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04 de enero de 2012


Documentos Segundo Congreso del PCR. Balance

Documentos del PCR / Tomo 2

Capítulo I

 

1. El PCR y su desarrollo

En 1972 el PCR realizará su Segundo Congreso. A pesar de los embates del enemigo de clase, y de las provocaciones del reformismo, una corriente comunista revolucionaria se ha comenzado a desarrollar en el movimiento obrero argentino. Y el PCR se ha constituido en un partido marxista-leninista, auténticamente comunista, posibilitándose así la resolución del principal problema subjetivo de la Revolución de Liberación Social y Nacional.

-Uno de los rasgos que ha caracterizado la historia partidaria desde sus primeros momentos ha sido el esfuerzo permanente a partir de la teoría marxista-leninista, por responder a los requerimientos revolucionarios del proletariado, por analizar nuestra realidad nacional e internacional, y por aprender de las experiencias de las masas obreras y populares. Esta ha sido una de las fuentes principales de su desarrollo.

-En efecto, a comienzos de la década del 60, importantes acontecimientos nacionales e internacionales repercutieron en las filas del viejo PC.

El proletariado argentino desarrollaba intensos combates de clase e influía en las luchas de vastos sectores populares contra las consecuencias del proceso de concentración y centralización monopolista apuntalado por el frondizismo. La política del PC era impotente y castradora del proceso de radicalización política que se operaba en las masas. La crisis de dicha política era consecuencia y empalmaba con la profun-dización de la crisis del reformismo a escala internacional. Comenzaba a conocerse públicamente el enfrentamiento al revisionismo del PCUS por parte del PC de China, el triunfo de la Revolución Cubana ponía al descubierto el oportunismo de los PC latinoamericanos a la vez que despertaba el entusiasmo revolucionario en el continente. Las viejas estructuras del PC y de la FJC crujieron. Intentos de discusión política fueron frenados y dispersados administrativamente. Paralelamente se comenzaba a vislumbrar una corriente estudiantil universitaria que pugnaba por dar respuesta a un desarrollo revolucionario de su actividad dentro y fuera del PC. En este periodo se comenzó a gestar “inconscientemente” el PCR.

Los años siguientes hasta 1966/67 fueron de búsqueda y experiencia política y práctica. La lucha heroica del pueblo vietnamita desconocida por la política del XX Congreso y la crisis de los cohetes de Cuba, puso al rojo vivo la agudeza de la crisis del reformismo internacional.

Aquel espontáneo temblor subterráneo que pudo alcanzar a percibirse en la preparación del XII Congreso del PC y el VIII Congreso de la FJC, en las discusiones desarrolladas en el movimiento estudiantil en ocasión del enfrentamiento entre Azules y Colorados y ante la asunción del gobierno de Illia, iban a eclosionar en ruptura abierta con la línea del PC.

El proceso de concentración monopolista entró en una nueva etapa con la dictadura de Onganía en 1966. La superexplotación de la clase obrera y la expropiación de las capas medias provocaron luego de relativa calma las históricas luchas de 1969, que cambiarían el espectro de la situación política argentina.

A partir de la heroica guerra de liberación del pueblo vietnamita y de las derrotas sufridas allí por el imperialismo norteamericano, se comienza a revertir la situación internacional existente a mediados de la década del 60.

El desarrollo exitoso de la Revolución Cultural Proletaria china; el Che Guevara, que dejaba Cuba para abrir un nuevo camino revolucionario en América Latina; el Mayo francés, que le daba nueva vida al comunismo revolucionario de la Comuna de París, y del Octubre rojo, y la crisis checoeslovaca, fueron acontecimientos que ubicaron la crisis del revisionismo nacional e internacional ante los ojos de millones. En ese momento nace el PCR y se encamina hacia el Primer Congreso. Como todo organismo que nace, estuvo muy lejos de ser totalmente consciente de los procesos que operaron en su gestación y de las urgencias revolucionarias que de él requería el proletariado argentino.

A partir de dicho momento se expresó internamente, de arriba a abajo, con mayor nitidez, lo que era ya una realidad en la escena política nacional e internacional. La lucha entre las expresiones ideológicas y políticas de dos clases por hegemonizar el proceso revolucionario, por llenar el vacío político abierto por la crisis del reformismo: el proletariado y la pequeña burguesía. Esta lucha, que conmovió a todo el Partido, fue particularmente compleja dada la composición social predominante no proletaria del Partido, el escaso nivel teórico de la mayoría de los afiliados y la ingenuidad política con que abordó el trabajo de provocación desarrollado por los aparatos del enemigo de clase y del revisionismo.

El inicial periodo de análisis crítico a los resabios reformistas, arismendistas, dio paso a un periodo de aguda lucha interna contra quienes pretendieron transformarnos en una secta doctrinaria trotsquizante o un aparato militar apto para transitar el camino de la guerrilla urbana. El Cordobazo creó las condiciones para el triunfo de la línea proletaria revolucionaria en el Partido, que había tenido en el Informe de noviembre de 1968 un antecedente relevante.

El Primer Congreso fijó posición acerca del tipo de revolución y aprobó los Estatutos y las Bases para elaborar el Programa del Partido. Analizó en profundidad la incapacidad oligárquico burguesa para lograr un desarrollo decisivo de las fuerzas productivas, la política de la dictadura, de los partidos burgueses, en especial del populismo de izquierda, y fundamentalmente las enseñanzas de las luchas de mayo, junio y setiembre de 1969. Es que objetivamente las victorias relevantes de la Revolución Cultural china, el Mayo francés y el Cordobazo habían puesto a la orden del día el análisis del nuevo periodo de auge revolucionario a escala mundial, el papel del proletariado internacional en el mismo y la necesidad de construir verdaderos partidos revolucionarios del proletariado para impulsar los combates populares hacia la victoria. El Primer Congreso significó el fin de una etapa en la vida partidaria. La etapa del surgimiento y definición de su línea política y de sus fundamentos esenciales.

En el último periodo el PCR se ha homogeneizado alrededor de las resoluciones y la línea política aprobada en el Primer Congreso. Se ha consolidado política y orgánicamente y ha comenzado a desarrollarse el comunismo revolucionario en el movimiento obrero y en algunas de las  principales empresas de concentración. En Argentina, recogiendo las mejores tradiciones de lucha del aguerrido proletariado ha surgido una profunda corriente clasista revolucionaria que tuvo en el programa aprobado por los obreros de SITRAC-SITRAM su expresión avanzada. Como lo analizan las bases de discusión hacia el Segundo Congreso, sobre política nacional, en estos dos años transcurridos desde fin de 1969 se ha profundizado el proceso abierto por el Cordobazo. Onganía y Levingston han quedado en el camino. La dictadura ha debido cambiar su libreto. La política aprobada en el Primer Congreso ha pasado la prueba de la práctica. Nuestro Partido se ha esforzado por impulsar las luchas obreras y populares por un camino revolucionario, insurreccional liberador. Para ello ha debido librar una aguda lucha teórica y política contra el reformismo y el revolucionarismo pequeñoburgués. Es en dicho proceso que el Partido ha desarrollado su propia línea política y se ha desembarazado a su vez de las incrustaciones de línea propios del revolucionarismo pequeñoburgués, existentes aún en el momento del Primer Congreso.

Con una rica experiencia, con la necesidad de analizar los pasos dados, con sus aciertos y errores, el PCR encara fortalecido el Segundo Congreso. Tiene planteada ante sí la responsabilidad de impulsar a la clase obrera argentina y a las masas populares a lograr la derrota del GAN en camino hacia la insurrección armada de todo el pueblo y la concreción de la Revolución de Liberación Social y Nacional; tiene ante sí la inmensa tarea de constituirse en el gran partido de vanguardia que el proletariado argentino requiere para garantizar el triunfo de sus objetivos históricos, el socialismo y el comunismo.

Capitulo II

2. La situación en diciembre 1969. El Primer Congreso. Junio 1970

En diciembre de 1969 se realizó el Primer Congreso del PCR. Las luchas de ese año habían conmovido hasta sus cimientos a la dictadura de Onganía. La práctica había confirmado que las medidas que ésta había adoptado desde 1966 destinadas a acelerar el proceso de concentración y centralización monopolista y adecuar al mismo el aparato del Estado y el conjunto de las instituciones políticas, jurídicas y sociales, habían creado un polvorín de descontento popular bajo sus pies. Las históricas jornadas de lucha de mayo, junio y setiembre, y en especial el Cordobazo, habían prefigurado en la mente de las masas obreras y populares el camino revolucionario insurreccional para acabar no solo con la dictadura de Onganía sino con el propio régimen capitalista dependiente en el país. Las masas habían comenzado a experimentar que la única manera de acabar con el Estado de las  clases explotadoras es con la revolución violenta. Aparecieron nuevas formas organizativas aptas para la lucha en las empresas y surgieron embriones de milicias obreras y populares. El proletariado había demostrado el enorme potencial revolucionario que atesora en sus entrañas y que era la clase social sobre la que recaía la responsabilidad decisiva en el logro de las metas liberadoras y el papel hegemónico en el proceso revolucionario popular. Las luchas habían comprobado la profunda radicalización de las masas estudiantiles en todo el país. Los partidos burgueses compartían sorprendidos el temor del imperialismo y la oligarquía burguesa terrateniente y junto al reformismo, comenzaban a ofrecerse como alternativa frente a la “violencia y el caos”. Las jerarquías sindicales habían sido desbordadas y con ello se profundizó el vacío de dirección existente. No obstante las luchas de 1969 pusieron de manifiesto una debilidad seria en la participación del Gran Buenos Aires, y sobre todo, la existencia de una contradicción entre la combatividad y la revolucio-narización de las masas y el retraso en la contribución de la vanguardia marxista-leninista. Es en estas condiciones que el 1° Congreso afirmó:

“En esta situación de auge revolucionario, de ascenso de la lucha de masas, se van creando las condiciones para derribar a la dictadura de Onganía”.

En la línea de acumular fuerzas para la insurrección armada que im-ponga un gobierno popular revolucionario, es preciso acosarla, no darle tregua, elevando el nivel de las luchas y su organización en una perspectiva insurreccional; contribuir a desatar las luchas y transformarlas en profundas heridas en los mecanismos de “consenso” creados por el sistema capitalista-dependiente.

Lo que impone, para profundizar las luchas en esa dirección, un rápido crecimiento en influencia y organización del Partido, en el proletariado industrial.

“¿Qué se requiere para que el proletariado sea la fuerza decisiva de una insurrección triunfante?
“Se requiere que posea una fuerte organización revolucionaria. Que posea un partido proletario por sus objetivos, por su teoría, por su arraigo en la clase, por su composición social predominante. Un partido marxista-leninista, un Partido Comunista Revolucionario.
“Ese partido debe ser capaz de trabajar para orientar y dirigir a las masas obreras; capaz de trabajar para crear una crisis política nacional que afecte a los de ‘abajo’ y a los de ‘arriba’, y capaz de dirigir política y militarmente la insurrección.”112

Luego del Cordobazo también las clases dominantes tomaron conciencia, del tremendo odio popular que habían despertado sus medidas. Otorgaron algunas concesiones mínimas, manteniendo el rumbo fundamental de su política. Y elaboraron o aceleraron planes destinados a capear el temporal en tanto resolvían, entre ellas, el futuro rumbo económico y político del país.

Crearon instrumentos especiales destinados a estudiar y resolver las medidas concretas, económicas, sociales, represivas, ante cada conflicto o situación riesgosa para impedir que las mismas se profundizaran o extendieran.

Aceleraron los trabajos para montar una CGT participacionista y elecciones similares en la universidad.

Reforzaron y mejoraron todo el aparato represivo, afinando los instrumentos de penetración y persecución de las fuerzas de izquierda y la preparación de las fuerzas policiales y militares para la represión en las ciudades y la lucha antiinsurreccional.

Por otra parte Onganía, para ganar tiempo, pretendió crear la imagen de un presidente neutral entre las dos grandes corrientes oligárquico-burguesas del país -nacionalistas y liberales- capaz, por lo tanto, de garantizar el “juego limpio” que permitiera a ambas definir el futuro político y económico.

Pero contrariamente a las previsiones de la dictadura, el verano de 1970 se transformó en un verano caliente. Se reiniciaba un proceso ascendente de luchas que en mayo y junio tuvieron su mayor expresión, y en el proletariado cordobés, nuevamente, a su principal protagonista. Igualmente las masas estudiantiles se pusieron en movimiento a partir de la lucha contra los ingresos e hicieron del mayo de 1970, junto a los obreros, un mes memorable por sus luchas combativas. Estas provocaron el recambio de Onganía.

En efecto, en diciembre la lucha desatada en el Banco Nación en Buenos Aires por aumentos de salarios y cobro del aguinaldo, obliga a renunciar al cuerpo de delegados generales abiertamente propatronal. Se elige un cuerpo provisorio representativo. La Asociación Bancaria interviene el organismo y llama a elecciones para febrero. El cuerpo provisorio acepta colaborar y se agudiza la lucha en su seno.

A principios de año se lanza la histórica huelga de El Chocón y se desata la lucha en Los Ralos en Tucumán. Los obreros, luego de una asamblea, marchan en manifestación y ocupan violentamente la fábrica por nueve días. El 23 de enero es desalojada por la policía aprovechando las maniobras y vacilaciones de alguno de sus dirigentes.

En enero también se inicia una importante lucha en los talleres municipales de Buenos Aires. Al frente de la misma se ubica una junta de delegados de base surgida durante la misma. Se conquistan nueve mil pesos de aumento, el pago de retroactividades y promesas de nuevos aumentos salariales.

Se desarrollan luchas en Lleyden, Necchi, Acíndar de Villa Constitución y en febrero se desata la acción estudiantil contra el Test de ingreso en Córdoba. Se ocupa el rectorado, la Facultad de Ingeniería, el Clínicas, y se extiende la acción a UTN de Buenos Aires y otras facultades.

En Corrientes se desató un conflicto en el seno de la Iglesia que tuvo por protagonista a los sacerdotes Marturet y Tiscornia y a la jerarquía arzobispal. Los motivos reales hay que encontrarlos en la prédica que estos sacerdotes estaban haciendo en sus respectivas barriadas, denunciando el régimen, la dictadura y convocando a la lucha para terminar con ello. La reacción del pueblo no se hizo esperar, más de mil personas comenzaron a organizarse en los barrios más humildes, para resistir activamente al intento de desalojo del cura Tiscornia de su capilla.

En marzo las elecciones en el SMATA cordobés mostraron que comenzaba a crecer la oposición clasista a Torres. Con motivo del paro del 23 de abril y no obstante la pasividad de las jerarquías sindicales, manifiestan los obreros de Perdriel. Se forman piquetes de huelga en la fábrica, donde detienen a cuatro obreros, dos de ellos delegados de la planta. Al día siguiente una asamblea de fábrica decide lanzar la huelga hasta lograr su liberación. Los directivos de SMATA, encabezados por Baguez, no pueden impedirla, son repudiados y se organiza una columna que va a las puertas de Santa Isabel a requerir la solidaridad. Esta se consigue y esa misma noche la dictadura pone en libertad a los detenidos. Simultáneamente en Fiat Concord masivas asambleas repudian a la dirección del Sindicato de la empresa, encabezada por Lozano.

El 12 de mayo los obreros de Perdriel ocupan la empresa y se aprestan a su defensa en reclamo por el traslado de delegados, maniobra urdida por la patronal y el torrismo. Los obreros de Ilasa y los estudiantes llevan su solidaridad a las puertas de la fábrica. La ocupación triunfa y se logra que los delegados no sean trasladados, y que la elección de los mismos sea realizada inmediatamente. El ejemplo de la huelga de 45 días realizada en enero por los obreros de El Chocón, en defensa de su comisión interna, desconocida por la empresa y el sindicato de Coria, había sido tomado por el proletariado cordobés. Los errores a que los había llevado su dirección oportunista, que confió en las negociaciones con Sapag y el obispo De Nevares y no en la acción y organización independiente del proletariado, habían sido asimilados en Perdriel, donde la agrupación Primero de Mayo había jugado un papel relevante.

La línea de Perdriel se desarrollaba ahora en profundidad. En Fiat Concord dos mil quinientos obreros ocupan la fábrica, destituyen a Lozano y conquistan nuevas elecciones para elegir las Comisiones Directivas del Sindicato.

El 22 de mayo se produce un minicordobazo. Mil quinientos estudiantes de Ingeniería ocupan la facultad y son violentamente reprimidos y detenidos posteriormente por la policía, en el intento de provocar un escarmiento aleccionador. Los obreros de Santa Isabel salen en solidaridad. La CGT regional, obligada por el ascenso de luchas, convoca a una semana de lucha y a un acto para el día 29 de mayo. La dictadura debe liberar a los mil quinientos estudiantes y es nuevamente conmovida por las luchas obreras y estudiantiles.

El Congreso normalizador de la CGT, al que la CGT de Córdoba manifiesta no concurrirá, es pospuesto.

Por otra parte las luchas estudiantiles, impulsadas por la FUA, en cuya dirección tiene un papel hegemónico el FAUDI, se extiende a todo el país. Ocupaciones, manifestaciones, actos y asambleas se suceden a diario en todas las universidades a partir del 16 de mayo, día en que se inicia el plan de Acción Nacional de la Federación.

El día 29 de mayo concurren veinticinco mil obreros y estudiantes al acto de la CGT cordobesa. Posteriormente y a pesar de Torres se desarrollan manifestaciones.

El secuestro de Aramburu no detiene la acción del proletariado. En el SMATA se realiza el Congreso de Delegados. Los delegados de Perdriel levantan un programa reivindicativo antidictatorial y proponen un plan de acción para su conquista, entre ellas proponen la ocupación de empresas. Torres maniobra pues vislumbra, luego de años, que la situación escapaba aceleradamente a sus manejos y conforma una comisión de veinte miembros para dirigir la lucha.

El 1º de junio, Córdoba conmueve al país. Se aprueban las ocupaciones y éstas se concretan en nueve empresas. Perdriel es atacada especialmente y luego de una heroica resistencia por parte de centenares de obreros, es desalojada; dieciocho compañeros, entre ellos sus mejores dirigentes: Luna, Funes, Mercado, Avalos son detenidos. En Santa Isabel, conocida la lucha en Perdriel, el torrismo, en una asamblea en la que las posiciones y las fuerzas no quedan nítidas, logra que sea desocupada.

3. Las principales enseñanzas

Setecientos activistas despedidos, ochenta detenidos es la respuesta de la patronal y la dictadura. Se inicia así una huelga que duraría treinta y cinco días a pesar del torrismo, que maniobrará permanentemente para impedir que sea declarada la huelga por tiempo indeterminado, posición ésta de la Primero de Mayo. La huelga se alarga a través de sucesivas asambleas realizadas cada tres o cuatro días y es jalonada por manifestaciones de miles de obreros de Dinfia, de Santa Isabel, etc., por las calles de Córdoba. En esta situación, el 8 de junio de 1970, ante la envergadura que tomaron los acontecimientos y la perspectiva de que escapasen a su control, las clases dominantes apresuraron el golpe.

Las contradicciones entre las clases dominantes y explotadoras se agudizaron hasta el punto que luego del paro del 23 de abril empujado por un sector del gobierno, del debate en torno al problema de las carnes, las revelaciones sobre el papel de Deltec en el gobierno y el secuestro de Aramburu, el país se bambolea al borde del caos. En ese momento se produce el recambio de Onganía por la junta de Comandantes en Jefe y luego la designación de Levingston como presidente de la Nación.

Todas estas luchas expresaron que se mantenía la elevada combatividad de la clase obrera, rasgo que ya apareció como esencial en las luchas de 1969. Pero fundamentalmente expresaron una elevación notable de la conciencia de las masas obreras, demostrada en los siguientes hechos:

1.  Una sed de debate político en las masas obreras, que en el caso de Perdriel, realizaron asambleas en las que se discutieron aspectos vitales de la lucha de clases, del poder, de la vía pacífica o la insurrección como forma de acceso al mismo, etc. Que han discutido en varias asambleas masivas en lugares de trabajo en Municipales no solo la situación política nacional sino también las diferentes líneas que se enfrentan en ella, y principalmente la socialista e insurreccional. Que hicieron lo mismo en la histórica asamblea de El Chocón, en la que participó Yaco Tiffemberg, desatando el odio de Imaz y la dictadura. Que en las asambleas del SMATA cordobés solo ovacionaban a los que ligaban con claridad su lucha a la lucha antidictatorial y liberadora.

2.  Una tendencia a promover direcciones desde la base, capaces de conducir sin vacilaciones la lucha y directamente revocables en caso de traición o vacilación. Este fue el caso de El Chocón, independientemente de las limitaciones que luego tuvo la dirección de la lucha para llevarla al triunfo y para elevar la conciencia de los obreros en huelga,  por la conocida línea reformista del PC. Allí se dio una combinación de trabajo clandestino que impuso una dirección ilegal, que luego fue obligada a ser reconocida y posteriormente fue defendida por los obreros ante el desconocimiento patronal y de los jerarcas sindicales. Ese fue el ejemplo de Municipales de Capital, principalmente de Perdriel y FIAT en Córdoba.

3.  Una tendencia al enfrentamiento directo y a la utilización de formas elevadas de lucha de clase, especialmente las ocupaciones de fábrica. El caso más elevado fue el de Perdriel.

4.  Una clara ruptura de los estrechos marcos gremialistas, que permitió movilizar al proletariado mecánico de Córdoba en apoyo a los estudiantes bárbaramente reprimidos en la Facultad de Ingeniería.

5.  El surgimiento, incipiente pero tangible, de agrupaciones sindi-cales clasistas que en algunas empresas, y en algunas de las luchas reseñadas, lograron transformarse en alternativa política, revolucionaria, frente a los jerarcas sindicales y al reformismo. Allí donde existían estas agrupaciones y organización del PCR, la lucha fue llevada sin claudicaciones, sin concesiones, con carac-terísticas que no se conocían en el país desde hace muchos años, y en algunos casos se imprimió a la misma características de vio-lencias que superaron el marco pacifista que tuvo, por ejemplo la lucha de El Chocón.

La dictadura de Onganía subestimó esa elevación de la conciencia de las masas obreras y subestimó también las posibilidades de los comunistas revolucionarios para  incidir en el estado de ánimo y de conciencia de esas masas.

El desmoronamiento de Torres en Córdoba con motivo de la ocupación de Perdriel, y el posterior reacomodamiento de éste ante el surgimiento de una oposición clasista que amenazaba con que las masas lo desbordaran, golpeó el caracú de los planes de Onganía, que habiendo previsto “el pico” de la crisis política para mayo-junio, había tenido el cinismo de hacer convocar para el 29 de mayo -aniversario del Cordobazo- el Congreso de la CGT.

Al mismo tiempo las luchas estudiantiles, que en 1969 habían estado fuertemente impregnadas de espontaneidad antidictatorial, cobraron, desde la lucha contra el examen de ingreso a partir del momento en que la hegemonizó la línea mayoritaria en la FUA del FAUDI, un creciente tono antidictatorial y antiimperialista y culminaron con manifestaciones, paros y ocupaciones de facultad en el mes de mayo que también señalaron una elevación de la conciencia de las masas estudiantiles. En la relación entre espontaneidad y conciencia comenzó a distinguirse, en 1970, la espontaneidad brumosa y servil a la ideología burguesa (aunque siempre la espontaneidad de las masas indique un embrión de conciencia diferente, como sucedió en el Cordobazo y en el Rosariazo) de la espontaneidad que viene abonada por el trabajo político e ideológico de la vanguardia y que se transforma en terreno apto para el crecimiento a saltos de ésta.

Mayo de 1970 encontró a la izquierda revolucionaria, y fundamentalmente al PCR, como polos de la lucha antidictatorial, y si en 1969, como señalamos en nuestro Congreso, se diluyeron los partidos burgueses y el comunismo reformista del PC, en 1970 aparecieron diluidos el populismo de izquierda a través de sus dos expresiones políticas fundamentales: la CGT de los Argentinos, que culminó su seguidismo a la burguesía con su disgregación como central obrera, y el FEN-Integralismo que carecieron de empuje suficiente dado el avance de las posiciones de la izquierda revolucionaria y del comunismo revolucionario en la universidad, especialmente en Córdoba.

El populismo fue expresándose, cada vez más, en el accionar de grupos de acción directa partidarios del terrorismo urbano, llamado por ellos: guerrilla urbana.

Durante estos meses estas fuerzas accionaron con relativa regularidad, tanto en el terreno de las expropiaciones como en el de las acciones de propaganda armada, o sea, en el de las acciones armadas firmadas y popularizadas.113

 

4. Nuestra posición frente al terrorismo urbano

Luego de la realización del Congreso, la mayoría de nuestras organizaciones enfrentaron la necesidad de ponerse en marcha a partir de la línea política aprobada, dado que la discusión previa al mismo lo había trabado seriamente en su accionar. En el Congreso se había planteado la necesidad de lograr un viraje en la labor del Partido, cuya esencia era avanzar en su proletarización, en el dominio del conjunto de los problemas que la lucha de clases plantea, en su arraigo en los nudos de concentración obrera y en la transformación de su composición social.

Para ello debió sostener una permanente polémica con el revolucio-narismo militarista pequeñoburgués. Las discusiones internas previas al Congreso se presentaban ahora en la escena política nacional. Mientras el reformismo y el PC se esforzaban por capitalizar la lucha de El Chocón y velar sus enseñanzas fundamentales, mientras tomaban cuerpo las iniciativas del MUCS y Tosco por ocupar el vacío de dirección que el Cordobazo había puesto en evidencia, la política militarista pretendía hegemonizar lo que de nuevo había surgido en el país. En mayo de 1970 el secuestro del cónsul paraguayo por el FAL puso el debate a la orden del día. Nuestro Partido, que había comenzado a impulsar la línea proletaria del Primer Congreso y consciente de la importancia de derrotar esta línea que lleva a la derrota a las fuerzas revolucionarias, polemizó abiertamente con ella en su primera Conferencia Permanente e instó al Partido a llevarla a las masas, sobre todo en esos momentos en que se intensificó la acción de la guerrilla urbana. En ella se afirmó:

“La solidaridad revolucionaria con los que enfrentan a los enemigos de la clase obrera y al pueblo con las armas y sus vidas, es un deber revolucionario. Deber que no relega, sino que coloca en primer plano la polémica y la lucha ideológica. (…)
La forma con que se concibe y organiza la lucha armada expresa siempre los intereses de clase de quienes lo hacen. Es una de las formas de expresión de la política de tal o cual clase.
“El terrorismo urbano -señaló la Conferencia- es la forma de lucha predilecta de la pequeña burguesía que prescinde de las masas; se basa en acciones aisladas que pueden ejercitar grupos aislados, selectos, al margen del apoyo popular, sin contraer compromisos con las masas, que actúan como espectadores de un combate que no protagonizan; aunque a veces reciben los golpes que se cruzan en él. Expresa el individualismo pequeñoburgués y su temor a fundirse con el proletariado.
En vez de ganar a las masas para que ellas hagan la guerra revolucionaria, trata de hacer la guerra para ganar su apoyo. Las masas son relegadas a un papel secundarizado que se manifestará, sin dudas, en el futuro poder revolucionario. Por cuanto se proponen hacer la revolución a nombre de las masas procuran centralmente ‘sensibilizar’ a éstas y no elevar su conciencia.
“Todas sus variantes critican nuestro ‘espontaneismo’, pero ellas son la expresión más cruda de una política que abandona al proletariado a la espontaneidad. Por ello un rasgo común en esos grupos cuando se proclaman marxistas, es basar su acción en la tergiversación de los principios fundamentales del marxismo-leninismo en cuanto a la relación espontaneidad-conciencia y práctica social-vanguardia.
“El FAL piensa que la agitación de un solo hecho revolucionario puede más que la agitación de mil verdades revolucionarias. Es cierto. El problema es de qué ‘hechos revolucionarios’ se trata. Nosotros creemos que vale más para hacer avanzar la conciencia de las masas obreras una lucha como la de Perdriel que cien secuestros. Y nos colocamos aquí en el más firme terreno leninista.”114

El desarrollo de la polémica exigió asimismo puntualizar:

“En general todos estos grupos se caracterizan por ignorar la caracterización leninista de situación prerrevolucionaria, de situación revolucionaria y de situación revolucionaria directa o crisis revolucionaria, por cuanto su esquema militarista pretende aplicar formas válidas para países coloniales, con opresión nacional por una potencia colonialista (como fue el caso de Argelia), o válidas para un país semifeudal con crisis económica crónica. No extraen las formas de lucha de la experiencia de las masas, como decía Lenin, sino de sus cavilaciones.

