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29 de diciembre de 2011

27 y 28 de marzo de 1971

Conferencia Permanente del PCR

Documentos del PCR / Tomo 2

I. Situación internacional

El análisis de la situación internacional en el periodo posterior a la última reunión de la Conferencia Permanente del Partido demuestra que continúa siendo correcta la afirmación que hicimos entonces, cuando señalamos que:

I. Situación internacional

El análisis de la situación internacional en el periodo posterior a la última reunión de la Conferencia Permanente del Partido demuestra que continúa siendo correcta la afirmación que hicimos entonces, cuando señalamos que:

“(…) vivimos un periodo de auge de las luchas anticapitalistas y antiimperialistas a escala mundial, una crisis general del reformismo, y esto empalma con el proceso particular -ya analizado por nuestro Partido- que se abrió en la Argentina con las luchas de 1969”.37

Esto puede parecer equivocado dado que, cuando examinamos los múltiples aspectos de la situación concreta en este o aquel continente, se observan -como en el caso de Medio Oriente o del Cono Sur de América Latina- avances reales del reformismo.

Es lógico que sea así por cuanto la lucha mundial del proletariado y los pueblos oprimidos contra el imperialismo, y por la dictadura del proletariado y el comunismo, no acostumbra a recorrer rutas rectilíneas. Esos avances del reformismo, o algunos éxitos parciales del imperialismo, son expresión de la complejidad esencial de nuestra época; pero una observación más profunda de la situación internacional que nos permita abarcarla en todos sus aspectos principales, en su totalidad, penetrar su esencia, yendo al fondo de la misma, nos reafirma la corrección actual de aquella valoración del momento internacional.

En el último periodo se ha generalizado la guerra de liberación del pueblo vietnamita a toda Indochina y a Tailandia y Birmania. Recobra auge el movimiento revolucionario en Filipinas. Hace poco el camarada Pham Van Dong, Primer Ministro de la República Democrática de Vietnam del Norte, declaró que  “loque sucede en las ciudades del Sur tiene una significación extremadamente importante”. Se refería con esas palabras al levantamiento de las masas populares de las ciudades de Vietnam del Sur, contra la dominación yanqui, luego de años de dura lucha del pueblo vietnamita.38

La exitosa guerra de liberación que libran los pueblos del Sudeste Asiático signa profundamente la situación política internacional, contribuyendo a la progresiva deteriorización de las posiciones del imperialismo yanqui en todos los terrenos.

Esa lucha cuenta con el poderoso respaldo de China, Corea y Vietnam del Norte. Todas las provocaciones yanquis se estrellan contra la solidez revolucionaria con que las enfrentan los pueblos de esos tres países socialistas, que son el baluarte seguro y el estímulo para la lucha revolucionaria que avanza en toda Asia.

Luego de la Revolución Cultural Proletaria, que conmovió profundamente a la República Popular China y permitió derrotar a la línea que dentro del PC de China pretendía imponer un camino semejante al del reformismo moderno, se ha intensificado la presencia de la República Popular China en los asuntos internacionales. Esta presencia es altamente positiva para las fuerzas revolucionarias que luchan contra el imperialismo y el capitalismo. Así se comprueba en Asia, Medio Oriente, África y América Latina, en donde el apoyo de los comunistas chinos a esas fuerzas revolucionarias es particularmente mensurable.

Para nosotros el proceso de crisis del reformismo es claramente perceptible en la agudización de las contradicciones que ese reformismo creó en países socialistas en los que fue socavando los pilares fundamentales de la dictadura del proletariado y llevándola a la degeneración tal cual vemos hoy en la URSS y otros países socialistas de Europa Oriental.

Allí la burocracia, la capa social privilegiada en tren de aburguesamiento incesante que pretende tirar para atrás el carro de la historia y desviar a esos países del tránsito al comunismo, entra cada día más en contradicción con las masas trabajadoras, y su dominio va contradiciendo también cada día más el desarrollo de las fuerzas productivas.

El proceso en esos países muestra que la propiedad social de los medios de producción solo puede ser desnaturalizada hasta cierto punto sin encontrar la resistencia de un proletariado que ha estado durante muchos años a la cabeza de la clase obrera mundial. La reciente rebelión obrera en Polonia es un ejemplo -no único aunque sí de gran trascendencia pública- de esa resistencia. El proletariado polaco de las ciudades del Báltico inició una rebelión popular que obligó al gobierno reformista del Partido Obrero Unificado Polaco a anular las medidas que pretendían hacer pagar a los trabajadores los platos rotos por la conducción económica de la burocracia. La posición del cardenal Wyszinski, llamando a “pacificar” los espíritus, es una neta demostración de cómo valoró la derecha católica de Polonia esa rebelión, y qué actitud tomó ante la misma, a diferencia de la que hace catorce años adoptó el cardenal Mindzenti  ante la rebelión húngara.

Mucho menos publicitados, pero no de menor importancia, son los esfuerzos que realizan los marxistas leninistas que se yerguen contra la degeneración de la dictadura del proletariado en esos países y buscan los caminos -naturalmente llenos de obstáculos, originales- para lograr que el proletariado reinicie allí la lucha por el comunismo y retome las banderas del internacionalismo proletario enlodadas por la dirección reformista del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y los partidos comunistas que lo siguen.

En el Medio Oriente la lucha liberadora adquirió empuje y profundidad en 1970. Sin embargo, apoyadas por el PCUS y otros partidos comunistas en el poder, las fuerzas nacionalistas burguesas, reformistas, tuvieron un avance luego de la masacre de población palestina y de la represión al movimiento guerrillero en Jordania.

Pero el rasgo más notable que se observa en el Medio Oriente en todo el último periodo es el surgimiento y la paulatina consolidación de tendencias y fuerzas marxistas leninistas. Particularmente en el movimiento de liberación del pueblo palestino y en el Golfo Pérsico. Fue precisamente el crecimiento de fuerzas que se proclaman marxistas leninistas como el Movimiento Socialista de los Trabajadores Árabes y el Frente Democrático Popular de Liberación de Palestina, que tonificó al conjunto del movimiento revolucionario de esa nacionalidad, lo que movió a Hussein a reprimir a la guerrilla palestina -con el apoyo abierto de los EE.UU. e Israel- y la complicidad de la mayoría de los gobiernos de la burguesía árabe y de la URSS. Hussein y la derecha se adelantaron a la insurrección que maduraba en Jordania.39

En Europa la clase obrera ha librado en los últimos meses luchas importantes. Especialmente en Italia y España. En este último país es de destacar la huelga política de Octubre de 1970 que abarcó a sectores considerables del proletariado español. La movilización obrera y popular con motivo del juicio de Burgos a los militantes de la ETA demostró que la actual reanimación del movimiento antifranquista está sólidamente enraizada; que se aproxima el fin de la larga noche fascista sobre España.

La crisis del reformismo ha seguido en Europa un proceso particular. Inicialmente confuso. Posteriormente se han ido diferenciando y cristalizando organizaciones que retoman las tradiciones revolucionarias del movimiento comunista, se orientan por el marxismo-leninismo, y se proponen la reconstrucción de vanguardias comunistas para el proletariado europeo.

Como expresión de un proceso profundo no es casual que el signo que caracteriza a la llamada “nueva izquierda” no marxista sea el del empantanamiento teórico y la dispersión política y orgánica, en tanto que aquella surgida de los partidos comunistas europeos, o que procuró abrevar teóricamente en el marxismo leninismo, vaya constituyendo los embriones más serios de las futuras vanguardias obreras de esos países. Es de destacar: el proceso abierto en el Partido Comunista de España por la maniobra fraccionista del PCUS, que no vaciló en intentar dividir al PCE al no lograr que éste se retractase de su condena a la intervención en Checoeslovaquia y siguiese dócilmente su batuta; la conmoción causada en Francia y Europa por las medidas disciplinarias del PC de Francia contra Tillon, el dirigente con André Marty de la sublevación de los marinos del Mar Negro enviados a reprimir a la URSS, naciente patria del proletariado, héroe de las brigadas internacionales de España y dirigente máximo del maquis francés, miembro de la dirección nacional del PC de Francia durante la guerra y en la inmediata posguerra. En Italia continúa fortaleciéndose el movimiento que orientan Il Manifesto y Potere Operaio. En Austria la mayoría de la ex dirección del PC de la ciudad de Viena y del diario Volkstimme -expulsado por su posición ante la intervención soviética a Checoeslovaquia- ha ido radicalizando sus posiciones y trabajando para reconstruir, sobre bases marxistas-leninistas, un partido comunista austríaco.

En el análisis de la situación internacional es de destacar el proceso que se opera en Congo Brazzaville y en Tanzania en Africa. Paralelamente continúa la lucha liberadora en las colonias portuguesas.

Uno de los rasgos más importantes de la situación internacional en 1970 ha sido dado por la consolidación del movimiento democrático, antimonopolista y anticapitalista del pueblo norteamericano. La lucha liberadora de la clase obrera y los pueblos oprimidos tiene cada día más un firme aliado en la clase obrera y el pueblo norteamericano, especialmente en la lucha del pueblo negro y de sus organizaciones revolucionarias como la de los Panteras Negras.

En cuanto a América Latina, desde la anterior reunión de la Conferencia Permanente del Partido, el análisis de la situación muestra que la misma es cada día más favorable para las fuerzas revolucionarias. Se ha radicalizado la situación en Bolivia, en donde el pacto Torres-Miranda pudo contener a duras penas la insurrección popular y, posteriormente, no ha podido impedir que el movimiento revolucionario encabezado por la clase obrera continúe avanzando.

El triunfo de Allende abre posibilidades importantes de profundiza-ción al movimiento revolucionario en el Cono Sur.

El debate reformas o revolución está pasando a ser debate de masas en América Latina.Y está pasando a ser debate de masas no entre un polo reformista y un polo revolucionario pequeñoburgués, sino entre un polo reformista y un polo proletario incipiente, pero en avance. A su calor se producen acontecimientos tan promisorios como la ruptura de la izquierda del PC de Venezuela encabezada por Pompeyo Marques, Eloy Torres, Fredy Muñoz, Teodoro Pettkof, Germán Lairet, Héctor Rodríguez Bauza, y el CC de la Juventud Comunista contra la derecha reformista de ese partido.

 

El crecimiento de las fuerzas revolucionarias a escala internacional, el auge de la lucha liberadora, la creciente crisis del reformismo internacional constituye el rasgo más importante del actual momento político internacional.

El imperialismo yanqui, acosado por la lucha de los pueblos oprimidos, por su propio pueblo, y por las contradicciones interimperialistas cada día más agudas, especialmente con el Mercado Común Europeo y con el Japón40, está obligado a maniobrar como en Vietnam, con la llamada “vietnamización” de la guerra, a sufrir derrotas como la reciente votación sobre el ingreso de la República Popular China en la ONU, a sufrir duros golpes en Asia y otras regiones, a tener que aceptar -esperando poder maniobrar en mejores condiciones- el triunfo de la Unidad Popular en Chile, o negociar con el populismo burgués como interlocutor en Perú.

Todo esto aumenta la agresividad del imperialismo. Sería sumamente equivocado creer lo contrario.41

    Claro que en esta situación el imperialismo encuentra cada día más un apoyo fundamental en la política reformista de la URSS y de los partidos comunistas ligados al PCUS. El apoyo soviético a Lon Nol en Camboya, paralelo a la agresión yanqui a ese país; la actitud soviética ante el ataque de Hussein a los guerrilleros palestinos al presionar para privar a éstos de apoyo armado de consuno con el desplazamiento de la flota yanqui y la actitud traidora de Irak y conciliadora de la RAU; la concertación  de una política común soviético-egipcia paralela al plan Rogers de paz con Israel que continúa olvidando los intereses nacionales del pueblo palestino y guarda en la manga, para el caso de ser necesario, la creación de un pseudo Estado palestino; y especialmente el pacto URSS-República Federal Alemana, destinado a incidir seriamente en el futuro mundial, son algunos de los hechos principales que han permitido en el último periodo visualizar esa concertación  del reformismo con el imperialismo en el marco de la llamada política del statu quo que deviene, inevitablemente, en concertación política contra la lucha revolucionaria de los pueblos.

Simultáneamente en los partidos comunistas que siguen la orientación del PCUS se han ido afirmando cada vez más, posiciones reformistas que los transforman en partidos del tipo de los partidos socialdemócratas de derecha. El Partido Comunista de Francia es el mejor ejemplo de ello.

Profundas y serias repercusiones tiene y tendrá en el futuro para el movimiento revolucionario la creciente alineación del PC de Cuba en las posiciones que objetivamente coinciden con las del PCUS. En otros términos: como izquierda del PCUS.

La revisión de posiciones subjetivas en la conducción económica y política de la Revolución Cubana, y de las posiciones de apoyo al foco guerrillero rural en la lucha revolucionaria en América Latina, no han sido acompañadas de una profunda autocrítica por un lado y han sido reemplazadas por concepciones que llevan a los camaradas cubanos a un apoyo al proceso revolucionario que encabeza la burguesía en Perú, a plantear la posibilidad de “conquistar el poder” por “vía electoral” en Chile, a estimular en países como Argentina el apoyo a posibles salidas “peruanistas”, o a restablecer relaciones en el más alto nivel con el PC de la Argentina, máximo responsable de la conjura anti-Guevara y máximo responsable del aislamiento  en que quedó el Che en Bolivia.42

No desconocemos la conveniencia para el gobierno cubano de establecer un trato diplomático con el gobierno peruano diferente del que tiene con gobiernos “gorilas” como el de Brasil. Pero exige que el PC de Cuba no calle las críticas al gobierno reformista burgués de Perú y que subraye ante las masas explotadas y oprimidas de América Latina las diferencias entre el camino socialista de Cuba y el camino peruano, camino éste repetidamente seguido por las burguesías nacionales latinoamericanas con el repetido resultado de frustraciones, represión al movimiento obrero, conciliación con los terratenientes y el imperialismo y la inevitable claudicación y entrega, o golpe de Estado, si el proletariado no logra imponer su hegemonía al proceso.

Las posiciones públicas de Fidel Castro y el PC de Cuba que han abierto ilusiones en las posibilidades de “tránsito pacífico” al socialismo en Chile solo sirven para reforzar las posiciones del reformismo en ese país y para dopar a las masas oprimidas del continente con las conocidas ilusiones del revisionismo contemporáneo.

Las nuevas posiciones del PC de Cuba comienzan a influir en las posiciones de organizaciones revolucionarias de América Latina estimulando tendencias que ya existían  en esas organizaciones dada su línea pequeñoburguesa, y empujándolas a ser de furgón de cola del populismo burgués y del reformismo.

Cada vez es más clara la justeza de la línea internacional aprobada por nuestro Partido en su Primer Congreso: es imposible librar un combate revolucionario contra el imperialismo y las oligarquías burguesas terratenientes aliadas sin batir simultáneamente al reformismo.

 

Merece un análisis especial la situación en Bolivia, Perú y Chile. En estos tres países el auge revolucionario ha sido transitoriamente canalizado por fuerzas reformistas. En parte es el precio que se paga por el hecho de que ese auge revolucionario se expresó en América Latina, en gran medida en el florecimiento de fuerzas y expresiones políticas pequeñoburguesas y no se fortalecieron en el proceso vanguardias marxistas-leninistas, salvo pocas excepciones.

Decimos que se ha canalizado transitoriamente por el reformismo por cuanto en esos tres países el debate reforma-revolución va  pasando a ser -por la lógica de los hechos- un debate que tiende a convertirse en un debate de masas. Por lo tanto las medidas reformistas, expresión contradictoria pero expresión al  fin de la situación revolucionaria global de nuestro continente, pueden ser, o una valla para la revolución o ser aprovechadas para impulsar a ésta hacia delante. La clave para ello: el grado de independencia que tenga en el proceso el proletariado de esos países y el surgimiento de vanguardias marxistas-leninistas con arraigo real en la clase obrera, el campesinado pobre y las masas populares.

Sería sumamente peligroso, falso, analizar globalmente, como una unidad, la situación en los tres países mencionados como acostumbran a hacer el reformismo y las fuerzas burguesas.

En el caso peruano nos encontramos ante un típico caso de populismo burgués. La subsistencia de relaciones de producción precapitalistas en grado considerable en el campo y el ataque a las mismas por el gobierno de Velazco Alvarado ha permitido que el proceso ganase en hondura. Por otra parte la inexistencia de una fuerza marxista-leninista fuerte en la clase obrera y el peso que ha tenido y tiene en ésta el APRA, y actualmente el PC reformista, han impedido a la clase obrera obrar con independencia y aprovechar a su favor la situación abierta en Perú. Todo eso ha garantizado relativa tranquilidad a la conducción burguesa del proceso.

En Bolivia, en cambio, la burguesía nacional es extremadamente débil y al ganar el poder en 1952 fue, como clase, lo más lejos posible con las medidas que entonces aplicó. No alcanzó, sin embargo, luego de años de controlar el poder, a constituir un capitalismo autónomo. El proletariado boliviano, especialmente el minero, atesora experiencias revolucionarias que lo ubican en primera fila del proletariado latinoamericano y, por lo señalado, enfrenta a un adversario débil. Las condiciones para que el proletariado pueda hegemonizar la lucha revolucionaria en Bolivia no son utópicas si logra construir su vanguardia al fragor de la misma. El gobierno con pretensiones “bonapartistas” de Torres es esencialmente débil, y la situación política boliviana caracterizada por la inestabilidad y la maduración de una situación revolucionaria.

En Chile el triunfo del frente de Unidad Popular ha creado una situación favorable para el avance revolucionario en ese país y en el Cono Sur. La Unidad Popular combina en su seno la participación del PC de Chile, cuya línea reformista reproduce en Chile los esquemas sobre el “tránsito pacífico” que son habituales en el reformismo moderno, y fuerzas reformistas burguesas y pequeñoburguesas junto a sectores revolucionarios. La base de masas de la Unidad Popular -fundamentalmente obrera y campesina- es contradictoria con la dirección reformista de ese proceso. El debate: reformas o revolución tenderá a pasar, allí también, a ser un debate de masas, en la medida en que se va polarizando la contradicción fundamental de la sociedad chilena por el empuje de las masas que votaron a la Unidad Popular.

La situación en ese país puede convertirse rápidamente en situación revolucionaria, en la medida en que se planteará cada vez más la urgencia de batir al reformismo para poder avanzar en las transformaciones a las que aspiran las masas que votaron al gobierno de la Unidad Popular, en la medida en que entren en escena las grandes masas obreras y campesinas, y crezcan y se fortalezcan tendencias revolucionarias que ya existen en Chile, y paralelamente se organice y prepare el contragolpe de la derecha. Esto originaría una situación particularmente aguda en todo el Cono Sur.

El triunfo de la Unidad Popular en Chile ha acercado hasta constituir un eje a las dictaduras de Brasil-Argentina que endurecen (con precaución y reguladamente en el caso argentino) sus posiciones, preparándose para actuar como brazo armado y provocador del gendarme yanqui en el Cono Sur.

Cada vez aparece más claro el carácter continental de la revolución que germina en América Latina. Los cambios producidos en 1970 en Chile y Bolivia, unidos al despunte de una corriente clasista en el movimiento obrero argentino que ha seguido estando en la cresta del combate de clases en el último periodo, van confluyendo cada vez más en un común cauce revolucionario, que intenta ser frenado, coordinadamente, por un frente contrarrevolucionario.

El pronóstico que se puede hacer de esta situación es que ella es cada día más favorable para nuestros pueblos y más desfavorable para sus enemigos.

Esto no debe incitar a subestimar el contragolpe y las maniobras que preparan las oligarquías burguesas terratenientes del Cono Sur aliadas a los EE.UU. En sus planes figuran incluso baños de sangre como el que impusieron al pueblo indonesio.

Cada vez más la suerte de cada uno de nuestros pueblos está unida a la suerte del otro, y no hay mejor forma de defender los intereses de nuestra clase obrera y nuestro pueblo que enarbolando la bandera del internacionalismo proletario.

Paralelamente los cambios habidos en Chile, Bolivia y Perú han estimulado las ilusiones evolucionistas del reformismo en toda América Latina, en nuestro país, y notablemente en Uruguay, en donde se ha constituido un “frente amplio”: marcadamente másevolucionista y de derecha que en Chile (los cartelones con que el P.D.C. convocó a constituirlo proclamaban: “Contra el caos: Frente Amplio”). Allí desembocó finalmente el parlamentarismo antiinsurrecionalista del arismen-dismo.

Es grave que las luchas de la magnitud de las que libró el proletariado uruguayo en estos años no hayan resultado en acumulación organizada de fuerzas revolucionarias en su seno, y hayan sido utilizadas para reforzar las posiciones parlamentarias que ven las elecciones no como un instrumento revolucionario sino como una salida en sí; y en una propuesta de frente que no procura acumular fuerzas para una salida insurreccional sino hacerlo para una propuesta parlamentarista, evolucionista.

Mueve a la reflexión el apoyo de los Tupamaros al llamado “Frente Amplio”. Mueve a reflexionar sobre una forma de lucha que, al dejar la conducción de la lucha económica, ideológica y política a la socialdemocracia moderna, ha sido incapaz de crear una alternativa de poder real que tenga al proletariado uruguayo como principal protagonista, pues lo ha dejado inerme entre la socialdemocracia moderna, por un lado, y el terrorismo urbano, que no puede protagonizar, por otro.43

Sin embargo, es tan profunda la crisis del capitalismo dependiente uruguayo y tan elevada la combatividad de su proletariado, que muy difícilmente pueda frustrarse allí la aparición de una línea socialista e insurreccional con posibilidades de prender en la clase obrera y llevarla a encabezar el combate liberador.

