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30 de agosto de 2011

Marzo de 1974. Reproducido del períodico Nueva Hora nº 137. Otto Vargas (N. del Editor)

Debate en la trinchera antiyanqui, Duilio Merlini

Documentos del PCR / tomo 3

Con motivo de la aguda lucha política e ideológica entablada en el peronismo. Ultimamente, ha sido motivo de numerosos comentarios una charla del dirigente de los Montoneros Mario Firmenich.
Esa charla habría sido dada en una reunión de activistas de su organización y ha circulado en copias mimeográficas. Todo indica que dichas copias son exactas. Al menos no han sido desmentidas como línea oficial por la organización a la que pertenece.

Con motivo de la aguda lucha política e ideológica entablada en el peronismo. Ultimamente, ha sido motivo de numerosos comentarios una charla del dirigente de los Montoneros Mario Firmenich.
Esa charla habría sido dada en una reunión de activistas de su organización y ha circulado en copias mimeográficas. Todo indica que dichas copias son exactas. Al menos no han sido desmentidas como línea oficial por la organización a la que pertenece.
No acostumbramos a interferir en las cuestiones internas de las organizaciones con las que pretendemos luchar en conjunto con un ene­migo común. Salvo cuando, como en este caso, se trate de problemas que afectan directamente al movimiento revolucionario en su conjunto y a nuestro partido en particular. Por ello nos vemos obligados a polemizar con los conceptos vertidos allí por Firmenich.