“Para nosotros lo que permite confluir una situación revolucionaria (cuando los de ‘arriba’ y los de ‘abajo’ no pueden vivir como antes; cuando se han agravado extraordinariamente las condiciones de vida de las masas; cuando se acentúa su actividad en forma notable) con la capacidad de la clase revolucionaria para realizar acciones que tumben al gobierno y al poder enemigo, es el Partido. El Partido no fabrica una situación revolucionaria. Es uno de los factores -muy importante, pero no único- de la misma. Pero el Partido transforma una situación revolucionaria -que contribuyó a crear a través de su lucha política que como tal incluye la violencia- en una crisis revolucionaria o situación revolucionaria directa.

“Una situación revolucionaria para transformarse en crisis revolucionaria exige un partido. Es ridículo discutir entre personas que se dicen marxistas esta verdad elemental, pero se ha llegado a tal grado de confusión, producto del envilecimiento del marxismo por el reformismo y el oportunismo, que hay supuestos ‘marxistas’ que consideran que con un grupo relativamente numeroso de guerrilleros urbanos o militantes revolucionarios bien entrenados, capaces de dirigir militarmente a las masas, en ocasión de un cordobazo futuro, espontáneo u organizado, se puede tomar el poder. Eso al margen de quién dirija políticamente al proletariado cordobés, o sea, independientemente de que lo dirijan Torres y Tosco o lo dirija un partido socialista con una línea insurreccional.   “Nosotros nos mantendremos firmemente en el terreno leninista.115

Este inicio de la polémica delimitó campos e impidió que se generalizara la confusión ideológica en el movimiento clasista. En ello residió precisamente su importancia y su gran mérito. A diferencia del curso que la misma siguió en otros países de América Latina, se comenzaba a enfrentar la política de la pequeña burguesía radicalizada desde el comunismo revolucionario.

Esta polémica contribuyó asimismo a reforzar ideológica y políticamente el trabajo partidario en el movimiento obrero y las empresas y permitió también batir internamente a quienes, no obstante las conclusiones del Congreso, se negaban a impulsarlas y desarrollarlas. Esto fue particularmente evidente en el sector universitario y de profesionales de la Capital Federal.

 

5. Análisis del papel desempeñado por nuestro Partido. Nuestros aciertos y errores

A poco más de 6 meses el Partido pudo observar como el rasgo más importante de su balance el hecho de que por primera vez, en muchos años en la Argentina, era dable apreciar un comienzo de fusión de las ideas del comunismo científico con el movimiento obrero. Incipiente, pero tangible. Especialmente en el caso cordobés. Y que su línea política había ejercido un papel importante, y en ocasiones hegemónicas en las luchas obreras estudiantiles del último periodo.

Esta evidencia exigió al Partido generalizar sus mejores experiencias, descubrir errores a fin de lograr hegemonizar su trabajo en esa dirección. Máxime que numerosos regionales, Rosario, La Plata, entre ellos, y zonales del Gran Buenos Aires, no habían logrado aún romper sus trabas políticas y de clase, para proyectarse de lleno hacia el movimiento obrero de las empresas de concentración.

El balance requería analizar la experiencia de quienes, como en el SMATA, habían logrado dar significativos pasos en su fusión con el proletariado rompiendo con el clandestinismo y el comandismo.

Analizar las posiciones que a partir de dicho avance habían concedido a la presión reformista y no habían agotado, desde el oportunismo de derecha, las posibilidades de perfilarse con nuestra línea. Analizar también la experiencia de Municipales donde, a partir del combate contra el reformismo, se deslizaron posiciones espontaneistas, izquierdistas, que nos desligaron de la masa y permitieron así que éstas quedaran aprisionadas por el reformismo y los jerarcas.

Por ello a las preguntas: ¿Qué es lo que permitió a nuestro Partido en Córdoba ayudar a construir una agrupación sindical clasista en la que es público nuestro rol, que ha sido seguida, en la lucha, por centenares de obreros y tiene un arraigo real? ¿Qué permitió al Partido reclutar cuadros obreros dirigentes de masa en condiciones de ser cuadros dirigentes del Partido en el lugar?

La Conferencia respondió:

“(…) En primer lugar la valoración del estado de ánimo de las masas, el polvorín y la lucha por dotar al movimiento espontáneo de las masas de un polo clasista de alternativa. En segundo lugar el haber encontrado reglas muy importantes para insertarnos en las masas en ese momento, como son: el valor de la propaganda; una justa combinación del trabajo clandestino con el legal que comprendió que es imposible transformarse en alternativa real, física si se quiere, sin la aparición física de representantes de la agrupación y del Partido y que combinó esto con la labor clandestina; la comprensión de que las agrupaciones sindicales clasistas deben organizar a lo más combativo de la empresa o gremio y adecuar su lenguaje y propaganda a los niveles concretos del lugar.”116

Y seguidamente señaló:

“Pero el Partido cometió allí errores en los que tiene responsabilidad el CC. El primero de ellos fue el de no apreciar políticamente por qué la dictadura cedió cuando la ocupación de Perdriel y las consecuencias que ello traería, o sea, preparar a la clase obrera del SMATA para la segura réplica de la patronal y su agente Torres”.117

Y agregó:

 “La Agrupación Primero de Mayo del SMATA en Córdoba metió ideas profundas en la masa. Por ejemplo, la idea de una ‘Córdoba Nacional Triunfante’. Esta consigna para nosotros tiene la misma validez que tenía la de ‘incendiar Rusia’ con la que los bolcheviques solían dirigirse a las masas campesinas antes de la insurrección, utilizando una figura, que les permitía visualizar la gran rebelión de masas que es propia de las insurrecciones populares. Nosotros con ella propagandizamos la imagen de una futura insurrección popular dirigida por la clase obrera. Pero esa propaganda de la agrupación debe ir acompañada por la propaganda del Partido que explique lo que faltó en Córdoba en 1969 para tener una insurrección triunfante. Lo mismo con la lucha por el socialismo, que implica esencialmente desentrañar para los obreros los secretos de la política burguesa -nacional e internacional- cosa que solo puede hacer a fondo la propaganda de Partido, propaganda casi inexistente en Córdoba”.118

La Primera Conferencia analizó también la tardanza de nuestros compañeros en diferenciarse y aparecer con nuestras posiciones en las asambleas, frente a miles de obreros ávidos de conocer y escuchar a los dirigentes de la Agrupación Primero de Mayo, y frente a ello señaló:

“La lucha reciente de SMATA nos permitió salir fortalecidos ante la masa del gremio por la justeza de nuestra posición en el conflicto y la abnegada labor de nuestros compañeros. Pero ella reveló ideas profundamente reformistas metidas en la masa por el peronismo, el trotsquismo y el comunismo oportunista, como la idea de ‘unidad’ contrapuesta a la de democracia proletaria. La unidad de los trabajadores frente a los capitalistas presupone la más amplia discusión, la propaganda de las distintas tendencias dentro del movimiento obrero, el control sobre los dirigentes y su reemplazo cuando no cumplen con sus deberes.”119

Por otra parte, con respecto a Municipales se afirmó:

“(…) enMunicipales el Partido avanzó políticamente en la masa y creó condiciones para poder arraigarse posteriormente no solo donde ya trabajamos, sino también en nuevos lugares del gremio. Pero allí había la idea de que la salida a la calle del gremio podía extenderse con facilidad al conjunto de los obreros de la Capital y ser detonante de un estallido generalizado. Nosotros debemos tener siempre presente ese objetivo, pero en general la experiencia va demostrando que para realizar en el Gran Buenos Aires una lucha semejante a la cordobesa del 69 se requieren las  condiciones que señalamos en el informe al Congreso y para ello es preciso arraigar partido en lugares claves. También la lucha en Municipales mostró el papel negativo que jugó la idea de ‘irse del Sindicato’ que durante un largo periodo nosotros ayudamos a meter en las masas. Esta idea trabó luego la lucha contra la resolución del Sindicato expulsando del mismo a los activistas más combativos.”120

Pero especialmente el balance exigía, frente a la temporaria derrota de la huelga mecánica en Córdoba y a la nueva situación política creada por el recambio, enfrentar a quienes, enancados en los errores, pretendían apuntalar otras líneas basadas en la negación de nuestra concepción del polvorín y la hora del proletariado.

Por ello la Primera Conferencia Permanente puntualizó:

“Como ya señalamos antes hay espontaneísmo y espontaneísmo. Hay un espontaneísmo ciego y un espontaneísmo que viene abonado con el trabajo de la vanguardia y se transforma en el caldo de cultivo de ésta. Nuestra lucha apunta centralmente, hoy, a transformar al comunismo revolucionario en una tendencia del movimiento obrero argentino que, como ya sucede en algunas empresas y gremios, haga indestructible a la organización de Partido por duros que sean los golpes de la reacción. Nuestra misión es consolidar en una parte importante del proletariado argentino la conciencia socialista y ser capaces de dirigir al conjunto de la clase y de las masas. Crear esa conciencia es algo mucho más complejo que la mera incidencia en la coyuntura política. Se debe construir un partido que sea estado mayor de millones. Todo esto, en las condiciones actuales del mundo capitalista, pisando el umbral de una década que será seguramente decisiva, de una década de guerras y revoluciones, de duros combates de clase, década de saltos y explosiones de masa; no se trata que el Partido pierda lo que es su principal mérito, la agilidad política y la iniciativa política, sino que complemente la misma con la perseverancia organizativa, con la valorización de los detalles organizativos, con el temple y la intransigente lucha ideológica, con la preparación militar de sus cuadros y de las masas, con la elevación de su nivel teórico.”121

 

6. El informe militar de marzo y sus errores

El Primer Congreso fue un jalón decisivo en el desarrollo de nuestro Partido. Significó fundamentalmente la derrota del revolucionarismo militarista. Esta fue la expresión política e ideológica a través de la cual se expresó centralmente la pequeña burguesía en el plano interno. Y significó también el triunfo y un poderoso impulso para el desarrollo de una línea política que tiene su centro en el proletariado y en la conquista por él de sus objetivos históricos.

Sin embargo, sería simplista pensar que tal debate, expresión y parte de la lucha de la pequeña burguesía radicalizada por hegemonizar el proceso revolucionario, ha culminado en su seno. Así también constituirá un error no observar las nuevas condiciones en que el Primer Congreso y la práctica posterior colocaron al Partido para fusionar el comunismo revolucionario con el movimiento obrero argentino.

Es desde esta óptica que cabe señalar el avance en el grado de homogeneización ideológica y política del Partido, desde arriba abajo, producido en estos primeros meses de 1970. Las brechas por las que pudieron filtrarse las ilusiones de la provocación fueron crecientemente cerradas, y así pudo observarse el proceso de revalorización realizado por compañeros en los que el tránsito hacia la elaboración de la política común recorrió complejos caminos.

Es también desde esta perspectiva que cabe analizar algunos errores cometidos. Tal el caso del Informe militar aprobado por el Comité Central a comienzos de año.

En él se plantea, desarrollando la línea del Primer Congreso, la necesidad de propagandizar las milicias obreras y populares como la forma fundamental de ejercicio de la violencia de masas en la táctica insurreccional del proletariado en una situación revolucionaria, como así también la necesidad de ubicar en tal perspectiva la organización de la violencia de masas contra la opresión, el matonaje y las organizaciones paramilitares de la reacción. Pero en dicho Informe militar se deslizan concepciones militaristas que ya habían sido derrotadas en el Primer Congreso. Allí se enfoca una táctica de choque con las Fuerzas Armadas que contradice nuestra política de acumulación de fuerzas en el actual periodo. Se insiste en una concepción militarista y estrecha acerca del desgaste del aparato del Estado. Se plantea en forma totalmente confusa y errónea nuestra posición frente a la guerrilla urbana y, lo que es más grave, realiza una errónea caracterización interna, similar a la que habían sostenido con anterioridad los militaristas del periodo previo al Congreso y del propio desarrollo del Primer Congreso. Se oculta en ella que, si bien con errores y deficiencias, se había batido al militarismo pequeñoburgués desde una línea proletaria revolucionaria, sostenida por la mayoría del Partido. Se oculta que fue el militarismo pequeñoburgués la desviación principal contra la que hubo que batallar antes y durante el Congreso y embellece conciliadoramente las erróneas posiciones promilitaristas que sostuvieron quienes en ese momento pertenecían al frente, en el Primer Congreso.

Ilustrativos de lo antedicho son algunos párrafos del citado Informe que transcribimos:

“3) La acción obrera y popular debe ir al choque con las fuerzas represivas regulares, Ejército, Marina y Aeronáutica.” (pág. 10).
“Para esta táctica (se refiere a la táctica ‘para el presente más inmediato y mientras las circunstancias políticas más generales no varíen’) si bien centraremos en impulsar las acciones de masas, no despreciaremos ninguna forma de lucha. Por el contrario, utilizaremos cualquiera, incluso la guerrilla urbana en la medida que sea útil a la insurrección. A partir de allí nos planteamos una política de alianzas y hegemonía y de golpear juntos con fuerzas revolucionarias que están en la guerrilla urbana.” (pág. 10).

“Otros elementos son: que paralelamente a dicha situación y hasta la realización del propio Congreso, en la mayoría del Partido predominaba, producto de fuertes raíces reformistas, un pacifismo al estilo del arismendismo de izquierda, duro de palabra, blando de hechos, y en quienes lo combatían, una postura en definitiva conciliadora frente a dicho reformismo y al militarismo que se resumía en la consigna, un partido más un tupamaro, y no es casual la inversión que hacemos en la consigna. Otros intentaban definir la batalla interna del Partido, sin tomar en cuenta medidas concretas que le dieran una política militar y los cuadros necesarios para impulsarla, sino exclusivamente a través de la producción de algún hecho o de luchas que mostraran que no éramos pacifistas. Por otra parte quienes tomaron la responsabilidad del frente, posteriormente a la salida de quienes habían fraccionado, fueron partícipes de la confusión de ideas que en este terreno había en el Partido y del proceso desarrollado por una parte de militantes y dirigentes para superarla. Se inclinaban más, aunque no totalmente a la idea del Partido más el tupamaro en una línea justa, hacia posiciones que devenían en un principio, variando después en lucha por lograr partido sectario, con rasgos militaristas, posición con la que concurrieron al Congreso. Dicha falta de claridad les quitaba también iniciativa para impulsar soluciones a la situación, a lo que contribuía una característica más bien conservadora de los cuadros, en cuanto al estilo, para encarar situaciones de esa índole.” (pág. 12)

Estas formulaciones fueron corregidas posteriormente en la Primera Conferencia Permanente, donde diversos compañeros señalaron sus críticas al referido Informe militar.

Posteriormente el CC discutió acerca de plantear al próximo Congreso la inconveniencia de utilizar en el futuro el concepto de propaganda armada para calificar aspectos de nuestra actividad, puntualizada en  el segundo Informe militar, por cuanto el concepto de la propaganda armada expresa en las actuales circunstancias, hechos inscriptos en una línea política militarista, y propios del accionar de organizaciones armadas, ajenos a nuestra caracterización del actual periodo de acumulación de fuerzas. Esta cuestión no estaba planteada correctamente en el Primer Congreso.

Capítulo III

 

7. El recambio Levingston. Su plan económico y político

Instalado Levingston en el poder, nuestro Partido caracterizó los planes recambistas. Expresamos:

“En lo económico la dictadura pretende intensificar la superexplotación de la clase obrera y contraer al máximo la capacidad adquisitiva de los salarios y el consumo interno, para obtener fondos a través del aumento de los saldos exportables que le permitan el ‘despegue económico’. La reciente devaluación monetaria ha favorecido principalmente a los exportadores de carnes congeladas y envasadas (Deltec) y a los exportadores de oleaginosas y refuerza las posibilidades de compra de empresas nacionales por corporaciones extranjeras. Ha señalado Moyano Llerena: ‘la tendencia mundial del neocapitalismo es en favor de la concentración empresaria’. A su juicio, el principal factor es de orden tecnológico. Si el pez grande (cualquiera sea el origen de su capital) tiende a comerse al chico, se debería a que el primero cuenta con mejores chances para la absorción de tecnología. Como las mayores empresas están en poder del capital extranjero, simultáneamente con la concentración se da un fenómeno de desnacionalización. ¿Cuál es la salida para Moyano Llerena? Que la burguesía argentina entregue totalmente ese campo al capital extranjero, que una parte de esa burguesía argentina se asocie con él en algunas de esas grandes empresas y tecnifique pequeñas y medianas empresas. ‘Piensen -dice- en caramelos y dulces, en calzado, en confecciones de alta costura’”.

(…)

“La perspectiva, por lo tanto, es que con la salvedad de una que otra concesión que imponga el momento político, el recambio del 8 de junio se propone seguir el rumbo fundamental que impuso el golpe de 1966, y que fue publicitado poco antes de junio de 1966 en las febriles reuniones que lo precedieron.
La perspectiva es, por consiguiente, la de una agravación de la situación económica y social de las masas trabajadoras y una creciente polarización en la pequeña burguesía y la burguesía nacional no monopolista.122

 

En cuanto a su plan político afirmamos:

“En lo político el cambio más importante que pretende imponer el recambio es la diferenciación entre ‘enemigos’ y ‘opositores’. Enemiga es la izquierda revolucionaria, y especialmente la socialista insurreccional.”

(…)

“A partir de esta primera diferenciación la dictadura pretende impulsar un plan político totalmente regulado desde arriba, sin apuro, al margen de las masas, con el visto bueno de la mayor cantidad posible de políticos burgueses (empujando en cada partido o fuerza el acuerdo y la integración en el gobierno nacional y las provincias de los representantes más nítidos en esos partidos de los monopolios), y de ‘juristas’ que permitan una modificación de aspectos secundarios de la Constitución (instituyendo elecciones generales cada cuatro años) y la redacción de un Estatuto aristocratizante de los partidos políticos, que reconozca representación a dos o tres grandes partidos. La renovación de los cuerpos colegiados y de la presidencia de la Nación se haría cada cuatro años. La dictadura calcula poder llegar a esas elecciones presidenciales de aquí a cuatro años, y lograr para entonces un acuerdo de las fuerzas oligárquico-burguesas y burguesas sobre el candidato a presidente y los puntos fundamentales de su programa. Así la dictadura ganaría unos ocho años que, sumados a los cuatro ya pasados con Onganía, redondean el plazo inicial que, según sus estrategas, iba a permitir tanto el ‘despegue económico’ (o sea: el reinado incontestado de los monopolios) como la integración de la clase obrera a través de la integración del peronismo:”123

 

8. El reformismo. Una línea revolucionaria de hegemonía proletaria. La línea del Partido frente al recambio

Esta caracterización, como quedó en evidencia posteriormente, fue correcta y tuvo enorme importancia para comprender el futuro proceso político. El recambio de Onganía demostraba la preocupación de las clases dominantes por la situación generada principalmente en el movimiento obrero, y la necesidad de un nuevo libreto que les hiciera retomar la iniciativa. Los partidos burgueses apuntalaron el cambio y vieron renacer sus esperanzas de lograr un lugar en la conducción política del país. Se aprestaron, con el aporte del PC, a pedir garantías “que verificaran las buenas intenciones”. Y por un momento se sintieron reconfortados al pensar que el nuevo proyecto cortaría el proceso de avance en la acción política independiente del proletariado y la radicalización de las capas medias. Se comienza así a hacer públicas las gestiones que luego cristalizarían en la Hora del Pueblo y el Encuentro de los Argentinos. Se pone en marcha la reunión sindical promovida por Tosco, Scipione y el MUCS.

La dictadura, que en sus primeras medidas, devalúa nuevamente el peso, anuncia un aumento del 7 por ciento en los salarios, apura con el concurso de la jerarquía sindical el Congreso Normalizador de la CGT, institucionaliza el fraude en ferroviarios e impulsa una ofensiva represiva en empresas que, como Santa Isabel, Perdriel, etc., habían jugado, a pesar del torrismo, un importante papel en mayo de 1970. El nuevo libreto puso al rojo vivo las vacilaciones y el oportunismo del revolucio-narismo militarista; es que el terrorismo agudizado y la desesperación pequeñoburguesa no eran vallas para el deslizamiento creciente hacia una política que tiene como destinatario más probable, no obstante el heroísmo revolucionario de quienes lo practican, el acoso hegemónico de la burguesía y hasta en algunos casos su aprovechamiento por fracciones de las clases dominantes. El proceso revolucionario del proletariado no tenía aún la fuerza para obligar el recorrido de un camino distinto, pero sí la profundidad para ir desenmascarando sus vacilaciones e impotencia revolucionaria.

La situación por la que atravesaba Perú, Bolivia y el posterior triunfo de Allende en Chile fueron para el reformismo un enorme aliciente. Sobre todo por el apoyo que el PC de Cuba brindó a la política reformista en dichos países. Los puntos esenciales de la política del Che eran crecientemente enterrados por Fidel Castro y es así que se comenzó a ver un espectáculo hasta entonces poco conocido, el codovillismo alababa sin ambages a la dirección del PC de Cuba, a su consecuente marxismo-leninismo. Nuestro Partido analizó en profundidad esta situación y profundizó nuestra línea internacional aprobada en el Primer Congreso. Nuestras posiciones frente al proceso del PC cubano tuvieron reflejo en Nueva Hora con motivo del balance del plan de 10 millones de toneladas en la zafra, con motivo del discurso de Fidel caracterizando de agentes de la CIA a las decenas de millones de comunistas que repudiaron a la invasión soviética a Checoeslovaquia y en torno a sus posiciones respecto al proceso peruano, boliviano y chileno.

Se transita así un momento difícil. Vuelven a reflotarse los teóricos del reflujo y se desata por parte del reformismo, de los grupos trotsquistas y del militarismo, una verdadera campaña ideológica para oscurecer las principales enseñanzas de las recientes luchas obreras, estudiantiles y populares, e impedir el desarrollo de la corriente clasista en el movimiento obrero que con Perdriel, había dado un salto cualitativo en su desarrollo. En nombre de la lucha contra el espontaneísmo, el aventurerismo, se pretendía analizar el proceso abierto en 1969, hacia aceitados engranajes que tenían en la expectativa “democrática” y en la hora de la burguesía sus fundamentos reales.

Era necesario distinguir con suma claridad los errores cometidos, la necesidad de corregirlos, de las ideas de quienes a partir de ellos, pretendían introducir una política que se engrampara con el papel que a los opositores les había asignado el nuevo libreto recambista. Por ello la Conferencia Permanente de agosto, centró sus preocupaciones en la necesidad de profundizar el debate con el reformismo, en torno a lo que separa la lucha revolucionaria de la lucha oportunista.

De la consecuencia que se librara tal batalla, de la capacidad del Partido para derrotar las desviaciones oportunistas de derecha y de izquierda, dependería que la incipiente cristalización del movimiento clasista y revolucionario se estancase o desarrollase. De allí entonces que la Conferencia afirmara:

“Ha retomado actualidad la polémica que sostuvimos en el momento de la ruptura con el PC reformista, en torno a lo que separa a la lucha revolucionaria de la lucha oportunista. La primera lucha por un poder popular revolucionario. La segunda por limosnas. Nosotros sostenemos que ‘(…) la representación popular esnula si no dispone del poder en toda su plenitud, si ha sido convocada por el viejo poder y si éste permanece intacto junto a ella’”.

(…)

“Por eso la consigna ‘ni golpe ni elección, revolución’ que se coreó en manifestaciones posteriores al golpe es una consigna justa”.124

Y que como línea general formulara:

“(…) Lo nuevo introducido por el recambio del 8 de junio tiende al recauchutaje de los planes golpeados por el Cordobazo y las luchas obreras y populares a partir de 1969.
“También se mantiene la combatividad obrera. Las capas medias resisten crecientemente la política impositiva, las medidas en favor de los monopolios, y toman el combate por reivindicaciones democráticas y antiimperialistas. Crece el descontento en las FF.AA. y en la propia policía. Se agudiza la lucha contra la derecha católica en el seno de la Iglesia.
“Centrando en llevar al combate a la clase obrera, en dar a la misma una dirección clasista y revolucionaria y en arraigar en ella al PCR, debemos luchar para que el proletariado sostenga la lucha de clases y capas aliadas en la actual fase de la revolución argentina y se transforme en su caudillo.
“Nuestro trabajo en el próximo periodo debe tratar de romper el intento de institucionalización de la dictadura, romper la trampa integracionista y unir, tras el proletariado, a todas las fuerzas sociales capaces de derribar a la dictadura e imponer un gobierno popular revolucionario.”125

 

9. Un momento difícil. Los meses posteriores a junio. El Informe universitario de octubre

A partir de junio de 1970 se abrió una nueva etapa en el panorama político del país. El nuevo libreto de la dictadura no pudo impedir que luchas obreras y populares a impulso de las fuerzas clasistas y de la izquierda revolucionaria volvieran a irrumpir con fuerza en los meses de octubre y noviembre, que también el verano de 1971 se transformara en un verano caliente y en marzo un segundo Cordabazo provocara una aguda crisis política que determinó un nuevo golpe de recambio de las clases dominantes y el imperialismo.

Un nuevo ensayo revolucionario conmovió a la Argentina. A diferencia del periodo anterior la izquierda y nuestro PCR habían desempeñado un papel relevante, se modificó el espectro político de la izquierda en el país. Se profundizó el movimiento clasista, fundamentalmente en Córdoba, profundas experiencias abrieron cauce a nuevas formas organizativas en las empresas y en el movimiento obrero y la violencia de las masas transitó política y organizativamente escalones avanzados. Se pusieron en movimiento masas campesinas y el estudiantado volvió a jugar un rol significativo en la lucha antidictatorial, antiimperi-alista y revolucionaria. El Gran Buenos Aires si bien comenzó a conmo-verse, estuvo lejos de hacer sentir el potencial revolucionario que bulle en sus entrañas.

Agudizadas así nuevamente todas las contradicciones de nuestra sociedad, las clases dominantes, con el apoyo de Perón, Balbín, los partidos burgueses y el PC, desencantados de Levingston por su reticencia a abrirle las compuertas prometidas, apresuran el golpe con un libreto aumentado y corregido: el GAN.

En estos meses transcurridos desde la caída de Onganía hasta la imposición de Lanusse en la presidencia de la Nación por el nuevo golpe de mayo de 1971, nuestro Partido tuvo mucho que aprender de la experiencia de la lucha de clases y en consonancia con este aprendizaje, debió descubrir y combatir errores en su actividad, producto de resistencia a la línea aprobada, de insuficiencias de elaboración o simplemente de planteos abiertamente equivocados.

En el proceso de análisis del recambio el Partido corrigió rápidamente erróneos planteos que atribuían a los monopolios y a las clases dominantes un margen de maniobra que no se lo permite ni la situación internacional del imperialismo, ni las necesidades del proceso de concentración monopolista, ni la presencia de un proletariado argentino que protagonizó los combates de clase más importantes del mundo capitalista en el último año.