 

Del análisis de la situación internacional nosotros desprendemos, como la conclusión más importante, que ni el imperialismo ni el revisionismo han logrado aprisionar la energía revolucionaria de la clase obrera y los pueblos oprimidos.

Creemos válida la opinión dada en el mes de mayo de 1970, por el camarada Mao Tsetungcuando planteó:

“Subsiste el peligro de una nueva guerra mundial; los pueblos del mundo deben estar preparados. No obstante, la principal tendencia del mundo actual es la revolución.”

La lucha de la clase obrera y el pueblo argentino es parte de la lucha del proletariado internacional y los pueblos oprimidos contra el imperialismo, por la liberación social y nacional. Nuestro Partido es parte de las fuerzas que en todo el mundo ante la traición al marxismo-leninismo del reformismo moderno luchan por reconstruir un movimiento comunista revolucionario. Nuestro ejemplo internacionalista: el Che Guevara. Hoy, cuando la mayoría de las banderas de lucha contra el reformismo que él levantó son arrojadas por quienes pretendieron ser sus continuadores, nuestro Partido debe levantarlas bien en alto.

En el periodo posterior a la primera reunión de la Conferencia Permanente nuestro Partido trató de superar los rasgos de estrechez nacionalista señalados en nuestro trabajo partidario. Nuestros camaradas universitarios promovieron el paro conjunto el 8 de octubre con los estudiantes de Chile-Bolivia-Uruguay en solidaridad y apoyo a las luchas de los pueblos del Cono Sur. Delegaciones partidarias concurrieron a las brigadas de trabajo voluntario para la zafra azucarera de Cuba; visitaron la República Popular China, Chile, Bolivia, y mantuvieron entrevistas y reuniones con partidos comunistas y organizaciones obreras de Europa y Asia. Posteriormente impulsamos acciones solidarias con el pueblo español con motivo del juicio de Burgos a los militantes de la ETA.

Sin embargo, es preciso señalar que la ligazón de nuestro trabajo revolucionario con las luchas de la clase obrera y los pueblos oprimidos de otros países es sumamente insuficiente y que nuestro Partido no promueve iniciativas tendientes, permanentemente, a asegurar esa ligazón. La respuesta de las organizaciones partidarias a la agresión yanqui a Laos ha sido extremadamente débil.

Entre las tareas de solidaridad internacional de nuestro Partido, además de las permanentes de divulgar las luchas revolucionarias y las conquistas del proletariado y los pueblos oprimidos de todo el mundo, creemos que deben ser centrales: la solidaridad con el pueblo palestino y con la lucha de los pueblos de Indochina y, muy especialmente, la solidaridad revolucionaria con la clase obrera y el pueblo de Bolivia y Chile. Estas deben ser tareas de todas las organizaciones del Partido, en la medida de sus posibilidades, y el Comité Central debe encarar medidas urgentes para organizar iniciativas que permitan concretarlos.

 

II. La situación política nacional

El recambio del 22 de marzo

El 14 de enero los obreros ocuparon las plantas de FIAT en Ferreira (Córdoba). La ocupación sucedió en momentos en los que la oposición socialista, clasista y combativa ganaba las elecciones de delegados en las plantas de IKA-RENAULT en Santa Isabel y Perdriel. El verano tranquilo al que aspiraba la dictadura amenazaba caldearse políticamente. El 14 de enero a la noche la Casa Rosada conoció el ajetreo de los días de golpe de Estado.

A partir de entonces el fantasma de un nuevo Cordobazo, que repercutiese revolucionariamente en todo el país, comenzó a acosar a la dictadura.

En febrero, y a principios de marzo, la situación política se agravó para el gobierno. El descontento de las masas populares ante la política de entrega, de represión y de hambre, especialmente frente al alza brutal del costo de la vida en los últimos meses de 1970 y comienzos de 1971, estalló en luchas en todo el país. Se produjeron varias ocupaciones de fábricas en el Gran Buenos Aires; paros activos con manifestaciones callejeras de los obreros y empleados telefónicos en la Capital Federal; de obreros y empleados de varios gremios en Paraná; de los obreros de la fruta en Cipolleti; estallidos de lucha popular acompañados de una huelga general de 48 horas en Casilda. Los estudiantes universitarios resistieron nacionalmente -en distinto grado- los ingresos limitacionistas a la universidad, ocuparon facultades en distintas ciudades y realizaron manifestaciones combativas. El secuestro de Martins y de Centeno generó un amplio movimiento opositor de denuncia y de lucha por su esclarecimiento, que realizó actos y manifestaciones en ciudades del interior y especialmente en la Capital Federal. Creció el repudio y la organización de la lucha contra las torturas y la represión policial.

Pese al servicio de Guana, Zorila y otros agentes de los monopolios y el Estado en el gremio de la carne que logró paralizar la lucha, creció el descontento, especialmente en Berisso, por la grave situación de los miles de obreros suspendidos y cesanteados en los frigoríficos.

Manifestaciones de miles de campesinos pobres y medios en el Chaco, y posteriormente la lucha de miles de productores paperos contra el monopolio intermediario en el sudeste de la Provincia de Buenos Aires, confluyeron al torrente común de lucha antidictatorial.

El proletariado cordobés seguía marchando a la cabeza de la lucha proletaria y popular en el país. El 29 de enero, el 3 de marzo, y el 12 de marzo, realiza tres paros activos con manifestaciones, ocupaciones de fábricas y de barrios (el 12 de marzo se ocupan más de cien empresas en Córdoba y los obreros de FIAT ocupan el barrio de Ferreira). Se incorporan a la lucha los empleados públicos de Córdoba, los empleados de la Municipalidad, los no docentes y los de Tribunales. El paro del 3 de marzo y el del 12 de marzo son acompañados por amplias masas populares incluido el pequeño comercio e industria. El asesinato del joven obrero Cepeda -nuevo mártir del pueblo en la lucha contra la dictadura- conmueve al país.

La continuidad y extensión de las luchas cordobesas, en el momento en que se generalizan nacionalmente las luchas, pero especialmente en el momento en que se desbarrancaban las paritarias tramposas que montó la dictadura, y crecía el descontento popular, fue acompañada de la aparición y fortalecimiento, en Córdoba, de un polo socialista, clasista y revolucionario en la clase obrera, constituido por las direcciones del SITRAC-SITRAM, delegados de Santa Isabel, Perdriel, Grandes Motores y otras empresas, gremios que se desprendieron de otros nucleamientos, y las Primero de Mayo.

Ese polo clasista cambió profundamente la situación del movimiento obrero cordobés. Y del movimiento obrero nacional, dado que por primera vez, en muchos años, una fuerza socialista, revolucionaria, lograba imponer paulatinamente su hegemonía a un movimiento de lucha de la magnitud del de los trabajadores cordobeses. Eso se dio en medio de una dura lucha contra el reformismo de Tosco y del PC, y contra la línea entreguista o conciliadora de las “62”. Y en una dura lucha dentro del bloque revolucionario contra las ideas ultristas de Vanguardia Comunista, que partiendo de sus tesis que ubican el centro de la lucha de clases en la Argentina en el campo, trabajan para estallidos insurrec-cionales que descuentan han de fracasar, pero permitirán, luego, organizar la guerra prolongada con base en las zonas rurales. De allí una táctica que pretendía marginar a SITRAC-SITRAM del resto del movimiento obrero cordobés y del país, y que debió ser derrotada para permitir superar el error cometido el 29 de enero cuando se aisló al proletariado de FIAT del conjunto del proletariado cordobés. También se debió luchar contra la línea populista de izquierda, de la guerrilla urbana, preocupada fundamentalmente por utilizar al movimiento obrero para el fortalecimiento de la organización paralela que ejecutará la revolución a nombre del proletariado.

En esa lucha, compleja, se fue fortaleciendo ese polo clasista en el proletariado cordobés.

La designación de un viejo oligarca fascista, Uriburu, como gobernador de Córdoba fue la gota que rebalsó el vaso.

El 15 de marzo se produjo un nuevo Cordobazo. A diferencia del primero éste tuvo como protagonista fundamental a las fuerzas socialistas, insurreccionales, clasistas y revolucionarias.

La dictadura se estremeció hasta sus cimientos. Se agudizaron las diferencias entre los de “arriba” y se precipitó la crisis política.

El recambio del 22 de marzo estuvo claramente marcado por el nuevo Cordobazo (al que el pueblo cordobés bautizó como  “viborazo”, en respuesta a la conocida frase de Uriburu). Levingston releva primero a Lanusse por no haber reprimido con saña suficiente al pueblo cordobés, y Lanusse, cuando desplaza a Levingston, destaca que López Aufranc reprimió con “pocas” víctimas la lucha cordobesa.

Coincidiendo en la línea fundamental de la dictadura, Levingston y Lanusse, expresión de fracciones de clase de la oligarquía burguesa-terrateniente, diferían en la salida política con la que la dictadura pretende coronar su periodo de gobierno. Lanusse es partidario de un gran “acuerdo nacional” con las fuerzas de la oposición burguesa y el reformismo, que aísle a los “enemigos” de las clases dominantes, o sea, a las fuerzas socialistas y revolucionarias que han crecido en el país en estos años. Levingston, no confiaba en esa “salida” y prefería quebrar las piernas a esas fuerzas para constituir una fuerza política hegemónica, moldeada desde el gobierno, que garantizase, en su opinión, un aislamiento mayor de esas fuerzas “enemigas”.

El nuevo Cordobazo no podía más que llevar al rojo vivo esa contradicción.

Las causas de fondo del nuevo recambio

Las anécdotas ligadas al recambio del 22 de marzo tienen importancia. Son demostrativas de la profundidad de crisis que vive el país. De la corrupción de las clases dominantes. Un presidente -presidente de la dictadura que vino a “moralizar” al país- es desalojado del poder por “mentiroso”. Ya en el llano acusa al que lo reemplaza de estar comprado por algunos monopolios y de pretender utilizar las posiciones en el gobierno para obtener créditos multimillonarios para su familia.

Pero por encima de la anécdota debe preocuparnos encontrar las causas profundas que generaron este nuevo recambio para poder orientar con justeza la lucha revolucionaria en el próximo periodo.

Pocos días antes de caer el presidente Levingston insistió en una idea que está contenida en todos los principales documentos de la dictadura. Esta se instauró para  construir una Argentina que reemplace a la que la oligarquía burguesa terrateniente construyó en l853-1880. Este es el “fundamento -dijo- de la aparición de la Revolución Argentina”.

Ese ha sido el drama de las clases dirigentes argentinas que han querido superar el estancamiento del país en el molde de la estructura del capitalismo dependiente. En 1853, y mucho más en 1880, la oligarquía terrateniente -hoy oligarquía burguesa terrateniente- era vigorosa. Hoy es una clase social caduca. Entonces se unió a un capitalismo en expansión y a una metrópoli imperialista -Inglaterra- en pleno apogeo. Hoy está unida a un capitalismo desfalleciente, que es acosado por las luchas revolucionarias, y está subordinada a una metrópoli cuya economía dificulta la integración relativamente bien articulada que se había logrado con el imperialismo inglés. En 1860/1880 creó un proyecto de país posible; un proyecto que trajo padecimientos enormes a las masas trabajadoras pero no le impidió a las clases dominantes obtener un relativo consenso. Hoy, el proyecto de la dictadura de un país desarrollado, sin terminar con la dependencia al imperialismo y manteniendo el latifundio, es un sueño imposible. La Argentina estable y próspera de ese sueño exige un proletariado sometido e integrado a ese capitalismo dependiente, cuando el proletariado argentino, cada día más, va emergiendo como la clase social llamada por la historia a hegemonizar la revolución que acabe con la Argentina de la oligarquía burguesa terrateniente y los monopolios.

La oligarquía burguesa terrateniente argentina se asemeja a la gran burguesía inglesa que hasta hace poco fue su ama. Añora un pasado de esplendor que no volverá y sueña con un futuro de grandeza que no condice con la realidad actual. Debe terminar resolviendo angustiada-mente la coyuntura. Vive al día. Sus políticos más lúcidos se lo deben recordar permanentemente. Así hace Manrique cuando deshecha los planes ambiciosos para afirmar: “La política consiste esencialmente en ir enhebrando, paso a paso, el hilo que lleva hasta los objetivos”;lo importante dice “es el dominio de la coyuntura”.44 También La Nación recuerda esa realidad cuando opta por el plan Lanusse frente al plan de Levingston, dado que “el logro práctico de lo bueno es preferible a la descripción teórica de la mejor”.45

El gran problema de la dictadura está dado por la imposibilidad de conseguir “consenso” para una política que exige la superexplotación del proletariado y la expropiación económica de las capas medias. “El más importante problema que debe resolver la revolución es el de su impopularidad; acaba de declarar el dirigente conservador Carlos Aguinaga.46

Para Balbín “el país estaba cansado de Levingston”(declaración al Canal 13 el 1/4/71). Pero en realidad el país está cansado de la dictadura, no solo de Levingston.

Favorecido por estas circunstancias, por la tradicional impotencia revolucionaria de la burguesía argentina, y por la crisis del reformismo que ha agudizado la política de la dictadura, en el país ha ido surgiendo un proletariado clasista, socialista -como declararon en entrevistas periodísticas los dirigentes de FIAT y como subraya claramente la Declaración de Principios de las Primero de Mayo- cuya influencia se puede medir en varios miles de obreros industriales. Una gota en el mar pero que ha cambiado muchas características de la política argentina.

Se han fortalecido también corrientes revolucionarias de la pequeña burguesía urbana, partidarias del terrorismo urbano como forma de la vía armada en la Argentina. Si bien el camino que indican estas fuerzas es ineficiente para lograr la conquista del poder por el pueblo, y mucho menos para que el proletariado hegemonice la lucha revolucionaria, su considerable influencia de masas en las capas medias es demostrativa de que la radicalización revolucionaria de la pequeña burguesía ha dejado de encontrar cauces orgánicos como izquierda de los partidos burgueses tradicionales y se separa de ellos.

Esos dos aspectos confluyentes del proceso revolucionario argentino, la elevación de la conciencia socialista del proletariado y la radicali-zación revolucionaria de las capas medias, ejemplificada entre otros hechos por el sostenido combate antidictatorial del estudiantado, que pueden permitir al proletariado revolucionario hegemonizar el asalto al poder arrancando de la hegemonía burguesa a grandes masas es visualiza-da con agudeza por los políticos de la oligarquía que empujaron el recambio.47

El otro hecho importante de la política argentina es que ha surgido y se ha consolidado nacionalmente un partido marxista-leninista, comunista revolucionario, pequeño, pero al que no ha logrado romper el trabajo de la burguesía coaligado con el aparato del reformismo internacional, y que ha repudiado el camino del nacionalismo burgués -del populismo, como se lo llama últimamente- y los caminos que podían convertirlo en otro grupo terrorista más o en una secta trotsquizante. El hecho de que ese partido -el PCR- haya puesto el centro de su lucha en fundir el socialismo científico con el movimiento obrero argentino, y que esto ya pese en la política nacional, no debe ser minimizado, porque en tal caso será imposible comprender el proceso que tiene su punto más alto en la clase obrera cordobesa, pero que tiene manifestaciones concretas de existencia en muchos otros lugares.

La “impopularidad” de la dictadura es la exteriorización de su fracaso. Y la magnitud del mismo, su repercusión y sus consecuencias deben ser medidas en el marco de la actual situación  internacional, particularmente latinoamericana. En la situación internacional que hemos analizado y muy especialmente en la situación de ascenso revolucionario que protagonizan los pueblos del Cono Sur de América Latina “la estabilidad” política argentina es decisiva para el imperialismo yanqui. Brasil y Argentina son las dos piezas claves de América del Sur que los yanquis deben proteger a ultranza. El fracaso de la dictadura argentina repercute en la situación en Chile y Bolivia y en el propio Brasil. De allí el alerta de los periódicos brasileños ante el deterioro de la situación política en la Argentina.  “El viento que viene de Córdoba -dijo el Journal do Brasiltiene aspecto de Pampero: es frío, seco y penetrante” y “en lacoyuntura actual de América Latina” es “más peligroso” agregó, que el que ya sopla desde el norte y el que viene desde Los Andes.48

 

La dictadura ha fracasado en el cumplimiento de los planes ambiciosos que formuló al instalarse en el poder.49

Por eso es importante volver a examinar más de cerca la afirmación de Levingston sobre los objetivos de la “revolución”, objetivos que nuestro Partido definió con justeza ya desde las tesis previas al Primer Congreso.

La Argentina que refiere Levingston que fue construida entre 1853/1880 corresponde a la edad de oro de la oligarquía burguesa terrateniente. Esa Argentina entró en crisis aguda con la gran crisis que conmovió al mundo capitalista en 1930 y con la Segunda Guerra Mundial. Ambos acontecimientos vieron declinar al imperialismo inglés y al capitalismo dependiente argentino, gran productor agropecuario, ligado a él.

A fines de la década del 30, comienzo de la del 40, los acontecimientos mencionados y su particular influencia en el país, estimularon el desarrollo de una industria liviana.50

Esta industria creó su mercado. La participación de sueldos y salarios en el ingreso nacional aumentó en un 25% en el periodo 1945/50. Hubo una política para ello, vinculada también al momento de auge revolucionario que se abrió internacionalmente con la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial. Pero al no liquidarse el latifundio, al reforzarse la tendencia al camino “prusiano” de desarrollo en el campo, tendencia solamente debilitada por el estímulo a una capa relativamente numerosa de burguesía agraria, y al no desarrollarse una fuerte industria pesada independiente de las metrópolis imperialistas, se llegó a una difícil situación en los últimos años del gobierno peronista. O el país rompía las estructuras caducas, lo que implicaba una revolución agraria, antiimperialista, antimonopolista, democrática, o el país debía desembocar en un reforzamiento de la dependencia al imperialismo y del poderío del latifundio. No siendo posible financiar las importaciones de insumos básicos y de bienes de capital a través de un aumento de las exportaciones agropecuarias, salvo que se realizase una revolución agraria, la oligarquía burguesa terrateniente luego de vacilaciones, optó en 1958 por abrir totalmente las puertas al capital extranjero, y por intentar aumentar la producción agropecuaria a través de la tecnificación del agro, para reemplazar mano de obra, fundamentalmente, y abaratar los costos, apoyándose principalmente en la tecnificación de los latifundios. Ese camino fracasó. Fracasó estrepitosamente. Los capitales extranjeros vinieron a succionar beneficios. El ejemplo más nítido lo dieron las inversiones yanquis en el petróleo.

El país arrastró esta situación hasta 1966. El gobierno de Illia -típico gobierno de la burguesía argentina- concilió con el imperialismo. Maldijo los contratos petroleros pero indemnizó a los yanquis, y no golpeó lo fundamental de sus inversiones en esa rama. Cumplió los acuerdos con los monopolios en otras ramas. Cedió ante el chantaje de los frigoríficos. Estimuló inversiones como la de Propulsora Siderúrgica. No atacó al latifundio. Su doctrina económica también fue “desarro-llista”.

En tanto el proletariado argentino, sin vanguardia revolucionaria, había logrado defender sus organizaciones sindicales de empresa y había avanzado, a través de grandes luchas, en su nivel de conciencia. Paralelamente las capas medias urbanas, que veinte años atrás tenían profundas ilusiones en el imperialismo yanqui habían ido radicalizán-dose, poco a poco.

Nuevos problemas derivados del avance de las fuerzas productivas a escala internacional, especialmente por la revolución científico-técnica; la centralización y concentración monopolista; el fortalecimiento de los países socialistas; y las contradicciones interimperialistas, agravaban los problemas de esa formación económico-social argentina.

Para resolverlos, asegurando la centralización y concentración monopolista, y la hegemonía de la oligarquía burguesa terrateniente, se produjo el golpe de Estado de 1966. Procuró lograr sus objetivos con la superexplotación de los obreros y empleados y con la expropiación de las capas medias del campo y la ciudad. Pretendía -y pretende aún- lograr así tasas elevadas de inversión y un ritmo continuo y alto de crecimiento de la producción. Logrado esto reestructuraría institucional, política y jurídicamente al país.

El golpe de Estado de 1966 ambicionaba una reestructuración total de la Argentina, en beneficio de los monopolios y la oligarquía burguesa terrateniente.

Ha fracasado. Y como no se trata del mero fracaso de un plan, sino que el fracaso de éste se da en el marco del estancamiento anterior, se agudizan todas las contradicciones de la sociedad argentina. Y el país se encuentra no solo ante la perspectiva de una crisis económica sino que ya vive una crisis social, cultural y política, aguda.51

Se tensa la contradicción fundamental

Nuestro Partido, desde antes de nuestro Primer Congreso, definió con exactitud la esencia de la política que venía a aplicar la dictadura. En la Conferencia Permanente, en agosto, insistimos que la dictadura de la oligarquía burguesa terrateniente tiene “un plan  cuya viga maestra es el proceso de concentración y centralización monopolista que les impone una línea general, a partir de la cual hay momentosdiferentes y adaptación, polémicas y diferentes enfoques entre las clases dominantes; pero siempre con un plan fundamental tal que no cambia en su esencia”.52 Cambian los ministros, cambian los presidentes y libretos. El plan queda. Por eso medidas transitoriamente archivadas -como la modificación a la Ley de alquileres- cuando hay un momento oportuno son puestas en ejecución.

El 2 de abril, caído Levingston, se le preguntó a Aldo Ferrer: “¿En algún momento se le cuestionó  su política?”, refiriéndose el periodista al nuevo gobierno, y contestó Ferrer “acá no hay mi política. Esta es la política del gobierno nacional”.