Algunas incongruencias y vacíos

Del texto de la charla surgen, inicialmente, una serie de incongruencias y vacíos.
Por ejemplo, adjudica al cerco yanqui (es decir a la situación geopolítica creada al gobierno frejulista con el triunfo de los golpes de Estado proyanquis de Uruguay, Bolivia, y, fundamentalmente, de Chile) el que Perón resuelva abandonar su proyecto de “liderazgo continental” y vuelva a ocupar la Presidencia de la Nación tendiendo a acumular poder en la Argentina.
Pero la ofensiva de Perón “por acumular” poder en la Argentina comenzó cuando aún no se podía prever el desenlace de la situación chi­lena, desenlace producido en setiembre.
Es decir: el llamado cerco yanqui a la Argentina no explica el defenestramiento de Cámpora y la política interna de Perón.
También es insatisfactoria la explicación que da Firmenich sobre los errores que cometió su organización -errores que dicho sea de paso, costaron caro al movimiento popular -cuando él y Quieto, entre otros, difundieron la teoría del “cerco” a Perón. Según esta teoría (que para explicar un proceso de signo opuesto al actual había sido utilizada en julio de 1962 por Victorio Codovilla en su obra El significado del giro a la izquierda del peronismo, Perón habría estado cercado por López Rega, Isabel Martínez, y otros. Así se explicó, hace meses, el desplazamiento de Cámpora.
Pero, al autocriticar ahora ese error, Firmenich hace una autocrítica a medias, por cuanto no explica las posiciones políticas que sostuvo su organización a partir de esa caracterización. Por ejemplo: ¿Por qué pasa­ron de considerar a Perón como líder revolucionario de la Patria Socia­lista a considerar a Cámpora como líder de esa Patria Socialista? ¿Por qué al ser desplazado Cámpora levantaron la consigna Perón-Cámpora para presidente y vice y la reemplazaron luego por Perón-Balbín? ¿Fue a causa del error sobre el cerco a Perón que Quieto y Firmenich tramita­ron el apoyo de fuerzas políticas no peronistas a la formula Perón-Balbín para “presionar” a estos luego con la exigencia de un programa? ¿Por qué reemplazaron luego esa fórmula por la de Perón-Carcagno? ¿Por qué con­sideraron mejor la posible fórmula Perón-Carcagno que la de Perón-Martínez? ¿Explica acaso la teoría del cerco el apoyo a las maniobras putchis­tas de Carcagno? ¿Por qué en el enfrentamiento Perón-Carcagno las simpatías de la JP estuvieron por Carcagno? ¿Está éste más cerca de la línea de “liberación nacional en tránsito al socialismo” de los Monto­neros que el propio Perón? Y si es así ¿por qué?
Se encuentran también allí afirmaciones que requieren una explicación. Firmenich dice, por ejemplo, que la participación en el frente (el FREJULI) de “sectores como el desarrollista” permitió la inclusión de “sectores de las FF.AA. que contribuían a la neutralización interna” a “la neutralización del poder militar enemigo”. Entonces, dado que ese poder militar enemigo era proyanqui, ¿eso significa que Firmenich comparte nuestra opinión en el sentido de que la dirección del frondofrigerismo debe ser calificada de prosoviética? ¿O, al menos, que la misma no es proyanqui como ha difundido como tapadera el folklore del PC? Esto es contradictorio con la afirmación, permanente, de los órganos de la Tendencia Revolucionaria Peronista que acostumbran calificar a Frigerio-Fron­dizi de proyanquis.
Firmenich tampoco aclara cuáles son los sectores de las FF. AA. que contribuyó a neutralizar la participación desarrollista en el Frente. Esto tiene gran importancia porque también afirma que el 80% de la población integraba el Frente, más “cierto poder militar donde la parte menor éramos nosotros, que éramos una fuerza defensiva y de resistencia” ¿A quienes se refiere Firmenich? ¿Quiénes constituían la parte mayor del poder militar que apoyaba al Frente? ¿Los desarrollistas? ¿Acaso el Gral. Carcagno, que como es conocido, ha sido aparentemente un general “camaleón”, “tornasol”; pero cuyo color verdadero ha sido siempre el de la trenza que mantuvo durante años con Lanusse y López Aufranc?
Otra incongruencia de esa charla es que hable de las discrepancias ideológicas y de proyectos políticos entre los Montoneros y Perón (ideo­lógicas porque Perón es “justicialista” y los Montoneros, son “socialistas”y políticas porque el proyecto de Perón es “justicialista” y el de los Mon­toneros es de “liberación nacional en transito al socialismo”) y, sin em­bargo, explique más adelante su permanencia en el movimiento peronista porque “compartimos el proyecto estratégico que formula Perón”.
Otro vacío es que Firmenich no só1o reconoce que la llamada guerrilla urbana, de la que fue uno de los jefes, fue una “parte menor” del poder militar que apoyó al FREJULI, sino que también reconoce que “la guerrilla es siempre una fuerza defensiva y de hostigamiento”, tal cual enseña la doctrina militar clásica. Reconoce que ese fue el rol del movimiento que él dirigió en la lucha contra la dictadura. Sin embargo, hay que decir que esto no siempre fue explicado así a las masas. Por el contrario, habitual­mente se dio una fundamentación muy distinta, y mucho más ambiciosa sobre el rol de la llamada “guerrilla urbana”.

“Liberación nacional en tránsito al socialismo”