Ello se expresó en ideas que sobrevaloraban las posibilidades de un supuesto plan populista por parte de la dictadura de Onganía y en otros casos también en una sobrevaloración de la apertura que se iniciaba con el golpe. El asesinato de Aramburu que fue utilizado por quienes pretendían acentuar la política “comunitarista” de Onganía, fue aprovechado también por quienes como Lanusse discrepaban con el carácter y el grado de la apertura a realizar por el golpe que impulsaba Aramburu y para el cual éste había logrado el apoyo de Perón, Balbín y los partidos que hoy integran la Hora del Pueblo y desde ya también el PC. Esta lucha en el seno de las clases dominantes que reflejaba fundamentalmente contradicciones intermonopolistas iba a expresarse posteriormente en torno a la negativa por parte de Lanusse de avanzar en la investigación del secuestro del 29 de mayo. Como afirma la Resolución política:

“El fracaso de la dictadura hizo acuñar en 1970 el proyecto de Gran Acuerdo Nacional que desde hace varios años viene siendo elaborado y afinado por Mor Roig, Cantilo y otros políticos de confianza del Departamento de Estado yanqui. Siendo que el candidato considerado ideal para impulsarlo, el Tte. Gral. Lanusse, aún no había homogeneizado suficientemente a los altos mandos militares en torno a esa propuesta, se prefirió transar con Levingston como presidente.”126

El retardo en aprehender la complicación de la situación política, la intensificada presión reformista y militarista y la consecuencia de los errores espontaneístas, oportunistas de derecha en los  primeros momentos de la huelga del SMATA y de izquierda en el movimiento estudiantil, gravitaron para que en los primeros meses de la dictadura de Levingston el Partido tuviese dificultades para retomar la ofensiva. El error más grave en este periodo consistió en que se perdió de vista como eje de nuestra actividad, la profundización y extensión del movimiento clasista que había calado muy hondo en las masas obreras y que tenía en Fiat, en Bancarios, etc., un desarrollo creciente. Ejemplo de ello fue el Informe Sindical aprobado en setiembre por el C.C. y la demora en convocar al Plenario Nacional de Agrupaciones Clasistas. Pero la consecuencia más importante de esta vacilación fue, no obstante las opiniones correctas de los compañeros de Córdoba, la desatención del proceso que se había iniciado en Fiat con la destitución de Lozano y que repercutiría con fuerza en noviembre y a principios de 1971, cuando tomamos debida cuenta de nuestro retraso en formular una política para ese proceso, que avanzaba hacia el clasismo y abriría nuevas experiencias en el movimiento obrero argentino.

En nuestro trabajo en la universidad por otra parte, la sobreestimación del margen de maniobras del imperialismo y los monopolios, llevó a confundir la ilusión de la pequeña y mediana burguesía de una apertura democrática que se iniciaría con el otorgamiento de la autonomía y el tripartito, con el nuevo libreto de la dictadura. Se actuó así por reacción contra esa ilusión, lo cual era justo, pero se equivocó al dirigir contra ella todo el fuego cuando en realidad, como quedó claro a los pocos días, continuó en vigencia el mismo plan de los monopolios y el imperialismo respecto a la educación. En esas condiciones de particular agudeza, la agitación de las reivindicaciones del estudiantado y la consigna de Universidad del Pueblo Liberado en todos sus alcances, incluida la reivindicación del gobierno igualitario estudiantil-docente, en el marco de la denuncia de la continuidad esencial del recambio, nos hubiera puesto a la ofensiva en el movimiento estudiantil, proyectando la huelga del SMATA de Córdoba como eje obrero-estudiantil-popular de jaque al nuevo elenco dictatorial. Por el contrario el repliegue de la consigna de gobierno universitario, que resolvimos equivocadamente para impedir que los estudiantes fueran absorbidos por la oposición burguesa electoralista y como garantía de que los mismos no se ilusionaran en el recambio, nos llevó en realidad a no impulsar la acción de las masas, cayendo en una práctica economista y agitativista del  activo aislado.

Se interrumpió así la ofensiva desplegada en los primeros meses del año y que se analizara autocríticamente en Nueva Hora de la primera quincena de agosto. El balance del semestre y nuestra posición hacia el próximo Congreso de FUA, inició en las organizaciones partidarias y en los sectores universitarios una discusión que cristalizaría en el “Informe sobre política universitaria” del CC aprobado en octubre. Este Informe marca un punto de viraje en la labor partidaria en la universidad, por cuanto reestableció el análisis marxista sobre la relación revolución social, revolución cultural y acerca del carácter de la capa estudiantil, y culminó el proceso de galvanización de nuestra política y la acción de nuestras fuerzas en la universidad, principalmente en la Capital Federal, lastradas de vanguardismo y revolucionarismo pequeñoburgués, alrededor de la línea general aprobada en el Primer Congreso del Partido.

La desviación izquierdista -surgida de una concepción trotsquizante sobre el tipo de revolución que se explicitaba en la caracterización social del estudiantado como “preproletarios” y de sus contradicciones con el capitalismo- aisló a nuestro Partido de las contradicciones reales del estudiantado, debilitándonos profundamente.

Ese deterioro cursó durante un largo periodo y a sus resultados se sumarían luego objetivamente las consecuencias del oportunismo de izquierda apuntados que tras el golpe de junio del 70 nos llevó a debilitar nuevamente nuestro vínculo con las masas estudiantiles. De esa suma de factores resultaría un cambio de la correlación de fuerzas en el movimiento estudiantil, que facilitó la tarea del enemigo y del reformismo, perdiendo el FAUDI la hegemonía en FUA, cuya dirección pasó a manos del reformismo populista.

 

 

10. Las jornadas de lucha de octubre-noviembre. El plenario de las Agrupaciones Primero de Mayo

A diferencia de lo acontecido en 1966, la dictadura en 1970 no contó luego del golpe, con la expectativa esperanzada, sino con el repudio y el odio de las masas populares. Las luchas prosiguieron y se fue remontando la situación inicial de relativa calma, para desembocar en una nueva oleada generalizada de luchas que comienza en octubre y eclosiona nuevamente con fuerza en noviembre. Se producen así movilizaciones en la Fábrica Argentina de Engranajes, en Wilde, contra las suspensiones y despidos consentidos por la camarilla de Klosterman y la ocupación del establecimiento Textil Campomar de Valentín Alsina.

A mediados de agosto se ponen en movimiento los bancarios por $18.000 de aumento, la reimplantación de la estabilidad y en defensa de los servicios sociales. En Córdoba se desarrolla el desprestigio de Torres y la solidaridad con los despedidos, y una asamblea de Fiat Concord de 1500 obreros da por tierra con Lozano quien encabeza la Comisión Directiva propatronal del Sindicato de empresa, y se plantea la lucha por reivindicaciones salariales, de horario y sanitarias y contra la política de la dictadura.

En agosto paran los obreros de la carne alcanzando la medida a todas las empresas frigoríficas en solidaridad con Pedró Hnos., que inició la lucha en defensa de delegados sancionados.

El movimiento crece al ser despedidos 320 obreros del frigorífico La Negra de Avellaneda y aproximadamente 500, en el frigorífico Anglo de Dock Sud.

Comienza a generarse una situación, que la prensa burguesa calificaría posteriormente de tormentosa. En la zona de Berisso, Ensenada y La Plata, donde a los 4.000 suspendidos en los frigoríficos, se suma la movilización de obreros en Petroquímica contra medidas represivas de la empresa, y una creciente agitación en las Facultades de Humanidades y Arquitectura, se vive un momento de particular tensión.

En el movimiento estudiantil se enfrenta crecientemente la política participacionista impulsada por la intervención y en setiembre la jornada de homenaje a Santiago Pampillón vuelve a agitar nacionalmente las masas universitarias. En Bahía Blanca, donde en junio se enfrenta a las elecciones del claustro profesoral, Gómez Vara, el Rector de la  U.N. del Sur, debe suprimir el llamado a elecciones del claustro estudiantil. No se presenta ningún candidato, (algo similar ocurre en San Juan donde de 1800 estudiantes solo votan 5). A comienzos de setiembre en Bahía Blanca se agudiza la lucha antilimitacionista para desembocar en la toma de la universidad por 250 estudiantes que desarrollan, con el apoyo de miles de personas una extraordinaria batalla contra la represión policial. En Arquitectura de Buenos Aires, 400 estudiantes toman la Facultad frente a la desaparición y detención de Daniel Laufer y se enfrentan violentamente con la policía.

En Córdoba, también en setiembre, alrededor de 1000 estudiantes participaban en el desarrollo de la toma de la Facultad de Ciencias Exactas, Física y Naturales. En la manifestación posterior son detenidos 82 estudiantes y se producen acciones también en Rosario, Santa Fe, La Plata y Buenos Aires.

Un nuevo hecho comienza a aparecer en la escena política nacional, la creciente movilización del campesinado, hegemonizado por la política del campesinado rico. Se desarrollan Asambleas en Córdoba, Santa Fe, Pcia. de  Buenos Aires., Chaco, Tucumán, contra los impuestos, exigiendo condonación de deudas en los bancos, y precios justos para sus cosechas.

Este proceso comienza a poner de manifiesto la necesidad de reubicar la importancia del trabajo en el campo, con el fin de generar una corriente comunista revolucionaria y el movimiento clasista entre los obreros rurales, y de atraer al campesino pobre y medio hacia posiciones de alianza con el proletariado. Este déficit se agudizará posteriormente, hasta pasar a ser hoy día uno de los aspectos del trabajo partidario que requiere concretar un verdadero viraje.

En octubre vuelven a producirse fricciones abiertas en las alturas. La dictadura, que continúa abiertamente con la misma política económica, muestra en su seno una creciente división ante el camino político a seguir.

En este periodo comienza a quedar claro que Levingston representa una política de transacción entre los sueños de grandeza del onganiato, que se niega a asumir la verdadera situación abierta luego del Cordobazo, y quienes pretenden acentuar el plan político que más tarde se denominaría el Gran Acuerdo Nacional.

Los políticos burgueses comienzan a acentuar sus condiciones. Los jerarcas de la CGT se ven obligados a lanzar un plan de lucha, que a instancias de la izquierda revolucionaria y del movimiento clasista cordobés, iba a ser tomado por las masas para asestar un duro golpe al conjunto de la política de la dictadura. Se avanzaría así un nuevo escalón en el proceso clasista y revolucionario que comienza a extenderse nacionalmente.

Nuestro Partido tonificado por el desarrollo del mismo da un cambio en su labor  y pasa a proyectar con más fuerza la línea aprobada en la Primera Conferencia. En Ingeniero White se realiza una asamblea en la seccional ferroviaria en la que se expulsa al delegado normalizador, se desconoce el resultado de las elecciones y se elige una Comisión Directiva Provisoria.

El paro del día 9 de octubre y sobre todo el paro del 22 y las extraordinarias jornadas de noviembre, volvieron a conmover al país.

En efecto, el paro del 22 evidenció una gran combatividad en muchas ciudades del interior. En Salta, las manifestaciones populares durante todo el día se extendieron a lo largo de varias barriadas. En Bahía Blanca, la policía se vio sorprendida por el carácter combativo que asumió lo que se esperaba fuera una controlada manifestación opositora.

En la Capital Federal, donde hasta ahora la dictadura y los jerarcas sindicales han tenido éxitos en impedir un estallido más o menos extendido, el paro se constituyó en el más masivo y combativo de los realizados bajo la dictadura. Pero el desborde mayor tuvo lugar en Córdoba.

Luego del paro del día 9 de octubre y del acto organizado por Bas y Paladino, la Gobernación y la CGT confiaban en que la masa no saldría el día 22, y que el acto programado sería fácilmente absorbido.

Pero en Fiat, después de un vibrante acto clasista en las puertas de la fábrica, los obreros en manifestación acortaron los 7 km. que los separaban de Córdoba y avanzaron encabezados por la figura del Che y carteles de agrupaciones clasistas. A pesar de la represión a la entrada de la ciudad, muchos manifestantes arribaron a la CGT, donde repudiaron a su dirección.

A fin de octubre se produce en el Gran Buenos Aires, la toma de General Motors ante el despido de 400 obreros y ante la claudicación de la Comisión Interna.

El 13 de noviembre, la combativa columna obrera de las comisiones internas de Fiat, la Primero de Mayo y la izquierda, provoca la ruptura del acto dialoguista de la CGT cordobesa y se producen masivos combates en Tucumán y Catamarca. En Tucumán la lucha del comedor universitario y de las bases obreras de FATUN, a la que se sumó la manifestación permanente de los empleados judiciales, hicieron de detonante del polvorín del odio acumulado contra la dictadura y el régimen.

Desde el comedor universitario, la lucha fue ganando en masividad. Se realizaron manifestaciones y se apeló al pueblo para sostener la olla popular de los estudiantes. La combativa ocupación de la Escuela de Comercio, amplió el frente de lucha que, desde las zonas más céntricas fue extendiéndose por 4 días a los barrios más proletarios.

Así se llegó al paro activo por 36 horas. La ciudad tomó casi las características de una zona donde el pueblo experimentaba en plena democracia el uso de elementos de combate.

En Corrientes, durante el acto de la CGT regional fue abucheado el participacionista Olivera cuando elogió a Rucci, y buena parte de la concurrencia empezó a corear la consigna: “Che Guevara, lucha armada”.

En Catamarca se reveló también hasta qué punto había calado hondo en las masas el odio hacia la dictadura. Superando una dirección que limitaba la lucha a la oposición al gobernador Brizuela, gruesos sectores juveniles de la capital de la provincia, salieron a manifestar en las calles el 13 de noviembre, oportunidad en que fueron reprimidos a balazos por la policía. Unas semanas después, esas mismas fuerzas policiales se amotinaron, pidiendo además de aumentos salariales, “mejores elementos para la represión de turbas”, lo cual abrió nuevamente las compuertas del odio popular. Esta vez la manifestación que avanzó audazmente sobre la casa de gobierno fue ametrallada por la Policía Federal, ocasionando un muerto y cinco heridos graves. Ello motivó que las masas pidieran armas, produciéndose una brecha con la CGT que seguía llamando por la moderación.

En Córdoba, los obreros de Fiat, salieron a la calle solidariamente, hecho que fue cuidadosamente silenciado, tanto por la CGT como por la prensa burguesa.

El caso catamarqueño al igual que el conflicto de los empleados públicos de La Rioja, mostraba acabadamente los rasgos de la situación política por la que atravesaba el país.

También en San Juan el paro del 12 y 13 de noviembre estuvo signado por un enfrentamiento entre la voluntad combativa de las bases y la política de los jerarcas de la CGT, enfrentamiento en el cual el FAUDI y los militantes clasistas jugaron un papel de avanzada. Luego de un acto, más de 200 trabajadores y estudiantes realizaron manifestaciones.

Diciembre se inicia con miles de telefónicos en lucha y en Córdoba, en el Smata a pesar del fraude, en Forja, Pintura y Perdriel, las fuerzas clasistas ganan posiciones en las elecciones sindicales, demostrando que en esas empresas el proceso iniciado a comienzo de año, no obstante la brutal represión, seguía adelante.

A mediados de diciembre se realiza en Córdoba, el Plenario Nacional de las Agrupaciones Primero de Mayo que, con la presencia de 30 agrupaciones de distintos lugares del país, constituyen su Mesa Coordinadora Nacional. Cristalizaba así un ambicioso proyecto del proletariado, de las ideas del socialismo y la insurrección, de las experiencias protagonizadas por las masas obreras en los últimos años. Cristalizaba en ella el aporte de los comunistas revolucionarios en el proceso liberador argentino. La corriente socialista, insurreccional, en el movimiento obrero argentino, se había dotado de su instrumento para avanzar en la lucha política y sindical.

 

11. Un verano caliente. El Ferreyrazo. El segundo Cordobazo. Marzo de 1971

El deterioro de la dictadura de Levingston se fue acentuando. Su rostro asesino se evidenció una vez más con el frío asesinato de Martins y Centeno, secuestrados por la policía y los servicios de seguridad en pleno centro de Buenos Aires, inaugurando así una faceta represiva que se acentuaría con Lanusse en 1971. El aumento del 6% y el adelanto de la fecha de paritarias para el mes de febrero resultaron una burla frente al brutal aumento de la carestía producido simultáneamente. La crisis en las alturas se acentuó y Levingston articuló una intensa campaña, para mejorar su deteriorada imagen, con el fin de aparecer como defensor de “lo nacional” a través de su ministro de Economía Ferrer y con el apoyo de Alende y la UCRI.

Por otra parte se agudizaron los planes recambistas y las quejas de los partidos burgueses que se sentían abiertamente burlados por la demora en concretar la apertura prometida y preocupados por el giro que nuevamente habían tomado las luchas que tenían en el proletariado a su actor principal y decisivo.

Se planteó de esta manera un nuevo momento en la lucha contra el reformismo y con las ilusiones en los siempre renovados y supuestos salvadores populares, como el Gral. Carcagno, represor del Cordobazo.

Por otra parte, el apoyo de los Tupamaros en el Uruguay al “Frente Amplio” había demostrado adónde conducía la conciliación ideológica y política del militarismo con el reformismo y el revisionismo y los peligros que ello entrañaba para la construcción de un camino proletario revolucionario.

En esas circunstancias afirmamos en Nueva Hora Nro. 58 de enero de 1971:

“El caso Carcagno es interesante porque comprueba una vez más uno de los rasgos más típicos de las clases dominantes argentinas: su gran capacidad para mimetizarse. Sus representantes, cual el camaleón, cambian de color al influjo de las condiciones del medio. Desde ya que el rasgo expresa esencias estructurales que no es el caso examinar aquí. Esa propiedad le sirvió a la oligarquía burguesa terrateniente para enfrentar, y superar, en otras épocas, al radicalismo y al peronismo en el poder.
“No es esto pues lo extraño en el affaire Carcagno. Ni lo es que los jerarcas sindicales se transformasen en apóstoles de la nueva revelación y recorriesen las provincias propagandizándola.
“Lo que puede aparecer como extraño es que fuerzas autocalificadas de izquierda, y de revolucionarias, presten oídos a esa propaganda. Y que al tiempo que continúan agitando sus consignas revolucionarias, endulcen su corazón con la ilusión en el golpe salvador del general Carcagno. Estos cantos de sirena son sumamente peligrosos para la clase obrera, dado que el objetivo político central de la dictadura es, actualmente, neutralizar o integrar al proletariado y empujar a la izquierda por canales que eviten la revolución.
“Uno de esos canales es el del golpe ‘peruanista’. No negamos que exista un movimiento de la burguesía no ligada al imperialismo que trabaja por esa salida. Afirmamos, sí, que tanto el imperialismo como la oligarquía burguesa terrateniente procuran, y generalmente logran, instrumentar a ese movimiento y transformarlo en espejismo que desvía de su camino a algunas fuerzas revolucionarias. El proceso posterior al Cordobazo ha ido demostrando que el proletariado ha culminado la etapa en que era unificado por la burguesía para luchar como peón de ésta. Como dice el Manifiesto Comunista, la época en la que los obreros luchan contra los ‘enemigos de sus enemigos’. El proletariado argentino está incorporándose, en procura de alcanzar su dimensión histórica de jefe de la revolución de liberación social y nacional, y relegarlo de nuevo a peón de la salida populista es, cuando menos, un grueso error.
“El otro canal preparado para desviar a la izquierda es el que conduce al espejismo electoral. Este espejismo tiene en los planes de la dictadura una finalidad inmediata eminentemente diversionista. La gentil indiferencia de la dictadura ante el llamado Encuentro de los Argentinos es buen ejemplo de esa finalidad.
“Hoy se tensa, de más en más, la contradicción principal de la sociedad argentina entre la clase obrera y las capas medias del campo y la ciudad por un lado, y la oligarquía burguesa terrateniente por otro. Las luchas ganan en profundidad y extensión. Germinan las semillas de un proletariado socialista, independiente y opuesto a todas las clases explotadoras. A partir de mayo de 1969, la dictadura chapalea en medio de un pantano político del que no puede salir.
“De allí que no sirve a los intereses del proletariado alentar ilusiones populistas. Por el contrario, se debe darles batalla sin cuartel. Al igual que a las ilusiones, en una salida electoral comandada por una dictadura con reparaciones de fachada (como el gobierno cívico-militar que postula el Encuentro de los Argentinos). El camino es extender y profundizar las luchas de la clase obrera y el pueblo en una perspectiva revolucionaria e insurreccional”.

La aspiración a un verano tranquilo a que aspiró Levingston se trastocó rápidamente. En enero la empresa Fiat expulsó a 3 delegados. La dirección del Sitrac intentó lograr la revisión de la medida por medios pacíficos -huelga de hambre-. La empresa estimó que era momento de golpear más a fondo: expulsó a 7 delegados más. Pero la supuesta apatía de los obreros se transformó en odio incontenible. Unánimemente el personal ocupó la planta reteniendo rehenes y organizando piquetes armados con bombas molotov, dispuestos a incendiar bidones con solvente ubicados en lugares estratégicos.

Levingston dio tres horas para desocupar la fábrica en la noche del jueves. En la Casa Rosada se vivía un clima semejante al de los días del golpe de Estado. El avión presidencial trajo a Buenos Aires a López Aufranc. Sin embargo, la solidaridad se extendía como reguero de pólvora en todo el proletariado cordobés: la acción de las Primero de Mayo, de la coordinadora de delegados de Santa Isabel, de las delegaciones internas de otras empresas del gremio de mecánicos, dio por resultado la movilización de todos los trabajadores, abandonando las empresas y marchando en solidaridad con los compañeros de Concord.

La “imposición” a la empresa del reintegro de los cesanteados, al menos durante el “periodo de conciliación” fue la prenda necesaria para la desocupación de la planta.

En febrero y a principios de marzo la situación política se agravó para el gobierno. El descontento de las masas populares ante la política de entrega, de represión y de hambre, especialmente frente al alza brutal del costo de la vida en los últimos meses de 1970 y comienzos de 1971, estalló en luchas en todo el país. Se produjeron varias ocupaciones de fábricas en el Gran Buenos Aires, paros activos con manifestaciones callejeras de los obreros y empleados telefónicos en la Capital Federal, de obreros y empleados de varios gremios en Paraná, de los obreros de la fruta en Cipolleti, estallidos de lucha popular acompañados de una huelga general de 48 horas en Casilda. Los estudiantes universitarios resistieron nacionalmente -en distinto grado- los ingresos limitacionistas a la universidad, ocuparon facultades en distintas ciudades y realizaron manifestaciones combativas.

Pese al servicio de Guana, Zorila y otros agentes de los monopolios y el Estado en el gremio de la carne que logró paralizar la lucha, creció el descontento, especialmente en Berisso, por la grave situación de miles de obreros suspendidos y cesanteados en los frigoríficos.

Manifestaciones de miles de campesinos pobres y medios en el Chaco, y posteriormente la lucha de miles de productores paperos contra el monopolio intermediario en el sudeste de la provincia de Buenos Aires, confluyeron al torrente común de la lucha antidictatorial.

El proletariado cordobés seguía marchando a la cabeza de la lucha proletaria y popular en el país. El 29 de enero, el 3 de marzo y el 12 de marzo, realiza tres paros activos con manifestaciones, ocupaciones de fábricas y de barrios (el 12 de marzo se ocupan más de cien empresas en Córdoba y los obreros de Fiat ocupan el barrio de Ferreyra). Se incorporan a la lucha los empleados públicos de Córdoba, los empleados de la municipalidad, los no docentes y los de Tribunales. El paro del 3 de marzo y el 12 de marzo son acompañados por amplias masas populares incluido el pequeño comercio e industria. El asesinato del joven obrero Cepeda -nuevo mártir del pueblo en la lucha contra la dictadura- conmueve el país.

La continuidad y extensión de las luchas cordobesas, en el momento en que se generalizan nacionalmente las luchas, pero especialmente en el momento en que se desbarrancan las paritarias tramposas que montó la dictadura y crecía el descontento popular, fue acompañada de la aparición y fortalecimiento, en Córdoba, del polo clasista, socialista y revolucionario en la clase obrera, constituido por las direcciones de Sitrac-Sitram, delegados de Santa Isabel, Perdriel, Grandes Motores y otras empresas, gremios que se desprendieron de otros nucleamientos, y las Primero de Mayo.

Ese polo clasista cambió profundamente la situación del movimiento obrero cordobés. Y del movimiento obrero nacional, dado que por primera vez, en muchos años, una fuerza socialista, revolucionaria, lograba transformarse paulatinamente en alternativa a un movimiento de lucha de la magnitud del de los trabajadores cordobeses. Eso se dio en medio de una dura lucha contra el reformismo de Tosco y el PC y contra la línea entreguista o conciliadora de las “62”. Y en una dura lucha dentro del bloque revolucionario contra las ideas de VC, que partiendo de sus tesis que ubican el centro de la lucha de masas en la Argentina, en el campo, trabajan para estallidos insurreccionales que descuentan han de fracasar, pero permitirán, luego, organizar la guerra prolongada con base en las zonas rurales. De allí una táctica que pretendía marginar a Sitrac-Sitram del resto del movimiento obrero cordobés, y del país, y que debió luchar contra la línea populista de izquierda, de la guerrilla urbana, preocupada fundamentalmente por utilizar el movimiento obrero para el fortalecimiento de la organización paralela que ejecutará la revolución a nombre del proletariado. En esa lucha compleja se fue fortaleciendo ese polo clasista en el proletariado cordobés.

La designación de un viejo oligarca fascista, Uriburu, como gobernador de Córdoba, fue la gota que rebalsó el vaso. El 15 de marzo más de 15.000 obreros y estudiantes producen un nuevo Cordobazo. A diferencia del primero, éste tuvo como protagonista fundamental a las fuerzas socialistas, clasistas y revolucionarias.

La dictadura se estremeció nuevamente hasta sus cimientos. Se agudizaron las diferencias entre los de “arriba” y se precipitó la crisis política. El recambio del 22 de marzo estuvo claramente marcado por el nuevo Cordobazo (al que el pueblo cordobés bautizó como el “viborazo”, en respuesta a la conocida frase de Uriburu). Levingston releva primero a Lanusse por no haber reprimido con suficiente saña al pueblo cordobés, y Lanusse, cuando desplaza a Levingston, destaca que López Aufranc reprimió con pocas víctimas la lucha cordobesa.

Coincidiendo en la línea fundamental de la dictadura, Levingston y Lanusse, expresión de fracciones de clase de la oligarquía burguesa terrateniente, diferían en la salida política con la que la dictadura pretende coronar su periodo de gobierno. Lanusse es partidario de un “gran acuerdo nacional” con las fuerzas de la oposición burguesa y el reformismo, que aísla a los “enemigos” de las clases dominantes, o sea, a las fuerzas socialistas y revolucionarias que han crecido en el país en estos años. Levingston, no confiaba en esa “salida” y prefería quebrar las piernas a esas fuerzas para constituir una fuerza política homogénica, moldeada desde el gobierno, que garantizace, en su opinión, un aislamiento mayor de esas fuerzas “enemigas”.

 

 

12. Enseñanzas generales. La izquierda revolucionaria.
Nuevas formas organizativas. El principal camino de acumulación insurreccional de fuerzas

El  proceso recorrido desde junio hasta marzo de 1971 comprobó como justas las apreciaciones políticas generales impulsadas por el Partido. El segundo Cordobazo dio respuesta a quienes desde el reformismo y el militarismo habían formulado la pregunta ¿y después de Perdriel qué? Combatían de este modo el proceso abierto en 1969 y que operó en mayo de 1971 un salto cualitativo. Las masas obreras, estudiantiles y populares especialmente las cordobesas, a impulso de la corriente clasista y revolucionaria, habían protagonizado huelgas políticas, manifestaciones, ocupaciones de empresas, combates callejeros con barricadas y enfrentamientos con la policía y el Ejército que demostraban un avance en su conciencia política y organizativa, y la utilización embrionaria de elementos de táctica insurreccional en sus combates de clase. El proletariado emergió con toda nitidez como la fuerza decisiva en esta hora política y los predicadores del reflujo reformista fueron nuevamente derrotados por los hechos. El boceto revolucionario insurreccional había cobrado mayor nitidez y conciencia. La incipiente fusión del comunismo científico con el movimiento obrero apuntada en la Conferencia de agosto, el surgimiento de una profunda corriente clasista se había proyectado con fuerza en la escena política nacional y un hecho nuevo, la movilización del campesinado, se operó en el país junto a la participación estudiantil y docente.

Las luchas desarrolladas, especialmente la de los obreros de Fiat en Córdoba, enriquecieron enormemente el caudal de experiencia del incipiente movimiento clasista y de nuestro Partido. Principalmente en torno a las formas de organización de las masas, más apropiadas para las luchas revolucionarias del proletariado, y a lo que constituye la principal vía de acumulación insurreccional de fuerzas en el actual periodo político argentino.

Nuestro Primer Congreso dedicó gran parte de su resolución política al análisis del Cordobazo y de las formas de lucha y organización que se desarrollaron en 1969, año en el que se multiplicaron las comisiones obreras de lucha, al margen de las direcciones sindicales participacionistas y dialoguistas. Analizamos esa experiencia y dimos batalla: contra el reformismo (generalmente “doctrinario”) que nos diluía en esas comisiones y no luchaba por construir agrupaciones clasistas de programa socialista e insurreccional, y contra la teoría del “paralelismo” sindical, el izquierdismo del “fuera del régimen” y el “comandismo”, que se apoyaban en esas experiencias del movimiento obrero para teorizar formas de organización incapaces de permitir incorporar a las masas obreras a la lucha y de elevarlas políticamente.