Ha sido la aprehensión de la esencia del cambio producido en la política argentina luego del 28 de junio de 1966 lo que nos permitió orientar con justeza la táctica del Partido. Cuando ese análisis ha sido olvidado por ésta o aquella organización partidaria, hemos cometido errores más o menos serios.

La dictadura impuesta en 1966 no vino a impulsar un desarrollo “en general” del capitalismo argentino, como han sostenido algunas organizaciones, y mucho menos desde ya, a favorecer una vía capitalista autónoma. Vino a impulsar un determinado desarrollo. Por una vía: la de la concentración monopolistadependiente del imperialismo. Con una vía de desarrollo para el agro apoyada por terratenientes: el camino “prusiano” en el agro, que desde ya en el caso argentino es un prusianis-mo con características que lo diferencian del modelo típico, pero cuya base sigue siendo la tecnificación de los latifundios.

La dictadura instaurada en 1966 fue el epílogo lógico de diez años de peronismo que no liquidaron ni la dependencia al imperialismo ni al latifundio.53 Y abrieron el paso a los gobiernos entreguistas de la “Libertadora”, de Frondizi y Guido. El Radicalismo del Pueblo desde el gobierno, no modificó esa estructura, claudicó ante el imperialismo y la oligarquía y preparó el terreno para la dictadura de Onganía. Como señalábamos en la reunión anterior de esta Conferencia “la política de concentración monopolista que han seguido los monopolios y la oligarquía burguesa terrateniente es una política necesaria, inevitable para ellos, por cuanto está determinada por el desarrollo y la organización actual de la producción capitalista”.54 Frente a ella hay una únicaopción: la revolución de liberación social y nacional.

Analizando la situación económica del país luego de más de cuatro años de dictadura se comprueba que las fuerzas productivas están crecientemente trabadas en su desarrollo por las relaciones de producción capitalistas dependientes y la subsistencia del latifundio terrateniente. La dictadura ha sido incapaz de lograr un auge importante de la producción. El aumento del producto bruto con el que se vanagloria demuestra que las ramas que más se desarrollaron han sido las ligadas a la construcción, y que es bajísima la inversión en sectores que pueden ampliar la reproducción. La producción global agropecuaria sigue estancada.

Todo esto al tiempo que se han agravado todas las contradicciones de la sociedad argentina e impuesto padecimientos enormes a las masas trabajadoras de la ciudad y el campo.

Los monopolios imperialistas no han hecho llover inversiones sobre el país. Hoy el imperialismo es cada vez menos exportador de capitales hacia América Latina, y cada vez más absorbe sus economías nacionales.55

Los monopolios metropolitanos han preferido aumentar su dominio sobre ramas de la producción y sobre empresas ya existentes que crear nuevas; han aumentado su control sobre las finanzas; se han adueñado de las riquezas básicas del país; han vaciado empresas y succionado trabajo nacional en vez de invertir aprovechando las grandes concesiones que les hizo la dictadura.56

Los terratenientes -como señalamos en nuestro Primer Congreso- han aprovechado las jugosas concesiones de la dictadura, no para invertir en sus explotaciones sino para especular.

La deuda externa total, si se le agregan los intereses, excede los cuatro mil millones de dólares. Este año se deberán cancelar compromisos por 1.051,9 millones de dólares, una parte de los cuales habrá que refinanciar.

La experiencia de los últimos años va demostrando que los eslogan tan caros a los economistas de los monopolios como el “desarrollo” o la “eficiencia” son simple cobertura ideológica del creciente avance de los monopolios extranjeros y nacionales. Y que es preciso ver tras cada teoría económica de moda los intereses que encubre. Caso contrario no será  posible esclarecer a la clase obrera sobre agentes de los monopolios internacionales como Ferrer, hombre del Banco Interamericano de Desarrollo, sin cuyo visto bueno como consultor no otorga el BID créditos para nuestro país, y que aparece ahora etiquetado como “nacionalista” y adversario de los monopolios.

El caso del petróleo es ilustrativo sobre el modelo de “desarrollo” que proponen Frondizi, Frigerio y otros teóricos del “desarrollismo”. Es sabido que la nueva Ley de Hidrocarburos fue redactada con el asesoramiento de un empleado de la Standard Oil: Walter Levy, y que la misma legaliza el saqueo de la riqueza petrolífera nacional. Es también sabido que la industria automotriz financia localmente sus ventas con lo que el país invierte centenares de millones de dólares para garantizar los beneficios a un capital extranjero que solo ingresó en pequeñas cantidades. El caso de la Dow Chemical que requiere 150 millones de inversiones estatales en infraestructura para invertir 35 millones en tecnología moderna es también ilustrativo.

El camino “desarrollista” que impulsan ciertos monopolios, sectores oligárquico-burgueses, y un sector burgués aliado al PC en la Confederación General Económica, es un camino que agrava las contradicciones actuales de la economía argentina como analizamos en nuestro Congreso.

El otro “cuento del tío” de moda es el de la “eficiencia”. ¿Qué significa hablar de “eficiencia” y de trabajo a “costos internacionales” en un país como el nuestro que está obligado por los convenios petroleros firmados con el cartel internacional a pagar elevado precio por los combustibles; que está  obligado por el acuerdo Pinedo y otros convenios y leyes a reajustar periódicamente las tarifas eléctricas para garantizar el reembolso de los préstamos del Banco Mundial, y jugosos beneficios a los monopolios que se han asegurado el reequipamiento; que está obligado a pagar elevados precios por los materiales que entregan a ENTEL las compañías Siemens y Standard por más de 70.000 millones de pesos; que ha entregado a la United Steel y a Finsider en condiciones gravosas el control de la siderurgia y a tres o cuatro empresas monopolistas el control de la petroquímica?

Se trata, entonces, de un argumento más para superexplotar a la clase obrera y expropiar económicamente a las capas medias.

La revolución científico-técnica ha aparejado la rápida obsolescencia de la maquinaria, y consecuentemente un exceso de equipo ocioso en las metrópolis para vender a América Latina. Muchas veces sin cambiar de dueño y facilitando maniobras fiscales y la disimulación de ganancias. A eso se llama luchar contra la “ineficiencia” y hacer realidad el planteo del Informe Rockefeller de conseguir en América Latina “mejores clientes para los productos de alta tecnología de los Estados Unidos”.

El Che Guevara explicó claramente, en varias ocasiones, todo este “cuento del tío” de los “costos internacionales” en la época de los monopolios, e incluso de cómo el reformismo moderno se ha hecho muchas veces difusor de ese “cuento del tío”.57

La llamada “brecha tecnológica” de los países dependientes como el nuestro solo se podrá resolver  con la revolución de liberación social y nacional. Hace poco, en un artículo en La Nación, Fernando Milia expresaba su asombro por el avance en este terreno de la República Popular China “un país -escribía- que en 1949 emergió de una guerra civil de medio siglo de duración, lapso en el cual el conflicto interno se mezcló con dos guerras mundiales y con la invasión a la que los japoneses llamaron eufemísticamente ‘el incidente chino’ ”. Y expresaba Milia que “el ancho y la profundidad de la brecha tecnológica dependen en enorme proporción de la voluntad de un país para superarla.”58 Claro, lo que allí no se señala es que esa “voluntad” es posible de lograrla sobre la base de una revolución que independice realmente al país y movilice a las grandes masas explotadas como ha sucedido en China. Y no sobre la base que proponen los tecnócratas de la dictadura de seguir sujetos a la dependencia del imperialismo y tomar algunas medidas “antiburo-cráticas”.

Existe, por todo lo dicho, una orientación fundamental de la dictadura. Objetivos fundamentales destinados a producir una adecuación estructural y superestructural del país para facilitar el reinado incontestado de los monopolios y del latifundio en un país dependiente del imperialismo. A partir de esto el problema, según dice Manrique, es cómo alcanzar esos objetivos. El “dominio de las coyunturas”.

Y son estas coyunturas -como la generada por el Cordobazo o las luchas de junio de 1970 o la ocupación de la planta de Fiat Concord en Córdoba o el segundo Cordobazo- las que impulsan cambios de ministros y cambios de etiqueta que transforman a un viejo teórico del fascismo en la Argentina, Moyano Llerena, en “liberal”, a un funcionario del BID como Aldo Ferrer en “nacionalista”, a un ex agente nazi y actual hombre de confianza de la CIA en América del Sur como Del Pablo Pardo en “nacionalista”, al ex “colorado” Carcagno en “populista”, o al neoliberal Lanusse en “desarrollista” y “nacionalista”.59

Y existe, en la aplicación de ese plan, un grupo de militares, economistas y políticos, de la oligarquía burguesa terrateniente, estrechamente asociados al supergobierno yanqui para América Latina, que establece las pautas del mismo. Así es como carece totalmente de importancia conocer cuántos ministros estaban en contra del aumento de salarios que concedió el gobierno a propuesta de Moyano Llerena y que luego aplica Ferrer al otorgar el 6% en enero a cuenta de las paritarias. Porque los ejes esenciales del gobierno los establece el grupo que mencionamos.

Aldo Ferrer es un integrante de ese grupo de traficantes de pasillo de los monopolios. En su momento apoyó ampliamente la política de Krieger Vasena, lo que es lógico si se tiene en cuenta que Aldo Ferrer es uno de los agentes más lúcidos de los monopolios. El ha sido y es uno de los teóricos de los beneficios de la concentración y centralización monopolista puesto que, en su opinión, “la producción tiene que concentrarse en plantas de dimensión suficiente para obtener las economías de escala”.60

Es además uno de los teóricos principales de la integración en un mercado latinoamericano que propugnan los monopolios yanquis -que ya controlan hoy lo fundamental del comercio interamericano de manufacturas- como un primer paso hacia  el Mercado Común Interamericano que incluiría a los EE.UU. y Canadá.

Su política respecto del capital extranjero apunta especialmente a lograr una asociación sólida de la oligarquía burguesa terrateniente con el mismo. Un “‘mixing’ adecuado -como él dice- de capital nacional o inversiones del exterior en el financiamiento del desarrollo industrial de base”.61

El “compre nacional” apunta, al igual que las medidas anteriores de Krieger Vasena, a garantizar mercado estable para los monopolios a través de la utilización planificada del poder de compra del Estado.

Aldo Ferrer ha “descubierto” la forma de resolver el problema de la baja tasa de inversiones. Mejor dicho, la aplicación a la “realidad nacional” del modelo de Prebisch para resolver ese problema en la actualidad, cuando la tendencia de los monopolios yanquis es a succionar el máximo de beneficios hacia la metrópoli en América Latina e invertir poco. El lo pretende resolver con un impuesto a los salarios que iría al Banco Nacional de Desarrollo.

Los asalariados financiarían así las obras de infraestructura que con la ley de “compre nacional” aseguran mercado estable a los monopolios radicados en el país, a los planes de inversiones en energía -supervisados  por el Banco Mundial- y a las empresas que deben realizar urgentemente grandes inversiones, como las de la industria textil y las de la carne.

Las medidas de la dictadura aplicadas últimamente en el marco de esos planes, como la reforma a la Ley de Alquileres que implica el desalojo en masa de inquilinos, y el impresionante aumento de precios de fin de año y comienzos de 1971, que han estrujado los ya míseros salarios de los trabajadores, significan un reforzamiento de los padecimientos tremendos que la dictadura ha impuesto a los trabajadores del campo y la ciudad.

Es esa política de concentración y centralización monopolista en un país dependiente como el nuestro, y de reforzamiento del poder de los terratenientes la que tensa al máximo la contradicción fundamental de la Argentina. La contradicción entre la clase obrera, el campesinado pobre y medio y las capas medias del campo y la ciudad por un lado y la oligarquía burguesa terrateniente por otro.

Sobre esa basese agudizan las contradicciones secundarias de nuestra sociedad. Por eso se equivocan los que van a la cola de la burguesía (de las distintas propuestas políticas de la burguesía) planteando que en el país se agudizan centralmente las contradicciones interburguesas y, dicen, que por eso es utópica la propuesta insurreccional del PCR y nuestro planteo de que ésta es en la Argentina “la hora del proletariado”. Lo que se tensa en el país es la contradicción fundamental y es eso lo que puede permitir al proletariado avanzar en la conformación del bloque de clases revolucionarias que bajo su hegemonía realice la revolución de liberación social y nacional. Y lo que le puede permitir aprovechar a su favor -si se garantiza su independencia de clase- las contradicciones entre las clases explotadoras.

Por ello, también, las medidas de la dictadura por aliviar las tensiones sociales en las zonas del interior que padecen una crisis crónica no podrán alcanzar éxito. Porque no lo lograrán colocando en esas provincias gobernadores más demagogos ligados a tal o cual tribu política burguesa. Difícilmente consigan un demagogo superior a Imbaud al que barrió la pueblada tucumana. Solo transformaciones estructurales revolucionarias pueden resolver problemas como el de Tucumán, Chaco o San Juan.

El “plan político” de la dictadura

A partir del llamado mini-golpe del 15 de octubre la línea predominante en el equipo dictatorial, la línea sostenida fundamentalmente por Lanusse-Manrique, consolidó sus posiciones, al desalojar ahora del gobierno al Gral. Levingston esa línea se ha impuesto como línea oficial de las clases dominantes.

Nosotros analizamos en la anterior reunión de la Conferencia Permanente del Partido cuáles eran los objetivos del plan Lanusse, ya entonces predominante. Al avanzar aún más en sus posiciones dentro del gobierno, y principalmente entre los altos mandos del Ejército y al ocupar Lanusse la presidencia de la Nación, esos objetivos han ido quedando cada día más claros y hoy son política oficial de la dictadura, aunque el polvorín de descontento popular sobre el que ésta se asienta obligue a producir reajustes.

El proyecto de crear un partido político de masas de la Revolución Nacional apoyado en los obreros, ha sido archivado, porque, como señalamos en la anterior reunión de la Conferencia Permanente del Partido, existen tres obstáculos principales para esa integración: el proceso de concentración monopolista que en un país dependiente como el nuestro implica una sostenida superexplotación de la clase obrera; la elevada combatividad y creciente conciencia revolucionaria de ésta; y la crisis del reformismo y el surgimiento de una fuerza clasista que se va constituyendo cada día más en un obstáculo serio a los planes de las clases dominantes.

El primer objetivo de ese plan sigue siendo aislar a los “enemigos”, o sea, a los enemigos del sistema, neutralizando a los “opositores”, como la oposición burguesa. “En ese incendio de la violencia, la estrategia de Levingston se orienta con cierta claridad: dejar aislados a los grupos terroristas mediante el diálogo político que sostiene la apertura”, señaló en su momento la revista del Radicalismo del Pueblo Alternativas.62 Comentando la caída de Levingston señaló Aguinaga la necesidad de atraer a “los moderados responsables que existen en todos los partidos, hasta en el Comunista”.63

El objetivo estratégico de esta lucha contra los “enemigos” apunta fundamentalmente a impedir que crezca en el proletariado una corriente socialista, revolucionaria. Como señaló el brigadier Ruiz, jefe de inteligencia del Estado Mayor Conjunto, “podemos decir que en la Argentina ya nos encontramos en una situación de guerra subversiva y las dos corrientes del comunismo se expresan en otros tantos partidos: el Partido Comunista Argentino (ortodoxo) y el Partido Comunista Revolucionario”.64

Por eso también, se señaló en la Cuarta Conferencia de los Altos Mandos, el 31 de agosto, que analizó el problema del terrorismo urbano: “al Ejército no lo angustia mucho el brote guerrillero, siempre que no coincida con la agitación obrero-estudiantil”.65

Es el crecimiento de ese enemigo estratégico el que desvela el sueño de la dictadura. Por eso en enero de este año, al ocuparse la planta FIAT CONCORD y abandonar el trabajo los obreros de las otras plantas del SMATA de Córdoba, la Casa Rosada vivió jornadas agitadas como solo vive en los días de golpe de Estado. Por eso también el nuevo Cordobazo volvió a sacudir la situación política nacional al enfrentar a los protagonistas principales de la lucha de clases en la Argentina.

Dentro de esta política la dictadura ha continuado la represión de las luchas obreras y populares antes y después de la caída de Levingston, y mantiene sus cárceles llenas de rehenes, reprime ferozmente a las organizaciones de revolucionarios que siguen el camino de la guerrilla urbana, tortura y asesina, al tiempo que procura aislar a las fuerzas revolucionarias del movimiento obrero y popular.

En lo inmediato golpea y presiona para aislar a los sectores revolucionarios del Movimiento del Tercer Mundo; encara el problema universitario como un problema esencialmente político y apoyó con simpatía la división de la FUA por el PC reformista; se esfuerza por impedir los estallidos huelguísticos y el crecimiento de la corriente clasista en el movimiento obrero capaces de dejar en el aire a los jerarcas del régimen y capaces de romper el verticalismo que éstos tratan de garantizar en los sindicatos.

Procura maniobrar demagógicamente para aliviar tensiones en las provincias del interior que padecen una crisis crónica. Y elaboró por sus centrales de inteligencia una ofensiva ideológica en torno a la “participación obrera”, la “nacionalización del crédito”, lucha “antimonopolista”, “beneficios” a las clases pasivas, etc.66

Hasta ahora no han conseguido éxitos notables en esos objetivos, lo que no implica subestimar la maniobra.

Como señalamos en la anterior reunión de la Conferencia Permanente:

“A partir de esta primera diferenciación la dictadura pretende impulsar un plan político totalmente regulado desde arriba, sin apuro, al margen de las masas, con el visto bueno de la mayor cantidad posible de políticos burgueses (empujando en cada partido o fuerza el acuerdo y la integración en el gobierno nacional y las provincias de los representantes más nítidos en esos partidos de los monopolios), y de “juristas”, que permitan una modificación de aspectos secundarios de la Constitución (instituyendo elecciones cada cuatro años) y la redacción de un estatuto aristocratizante de los partidos políticos que reconozca  representación a dos ó tres grandes partidos. (…) La dictadura calcula poder llegar a esas elecciones presidenciales de aquí a cuatro años y lograr para entonces un acuerdo de las fuerzas oligárquico burguesas y burguesas sobre el candidato a presidente y los puntos fundamentales de su programa. Así la dictadura ganaría unos ocho años que sumados a los cuatro ya pasados, redondean el plazo inicial que según sus estrategas iba a permitir tanto el ‘despegue económico’ (o sea: el reinado incontestado de los monopolios) como la integración de la clase obrera a través de la integración del peronismo”.67

A partir de este plan hay  distintas variantes tácticas en discusión: adelantar elecciones a Constituyente; que ésta designe presidente y vice; adelantar elecciones municipales; realizar un referéndum que legalice las “enmiendas constitucionales” ya señaladas, idea esta teorizada por Mor Roig desde julio de 1966; se discute si el tercer partido, el de “izquierda”, será como quería Cordón Aguirre: de “izquierda nacional”, o como quiere Alende: “internacionalista”. Pero la esencia del plan, el diagrama de la trampa, es el señalado.

Ese plan impone negociar con la oposición burguesa y con alguna fuerza de “izquierda”, el gran “acuerdo nacional” propuesto por Lanusse. Ir a la “arena del diálogo con voluntad de coincidir” como señaló en julio de 1970 Mor Roig en una conferencia a los “Equipos Nacionales para el Cambio”.

Para hacer entrar en el brete construido por la dictadura a la oposición burguesa, y a esa “izquierda” aceptable, hay una política que mezcla la miel con la bilis. Por un lado, se fuerza a esos partidos burgueses  a través de hombres de confianza de los monopolios en ellos -como es el caso de Mor Roig en la UCRP (Unión Cívica Radical del Pueblo)- a “modernizarse”. Por modernizarse se entiende tener como programa el programa de la concentración monopolista bajo la dependencia, y admitir al latifundio. Y se blande la amenaza de la salida “brasileña” que representarían López Aufranc y Sánchez de Bustamante. Por otro lado, se negocia.

Ante estas reglas de juego se apresuró el pacto Perón-Balbín que se tramitaba desde hacía meses. Matrimonio de conveniencia con disolución a plazo fijo. El objetivo: endurecerse; alentar a cuanto traficante de golpe anda suelto y … negociar con la dictadura la salida. Está claro que el nuevo brete tiene varias puertas de entrada, cosa de salvar la vergüenza, y cualquiera de ellas puede ser utilizada para entrar,  …“protestando”.

Este plan pretende integrar al movimiento obrero como fuerza fundamental de un partido de oposición honorable. Tipo vandorista.

Sánchez Sorondo incitó a la dictadura cuando Levingston demoraba el plan, a llegar rápidamente a un acuerdo con la oposición burguesa a la que él contribuyó a congregar. Decía en Primera Plana  del 9 de enero que: “(…) en vez de aguardar la muerte de Perón, sería preciso que las Fuerzas Armadas se adelantaran  a canalizar en vida de Perón, las condiciones del entendimiento nacional”. Esto porque “si no se concreta una operación de síntesis, mañana ya no será posible alcanzar al peronismo, cuya dispersa rebeldía será recogida por las internacionales marxistas”.

Desde el radicalismo Mor Roig alertó en julio de 1970: “puede ser nuestra última posibilidad. Por lo menos, advertimos tener un margen muy pequeño de maniobras.”

En la izquierda varios se preparan para organizar la “tercera fuerza”. Lo más avanzado, orgánicamente, es el “Encuentro de los Argentinos”, cuyos integrantes, orquestados por el PC (reformista), también tiran cables a cuanto organizador de golpe anda en circulación. Y negocian la salida política con la dictadura. Ese es el meollo de la consigna de gobierno cívico militar que como aclaró Rodolfo Ghioldi no implica la división de los militares.68 El meollo de la estrategia de la “conquista legal del poder” que teorizó Héctor Agosti en Panorama.

