadura en Chubut, coronel Julio Etchegoyen asiste a la celebración de la semana del Alumi­nio en Aluar y levanta a ésta como “un ejem­plo a seguir”.
Es decir que, como vemos, todos los cables se cruzan en el grupo de testaferros soviéticos. Y esto es lo que trata de ocultar Videla. ¿Por qué? Porque este grupo de testaferros está atrás de Lanusse. Y Lanusse… está atrás de Videla. Por eso Lanusse saltó enloquecido cuando el hilo de la madeja empezaba a llevar inexo­rablemente hacia él y por eso Videla se afana por desviar el golpe de la investigación. Porque de cualquier lado donde se agarre la madeja, si la investigación de Graiver “va a fondo” como dice Viola y “hasta las últimas consecuencias” como dijo Videla, termina inexorablemente en…Videla.
Si no, veamos por el lado de Martínez de Hoz, defendido a ultranza por ambos. Resulta que el moralizador ministro de Economía de la dic­tadura era dueño, a través de un testaferro, suyo –su primo Pedro Jorge Martínez Segovia– junto con Graiver, del Banco de Bélgica que manejaba los fondos de los Montoneros; y también a través de este testaferro el mi­nistro participaba de varias empresas de Grai­ver, entre otras Papel Prensa, donde Martí­nez Segovia era presidente. Luego de la supuesta muerte de Graiver la familia de éste, con la complicidad de la dictadura, transfirió formal­mente las acciones de Papel Prensa, Banco de Hurlingham, Comercial de La Plata, etc., a otros testaferros del grupo sovietico, como el grupo Frigerio (Clarín), Revestido; etc.
O sea que, por el lado de Lanusse, o por el lado de La Opinión o de Martínez de Hoz, se ter­mina en Videla.
Videla confía que dirigiendo la investigación a través del Estado Mayor del Ejército se pueda diluir y desviar el golpe. Ellos quieren hacer aparecer que los responsables de este escándalo, es decir el grupo que dirigió el país con Lanusse y luego entregó el gobierno condicionadamente a Perón y más tarde organizó el golpe contra Isabel, no sería el grupo de testaferros soviéticos sino… Peron e Isabel; o como dijeron en la Conferencia de Prensa: “La subversión marxista-leninista”. Con esto último tratan de hacer aparecer como marxistas a los que han restaurado el capitalismo en la URSS y son en realidad enemigos acérrimos del marxismo y tratan de enlodar a los auténticos marxista­-leninistas confundiéndolos con el terrorismo de la pequeña burguesía revolucionaria y con el terrorismo proimperialista de los soviéticos. Explicar el “caso Graiver”, como pretende Vi­dela, como un “caso de subversión” significa ni más ni menos que invertir totalmente la rea­lidad, porque es el terrorismo el que fue ins­trumentado por el socialimperialismo y sus testaferros y no al revés: los dólares de Montone­ros que manejó Graiver no son sino una pequeñísima parte de los centenares de millones de dólares que embolsaron Gelbard-Graiver y demás testaferros rusos en los múltiples ne­gociados que hicieron a costa del país, en estos años. Finalmente, hablar de “subversión” en general, sirve para ocultar la mano de la super­potencia imperialista que mueve todos los hilos, la URSS. Lo que quieren hacer olvidar, de fon­do, es que así como los testaferros económicos del socialimperialismo manejaron los fondos del terrorismo, los militares lanussistas –entre e­llos Videla–, organizaron con los Montoneros el “operativo Dorrego”.
Todo esto ha desnudado el grado de corrup­ción de la dictadura entreguista y asesina. El frente golpista de rusos y yanquis que se im­puso el 24 de marzo de 1976 se encuentra se­riamente resquebrajado como consecuencia, prin­cipalmente, de la resistencia popular a la política de la dictadura y como expresión también de la intensificación de la disputa entre EE.UU. y la URSS por la hegemonía mundial. Cada sector trata de llevar agua a su molino; no po­demos confiar que en la pugna por arriba se pueda resolver a favor de los intereses de la Nación y del pueblo. Es el momento en que la clase obrera, el pueblo y todos los sectores pa­trióticos (incluidos los oficiales y suboficiales patriotas) asqueados de tanta entrega, repre­sión y hambre organicen la lucha desde abajo y a fondo contra la dictadura. Es el momento para avanzar en la lucha por la libertad de to­dos los presos políticos y sociales y por la apa­rición con vida de los secuestrados por la dicta­dura, de impedir que se continúe entregando el patrimonio nacional y, de exigir aumentos inmediatos de salarios y de luchar por la reor­ganización de los Cuerpos de Delegados y demos organizaciones democráticas de masas. Es posible avanzar en la lucha por generalizar e intensi­ficar la resistencia obrera y popular, creando las condiciones para un paro nacional activo de 36 horas, con movilización, que permita al pueblo pasar a la contraofensiva, en el camino del derrocamiento revolucionario de la dictadura.