El año 1970 comenzó con dos luchas importantes. La de los obreros de El Chocón y la de los Talleres de la Municipalidad de la Capital Federal. Las dos presentaron rasgos comunes en cuanto a la existencia previa de comisiones de lucha que tomaron el combate por los problemas de las masas, combate que no tomaba la dirección sindical, y combate que se dio originariamente al margen de esa dirección y contra ella. En los dos casos la comisión, inicialmente clandestina, ganó luego la dirección legal de la organización sindical, y en los dos casos comenzó un duro forcejeo entre ellas y los jerarcas sindicales.

La experiencia de los obreros de El Chocón, discutida y asimiladas sus principales enseñanzas por nuestro Partido, permitió luego hacer avanzar a todo el movimiento a un plano superior con la ocupación de la planta de Perdriel (Córdoba). Luego asistimos a la experiencia de conquista de direcciones combativas y en gran medida clasistas en las tres plantas del complejo Fiat en Córdoba; a la derrota de Torres en la renovación reciente del cuerpo de delegados en Santa Isabel y en Perdriel; al avance de la Primero de Mayo en el SMATA cordobés; a la extensión a otros gremios cordobeses de esa experiencia, como Municipales y Fatun.

En casi todas esas experiencias las comisiones de fábrica, estrechamente vinculadas a la masa, con un enorme grado de participación y organización de los obreros en sus decisiones y en su elección, con sus comisiones en cada sección de la empresa fueron transformándose en organismos sindicales y políticos. En ellas se fue combinando crecientemente lo sindical con lo político general y lo clandestino con lo legal. Igualmente en su seno despuntaron grupos de obreros y comandados por la base para accionar contra el matonaje sindical, la represión y los grupos paramilitares de la dictadura. Configurando todo ello verdaderos embriones político-organizativos para los objetivos revolucionarios del proletariado, capaces por otra parte de articularse hacia fenómenos similares operados en otras empresas y en otras capas y clases sociales.

En este sentido cobró singular importancia el debate sostenido por nuestro Partido alrededor del paro de enero en Córdoba y que reflejó Nueva Hora en el mes de febrero bajo el título de “Fuerzas clasistas y sindicatos”.

Luego de las combativas jornadas de principios de enero se planteó con agudeza la política a seguir por el movimiento clasista y sobre todo por Sitrac-Sitram hacia el conjunto del movimiento obrero cordobés y de todo el país. Desde ese punto de vista, su profundización y proyección requería plantearse una táctica concreta frente a la CGT regional, requería derrotar una política izquierdista que, asentada en la supuesta excepcionalidad del proceso allí operado y en la desconfianza en la potencialidad revolucionaria proletaria, provocaba su aislamiento, requería una táctica que reconociese que la experiencia vivida resolvía en la práctica viejas polémicas demostrando la utilidad de la recuperación clasista de los sindicatos como objetivo de una política revolucionaria y simultáneamente la necesidad del combate frente a la política de absorción que practicaban los sectores reformistas. La situación planteada por otra parte puso de manifiesto la necesidad de impulsar la lucha tendencial y partidaria como garantía de avance. Este debate comenzó a delinear una política para el proceso operado en Sitrac-Sitram y la superación de un notorio retroceso en tal sentido, en segundo lugar contribuyó a combatir una línea izquierdista que trababa su desarrollo y, en tercer lugar, en el plano interno, comenzó a saldar luego de un año de ricas experiencias, el debate desarrollado en el  Primer Congreso en torno a nuestra línea política en el movimiento obrero y la acumulación de fuerzas en el actual periodo.

En efecto, el análisis de la práctica demostraba que la clave de nuestro crecimiento, de la acumulación insurreccional de fuerzas, era encabezar las luchas de la clase obrera, ser indoblegables en la defensa de sus intereses, batir a los jerarcas e imponer nuevas direcciones surgidas en la lucha y desarrollar para ello una polémica de principios frente al reformismo castrador y el revolucionarismo pequeñoburgués en sus distintas variantes.

La polémica de enero exigió del Partido un análisis profundo de su actividad en el periodo posterior al Congreso. Durante el mismo se había debido luchar en dos frentes. Por un lado el Partido, precisado de realizar un paciente y metódico trabajo de penetración en las empresas, trabajo eminentemente gris y que inicialmente nos permite solo una distante aproximación a la lucha política, a las ideas, a la psicología, a las características de los obreros, en esas empresas, fue impulsado permanentemente hacia el reformismo economista. Surgieron en el Partido tendencias de este tipo, que muchas veces se cubren de “doctrinarismo”, pero que representan esencialmente ese reformismo economista. Su cobertura “doctrinaria” se debe a que sus raíces se hunden en una concepción del tipo de revolución trotsquizante (menchevique). No confían en la capacidad del proletariado para hegemonizar la actual fase revolucionaria en el país. Se deja a la burguesía esa “vuelta de calesita”, confiando en poder controlar la próxima, la socialista.

Por otro lado, la efervescencia de masas, la combatividad y conciencia en ascenso, golpea en un Partido apto por su composición social predominante para tratar de contrarrestar la tendencia anterior por un izquierdismo generalmente espontaneísta o militarista.

El combate contra estas posiciones que encontraron, aun con retraso y deficiencias, un camino superior en Córdoba, tuvo un desarrollo permanente en el Partido. En Municipales como ya lo hemos referido, el izquierdismo espontaneísta nos llevó a perder posiciones. En general nos llevó a no poder capitalizar la dirección de la toma de fábrica y la lucha posterior frente a la ofensiva patronal. En ferroviarios por el contrario prevaleció el reformismo economista, lo que impidió proyectarnos como alternativa frente al fraude de la intervención y la claudicación de Pepe, Scipione y el Mucs.

Pero esta realidad demostrativa de un Partido que comenzaba a analizar su actividad en el seno del movimiento obrero, que había comenzado a practicar la línea política aprobada en el Primer Congreso, no era patrimonio del conjunto de nuestras organizaciones. En el Gran Buenos Aires numerosas luchas evidenciaron que “el camino de Córdoba” comenzaba a reflejarse, las manifestaciones de 4.000 obreros telefónicos por el centro de Buenos Aires, la constante movilización y asamblea de los bancarios, fueron una evidente demostración de ello. Pero sin duda alguna el conflicto más importante fue el que sostuvieron por meses los obreros de la carne frente a los despidos provocados por la patronal. Cabe preguntarse entonces cuáles fueron las razones de nuestra débil participación en el mismo, particularmente en La Plata y Rosario.

Nuestro Partido elaboró una línea y previó el conflicto con anticipación, sin embargo, lo que pudo ser un gigantesco combate contra la explotación de los monopolios y el imperialismo y contra la dictadura fue finalmente amañado por los Zorila, Guana y demás dirigentes de la patronal. El conflicto no mereció la atención permanente y en profundidad por parte de nuestra organización y especialmente de los regionales apuntados. Se evidenció en ellos profundas trabas de clase, pequeñoburguesas, que impidieron adentrarse en la lucha, contactar con los obreros más combativos y avanzar con nuestra política en uno de los sectores más explotados y con mayor tradición de lucha del proletariado argentino.

Un ejemplo de los que pudo lograr un Partido decidido a encabezar la acción de las masas fue lo realizado por el regional de Tucumán durante las jornadas de noviembre. Allí también, como expresión de la composición predominantemente estudiantil del Partido, se acuñaron teorías que desde fuera del proletariado azucarero y de las masas obreras, pronosticaron que en Tucumán no existían condiciones para desatar procesos similares a los acontecidos en Córdoba, Rosario, etc. Confundieron lo que era la desazón de un activo de izquierda influido por la nefasta experiencia trotsquista y populista con la verdadera situación a que la política de la dictadura había llevado a las masas de la provincia. Se cubría así la desligazón del Partido con la política del movimiento obrero en las principales empresas azucareras, ferroviarias, etc. La pueblada tucumana y diversas luchas obreras dieron por tierra con estas teorías y abrieron nuevas condiciones para el trabajo partidario en el proletariado y campesinado tucumano.

 

13. La infiltración y la provocación dentro del Partido

El PCR en su corta existencia ha debido ya soportar los golpes de la dictadura, y la constante provocación del PC oportunista y del revisio-nismo internacional. A pesar de sus esfuerzos por destruirlo el PCR goza de creciente salud política y de mayor fuerza orgánica. Numerosos infiltrados y  provocadores que soñaron con fracturarlo, desorientarlo y aniquilarlo han sido descubiertos y expulsados. La principal arma para ello ha sido el desarrollo y la aplicación de su línea política y su funcionamiento leninista, basado en el centralismo democrático. En esta dirección se constituyó en un triunfo del Partido, el desenmascaramiento y posterior expulsión del grupo universitario de Natuchi durante los primeros meses de 1970. Sus ligazones con el hampa, sus actitudes colaboracionistas con la policía en ocasión de ser detenidos, mostraron acabadamente a los límites a que llegó este infiltrado del oportunismo en nuestras filas para destruir al Partido. Pero sobre todo puso al descubierto que nuestra acción no solo provocaba los embates ideológicos y  políticos del PC sino también una constante y planificada labor provocativa y de infiltración dirigida en sus niveles por la llamada Comisión de Control del mismo y en un escalón superior desde el propio aparato del revisionismo internacional. Esta labor comenzó desde antes de la ruptura. La dirección del PC, incapaz de encarar la discusión, instrumentó provocativamente para “resolverla” a determinados afiliados del Partido, en especial del sector Universitario de la Capital, particularmente de su aparato militar. De allí surgieron Petri, Zárate, Cura, y vinculado a ellos desde entonces Coco, cuyo supuesto trotsquismo, luego de expulsado, nunca pudo verse en la práctica. Este grupo que encabezó la infiltración se destacó siempre por su obsecuencia al reformismo codovillista. Durante las discusiones previas a la ruptura se transformaron en críticos y posteriormente en nuestro Partido en “militaristas”, “trotsquistas”, etc. Luego, al ser expulsados, se han expandido por diversas organizaciones combinando su labor destructiva con el impulso crítico y provocador permanente hacia nuestras posiciones y nuestro Partido.

Esta experiencia permitió asimismo comprender la labor de numerosas “críticas” que operaron previamente al Primer Congreso en las zonas de Buenos Aires, en Rosario, en Tucumán, en La Plata, etc. Lo hicieron siempre sobre la base de explotar el amiguismo y discusiones reales e insuficiencias del Partido para destruirlo. Es así que en la medida en que se acentuó la homogeneización ideológica y política del Partido fueron siendo derrotados, y luego frente a su labor fraccional y liquidacionista, expulsados. Conocimos así a trotsquistas como Arroyo, que luego aparecieron militando en la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, en Córdoba. A trotsquistas como Raggio militando posteriormente en el militarismo y a componentes del grupo Natuchi en el ENA y en el militarismo. Son los mismos titiriteros los que ahora utilizan el diario La Opinión para tratar de confundir acerca del proceso de discusión hacia el Segundo Congreso y ocultar nuestro fortalecimiento político. La expulsión de este grupo provocador permitió que nuestro sector universitario de Capital comenzase a desarrollarse y mejorara su actividad durante todo 1971.

 

14. Balance del Partido y experiencias

En marzo de 1971, en una nueva situación política, con un enriquecido caudal de experiencias y con notorios avances en su consolidación, el Partido encaró la realización de su segunda Conferencia Permanente. Se había logrado invertir la tendencia decreciente de sus fuerzas operada desde la ruptura hasta pocos meses después de la realización del Primer Congreso y trescientos nuevos afiliados habían acrecentado sus filas. Mejoró su estructuración organizativa y se comenzaron a desarrollar nuevas células de empresa. De una organización en gran medida paralizada en su labor por las discusiones previas al Primer Congreso, comenzó a transformarse en un Partido insertado en la lucha política nacional y cuyo centro de actividad comenzó a desarrollarse en las empresas y el movimiento obrero.

El periodo transcurrido había dejado sólidas enseñanzas y un alerta para el Partido. En efecto, un análisis global de su actividad, evidenciaba que luego de su trabazón inicial había tardado en ponerse a tono con el desarrollo, que en profundidad, había tomado el movimiento clasista, sobre todo a partir de las acciones obreras en Fiat en el mes de noviembre-enero agudizó la necesidad de desembarazarse de un izquierdismo que aislaba al movimiento y le impedía articularse nacionalmente. Marzo encontró nuevamente al Partido a la vanguardia del proceso.

Sin embargo, esta debilidad obedeció a causas más profundas. En realidad lo que el Partido había tardado en visualizar era la principal consecuencia del proceso abierto por el Cordobazo: el surgimiento, primero confuso, pero luego de Perdriel-Fiat, impetuoso y nítido, de una corriente clasista en las entrañas del proletariado industrial. Fenómeno que trascendía en su importancia el marco nacional, y que la composición social predominante en el Partido, al dificultar la relación partido-clase, nos impidió valorar acertada y rápidamente; lo que devino a su vez en debilidad de análisis teórico-político. Posteriormente, la lucha por aprehender en todo su significado este nuevo fenómeno, sería una de las causas de un error opuesto, la sobreestimación del proceso espontáneo y sus consecuencias oportunistas. Pero si esto se evidenció en Córdoba, fue mayor el alerta para el conjunto del Partido. Numerosos procesos brotaron en fábricas fuera de su incidencia.

 

Capítulo IV

 

15. La segunda reunión de la Conferencia Permanente. Caracterización del nuevo recambio

El recambio producido el 22 de marzo de 1971 no figuraba en los planes iniciales de quienes, preocupados por el giro que tomaban los acontecimientos políticos luego de mayo de 1969, apresuraron la caída de Onganía. Nuevamente las clases dominantes y el imperialismo debieron ajustar su libreto frente al rápido deterioro de Levingston. Se definió así, sobre la base del mismo plan económico y con mayor nitidez el Gran Acuerdo Nacional. Proceso destinado a revertir el aislamiento y la debilidad en que la agudización de todas las contradicciones de nuestra sociedad y los embates populares han colocado a la “revolución argentina”, destinada a detener el proceso de revolucionarización de las masas obreras y populares e impedir que el desarrollo de la lucha de clases escape al control de la oligarquía burguesa terrateniente y el imperialismo en la Argentina. Preocupación ésta acentuada por la situación que atraviesa el Cono Sur de América Latina por la crisis del imperialismo, el reformismo y el auge de las luchas revolucionarias a escala internacional.

Se abrió así un periodo en el que se acentuaron las maniobras de la dictadura, de los políticos burgueses, el tradicional oportunismo del PC y las vacilaciones de las expresiones políticas de la pequeña burguesía. Sin embargo, esta hábil maniobra reaccionaria tiene un gran “talón de Aquiles”, la potencialidad revolucionaria del proceso obrero y popular que ha irrumpido en la escena política nacional en estos últimos años. Que esta derrota al GAN en una línea insurreccional liberadora es precisamente la gran responsabilidad histórica abierta para nuestro PCR. Desde esta perspectiva analizó el recambio la segunda Conferencia Permanente del Partido realizada el 27 y 28  de marzo. Esta analizó extensamente la crisis del capitalismo dependiente argentino, el fracaso de los planes articulados en 1966 y el proyecto de construir “una Argentina que reemplace a la que se construyó en 1853/1880”, que según Levingston fue el fundamento esencial de la aparición de la Revolución Argentina. Frente a ello expresó:

“Ese ha sido el drama de las clases dirigentes argentinas que han querido superar el  estancamiento del país en el molde de la estructura del capitalismo dependiente. En 1853, y mucho más en 1880, la oligarquía terrateniente -hoy oligarquía burguesa terrateniente- era vigorosa. Hoy es una clase social caduca. Entonces se unió a un capitalismo en expansión y a una metrópoli imperialista -Inglaterra- en pleno apogeo. Hoy está unida a un capitalismo desfalleciente, que es acosado por las luchas revolucionarias, y está subordinado a una metrópoli cuya economía dificulta la integración relativamente bien articulada que se había logrado con el imperialismo inglés. En 1860/1880 creó un proyecto de país posible; un proyecto que trajo padecimientos enormes a las masas trabajadoras pero no le impidió a las clases dominantes obtener un relativo consenso. Hoy, el proyecto de la dictadura de un país desarrollado, sin terminar con la dependencia al imperialismo y manteniendo el latifundio, es un sueño imposible. La Argentina estable y próspera de ese sueño exige un proletariado sometido e integrado a ese capitalismo dependiente, cuando el proletariado argentino, cada día más, va emergiendo como la clase social llamada por la historia a hegemonizar la revolución que acabe con la Argentina de la oligarquía burguesa terrateniente y los monopolios.

“La oligarquía burguesa terrateniente argentina se asemeja a la gran burguesía inglesa, que hasta hace poco fue su ama. Añora un pasado de esplendor que no volverá y sueña con un futuro de grandeza que no condice con la realidad actual.”127

La Conferencia puntualizó acerca de la continuidad en los planes de la dictadura, cuya viga fundamental lo constituye el proceso de concentración y centralización monopolista y caracterizó:

“La dictadura impuesta en 1966 no vino a impulsar un desarrollo ‘en general’ del capitalismo argentino, como han sostenido algunas organizaciones, y mucho menos desde ya, a favorecer una vía capitalista autónoma. Vino a impulsar un determinado desarrollo. Por una vía: la de la concentración monopolista dependiente del imperialismo. Con una vía de desarrollo para el agro apoyada por terratenientes: el camino prusiano en el agro, que desde ya en el caso argentino es un prusianismo con características que lo diferencian del modelo típico, pero cuya base sigue siendo la tecnificación de los latifundios.
“La dictadura instaurada en 1966 fue el epílogo lógico de diez años de peronismo que no liquidaron ni la dependencia al imperialismo ni al latifundio. Y abrieron el paso a los gobiernos entreguistas de la ‘Libertadora’, de Frondizi y Guido. El Radicalismo del Pueblo, desde el gobierno, no modificó esa estructura, claudicó ante el imperialismo y la oligarquía y preparó el terreno a la dictadura de Onganía. Como señalábamos en la reunión anterior de esta Conferencia ‘la política de concentración monopolista que han seguido los monopolios y la oligarquía burguesa terrateniente es una política necesaria, inevitable para ellos, por cuanto está determinada por el desarrollo y la organización actual de la producción capitalista’. Frente a ella hay una única opción, la revolución de liberación social y nacional”.128

Por todo ello, afirmó:

“(…)se tensa al máximo la contradicción fundamental de la Argentina. La contradicción entre la clase obrera, el campesinado pobre y medio y las capas medias del campo y la ciudad, por un lado, y la oligarquía burguesa terrateniente por otro.
“Sobre esa base se agudizan las contradicciones secundarias de nuestra sociedad. Por eso se equivocan los que van a la cola de la burguesía (de las distintas propuestas políticas), planteando que en el país se agudizan centralmente las contradicciones interburguesas y, dicen, que por eso es utópica la propuesta insurreccional del PCR y nuestro planteo de que ésta es en la Argentina ‘la hora del proletariado’. Lo que se tensa en el país es la contradicción fundamental y es eso lo que puede permitir al proletariado avanzar en la conformación del bloque de clases revolucionarias que bajo su hegemonía realice la revolución de liberación social y nacional. Y lo que le puede permitir aprovechar a su favor -si se garantiza su independencia de clase- las contradicciones entre las clases explotadoras.
“Por ello, también, las medidas de la dictadura por aliviar las tensiones sociales en las zonas del interior que padecen una crisis crónica no podrán alcanzar éxito.”129

Analizó también la Conferencia en profundidad, el plan político or-questado por Lanusse, su historia y objetivos, la política acuerdista de Perón, del radicalismo y del conjunto de las fuerzas políticas, y señaló:

Más que nunca aparece claro: o el proletariado logra hegemonizar un bloque de clases revolucionarias y hegemoniza una insurrección triunfante o la clase obrera y el pueblo seguirán padeciendo la política de superexplotación, de hambre, desocupación, expropiación de las capas medias, represión y entrega.   
“Por eso nuestra consigna es: ‘¡abajo la dictadura! ¡Ni golpe ni elección, insurrección!’ Y luchamos para que la clase obrera y su partido marxista-leninista hegemonicen esa insurrección.
“En tanto la clase obrera no entre a la arena política con independencia, los planes de las clases reaccionarias pueden pasar. Nosotros despreciamos estratégicamente a esas clases condenadas por la historia. Pero las valoramos tácticamente. Y para nosotros no es indiferente que esos planes pasen, porque el triunfo de los mismos dificultaría nuestra acumulación de fuerzas insurreccionales, aunque, como es lógico, ese triunfo sería esencialmente precario.”130

Y luego de sostener la posibilidad de romper la nueva trampa y lograr que ésta sea derribada en forma revolucionaria afirma:

“Cuando los comunistas revolucionarios levantamos la consigna de la insurrección frente a las elecciones que promete la dictadura, no lo hacemos por infantilismo político, propio de una secta, sino de un partido marxista-leninista.
“Lenin indicaba que a los bolcheviques ‘(…) una experiencia demasiado larga, dura y sangrienta nos ha convencido de que es imposible basarse exclusivamente en el estado de ánimo revolucionario para crear una táctica revolucionaria. La táctica debe ser elaborada teniendo en cuenta, con estricta objetividad, todas las fuerzas de clase del Estado de que se trate (y de los Estados que lo rodean, y de todos los Estados en escala mundial), así como la experiencia de los movimientos revolucionarios’.

“Es sabido que los bolcheviques supieron combinar con acierto la lucha clandestina con la legal. Que boicotearon elecciones amañadas -como en 1905- y que participaron en parlamentos ‘ultrarreaccionarios’ como el de 1908. Lenin destaca que el boicot a las elecciones parlamentarias de 1905 fue justo porque: ‘Entonces el boicot era justo, no porque esté bien abstenerse en general de participar en los parlamentos reaccionarios, sino porque se tuvo en cuenta la situación objetiva, que conducía a la rápida transformación de la huelga de masas en huelga política y, sucesivamente, en huelga revolucionaria y en insurrección. Además, el motivo de la lucha era, a la sazón, saber si había que dejar al zar la iniciativa de convocar la primera institución representativa o si debía intentarse arrancársela de las manos a las viejas autoridades’.
“En nuestro caso la situación internacional, especialmente en los países vecinos del Cono Sur, se preña de elementos revolucionarios. En el país se vive un momento de auge de las luchas que se transforman rápidamente, como hemos visto en 1969/70 y en los primeros meses de 1971, en huelgas políticas que despuntan elementos revolucionarios como en el último Cordobazo. La dictadura no se consolida. Como hemos dicho, su nuevo libreto es producto de su fracaso, no de su éxito.   “Aquí no está en discusión hoy una táctica electoral. Lo que está en discusión es el compromiso, la componenda, de las fuerzas burguesas de la ‘Hora del Pueblo’ y reformistas del ‘Encuentro de los Argentinos’ con la dictadura para ‘parar la guerra civil’, como dice la UCRP, para ‘evitar la guerra civil’, como dice Rodolfo Ghioldi; para ‘parar el argentinazo’, como dice Paladino, o sea, el compromiso de esas fuerzas con la oligarquía burguesa terrateniente para preservar lo fundamental del Estado de éstas e impedir la revolución.
“La discusión está entre los que quieren y los que no quieren la revolución. Entre los que luchan por derribar a la dictadura y a las clases dominantes que representa el poder, y los que concilian con ellas y traicionan los intereses populares.”131

 

Y en su parte final:

“1970 fue el año que vio consolidarse nacionalmente y comenzar a crecer una corriente comunista revolucionaria. La fusión de las ideas del comunismo revolucionario con su portador histórico, el proletariado, comenzó a ser mensurable. Fusión pequeña, pero que fue también detectada por el enemigo de clase.
Eso es lonuevo, lo que tenderá a desarrollarse en la política argentina, en el marco de un combate mundial entre reformistas y revolucionarios.
(…) Para transformar nuestros deseos en realidad debemos convertirnos en un partido enraizado en las grandes empresas obreras y en los  centros decisivos del agro y los centros de estudio. Un partido con miles de militantes.”132

 

Capítulo V

 

16. La nueva situación política. El Programa de Sitrac-Sitram

Apenas producido el recambio, la dictadura lanzó una vasta campaña publicitaria en torno al Gran Acuerdo Nacional. El anuncio de liberar los topes en las comisiones paritarias, que de hecho habían sido impuestos, no ocultó la continuidad del plan económico. El mantenimiento de Ferrer como ministro de Economía era ilustrativo de ello. Se reforzó la política y el aparato represivo y el ministro radical Mor Roig tuvo así el privilegio de firmar, al poco tiempo, la legalización de la participación del Ejército, para lo cual se reestructuraba, en la creciente represión de la guerrilla urbana y del accionar popular. Simultáneamente se ponían en marcha las negociaciones con Perón, la Hora del Pueblo y el ENA y se aseguraba la complicidad de la CGT con la entrega de centenares de millones de pesos descontados compulsivamente a los trabajadores. Se inició de tal manera un tire y afloje que hasta el presente continúa, en el que los regateos de dichas fuerzas no pueden ocultar su comprometido apoyo al plan impulsado por Lanusse. La situación económica se agravó para las masas populares y personeros oficiales acudieron presurosos a EE.UU. para lograr una “ayuda” que evitara el creciente deslizamiento hacia una aguda crisis económica coyuntural. Sin embargo, la imagen “democrática” y “populista” que se empeñó en generar la dictadura -a pesar del apoyo de Perón, la tregua de la CGT, el entusiasmo de los reaparecidos políticos burgueses- chocó con la desconfianza y el descontento de las masas en todo el país. No fue casual que nuevamente, en este periodo, aparecieran las teorías del reflujo tan caras al reformismo como a las vacilaciones del revolucionarismo pequeñoburgués. Sin embargo, las luchas continuaron y la corriente proletaria clasista que había aparecido diferenciada y con fuerza en los sucesos de marzo, alcanzaría con el Programa aprobado por los obreros de Sitrac-Sitram el 23 de marzo, un nuevo escalón de su desarrollo.

A fin de marzo los sindicatos de Sitrac-Sitram intervenidos y brutalmente reprimidos dieron a conocer un llamado convocando a la vez a un Congreso de sindicatos combativos y fuerzas clasistas para analizar la nueva situación y lanzar un plan de lucha nacional.

A principios de abril, después del debate en el seno de la CGT cordobesa, en el que los capitostes de las 62 disimulaban la tregua que concedían al plan de la dictadura con el argumento de que antes de salir a luchar había que normalizar la mesa directiva, el bloque de organizaciones compuesto por los sindicatos clasistas de Sitrac-Sitram, a los que se sumaron Luz y Fuerza, Empleados Públicos, Obras Sanitarias, Pasteleros y Prensa, resolvió analizar un paro activo el 1º de abril, por entender que ninguno de los reclamos obreros había sido satisfecho y que era necesario evitar que el gobierno, surgido del recambio, se consolidase. Ese día los obreros de la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (EPEC), nucleados en Luz y Fuerza, abandonaron sus tareas en manifestaciones y realizaron un acto en el que exigieron el levantamiento de la intervención al sindicato, debiendo enfrentar a la policía. Simultáneamente en el complejo industrial de Fiat en Ferreyra y ante un imponente despliegue policial, los obreros del primer turno realizaron una numerosa y combativa asamblea frente al establecimiento, donde fueron ovacionadas las intervenciones de los obreros clasistas. La policía cargó constantemente contra los trabajadores que se reagrupaban combativamente, resultando heridos 8 obreros.

Si no pudo concretarse la marcha hacia la plaza Vélez Sársfield, ello se debió a que la pasividad de la CGT determinó el relativo aislamiento de estas concentraciones, que debieron enfrentar el grueso de los efectivos de represión. En la madrugada del 20 de abril, 70 personas ocuparon un edificio en el barrio Avellaneda de Córdoba. El edificio, de 14 departamentos y locales en la parte inferior, fue bautizado con el nombre de Adolfo Cepeda, en homenaje al mártir de los sucesos del 12 de marzo. Los nuevos residentes manifestaron su intención de quedarse hasta las últimas consecuencias “porque éste es un bien del pueblo que está abandonado y el pueblo lo debe recuperar.”