La oposición burguesa no puede ofrecer alternativa real a la política de la oligarquía burguesa terrateniente. Por eso sus forcejeos equivalen a los tironeos de la ternera que llevan al matadero. Por otro lado luego del Cordobazo, y especialmente a partir de la ocupación de Perdriel, la constitución de una comisión interna clasista en FIAT en Córdoba, el despunte de una corriente clasista y una corriente comunista revolucionaria en el movimiento obrero, y los estallidos populares como el nuevo Cordobazo, visualiza que el proletariado va dejando de luchar contra “los enemigos de su enemigo” y, crecientemente, va estructurando su propia fuerza política y sindical clasista. La burguesía está aterrorizada ante el proletariado que crece a su espalda, y de allí que reclame mejores condiciones de trato de la oligarquía burguesa terrateniente para evitar el “caos”, como dicen los radicales, o el “argentinazo”, como dice Paladino.

Durante meses las fuerzas burguesas fueron preparando su confluencia. Uno de los cauces utilizados fue el “Círculo del Plata”, que preside Sánchez Sorondo, que reunió a los representantes civiles y militares más connotados de la burguesía, como Tróccoli, Romano, Hidalgo Solá, Concepción, Carranza, de la UCRP; Gómez Morales, Cafiero, Bustos Fierro, Albrieu del peronismo; Oscar Alende, Leopoldo Bravo, Guido Di Tella, Sandler, Jauretche, José María Rosa, por otras fuerzas; y los militares: Caro, Uriburu, Labanca.

Allí, en el simposio: “¿Es posible en la Argentina un desarrollo con independencia?” elaboraron un programa común. Ese programa es demostrativo de la impotencia política de la burguesía nacional para lograr el “desarrollo con independencia” que postula. No se encontrará en él un solo planteamiento revolucionario respecto de la liquidación del dominio de los monopolios sobre la economía nacional ni sobre la liquidación del latifundio. El programa consiste en “acentuar el significado estratégico que debe asignarse al Estado y a las empresas públicas”; modificaciones a la política fiscal; medidas para “dirigir” el ahorro nacional; “corrección” del proceso de extranjerización en la industria y las finanzas; política de “fomento de exportaciones manufactureras”; política de “readaptación agropecuaria”, “reservar” a los capitales nacionales las industrias básicas asociándose con tecnología de origen extranjero. Lo más revolucionario: allí se propugna “un sistema de nacionalización de los depósitos bancarios”, que exige conocer de qué “sistema” se trata para saber qué grado de revolucionarización implica.69

Producida la destitución de Levingston la “Hora del Pueblo” hizo público su programa. El mismo ya tiene  un carácter más electoral que el elaborado en el “Círculo del Plata”. Pero es claramente demostrativo de la castración revolucionaria de la burguesía al proponer medidas para “limitar” las actividades del capital extranjero, de los que, señala, “no se trata de prescindir o rechazar”, incluso propone una nueva ley de “Radicación de Capitales Extranjeros” con esa finalidad y para orientarlos hacia las “prioridades del Plan de Desarrollo” (entiéndase: acero, aluminio, soda solway; proyecto petroquímico de la Dow Chemical, celulosa). Inútil buscar en el plan medidas revolucionarias como la expropiación sin indemnización de los monopolios extranjeros, de donde toda la palabrería sobre el apoyo a la “pequeña y mediana” industria es solo eso, palabrería, porque implica la coexistencia pacífica en el gallinero del zorro y las gallinas. Sobre el campo repiten la vieja cantinela de la “función social” de la tierra que ya incorporó el peronismo a la Constitución de 1949 y se inscribió luego en varias constituciones provinciales, sin que temblasen los terratenientes, que continuaron y continúan sin temer se los despoje por ello de sus latifundios. Repitiendo la tradicional conciliación de la burguesía argentina con los terratenientes postulan la “supresión” de los “latifundios improductivos” (sic) y “desalentar”  la tenencia de la tierra por aquellos propietarios sin vocación ni capacitación agrícola. Además insisten en la vieja idea burguesa del “impuesto a la renta potencial de la tierra”. Como se ve la burguesía argentina, que por traicionar al campesinado debió siempre claudicar políticamente ante los terratenientes y el imperialismo, no ha aprendido nada de la historia.

El otro intento programático burgués es el que ha formulado la Confederación General Económica (CGE), hegemonizada por el PC (reformista) en alianza con sectores frigeristas. Sus planteos “progresistas” están lejos de los programas radicalizados de ciertas fuerzas burguesas en sus épocas de oro.70

No es casual que las grandes luchas antidictatoriales de 1969, 1970 y 1971, protagonizadas  cada vez más por el proletariado y el estudiantado revolucionario, vieron alejarse temerosa a la burguesía.

La oposición burguesa también alentó, en distintos momentos, proyectos golpistas de tipo “populista”. La debilidad congénita de la burguesía argentina -que fue incapaz en el largo periodo en que estuvo en el gobierno de producir modificaciones estructurales revolucionarias- se ve agravada en esta época en la que el mercado burgués que elaboró el “Círculo del Plata”, luego la “Hora del Pueblo”, es ejemplificador del programa que susurran los teóricos de ese golpe “populista” que suele contar con defensores tan sospechosos como el Gral. Carcagno, Onganía o Taccone.

De no ser por la eterna vacilación de la pequeña burguesía revolucionaria entre el proletariado y la burguesía resultaría difícil creer que sectores que postulan en el país la llamada “guerrilla urbana” presten oído a los propagandistas del golpe “populista”, “peruanista”, al que ellos llaman “bonapartista”, y que incluso hayan estimulado al recambio de Lanusse para acercar el momento de esa salida “peruana”.

Conocemos que los dirigentes codovillistas acostumbran desde hace muchos años a hacer igual propaganda sobre la salida populista en los intervalos de las reuniones exagerando el peso de mitológicas “logias de coroneles” con programas “nacionalistas” que ilusionan al reformismo soviético con un “Egipto” aliado en el Cono Sur de América Latina.

Dada la debilidad de la burguesía, su decrepitud programática, y el creciente vigor del proletariado argentino, conviene recordar que esos gobiernos “bonapartistas”, que aparentan ser independientes entre dos clases dominantes incapaces por separado de imponer su dominio al conjunto de las clases explotadoras, pueden cumplir un papel relativamente progresista -como Napoleón I- o esencialmente retrógrado -como Napoleón III.

Para nosotros no hay dudas que el segundo sería el papel que cumpliría aquí esa supuesta salida “populista”. Por eso los sectores ligados a Carcagno pudieron transar con Lanusse (o fueron estimulados por Lanusse). Y por eso aparecen enrolados en ella tránsfugas como Rucci, Taccone o Gazzera, que mientras tanto se van preparando para entrar en el brete abierto por la dictadura.

Más que nunca aparece claro: o el proletariado logra hegemonizar un bloque de clases revolucionarias y hegemoniza una insurrección triunfante o la clase obrera y el pueblo seguirán padeciendo la política de superexplotación, de hambre, desocupación, expropiación de las capas medias, represión y entrega.

Por eso nuestra consigna es: “¡abajo la dictadura!¡ Ni golpe ni elección: insurrección!”.Y luchamos para que la clase obrera y su partido marxista-leninista hegemonicen esa insurrección.

En tanto la clase obrera no entre a la arena política con independencia los planes de las clases reaccionarias pueden pasar. Nosotros despreciamos estratégicamente a esas clases condenadas por la historia. Pero las valoramos tácticamente. Y para nosotros no es indiferente que esos planes pasen porque el triunfo de los mismos dificultaría nuestra acumulación de fuerzas insurreccionales, aunque, como es lógico, ese triunfo sería esencialmente precario.

Derrocar a la dictadura e imponer un gobierno popular revolucionario

El fracaso de la dictadura se da sobre el fondo de la crisis social, cultural y política. Y cuando el estancamiento de la economía, la inflación, la crisis del problema de las carnes, el desequilibrio de la balanza de pagos, la declinación de las reservas internacionales, la deuda pública externa, pueden crear una coyuntura económica muy difícil para la oligarquía burguesa terrateniente.

El recambio producido el 22 de marzo no figuraba en los planes de quienes dirigieron el golpe de Estado de 1966. Han debido readaptar el libreto de la dictadura ante el fracaso de esos planes.

No se trata, entonces, de una manifestación del poderío de la dictadura, aunque ésta haya sido capaz de seguir manteniéndose en el poder. Se trata de una demostración de la debilidad de las clases dominantes en el momento actual.

La agudización de la contradicción de la clase obrera, las masas del campesinado pobre y medio, las capas medias de la ciudad, respecto de la oligarquía burguesa terrateniente, y la necesidad de ésta de buscar una alianza con sectores de la burguesía que le permitan ampliar la base de apoyo de su poder es el resultado de la crisis profunda que erosiona la formación económico-social argentina.

La profundidad de esa crisis está medida por el hecho de que todos los planes destinados a enchalecar al proletariado, han fracasado.71

La designación  de San Sebastián muestra la preocupación del gobierno por la crisis de las direcciones actuales de la CGT y la enorme mayoría de los sindicatos. Y demuestra una vez más el poder de mimetismo de los políticos al servicio de la oligarquía burguesa terrateniente, puesto que San Sebastián, mano derecha del gobierno de Onganía, pasa a serlo ahora de Lanusse.

Luego del segundo Cordobazo la dictadura debió correr, presurosa, a salvar a sus agentes en el movimiento obrero. Levantó los “topes” públicos para las paritarias y destinó mil millones de pesos más para pagar la garantía horaria a los obreros de la carne.

Pero no remediará con eso la situación. Los planes para enchalecar al proletariado han fallado por la maduración de una conciencia clasista en sectores importantes del proletariado, que han ido conformando y reforzando una corriente, por abajo, en las entrañas del proletariado industrial. Esa corriente ya cuenta con centenares de activistas, que se apoyan en la combatividad y conciencia en ascenso del proletariado, y con la ayuda del partido marxista-leninista, no será ni desviada, ni contenida, ni diluida, con intervenciones sindicales y represión, que eran instrumentos útiles para domeñar a dirigentes sindicales atados al nacionalismo burgués o al reformismo, pero que son instrumentos insuficientes para contener al proletariado revolucionario.

Por todo ello lo nuevo en la Argentina no es el plan Lanusse. Lo nuevo es lo que crece en las entrañas del movimiento obrero: la corriente comunista revolucionaria y la corriente socialista, clasista y revolucionaria. Es el fortalecimiento de esto nuevo, en la medida en que sea portavoz y caudillo de las reivindicaciones de las clases y capas sociales que protagonizarán la revolución de liberación social y nacional, lo que derrotará a lo viejo, disfrazado ahora de “democrático” y “populista”.

No negamos la posibilidad para la dictadura de recomponer su situación. Esto dependerá de muchos factores, entre otros de la política del Partido Comunista Revolucionario, de su capacidad para ser vanguardia real de un proletariado que hegemonice realmente la revolución popular, agraria, antiimperialista y antimonopolista que madura aceleradamente en la sociedad argentina. De su capacidad para no cometer errores serios y para corregir los que cometa. Pero, hasta hoy, no puede hablarse de recomposición de la situación por las clases dominantes sino de agudización de su crisis, y de un  ascenso ininterrumpido del movimiento revolucionario en el país que, al empalmar con una situación revolucionaria global en el cono sur de América Latina, en ascenso también claramente perceptible, torna la situación política sumamente favorable para las fuerzas revolucionarias.

El plan Lanusse pretende matar en su cuna a las fuerzas revolucionarias que han nacido en el país. Para ello se alía con la oposición burguesa. Alianza que implica concesiones, pero la esperanza del plan Lanusse es que esas concesiones las hará fundamentalmente la oposición burguesa (y la “izquierda sensata”). Por eso a La Nación no le preocupa que el documento programático de la “Hora del Pueblo” sea demasiado “receptivo con…las influencias del colectivismo y del espíritu estatizante” puesto que detrás de ese documento advierte: “la voluntad de dirigentes representativos de echar las bases de una acción futura donde las fuerzas del gobierno y de la oposición no se enfrenten con la ambición de destruirse”.72

El plan ya tiene muchos meses de discusión y los aspectos fundamentales del mismo ya están acordados con la oposición burguesa radical-peronista. Ya hemos señalado sus aspectos principales pero conviene reiterar que el mismo impone un presidente que sea hombre de confianza de la dictadura y la aceptación de un programa por las fuerzas de la oposición burguesa que garantice la continuidad de las medidas y el programa aplicados desde junio de 1966.

El lado fuerte del plan Lanusse está dado por la docilidad tradicional de la burguesía representada en la UCRP y en el peronismo. El lado débil del mismo está en la contradicción de los intereses de la enorme mayoría de las masas agrupadas en esos dos grandes partidos tradicionales con el programa de la dictadura, con los intereses de los monopolios. Es sintomático que al aceptar Mor Roig el Ministerio del Interior el Comité de la Capital de la UCRP -en donde anida el sector más ligado a los monopolios de ese partido- se acerque al Comité Nacional y que en cambio se rebelen sectores como el cordobés y la juventud. Lo mismo sucede en el peronismo en donde ya comienza a expresarse públicamente la oposición al “acuerdo”.

Esto es lo que Levingston y Onganía criticaban al plan de Lanusse que para ellos no ofrecía una salida “estable”. Esa contradicción crecerá día a día si las fuerzas revolucionarias coordinan su acción frente al nuevo “fraude patriótico” que preparan las clases dominantes, y si son capaces de atraer a la acción común a las masas influenciadas por esos partidos.

Incluso en el reformismo la contradicción creada por el apoyo tácito al recambio puede permitir a nuestro Partido rescatar sectores importantes influenciados por el PC. Ese apoyo del reformismo debe mantenerse oculto, debe encubrirse con la oposición verbal, pero queda claro en cada lucha de masas, en las consignas que se formulan  para movilizar a éstas. Y queda claro con la legalidad con la que realiza sus actos el “Encuentro de los Argentinos” mientras las fuerzas revolucionarias son perseguidas con saña por la dictadura.

La importancia de analizar esas contradicciones y de utilizarlas radica en que el centro de la política de la dictadura apunta a aislar a las fuerzas “enemigas” para frenar, para impedir, una situación revolucionaria en la Argentina.

Además es preciso tener en cuenta que el arreglo de cuentas entre los de arriba no está saldado. De allí que Onganía predice “horas sombrías (…) que le obligarán a asumir responsabilidades mayores en salvaguardia de la Nación y de sus FFAA”.73

 

¿Es posible romper la nueva trampa de la dictadura y lograr que ésta sea derribada en forma revolucionaria?

Sí. Es posible.

Para ello nuestro Partido y las fuerzas revolucionarias deben comprender que el recambio se produjo cuando como consecuencia del nuevo Cordobazo el país se bamboleaba al borde de una situación prerre-volucionaria.

Las luchas -especialmente en Córdoba- han continuado en todo el país luego del recambio. Ante ellas la careta “democrática” de la dictadura cae, y ésta debe reprimir a los obreros, a los estudiantes, al pueblo, como ha hecho en estos días.

La llamada “salida política” no modifica la política promonopolista y proterrateniente del gobierno. En consecuencia no resuelve ninguno de los problemas que han impulsado o impulsan a las masas a la lucha. Y siendo su salida electoral tramposa y fraudulenta, proscriptiva, y con los resultados acordados de inicio a favor de los monopolios, es incapaz para contener la rebeldía social que ha crecido en estos cuatro años.

La única alternativa real frente a la dictadura sigue siendo la insurrección de todo el pueblo dirigida por la clase obrera. Sigue siendo el “camino de Córdoba”. Y si en 1969 el primer Cordobazo fue un boceto de esa insurrección por la que luchamos los comunistas revolucionarios, el segundo Cordobazo fue ya un verdadero “dibujo” de la misma.

Despreciando estratégicamente a las clases dominantes -irremediablemente condenadas por la historia a ser barridas del poder-  nosotros no las despreciamos tácticamente dado que la debilidad del Partido Comunista Revolucionario y de la corriente clasista en el movimiento obrero, la debilidad de la coordinación de estas fuerzas con las fuerzas revolucionarias de las capas medias del campo y la ciudad, amplían el campo de maniobra a aquellas clases.

La posibilidad de que los planes de la dictadura pasen está determinada fundamentalmente por nuestra debilidad en el proletariado industrial, lo que facilita la inestabilidad de la pequeña burguesía revolucionaria que declamando frases ultristas puede terminar entrando en la trampa electoral, a la cola de las fuerzas reformistas o burguesas, o por el apoyo a alguna de las alternativas electorales de éstas (como ya sucede en otros países latinoamericanos), o por alguna variante voto blanquista que sea empujada por esas mismas fuerzas.

De allí que nuestro Partido, y las fuerzas revolucionarias, estén amenazados ahora por dos peligros.

Si se sobreestiman las posibilidades tácticas y estratégicas de las clases dominantes, y no se confía en las fuerzas revolucionarias que crecen en nuestro país y en los otros países latinoamericanos, se cometerá un error oportunista de derecha.

Si se subestima la peligrosidad de la trampa que monta la oligarquía burguesa terrateniente se caerá en un error oportunista de izquierda.

En ambos casos la perspectiva insurreccional se alejará y el Partido no aprovechará la coyuntura política para acumular fuerzas en el proletariado y en las masas populares.

Ambas desviaciones serán estimuladas si el Partido no liquida el rasgo tradeunionista predominante en muchas organizaciones, especialmente del Gran Buenos Aires. Ese rasgo tiene sus raíces en una no sólida comprensión del rol hegemónico del proletariado en la revolución popular, agraria, antiimperialista y antimonopolista que abrirá en nuestro país el camino al socialismo. Al igual que sucedía con los mencheviques en su época, y sucede hoy con los grupos trotsquizantes, esa incomprensión deviene en apoliticismo y en tradeunionismo.

Afirmando nuestro eje insurreccional; acumulando fuerzas para él en un momento en el que comienzan a surgir fuerzas en el movimiento obrero y popular que se definen como partidarios de la insurrección po-pular, debemos lograr acuerdos con todas las fuerzas antidictatoriales dispuestas a centrar en la lucha por derribar a la dictadura en forma re-volucionaria, y que rechazan la trampa electoral. Las fuerzas que se u-nen en la consigna: “Abajo la dictadura. ¡Ni golpe, ni elección, revolución!”

 

En la acumulación de fuerzas insurreccionales tiene ahora importancia decisiva encontrar los puntos débiles de la dictadura. Encontrar los eslabones que permitan tirar de todo el movimiento de masas antidictatorial y avanzar hacia la insurrección armada.

Adquiere una importancia especial la lucha por las libertades democráticas, por la liberación de los presos políticos y gremiales, por el levantamiento de las intervenciones a los sindicatos, contra las torturas y la represión. Esto contribuirá a desenmascarar la mentira “democrática” de la dictadura y puede permitir avances importantes al movimiento de masas.

El otro punto central de arranque de luchas es el combate por aumentos de salarios que superen el tope tácito del 25%.

Nuestro Partido recoge el llamado de sitrac-sitrama un plan de lucha nacional por: “el levantamiento a las intervenciones a los sindicatos, la libertad de los presos políticos y gremiales, el levantamiento de las órdenes de captura contra dirigentes gremiales y asesores letrados, la derogación de la Ley de Alquileres y anulación de los desalojos, amnistía a los procesados gremiales y reincorporación de los despedidos, aumento masivo de salarios del 60% que nivele el alza de la vida, derogación del Estado de Sitio, pena de muerte y demás legislación represiva. Por la liberación social y nacional”.74

Además impulsaremos, con todas las fuerzas clasistas y combativas del movimiento obrero una reunión para acordar la forma de impulsar ese plan de lucha a escala nacional, doblegando la línea traidora de los jerarcas cegetistas que abandonaron al proletariado cordobés y traicionaron la lucha obrera, una vez más, levantando la reunión del Comité Confederal. Continuaremos impulsando la propuesta de un plan de lucha que se inicie con un paro nacional de 14 horas y continúe con una semana de lucha con paros parciales por turno, asambleas, manifestaciones callejeras y nuevas asambleas en la perspectiva de la insurrección popular dirigida por la clase obrera.

En la universidad es preciso levantar con fuerza, a más de todas las consignas reivindicativas, académicas y políticas, la lucha por el gobierno igualitario estudiantil-docente y por la autonomía universitaria. Como señalamos en nuestro Primer Congreso lo que diferencia una línea revolucionaria de una reformista no es la lucha por las reformas sino en qué línea se ubica esa lucha.75 La reivindicación más audaz puede servir a una política reformista y la más intrascendente a una línea revolucionaria. Lenin en su polémica con Kautski subrayaba que el error del kautskismo no estaba en que tomaban consignas democrática que eran justas, sino en que las volvía hacia atrás, hacia el capitalismo pacífico en vez de orientarlas hacia delante, hacia la revolución social.

No debemos pues en la universidad cometer el error oportunista de izquierda que cometimos cuando la caída de Levingston. Error que hoy sería más grave porque las consignas democráticas concernientes al gobierno universitario y a la universidad en general, fracturan la alianza de las fuerzas que en la universidad apoyan a la “Hora del Pueblo”. Al calor de ese debate debemos agitar y propagandizar la universidad del pueblo liberado, la nueva universidad, por la que luchamos los comunistas revolucionarios.