La idea esencial que desarrolla Firmenich en su charla; el eje de su propuesta política, es su proyecto de “liberación nacional en tránsito al socialismo”.
Debemos decir previamente que la terminología de Firmenich está calcada de la terminología con la que los revisionistas soviético-cubanos definen su proyecto para la lucha antiyanqui en América latina, Asia y Africa.
Si se hace memoria se recordará que así llamaron los lideres soviético-cubanos al proyecto de Torres en Bolivia y de Allende en Chile. Y así llamaron esos sectores al gobierno de Cámpora.
Así también designan los dirigentes del PC de Cuba al proyecto de Velasco Alvarado en Perú.
Esto no es extraño si se tiene presente que esos mismos dirigentes califican como “socialistas” a los regímenes de Argelia; Congo Brazza­ville, Tanzania o Guinea.
Todo un arsenal teórico revisionista apoya ese terminología. Con ho­jear la revista Tiempos Nuevos de la URSS, o leer los discursos de Fidel Castro, se encontrarán dos tipos de aderezo para esa ensalada revisionista.
Habría Estados, partidos, frentes, e incluso ideologías (¡) que expresarían ese “proceso” de “liberación nacional en tránsito al socialismo” que abarca gobiernos y movimientos como el que lideró Cámpora en la Argentina o el de Argelia.
Es importante detenerse en la definición que da Firmenich de su pro­yecto de “liberación nacional en transito al socialismo”.
En ella se encuentra el fundamento teórico de los sectores políticos que, a partir del 25 de Mayo, plantearon que, con el gobierno de Cámpora, se había abierto un proceso de “transición al socialismo”.
Firmenich explica que “la burguesía de un país dependiente no tiene la acumulación de capital suficiente para independizarse del imperialis­mo (…) Por esto un proceso antimperialista, como proceso de libera­ción nacional, tiende al socialismo” (el subrayado es mío D. M.). Y explica más adelante:
“Como el proceso de liberación nacional es un proceso de transición esto significa que hace falta un sistema político, social y económico también de transición, que va desde la liberación nacional progresivamente hacia el socialismo, pasando por etapas como puede ser un capitalismo de Estado” (el subrayado es mío. D. M.).

Más adelante explica que:
“desarrolladas las tareas de liberación na­cional, apoyado en los trabajadores, necesariamente, se concluirá en la construcción de la patria socialista” (el subrayado es mío. D. M.).

Y más adelante, repitiendo palabras del más puro reformismo evolucionista, que, quienes estuvimos en el PC oímos muchas veces en boca de Orestes Ghioldi, dice Firmenich:
“la distribución de ingresos (se refiere al proceso de liberación nacional. D. M.) es progresiva y el poder popular es creciente. Y entonces un buen día cuando hay suficiente poder les decís: ‘Bueno muchachos (se refiere a la burguesía nacional que inte­graría el Frente de Liberación. D. M.), se acabó el capitalismo de Estado y empieza el socialismo’”.