En Buenos Aires, en Fiat Caseros un paro salvaje imponía de nuevo la reincorporación de un obrero clasista despedido, y una asamblea de más de 20.000 obreros rechazaba el convenio de los directivos de Luz y Fuerza. El pueblo de Río Gallegos repetía las recientes experiencias de Cipolleti y Casilda, protagonizando un alzamiento colectivo.

En Tucumán, alrededor del fraude que se montaba en la Unión Ferroviaria, los obreros de Tafí Viejo realizaron asambleas en las que levantaron sus reivindicaciones y eligieron su comisión provisoria. Las asambleas del 30 y 31 de marzo, las manifestaciones dentro del taller frente al desconocimiento de la misma, desembocaron en la ocupación y en el repudio abierto a los jerarcas sindicales.

El 29 de mayo el paro activo en Córdoba encabezado por Sitrac-Sitram, las manifestaciones de los obreros de la industria automotriz en la Capital, la  manifestación obrero-estudiantil en La Plata, el acto estudiantil popular en Santa Fe y otros actos en Corrientes, Mar del Plata, etc., demostraron la presencia de un proletariado combativo y una izquierda sindical en desarrollo. En Buenos Aires 1000 estudiantes llamados por el cuerpo de delegados de Filosofía, volvieron a manifestar contra la dictadura. La semana de mayo tuvo también como componente el secuestro del cónsul inglés y gerente del Swift. En Rosario y la Capital se desarrollaron actos y manifestaciones.

En esta situación el Programa de los gremios de Sitrac-Sitram aprobado a fines de mayo dio un enorme impulso al movimiento clasista revolucionario y socialista. Su contenido significó un triunfo de la línea del PCR y un gran mérito de los compañeros del regional partidario de Córdoba. En él se caracterizó la estructura de nuestro país como capitalista dependiente; el proceso de concentración monopolista que impulsaba la dictadura y la continuidad de los planes recambistas; el fracaso histórico de los partidos políticos burgueses y de la pequeña burguesía y se señaló el papel “principal e insustituible” del proletariado como caudillo de las masas populares oprimidas.

El Programa planteó que:

“La gran tarea del frente de liberación es aglutinar bajo la dirección de los trabajadores a todos los demás sectores oprimidos, a los asalariados del campo y la ciudad, peones rurales, campesinos pobres y colonos, capas medias de la ciudad, curas del Tercer Mundo, profesionales, intelectuales y artistas progresistas y al conjunto de los estudiantes.”

Y que:

“Este frente de liberación social y nacional es el instrumento apto para derrotar a las minorías reaccionarias que detentan el poder coaligadas al imperialismo, instaurando, mediante la lucha popular y las movilizaciones de masas, un gobierno popular revolucionario dirigido por la clase obrera, que pueda asegurar el cumplimiento del presente programa, concretando la revolución democrática, antimonopolista y antiimperialista en marcha continua hacia el socialismo. (…) oponiendo la legítima violencia del pueblo a la violencia de la explotación y la represión de las clases dominantes que tantos mártires ha costado a la causa popular.”

El Programa puntualiza finalmente las tareas a resolver por las masas en la revolución liberadora.

El Programa, a instancias de la Primero de Mayo, fue rápidamente conocido en todo el país y se constituyó en un nuevo punto de referencia en la política y el sindicalismo argentino. La dictadura tomó debida cuenta del grado de desarrollo de la corriente clasista. Los jerarcas sindicales peronistas, independientes, etc., comenzaron a atacarlo abiertamente. El reformismo, sobre todo en Córdoba donde articuló la alianza de Tosco con Atilio López, comenzó a quedar flanqueado por el fuego de los verdaderos polos, la dictadura y sus agentes y el clasismo revolucionario. En numerosas empresas fue tomado el Programa de Sitrac-Sitram como fundamento y guía de las luchas que se desarrollaban. El FAUDI y otros sectores del movimiento estudiantil hicieron de él el centro de diferenciación y ello les permitió desarrollar, sobre nuevas bases, su acción política y universitaria. Después de decenas de años, también surgía para las masas estudiantiles la visualización de la corriente clasista en el movimiento obrero.

El PCR en este periodo, actuó con marcada ofensiva política. La aparición del Programa agudizó en el propio Sitrac-Sitram, en la izquierda y en las fuerzas clasistas y revolucionarias, la lucha ideológica y política. El populismo reformista, preocupado  ante el desarrollo de una política independiente del proletariado, acentuó sus maniobras con el fin de impedir que la misma llegara a las masas de Fiat y al movimiento obrero. Las corrientes populistas, de izquierda,  militaristas y Vanguardia Comunista vacilaron y se volcaron permanentemente hacia el populismo. Se trabó así durante meses la concreción del Plenario Nacional que con anterioridad había convocado Sitrac-Sitram. Sus direcciones vacilaron y algunos dirigentes como Bizzi, Masera y otros pasaron a criticar públicamente aspectos del Programa aprobado.

El cuerpo de delegados de las dos empresas fue siendo relegado de las discusiones y decisiones. De esta manera se puso de manifiesto una vez más la estrecha vinculación requerida para el desarrollo del proceso, entre la profundización de su contenido y las formas organizativas aptas para practicar la democracia y lucha proletaria. En nombre de la lucha contra el “sectarismo” del PCR se trabajaba abiertamente para amoldar el proceso surgido, a los planes de la burguesía y el reformismo capitulador. La intensidad del embate era explicable, aunque el Partido tardó en visualizarlo por sobrevalorar en forma oportunista la espontaneidad del proceso.

El Programa evidenciaba un mayor plano de conciencia del proletariado clasista revolucionario y desenmascaraba a los eternos traficantes que en nombre de la izquierda atan su perspectiva a los planes burgueses de recambios que siempre instrumentan en el país las fracciones de las clases dominantes y el imperialismo. Desenmascaraba el tembladeral, siempre propenso a los caminos de traición, de las diversas variantes de la pequeña burguesía. A todos preocupaba la política de hegemonía proletaria. Es que comenzaron a tomar conciencia de la finalización del periodo en que acorazados por las sucesivas traiciones oportunistas del falso comunismo del PC, cubrían cómodamente la utilización del movimiento obrero con frases de Perón y argumentos fáciles. Argumentos aptos sí para horadar la corruptela de los dirigentes del revisionismo nacional  e internacional, pero ahora insuficientes para derrotar ante las masas al comunismo revolucionario.

En lo inmediato el avance de la corriente clasista se constituía en un serio escollo para los planes de apoyo al llamado golpe peruano.

En efecto, la lucha en las alturas prosiguió luego de la caída de Levingston. Cobró auge la preparación de un nuevo golpe de Estado. Onganía, Levingston y el desarrollismo frondizista aparecieron como sus propulsores. Se conoció así una proclama firmada por “El comandante” que anunciaba, en caso de triunfo, la imposición de la justicia militar y de unos “400 fusilamientos” que comprenderían a algunos jefes liberales y a los “opositores al golpe”. Su plan económico, conociendo a sus componentes, estaba implícito. A lo sumo existían discrepancias en torno a los grupos de monopolios a quien obedecer. Pero el rasgo más importante de esta campaña política no estuvo centrado en ello, sino en el predicamento con el que contó en sectores reformistas y pequeñoburgués. Mientras negociaba con Lanusse el PC lo estimuló, siempre atento a su política de impulsar a la burguesía y a los supuestos jefes militares nasseristas a encabezar la revolución en la Argentina. Como siempre, tras el argumento de la diversidad de alas, se planteó el ingreso de la izquierda al mismo para garantizar su curso popular.

Ongaro expresó públicamente su apoyo a los planes recambistas e instó a prepararse para después de su triunfo. El conjunto de las fuerzas populistas de izquierda y militaristas fueron impulsadas a agitar para el mismo. En la CGT cordobesa se articularon planes para darle un apoyo de masas, y en el movimiento estudiantil numerosos dirigentes no ocultaron la simpatía con que observaban su gestación. Todo ello tiñó este momento político. La pugna de nuestra línea proletaria insurreccional con el reformismo y el revolucionarismo pequeñoburgués por hegemonizar el proceso antidictatorial y revolucionario se fue tensando en cada lucha y en torno a la preparación del próximo plenario obrero del 28 de agosto.

En este periodo en algunos lugares, como en Córdoba, bajamos la guardia frente a la presión peruanista. De tal manera no impulsamos a fondo el acto propuesto para el 1º de Mayo, y luego, desguarnecimos nuestra acción independiente ante el levantamiento del paro de agosto por parte de los directivos de la CGT que, enrolados en él, actuaron tácticamente de acuerdo a las conveniencias recambistas.

Es en este periodo también que el Comité Central de nuestro Partido lanza la consigna “ni golpe ni elección, insurrección”.

 

17. La Capital, el Gran Buenos Aires y el trabajo del Partido. El inicio de una seria desviación. La experiencia de telefónicos y bancarios

Es en estas difíciles condiciones que el Partido debió combatir el inicio de una desviación política de carácter insurreccionalista pequeño-burguesa en su trabajo de dirección en la Capital y Gran Buenos Aires. Es conocido que luego del Primer Congreso, el Partido reorientó allí su trabajo hacia los principales lugares de concentración, participó en algunas luchas obreras importantes, comenzó a construir células de empresa e incorporó a sus filas a nuevos militantes obreros. Se comenzó de esta manera a revertir un proceso de debilitamiento operado con anterioridad al Congreso y producto de la vigencia en su acción de incrustaciones políticas militaristas y reformistas, de un estilo de trabajo impropio de un partido obrero y de la provocación. Sin embargo, este incipiente avance, experimentado principalmente en la zona 1, en la zona 4 [Gran Bs.As.] y también en el sector universitario y de intelectuales, no pudo ocultar, que sí era evidente, como lo señaló el Congreso, una contradicción, sobre todo a partir del Cordobazo, entre el proceso obrero y popular y el retraso en la construcción del partido de vanguardia marxista-leninista, eso era y es particularmente notorio en el lugar que es decisivo para la suerte de la revolución en la Argentina.

Por otra parte la composición social en estas zonas, provenientes aún en forma insuficiente del proletariado industrial, y la necesidad de comenzar el trabajo en las empresas, de realizar una labor de contactos, en pequeño, con un gran desconocimiento del terreno político concreto, hicieron particularmente compleja nuestra lucha frente a la dictadura y sus agentes, frente al reformismo en el movimiento obrero. Permanentemente las organizaciones partidarias debieron combatir, como ha sido señalado, frente a dos desviaciones, el economismo, la mayoría de las veces doctrinario y el agitativismo espontaneísta. Ambas incapaces de articular nuestra política y de proyectar iniciativas que impulsen a las masas a la lucha de clases en un sentido revolucionario. Un hecho demostrativo de esto lo constituyó, por ejemplo, nuestra acción en Fiat Caseros. A comienzos de año se logró impedir que la empresa despidiese a delegados de sección que se habían destacado por sus posiciones clasistas; se desarrolló luego una intensa labor de propaganda tendencial y partidaria. Puesto en discusión el convenio, nuestros militantes logran imponer en asambleas un plan de lucha. Sin embargo el directivo del sindicato en la fábrica, Ordos, se reubica rápidamente y se pone al frente de la misma logrando paulatinamente desviarla y desgastarla. Utiliza simultáneamente matones contra los militantes de la Primero de Mayo. La falta de diferenciación política de éste en las asambleas, le facilitó su maniobra a este agente de la patronal que llegó incluso a encabezar una manifestación que luego de salir de la fábrica, recorrió varias cuadras combativamente. Frente a la agresión de los matones se desarrolla posteriormente en la Agrupación la idea de enfrentarlos al margen de la masa. Se abandona así, desde otro ángulo, la lucha política y consiguientemente la organización de la masa para enfrentar a la represión y a los matones. Estas vacilaciones facilitaron asimismo el trabajo de infiltración de grupos que tras consignas militaristas derivaron luego en abierto liquidacionismo hacia la Agrupación, que no obstante los errores referidos había ganado gran prestigio entre los obreros.

Y bien, ésta y otras experiencias realizadas por nuestras células de empresa, comprobaron que era necesario un mayor debate político entre las direcciones de zona y de éstas con la Comisión Política del Comité Central. Ello a fin de poder corregir errores con mayor rapidez y generalizar experiencias positivas. El relativo aislamiento de los zonales, por otra parte, no contribuía, sino por el contrario estimulaba una labor de tipo economista en el trabajo. La comprobación asimismo de que era necesario para poder avanzar el estudio de problemas políticos comunes a todo el Gran Buenos Aires y la Capital, lo que exigía una mayor coordinación, y la necesidad de realizar una reubicación de cuadros para fortalecer el trabajo en el proletariado industrial y las empresas, hizo que el Comité Central encarara una reorganización partidaria en la Capital y el Gran Buenos Aires.

Máxime en momentos en que las masas obreras del cinturón comenzaban a agitarse, como lo evidenció la Asamblea de Luz y Fuerza realizada en el estadio del club Independiente de Avellaneda; las manifestaciones de miles de telefónicos, las sostenidas movilizaciones de los bancarios, la explosiva situación en empresas de la carne, metalúrgicas, textiles, de automotores, etc.

Estos problemas, que habían sido materia de debate en la segunda reunión de la Conferencia Permanente, evidenciaron también la existencia de un retraso, por parte del Comité Central, en encararlos en profundidad.

Desde esta perspectiva el Comité Central en la conciencia de que los problemas a resolver eran esencialmente de carácter político, y tendiendo a elevar la calidad del trabajo en las zonas y células de empresa, resolvió conformar una comisión encabezada por el responsable de propaganda que junto a los secretarios zonales encarara esta labor.

Sin embargo, no se logró superar las deficiencias apuntadas.

Se desarrolló durante tres meses una labor de dirección que no estuvo centrada en las empresas y en el proletariado, sino en la agitación al margen del mismo, al margen de los procesos políticos que operan en su seno. De tal manera dicha política fue deslizándose a ubicar como centro de su accionar al estudiantado universitario.

Política que llegó a ser teorizada, y que llevó de hecho a desconocer la existencia, también en el Gran Buenos Aires, del nuevo proceso abierto por el Cordobazo, lo que contrariaba el rumbo fundamental de nuestra línea política, de nuestras tareas y la propia realidad.

En momentos en que la dictadura desplegaba sus maniobras alrededor del Gran Acuerdo Nacional, que el golpismo recambista buscaba un apoyo de masas, el agitativismo al margen del proletariado se constituyó en una cruda expresión oportunista de izquierda, incapaz de enfrentar al reformismo en el marco del combate contra la dictadura y el imperialismo. Para ello, claro está, se necesitó la centralización práctica que llevaba paulatinamente al Partido a un estilo de trabajo que anula las células y se mueve tipo malón. Nuestra concepción del polvorín, del papel de proletariado en la revolución en la Argentina, nuestros planteos acerca de los caminos políticos de acumulación insurreccional de fuerzas en el actual periodo, de la propia agitación quedaban de hecho postergados, combatidos, aunque se operara en su nombre. De allí también que en la misma dirección, se planteara la consigna de concretar manifestaciones armadas y posiciones, que ya el Partido había derrotado, y que como hemos referido se deslizaran también en el Informe militar del verano de 1970, acerca de la conformación de las milicias a través de un desarrollo que mantenía la idea de un proceso de acumulación militar paralelo a la acción política, cambiando así el carácter del periodo de acumulación de fuerzas por el que transitamos.

Estas posiciones, en respuesta al plan de la dictadura, al plan de recambio, al maniobreo reformista y realizados en nombre de la batalla contra el tradeunionismo en el Partido, expresaron la desesperación y la impotencia de la pequeña burguesía expropiada por el proceso de concentración y centralización monopolista. De hecho, esta línea, siempre termina sirviendo a quien, agitando, se pretende combatir. Y reflejaron internamente la presión y la pretensión pequeñoburguesa de desviarnos del camino trazado por el Primer Congreso.

Coherente con estas ideas el proceso de reorganización, a poco de comenzar, evidenció serias transgresiones al centralismo democrático. Se tomaron decisiones inconsultas y sin la correspondiente discusión de los organismos afectados que provocaron serias críticas de numerosas organizaciones y compañeros. Posteriormente se fue deslizando un estilo de trabajo centralizado que de hecho transformó el carácter resuelto por el Comité Central de la Comisión Coordinadora. Estos graves errores de método, este apuro inconsulto, tuvieron como fundamento las causas políticas señaladas.

Estas fueron las conclusiones del Comité Central, al discutir el problema planteado. Es necesario puntualizar que el hecho de haberlos podido enfrentar con rapidez demostró la madurez del Partido y su homogeneización alrededor de las resoluciones del Primer Congreso. Al mismo tiempo fue necesario analizar insuficiencias generales de línea que facilitaron esta desviación. En efecto, al agudizarse la batalla contra las tesis reformistas ante el lanzamiento por parte de la dictadura del plan electoral del GAN, se desarrolló en forma esquemática la opción: dictadura-insurrección. Ello llevó a acuñar un concepto militarista del camino a recorrer hacia la concreción por la clase obrera y las masas populares de ésta y a nublar el contenido y la línea política que deriva de dicha propuesta. De tal manera esta formulación impidió combatir a fondo, frente al nuevo movimiento político, las vacilaciones insurreccionalistas que se desarrollaron en diversas organizaciones del Partido. Dicha formulación tiene como consecuencia, al no desarrollar la política que conduce hacia su concreción, un agitativismo político incapaz de transformar la realidad o el oportunismo que abandona la política insurreccional para otro momento, sumándose así en el presente a la estrategia de absorción del GAN y las clases dominantes.

La discusión desarrollada en el Comité Central y en las zonas alrededor de la desviación referida impone encarar nuevamente los problemas planteados anteriormente por cuanto los mismos no han sido resueltos.

Los avances operados, la experiencia adquirida, exige darse desde el Comité Central una política general y organizativa, una política de cuadros, que teniendo en la calidad de nuestro trabajo en la empresa su preocupación fundamental, refuerza en lo inmediato las direcciones intermedias a fin de lograr un cambio cualitativo en su labor, un cambio que supere rasgos que las tornen, hoy día, más que direcciones políticas, coordinadora de células, y que contribuye a superar la distancia, de la que aún están de los nuevos procesos que brotan crecientemente en las grandes empresas de concentración. Esto es particularmente válido en zonas como la 5 [Gran Bs.As.] que ha permanecido estancada desde el Primer Congreso.

Que los problemas políticos planteados subsisten, lo demostraron posteriormente dos gruesos errores cometidos por nuestro Partido en ocasión de las elecciones en el gremio telefónico y de Comisión Interna en el Banco Nación. Ambos pudieron ser evitados de haber existido un mayor seguimiento político de ellos por parte de la Comisión Sindical Nacional y la Comisión Política del Comité Central. En telefónicos, la táctica abstencionista nos aisló de un proceso en el que nuestro avance había sido notorio. Se repitieron aquí viejos vicios oportunistas de izquierda que siempre facilitan el juego de la derecha y el reformismo entre las masas.

En bancarios donde la Agrupación Primero de Mayo se constituyó en una fuerza de prestigio a través de un accionar constante y destacable a lo largo de más de dos años se cometieron inicialmente errores oportunistas de derecha que nos llevaron a no diferenciarnos frente al reformismo en la articulación de una clara opción electoral.

Luego se intentó corregir esta debilidad. Pero se operó, al conformar la lista, al margen de la táctica requerida por el proceso desarrollado en el Banco Nación. Esta requería demostrar la necesidad de unificar la Comisión Interna como opción electoral y al mismo tiempo ubicar la discusión en torno al contenido clasista anti-GAN como punto de diferenciación. A partir de ello se imponía una táctica que aislara al PRT-La Verdad y ubicase en posición hegemónica a la Primero de Mayo. Los errores cometidos facilitaron nuestro aislamiento y la confusión de la masa que vio en el reformismo la defensa de su Comisión Interna, prestigiada por sus posiciones de lucha y principalmente por nuestra acción.

No obstante el error cometido, es viable corregir rápidamente nuestra acción y avanzar debido al prestigio de nuestros compañeros que han demostrado en la lucha su temple y abnegación y a la fuerza que en la elección demostró tener la Agrupación Primero de Mayo.

 

18. El Plenario obrero del 28 de agosto. Balance del Partido

Nuevas luchas obreras, campesinas, estudiantiles, docentes, se desarrollaron en el país. El programa obrero de mayo se constituyó en la expresión avanzada del proceso clasista en desarrollo y en valioso instrumento de su profundización y extensión nacional. La tregua que Perón y la CGT concedieron a la dictadura le facilitó a ésta mantener el aumento dentro de los límites que se habían fijado, pero no fue óbice para que estallaran nuevos conflictos alrededor de los convenios en discusión.

Algunos de ellos revelaron la crisis de los Rucci y Cía.

En Rosario una asamblea ferroviaria es ametrallada por los jerarcas ante su defenestración y en Junín los ferroviarios arrastraron a la población a un paro general en junio en defensa de sus fuentes de trabajo. En La Plata los obreros de Petroquímica Sudamericana se lanzan a la huelga general por tiempo indeterminado contra los despidos y por el aumento de salarios. En Córdoba, en el calzado con el estímulo de Sitrac-Sitram, se forma en asambleas un Cuerpo Provisorio que desplaza a Olmedo y sus aliados.

En municipales, a impulso de la Primero de Mayo se abre un proceso por el cual desde la base se comienza a constituir un cuerpo de delegados, que a pesar de Ugarte, dirige la lucha por un aumento de 60.000 de salario básico. A fin de junio el Smata realiza un paro frente al despido de un delegado, que demuestra que vuelve a movilizarse uno de los centros decisivos del proletariado cordobés. Los empleados judiciales en Buenos Aires y los docentes de todo el país, enfrentan a la dictadura; los maestros santafesinos se lanzan a una huelga que duraría más de 30 días, con el más amplio apoyo popular. Se producen nuevas luchas en El Chocón, en los ingenios de Tucumán. Junto a los docentes surge incipiente el movimiento estudiantil secundario en decenas de colegios de todo el país.

En la universidad, el movimiento universitario asiste a una explosión de masas en Filosofía y Letras y Arquitectura de Buenos Aires. En Bahía Blanca se realiza una combativa semana de lucha por la libertad de los presos y en Cuyo millares de estudiantes de Mendoza, San Juan y San Luis rescatan de la cárcel a dos compañeros detenidos por su activa participación en la ocupación de facultades en San Juan en los primeros meses del año. Las ligas chaqueñas realizan su Segundo Congreso, reúnen a 41 ligas y consolidan su organización. En Santa Fe se asiste a masivas manifestaciones y a una aguda situación de tensión social, en la que el PCR estuvo en primera línea. En esta situación se realiza el Plenario Nacional de sindicatos combativos, agrupaciones clasistas y obreros revolucionarios convocado por Sitrac-Sitram el 28 de agosto de 1971. El Plenario contó con la presencia de más de 700 compañeros de todo el país. La realización del Plenario en sí misma, constituyó un importante jalón en el renacer del movimiento obrero clasista y revolucionario en nuestro país. Al Plenario concurrieron 23 sindicatos, 15 comisiones internas, 23 delegaciones con voz pero sin voto, 7 nucleamientos nacionales de tendencias, 59 agrupaciones obreras y representaciones estudiantiles. Aportaron así la fuerza y la voluntad de miles de trabajadores que en Córdoba, Tucumán, Mar del Plata, La Pampa, Corrientes, Chaco, Formosa, Salta, Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires, San Juan, Mendoza, San Luis y Río Negro, llevan adelante la lucha clasista, propia, independiente de las patronales y del Estado. El reformismo burgués acusó el golpe y a través del “combativo” Atilio López, denunció de “antinacionales” a Sitrac-Sitram.

La realización del Plenario fue precedida por hechos como la salida de los trabajadores del complejo Fiat en apoyo de los compañeros del calzado o el ofrecimiento del local del sindicato para las reuniones de los compañeros municipales, que ocasiona la ira de las direcciones traidoras de estos gremios. Reflejo también de lo nuevo que se expresó en el Congreso, fue la presencia decisiva de las Agrupaciones Clasistas Primero de Mayo, que dieron una demostración de su rápido crecimiento a lo largo y ancho del país. La reunión del 28 agrupó solamente a una parte del torrente socialista, clasista y revolucionario. Tres corrientes fundamentales pugnaron y pugnan en ese torrente: una marxista-leninista, comunista e insurreccional; otra, la populista reformista y una tercera, populista de izquierda, fundamentalmente militarista, expresión de la pequeña burguesía revolucionaria en el movimiento obrero, que furgonea a la segunda. Estas tres corrientes se expresaron en el plenario y pugnaron por sus posiciones. Fue el resultado de una citación que unía indiferenciadamente a lo clasista con lo llamado combativo. La fuerza clasista y socialista, en especial nuestro Partido, no fueron capaces de modificar favorablemente la correlación de fuerzas previa al Plenario para garantizar que éste fuera real expresión de la totalidad de lo nuevo, agrupado en torno al Programa de Sitrac-Sitram.

La conciliación de la dirección de Sitrac-Sitram en la defensa del Programa, vacilando frente al populismo, y su falta de empuje para salir a buscar la unidad en torno a ese programa de todas las fuerzas clasistas y revolucionarias que surgían en el país, facilitó las posteriores maniobras en el Plenario, de las fuerzas populistas. Nuestras deficiencias y las de las direcciones del Sitrac y Sitram, permitió también que el Plenario se desarrollara en un democratismo formal y no se facilitara una real discusión de lo que era la intención mayoritaria de los delegados presentes: avanzar en la construcción de una alternativa para lo nuevo que crece en el país. El peso de las delegaciones obreras, en su mayoría inscriptas en la orientación clasista y revolucionaria, se vio así diluido y menoscabado por falta de un funcionamiento realmente democrático de acuerdo con los principios de la democracia obrera.

Pero la mayor vacilación, que se transformó en conciliación abierta, surgió en la discusión del proyecto de declaración. Proyecto que había sido aprobado por los cuerpos de delegados de ambos gremios.

Las direcciones de Sitrac-Sitram volvieron a conciliar y ante el chantaje divisionista de las fuerzas populistas, impidieron que el mismo se votase, resolviendo que todas las declaraciones presentadas fuesen nuevamente a discusión de las bases. El Plenario imposibilitado de corregir algo que estaba en la base de su convocatoria, dio ese paso atrás y cedió ante el chantaje divisionista. Las agrupaciones Primero de Mayo, que fueron el centro de la defensa del Programa de Sitrac-Sitram y de la necesidad de que el congreso avanzara en la concreción organizativa de lo clasista y revolucionario, al tiempo que proponían un plan de lucha común a todas las fuerzas combativas, se vieron ante la disyuntiva de romper el plenario exigiendo una votación, que en ese momento emblocaba a las direcciones de Sitrac-Sitram con el populismo reformista, o dar un paso atrás para recomponer las fuerzas y de allí avanzar con firmeza hacia delante.

¿Cuál fue la razón principal que obligó a dar ese paso atrás, impidiendo la diferenciación nítida ante las masas obreras de lo clasista con lo llamado combativo? En primer lugar y fundamentalmente las vacilaciones de las direcciones sindicales de Sitrac-Sitram. En segundo lugar, la incipiencia orgánica y las debilidades de la fuerza clasista encabezada por las Primero de Mayo para liderar  lo que surge de nuevo en el movimiento obrero.

La realización del Plenario de agosto permitió al Partido realizar un balance de su actividad y extraer valiosas enseñanzas para su accionar futuro. El análisis del Plenario permitió profundizar sobre aspectos que ya habían sido señalados en ocasión del traspié en que concluyó la lucha de los obreros de Sitrac-Sitram en torno al convenio, y que reflejó públicamente Nueva Hora de fin de julio en el artículo titulado “Derrotas que enseñan”. Aunque justo es señalar, que el Partido impulsó a fondo en ese entonces las conclusiones que de allí se derivaron.

En el Plenario se expresó abiertamente la pugna, que con la aparición del Programa se había agudizado frente al populismo reformista.

Es clave para comprender lo sucedido en el plenario tener presente que a partir del debilitamiento del llamado golpe peruano, y del pasaje del PC y sectores influenciados por el militarismo procubano a posiciones que tienden a diferenciar en la dictadura un ala lanussista de un ala “brasileña”, organizaciones influenciadas por la llamada “guerrilla urbana” debilitaron su oposición a la trampa electoral de Lanusse y se prepararon para una posible confluencia con variantes electorales admitidas en ella, siguiendo el eje del apoyo Tupamaro al Frente Amplio en Uruguay. Esto es válido tanto para el ERP, como para las FAP, FAR, los montoneros y el FAL.