 

Cuando los comunistas revolucionarios levantamos la consigna de la insurrección frente a las elecciones que promete la dictadura no lo hacemos por infantilismo político, propio de una secta, no de un partido marxista-leninista.

Lenin indicaba que a los bolcheviques:

“(…) una experiencia demasiado larga, dura y sangrienta nos ha convencido de que es imposible basarse exclusivamente en el estado de ánimo revolucionario para crear una táctica revolucionaria. La táctica debe ser elaborada teniendo en cuenta, con estricta objetividad, todas las fuerzas de clase del Estado de que se trate (y de los Estados que lo rodean, y de todos los Estados en escala mundial) así como la experiencia de los movimientos revolucionarios”.76

Es sabido que los bolcheviques supieron combinar con acierto la lucha clandestina con la legal. Que boicotearon elecciones amañadas -como en 1905- y que participaron en parlamentos “ultrarreaccionarios” como el de 1908. Lenin destaca que el boicot a las elecciones parlamentarias de 1905 fue justo porque:

“Entonces el boicot era justo, no porque esté bien abstenerse en general de participar en los parlamentos reaccionarios, sino porque se tuvo en cuenta la situación objetiva, que conducía a la rápida transformación de la huelga de masas en huelga política y, sucesivamente, en huelga revolucionaria y en insurrección. Además el motivo de la lucha era, a la sazón, saber si había que dejar al zar la iniciativa de convocar la primera institución representativa o si debía intentarse arrancársela de las manos a las viejas autoridades.”77

En nuestro caso la situación internacional, especialmente en los países vecinos del Cono Sur, se preña de elementos revolucionarios. En el país se vive un momento de auge de las luchas que se transforman rápidamente, como hemos visto en 1969-1970 y en los primeros meses de 1971, en huelgas políticas y revolucionarias como en el último Cordobazo. La dictadura no se consolida. Como hemos dicho su nuevo libreto es producto de su fracaso, no de su éxito.

Aquí no está en discusión hoy una táctica electoral. Lo que está en discusión es el compromiso, la componenda, de las fuerzas burguesas de la “Hora del pueblo” y reformistas del “Encuentro de los Argentinos” con la dictadura para “parar la guerra civil” como dice la UCRP; para “evitar la guerra civil” como dice Rodolfo Ghioldi; para parar el “argentinazo” como dice Paladino; o sea, el compromiso de esas fuerzas con la oligarquía burguesa terrateniente, para preservar lo fundamental del Estado de éstas e impedir la revolución.

La discusión está entre los que quieren y los que no quieren la revolución. Entre los que luchan por derribar a la dictadura y a las clases que representa el poder, y los que concilian con ellas y traicionan los intereses populares.

¿En manos de quiénes queda la salida electoral del plan Lanusse? En manos de Lanusse, hombre del riñón oligárquico, de Del Pablo Pardo, hombre de confianza del Departamento de Estado en América Latina, lo mismo que Manrique y que San Sebastián (el interventor del SUPE, del SUPA, de la UF; el que dirigió la sangrienta represión al movimiento obrero bajo Onganía).

¿Con qué condiciones se iría a elecciones? Con la condición de aguantar el provisoriato de  Lanusse, los desalojos, los salarios de hambre, la superexplotación, la represión, y aceptando el presidente que imponga la dictadura y el programa de la concentración monopolista. Es lo que Lanusse llama el “gran acuerdo nacional”, que será “la condición básica para el pleno restablecimiento de una democracia representativa, eficiente y estable”.

La opción pues es: dictadura o gobierno popular revolucionario. Dictadura o insurrección.

En la medida en que la lucha revolucionaria crezca quedará más claro el verdadero rostro de la dictadura que está dispuesta, si esta nueva maniobra le fracasa, a ir a una dictadura terrorista sin careta.

El Partido debe más que nunca levantar su consigna de: “abajo la dictadura. ¡Ni golpe ni elección, insurrección!” y agrupar a las fuerzas que levantan el programa de la fase revolucionaria (popular, agraria, antiimperialista y antimonopolista) y la salida insurreccional.

Al mismo tiempo, y corresponde decir, urgentemente, es preciso coordinar la lucha de las fuerzas revolucionarias que repudian la trampa de la dictadura. El Partido debe poner esta tarea en un primer plano. Estos acuerdos deben basarse en la lucha real de las masas y no implican resignar nuestra consigna insurreccional.

En la Argentina existen fuerzas importantes que se han forjado en estos cuatro años de combate contra la dictadura de Onganía-Levingston-Lanusse que están dispuestas a luchar por la revolución y no por la componenda. Miles de obreros, de estudiantes, de intelectuales, de gente del pueblo, que han aprendido el lenguaje de las barricadas y las molotov, se inspiran en el Che Guevara y el heroico pueblo vietnamita y han sido la columna vertebral de la fuerza que obligó a las clases dominantes a archivar muchos de sus ambiciosos planes de 1966.

Por eso la táctica del Partido no consiste en este momento en arriar las banderas rojas del proletariado revolucionario sino en mantenerlas más altas que nunca, y trabajar con la flexibilidad adecuada al momento político complejo que abordamos. Repudiando toda salida “intermedia” que en la práctica salvaguarde el poder de las clases dominantes, debemos trabajar para impedir que éstas aíslen a nuestro Partido y a los sectores clasistas del proletariado. Aprovechar todos los resquicios y contradicciones entre las clases dominantes y explotadoras.

El recambio ha abierto posibilidades de maniobra a las clases dominantes. Pero son pequeñas y la posibilidad de desenmascararlas y derrocar a la dictadura puede ser rápida. ¿Por qué? Porque el país se ha ido aproximando al borde de una situación prerrevolucionaria y el origen de la misma está en la profunda crisis social, cultural y política que sacude al país y no en una mera coyuntura desfavorable  para los de “arriba”.

La clave para desbarrancar a la dictadura con su plan está en el fortalecimiento de las posiciones clasistas en el movimiento obrero (posiciones que influencian a sectores considerables del proletariado, mucho más allá de donde llega nuestro Partido directamente) y en el fortalecimiento de nuestro Partido en el proletariado industrial y en las masas obreras y populares en general.

Con motivo de la actitud traidora de la dirección de la CGT ante la lucha del proletariado cordobés, y ante las paritarias y el recambio, se ha agudizado el vacío de dirección para la lucha en el movimiento obrero, facilitando las condiciones para que las fuerzas clasistas y el Partido crezcan a saltos en el movimiento obrero. Pero la condición indispensable para esto es que el Partido encabece las luchas de las masas, esté al frente de ellas.

La posibilidad de realizar todo eso depende, en gran medida, de que el Partido sea capaz de arraigar en forma importante en el proletariado industrial; que crezca una corriente comunista revolucionaria en las cien empresas que concentran lo fundamental del proletariado industrial argentino.

Y esto exige, como condición previa, que el PCR asuma a plenitud su rol de vanguardia. Esto es preciso para ser vanguardia real.

El estado de ánimo de las masas obreras es favorable para que el Partido y la corriente clasista crezcan en ellas. Lo mismo sucede entre el estudiantado, la intelectualidad y el campesinado pobre y medio. Hay condiciones para crecer a saltos. Hay organizaciones del Partido que lo han demostrado en la práctica.

Pero la creación de esa alternativa insurreccional exige que el Partido sea consciente de la debilidad de sus fuerzas en las grandes empresas del Gran Buenos Aires, en la Universidad de Buenos Aires y en el proletariado en general del Gran Buenos Aires.

Ha sido la diferencia muy grande que existe entre las luchas del interior y el Gran Buenos Aires lo que ha permitido maniobrar y no caer a la dictadura. Así lo explicó Onganía cuando aclaró por qué Carcagno debió etiquetarse de “populista” luego del Cordobazo, y él debió hacerlo como “duro”.78

Desde ese punto de vista es una seria alerta para el Partido lo sucedido con el despido y las suspensiones que han afectado a 25.000 obreros de la carne y la imposibilidad, hasta ahora, de organizar un movimiento que rompa la red de los Zorila, Guana y otros jerarcas. Allí se paga la falta de organización partidaria entre el proletariado de la carne y la falta de un espíritu de vanguardia para haber movilizado al Partido, a la ofensiva, tratando de organizar la lucha independiente del proletariado de la carne.

Y la creación de esa alternativa exige también que crezcan tendencias revolucionarias -con el programa de la fase actual de la revolución y la salida insurreccional- entre el estudiantado, el campesinado pobre y medio, la intelectualidad y los estudiantes. Y que se proyecte una política de alternativa insurreccional, tal cual planteó  el Congreso del Partido. A partir de fortalecer esa alternativa, será posible y beneficioso coordinar la lucha democrática, antiimperialista, antimonopolista, de solidaridad internacional, por puntos concretos, con fuerzas revolucionarias, y golpear juntos con fuerzas de oposición, con la finalidad de ir impidiendo que las fuerzas de la democracia revolucionaria y las fuerzas antiimperialistas revolucionarias sean arrastradas por las fuerzas de la burguesía hacia falsas salidas y que el proletariado revolucionario sea aislado.

 

III. Enseñanzas de las últimas luchas

 

El Cordobazo de 1969 produjo una honda herida en la sociedad argentina. Lo mismo sucedió con las grandes luchas de 1969 y 1970. Se abrióun proceso, que continúa profundizándose.

No solo la dictadura fue conmovida por aquel Cordobazo. La izquierda revolucionaria que había surgido bullente y contradictoria en 1967 y 1968, fue tomada como por un gigantesco torbellino. Pasado el mismo nada quedó igual.

Fue el Cordobazo el que facilitó el triunfo de una línea marxista leninista en el PCR.

Vanguardia Comunista debió reacomodar su línea. Realizaron entonces una “campaña de rectificación” para corregir los errores más groseros de la aplicación mecánica de la experiencia china a la Argentina, que los había llevado a expresar que “la sociedad argentina era una sociedad semicolonial y semifeudal; que el campesinado era la fuerza fundamental de la revolución; y que el programa democrático tenía en su centro las banderas antifeudales”.79 Introdujeron  modificaciones importantes en su línea y en su trabajo. Modificaciones positivas. Pero al no tener como guía teórica al marxismo leninismo; al contraponer prácticamente al maoísmo con aquella teoría; al no realizar para la Argentina una aplicación creadora de ella como hizo Mao Tsetung en China, conciben el trabajo entre el proletariado como ejemplo y emulación para que entren en acción los “verdaderos actores” de la revolución, que estaría en las zonas críticas del interior. El error sobre la formación económica social argentina (calificada de “neocolonia”) deviene en propuesta de guerra prolongada. Es el precio del abandono de la caracterización leninista de país dependiente, para reemplazarla por la denominación moderna de la dependencia en los países afroasiáticos recientemente liberados: la denominación de “neocolonia”. Coherentemente con esta línea Vanguardia Comunista oscila, en su práctica política, entre el clandestinismo que los diluyó en el movimiento obrero del Gran Buenos Aires y el izquierdismo con el que han querido influir sobre el movimiento obrero cordobés.

El clandestinismo con que enfocan el trabajo sindical es consecuencia natural de una línea que no confía en la capacidad revolucionaria del proletariado argentino, y concibe al movimiento obrero o como apoyo logístico del futuro ejército del pueblo -que se construirá en las zonas rurales o marginales- o como fulminante que hará estallar el material explosivo fundamental, concentrado en las zonas rurales del Noroeste y Noreste. De allí también  el aventurerismo en el caso del movimiento obrero cordobés, dado que éste no es visualizado como la cresta de la ola de un movimiento obrero en ascenso, sino como la “excepción”; lo conquistado en la práctica en Córdoba, al poder sostener comisiones internas revolucionarias -nada del otro mundo en cualquier país en donde el movimiento obrero conozca la reactivación que conoce el nuestro- es enfocado como “excepcionalidad”. Desde ya que esto no ayuda a extender la experiencia cordobesa a todo el país para garantizar, entre otras cosas, que el propio movimiento cordobés avance.

La oscilación pro-populista de VC en el movimiento universitario reconoce la misma raíz.

El Cordobazo de 1969 sepultó a la CGT de los Argentinos. Creada para servir de apoyatura a un operativo de la oposición burguesa fue enterrada por el renacimiento del movimiento obrero.

La izquierda del populismo, particularmente fuerte entre las capas medias radicalizadas, debió emigrar de la organización de Ongaro; abandonó la teoría del “foco rural” y se fue volcando paulatinamente al terrorismo urbano. Es la expresión del peso enorme que tienen en nuestro país las masas de pequeña burguesía urbana, y del hecho de que ya no pueden  expresarse -ante la agudización  de las contradicciones sociales- como izquierda de las fuerzas burguesas tradicionales (UCRP y PP). Ante la actual experiencia del MIR en Chile y de los Tupamaros en Uruguay, y habida cuenta de la existencia en nuestro país de un partido comunista revolucionario, es muy probable que creen su propia expresión política, como representante de la pequeña burguesía revolucionaria del país, expresión política que oscilará entre el proletariado revolucionario y la oposición  burguesa.

Los grupos trotsquistas, que habían crecido en el periodo anterior al Cordobazo fueron sacudidos por éste. Fueron arrancados de las meditaciones teóricas en torno a la revolución en Bolivia, los platos voladores, el “reflujo”, y otras teorizaciones por el estilo, y arrojados a la arena política en donde se descubrieron como oportunistas semejantes a los del falso comunismo del PC. Poco a poco fueron coincidiendo en sus consignas políticas con éste.

Así conmovió el Cordobazo a la izquierda revolucionaria argentina. En cuanto al PC (reformista), al igual que la burguesía, quedó anonadado por varios meses. El triunfo del proyecto de Lanusse, la reactivación  política de la burguesía, y especialmente el triunfo de la Unidad Popular en Chile, le permitieron recuperarse para dar a luz otro engendro del más puro oportunismo: el “Encuentro de los Argentinos”.

Al demostrarse su traición a los intereses del campesinado pobre, al que hicieron ir tras el movimiento “Campo Unido” de los terratenientes, hasta que estos los dejaron “sin el pan y sin la torta”; al unirse en el movimiento obrero con representantes del más puro amarillismo, como Arrausi, y llevar al MUCS a la cola de cuanto proyecto burgués se da en el país; al dividir arteramente a la FUA apoyándose en dos centros de la Capital Federal en los que tienen mayoría en la Junta Directiva y en el fraccionamiento de otros organismos de masa universitarios; al hacer de la CAES organización “habitué” en las antesalas del Ministerio de Educación de la dictadura; una honda crisis va horadando al PC oportunista, ligada a la crisis mundial del reformismo. Solo nuestro sectarismo impide que muchos militantes obreros y revolucionarios honestos que aún se encuentran en él se unan a nuestras filas.

Cuando la tormenta se avecina cada oveja corre a su redil. Cada fuerza corre a su cauce de clase.

A partir del Cordobazo fue surgiendo y creciendo una fuerza clasista en el movimiento obrero. Fuerza incipiente. Pequeña, pero que representa lo que nace y se desarrolla en el movimiento obrero argentino. Sin su existencia no es posible analizar la casi totalidad de las principales luchas obreras de 1970: Municipales, Bancarios, Perdriel, Fiat, luchas de SMATA de Córdoba, General Motors.

Esa fuerza cristalizó en la Coordinadora Nacional de Agrupaciones Clasistas Primero de Mayo en el mes de diciembre en Córdoba.

Se han dado solo los primeros pasos. Ahora será preciso trabajar con mucha audacia en 1971 para que esa corriente clasista crezca con los miles de activistas combativos que buscan una orientación revolucionaria para el movimiento obrero argentino.

Es preciso asegurar que una posible situación revolucionaria encuentre en la cita a un partido comunista revolucionario capaz de transformarla en situación revolucionaria directa. Capaz de impulsar la organización revolucionaria de las masas, tanto política como militar. Capaz en el momento oportuno de organizar las milicias obreras y populares que garanticen el triunfo de la insurrección.

Pocas semanas antes de ser defenestrado, el ministro Cordón Aguirre, declaraba que la dictadura está sentada sobre un “volcán”, refiriéndose al estado de ánimo de las masas obreras y populares. Estado de ánimo que lleva generalmente a las masas obreras, traicionadas desde hace años por los agentes de la patronal en los sindicatos, a utilizar la ocupación de empresa como primera forma de lucha. Estado de ánimo que facilita grandes estallidos de masa como la pueblada tucumana, o suele transformar incidentes pequeños -como la lucha por la instalación de semáforos en la avenida San Martín de la Capital Federal- en luchas combativas con manifestaciones, barricadas y enfrentamiento con las fuerzas policiales.

Todo esto es sumamente favorable para que nuestra línea liberadora e insurreccional prenda en las masas obreras y explotadas. Las masas a partir del Cordobazo de 1969 han ido avanzando en sus experiencias de combate callejero y logrado, en varias ocasiones y en diferentes puntos del país, desbordar a las fuerzas policiales obligando a la intervención directa del Ejército. Las masas, hemos dicho, están haciendo sus deberes en borrador. Ahora hay que ayudarlos a que los pasen en limpio. El 15 de marzo, en Córdoba, comenzaron a hacerlo.

Nuestro Partido tiene mucho que ver con ese auge de las masas obreras y estudiantiles. Especialmente allí en donde se ha logrado el nivel más elevado de lucha: en Córdoba. Por eso Primera Plana del 26 de enero de este año, comentando la ocupación de la planta FIAT CONCORD y lo que llama la “escalada de los ultras” en Córdoba, decía que la caída de Torres “comienza cuando el 12 de mayo los militantes de la agrupación Primero de Mayo (izquierdista) ocupan Perdriel, la matricería de Ika Renault.”

Esto empalma además con la búsqueda por muchos activistas del movimiento obrero de una organización verdaderamente comunista, verdaderamente revolucionaria, que rescate los ideales por los que luchan las masas explotadas desde siglos y los alumbra con la única teoría científica capaz de permitir que se los alcance.

Por todo ello solo un partido imbuido de una elevada combatividad y audacia política, solo un partido que se oriente verdaderamente por la teoría revolucionaria del proletariado: el marxismo-leninismo,y solo un partido que insufle elevado contenido político a su accionar -y esto no significa rezar el rosario total de consignas en toda oportunidad- será capaz de ayudar a la clase obrera y las masas populares a pasar sus deberes en limpio: a organizar la insurrección.

El PCR está en condiciones de transformarse en ese partido.

 

Para avanzar en la organización revolucionaria de la clase obrera es fundamental, como enseña el leninismo, que el Partido sepa percibir, en el desarrollo de las formas espontáneas de lucha las formas de organización más apropiadas para la lucha revolucionaria del proletariado.

Este ha sido uno de los méritos principales de nuestro Partido a partir de noviembre de 1968 que nos permitió avanzar en la construcción de línea política para la clase obrera del país. No en balde los grupos que pretendieron  transformarnos en una secta militarista o trotsquizante atacaron siempre esa metodología de análisis de nuestro Partido acusándola de “gramsciana” (con lo que ellos querían decir: no leninista) y contraponiéndole grotescos esquemas organizativos de gabinete en el caso de los grupos “militaristas”; acusándola de “voluntarista” en el caso del reformismo; o de “impresionista”en el caso de los trotsquistas.

Nuestro Primer Congreso dedicó gran parte de su resolución política al análisis del Cordobazo y de las formas de lucha y organización que se desarrollaron en 1969, año en el que se multiplicaron las comisiones obreras de lucha, al margen de las direcciones sindicales participacionistas y dialoguistas, como sucedió en Ferroviarios, Construcción, Bancarios, empresas del automotor. Analizamos esa experiencia  y dimos batalla: contra el reformismo (generalmente “doctrinario”) que nos diluía en esas comisiones y no luchaba por construir agrupaciones clasistas de programa socialista e insurreccional, y contra la teoría del “paralelismo” sindical, el izquierdismo del “fuera del régimen” y el “comandismo”, que se apoyaban en esas experiencias del movimiento obrero para teorizar formas de organización incapaces de permitir incorporar a las masas obreras a la lucha y de elevarlas políticamente.80

 El año 1970 comenzó con dos luchas importantes. La de los obreros de El Chocón y la de los Talleres de la Municipalidad de la Capital Federal. Las dos presentaron rasgos comunes en cuanto a la existencia previa de comisiones de lucha que tomaron el combate por los problemas de las masas, combate que no tomaba la dirección sindical, y combate que se dio originariamente al margen de esa dirección y contra ella.

En los dos casos la comisión, inicialmente clandestina, ganó luego la dirección legal de la organización sindical, y en los dos casos comenzó un duro forcejeo entre ellas y los jerarcas sindicales.

La lucha de El Chocón es ampliamente conocida. Es conocido el rol castrador que jugó en ella el reformismo. No porque “no dinamitó la obra” como nos atribuye la camarilla dirigente del PC (reformista) que habríamos planteado nosotros y nuestro camarada Yaco [Tiffemberg]. Sino porque confió la resolución de la lucha no a la profundización de ésta, no a responder golpe por golpe al enemigo, no a la solidaridad obrera y popular, sino a las “gestiones” de agentes de la dictadura como Sapag y de representantes “populistas” de la Iglesia como Nevares.

La experiencia de los obreros de El Chocón, discutida y asimiladas sus principales enseñanzas por nuestro Partido permitió luego hacer avanzar a todo el movimiento a un plano superior con la ocupación de la planta de Perdriel (Córdoba). La agrupación Primero de Mayo del SMATA hizo una profusa propaganda de las conclusiones de la lucha de El Chocón entre los obreros del automotor de las plantas de Santa Isabel y Perdriel. En Perdriel triunfó una línea que alumbró un camino nuevo para el proletariado porque fue expresión, incipiente pero concreta, de una línea clasista en el movimiento obrero luego de años de claudicación reformista.