Puede leerse atentamente la larga exposición de Firmenich sin que se llegue a una sola referencia a las tareas revolucionarias concretas de la lucha antiyanqui actual de nuestro pueblo, y sin que se llegue a encontrar una sola referencia concreta a las tareas de ese proceso liberador, de esa etapa de la lucha revolucionaria de nuestro pueblo.
Es posible que a Firmenich la palabra etapa no le resulte grata, ya que aparentemente es más revolucionario hablar de un “proceso” de libe­ración nacional. En tránsito al socialismo, o que “tiende” o que “necesariamente”, o “progresivamente”, va al socialismo. Sin embargo, reparemos que esa indefinición de Firmenich va acompañada con el hecho siguiente: se habla de liberación nacional pero en ningún momento se habla de las tareas agrarias y antilatifundistas de la revolución argentina.
Tampoco se encontrará una definición concreta sobre las formas que tiene que adquirir el Estado y el Frente que lleve adelante las tareas del proyecto de Firmenich. Las referencias que hace a la necesidad de “centralización del poder” o a la “acumulación de poder” son demasiado con­fusas para definir una cuestión tan delicada como la alianza de clases ca­paz de realizar las tareas de la liberación nacional. Esto es más grave aún si se une a ese menosprecio por las tareas agrarias de la revolución, y el desprecio por los partidos políticos como expresión de las clases sociales que deben aliarse en ese Frente.
Esto se une a otra cuestión esencial: se habla de socialismo sin plan­tearse, la dictadura del proletariado. En todo el texto no se encontrará una sola referencia a la dictadura del proletariado, al tiempo que se insiste, machaconamente, en la transformación progresiva del Estado que realiza las tareas de liberación nacional en el Estado que realiza las tareas socia­listas. Ese buen día del que habla Firmenich, ha sido la eterna ilusión utópica de los revolucionarios pequeñoburgueses, que infectan con sus visiones soñadas al movimiento obrero.
Nos encontramos aquí con la esencia de la línea de Firmenich. Este critíca a Perón porque Perón llama “socialismo” a lo que solo es “justicialismo”. Bien. Pero Firmenich habla de un “socialismo” sin dictadura del proletariado. Es decir: tanto Perón como Firmenich hacen un guiso de liebre sin liebre.
El socialismo sin dictadura del proletariado es la quintaesencia de la línea revisionista soviético-cubana, así como fue, en su época, la quinta­esencia del revisionismo socialdemócrata que Lenin estigmatizó, a partir de la teoría marxista, y de la practica de la Revolución Rusa y de la revolución mundial, en su famosa obra: La revolución proletaria y el renegado Kautsky.
Los revisionistas soviéticos y cubanos hablaron de “tránsito al socia­lismo” en Chile sin dictadura del proletariado. Los resultados de ese “so­cialismo,” están a la vista y ahorran todo comentario. Es esa indefinición de Firmenich la que le permite no explicar por qué, y cómo, con Cámpora, el ex jefe del conservadorismo Solano Lima y Carcagno como comandante en jefe, el país protagonizaba un “proceso” de “tránsito al socialismo” sin dictadura del proletariado.
El reciente discurso de Firmenich en Atlanta refirmó esa línea, ya que, junto a postulaciones programáticas totalmente ambiguas, o reformistas, según la voluntad de interpretación, como la de exigir el “control” (?) estatal de la producción de petróleo, acero, bancos y comercio exterior, o la de plantear la “transformación” de las Fuerzas Armadas, o la referencia a “la expropiación concreta a la oligarquía y el imperialismo”, refirmó que el tránsito de la liberación nacional al socialismo “es progresivo”.
Lenin subrayó en su época la necesidad para los comunistas de “bus­car las formas de transición o de acercamiento a la revolución proletaria”. Luego, los oportunistas de derecha, transformaron lo que Lenin llamaba “formas de transición” en una fase intermedia especial, en una “forma transitoria cualquiera entre la dictadura burguesa y la proletaria” y no a la revolución proletaria, como señaló en su época Dimitrov.
Firmenich, y los revisionistas soviético-cubanos a los que sigue, dilu­yen que la liquidación del sistema dependiente y latifundista actual sólo podrá ser realizada por una dictadura de las clases sociales que se le oponen dirigida por el proletariado. Lo que impide toda ilusión reformista en la conquista progresiva del poder como la consigna Montonera del 25 de Mayo: “con Cámpora tenemos el gobierno, avancemos en la conquista del poder”; o toda consigna reformista como la “transformación” de las Fuerzas Armadas que propugnan Firmenich y el programa del PC. Y Fir­menich también diluye que el socialismo exige la dictadura del proleta­riado, y que nadie puede garantizar a priori que la alianza de clases anti­imperialistas y antilatifundistas se transforme en esa dictadura.
Como es sabido, la línea del socialimperialismo soviético, y la línea del PC de Cuba (Luego de 1968), postulan como tarea fundamental para el proletariado de nuestros países el apoyo a las burguesías nacionales antiyanquis, ya que, según esos revisionistas, esas burguesías, al subir al go­bierno, “abren” un proceso que “dado el poderío actual de la URSS”, y del llamado por los revisionistas “campo socialista”, desemboca; como diría Firmenich, “necesariamente”, en la “patria socialista”. Esta línea lleva, co­mo la sombra al cuerpo, inevitablemente, a renunciar a todo proyecto po­lítico independiente del proletariado para trabajar en esos movimientos nacionales y para infiltrar esos movimientos de la burguesía nacional con el objetivo de desarrollar fuertes alas prosoviéticas. Y lleva a considerar, como Firmenich, que “es absurdo” pretender “desarrollar una revolución fuera del peronismo, por contradicciones ideológicas con Perón”, ya que “terminaríamos, ahí si, en el PCR”.
Esa es la línea soviético-cubana para Asia, Africa y América latina. Ni garantiza la liberación nacional ni lleva al socialismo. El fracaso de Goulart en Brasil en 1964, el de Torres en Bolivia, y el de Allende en Chile, más recientemente, así lo ejemplifican.