Además todas las corrientes pequeñoburguesas (incluido VC) fueron proclives a la conciliación con el populismo, empujados por un temor común al accionar independiente del movimiento obrero. Al atacar los representantes de nuestro Partido y de la Primero de Mayo la posición cómplice de Perón con la trampa de Lanusse, esa proclividad se transformó en complicidad con dirigentes de la CGT de los Argentinos presentes en el Plenario. Desde la decisión del local para el Plenario, la barra, la presidencia, la democracia en el mismo, etc., todas las deliberaciones estuvieron signadas por la lucha entre la corriente socialista-insurreccional y la corriente populista. Las corrientes militaristas y VC en última instancia se volcaron hacia el populismo, y dada la concreta relación de fuerzas en el plenario y en la dirección de Sitrac-Sitram, también esta dirección -con mucha lucha interna y vacilaciones- hizo lo mismo. La lucha dada en el Plenario para señalar la participación de Perón en la trampa electoral de la dictadura tuvo una gran importancia. Apareció a la luz la diferencia esencial entre las tres corrientes mencionadas.

En este aspecto la delegación del PCR y la Primero de Mayo actuaron con una clara posición clasista de principios que le permitió proceder con flexibilidad y retirar a último momento la moción de votación de la declaración propuesta por Sitrac-Sitram, las Primero de Mayo y otras fuerzas, para no forzar una situación que no facilitase luego nuestro posterior trabajo con los sectores vacilantes o aún lastrados por concepciones reformistas o pequeñoburguesas presentes en la reunión.

Pero nuestra acción no estuvo suficientemente centrada en la denuncia de la trampa que monta la dictadura.

Así nuestra actuación en el plenario, actuación de principios, firme, no pudo golpear a fondo a partir del eje central de línea del Partido, y la confluencia de los populistas, militaristas y VC, apareció no tanto como lo que fue (complicidad o vacilación con la trampa) sino como una divergencia en torno a la unidad o no unidad con el populismo (los combativos).

A pesar de esa debilidad en el Plenario quedó claro que fueron las Primero de Mayo las que pugnaron por dar un centro a las fuerzas clasistas del movimiento obrero, sin perjuicio de golpear juntos con las llamadas fuerzas “combativas”.

¿Cuáles fueron las raíces de nuestras debilidades en el Plenario? ¿Por qué causas se crearon ilusiones en una conclusión más favorable del mismo y se confió en que las direcciones de Sitrac-Sitram, organizaciones militaristas y VC cumplirían los acuerdos anteriores y tendrían una actitud más firme frente al populismo? ¿Por qué no se tensaron al máximo las fuerzas de las Primero de Mayo presentes en la reunión?

Porque en la lucha por ganar la hegemonía de la corriente clasista revolucionaria que surge en el movimiento obrero se sobreestimaron los alcances de la espontaneidad proletaria y a partir de allí se hicieron concesiones al radicalismo pequeñoburgués y a otras incrustaciones políticas que arrastra esa corriente.

Eso fue favorecido por la necesidad de luchar contra las tendencias pequeñoburguesas, reformistas y sectarias que, en el seno del Partido, impedían ver lo nuevo que crece en el movimiento obrero. En segundo lugar por no haber observado que a pesar de la crisis del reformismo, la influencia de ideas reformistas burguesas perduran, lo que abre el campo al radicalismo pequeñoburgués que con oportunismo concilia permanentemente. En tercer lugar, porque nos equivocamos en la caracterización de los dirigentes, a los que tras la palabra clasistas no supimos desentrañarles el sentido pequeñoburgués de su tendencia principal. (De la Resolución Política del CC sobre la reunión del 28/8/71 publicada el 7/9/71).

Por otra parte es necesario señalar que si bien nuestro Partido fue el principal impulsor del plenario y trabajó para su éxito, fue también partícipe del débil trabajo que llevó a una escasa participación en la reunión del proletariado cordobés y de otros sectores de la clase obrera, cuestión ésta que incidió negativamente.

El análisis realizado por el CC sobre este plenario tuvo una enorme importancia, pues permitió al Partido desembarazarse de ilusiones oportunistas que trababan su labor; estas conclusiones se comprobaron como justas más tarde, en ocasión de la escalada represiva lanzada por la dictadura contra el movimiento clasista y  Sitrac-Sitram.

 

19. Los planes de la dictadura de Lanusse. El golpe de Azul. La OSPPEG

La dictadura de Lanusse que comenzó a sentir los efectos derivados de una aguda crisis económica coyuntural, que agudizó todas las contradicciones de la estructura capitalista dependiente argentina, pudo poner en marcha su proyecto político debido al apoyo que le otorgaron las fuerzas políticas burguesas y reformistas. Perón a través de un permanente tire y afloje, luego de conformar la Hora del Pueblo, fue acordando negociaciones públicas con ella, reorganizar su partido con el estatuto fascista y la devolución del cadáver de Eva Perón en condiciones que fortalecieron a Lanusse y el GAN; negocia ahora su renunciamiento a la candidatura presidencial. En este proceso fue absorbiendo a la izquierda peronista para el compromiso con la dictadura. El radicalismo avaló a Lanusse y Mor Roig, a cambio de lograr futuros privilegios. El PC luego de la entrevista de Lanusse con Allende, operó un viraje y pasó a apoyar críticamente a Lanusse.

El golpe de Estado que estalló en octubre en las guarniciones de Azul y Olavarría fue derrotado rápidamente, y aprovechado por Lanusse, quien había un mes antes concretado el anunciado plan electoral, para requerir mayores compromisos a dichas fuerzas políticas con el GAN. Contradictoriamente a lo que estos previeron, la dictadura luego de conseguir concretarlos, aprovechó los mismos para endurecer su política, y explicitó abiertamente que el GAN presupone un acuerdo económico, social y político y que sus elecciones no serán otra cosa que el instrumento para afianzar el programa que desde 1966 se impulsaba en el país y que tiene en la oligarquía burguesa terrateniente y el imperialismo a sus directos beneficiarios. Consciente  del deterioro de la situación económica apresuró al mismo tiempo sus pedidos de ayuda al imperialismo.

Por otra parte lanzó una brutal escalada represiva contra sus “enemigos”, consciente de que a impulso de la pujante corriente clasista, que tenían en Sitrac-Sitram su polo central de iniciativas, podía generalizarse una nueva explosión de masas que diera por tierra con su proyecto  político acuerdista. Para ello utilizó todo su poderío represivo.

Desde 1966 la dictadura ha encarcelado sucesivamente a millares de combatientes obreros y populares, ha torturado y asesinado, ha deportado a dirigentes obreros y estudiantiles; pero le ha cabido el honor al actual ministro del Interior radical, de cumplir con el periodo más sangriento de la Revolución Argentina. Es así que secuestros y asesinatos como el de Pujals, Verd, Maestre y sus compañeras, asesinatos a sangre fría de combatientes guerrilleros por parte de la policía, los servicios de seguridad y el Ejército, han sido una constante ascendente en el último periodo. Numerosos dirigentes, como Flores, Lapegna, Ongaro, Tosco y centenares de compañeros purgaban en la cárcel las consecuencias del GAN. Luego de la escalada represiva, Rusconi, Senés, Curuchet y otros engrosaron la lista de detenidos.

La lucha por la libertad de los presos cobró de esta forma singular importancia y nuestro Partido se esforzó por impulsar la constitución de organismos unitarios de masas, que como la OSPPEG, desarrollaran una actividad específica de solidaridad revolucionaria con los presos y luchara por su libertad.

Para ello, internamente se debieron superar erróneas concepciones izquierdistas que despreciaban este campo específico de la lucha de clases. Aspecto que por otra parte constituye uno de los flancos más débiles del GAN. Se debieron superar ideas que concebían la represión de la dictadura desde un ángulo político individualista y pequeñoburgués; esto llevaba a despreciar la lucha solidaria, contra la legislación represiva y por  la libertad de los presos en una perspectiva insurreccional liberadora y a practicar la opción o exilarse como línea general en este terreno. Es desde este punto de vista que nuestro Partido criticó el pedido de opción del compañero Tiffemberg a comienzos de año, lo que por otra parte ejerció contrariando la decisión expresa de los organismos de dirección del Partido. El ejemplo de Lapegna, rescatado posteriormente de la cárcel, luego de dos años de encierro, constituyó un triunfo político del Partido y de la izquierda revolucionaria, y demostró la corrección de nuestra política en torno a esta cuestión.

Por otro lado en regionales como Rosario se debieron corregir concepciones, que con un criterio reformista de la unidad, borraban tras la lucha por las libertades la diferenciación con el reformismo, que hace de ella, un elemento de presión y negociación dentro del Gran Acuerdo Nacional.

El 8 y 9 de octubre se realizó en Córdoba el Congreso Nacional de la OSPPEG. Participaron agrupaciones, tendencias, organizaciones de masas y partidos políticos. Se resolvió en él, proyectar este movimiento a todo el país, constituyendo organismos regionales que diesen un nuevo impulso a la lucha por la libertad de los presos, contra la legislación represiva, la represión y las torturas del GAN.

En este Congreso se pusieron nuevamente de manifiesto las vacilaciones del revolucionarismo militarista, frente a la política de la Hora de los Pueblos y el ENA, a quien se negaron públicamente a criticar.

A esta altura del proceso fue evidente que la pugna de líneas en Sitrac-Sitram se aprestaba a recorrer un camino definitorio. Una línea consecuentemente clasista y revolucionaria exigía frente al plan de la dictadura, frente a la política de apoyo de las fuerzas burguesas y reformistas al mismo, y también frente a la vacilación creciente de organizaciones como el ERP, una nítida diferenciación de campos. Curiosamente quienes nos acusaban de sectarios desplegaban una enorme amplitud con el populismo reformista y con el ENA. Pero esta tarea que había sido clave a partir de la instalación de Levingston y luego de Lanusse en la Presidencia de la Nación, mucho más lo era ahora frente a la concreción del plan electoral por parte de la dictadura y sobre todo ante el desarrollo en profundidad y en extensión del proceso clasista en el movimiento obrero argentino.

En efecto, si 1969 había mostrado su impetuosa irrupción y 1970 el comienzo de su fusión con el socialismo, 1971 evidenciaba la profundidad de su desarrollo y el comienzo de su cristalización en organización nacional. La situación internacional, por otra parte, a diferencia de los meses anteriores, cuando se pretendió tapar la crisis del revisionismo internacional con la experiencia de Bolivia, Perú y Chile, mostraba adónde conduce el reformismo a las masas.

En Uruguay la línea de los Tupamaros ponía al desnudo dónde termina la conciliación con los PC revisionistas. La dirección del PC cubano que alguna vez contó en su seno con el Che Guevara y supo plantearle algunas verdades a los revisionistas como Codovilla, R. Ghioldi y otros, se constituía abiertamente en punto de apoyo para cuanto reformista y pequeñoburgués tergiversara y practicara una política que tuviese, en la negación del papel hegemónico del proletariado en la revolución, su punto esencial.

La situación internacional, como referíamos, mostraba el triunfo de quienes como el Partido Comunista de China supieron quebrar el acuerdo de las superpotencias y constituirse en el destacamento avanzado del comunismo revolucionario mundial. El ejemplo vietnamita, coreano, no fue fuente tampoco de enseñanzas para aquellos líderes reformistas que tras el argumento de la excepcionalidad barrieron con los fundamentos más esenciales del marxismo-leninismo, y teorizaron así, acerca de la transformación gradual del Estado de las clases enemigas, con una sapiencia que hubiese empequeñecido al propio Kautsky.

En esta situación era inevitable e imprescindible que en Argentina se agudizara la lucha entre las expresiones políticas de la pequeña burguesía y el proletariado por hegemonizar el proceso iniciado en Córdoba, y que el reformismo burgués se lanzara a impedir abiertamente su desarrollo. No fue extraño entonces oir a Atilio López calificar de antinacionales a quienes precisamente replantearon en los verdaderos términos la cuestión nacional en Argentina. O sea, claramente vinculada y determinada por la liberación social.

 

20. La derrota de Sitrac-Sitram. Nuestra posición

La escalada represiva de la dictadura contra el movimiento clasista estuvo precedida de nuevas e importantes luchas.

A principios de setiembre se concentraron en Oberá, 3.500 campesinos convocados por el Movimiento Agrario Misionero (MAM) para protestar por la disminución de los precios de sus productos y la crítica situación por la que atraviesa el agro misionero. Posteriormente en La Candelaria a 22 km. de Posadas, 3.000 campesinos y pobladores, también convocados por el MAM son reprimidos por la policía y efectivos de la Gendarmería al manifestar por un mayor cupo para la producción de yerba mate, por mayores facilidades crediticias y precios compensa-torios para sus cosechas. A fin de octubre, 600 jóvenes en representación de 9 instituciones adheridas a la Conferencia de Juventudes Agrarias Cooperativas Argentinas, pertenecientes a 10 provincias, debaten sus problemas ante la sostenida indiferencia de la izquierda revolucionaria. En Río Negro se prepara, siguiendo el camino de Cipolletti, la huelga general que estallaría a principios de diciembre y que paralizara toda la actividad en el Alto Valle.

El movimiento estudiantil a impulso principalmente del FAUDI y la izquierda, renueva su acción frente a una intervención universitaria, caracterizada por su defensiva política y prepara el Congreso Nacional de Estudiantes convocado por la FUA y otros centros. En Buenos Aires, Bellas Artes, Filosofía, Exactas, se movilizan y en Arquitectura la asamblea estudiantil docente desarrolla el camino abierto en Arquitectura de Rosario. En Cuyo, La Plata, en Arquitectura de Tucumán y las diversas facultades son escenarios de debates y luchas. En Corrientes, un grupo parapolicial provoca la reacción masiva del estudiantado de Agronomía y Veterinaria.

El movimiento obrero en Buenos Aires presencia la segunda toma del frigorífico Wilson, resuelto por un cuerpo de delegados elegido desde abajo y enfrentando al sindicato autónomo y a la Federación. Nuevas luchas docentes por mejoras salariales y contra la reforma educativa paralizan las escuelas de todo el país.

A principios de setiembre se realiza un nuevo paro general en Córdoba, y el 22 se concreta la jornada resuelta en el Plenario clasista y combativo. El 25 de setiembre se realiza la reunión de balance de dicha jornada y se marcha hacia el segundo Plenario convocado para el 22 de noviembre. La Coordinadora Nacional de las Primero de Mayo lanza, superando anteriores insuficiencias, un documento de masas hacia el mismo.

A fin de octubre y luego de prepararla largamente y hasta en sus más ínfimos detalles, la dictadura desata sorpresivamente su escalada represiva contra los sindicatos de Sitrac-Sitram. El Ejército ocupa las empresas, la patronal despide a 259 activistas, y se desata una intensa campaña propagandística desde la radio y la televisión de Córdoba a efectos de impedir se encadene un proceso de luchas obreras-estudiantiles y populares.

Al mismo tiempo, en esas semanas se despide a miembros de la Comisión Provisoria de Tafí Viejo en Tucumán, se interviene el Sindicato de Empleados Públicos y se despide a 180 empleados. En Buenos Aires la patronal pasa a la ofensiva luego de la toma del frigorífico Wilson y suspende a los delegados más combativos, igualmente en el Swift de Rosario, donde una agrupación hegemonizada por VC ha obtenido apoyo en las recientes elecciones de Comisión Interna.

Se plantea así la necesidad de articular rápidamente una respuesta que permitiese desplegar en todo el país las fuerzas crecientes del clasismo en solidaridad con los sindicatos cordobeses, por las reivindicaciones salariales comunes, contra la represión y la dictadura.

Para ello estaban dadas todas las condiciones, sobre todo en Córdoba, donde las masas obreras del Smata, de Luz y Fuerza, los empleados públicos, judiciales y no docentes, los estudiantes y los profesionales, se hallaban en lucha y se comenzaba a vivir nuevamente en la ciudad el clima previo a un nuevo estallido obrero y popular.

En Mar del Plata y Buenos Aires nuestro Partido impulsó manifestaciones solidarias y las agrupaciones clasistas se aprestaron para una batalla que polarizaría a los verdaderos contendientes de la sociedad argentina. La historia de nuestro movimiento obrero tiene valiosos antecedentes de luchas prolongadas ante las cuales las clases dominantes han debido retroceder deterioradas. Tal el caso de la huelga de la construcción del 36, de la azucarera en 1949, de la huelga ferroviaria de 1961. Nuestro Partido y la Coordinadora Nacional de Agrupaciones Primero de Mayo lanzaron la consigna de la huelga general por tiempo indeterminado. Los trabajadores de Fiat Concord y Materfer habían aquilatado una enorme experiencia en el último periodo. La situación planteada requería ahora un nuevo paso que empalmaría sin dudas con el conjunto de los combates campesinos, estudiantiles y populares contra el GAN. En esa dirección se movilizó rápidamente nuestro Partido en todo el país y luchó en el seno de Fiat por ellas. No fue casualidad que sus militantes integraran las primeras listas de detenidos en los allanamientos desatados por la policía y el Ejército. Sin embargo esta línea no triunfó. Por el contrario, la vacilación, cuando no las maniobras confusionistas de directivos como Bizzi, llevaron a la desorientación a los obreros que espontáneamente salieron a la lucha prácticamente durante una semana. Tímidos paros de 24 y 48 horas terminaron por desalentar a la masa y así se marchó a una seria derrota.

La patronal maniobró ofreciendo trabajo y ante la confusa situación de la lucha, concurrieron al llamado miles de obreros. Los directivos de ambos sindicatos no apelaron al cuerpo de delegado ni a la masa. Por el contrario, algunos maniobraron para impedir que esto sucediese, y en vez de enfrentar a la patronal y la dictadura, centraron su trabajo en luchar sospechosamente contra nuestras posiciones y nuestro Partido. El amargo sabor de la derrota recorrió así los corazones de miles de combatientes y obreros que se aprestaban para un combate sin concesiones contra los Lanusse, López Aufranc y Cía., contra la explotación, los monopolios y su GAN. La burguesía, la pequeña burguesía y quizás alguna otra mano, se movió para impedirlo. Hubiese llegado para ellos un momento en el que sus inconsecuencias y traiciones iban a salir a la luz del día para millones. Maniobraron y lograron su objetivo. En nombre de la sensatez unos, y del comandismo antiobrero otros, le hicieron un gran favor a la oligarquía burguesa terrateniente y al capital imperialista.

No alcanzará el tiempo para que les expresen tamaño agradecimiento. De esta forma también habían apuñalado lo que hipócritamente se cuidaron de hacer de frente y a las claras anteriormente, el programa clasista  y revolucionario de Mayo. Otros como VC se definieron en su propia indefinición.

En los momentos en que se tensa la lucha de clases no hay lugar para medias tintas, y lo que se oculta con palabras no puede articularse con la vida en esos momentos decisivos, en los que se agrandan solo quienes tienen una línea que expresa las necesidades de desarrollo del proletariado revolucionario y la Revolución.

El resultado de este combate le dio un respiro a Lanusse, pero mucho más corto que lo imaginado. Porque se equivocan quienes creen que esta derrota significa el fin del torrente clasista. Este responde a causas y objetivos muy profundos, y bulle en las entrañas del proletariado.

Por ello cabe advertirle a los traidores y conciliadores, utilizando la conocida frase, que los muertos que vos matáis, gozan de muy buena salud.

El proletariado, las agrupaciones clasistas, sacarán experiencias de esta temporaria derrota para profundizar el desarrollo del clasismo revolucionario en el seno del proletariado argentino.

Nuevas luchas como las desarrolladas nuevamente en Tafí, en Citroën, donde triunfaron los obreros luego de más de 30 días de huelga, en Mar del Plata, donde el asesinato de una estudiante provocó masivas respuestas estudiantiles, prosiguieron el combate contra el GAN y la explotación.

Nuestro Partido sintetizó sus conclusiones en un documento público “Comandismo, una línea de derrota”. En Fiat se repartieron 500 ejemplares y sus ideas presidieron los debates que abrió el desenlace de la lucha. El CC aprobó también un informe interno en el que analiza las causas que impidieron el triunfo de nuestra línea en el conflicto. Nuestro Partido actuó correcta y rápidamente frente a la escalada represiva y solidificado por las discusiones críticas y autocríticas desarrolladas a partir del análisis del Plenario de agosto. La práctica demostró una vez más que solo a partir de la vigencia de los principios leninistas de partido, puede éste fortalecerse y actuar como un solo hombre en el seno de las masas. El Partido aprendió de sus errores y de las experiencias del proletariado, lo que le permitió posteriormente proyectar su línea, sus consignas y su práctica con toda firmeza en esos difíciles momentos. El Partido se templó en el combate y pudo así llevar a las masas su análisis crítico, preludio de nuevas victorias y avances revolucionarios.

 

Capítulo VI

 

21. El PCR como partido de vanguardia del proletariado industrial

La agudización de la lucha de clases de octubre y noviembre de 1971 puso de manifiesto la existencia del PCR como partido marxista-leninista, de vanguardia del proletariado industrial; y reveló la justeza de la apreciación del Comité Central cuando remarcó la necesidad de superar por parte de nuestro Partido la débil polémica entablada frente a ideas que niegan la necesidad de un partido marxista-leninista y la existencia del PCR como partido de vanguardia que, guiado por el marxismo-leninismo, expresa los intereses del proletariado y pugna por convertirse en dirección efectiva del proletariado industrial argentino en la lucha por sus objetivos históricos, el socialismo y el comunismo. La discusión, claro está, no pasa por proclamarse lo que aún no se es, sino en torno de lo que el PCR expresa, y ya es, un partido que parte del marxismo-leninismo, del estudio de la realidad internacional y nacional, que expresa los intereses del proletariado y pugna por ser su dirección efectiva, por estrechar sus vínculos con las masas, por aprender de sus experiencias.

La discusión tampoco puede llevarnos a la vieja concepción dogmática de que basta proclamarse marxista-leninista para serlo, y más aún, que ello basta para estar inmunizado contra concepciones erróneas. Desde ya que no es esta nuestra posición. Pero tenemos un programa, una política, una organización y una práctica que, aunque muy modesta y breve en el tiempo, ha demostrado su vigencia en el país. Y es precisamente esto lo que defendemos. Máxime cuando apreciamos que de diversos núcleos de izquierda, núcleos militaristas, se concibe la construcción del partido de vanguardia a partir de una supuesta confluencia de peronistas de izquierda, comunistas de izquierda, independientes de izquierda, surgidos de los propios procesos de masas. Este planteo niega la teoría del proletariado, va a la cola de la espontaneidad de las masas, y políticamente expresa un crudo oportunismo. Esa concepción en Argentina lleva adherida como la sombra al cuerpo una política seguidista hacia el peronismo, hacia la ideología reformista burguesa en el movimiento obrero, y expresa la impotencia y las pretensiones políticas de la pequeña burguesía radicalizada. No hay movimiento revolucionario sin teoría revolucionaria señaló Lenin. Y en Argentina es imposible que el proletariado y las masas populares transiten una política de hegemonía proletaria y conquisten el poder sin batallar a fondo contra la ideología burguesa que aún las frena en su accionar combativo. Y, claro es que no está aquí en cuestión la complejidad del tránsito de esas masas hacia la conciencia y práctica socialista, sino desde qué punto de partida debe ubicarse quien pretenda ser vanguardia, para avanzar hacia la revolución de liberación social y nacional en marcha ininterrumpida al socialismo. La conciencia socialista no brota espontáneamente de las luchas de la clase obrera, por profundas que estas sean.

Mucho ha combatido el proletariado argentino durante décadas, y sin embargo, ha podido ser aprisionado en los proyectos políticos de las clases dominantes y de la burguesía y, si bien “el proletariado tiende al socialismo como la planta hacia la luz”, se requiere un partido que fusione la teoría revolucionaria con el movimiento obrero a partir del desarrollo de sus experiencias, de sus problemas y de sus luchas. El régimen oculta y embellece su esencia explotadora. El movimiento obrero espontáneamente, sin la teoría revolucionaria, no puede llegar a tener una visión generalizada y correcta de la lucha de clases internacional y nacional.

Y es así, que a lo largo de la historia se han presentado numerosas situaciones revolucionarias, pero solo en aquellas en que el proletariado contó con una política y un partido de vanguardia, pudo conquistar el poder e impulsar un curso proletario revolucionario en la construcción de la nueva sociedad.

La experiencia de Sitrac-Sitram trasciende la mera coyuntura política, como lo señalan las bases sobre política nacional, para prefigurar el curso de la irrupción nacional y definitoria del movimiento clasista revolucionario en la escena política nacional. Los comités de fábricas, de facultades, en el campo, en los sectores intelectuales y profesionales, en los que irrumpe el movimiento de masas revolucionarias con sus inagotables energías y con sus deficiencias y deformaciones, no diluyen sino que exigen una política consciente y un partido; un partido guiado por la teoría científica del proletariado, en estrecho contacto con esa realidad; nutriéndose de ella en el marco del agudo combate polémico y práctico que esa realidad impone, y con un profundo control político de esas masas organizadas y en lucha. Con una política de alianzas que rechace la vieja concepción reformista de frente, cuyos organismos básicos no se asientan centralmente en los procesos que se operan en los comités fabriles. Y esta experiencia, que prefigura desde ya un trabajo hacia su transformación en organismos de doble poder en determinadas circunstancias y en el futuro basamento de la sociedad revolucionaria, nos muestra que así como es nefasto concebir una vanguardia enquistada en su petulancia pedagógica y profesoral, que ve en las masas un objeto que le es ajeno y extraño, es también un profundo error idealista creer que ese movimiento transitará de por sí un camino insurreccional triunfante frente al experimentado enemigo de clase y su poderoso  aparato estatal represivo.

Que ello es así lo muestra, aún en pequeño, pero bien a las claras, la lucha entablada alrededor de los procesos de Sitrac-Sitram. Partido y clase son así aspectos diferenciados de una unidad en la que el término histórico absoluto de la misma es la clase. La vanguardia encarna de este modo un momento teórico político del trabajo social del proletariado, históricamente considerado. Por ello es también que para el marxismo-leninismo, el Estado y el partido son cuerpos destinados a desaparecer en la sociedad comunista, a partir, no de la rebaja de la conciencia del proletariado, sino por el contrario, en la medida en que ésta alcance, sobre determinadas condiciones materiales, sus más altas cumbres. Y esta concepción es la que impone la estructuración interna del futuro Estado y del propio partido. Estructuración capaz de impulsar la fluidez de una relación espontaneidad-conciencia, que avance hacia la concreción de los objetivos históricos del proletariado. No es casual que en la URSS el proceso de burocratización y liquidación de los soviets, creación del proletariado ruso teorizada y generalizada por los bolcheviques, fuese paralelo a la deformación por parte del sector privilegiado, explotador, que detenta el poder en la URSS, de la tesis leninista del partido de vanguardia. Es que una concepción de partido en sí mismo, girando alrededor de un monolitismo revisionista y dogmático, presupone la suplantación de las masas y sus organismos políticos y sociales. Esto a su vez, en el caso soviético, revirtió en la propia tesis y estructura de partido; y no fue casualidad alguna el método de liquidación física de los polemistas, como expresión concreta de una teoría que comprimió arbitrariamente las expresiones políticas, ideológicas y sociales de clase, subsistentes en la sociedad de transición, y a partir de una política que dejó de ser expresión del proletariado revolucionario. Precisamente por contrapartida, en el enfoque y práctica leninista de esta problemática, reside uno de los grandes aportes de la Revolución Cultural y del Partido Comunista de China al proletariado revolucionario internacional.

 

22. Los avances y retrocesos del Partido. Su composición social predominante

Nuestro Partido se ha esforzado permanentemente por impulsar las luchas obreras y populares en un sentido revolucionario, y simultáneamente, por aprender de esas experiencias, de su práctica, de sus aciertos y errores. De tal manera pudo profundizar los análisis acerca de las principales enseñanzas derivadas del Cordobazo y del posterior proceso de luchas, y desarrollar su línea política, particularmente en torno al movimiento obrero, al movimiento universitario, en el terreno militar e internacional y acerca del carácter y el papel a desempeñar por el Partido de vanguardia del proletariado. Ello a su vez le posibilitó avanzar en la fusión del comunismo revolucionario con el movimiento obrero, especialmente allí, donde es más descarnada la lucha de clases, en las grandes empresas de concentración.