Luego asistimos a la experiencia de conquista de direcciones combativas y en gran medida clasistas en las tres plantas del complejo FIAT en Córdoba; a la derrota de Torres en la renovación reciente del cuerpo de delgados en Santa Isabel y en Perdriel; al avance de la Primero de Mayo en el SMATA cordobés; a la extensión a otros gremios cordobeses de esa experiencia, como Municipales y FATUN.

Ahora es posible responder, no teóricamente sino con demostración práctica, la pregunta que nos hicieron reformistas, trotsquistas y militaristas luego de la ocupación  de Perdriel cuando preguntaban ¿y despuésde Perdriel qué? El proceso cordobés ejemplifica lo que nosotros previmos para después de Perdriel. O sea: transformar la tendencia clasista y el comunismo revolucionario en tendencias reales del movimiento obrero. Generar esa espontaneidad que abonada por el trabajo de la vanguardia se transforma en el caldo de cultivo para el crecimiento de ésta.

El Partido debe analizar hoy la experiencia de FIAT, del SMATA cordobés, de bancarios, de municipales de la Capital, de General Motors, como experiencias principales, en sus méritos y defectos, que pueden permitirnos avanzar en el movimiento obrero. Y analizar las características que tuvo la aparición, organizada, de columnas obreras y estudiantiles, de frente único revolucionario, que logró en algunos lugares, como Bahía Blanca, Córdoba, Corrientes y San Juan, cambiar el carácter de las manifestaciones de la semana de lucha, o que introdujo una nota diferencial importante en otros lugares.

El análisis de esas luchas nos lleva necesariamente al problema de la acumulación de fuerzas para una organización comunista en las condiciones de nuestro país, con agudos conflictos de clase y una situación que tiende a acumular ininterrumpidamente elementos prerrevolu-cionarios, en un continente latinoamericano revolucionarizado.

La composición social del Partido, aún predominantemente peque-ñoburguesa, fundamentalmente estudiantil, agrega a esto otro condi-cionante fundamental.

El Partido, precisado de realizar un paciente, metódico, trabajo de penetración en las empresas, trabajo eminentemente gris y que inicialmente nos permite solo una distante aproximación a la lucha política, a las ideas, a la psicología, a las características de los obreros en esas empresas, es impulsado permanentemente hacia el reformismo economista. Surgen en el Partido tendencias de este tipo que muchas veces se cubren de “doctrinarismo” pero que representan esencialmente ese reformismo economista. Su cobertura “doctrinaria” se debe a que sus raíces se hunden en una concepción del tipo de revolución trotsquizante (menchevique). No confían en la capacidad del proletariado para hegemonizar la actual fase revolucionaria en el país. Se deja a la burguesía esa “vuelta de calesita” confiando en poder controlar la próxima, la socialista.

Y la efervescencia de masas, la combatividad y conciencia en ascenso de las masas, golpea en un partido apto por su composición social predominante para tratar de contrarrestar la tendencia anterior por un izquierdismo generalmente espontaneista o militarista.

No hay recetas para construir nuestro modelo. Pero hay sí una riquísima experiencia internacional de la clase obrera, a más de nuestra práctica, que el Partido debe estudiar incesantemente.

Es para nosotros de gran validez actual el libro que Lenin dedicó a estos problemas en un periodo que tuvo rasgos semejantes al actual. Desde ya salvando toda aplicación mecánica. Nos referimos a una de las más ricas obras leninistas sobre táctica: La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo.

El análisis de nuestra práctica demuestra que la clave de nuestro crecimiento ha sido encabezar las luchas de la clase obrera y ser indoble-gables en la defensa de sus intereses. Esto no implica desde ya no hacer compromisos, no pactar, no dar pasos atrás cuando es preciso darlos. Pero hay compromisos y compromisos. Perdriel y FIAT ejemplifican  una línea de lucha y el tipo de compromisos que pueden tomarse a par-tir de ella y los acuerdos que desde esas posiciones pueden hacerse con otras fuerzas del movimiento obrero y popular.

La pérdida de posiciones del Partido en Municipales de Capital es un ejemplo, negativo pero útil para el Partido si lo asimila, autocríti-camente, de una típica desviación izquierdista, que primero tuvo manifestaciones “comandistas”, luego vio la lucha en los talleres solo como trampolín para generalizar  un estallido en la Capital y no valoró en to-da su magnitud el triunfo conquistado con ella; que confundió agrupación clasista con organismo amplio, de frente único, de lucha; que se marginó del sindicato y dejó al reformismo y grupos militaristas que siguieron al mismo recoger nuestra gran influencia en el gremio para el apoyo a su presentación electoral. La constante de todo el trabajo fue la no correcta combinación de lo clandestino con lo legal. La no valoración del trabajo sindical para atraer y organizar a las capas más atrasadas de obreros y empleados.

El haber combinado acertadamente lo clandestino y paralelo con lo legal y sindical es en cambio la clave del avance en SMATA de Córdoba. Y en bancarios de la Capital, en donde la corriente clasista ha logrado ya, en ocasión del último paro, arrinconar a la dirección propatronal de Unamuno y Ezquerra.

La combatividad de la masa permite, a veces, apoyarse en ella para barrer direcciones entreguistas. Pero no siempre es justo hacerlo. Eso depende de la correlación de fuerzas, porque el desplazamiento de esas direcciones es el primer paso de una batalla que como demuestra el caso de El Chocón, de Perdriel, de FIAT, de Banco Nación o de los Talleres Municipales de la Capital, se librará luego en condiciones de renovado encarnizamiento con la patronal, el gobierno y la dirección desplazada. De allí que el análisis  de la correlación de fuerzas deba ser muy correcto. Y los pasos a dar muy medidos. No siempre es posible consolidar el triunfo inicial y en tal caso el golpe de respuesta puede ser muy duro.

El problema de las consignas en este periodo es vital. Ellas deben tener en cuenta la combatividad  y conciencia de las masas y la correlación de fuerzas concreta. Lo que implica la consideración de múltiples aspectos. Ello es responsabilidad de la célula del Partido de la empresa y la zona. Las consignas deben tender a diferenciar a los reformistas y dialoguistas de los revolucionarios y deben procurar elevar a las masas a una perspectiva insurreccional.

A eso apunta la consigna de “semana de lucha” con paros parciales y progresivos, con asambleas en fábrica y salida a la calle con manifestaciones y actos en otras fábricas, que levantamos actualmente como consigna nacional de lucha.

Correlativamente debe estudiarse la forma concreta de lucha y organización.

Además el Partido debe insuflar a todo su trabajo en el movimiento obrero un elevado contenido político. A la altura de las inquietudes políticas de millares de obreros de vanguardia que buscan una guía para su acción.

Desde ya que la consolidación de una corriente clasista en el proletariado y una corriente comunista revolucionaria exige permanentemente tener iniciativas nacionales, regionales, o de empresa, que permitan recoger organizativamente lo que hemos sembrado. El desprecio a esas iniciativas, y al estudio de las formas más aptas para que jueguen su rol, es la manifestación más típica del izquierdismo pequeñoburgués predominante en el Partido que en lo organizativo se expresa en esponta-neísmo, en movimientismo. La reciente experiencia partidaria de participación en una comisión popular hegemonizada por sectores burgueses y reformistas en Berisso pero que ha permitido  hacer conocer nuestras opiniones a los trabajadores de la carne e ir pugnando por crear un polo de lucha frente a la entrega del conflicto por Guana, o la experiencia correntina o la del “Boletín Obrero” de Bahía Blanca demuestran la importancia de estudiar esas formas.

El Partido debe también estudiar la experiencia del PCR de Tucumán en la pueblada del mes de diciembre. De cómo un partido pequeño en número, superado un inicial despegue del movimiento de lucha, supo luego llevar a fondo nuestra línea allí hasta derrotar en la práctica a la línea populista, sacar a la masa estudiantil a la calle, extender la lucha a capas importantes del pueblo, actuar organizadamente en la misma. La no participación organizada del proletariado azucarero y ferroviario tucumano impidió que la pueblada tucumana se transformara en algo muy superior pero, desde el punto de vista insurreccional, aportó muchos elementos de avance en relación a las anteriores experiencias cordobesas y rosarinas y es, desde ese ángulo, un gran mérito del PCR de Tucumán.

 

El Cordobazo de 1971 fue un dibujo bastante aproximado de una insurrección popular. En el primer Cordobazo la dictadura utilizó para la represión doscientos policías. En el último dos mil quinientos, y en ciertos momentos la reserva de fuerzas policiales alcanzaba solo a cuarenta hombres.

La pregunta sobre la posibilidad de una insurrección triunfante comienza a plantearse en las masas. La necesidad de avanzar en las tareas de preparación  y planificación militar se plantea en forma aguda para el Partido.

En las luchas de 1969-1970 el Partido y las masas han tenido ricas enseñanzas respecto de la utilización de la violencia. Pasando por el primer Cordobazo, semiespontáneo; el Rosariazo; la lucha de El Chocón, donde se amenaza con la violencia para presionar a la burguesía; Perdriel, en donde la violencia se organiza y no se la utiliza como instrumento de presión sino para acumular fuerzas insurreccionales; Tucumán, donde se utilizan barricadas móviles, se combina la lucha de barricadas con la ocupación y defensa de techos, se toman 86 manzanas céntricas, y se organizan  grupos móviles, pequeños, que hostigan al aparato represivo continuamente.

Mientras tanto la dictadura ha perfeccionado el aparato policial y su preparación antiinsurreccional y antiguerrillera.

1971 comienza con la ocupación de FIAT (Córdoba). Es dirigida por el sindicato. Cada delegado dirige su sección. Existe un plan de defensa que es protagonizado por el conjunto de los obreros.

Esta experiencia debe ser analizada junto con otras, negativas, como la ocupación de General Motors en donde la ocupación fue improvisada y la defensa de la fábrica precaria.

En marzo se produce el segundo Cordobazo, analizado extensamente por Nueva Hora, en donde las fuerzas socialistas clasistas y revolucionarias juegan un rol decisivo. La violencia va dejando de ser espontánea para ser dirigida. Aparecen con fuerza las debilidades en el trabajo de preparación militar del Partido en Córdoba que hubiese podido hacer avanzar a las masas a un nivel muy superior en este Cordobazo de haber tenido una organización insurreccional superior para cercar a grupos policiales y desarmarlos, ocupar comisarías y bancos, etc.

La consigna de “armarse y organizarse para accionar contra el matonaje sindical y la represión” es hoy una consigna clave para poder organizar y defender la lucha, en primer lugar, y para avanzar en lo insurreccional organizando destacamentos obreros que serán embriones de las futuras milicias obreras.

En una última asamblea de bancarios las fuerzas clasistas debieron batirse en retirada ante el matonaje de los jerarcas. En cambio, en una gran empresa del Gran Buenos Aires, la preparación meticulosa de la asamblea para tratar el pliego de condiciones a paritarias, ubicando la defensa de los oradores clasistas con grupos de obreros de las secciones a las que pertenecían aquellos, localizando los elementos contundentes que tenían depositados en una sala los matones sindicales, ubicando un grupo armado para defender a los oradores a la salida, preparación que permitió a la agrupación clasista enfrentar a los jerarcas del sindicato exitosamente, es el ejemplo contrario. En el caso de esta segunda empresa la preparación militar es una tarea de la agrupación sindical, que ha ubicado para ello un responsable.

La nueva situación abierta en el país plantea al Partido especiales responsabilidades en el terreno militar. El Partido debió librar una lucha dura contra las tendencias internas que se oponían al camino insurreccional y que con las fórmulas de “partido de los dos brazos”, o “partido militarizado”, o con la subestimación total de lo militar, escondían esa oposición.

La subestimación de la importancia del dominio por el proletariado de la técnica militar, y la falta de audacia para plantear objetivos que permitan a las masas avanzar en la comprensión de la necesidad de su poder revolucionario, y de la construcción de su ejército, nos dificultan aún ayudar al proletariado y a las masas populares a avanzar en su conciencia revolucionaria.

Siendo la insurrección la forma más elevada de lucha del proletariado, la tarea de hacer avanzar a las masas obreras de la violencia espontánea a la violencia dirigida y organizada, del estallido espontáneo a los destacamentos de milicias obreras y populares que harán realidad el ejército revolucionario insurreccional, es una tarea esencial de nuestro Partido, tarea que exige dominar el arte de la dirección revolucionaria de las masas a más de dominar la técnica militar.

 

En lo inmediato el Partido debe eslabonar el crecimiento en los lugares más importantes políticamente del interior con la necesidad de desarrollar la tendencia sindical clasista y el Partido en el proletariado industrial del Gran Buenos Aires.

El retraso de las luchas de la clase obrera del Gran Buenos Aires, con relación especialmente a las del proletariado cordobés, reconoce causas profundas que ya fueron señaladas por nuestro Partido en su Primer Congreso donde también indicamos las condiciones que debían cumplirse para provocar, en la principal concentración urbana de América Latina, luchas de la magnitud de las habidas en Córdoba y Rosario durante 1969 y 1970.81

Esas condiciones para que el proletariado del Gran Buenos Aires abra a la dictadura heridas tan profundas como la que le abrieron los dos Cordobazos, y se transforme en el principal protagonista de la insurrección que la derribe, requieren una condición previa: la existencia de Partido y de tendencia sindical clasista en las aproximadamente treinta empresas que cuando sean fortalezas del proletariado revolucionario permitirán a éste escribir una nueva historia para nuestro país.

Todo el trabajo del Partido debe apuntar a fortalecer la organización sindical clasista y el Partido allí. La experiencia de los 25.000 suspendidos del gremio de la carne, enredados durante meses en la red de los agentes patronales del tipo de Guana y Zorila es ejemplificadora. Imposible derrotar a la “plebeya” a la dictadura sin el proletariado del Gran Buenos Aires, e imposible que el proletariado juegue su rol histórico en nuestro país sin la participación plena de la principal concentración obrera de América Latina.

Aquí se requiere una política. Iniciativas políticas. Pero también está claro que no habrá “genialidad política” que reemplace con ideas lo que debe hacerse con los pies. Y es preciso encarar medidas organizativas para una mejor distribución de cuadros. Pero teniendo claro que la clave orgánica está en el consejo de Lenin: “faltan hombres y sobran hombres”; en la necesidad de trabajar con los miles de activistas clasistas que engendra día a día la lucha de clases en el país.

El llamado de las agrupaciones Primero de Mayo para coordinar la lucha con otras fuerzas combativas del movimiento obrero, puede ser un importante instrumento para acercarnos a muchos cuadros combativos y clasistas de empresa en las zonas del Gran Buenos Aires. Para que nuestro Partido se transforme en la vanguardia de un movimiento obrero del Gran Buenos Aires a la altura de su responsabilidad revolucionaria es preciso batir los lastres tradeunionistas que antes señalamos. Y esto obliga al Partido a un profundo debate interno y a una dura polémica con las corrientes reformistas en el seno del movimiento obrero.

El avance del movimiento revolucionario nos plantea la necesidad por un lado de avanzar con rapidez en la organización de luchas en Rosario, Tucumán, Cuyo, el Sur, el Noreste y especialmente en el Gran Buenos Aires. Esto impedirá a la reacción aislar al proletariado y a los sectores revolucionarios de Córdoba que integran el destacamento de lucha más avanzado  de nuestro pueblo. Por otro lado es preciso profundizar la lucha en Córdoba, asegurando fundamentalmente una dirección clasista en el SMATA, fortaleciendo el polo clasista en todo el movimiento cordobés, garantizando la coordinación de las fuerzas revolucionarias de la clase obrera con las fuerzas revolucionarias de la pequeña burguesía urbana y rural.

En el Gran Buenos Aires la lucha por el “camino cordobés” se transforma en una bandera de lucha.

En el interior, especialmente en Córdoba, es necesario enfrentar las posiciones burguesas y pequeñoburguesas que se apoyan en la falta de lucha en el Gran Buenos Aires para postular posiciones aislacionistas, propias de campanario de capilla de aldea, propias no de las concepciones internacionalistas del proletariado sino de la estrechez de concepciones de la pequeña burguesía.

El movimiento clasista cordobés debe ser concebido como el destacamento más avanzado de una clase nacional, y también debe ser preocupación de ese destacamento el que el proletariado del Gran Buenos Aires -fuertemente aprisionado aún por el aparato sindical del régimen- se incorpore a la lucha con características revolucionarias que enseña el proletariado cordobés.

Nacionalmente el apoyar la lucha cordobesa; la solidaridad con esa lucha: con sus paros, con sus despedidos y sus presos es tarea de honor para el movimiento obrero y en primer lugar para los comunistas.

Uno de los hechos más importantes de 1970 fue la incorporación del campesinado al combate antidictatorial. Se realizaron concentraciones en todo el país que fueron hegemonizados por el campesinado rico y los terratenientes. Fundamentalmente por los terratenientes gracias al apoyo del PC (reformista) al movimiento “Campo Unido”.

Sin embargo algunas de esas concentraciones escaparon al control de los terratenientes y los campesinos ricos, levantaron las reivindicaciones antiterratenientes y antimonopolistas del campesinado pobre y medio. El lugar en el que las movilizaciones del campesinado pobre fueron más importantes ha sido en el Chaco en donde, tanto en la “Marcha del campo sobre Resistencia” como en el “Cabildo Abierto del Agro” fueron abucheados los líderes de la burguesía agraria y se decidió organizar las “Ligas Agrarias”.

También ha habido intentos organizativos y de lucha del campesinado pobre en Tucumán y Salta. Y en Salta, Jujuy, Tucumán y Río Negro luchas importantes de los obreros rurales.

El CC considera que el Partido debe encarar urgentemente medidas para comenzar nuestro trabajo entre el proletariado rural y el campesinado pobre y medio en los lugares fundamentales de concentración de la pampa húmeda y en Cuyo, el Noroeste y el Noreste. Y que a más de dedicar los cuadros necesarios para este trabajo todo el Partido debe trabajar para lograr el apoyo del movimiento obrero y popular a la lucha del campesinado pobre y medio y para organizar la lucha del proletariado rural.

 

La política insurreccional del Partido presupone un trabajo sistemático en el seno de las FF.AA. y hacia las FF.AA. Es imposible pensar en una insurrección triunfante si no se logra que una parte de ellas pase del lado del pueblo y otra sea neutralizada. Esta es una experiencia histórica comprobada en todas las insurrecciones urbanas e incluso en las guerras populares.

Se requiere un trabajo clandestino permanente del Partido especialmente hacia la masa de soldados y también hacia la suboficialidad y la oficialidad. Y un trabajo de todo el Partido y de las organizaciones de masas hacia ellas. Es uno de los puntos nodales que diferencian al reformismo de los revolucionarios y al movimiento obrero revolucionario de las fuerzas revolucionarias pequeñoburguesas.

Como parte de la agudización de las contradicciones que genera el proceso de concentración monopolista se desarrollan tensiones en el seno de las Fuerzas Armadas y represivas que deben ser utilizadas por el movimiento revolucionario, en la perspectiva de la creación, al fragor del combate, del ejército revolucionario, que se basará en las milicias obreras y populares y destruirá las actuales Fuerzas Armadas y represivas de las clases dominantes.

Ante la creciente agudización de las luchas y los choques de clase en el país esta tarea pasa a ser una tarea revolucionaria vital para todo el Partido.

La universidad de la dictadura atraviesa una profunda crisis.

La dictadura pretendió, inicialmente, realizar una transformación de las universidades para adecuarlas a su proyecto global de remodelación estructural y superestructural del país. A la concentración y centralización monopolista y al camino prusiano en el agro correspondía una universidad tecnocrática, empresarial, propia de un país capitalista dependiente, que se articulaba con las universidades privadas y los centros de investigación nacionales y metropolitanos.

Para ello la dictadura liquidó las conquistas democráticas del periodo anterior y pretendió liquidar al movimiento estudiantil, anulando el cogobierno, cerrando sus centros, prohibiendo a la FUA, expulsando a los activistas estudiantiles, e introduciendo la policía en las facultades.

Inicialmente logró una victoria táctica al intervenir las universidades, pero esa fue una victoria a lo Pirro. Al ser desalojado Onganía por la Junta de Comandantes, debió reconocer que “la noche de los bastones largos” fue el principal error de su gobierno.

Subsistieron las viejas contradicciones de la universidad, agravadas, como el aumento poblacional masivo con las frustraciones de la política limitacionista; las estrecheces de los presupuestos magros. Cobraron relieve todas las reivindicaciones democráticas. El nivel profesoral y científico fue reducido a escombros, especialmente en las carreras de ciencias exactas, humanidades y arquitectura.

Así vino a resultar que la dictadura edificó, paradojalmente, una universidad menos idónea que la anterior para la formación de los cuadros técnicos que le exige la Argentina de los monopolios; y en vez de salir de ella profesionales dóciles, aptos para ser asalariados de jerarquía o ejecutivos de los monopolios, salen más y más camadas de profesionales revolucionarios o amigos de los revolucionarios.

Las luchas del movimiento estudiantil -cada vez más ligadas al movimiento obrero, especialmente en el interior- destruyeron plan tras plan. Los planes “duros” del inicio; los “participacionistas” demagógicos de Perez Ghillou; los más audaces de Olsen Ghilardi, no lograron el apoyo estudiantil mínimo para exhibirlo como éxito de la “institucionalización” y los “claustros normalizados” con los que pretendieron superar el periodo de las intervenciones. Sus universidades “autónomas”, con profesores designados en concursos fraudulentos y con rectores digitados, aparecieron claramente como una caricatura.