¿Germen en qué?

Firmenich desarrolla en su charla la concepción de la organización que dirige como proyecto de vanguardia socialista del proletariado. Ya hemos visto cuál es ese socialismo. Como dijo Lenin de Kautsky, éste consideraba “socialistas” a los mencheviques y eseristas por su deno­minación, “es decir, por la palabra y no por el lugar que efectivamente ocupan en la lucha del proletariado contra la burguesía”. Así también sería equivocado juzgar a Firmenich y su proyecto por su denominación.
Firmenich explica también que su organización es el germen del Ejército Popular. si tenemos en cuenta que antes ha explicado que la guerrilla es una fuerza “defensiva y de hostigamiento” y que actúa ligada a una fuerza central, que según él explica fue durante mucho tiempo la de Perón, fuerza y línea que también él explica es esencialmente burgue­sa, tendríamos que el proyecto de vanguardia proletaria socialista y el germen de Ejército Popular ha crecido y se desarrolla como fuerza auxi­liar de la burguesía.

Firmenich y el PCR

La definición que da Firmenich sobre el PCR, en esa charla, es increí­ble en un activista político medianamente informado, salvo que pensemos que miente a sabiendas sobre nosotros. Más aún cuando las cárceles de la dictadura y las duras luchas de estos años han encontrado codo a codo en el combate, todos los días, a militantes de la organización de Firme­nich y a militantes del PCR.
Para él, PCR es: “parte de la izquierda liberal”, “no verdaderamente dialéctica” que “parte de un esquema, de una teoría revolucionaria uni­versal y pretende aplicarla al país”. Para él, el PCR simplificaría las contradiciones y plantearía: “entre la clase obrera y la burguesía hay una contradicción antagónica y ahí está la revolución”.
Firmenich polemiza con nosotros como hace seis años polemizó Rodolfo Ghioldi. Nos adjudica una idea, una posición, que él inventa. Luego demuestre que la misma es errónea. Posteriormente nos aplica el cali­ficativo que corresponde a quien sostiene semejante idea.

Un error de fondo

Toda la concepción revolucionaria de Firmenich está presidida por un error de fondo. En su caracterización de la Unión Soviética, dice: “la explo­tación que ejercen los rusos no es, obviamente, de las características económicas que usan los yanquis”. Para él no es semejante la situación existente entre “un obrero argentino y un obrero yanqui y un obrero che­coeslovaco y uno ruso” porque “los rusos no tragan plusvalía”.
Como se ve, el error de Firmenich es doble. La situación del obrero checoeslovaco respecto de la URSS es peor que la nuestra respecto de los yanquis, ya que éstos no tienen tropas de ocupación aquí como tienen los soviéticos en Checoslovaquia.
Pero, además, si durante 1965-1970 Checoslovaquia suministró a la URSS 150 millones de pares de zapatos a precios inferiores a los del mercado internacional; o si, en 1972, importó 10 millones de toneladas de petróleo soviético a 15 dólares la tonelada cuando el precio de ese petróleo era en Medio Oriente de 10 dólares; o si compró en 1972 mine­rales de hierro soviéticos a 74 coronas la tonelada, cuando la misma se cotizaba a 56. ¿De dónde salió esa diferencia en el comercio que bene­fició a la URSS? ¿No se trata acaso de plustrabajo de los obreros checos embolsado por la URSS?
Además para Firmenich la presencia de los soviéticos aquí en la Argentina “resulta un fantasma”. Con lo que tiene un nuevo motivo de discrepancia con Perón. Dejemos de lado la caracterización del grupo Gelbard, de quien podría decirse: “yo en los fantasmas no creo, pero… que los hay, los hay”. Dejemos de lado eso sólo para decir: ¡guay de la soberanía nacional de nuestro país, que controla el Estrecho de Maga­llanes, si prevalecen al frente de sus destinos ciudadanos con las ideas de Firmenich sobre los soviéticos!