Concebir la labor del Partido al margen de la posibilidad de cometer errores es directamente caer en simplismo idealista. La cuestión reside en impedir a partir de la vigencia de los principios leninistas de Partido, que se cometan errores graves, y en el caso de hacerlo, corregirlos lo antes posible; así como también, evitar que errores pequeños, por su persistencia y continuidad, degeneren en abiertas desviaciones políticas y de clase.

Nuestro Partido desarrolló su línea política en el Primer Congreso luego del primer Cordobazo, en 1969. Sin embargo, tardó en asimilar las principales enseñanzas derivadas de lo que fue una real fractura en el proceso político argentino.  No fue así extraño que las resoluciones del Primer Congreso y de la primera Conferencia tardaran meses en lograr ser el eje alrededor de los cuales se hegemonizara la labor partidaria. Posteriormente nuevas luchas requirieron el desarrollo de una política de hegemonía proletaria en el país.

Luego de las dificultades iniciales para proyectar una política que estuviese asentada en nuestros análisis de la estructura y del rol del proletariado en la revolución liberadora argentina, en una concepción que superase la visión del polvorín existente en el país, como un hecho coyuntural y no como la expresión de un periodo nacional e internacional caracterizado por el auge revolucionario y la agudización de la lucha de clases a nivel mundial, las jornadas de junio de 1970 demostraron una incipiente fusión de la misma con el torrente clasista que brotaba en una escala superior de las entrañas del proletariado. Perdriel, Fiat alumbraron el principal camino de acumulación de fuerzas insurreccionales y desnudaron las teorías que en nombre de la lucha contra “la espontaneidad” se deslizaban hacia los engranajes del reformismo y de la política, que hace de la hora de la burguesía su fundamento real. Política que en momentos en que las clases dominantes iniciaban la articulación de un nuevo libreto, que dividía a opositores de enemigos, devenía abiertamente en colaboracionismo con los planes de la dictadura o en apuntalamiento de los sucesivos recambios que se proyectaron y proyectan, enancados en el deterioro y desgaste que le provoca a la misma la acción obrera y popular.

Los combates de clase de noviembre del 70 y enero y marzo del 71 vuelven a conmover el andamiaje superestructural del capitalismo dependiente argentino. Se proyecta diferenciado y con fuerza el movimiento clasista. El comunismo revolucionario ha logrado despuntar, luego de decenas de años de reformismo, en el movimiento obrero argentino. Se crean condiciones para nuevos avances del PCR y para su consolidación como partido obrero revolucionario. Desde noviembre a marzo lucha para ponerse a tono con los nuevos requerimientos que de él exigía el proceso.

Brotan con nitidez nuevas formas organizativas, aptas para la acción independiente del proletariado, que en El Chocón, Municipales y Perdriel, habían tenido sus principales antecedentes. La escalada fabril de los sindicatos de Sitrac-Sitram facilita su recuperación para los objetivos de una política revolucionaria y caen así tesis que, desde el escepticismo reformista, el comandismo pequeñoburgués, o desde el excepcionalismo con que lo observan quienes hacen de la guerra campesina el centro de su política, aislan al movimiento clasista en desarrollo. Su proyección nacional se extiende y el PCR y las Primero de Mayo realizan los primeros intentos de cristalizarlo en organización nacional. Nuestro Partido tardó otra vez en ubicarse rápido a la vanguardia del proceso, cosa que logra en el segundo Cordobazo de marzo.

Acentuadas las maniobras de la dictadura con el GAN, un nuevo impulso a iniciativa de nuestro Partido, lo constituye el programa de Mayo.

Un nuevo hecho evidencia la situación. Miles de campesinos, principalmente del Sur, Norte y Noreste se ponen en movimiento. Comienza así a ponerse de manifiesto nuestra falta de trabajo entre el proletariado rural y entre el campesinado pobre y medio. El plenario de agosto pone al rojo vivo la lucha del populismo reformista, del populismo de izquierda, militarista y del revolucionarismo pequeñoburgués, por impedir que los avances operados a partir del triunfo de nuestra línea en el programa se profundice y desarrolle. Pone al descubierto nuestros errores oportunistas, que sobrevaloran la acción espontánea de las masas. La derrota de octubre de los obreros de Fiat encuentra pertrechado al Partido, que nacionalmente lleva su análisis a las masas y puede ahora preguntar y responder a los responsables principales del traspié: ¿y después de Fiat, qué?

Después de Fiat, superando errores, encabezar las luchas, proseguir imponiendo direcciones clasistas y organizando a los obreros contra el matonaje y la represión. Después de Fiat romper la trampa del GAN, en el camino de imponer un Gobierno Popular Revolucionario a través de la insurrección armada obrera y popular. Después de Fiat fortalecer a las Agrupaciones Clasistas y al PCR, e ir creando nuevamente las condiciones para una coordinación clasista en un nivel superior y estructurada férreamente en las principales empresas del país.

En estos dos años, en los que el Partido se ha esforzado por poner en práctica las enseñanzas del leninismo se ha avanzado. Sin embargo los errores analizados y la debilidad de nuestras fuerzas impidieron evitar la derrota táctica de octubre y con ello dar un nuevo impulso al torrente surgido luego de 1969.

Del análisis de este periodo surge una cuestión a resolver, a modificar, que se ha constituido en una traba para la elaboración, para la corrección más rápida de nuestros errores, para el constante fluir de ideas entre el Partido y la clase, para la acción práctica, ella es, la composición social predominante aún en el Partido, su débil proveniencia del proletariado industrial. Ella es una de las causas principales por la cual el Partido se retrasó en aprender lo que fue una de las consecuencias fundamentales del Cordobazo de 1969, el surgimiento de una corriente clasista en las entrañas del proletariado argentino. Y ésta a su vez devino en debilidad en el análisis teórico-político, con nuevas consecuencias, puestas sobre todo en evidencia desde noviembre a marzo de 1971, y en la falta de un corrector de mayor peso en el periodo posterior. Es también una de las bases sobre la cual pudieron mantenerse las ideas que pretendieron oscurecer por meses las resoluciones del Primer Congreso y la Conferencia Permanente de agosto de 1970.

Como en todo análisis, claro es, una comprensión absolutista, organi-cista y esquemática de esta falencia partidaria, solo llevará a impedir su resolución. En un partido político, la clave de su desarrollo y del cual depende la superación de sus diversas insuficiencias, es su línea política. Pero sería un error no visualizar la relación directa entre ésta, la organización capaz de aplicarla creadoramente y la clase, que le da fundamento y es depositaria a su vez, de su validez revolucionaria. En nuestro Partido solo un veinte por ciento de sus fuerzas militan en las empresas y esta realidad es la que hay que invertir. Esta será, sin duda, una de las principales cuestiones planteadas para el futuro de la labor partidaria.

Todo el rico proceso vivido en estos años, con sus aciertos y sus errores, se reflejó internamente en el Comité Central del Partido. En un partido con raíces en las masas obreras y populares, éstas reciben su impulso de vanguardia y al mismo tiempo en el Partido se reflejan sus conflictos de clase y la expresión de sus avances y retrocesos. Y ello es válido para el conjunto de las organizaciones partidarias, celulares, intermedias y para el Comité Central. De allí también la importancia de la composición social predominante en el Partido, en sus direcciones, y en dónde tiene el Partido su centro de actividad.

Desde este punto de vista, el CC se esforzó siempre por evitar el administrativismo en las resoluciones de los problemas planteados y buscar en ellos sus raíces más profundas para encarar su resolución. A partir de impulsar la línea aprobada en el Primer Congreso, de practicarla, de reorganizar la estructura partidaria, el CC se esforzó por analizar permanentemente la situación política general y las principales enseñanzas de las luchas obreras desarrolladas, fruto de lo cual fueron sus informes a las Conferencias Permanentes; de mejorar la fluidez de ideas entre el Partido y la clase, y entre el CC y las células y direcciones intermedias. A través de Nueva Hora, de Teoría y Política, del “Boletín Nacional de Discusión”, de reuniones periódicas y de informes escritos se ha ido conformando un estilo de trabajo en el que se comienza a superar la chatura política, tan propia del reformismo y apta para el florecimiento a su sombra del burocratismo y el administrativismo, como del individualismo pequeñoburgués, siempre dispuesto por lo general a ocultar el desprecio de la teoría y su nihilismo organizativo con palabras y que desarrolla una actividad en la que los altos y bajos son su constante.

Sin embargo con ser esto lo dominante, en circunstancias previas al plenario del 28 de agosto, organizaciones partidarias como las de Tucumán, Corrientes, Santa Fe, compañeros de Córdoba y otras hicieron apreciaciones sobre la lucha tendencial en el movimiento clasista que no fueron escuchadas por el Comité Central y particularmente por la Comisión Sindical Nacional, y que luego la práctica demostró como justas. Igualmente aconteció con las opiniones de diversos compañeros frente al primer Informe militar al que ya hemos hecho referencia y acerca de nuestra actividad previa al congreso de FUA en 1970.

Y frente a ello, no valen las excusas de que quién las hizo, no alcanzara a desarrollarlas en profundidad, o en la misma se incrustaron ideas no correctas. Precisamente en esto consiste una de las principales enseñanzas leninistas a practicar dentro del Partido en la relación partido-clase. Es ridículo pensar que ésta podría desarrollar sus experiencias al margen de la ideología dominante. Y Lenin advirtió la falacia de quienes en esta misma dirección afirmaron acerca de la posibilidad de que toda la clase pueda desembarazarse de ella antes de la Revolución, y aún mucho tiempo después de ella.

Es precisamente desde estas experiencias, patrimonio del comunismo revolucionario mundial, que nuestro Partido ha avanzado, y que el Comité Central ha podido desarrollarse como dirección central del Partido, ha podido corregir sus errores y seguir un camino de principios en su actividad, como parte y expresión de un partido en lucha por constituirse en dirección efectiva del proletariado argentino.

 

23. El crecimiento del Partido

Desde el Primer Congreso nuestro Partido ha duplicado sus fuerzas. A fin de 1971 se cumplió el plan de reclutamiento de quinientos nuevos afiliados y candidatos a miembros. Este crecimiento ha sido particularmente importante en la zona 1, en la zona 4 y en el sector universitario y de intelectuales de la Capital; en Córdoba, si bien en el último periodo se han retrasado, y en las zonas de Cuyo, especialmente en Mendoza. El Partido se ha extendido a cuatro nuevas provincias. En otras zonas nuestras fuerzas se han estancado como en la zona 5, y se ha retrocedido en Bahía Blanca. Se han creado condiciones para plantearse la meta de los cinco mil afiliados al Partido en un periodo relativamente corto -si observamos que el campo de nuestra influencia ha crecido y supera en mucho esta cifra.

Un rasgo de este crecimiento es que si bien más del 70% son obreros y empleados, solo un 20% proviene del proletariado industrial y un 5% del proletariado rural y del campesinado.

Desde el Primer Congreso se han producido 98 bajas. Nuestro Partido, que hace dos años llegaba con su labor a 17 empresas, ha pasado a trabajar políticamente en 96 empresas de concentración.

El trabajo entre los obreros rurales y en el campo permanece subestimado y relegado. Solo algunas zonas como la 4, Corrientes, Tucumán, San Juan han comenzado a iniciar un trabajo en tal dirección. Se han fortalecido los sectores universitarios, particularmente el de Capital, donde luego de su reorganización a mediados del año pasado han ingresado más de 100 nuevos afiliados. Existen células de Partido en 46 facultades de 12 universidades de todo el país. Se reconstituyó el trabajo en secundarios y se han construido 15 células con un centenar de compañeros en 9 zonales. En el último año se reconstruyó la zona de intelectuales y se conformaron células de arquitectos, abogados, trabajadores científicos, docentes universitarios, economistas, médicos residentes y psiquiatras. Se ha iniciado también el trabajo entre los actores. Nuestro Partido ha mantenido relaciones políticas permanentes con VC y otros organismos revolucionarios de la Argentina. En el terreno internacional, se han mantenido relaciones con numerosos partidos comunistas y revolucionarios. Una delegación de nuestro Comité Central, invitada por la Asociación China de Amistad con Latinoamérica, visitó dicho país. Delegaciones del CC mantuvieron entrevistas con camaradas vietnamitas y coreanos. Representantes de nuestro Partido acudieron con su solidaridad a la zafra cubana de 1970/71 por invitación del PC de Cuba. También se reunieron en La Habana con el Secretariado de la Tricontinental. Otras delegaciones entablaron contacto con partidos y organizaciones comunistas europeos. Entre estas entrevistas podemos destacar las efectuadas con el PC italiano y con la redacción de la revista Il Manifesto. También se mantuvieron fructíferas entrevistas con los camaradas del MAS de Venezuela y representantes del CC viajaron a Bolivia, Uruguay y Chile, donde establecieron contactos con las corrientes revolucionarias de dichos países, entre ellos el PC marxista-leninista de Bolivia.

En estos dos últimos años nuestro Partido, que ha estado presente en las principales luchas políticas del país, se ha consolidado ideológica y políticamente y ha comenzado a crecer. Se ha desarrollado su trabajo organizativo y constituido el frente de organización. Sin embargo, es grande nuestro retraso si lo medimos por los requerimientos revolucionarios que la agudización de la lucha de clases plantea en el país. El Partido ha crecido allí donde ha sabido mantener la independencia de su línea de clase, y ha encabezado con ella las luchas obreras, estudiantiles y populares. Donde ha girado alrededor de los requerimientos políticos del movimiento obrero. La construcción del Partido tiene sus ángulos específicos, y en esa dirección ha significado un hecho muy positivo la realización de numerosas actividades y charlas de reclutamiento realizadas por nuestras células, experiencias que hay que extender y transformar en una práctica constante de nuestras organizaciones. La clave de nuestro avance es la capacidad con que logremos proyectar nuestra línea política en el seno de las masas obreras y populares. La capacidad de nuestras células, en especial las de empresas, para encabezar la acción del proletariado en un sentido revolucionario, para derrotar a los jerarcas sindicales e imponer direcciones clasistas, para hacer avanzar a las masas en su conciencia y organización.

De la capacidad para crear los grupos y comandos de base que, al calor de la lucha y para su desarrollo, enfrenten al matonaje, la represión y a los grupos paramilitares de la dictadura en la perspectiva de construir, en una situación revolucionaria, las milicias armadas obreras y populares. Así nos lo demuestra la experiencia recorrida. No es a través de una acción administrativa cómo el Partido ha logrado incidir políticamente y crecer. La experiencia, ya a mediados del 70, de nuestros compañeros de Perdriel marcaron el ejemplo a seguir. Y si allí posteriormente no hemos capitalizado todas las posibilidades abiertas es porque en el último periodo hemos perdido lo que fue su rango principal, nuestra acción independiente.

El reformismo y el revolucionarismo pequeñoburgués permanentemente nos han presionado y estimulado hacia una política centrada en la salida intermedia, ya sea con tesis populista o liberal burguesa, con oportunismo de derecha o de izquierda, con agitativismo, o economismo, según los distintos periodos y recambios en gestación. Por ello, solo hemos crecido allí donde hemos sabido enfrentar esta presión y proyectar iniciativas tendientes a encabezar la acción política independiente del proletariado. Donde hemos sabido practicar nuestra política de hegemonía proletaria. Caso contrario, nos hemos estancado o directamente retrocedido.

Esta es una de las principales enseñanzas a extraer de la experiencia de estos dos años en la labor del Partido.

En Perdriel y en SMATA crecimos a comienzos del año pasado, cuando supimos ser alternativa frente al torrismo; en esas condiciones en Santa Isabel la propia masa nos exigió que diésemos la cara, cuando por inexperiencia y por la presión reformista, se temió hablar y diferenciarse. Posteriormente, en una situación distinta, luego de la derrota de junio, se comenzó a remontar la situación, y ello ha sido muy meritorio dadas las difíciles condiciones en que se debió actuar. Pero la anterior experiencia no debe ser olvidada dado que solo podremos derrotar a Bagués y Cía. si nuestra fuerza, junto a la masa del SMATA, ubica políticamente a los continuadores de Torres y se organiza y acciona en consecuencia. En los sindicatos de Fiat la experiencia fue similar, nos estancamos durante un periodo, porque se concedió al populismo de izquierda y al militarismo. Porque se giró alrededor de uno u otro dirigente y no se llevaron a los obreros nuestros planteos e iniciativas. Esto se corrigió sobre el final, pero muy otra pudo ser la situación si nuestra fuerza, en los momentos decisivos de noviembre del 71, hubiese estado a la ofensiva y con la suficiente capacidad como para haber llegado en forma independiente a esa masa que, desorientada, buscó sin lograrlo una dirección para la lucha.

Nos hemos referido anteriormente a las últimas experiencias en telefónicos y bancarios. En un banco importante de la Capital nos hemos desarrollado. Sin embargo, ese avance será precario en la medida en que no demos mayor batalla contra la presión reformista y nuestra práctica y organización sindical no recojan las enseñanzas de la experiencia de Fiat.

Otra experiencia aleccionadora fue la de Tucumán. El Partido en Tucumán, cuando pugnaba por homogeneizarse alrededor de la línea sancionada por el Primer Congreso, realizó una evaluación errónea del estado de ánimo de la clase obrera tucumana, caracterizándola como expresiva de la pudrición que como eventual descomposición de la situación política había definido el Congreso del Partido, sin comprender que lo singular de las masas tucumanas era que protagonizaban, además de las consecuencias de la crisis de las direcciones propatronales y reformistas comunes al conjunto del movimiento obrero, los resultados nefastos de la dirección pequeñoburguesa “revolucionaria” del PRT. De aquel error -expresivo de la presión reformista- surgía la idea de que había que comenzar la lucha prácticamente desde una situación de reflujo de las masas, con una táctica particularmente defensista, en lugar de abordar las luchas con la nitidez y profundidad que correspondía a aquella crisis de dirección y a las reservas de combatividad que palpitaba en las entrañas del proletariado y las masas, coherente con su tradición de lucha y con la gravedad de la crisis económica, de contornos dramáticos en la provincia. Cuando primaba esa evaluación es que el Partido es superado por la lucha de Los Ralos. Justamente con ese punto de partida, la combatividad desplegada por los trabajadores tucumanos crea el marco de referencias que ayudaría al Partido a corregir su error.

El Partido profundiza el estudio de la cuestión azucarera y de las contradicciones que agudizaban asimilando la perspectiva explosiva que aguardaba a la sociedad tucumana. En consecuencia programa una línea de trabajo que le permitió jugar un rol decisivo en la pueblada.

Pero el intento de corrección de los errores reformistas se hizo desde una óptica no estrictamente proletaria. Se va al encuentro del polvorín sin los instrumentos que aseguren penetrar política y orgánicamente en el proletariado, de modo de crear fuerza propia, capaz de estabilizar la acumulación de fuerzas que apunte seriamente hacia una estrategia de Poder-Polvorín sin hora del proletariado, con lo que el concepto de insurrección deviene en insurreccionalismo pequeñoburgués, generán-dose un partido de agitadores desde afuera de la clase. No se centraba en el proletariado azucarero y se vivía corriendo tras la coyuntura de lucha o vacilando al volver la marea.

En Tafí Viejo se expresaron crudamente estos errores. Jugamos un papel trascendente para desencadenar y encabezar la lucha, pero cuando se necesitaba la fuerza del Partido y de la agrupación para seguir avanzando o resistir al enemigo, se desnudó la endeblez de la política planteada. Naturalmente, por esa misma endeblez se facilitaba el desliz a posiciones reformistas u oportunistas en la oposición a los jerarcas peronistas.

De todos modos, camino tan arduo fue transitado favorablemente por el Partido, que ha ido superándolo críticamente y que ahora encara un promisorio crecimiento en el proletariado azucarero, un proceso de reconstrucción y consolidación de nuestra fuerza ferroviaria y el fortalecimiento de la fuerza del Partido en la universidad, ya francamente recuperada.

En Corrientes nuestro Partido se estancó durante un periodo porque concedió al populismo de izquierda. Allí nuestra organización se caracteriza por su estrecha vinculación con las masas estudiantiles y populares, por su capacidad para detectar sus sentimientos y reivindicaciones. Nuestro Partido ha encabezado extraordinarias luchas, comenzando por la que contribuyó a desatar el Cordobazo en el país. Encabezó también la acción por la que un barrio entero enfrentó la represión de la dictadura y la jerarquía eclesiástica contra el cura Tiscornia. Sin embargo, como los mismos compañeros del regional lo han analizado, en ella nos diluimos ideológica y políticamente. Estas concepciones al mismo tiempo nos alejaron del trabajo en la clase obrera correntina. Se desarrollaron así teorías que justificaban el desplazamiento del centro de nuestro trabajo hacia capas no proletarias.

También nos hemos estancado en la zona 5 por cuanto allí se practicó una línea que, en nombre de impulsar un estallido obrero y popular, cayó en el agitativismo al margen de la clase obrera y de las empresas. De tal manera nuestra fuerza se encerraba en sí misma, producto de su desligazón del movimiento obrero, sin superar su acentuada debilidad. Esta zona hizo de la lucha contra el tradeunionismo en el Partido su preocupación permanente. Sin comprender que es imposible batirlo sin ubicar una política que haga del proletariado y sus objetivos su nudo principal.

También constituye una experiencia ilustrativa lo realizado en Filosofía de Buenos Aires. Como es conocido, nuestro Partido ha crecido en dicha Facultad, sobre todo en los últimos meses, en un proceso de avance general evidenciado en nuestro trabajo en universitarios. Sin embargo, durante los primeros meses del año no siempre supimos derrotar la presión del militarismo, que tras posturas “independientes” y “basistas” se articuló a los planes del golpe peruano, a instancia de sectores procubanos. Luego, alguno de estos dirigentes llegó a formular que era preferible que se derrumbase el movimiento antes de que lo dirigiera el PCR. Desde esta política se combatió también nuestra táctica en FUA. Y bien, nosotros cedimos durante un periodo a esta presión; incluso meses más tarde fue débil nuestra ofensiva, al igual que en Arquitectura, en la preparación del Congreso Nacional de Estudiantes. Por ello no crecíamos inicialmente en la lucha en que la masa se proclamaba revolucionaria y combatía masivamente.

Es fundamental sacar enseñanzas de estos errores por cuanto de no hacerlo corremos el riesgo, ante el desprestigio de esos dirigentes y su actual conciliación con el GAN, de que esa masa pueda ser nuevamente confundida y trabada en su desarrollo y, en definitiva, absorbida por el GAN de la dictadura.

En Bahía Blanca hemos retrocedido política y orgánicamente; hoy contamos con fuerzas reducidas, aisladas en grado considerable de las masas, a pesar del rico proceso de lucha de clases que allí se operó en los años 1970/71. La huelga ferroviaria de los Talleres de White, que dieron lugar a la huelga nacional del gremio; la combativa concentración de 4000 obreros cuando el paro activo del 23 de octubre del 70; los movimientos en la Obra de Paso Piedras y las intensas movilizaciones de los estudiantes universitarios pasaron sin saldo de crecimiento de la influencia real del Partido, que no abordó estos conflictos con la profundidad de iniciativa correspondiente a la explosividad del polvorín bahiense y que diluyó la diferenciación de una política de alternativa clasista, a contramano de la crisis de las direcciones patronales y reformistas del movimiento obrero.

El Partido en Bahía persistió en la desviación reformista que la Conferencia Regional inmediata al Primer Congreso caracterizó como traba fundamental al desarrollo partidario. A pesar de los esfuerzos por corregirla, que permitieron hacer pie a la Primero de Mayo en Correos y en AVELEA, y que redondearon en una vigorización del FAUDI en 1970, las raíces del oportunismo no fueron eliminadas, agravándose hasta las expresiones más notorias del 71 cuando el PCR convocara a boicotear el paro general del 11 de noviembre por considerarlo una maniobra de burócratas (caracterización propia de quien no valora el estado de ánimo de las masas) y en la dilución oportunista detrás de la política del PC en un frente único por las libertades democráticas.

La crisis derivó, agravada por un método burocrático de funcionamiento, en intentos administrativos y subjetivistas de resolución que pusieron en peligro de liquidación al Partido de la zona.

Empero un examen más profundo del balance ha permitido a los organismos y militantes descubrir las razones políticas del retroceso, insinuándose en la actualidad una perspectiva de reconstrucción.

En otros regionales fundamentalmente no hemos crecido porque existen trabas de clase que imposibilitan iniciar un trabajo en las empresas. Se practica una política de bloqueo, de propaganda, a veces de agitación, pero no se articulan iniciativas tácticas que nos permitan trabajar en profundidad y con permanencia en ellas, que nos permitan ir aprendiendo de nuestro trabajo y de la experiencia realizada por la propia masa. En el último periodo el Partido en La Plata ha comenzado a luchar contra estas trabas que le impidieron crecer durante mucho tiempo en Berisso y Ensenada. Es positivo el hecho de que se haya iniciado la construcción de células en empresas decisivas de la zona. Nuestra destacada participación en el reciente conflicto en municipales es un paso en dicha dirección. Sin embargo, nuestro retraso es muy serio.

En los meses de junio y julio, por ejemplo, la situación en la zona de La Plata se tornó explosiva. Por otra parte, durante meses latió un conflicto de gran trascendencia en el Gremio de la carne. Sin embargo, nuestro Partido, presionado por las urgencias políticas del estudiantado, estuvo incapacitado para transformar esa situación. Se pagaban así viejos errores que nos llevaron a alejar a numerosos obreros del Partido y a cortar los lazos reales que se tenían con el proletariado de la zona. Y derivado de ello la posibilidad de batallar para impedir las maniobras de los Guana y Cía. Esta experiencia es válida para nuestro regional de Mar del Plata. Allí el Partido ha multiplicado sus fuerzas, muy reducidas al filo del Primer Congreso, fundamentalmente sobre la base de crecer en el estudiantado universitario y, en segundo término, a partir del círculo de influencia de la Primero de Mayo en la agitación sindical general y concentrada en los trabajadores de servicios. La práctica del Partido se ha caracterizado por una gran combatividad, que lo puso en primera línea de las movilizaciones por el aniversario del Che, en solidaridad con Sitrac-Sitram y en repudio al asesinato de Silvia Filler, habiendo asegurado permanentemente la presencia política del PCR en la agitación.

Empero, producto de la presión de clase que deriva de aquel tipo de crecimiento, agravado en el caso de Mar del Plata por el excepcional peso ideológico pequeñoburgués y burgués que resulta de la actividad turística, que durante un cuarto del año invierte totalmente la pirámide social de la población (ya que arriban alrededor de 750.000 turistas), en el Partido se originaron y consolidaron ideas que impedían que el PCR se concentrase en el proletariado industrial de la zona, encubriéndose en cierta “especificidad” de Mar del Plata, consistente en la inutilidad de esa concentración por el carácter “atrasado” de los obreros de la carne o por el carácter “provisorio” de los trabajadores de la industria pesquera.

El precio pagado por estas teorizaciones fue necesariamente elevado. A pesar de haber construido una importante agrupación Primero de Mayo y de contar con buenas condiciones de trabajo político, cuando sobrevino la huelga por la reivindicación de mayor número de tripulantes en los barcos de altura, pasando 1000 pescadores, y cuando 5.000 obreros de las fábricas de conservas fueron suspendidos, tras 25 días de huelga, nuestro Partido no formuló política para el conflicto, no abordó a las masas con iniciativas, limitándose a agregar combatividad a una manifestación organizada por los dirigentes sindicales. Hoy el PCR de Mar del Plata discute críticamente el saldo de su renuncia a concentrar esfuerzos en el proletariado industrial.

Un análisis particular requiere la situación por la que atraviesa nuestro partido en Rosario. Luego del Rosariazo, las fuerzas de izquierda revolucionarias y de nuestro Partido no han podido profundizar el proceso abierto en el seno de las masas obreras y populares rosarinas. Errores de línea, un método administrativo de dirección, una pronunciada desligazón del movimiento obrero, trabaron su positiva estructuración luego del Primer Congreso, de donde salió debilitado por la labor fraccional.