Y la universidad de la dictadura se precipitó a la crisis; crisis que en ciertos casos llega al caos. Los rectores que designó a dedo, acosados por la lucha estudiantil y el repudio de sectores importantes de los docentes y los auxiliares docentes, se dividen en decisiones tan importantes como la política de los ingresos. La dictadura vacila en removerlos pues son inamovibles por su propia ley. Si regresa a las intervenciones descaradas perderá la ya exigua base de alianzas con que cuenta.

La crisis ha llegado a tal punto que en el último periodo prima en la política oficial un pragmatismo que generalmente contradice el propio plan general de la dictadura. Pragmatismo que tiene en cuenta, fundamentalmente, impedir que el estudiantado juegue, en las coyunturas políticas concretas -como sucedió a fin de año en Tucumán, y durante el verano en Córdoba y en otras universidades- como  punta de lanzas de la lucha antidictatorial.

En el balance general la dictadura ha logrado sin embargo un éxito, que no es de menospreciar, pese a ser precario: la división de la FUA y haber desalojado al PCR de la dirección hegemónica del movimiento estudiantil. Contó para ello con la ayuda -no publicitada como tal pero no por eso menos valiosa- del PC de Arnedo Alvarez y R. Ghioldi.

Este éxito, logrado sobre la base de nuestro déficit de línea y organización en política universitaria, puede ser superado con rapidez si se lucha, partiendo de las propias reivindicaciones de la universidad, como sucede ahora con el problema presupuestario, y de las reivindicaciones políticas candentes, especialmente la libertad de los presos políticos y gremiales, por profundizar la crisis de la universidad de la dictadura, contribuyendo a la agudización de la crisis política y social de la misma, y acumulando fuerzas revolucionarias entre el estudiantado, los auxiliares docentes, profesores e investigadores.

La crisis del contenido de las carreras universitarias reclama de nuestra parte una elaboración urgente y rigurosa de una plataforma de alternativa, específica, que se corresponda con la universidad del pueblo liberado; la universidad de la revolución de liberación social y nacional. Plataforma que no se contrapone con la lucha diaria por las reivindicaciones académicas, sino que permite articular a éstas en una perspectiva política superior.

La crisis de la universidad verticalista de la dictadura se ahonda hasta límites imprevisibles dada la contradicción entre el contenido máximo de su programa de adecuación al proceso de concentración y centralización monopolista, y las alianzas mínimas que logró para realizarlo. Alianzas que ahora se le resquebrajan por efectos de la lucha estudiantil. El “Talón de Aquiles” de la universidad de la dictadura reside en que rectores, decanos y ley universitaria, se asientan en la irrepresentatividad más absoluta respecto de las masas estudiantiles politizadas, radicalizadas revolucionariamente, y de los docentes e investigadores disconformes.

Nuestra consigna de gobierno universitario cobra vigencia en la actualidad, por esta descomposición de la universidad verticalista de la dictadura y por la situación política creada con el nuevo recambio.

 

El CC ha elaborado un informe sobre nuestro trabajo en la universidad que está en discusión en las organizaciones partidarias y en el que se aborda extensamente, y en profundidad crítica y autocráticamente, nuestro trabajo en el movimiento estudiantil. En el mismo ha predominado una desviación oportunista de “izquierda”, cuyas raíces fueron analizadas en el informe del CC del mes de octubre que sentó las bases para la rectificación de la misma. La lucha contra las concepciones militaristas, y contra las concepciones liquidacionistas del grupo que encabezó el ex secretario de organización del sector universitario de la Capital, no fueron enfrentadas desde la Comisión Nacional Universitaria partiendo de la línea partidaria sino desde una línea oportunista de izquierda, espontaneísta. El CC no tuvo suficientemente en cuenta la importancia de esta desviación que impregnó todo nuestro trabajo universitario previo al último Congreso de la FUA, y apremiado por la necesidad de volcar todos los esfuerzos del Partido a arraigar el mismo en la clase obrera delegó la responsabilidad de la política universitaria del Partido en la Comisión Nacional Universitaria.

A los déficits, analizados en detalle en el mencionado informe del CC, se agregaron las bajas sufridas por la represión policial que, en el movimiento estudiantil, centró sus fuegos contra nuestro Partido golpeando a camaradas responsables, dirigentes a la vez, conocidos y queridos, del movimiento estudiantil.

En el mes de octubre el CC abordó la situación elaborando el guión de informe sobre la situación del Partido en la universidad, que permitió para el Congreso de FUA corregir formulaciones erróneas; romper la maniobra del PC reformista que se vio obligado a dividir la FUA, sin aliados, en actitud abiertamente contrarrevolucionaria; reagrupar nuestras fuerzas en el seno del movimiento estudiantil organizado manteniéndonos como la principal tendencia del mismo y como fuerza hegemónica de la izquierda en el seno de la FUA.

 

La clave para que el movimiento estudiantil juegue un papel fundamental como aliado de la clase obrera en el bloque revolucionario que derribe el poder de la oligarquía burguesa terrateniente e instaure el poder popular revolucionario depende principalmente del cumplimiento de la misión del Partido en la universidad. Se requiere un Partido capaz de aplicar nuestra línea entre las masas estudiantiles y de ganar a los mejores luchadores del movimiento estudiantil para el comunismo revolucionario.

Es preciso una transformación radical del tipo de partido con que contamos en la universidad. El izquierdismo espontaneísta deparó una confusión de los distintos niveles de trabajo político. Y educó militantes desvinculados de las masas, que “bloquean” las facultades, malos estudiantes en el sentido comunista de este calificativo -incapaces  de dar la respuesta del comunismo científico a los problemas ideológicos que se debaten en las facultades- y al transformarse en estilo de trabajo formó militantes sectarios, arrogantes y subjetivos. Esto no es igual en todas las universidades del país, y desde ya que en el PCR se han forjado cuadros estudiantiles que han escrito páginas históricas del movimiento estudiantil, pero esas características han impregnado en general al Partido.

La ubicación del rol del Partido en la universidad permitirá atender el requerimiento permanente de gran parte de los estudiantes que buscan una concepción global del mundo, y permitirá librar a fondo el combate político e ideológico que, al no hacerlo el Partido, suele llevar o al abandono del mismo o a la sectarización de agrupaciones y centros.

Actualmente, en nuestro trabajo universitario, predomina la dilución del Partido  y la sectarización de las agrupaciones en las que trabajamos. La ubicación del rol del Partido debe permitirnos luchar por incorporar a las agrupaciones mencionadas y al FAUDI a muchos estudiantes que acuerdan con la revolución popular, agraria, antiimperialista, antimonopolista, con la hegemonía del proletariado en la misma y con el camino insurreccional.

El FAUDI ya tiene presencia política a nivel regional -superada la etapa de suma de agrupaciones de facultad- y nuestro Partido debe pugnar para que se convierta en polo de izquierda en el movimiento estudiantil, polo frente a la pseudo FUA del reformismo y a la derecha partidaria de la “Hora del pueblo” de dentro y de fuera de la FUA.

El PCR lucha por la hegemonía de su línea en el FAUDI. No la impone administrativamente. Lo que no implica el nihilismo organizativo del FAUDI y las agrupaciones, nihilismo que sería totalmente contradictorio con el carácter insurreccional del mismo. El carácter de organización de frente único del FAUDI debe proyectarse a su organicidad regional y nacional.

Nos proponemos cambiar la relación de fuerzas actual en el movimiento estudiantil, frenando, reduciendo y desblocando las fuerzas del PC reformista -aliado a la salida “electoral” de la dictadura y posible aliado de las maniobras institucionalizadoras de ésta en la universidad- desblocando a las fuerzas populistas y forjando la alianza con las fuerzas revolucionarias. Nos proponemos liquidar a la pseudo FUA del PC reformista y recuperar la hegemonía de la izquierda revolucionaria en el seno de la FUA.

Para llevar adelante esto contamos con fuerzas considerables. FAUDI dirige nueve centros estudiantiles de importancia y es minoría fuerte en otros nueve, en donde puede luchar por ser dirección durante 1971.

Partiendo de una situación difícil en la Universidad de Buenos Aires, nos debemos proponer crear organismos únicos verdaderamente representativos.

El calendario de 1971 ofrece dos hitos importantes que serán batallas en la lucha por romper la trampa de las elecciones fraudulentas y continuistas de la dictadura: el Consejo Nacional de Centros y el Congreso Nacional de Estudiantes para octubre.

Nuestra táctica en FUA consiste en constituirnos en el polo opositor de izquierda a la actual dirección, criterio coherente con la táctica seguida en el X Congreso. Para ello es necesario liquidar los restos de ideas infantiles de “izquierda” que rechazan ser “minoría” del reformismo, predicando la soledad de los “puros” que deja a las masas bajo la dirección de los “impuros”. Es necesario superar el hábito del “funcionamiento previo” propio de cuando la orientación del Partido, del FAUDI y de la FUA era una misma cosa y todo se reducía a impulsar por abajo las iniciativas que FUA lanzaba nacionalmente. La situación actual eleva a un plano superior la necesidad de elaborar iniciativas propias que permitan ganar la vanguardia del movimiento.

Ser polo de izquierda en la FUA implica denunciar claramente todo intento de llevar a la FUA a la trampa electoral de la dictadura, y toda conciliación con la pseudo FUA del MOR (Movimiento de Orientación Reformista). Es preciso marcar a fuego ante las masas estudiantiles la traición divisionista del MOR, una de las páginas más negras y abyectas de la historia del PC reformista en el país.

Fortaleciendo al FAUDI desarrollaremos una política de alianzas y acuerdos en la universidad con las fuerzas revolucionarias, política que requiere una aguda lucha ideológica y política. Esa política debe tender, además, a la alianza con las corrientes de izquierda que han crecido en Franja Morada, AUN y MNR, lo que presupone la denuncia del oportunismo de la derecha de Franja, del PSIN y del liberalismo del MNR.

 

El Partido ha retomado el trabajo entre los estudiantes secundarios, a partir de células organizadas en diferentes zonas. El trabajo de coordinación nacional del mismo está en su inicio. Creemos necesario señalar una vez más la importancia del trabajo en este sector juvenil que constituye uno de los destacamentos más numerosos y combativos de la juventud argentina. Trabajo importante, además, para preparar los nuevos relevos para la universidad y para el trabajo en industrias con gran cantidad de personal técnico.

Se ha retomado también el trabajo entre la intelectualidad y los profesionales, trabajo que fue desorganizado por las posiciones militaristas pequeñoburguesas de la anterior dirección del Partido en ese sector. Últimamente ha habido luchas de importancia nacional de esas capas, en alguna de las cuales tuvieron un papel destacado, afiliados de nuestro Partido. Las posibilidades para el crecimiento en esa capa de la población son grandes, dada la influencia del Partido en sectores considerables de la intelectualidad socialista y revolucionaria. La creación de tendencias revolucionarias entre los profesionales o intelectuales que programáticamente sostengan el programa de la revolución de liberación social y nacional, la hegemonía proletaria en la misma y la salida insurreccional puede contar con la participación de sectores importantes, numérica y políticamente.

 

El Partido ha mantenido, con irregularidad y en forma no pareja, el trabajo en villas de emergencia de algunas zonas del Gran Buenos Aires. La irregularidad del trabajo en ellas está íntimamente unida a las concepciones izquierdistas, de tipo “comandistas” que en la práctica niegan el rol de vanguardia del proletariado industrial; concesiones que muchas veces fueron enfrentadas con un “obrerismo” infantil que menosprecia la importancia del trabajo en esos lugares de vivienda obrera, especialmente con las mujeres, y menosprecia la importancia insurrec-cional del mismo. Debiendo el Partido, por un largo periodo, concentrar su trabajo en forma casi exclusiva en las empresas, es preciso tener en cuenta aquellos lugares de vivienda obrera que, por sus características, pueden permitir una labor partidaria con obreros industriales como los de la carne y metalúrgicos, y con obreros de la construcción, y enraizar sólidamente al Partido en las masas obreras de determinadas zonas que pueden ser decisivas para garantizar la hegemonía proletaria en la insurrección armada.

 

IV. Balance de la actividad del Partido

 

El periodo que va desde el Primer Congreso del Partido hasta la primera reunión de la Conferencia Permanente fue un periodo caracterizado por la lucha por poner en aplicación la línea partidaria y poner en marcha a un partido en gran medida frenado por la lucha interna previa a aquel Congreso que, entre otras consecuencias, había afectado gravemente la capacidad operativa del mismo.

La reunión anterior de la Conferencia Permanente cerró una etapa cuyo signo fundamental estuvo dado por el hecho de que el Partido comenzó a centrar el trabajo en la construcción en el movimiento obrero, y balanceó resultados palpables de ese trabajo.

La anterior reunión de la Conferencia Permanente trazó también objetivos y fijó tareas al Partido. El principal de ellos era el de orientarse a romper la trampa que la dictadura montaba a partir del recambio del 8 de junio como tarea estrechamente unida a la concreción práctica de nuestro objetivo insurreccional.

Con esa orientación impulsamos primero la concreción de un plan de lucha del movimiento obrero y popular y luego, en los paros de octubre y noviembre que movilizaron a millones de trabajadores, tratamos de diferenciar un polo de izquierda revolucionaria frente a dialoguistas, participacionistas y reformistas. El Partido tuvo actuación protagónica en la mayoría de los combates que acosaron a la dictadura en estos meses, especialmente en las ocasiones mencionadas, en la lucha popular en Tucumán en noviembre, en luchas estudiantiles como las de Bahía Blanca, San Juan y Córdoba, en la lucha de General Motors y en otras luchas obreras.

El Partido no operó con la rapidez y claridad política necesaria sino a partir del segundo paro general de la CGT. La discusión demostró que se había vacilado en la caracterización esencial que dio la primera reunión de la Conferencia Permanente sobre la línea de la dictadura posterior al recambio. En la medida en que superamos ese error pudimos, en los paros posteriores, hacer aparecer una fuerza de izquierda -de la que nuestro Partido fue fuerza fundamental- que cambió en varios lugares el contenido de las concentraciones citadas por la CGT.

Posteriormente procuramos que la dictadura no tuviese respiro. Tratamos de crearle un “verano caliente” a través de la lucha por los salarios, la participación combativa en los paros de FOETRA y Magisterio, la lucha contra los ingresos en la universidad, y especialmente la lucha cordobesa.

El Partido ha jugado un papel importante. Ha estado en el centro de los acontecimientos políticos que han ido carcomiendo a la dictadura.

Sin embargo, el retraso es muy serio porque debe ser medido en relación con la agudeza de la lucha de clases en la Argentina. El Partido debe llegar a tiempo a la cita histórica con la revolución y para ello debe asumir su responsabilidad de vanguardia. No puede medir su trabajo considerando solo sus fuerzas numéricas sino considerando fundamentalmente su responsabilidad histórica. Por lo demás, partidos que cumplieron su rol de vanguardia en luchas gigantescas, y encabezaron revoluciones, tenían al comenzar esos procesos menos fuerzas numéricas que las que hoy tiene el PCR.

El Partido ha avanzado desde la primera reunión de la Conferencia Permanente. Trabajamos en más de 60 empresas de concentración. Pero el crecimiento allí es débil y desigual. La debilidad del Partido en las grandes empresas metalúrgicas, textiles, frigoríficos, ingenios azucareros y petroleros, es ya una traba concreta a todo nuestro trabajo.

El próximo periodo es un periodo de trabajo intenso en la construcción del Partido. El reclutamiento realizado a fin de año demuestra que podemos rápidamente duplicar nuestras fuerzas y que ese crecimiento puede estar asentado en su enorme mayoría en las empresas de concentración. Ya hay comités zonales del Partido que se han dado planes concretos en esa dirección y han comenzado a realizarlos con éxito.

Esto está relacionado, lógicamente, con todo lo discutido en esta Conferencia, y muy especialmente con la superación de los errores que se han señalado.

El Partido ha entrado en una etapa nueva de su vida. Etapa signada por su consolidación política, orgánica e ideológica, en torno a la línea marxista-leninista aprobada en su Primer Congreso. La etapa que se inicia requiere nuevos esfuerzos y sacrificios de las organizaciones partidarias. Desde su Comité Central a la base. El retraso teórico de los cuadros del Partido -desde su dirección- es muy grande en relación con los problemas que debemos afrontar creadoramente. La experiencia de los últimos diez años en América Latina ha probado que en sus cuadros revolucionarias no “sobraba” teoría, como dijeron las corrientes militaristas. Su fracaso reiterado ha probado lo contrario.

El Partido debe además superar su actual ineficacia en muchos terrenos, lo que obliga a una reestructuración general y a una reubicación de cuadros. Esto exige también elevar la perspectiva política de los comités de zonas que deben superar las tendencias estrechas, de “boliche”, íntimamente unidas al economismo doctrinarista.

El hecho más importante de este periodo es la constitución de la Coordinadora Nacional de Agrupaciones Primero de Mayo en el plenario realizado en diciembre en Córdoba. Ese plenario fue representativo de una tendencia con existencia real en la clase obrera de la que somos parte y animadores permanentes los comunistas revolucionarios.

El otro hecho importante del periodo señalado, en el que nuestro Partido tuvo papel importante, fue la realización del Congreso Nacional de Estudiantes al que nos hemos referido anteriormente.

A partir de la reunión de la Conferencia Permanente se libró una batalla intensa contra el estilo movimientista que primaba en el Partido, y que aún prima en él en tanto el Partido no se asienta fundamentalmente en célulasde empresa y no tiene una composición social predominantemente obrera -de gran industria- que garanticen una ideología y una metodología predominantemente obrera.

Parte de esa batalla fue la lucha por el aumento de la difusión del órgano del Partido Nueva Hora; la colecta para el periódico de fin de año; la planificación y realización de un reclutamiento permanente; la construcción de un aparato militar orientado por nuestra línea política y al servicio de ella, y el inicio de la labor educativa.

En esa batalla conseguimos algunos éxitos importantes. Aumentamos la difusión del periódico (aún débilmente en las grandes empresas y facultades, pero con algunos ejemplos importantes ya de difusión que demuestran que es posible aumentar en mucho la misma en el año 71). Superamos nuestro objetivo de 300 nuevos afiliados y candidatos a miembros del Partido y cumplimos también el objetivo propuesto para la colecta de fin de año. Como resultado de todo esto el Partido se consolidó nacionalmente y mejoró sus posibilidades de trabajo.

Como vimos en el balance de nuestro trabajo universitario y en algunas empresas obreras, y como desprendemos del débil trabajo en las capas medias, especialmente en el campesinado, lo mismo que en la falta de trabajo sistemático hacia las Fuerzas Armadas, el Partido ha sido poderosamente influido por concepciones “izquierdistas” que arrastramos desde hace mucho y que nos impiden avanzar más aceleradamente.

La raíz de las tendencias izquierdistas está en una aceptación formal del tipo de revolución que plantea nuestro Partido. Aceptación formal que luego se contradice con una política de alianzas que no condice con la misma, por cuanto el oportunismo de izquierda, como señalamos en el Congreso del Partido no tiene en cuenta que:

“(…) el único camino que lleva al proletariado argentino al socialismo pasa por hegemonizar la revolución popular, antiimperialista, agraria y antimonopolista, para lo cual el Partido debe trabajar para que en torno a la clase obrera se construya un bloque de clases en lucha por el poder, y que eso presupone agitar y propagandizar entre las masas un programa del proletariado para esa revolución y una política de unidad y lucha con las fuerzas políticas que representan  a las clases y capas que pueden constituir ese bloque de clases. La revolución argentina seguirá caminos que ninguna teoría previa puede prefigurar en detalle. Así ha sucedido en todas las revoluciones. Nadie pudo imaginar en 1903 la ‘originalidad’ rusa de la alianza obrero campesina: el Soviet de diputados, obreros y campesinos que realizó ‘en cierta forma y hasta cierto punto’, como señaló Lenin, la dictadura democrático-revolucionaria del proletariado y el campesinado. Tampoco nadie pudo imaginar la ‘originalidad’ del doble poder en Cuba en 1959. Pero el Partido no debe apostar a una posibilidad histórica. Debe sí construir una política para la clase obrera que acerque el asalto al poder y ubique al proletariado en el centro del proceso revolucionario nacional. Lo que le permitirá aprovechar más la ‘original’ posibilidad histórica de acceso al poder que se cree en el curso de la revolución”.82

Desde ese punto de vista el “izquierdismo espontaneista, al igual que las tendencias economistas en el Partido, han sido estimuladas por la falta de construcción de un centro unitario de carácter insurreccional, con el programa de la revolución popular, antiimperialista, agraria y antimonopolista, que proyecte una política de alternativa y a partir del cual se promuevan incesantemente iniciativas políticas que procuren el acuerdo con fuerzas revolucionarias y el golpear juntos contra la dictadura y las clases dominantes por puntos concretos de unidad.

El objetivo de ese centro unitario, como señaló nuestro Primer Congreso, debe ser la construcción de:

“(…) una política de alianzas estables y, desde ella una política de acuerdos y compromisos de lucha y acción sumamente flexibles en la lucha antipatronal, antidictatorial, antiimperialista, apuntando a transformar la alternativa insurreccional que desarrollamos en centro de un vasto movimiento político revolucionario, que vaya atrayendo a las posiciones del proletariado a las capas y clases que deben integrar el bloque revolucionario y a las fuerzas políticas que las expresan”.83

Es necesario decir que la discusión crítica y autocrítica de esta debilidad de todo el trabajo del Partido no puede hacerse en mejor momento dada la política que sigue la dictadura y la actitud ante la misma de las fuerzas burguesas y pequeñoburguesas. Esa política requiere no solo que el proletariado luche sino también que no sea aislado. Y exige que el proletariado no abandone la lucha política a la burguesía y la pequeña burguesía para limitarse a la mera defensa de sus reivindicaciones económicas.

