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26 de octubre de 2011

A hace unos 40 años, siendo estudiantes universitarios, pensábamos que había un trípode en el que se asentaba el proyecto universitario: la cuestión democrática, la cuestión pedagógica y científica y la cuestión presupuestaria.

El proyecto universitario

Hoy 1392 / “El trípode reivindicativo”

La cuestión democrática: la limitación
La limitación es la consecuencia de todas aquellas medidas que impiden el acceso a la universidad por razones económicas, geográficas, culturales, organizativas, etc. y es el principal problema democrático en la educación.
Son los exámenes de ingresos, horarios que no contemplan a los que trabajan, cátedras filtro que impiden el ingreso y permanencia en la Universidad, etc.

La cuestión democrática: la limitación
La limitación es la consecuencia de todas aquellas medidas que impiden el acceso a la universidad por razones económicas, geográficas, culturales, organizativas, etc. y es el principal problema democrático en la educación.
Son los exámenes de ingresos, horarios que no contemplan a los que trabajan, cátedras filtro que impiden el ingreso y permanencia en la Universidad, etc.
La lucha por la participación estudiantil en el gobierno de universidades y por la conducción de los centros de estudiantes es una forma (que no debe ser despreciada) de incidir en las decisiones para impedir esa limitación e imponer una docencia e investigación ligadas a las necesidades del pueblo y de la nación, con el presupuesto necesario.
Plantear la participación estudiantil en el gobierno de la universidad separada de la lucha contra la limitación, por un contenido de la enseñanza y la investigación popular, patriótico, democrático y científico y por el presupuesto para ello, es alejarla del interés de la mayoría. Hace que los estudiantes no la vean como propia sino como el objetivo de un grupo de activistas.

 

La cuestión pedagógica: docencia e investigación
Comprende el contenido de la enseñanza y la investigación. Y aquí aparece la cuestión de la política científica y educacional. Si política es la ciencia (para ubicar causas, efectos y leyes) y el oficio (o capacidad para llevar a la práctica un plan) para hacer posible lo necesario; una política científica y educacional es hacer posible la educación para las necesidades del pueblo en una Argentina independiente.
Es la política universitaria del pueblo liberado y la patria independiente.
Es la política universitaria de la Revolución de Nueva Democracia, de la etapa democrático popular, agraria y antiimperialista. No es socialista de inicio sino la primera etapa en el camino ininterrumpido al socialismo.
En los setenta teníamos un ejemplo que, decíamos, si se resuelven las contradicciones que encierra se resuelve el proyecto educacional que deseamos. El ejemplo era el siguiente: En Florencio Varela estaba el Centro de Investigación en petróleo (de la YPF estatal) más grande de Suramérica. En Ensenada estaba una de las destilerías más grandes de Suramérica. Y en la Universidad Nacional de La Plata no había ingeniería en petróleo. Nosotros pensábamos que los científicos que trabajaban en el Centro de Investigación debían ser los docentes de esa carrera de ingeniería, la carrera debía integrarse con la práctica en la destilería y los obreros de ella también podrían estudiar allí. Era nuestra idea de la integración de la producción, la docencia y la investigación. Y del acceso de los obreros a la universidad.
Hoy se dirá que esto era “utópico”, pero nosotros nos basábamos en ejemplos reales nacionales y extranjeros. El Astillero Río Santiago tenía (y tiene) una escuela secundaria donde se formaban hijos de los obreros de la empresa que después entraban a trabajar en ella y, por esos años, en la China de Mao, la Fábrica de Máquinas Herramientas de Shangai formaba como ingenieros a sus obreros y eran mejores, se decía, que los de la Universidad de Pekín.
Por esos años se destacaba el método de evaluación de los ingenieros electrónicos que se recibían en China: debían armar una computadora para recibir el título. Esto era lo que nosotros queríamos decir cuando planteábamos que la práctica es la madre de la teoría y que la capacidad de transformar la realidad es el criterio de verdad de cualquier teoría.
Es preciso investigar qué relación hay entre la teoría y la práctica en educación, qué enseñanza debe haber en ciencias físicas, químicas y biológicas y en ciencias sociales. ¿Qué enseñanza en cultura y arte? ¿Plantear la filosofía como una suma de debates abstractos de ideas? ¿Plantear la historia como una sucesión de hechos memorables con individuos destacados? O, todo lo contrario, relacionarlas con la historia de las formaciones económico sociales y la lucha de clases en cada momento. En suma: ¿cómo enseñar…?
Esta era una gran preocupación para nosotros, jóvenes estudiantes, profesionales y científicos de los setenta. ¿Cuántos temas se estudian sin haber visto jamás aquello de lo que se habla y alejados de toda práctica? ¿Cuántas definiciones generales sin ni siquiera haber visto el objeto de estudio? Es una forma de enseñanza que no parte de la práctica. Por lo tanto es difícil y mala.

 

La cuestión económica
Es el presupuesto necesario para todo lo anterior buscándolo en los bolsillos de los principales enemigos del pueblo y de la patria en cada momento.
Esto vincula las reivindicaciones universitarias con el proyecto de país y con las reivindicaciones patrióticas y democráticas del conjunto del pueblo.
Las mineras pagan ínfimas regalías. Los buques factoría extranjeros rapiñan nuestro mar. Se entrega el petróleo. Se extranjerizan nuestras tierras fértiles. Se paga una deuda externa ilegítima y fraudulenta. Las ganancias financieras no pagan impuestos, etc.
Es la depredación del pueblo y de la patria. En estos y otros lugares está el dinero necesario.
El sistema educativo actual tiene como víctimas a los que no pueden acceder a él y a los que lo sufren en él: los alumnos y los docentes. Sus reivindicaciones (no sólo lo salarial o las mínimas y esenciales soluciones cotidianas) son parte del programa de lucha. Incluyen lo pedagógico y lo científico: a quiénes enseñar, qué enseñar, cómo enseñar y con qué condiciones enseñar. Y con qué dinero hacerlo.

 

El protagonismo del estudiante
Este trípode reivindicativo está atravesado por una concepción de la enseñanza que parte de la práctica y termina en la práctica transformadora como criterio de verdad.
Y tiene al alumno como eje. En el acto educativo hay un proceso dialéctico donde se unen y se oponen dos polos inseparables: el docente y el alumno. El proceso es exitoso si el alumno empieza aprendiendo y el docente enseñando y termina con la inversa; el alumno enseñando y el docente aprendiendo.
El método de evaluación también debe cambiar. Ya no será ese examen con “zancadillas y preguntas capciosas” o el “múltiple choice”. La evaluación deberá hacerse en base al trabajo anual y la capacidad de labor en equipo. Y el equipo incluye al docente.
La medida del conocimiento no es la respuesta del alumno a una pregunta. Es la capacidad del alumno de hacer la mejor pregunta, investigar las respuestas posibles y concretarlas en una práctica colectiva organizada.
Esta enseñanza es una enseñanza cuestionadora, para la libertad, y contraria a la represión y a todo formalismo. Es una enseñanza para la democracia grande con el estudiante como protagonista.