Hoy: defensiva estratégica y armisticio

Firmenich define en esa charla la actual línea táctica de los Monto­neros. Hace no mucho la táctica de los Montoneros se podía sintetizar, respecto del gobierno en: apoyar lo positivo; disentir con lo que no estaban de acuerdo; si Perón insistía, oponerse; y si reiteraba su posición, subordinarse.
Esta línea sería ahora reemplazada, por la de “defensiva estratégica”. Así los Montoneros ofrecen un “armisticio” a los jerarcas y buró­cratas sindicales y a los elementos burgueses del peronismo. El mismo consistirá en “no p… todos los días a Lorenzo Miguel, no matarlos, etc.” Todo esto a cambio de que se les permitan establecer “las fronteras” que les garanticen “un espacio” en el movimiento peronista. Por eso se puede sintetizar esa táctica diciendo: ganar espacio y tiempo en una línea de defensiva estratégica.
Teniendo en cuenta la importancia que tiene esta táctica de los Mon­toneros para el movimiento obrero y popular argentino se hace necesario polemizar y derrotar esta línea. Impedir que gane posiciones en las organizaciones populares porque es una línea de derrota para el movimiento revolucionario argentino (especialmente para la clase obrera) que precisa pasar a una política de ofensiva. Cuidando sí el blanco. El blanco son los yanquis, y los terratenientes y capitalistas asociados, y no Perón. Por eso también es posible avanzar, pese a la línea conciliadora de Perón, ya que éste también forcejea con los yanquis y es apoyado por grandes masas populares que aspiran a cambios revolucionarios y manifiestan ya síntomas claros de descontento con la línea de reformas tibias del actual gobierno.
Desde ya: es peligroso usar en la lucha política común, no armada, la terminología y las leyes de la guerra. Pasar a la ofensiva significa movilizar, como en Villa Constitución o en Comodoro Rivadavia, a las grandes masas populares, contra los yanquis y sus sirvientes nacionales. Es imprescindible pasar a la ofensiva también para neutralizar a los sectores burgueses de dentro y fuera del peronismo que en el último periodo han empujado una línea conciliadora con las fuerzas proyanquis. Para ello es preciso constituir un auténtico y poderoso Frente Único antiyanqui, derrotando posiciones divisionistas como las que sustenta actualmente la dirección de la Juventud Peronista en la Coordinadora de Juventudes Políticas y Perón en el plano político más general. Entonces sí la clase obrera y el pueblo podrán enfrentar, victoriosamente, el desenlace inevitable de la actual situación de equilibrio inestable entre fuerzas contrapuestas en lucha por el poder. Podrán enfrentar victoriosamente a los yanquis en ese desenlace al que Firmenich llama “fractura” inevi­table de la actual situación.
Las consecuencias de la táctica montonera de defensiva estratégica pueden ser hoy tan graves para el movimiento obrero y popular como lo fue no hace mucho la táctica putchista de “ofensiva estratégica”, táctica que fue muy útil para asustar al enemigo pero totalmente ineficaz para golpearlo a fondo, por su temor a movilizar protagónicamente a las masas populares, principalmente a la clase obrera.
Lo sucedido con Obregón Cano en Córdoba demuestra el error de esa táctica. Allí los sectores del gobernador -políticamente afines a Firme­nich- practicaron esa táctica y tuvieron mucha dureza de palabra, pero mucha debilidad en los hechos. Hicieron grandes esfuerzos, junto con Tosco, para que el proletariado revolucionario y clasista y el PCR “calentasen la pava para que ellos tomasen mate”, es decir: para que ellos nego­ciaran. La renuncia de Obregón Cano y la entrega de las banderas de la autonomía federal fue el resultado. Tal vez ahora Obregón Cano y sus amigos sepan cuál es su “espacio” político en el seno del movimiento peronista. Pero el precio ha sido el menoscabo de la voluntad popular y del federalismo y el premio a la sedición gorila proyanqui.