Esto, a la vez, subraya la debilidad con la que hemos encarado el trabajo entre los estudiantes secundarios. El trabajo en las villas de emergencia, especialmente entre las mujeres, el trabajo entre la intelectualidad y, muy especialmente, el trabajo en el campo. En todos estos frentes deberemos dar batalla, en el periodo próximo, para poder lograr los objetivos políticos que nos proponemos.

Desde ya que nada de esto significa perder de vista el objetivo de concentración del Partido en el proletariado industrial, objetivo que será eje de nuestro trabajo por un largo periodo.

 

A partir de estas consideraciones podemos ubicar los objetivos actuales del Partido en el terreno organizativo y militar.

Actualmente el Partido trabaja hacia las empresas de concentración apoyándose en algunos cuadros. El Partido no basa todo su trabajo en las células de empresa. Es conocido que fue en este punto en el que el reformismo dio su batalla más empecinada para impedir que los nacientes partidos comunistas de la década del veinte se transformaran en verdaderas organizaciones revolucionarias del proletariado. Inevitablemente esta batalla no resuelta a favor de los principios leninistas de organización revirtió luego en política. El tradicional argumento de que lo fundamental en esto es la política deja de serlo cuando pasado cierto tiempo no se logran pasos importantes; en tal caso el argumento se transforma en pretexto para encubrir otra política organizativa que a su vez es expresión de una desviación política que se está generando con ropajes de izquierda o derecha pero inevitablemente oportunista.

Debemos darnos un plan de crecimiento a fin de año pero fundamentalmente el periodo que se inicia deberá ser el periodo de la lucha inflexible por arraigar al Partido a través de sólidas células en las grandes empresas del proletariado industrial. El comunismo revolucionario es el partido político del proletariado industrial y si no se arraiga en él perderá su razón de ser.

El trabajo militar del Partido, ante los grandes choques de clase que se aproximan, deberá orientarse fundamentalmente a teñir todo el trabajo político y organizativo del Partido para que el mismo genere la organización revolucionaria de las masas. La agitación, la propaganda, la organización, las consignas, la constitución de organizaciones especiales de lucha (comandos), la organización de la violencia de la clase obrera y el pueblo contra la represión estatal, patronal, el matonaje y las organizaciones paramilitares de la reacción, debe estar orientada por ese objetivo que permitirá organizar, en el momento posible y correcto, las milicias obreras y populares. Todo nuestro trabajo de masas -incluido el militar-  debe procurar que las masas procesen políticamente hacia la salida insurreccional.

La preparación militar del Partido para estar en condiciones de ayudar a las masas a avanzar en su organización revolucionaria es entonces la tarea central actual en el terreno militar del Partido, a más de la preparación de la infraestructura necesaria para la insurrección armada.

 

Un éxito importante del Partido ha sido el descubrimiento y expulsión del grupo fraccional en descomposición política y moral que orientaba el ex secretario de organización del Sector Universitario de la Capital. El Partido conoció sobradamente sus teorías y opiniones, al menos en lo que era responsabilidad del Comité Central, puesto que, como señalamos en la primera reunión de la Conferencia Permanente del Partido la característica de este grupo era atacar a la línea del Partido desde distintos ángulos de tiro. Hoy militarista, mañana trotsquizante, luego reformista de derecha, etc.

Se comprobaron actividades fraccionales, vinculación con el hampa, transmisión de secretos partidarios y, en algunos casos, debilidad ante la policía.

¿Por qué decimos que el desenmascaramiento de esas actividades fraccionales ha sido un éxito del Partido? Porque en el transcurso de la investigación han aparecido las puntas de los hilos que llevan a una red provocadora que ha estado actuando desde hace tiempo contra el Partido. El que un hecho fortuito nos haya puesto delante de las actividades de ese grupo -que tiene una enorme responsabilidad en la situación actual del Partido en la Universidad de Buenos Aires- es un alerta serio para nuestras organizaciones, y una demostración que la vigilancia revolucionaria no es una práctica permanente en las mismas; tan importante como la aplicación de la línea y la democracia partidaria dado que nada de esto es posible si no se practica aquélla consecuentemente. Otra demostración más de que la lucha revolucionaria no es un baile de salón y que existen instrumentos mucho más refinados que la represión directa para destruir una organización revolucionaria.

 

V. Una gran responsabilidad revolucionaria

 

1970 fue el año que vio consolidarse nacionalmente y comenzar a crecer una corriente comunista revolucionaria. La fusión de las ideas del comunismo revolucionario con su portador histórico, el proletariado, comenzó a ser mensurable. Fusión pequeña, pero que fue también detectada por el enemigo de clase.

Eso es lo nuevo, lo que tenderá a desarrollarse en la política argentina, en el marco de un combate mundial entre reformistas y revolucionarios.

Lo que falta para que el PCR sea vanguardia real del proletariado argentino es gigantesco. Pero lo creemos posible y trabajaremos sin desmayos para hacerlo realidad. Muchos de los que hace tiempo nos extendieron partida de defunción, o son ya cadáveres sepultos o insepultos de la política argentina, o deben anular en la práctica esa partida de defunción que fue solo expresión de sus deseos y exagerada confianza en el poder de ciertos aparatos. Esto ha pasado con los falsos comunistas de la camarilla dirigente del PC (reformista) y con fuerzas burguesas.

Para transformar nuestros deseos en realidad debemos convertirnos en un partido enraizado en las grandes empresas obreras y en los centros decisivos del agro y los centros de estudio. Un partido con miles de militantes.

De allí la importancia del crecimiento del Partido en este periodo. Lo que plantea elevar a un plano superior el trabajo partidario. Hemos dado un golpe serio a quienes pretendieron reducirnos a un grupo militarista, al margen  del proletariado o a una secta trotsquizante. Ese golpe fue un duro golpe para el reformismo internacional, en primer lugar, porque él pertrechó y organizó todo un trabajo en esa dirección. Pero la lucha interna en ese sentido, entre las tendencias pequeñoburguesas revolucionarias y reformistas que surgirán inevitablemente en nuestro Partido, una y otra vez, y la tendencia para constituirnos en el partido del proletariado revolucionario, será aún larga y dura.

Enfrentamos ahora el montaje por la dictadura de una trampa que no subestimamos tácticamente aunque conocemos que quienes la montan están condenados por la historia. Y no la subestimamos porque siendo su objetivo fundamental aislar al proletariado revolucionario y a las fuerzas revolucionarias de la pequeña burguesía, cuentan a su favor con la incipiencia de la organización marxista-leninista de la clase obrera.

A nuestro favor tenemos la situación de auge revolucionario que estremece a los países del Cono Sur de América Latina y muy especialmente a nuestro país. Y la elevación de la actividad reivindicativa y política del proletariado argentino. Y una situación internacional en la que crecen las fuerzas revolucionarias y una honda crisis socava al reformismo.

El PCR tiene una gran responsabilidad revolucionaria. No solo ante la clase obrera argentina. Debe retomar las banderas revolucionarias del Che Guevara y las banderas inmortales del marxismo-leninismo abandonadas por muchos que se presentaron como susabanderados, y llevarlas al triunfo en un nuevo periodo histórico.

 

37Conferencia Permanente del PCR, agosto 1970. Ver este tomo,  pág. 34.

38Declaraciones de Pham Van Dong al diario Le Monde. (Le Monde Hebdomadaire del 3 al 9  de diciembre de 1970).

39 “El rey Hussein ha decidido liquidar la resistencia palestina no tanto en> razón de nuestra hostilidad a todo arreglo pacífico con Israel como porque nosotros hemos creado un poder paralelo que amenaza la existencia del trono”. Así declaró M. Aboud Iyad, dirigente de El Fath ante la agresión de las tropas de Hussein. Le Monde (Hebdomadaire Nro. 1154).

40El 2 de diciembre se anunció la constitución para fines de ese mes del previsto holding Citroen-Fiat con el nombre de PAREDI. El holding estudia planes> industriales y comerciales para España, Argentina, Irán y Africa del Sur. En octubre firmaron un “contrato de cooperación” los bancos: Credit Lyonnais de Paris y el Commerzbank de Dusseldorf que los constituye en el quinto grupo bancario del mundo. Este acuerdo es el primer paso a la formación de un grupo bancario multinacional al que se espera atraer a bancos ingleses. Su objetivo: enfrentar la penetración yanqui en Europa y competir con ella en Sudamérica, Sudáfrica y Japón. Es conocido el acuerdo Dunlop-Pirelli que constituyeron un holding para enfrentar la competencia de los gigantes yanquis del neumático.

41Un ejemplo de esa acrecentada agresividad del imperialismo yanqui lo da su reciente campaña militar en Laos, enfrentada heroicamente y derrotada por las fuerzas guerrilleras del Pathet Laos. Esa agresividad del imperialismo debe ser permanentemente denunciada por nuestro Partido y por las fuerzas revolucionarias y suscitar la réplica inmediata de las masas populares, que deben comprender que la lucha contra el imperialismo es una sola en todo el mundo y no reconoce fronteras sino distintos frentes de lucha.

42Decimos “máximo responsable” no porque olvidemos que quien decidió esa política fue el PCUS, y no el PC de la Argentina, sino porque éste fue el encargado principal de ejecutarla. Por eso Monje discutió en Buenos Aires, previamente, su entrevista con el Che.

43La declaración de apoyo al Frente Amplio de los Tupamaros es claramente> ejemplificadora de esa línea. De una línea que no procura apoyarse en la clase de vanguardia y evita el combate ideológico y político con el reformismo. Esto que para Debray sería uno de los mayores méritos de los Tupamaros es en realidad el Talón de Aquiles de ese movimiento. En la declaración  citada se aclara que las diferencias que existen entre las organizaciones de izquierda son diferencias de “método”. Así señala: “Pero aunque la lucha ha sido dramática como nunca lamentablemente ha habido diferencia metodológicas y hemos presentado un frente desunido” (el subrayado es nuestro). E insiste luego: “Mantenemos nuestras diferencias de métodos con las organizaciones que forman el frente y con la valoración táctica del evidente objetivo inmediato del mismo: las elecciones”.

44Ver reportaje a Manrique en Siete días, Nro. 193, enero de 1971.

45Editorial de La Nación, 4/3/71.

46Primera Plana, 30/3/71.

47“Aquí la violencia no está generalizada, pero sus brotes y su gimnasia se realizan todos los días y en casi todas partes (…) Esto es un simple paso antes de la guerra (…) ésta ya no es una lucha de partidos ni de hombres, a la vieja usanza, sino un enfrentamiento de sistemas excluyentes y que, del otro lado de los partidos, incluyo hasta los comunistas, está la violencia, ‘los Tupamaros’ que existen en todas partes, todo eso que es disconformismo destructor y que no puede ofrecer el reemplazo para todo lo que se quiere destruir”. Declaraciones a Primera Plana de Carlos E. Aguinaga, 30/3/71.

48Ver La Razón, 15/3/71.

49La impopularidad de la dictadura, según el dirigente conservador Aguinaga, “es el signo del fracaso”. Y agrega: “Fracaso. Hay que repetir la palabra para que penetre”. Lo que preocupa dado que: “Hay un gran sector que no va a tener tiempo para explicar los hechos honrados de su vida (…) cuando tengan que afrontar los desbordes o cuando ya estén teñidas en sangre las sábanas de sus camas”. De ahí la justificada necesidad que tuvieron las clases dominantes para apresurar el recambio de Levingston por Lanusse. Ver Primera Plana, 30/3/71.

50Ver al respecto las Tesis para el Primer Congreso del PCR. Textiles, alimentos y bebidas absorbieron en el periodo 1937-39/1948-50 el 42% del aumento del valor agregado industrial. Ver Estrategias de industrialización para la Argentina, Edit. del Instituto Di Tella, página 31.

51Ejemplo de esa crisis es el problema de las carnes. Hace años se resquebrajó en nuestro país el frente de los frigoríficos extranjeros con los invernadores que permitió a ambos, desde 1923, controlar la industria argentina de la carne. Desde el gobierno de Onganía la dictadura no acierta a resolver este problema en una forma que no quiebre totalmente el bloque de las clases dominantes. Golpea sí a las masas trabajadoras, pero sigue sin dar una salida definitiva a ese problema. Otro ejemplo es la agudeza de la contradicción del interior con el Gran Buenos Aires, que replantea la importancia del federalismo hoy totalmente negado. Esta contradicción se da sobre la base de la crisis de varias economías regionales. Otro ejemplo es la crisis de la política de la dictadura en la universidad.

52Conferencia Permanente del PCR, agosto 1970. Ver este tomo, pág. 29.

53En esto no reparó el Dr. Oscar Alende cuando hizo declaraciones luego de entrevistarse con Levingston. En esas declaraciones denunció una “conjura” de los monopolios internacionales “contra el gobierno” (sic) y, al mismo tiempo, recordó haber tenido la oportunidad “y hasta me atrevería a decir el privilegio”, señaló, de haber aprobado por minoría la ley peronista de Radicación de Capitales Extranjeros, dado que reconoce: “las funciones que le competen al capital extranjero”. No habla de las concesiones que hizo a ese capital extranjero el gobierno de la UCRI del cual él fue parte. Se puede decir: “aquellos polvos trajeron estos lodos”.

54Conferencia Permanente del PCR, agosto 1970. Ver este tomo, pág. 13.   55 “El origen de los recursos que los conglomerados norteamericanos han utilizado para sus inversiones en América Latina, en el periodo que va del año 1958 a 1964, se discrimina de la siguiente manera: el total de la inversión asciende a 4.310 millones de dólares, de los cuáles tan solo 815 millones de dólares son genuinos, traídos de los EE.UU., el resto de las inversiones las han realizado captando el ahorro nacional de los distintos países en los que operan”. (Alternativas, Nro 41, pág. 9). Ver además “La inversión extranjera en el subdesarrollo latinoamericano”. André Gunder Frank “Pensamiento crítico”. Ver Documentos aprobados desde la ruptura con el PC revisionista hasta el Primer Congreso del PCR. 1967/1969, págs. 298, 299 y 300.

En el discurso ante la asamblea general de la Cía. Italo Argentina de Electricidad dijo el Dr. Soldati: “Si bien en las últimas décadas la inversión privada internacional ha sido mayor que nunca, ha ido principalmente de un país desarrollado a otro país desarrollado, lo que ha fortalecido las economías que ya eran fuertes”. Señaló además que la ayuda de los EE.UU., Gran Bretaña y el Mercado Común Europeo para subsidiar su producción agrícola-ganadera es aproximadamente un 50% más que la ayuda prestada al conjunto de los países subdesarrollados. Ayuda que, aclaró, no es gratuita por cuanto “buena parte de los fondos retorna a los países de origen para el pago de exportaciones o servicios financieros”. La Prensa, 1/4/70.

Según informes oficiales de los EE.UU. las nuevas inversiones de capital norteamericano en nuestro país entre 1966 y 1969 alcanzaron a 110 millones de dólares y las remesas de beneficios desde la Argentina a 350 millones de dólares. La Razón, 5/8/70.

56Se les ha entregado yacimientos petrolíferos y zonas para explorar y explotar, en condiciones leoninas según la nueva Ley de Hidrocarburos, sobre una extensión de 129.000 km2 suman 17 las concesiones otorgadas a compañías petroleras extranjeras, integrantes del cartel internacional de petróleo. Levingston que pretendió antes de caer disfrazarse de “antiimperialista”, apenas subió a la presidencia autorizó tres nuevas concesiones en el Sur.
Es conocido que YPF está obligado a dejar parte del mercado interno al cartel internacional y a pagar por el petróleo que producen esas compañías precios hasta tres y cuatro veces mayores al costo de producción en boca de pozo.
Las ventas de las filiales norteamericanas dedicadas a la actividad industrial en nuestro mercado interno aumentaron en un 50% entre 1966 y 1969. Operan 20 bancos extranjeros que controlan el 50% de los depósitos particulares. (Ver La Razón del 5/8/70) El caso más típico de vaciamiento de empresas es el de la compra de los frigoríficos Swift-Armour por Deltec. Estos frigoríficos llegaron a deber, en dos años, cerca de 30 millones de dólares a la propia Deltec y 10 millones a proveedores y acreedores. En ese momento Deltec amenaza con la quiebra para forzar el pago de esas sumas por el Estado. Comienza entonces una feroz lucha intermonopolista entre Deltec, por un lado; y Swift Internacional, el grupo ligado al Vaticano: Unilever (Salimei), y la oligarquía terrateniente argentina, por otro, para dar una u otra solución al problema. Ninguna en beneficio real del proletariado de la carne y los ganaderos pobres y medios ni tampoco en beneficio de un desarrollo tecnológico y productivo de la industria de la carne.

57Ernesto Che Guevara, Escritos económicos, Edit. Pasado y Presente, págs. 144, 146, 147, 155 y 158.

58“China, brecha tecnológica y burocracia”, Fernando A. Milia, La Nación, 1/9/70.

59A mediados de marzo se repartió en barrios habitados por oficiales del Ejército en Córdoba un volante anónimo sobre “la traición del Gral. Carcagno”, que denuncia, despechado, a ese general “con pinta de cocoliche” que engañó con su “salida” y postura “nacional y popular” a mucha gente en Córdoba. Incluso a oficiales con inquietudes de la IV Brigada de Infantería y de la Guarnición Aérea  que fueron trasladados y retirados luego que confiaron en el “populista” converso, Carcagno.

60“El desarrollo de industrias básicas y la sustitución de importaciones”, Aldo Ferrer, en Estrategias de industrialización para la Argentina, Edit. del Instituto Di Tella, pág. 488.

61Idem, pág. 488.

62Alternativas, Nro. 41, pág. 32.

63Primera Plana, 30/3/71.

64La Razón,1/10/70, pág. 9.

65Panorama, Nro. 176..66 Ver el “memorándum” de los mandos del Tercer Cuerpo de Ejército en Prensa Confidencial, Nro. 148.

67Conferencia Permanente del PCR, agosto 1970. Ver este tomo, pág. 19.

Dijo La Razón  el 17/9/70: “Por lo pronto, hay una tendencia según la cual el gobierno de la Revolución Argentina se fijaría un programa en lo económico y lo social, sobre todo, que debe ser desarrollado en 10 años por las autoridades constitucionales. Esto significaría, en la práctica, un acuerdo previo con los sectores políticos sobre los objetivos básicos”. Al conocerse las propuestas de plan político del Ejército, Marina y Aeronáutica dijo La Razón: “Las tres armas descartan la perspectiva de un partido oficialista o gubernamental.” Ver La Razón del 3/12/70, “Novedades sobre el plan político”.

68 Reportaje a R. Ghioldi en Panorama Nro. 188. Al respecto es sugestivo, o mejor dicho, demostrativo, el programa aprobado por el “Encuentro de los Argentinos” que no plantea como primer punto el derrocamiento de la dictadura sino “la instalación de un nuevo poder provisional constituido por representantes de todas las fuerzas civiles y militares opuestas a la  política antinacional de la dictadura”. El 21de marzo el Encuentro de los Argentinos por intermedio de su Junta cordobesa mostraba la hilacha diciendo: “quienes han fracasado en más de cuatro años de gobierno deben comprender que un solo camino queda para la pacificación de la República. Restituir el poder al pueblo”. (El subrayado es nuestro) Sobre cómo se “instalaría” ese nuevo poder solo se encontrará en las resoluciones de dicho encuentro frases vagas que aluden a la “unidad de acción” y toda esa terminología que como señalaba Lenin es común en los reformistas para no usar la palabra “revolución”. Ver V. I. Lenin, O.C., tomo XLIII, pág. 386.

69Ver dicho programa en Alternativas. Nro. 42, págs. 6, 7 y 8.

70Ver ponencias y despachos del Congreso Nacional de la Economía de la CGE, mayo-octubre, 1970.

71La preocupación por esta cuestión obliga a la dictadura a reinstalar a San Sebastián en la Secretaría de Trabajo. Hombre de los monopolios conectado a los servicios de inteligencia del imperialismo, San Sebastián es, como señaló uno de sus mantenidos en el movimiento obrero, Patricio Datermine: “unhombre que tiene oficio en estos menesteres.”

72La Nación, 4/4/71.

 73Clarín, 4/4/71.

74“SITRAC-SITRAM llaman a continuar la lucha”.

75Ver Primer Congreso del PCR. Resolución política, en Documentos aprobados desde  la ruptura con el PC revisionista hasta el Primer Congreso del PCR, 1967/1969, págs. 356 y 357.

76V. I. Lenin, “La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo”, O. C., Tomo XXXI, págs. 58 y 59.

77V. I. Lenin, O. C., tomo XXXI, pág. 29.

78Panorama,  Nro. 190.

79Cuadernos Rojos, Nro. 2, pág. 13.

80Primer Congreso del PCR en Documentos aprobados desde la ruptura con el PC revisionista hasta el Primer Congreso del PCR.1967/1969, págs. 289, 290, 291 y 292.

 81Primer Congreso del PCR,  en Documentos aprobados desde la ruptura con el PC revisionista hasta el Primer Congreso del PCR. 1967/1969, págs. 289, 290, 291 y 292.

82Primer Congreso del PCR, en Documentos aprobados desde la ruptura con el PC revisionista hasta el Primer Congreso del PCR. 1967/1969, pág. 387.

83Idem,  pág. 356.