Producto de la presión de ideas reformistas, el Partido ha vacilado allí en aspectos esenciales de nuestra línea. Se deslizó así, por periodos, hacia una marcada defensiva política. Aunque en forma no explícita, la misma obedeció a la persistencia de posiciones que apuntaron hacia la salida intermedia en el país y que niegan el papel hegemónico del proletariado en la revolución argentina. Estas ideas se reflejaron en concepciones que ubicaron la labor del Partido, como partido en sí mismo, marginado de la lucha política y de los requerimientos revolucionarios del proletariado. Esto, a su vez, se vio facilitado por la composición social del Partido, proveniente en muy escasa medida del campo obrero.

Posteriormente estas desviaciones fueron combatidas, pero al hacerlo desde un plano revolucionarista pequeñoburgués no se lograron superar, sino por el contrario se reforzaron.

El hecho de no partir con solidez de nuestra política posibilitó una falsa polarización de posiciones. Esta inseguridad y confusión revirtió, a su vez, en el reforzamiento de un método administrativo de dirección.

Es necesario tener en cuenta que nuestro Partido en el regional emergió del Primer Congreso debilitado por la labor fraccional. Ello exigía centrar la atención en el proceso de homogeneización política. Sin embargo, durante meses coexistieron en su seno diversas posiciones. Es así que numerosos compañeros debieron transitar un complejo camino hasta hacer de nuestra línea un patrimonio común. Es desde esta perspectiva que la falta de claridad acerca de los fundamentos esenciales y de las propuestas de nuestra línea por parte de la dirección, hicieron más dificultoso el referido proceso. Unido con todo ello, se evidenciaron también serias vacilaciones en nuestra política internacional. Una incorrecta valoración del papel del PC chino impidió comprender en profundidad los fenómenos desarrollados en el terreno internacional.

La conciliación evidenciada con compañeros que en el último periodo han adoptado posiciones abiertamente reformistas y trotsquizantes, pone de manifiesto también que es necesario profundizar acerca de nuestras posiciones de fondo sobre el tipo de revolución a concretar en el país, y acerca de la caracterización del periodo político argentino e internacional realizada en el Primer Congreso por nuestro Partido.

Los errores de línea se manifestaron en:

-Una concepción que luego de plantear correctamente nuestra tarea fundamental, la fusión del comunismo científico con el movimiento obrero, ubicaba como principal instrumento para su concreción una labor sindical que no hacía centro en la empresa.

-En la lucha por las libertades se diluyó nuestra política, de tal manera no se diferenció campos con el reformismo.

-En la lucha de los maestros se diluyó nuestra política y construcción tendencial.

-Luego del recambio de marzo se esquematizó incorrectamente la opción dictadura-insurrección.

-Se ha conciliado con posiciones de carácter trotsquista. Esa es la causa por la cual no se polemizó con el compañero B. que ha escrito sus opiniones contrarias a la línea del Partido para publicaciones no partidarias. No se ha polemizado con las mismas ni con el método empleado, no obstante la opinión del CC en tal sentido.

Esto ha repercutido en nuestra vinculación con el movimiento obrero, y esto a su vez se ha reflejado en la composición social del Partido, donde solo un 10 por ciento proviene del campo obrero y solo 8 compañeros militan en las grandes empresas.

En efecto, el regional estuvo alejado de importantes luchas como las desarrolladas en Acindar, en el Swift y en ferroviarios; no obstante el prestigio de nuestra pequeña fuerza, hemos permanecido estancados. Los errores apuntados trabaron durante mucho tiempo una comprensión acabada de su realidad y lo que es más importante nos trabaron para descubrir e impulsar el movimiento clasista que palpita en el seno de esas masas obreras, que al igual que en Córdoba irrumpieron con fuerza arrolladora en la escena política regional y nacional.

En el último periodo el Partido ha comenzado a corregir la situación y a dar pasos efectivos hacia las empresas. Esto es particularmente válido para Santa Fe, en donde se ha comenzado a poner su centro político en los lugares decisivos de concentración.

En San Juan y Mendoza nuestro Partido ha experimentado un avance muy positivo. Nuestras fuerzas, que se han ido homogeneizando y consolidando, estuvieron a la cabeza de las movilizaciones por la libertad de Coria y Eguaburu -que conmovieron todo Cuyo-. Desde el Primer Congreso, en San Juan y especialmente en Mendoza, el Partido ha crecido pronunciadamente, sobre todo en el campo estudiantil. Sin embargo, las luchas desarrolladas en sanidad, telefónicos, ferroviarios, por el magisterio, etc., en las que hemos estado casi ausentes, han demostrado que es urgente tensar nuestras fuerzas para lograr también un rápido desarrollo en los principales centros de producción.

 

24. Las células de empresa. La Juventud Comunista Revolucionaria

Desde el Primer Congreso hemos avanzado en la organización zonal y celular. Numerosos contactos se han transformado en nuevos afiliados y han dado lugar a nuevas células de empresa. Nuestros militantes se distinguen por su presencia política y polémica en su actividad, por su tenacidad en el trabajo. Sin embargo, lo dominante para la mayoría de los zonales es todavía el trabajo a través de contactos y no de células. Por ello se impone ahora dar un salto cualitativo en nuestra organización celular. Un salto que eleve el papel político de nuestras células, su capacidad dirigente, su vinculación con los procesos políticos que se operan en las fábricas, su capacidad de aprender de ellos, de operar con iniciativa y de crecer en los mismos. Las células son el vínculo directo del Partido con su clase, y un débil funcionamiento de las mismas coloca al conjunto del Partido, a su dirección, ante graves riesgos, por cuanto constituyen un eslabón decisivo en la vinculación del Partido con las masas obreras de las grandes empresas. Un eslabón decisivo con el futuro y esencial basamento del poder popular revolucionario. De allí que sea posible afirmar que una de las diferencias fundamentales entre un partido reformista y un partido obrero revolucionario consiste en si está asentado en sólidas células de empresa.

Debemos ir haciendo una política que desarrolle a los cuadros de empresa, de manera tal de ir elevando la capacidad de las células para operar con espíritu e iniciativa política y práctica. Ello significa no abandonarlos a su suerte y centrar sobre todo en la calidad de la ayuda, en el contenido de nuestra relación con ellos, a fin de no suplantarlos y lograr que avancen a través de su experiencia. Esto exige un estudio particularizado de la realidad en que trabajan y militan nuestros cuadros, no para conciliar con sus dificultades, sino para facilitar su militancia; y combatir un estilo de trabajo estudiantil que aún persiste en varias zonas y que torna inhabitable al Partido para los obreros. Esto es particularmente notable en la ausencia casi total de compañeras obreras en nuestra vida partidaria, lo que constituye uno de los reflejos más nítidos de los resabios reformistas y del revolucionarismo pequeñoburgués que aún sobrellevamos en el Partido.

La construcción de nuevas células de empresa, sobre todo en las condiciones políticas y represivas actuales, exige un estudio y soluciones concretas y es tan erróneo concebir su desarrollo como un trabajo marginado de la lucha política, como creer que para avanzar basta lanzar un discurso o dos o tres consignas. La experiencia realizada demuestra que asentar una célula de empresa lleva su tiempo y un conocimiento particularizado de la empresa, de sus problemas, de su tradición de lucha y de los procesos que operan en su seno. Y sobre todo exige de nuestras direcciones tenacidad y constancia en el trabajo, ubicar los cuadros apropiados y realizar un seguimiento político constante con ellos.

El débil funcionamiento de nuestras células es la causa por la cual se atascan tantas discusiones e informes y numerosas tareas partidarias quedan en el papel. Igualmente es la causa por la cual nos llegan aún en forma tan deficitaria las opiniones de las masas obreras, sus preocupaciones, estados de ánimo y la combatividad y experiencia que desarrollan.

Estas trabas generan a su vez situaciones propicias para palabras huecas y para un estilo de trabajo que confunde la teoría con los discursos, y la política con el sociologismo doctrinario.

Es desde esta orientación que debemos igualmente dar un salto cualitativo en la labor política y de dirección de nuestras direcciones zonales. Se impone ir superando un tipo de trabajo en pequeño que, comprensible en un periodo inicial, puede convertirse hoy en una gran traba para nuestro desarrollo. Numerosas direcciones intermedias se han compartimentado el seguimiento de las diversas células, de tal modo que ha derivado en compartimentación política; de tal forma dichas direcciones rebajan el contenido de su labor y realizan un trabajo más que de dirección, de coordinación del trabajo, que poco a poco las va desnaturalizando en sus funciones, a la vez que abre serias compuertas al economismo. Este tipo de funcionamiento se refleja luego hacia las células y hace también que el trabajo se concentre en compañeros que recargan su militancia en desmedro de una política organizativa que contemple al conjunto; y sobre todo a los organismos y no a los cuadros tomados en forma aislada. Claro que este cambio exige la constitución de frentes y aparatos específicos colaboradores y un conjunto de compañeros en la zona que dediquen todo su tiempo a la lucha revolucionaria. Por otra parte, experiencias como las realizadas en San Juan, San Luis y Misiones demuestran la posibilidad de crear organizaciones de Partido en provincias y regiones en las que aún ¿no tenemos nada? Para ello se hace necesario coordinar medidas del CC con algunos zonales en forma rápida con el fin de comenzar un trabajo en zonas y provincias de gran importancia como Salta y Jujuy, zona de Campana, Río Negro, Neuquén, etc. En esta dirección hay que pasar a una nueva etapa en el trabajo hacia el interior de las provincias. Algunas experiencias realizadas indican las posibilidades abiertas y la necesidad de no abandonar los contactos existentes, atenderlos y desarrollarlos.

-Una cuestión que exige nuestra discusión es la siguiente: nuestras células de empresa de concentración del proletariado industrial dentro del conjunto de células partidarias constituyen aún una minoría. El modelo de partido por el que bregamos es invertir esa realidad y el único camino verdadero para ello es lograr un gran desarrollo de las mismas a partir de ubicar al proletariado industrial como centro de nuestra labor. En el proceso hacia tal cambio entendemos que es necesario privilegiar el peso interno de las células de empresa, fundamental en las conferencias zonales de Partido.

Esta idea, que desde ya no resuelve de fondo la cuestión, como es obvio, entendemos sin embargo se fundamenta en la necesidad de acentuar desde ya el peso del proletariado industrial en el Partido y de apuntalar el cambio de la actual composición social interna. Desde ya que ello se logrará centralmente en la medida que el Partido sepa llevar línea política a las masas obreras y populares y no cometa errores graves en la elaboración y aplicación de su política, o si los comete que pueda corregirlos con rapidez. Pero esta proposición no se contrapone sino por el contrario complementa esa perspectiva. Por otra parte, claro también que la proletarización del Partido, como lo señaló el Primer Congreso, significa algo más que lograr composición social predominantemente obrera, pero ésta al mismo tiempo es la base sobre la cual podrá predominar su ideología en el Partido. Sería simplismo pensar por último que el solo hecho de constituir  células de empresas y crecer en su seno resuelve los complicados problemas de la lucha de clases. Se trata de forjar proletarios revolucionarios en el más amplio sentido de la palabra. Y a eso también tiende esta idea, en esta etapa de construcción partidaria. El proyecto de modificación de estatutos deberá así contemplar su viabilidad.

– Otra cuestión que ha puesto a la orden del día nuestro fortalecimiento es la necesidad de construir la Juventud Comunista Revolucionaria. La necesidad de una labor juvenil comunista específica es una adquisición del movimiento obrero, a partir de la reflexión acerca de los caminos propios por los que cada generación llega al comunismo científico. En el caso argentino, problemas tales como el de la desocupación, el servicio militar, el desarraigo de los jóvenes del campo, el ciclo medio de la enseñanza, el aprendizaje de un oficio, confieren su tónica particular a la cuestión por su agudeza y por su carácter de masas. Y ello en un momento de radicalización pronunciada de la juventud.

La existencia o no de una organización juvenil específica adjunta al PCR ha dependido de las condiciones concretas en que éste se formó. Creemos necesario marchar hacia la formación de organizaciones de la Juventud Comunista Revolucionaria. El PCR está ya lo suficientemente maduro en línea y estructurado en lo orgánico como para que aparezcan ya fricciones de métodos en aquellos lugares donde tenemos sectores juveniles incorporados a las organizaciones partidarias.

La JCR la concebimos como una organización auxiliar del PCR. Por tanto, su línea y modalidades estarán referidas a la penetración del comunismo científico y de la línea partidaria en los sectores juveniles de trabajadores aprendices, estudiantes secundarios y campesinos. No puede concebirse a la JCR como “movimiento de masa”. Es natural que una organización comunista revolucionaria deba tener su esencia política. No obstante, puede pensarse que con el tiempo la JCR llegará a tener más miembros que militantes el PCR, sin perder por ello su carácter de auxiliar del Partido.

Desde este punto de vista:

1.  La JCR entendemos debería estructurarse en base a círculos de aprendices, de estudiantes medios y en otros lugares de trabajo y estudio. Sin tener una estructura territorial en el nivel básico, para evitar deformaciones socialdemocráticas.

2.  El Partido establecería como edad tope la de 17 años y la mínima de 13 años. Los cuadros que excedan este límite deberán ser autorizados por la instancia partidaria superior a permanecer como dirigentes juveniles, por un plazo estipulado e igualmente el caso inverso.

3.  En cada organismo juvenil deberá existir un conjunto de cuadros que formarán parte de una organización del PCR. La afiliación a la JCR no implica pertenencia orgánica al Partido. En cambio, las organizaciones juveniles estarían capacitadas para dar su aval para el ingreso de sus integrantes más destacados a las células partidarias.

4.  Entendemos que en las actuales condiciones orgánicas no resulta posible pasar a la estructuración nacional de una organización juvenil. Por tanto, de acuerdo con sus fuerzas y posibilidades, cada comité zonal estudiaría la posibilidad de formar los organismos de la JCR auxiliares de su trabajo en la zona y se conformaría una dirección de coordinación nacional que se haría, además, a través de reuniones de trabajo e intercambio de experiencias y en la medida que se vayan dando las posibilidades el CC estará facultado para marchar hacia una forma orgánica superior.

     En igual sentido es preciso hacer un estudio sobre las condiciones y sectores a los que se dedicaría la JCR en el campo. Por el momento no estamos en la situación de poder dar una respuesta a este importante problema.

 

25. La propaganda y el trabajo militar del Partido

En los dos últimos años el Partido se ha desembarazado de concepciones militaristas acerca de la propaganda. Reflejo orgánico de ello fue la inexistencia del frente de propaganda. A partir de la negación de la lucha política, la propaganda partidaria apareció para estos teóricos como un lastre de métodos reformistas.

Luego del Primer Congreso se pasó a desarrollar un cambio en nuestra labor de propaganda y a construir el frente específico. Se duplicó así la colocación de Nueva Hora y se ha iniciado recientemente la difusión de la literatura marxista y la construcción de este importante frente de trabajo. Se ha impulsado la edición de periódicos de empresa por parte de las células. Un cambio aún no concretado es el de lograr la autofinanciación de cada material que se publica de acuerdo al viejo principio de que la prensa obrera no se regala, se cobra. Esto es subestimado por nuestras organizaciones, lo que trae como consecuencia, un grave riesgo para su periodicidad y condiciones materiales que hacen precaria su clandestinidad. En los últimos meses se ha comenzado a realizar piquetes con Nueva Hora en la puerta de algunas empresas y en facultades universitarias, experiencias aún incipientes que es necesario generalizar.

Pero la propaganda partidaria y en especial la difusión y cobro de Nueva Hora está muy por debajo no ya de nuestras necesidades políticas sino de nuestras posibilidades presentes. Esto, que de por sí constituye una seria debilidad, se agrava por el papel decisivo que Nueva Hora ha desempeñado en el trabajo partidario, en su análisis y proyección política. Nueva Hora se ha constituido así no solo en un instrumento capital para el desarrollo del Partido sino en una de las publicaciones más importantes de la izquierda.

La difusión del periódico traspone los límites de nuestro Partido. Más del 75 % de su difusión se realiza en el marco interno. El paso dado desde el Primer Congreso no sirve ya para medir nuestro trabajo con el periódico. Es posible afirmar que Nueva Hora llega solo al 30%, y quizá menos, de la masa a quien ya llegamos políticamente en forma permanente. Desde ya que esta realidad tiene explicaciones más generales, y, como el conjunto de la labor partidaria, tienen relación con el grado de iniciativa política de nuestros organismos. Pero también refleja, y no en pequeña medida, la persistencia de criterios defensivos, estrechos acerca de la labor de propaganda. Se ha desarrollado la idea de que Nueva Hora es para el activo político. En  primer lugar hay que discutir qué se entiende por el activo político en la Argentina luego del Cordobazo. Hay zonas que colocan menos Nueva Hora cada quince días de lo que movilizan para manifestaciones clandestinas. Menos Nueva Hora que los aportes que se realizan para la colecta partidaria y muchas células colocan Nueva Hora en menos del 10% de la influencia concreta que se refleja, por ejemplo, en los votos de agrupaciones en los que participan activamente. Si así se entiende el criterio antedicho, es preferible cambiar de criterio.

Por otra parte en las ideas que estrechan en forma tan arrogante el círculo de los elegidos, únicos capaces según parece de comprender el contenido de nuestro periódico, se manifiesta una seria desconfianza en las masas. Es necesario dar un viraje desde el propio Comité Central en este aspecto de nuestro trabajo. Nuestro Partido tampoco realiza una correcta labor con las Resoluciones Centrales. Ejemplo de ello es la escasa difusión de los materiales del anterior Congreso, de las Conferencias Permanentes, lo que constituye un grave error. El Segundo Congreso debatirá el Programa partidario y Resoluciones acerca de la política internacional y nacional. Es preciso plantearse un trabajo especial con ellos y durante un periodo dedicar atención preferente a esta tarea. No es nuestro propósito abarcar el conjunto de los problemas de la propaganda partidaria, dado que al igual que sobre nuestro trabajo militar habrá un informe especial. Pero sí plantear aspectos que requieren la atención de todo el Partido. Ha llegado el momento de plantearnos un cambio de la situación, y lograr que en un corto periodo tripliquemos la difusión de Nueva Hora en todo el país. La estrecha relación de la propaganda con la política del Partido exige que revisemos nuestros criterios actuales y acompasemos nuestra labor de propaganda a los pasos que ya ha dado el Partido.

Estos implicarán también dar un salto cualitativo en la capacidad de producción de clandestinidad y eficacia en el frente de impresiones, y de distribución. Para ello es fundamental que tengan el apoyo político y financiero necesario. Estos frentes de trabajo que se han distinguido en su militancia por su sacrifico y espíritu revolucionario, requieren por parte de nuestras organizaciones mayor preocupación y una política que contemple su fortalecimiento constante.

En 1971 se ha comenzado la labor de educación. Las primeras experiencias realizadas a nivel nacional y en algunos zonales ha permitido ya, observar su importancia, numerosos cuadros han acrecentado su nivel teórico y político y encontrado en ellas un valioso incentivo para su formación marxista-leninista.

Un hecho positivo de nuestro trabajo lo ha constituido la reanudación de la publicación de Teoría y Política. En sus siete números la revista teórico-política del Partido ha ido encarando con profundidad los principales problemas nacionales e internacionales planteados, desde la teoría marxista-leninista. Se ha esforzado por desentrañar los nuevos fenómenos operados en el país a partir del Cordobazo y por extraer de ellos sus principales enseñanzas. Teoría y Política se ha ido constituyendo en un valioso instrumento para el Partido.

Las dificultades materiales para garantizar su aparición regular han afectado su desarrollo. Es necesario en este aspecto del trabajo partidario, avanzar en una doble dirección, acercar más a Teoría y Política a la problemática teórica ligada a la actividad partidaria y lograr que nuestros organismos y compañeros se impongan una mayor participación en la elaboración de las cuestiones que hacen al objetivo de la misma.

Desde la realización del Primer Congreso, nuestro Partido ha debido luchar frente a las concepciones militaristas pequeñoburguesas. En ese proceso y como ha sido señalado anteriormente, fue desarrollando su propia línea y desembarazándose de las incrustaciones que de dicha línea, existían aún en aquel momento. Ello tuvo particular repercusión en su trabajo militar y en la construcción del frente. Este debió ser reconstituido totalmente y a partir de allí, en dura lucha contra la labor de infiltración, de provocación y la represión, se fue avanzando en su articulación nacional y regional. Se dieron pasos en la preparación militar y se comenzó a encarar el trabajo partidario en las Fuerzas Armadas. Por primera vez se logró reinvertir la situación en este aspecto de nuestro trabajo y se comenzó a defender y practicar también desde este frente, nuestra línea política.

En este proceso se debió también enfrentar ideas que a partir de no comprender a fondo nuestra caracterización del periodo de la lucha de clases por el que atravesamos, y la línea del Partido para transformarlo revolucionariamente, subestiman la importancia y la urgencia del trabajo militar del Partido, su preparación y la línea a desarrollar en las masas. El relegamiento y la delegación absoluta de los problemas en el frente, son alguna de sus consecuencias. Estas concepciones reformistas niegan así la importancia del aspecto técnico en el trabajo militar partidario, y aunque no lo formulen, de hecho también nuestra concepción de la insurrección como un arte a estudiar y dominar por el conjunto del Partido.

Los avances operados no pueden ocultarnos el enorme retraso que aún tenemos en este plano de nuestra labor. Cuestión analizada en el segundo y tercer informe nacional sobre el tema. Dar un salto en ello exige en primer lugar que sea patrimonio del conjunto de nuestras direcciones y células y por otra parte que se destinen mayores fuerzas para reforzar la tarea específica.

 

26. El Frente sindical y universitario. El periódicoLa Comuna

En estos dos últimos años se fueron estructurando los frentes de tra-bajo en el Partido. Ello en lucha contra viejas concepciones movimien-tistas existentes, y frente a un estilo de dirección que despreciaba la labor organizativa, y un método de dirección donde se requiriese la res-ponsabilidad colectiva y también la individual, la discusión, la resolución, y el control de las tareas, la crítica y también la autocrítica.

El movimiento es expresión en el terreno organizativo de concepciones propias de la pequeña burguesía, de sus vacilaciones e inconstancias, de su incapacidad organizativa. Desde el Primer Congreso el Partido se ha transformado, se ha estructurado más sólidamente y tiene planteado ahora dar un salto en su extensión e influencia, en la construcción de nuevas células capaces de liderar la lucha de masas.

En la dirección apuntada se ha estructurado el Frente sindical y la Comisión Nacional Sindical. Anteriormente nos hemos referido a los avances de la línea que ha operado el Partido al calor de las experiencias y luchas del proletariado. Para ello resultó un elemento valioso el aporte de los compañeros de este frente de trabajo partidario. La constitución de la Coordinadora Nacional de las Agrupaciones Primero de Mayo, exigió nuevos esfuerzos e igualmente la reciente publicación de su periódico nacional El Obrero. Es de apuntar, sin embargo, el retraso en su aparición y también la necesidad de impulsar con mayor consecuencia un real y permanente funcionamiento de las agrupaciones y de la Coordinadora Nacional, en donde los comunistas revolucionarios tenemos una responsabilidad particular. Es necesario asimismo superar, aunque esto ha sido trabado por dificultades materiales y de organización, una cierta parcialización en su trabajo que repercutió sobre todo en un débil seguimiento de las luchas desarrolladas en el Gran Buenos Aires. La resolución de esta cuestión ha comenzado a encararse en el último periodo.

Un hecho importante en la labor del Partido como parte de su trabajo en los asalariados ha sido el inicio de un trabajo entre los docentes, que ha permitido especialmente en el Gran Buenos Aires crear y proyectar una agrupación clasista en su seno, y que ha incidido en forma destacada pese a su debilidad numérica en las luchas del magisterio durante todo 1971.

En el plano universitario luego del informe de octubre del 70, el Comité Central aprobó un nuevo Informe que analiza nuestra actividad universitaria desde el surgimiento del  Partido hasta marzo de 1971, mes en que se desarrolló la segunda reunión de la Conferencia Permanente. Se halla en discusión en los actuales momentos un Informe de balance de la Comisión Nacional Universitaria del CC en torno al reciente Congreso Nacional de Estudiantes y de FUA.

En la universidad argentina ha comenzado a aparecer con fuerza el comunismo revolucionario y el rasgo dominante de nuestro trabajo es que nuestras fuerzas universitarias han pasado durante el año 1971 de ser un permanente foco de irradiación de la ideología y la política de la pequeña burguesía, a ser portadores de la línea proletaria revolucionaria de nuestro Partido en la capa estudiantil.

Con respecto a la labor partidaria en el movimiento estudiantil secundario, y en las villas, nos remitimos a lo señalado en las Tesis sobre situación nacional, en sus capítulos VIII y X.

Como es conocido en julio de 1971 comenzó a publicarse el periódico La Comuna. En él participaron nuestros compañeros junto a militantes de otras fuerzas políticas.

El periódico La Comuna puede constituirse en un valioso instrumento unitario de una política de hegemonía proletaria insurreccional, partidaria de la revolución de liberación social y nacional en marcha al socialismo. Particularmente en las actuales circunstancias, en los medios políticos y culturales. Como tal puede constituirse también en vocero oficioso de la corriente que acuerda con esa política en el terreno sindical, estudiantil, católico, etc. Pero hasta el presente no ha sido suficiente nuestro trabajo político y organizativo con La Comuna.

En general puede afirmarse que hemos mantenido una actitud administrativa, propia de lectores simpatizantes del periódico, y no de puntales en su proyección y utilización política, en cada ciudad, zona y lugar donde militamos. Esta situación, que se ha reflejado en la falta de contribución en torno a su distribución, difusión y cobro, pone en peligro la continuidad de su aparición. Es necesario cambiar rápidamente el erróneo enfoque actual de esta cuestión, y destinar fuerzas concretas que contribuyan a que La Comuna llegue permanentemente a todo el país y tenga gran difusión. Los comunistas revolucionarios pugnaremos para que el trabajo con La Comuna se amplíe hacia la realización de actividades públicas en todos los regionales: actos, conferencias, mesas redondas, etc., alrededor de los temas más importantes de la vida política nacional e internacional.

1972 será un año en el que la lucha política adquirirá particular agudeza. En la dirección apuntada en las Tesis sobre situación nacional, particularmente en torno a la conformación del bloque de clases y fuerzas revolucionarias, el periódico La Comuna puede convertirse en un importante centro de iniciativas políticas.

 

27. Finanzas. El funcionamiento clandestino

El Partido ha ido puntualizando las normas de su funcionamiento clandestino, particularmente de sus direcciones centrales. Acerca de los criterios a seguir en las citas, en el sistema de vinculación y enlaces, sobre los lugares de reuniones y vivienda; sobre los recaudos a adoptar en el uso de anotaciones y el teléfono, en ocasión de caer detenidos; acerca de la necesidad de tener un sistema preestablecido de aviso a fin de evitar la demora de una respuesta política y jurídica en caso de detención; acerca de establecer abogados para cada compañero y organismos; acerca de compartimentar el trabajo práctico en algunos frentes y el uso de casas; acerca de preestablecer el funcionamiento partidario en situaciones especiales, de represión, etc.

Experiencias recientes, señalan que si bien se ha avanzado en el funcionamiento clandestino de nuestros organismos, de la dirección central, subsisten rasgos de liberalismo de arriba a abajo en el Partido, de subestimación del aparato del Estado.

La clandestinidad debe ser concebida como resguardo de la organización frente a la política represiva de las clases dominantes y la dictadura; como la mejor forma de funcionamiento para desarrollar nuestra acción política en el seno de las masas obreras y populares; para impedir que el enemigo de clase obstruya nuestra relación con las mismas. Mientras el poder esté en manos del enemigo de clase el Partido tomará sus resguardos frente al mismo. Podrá variar su intensidad frente a distintas circunstancias políticas, pero no su vigencia como parte de una estrategia política revolucionaria. La clandestinidad del funcionamiento político del Partido, y en especial de sus células, no está concebida para ocultarnos de las masas obreras sino, todo lo contrario, para que nuestra relación con ellas, su permanencia, profundidad y desarrollo, esté resguardada y garantizada.

Por ello es que no hay mayor resguardo para los ataques del enemigo que una línea política correcta, un funcionamiento leninista y un partido arraigado en el seno de las masas; un partido poderoso, no solo política y teóricamente, sino también por sus fuerzas. El ejemplo de Corrientes mostró que si no fueron más fuertes los golpes del enemigo hacia el Partido, no obstante los 70 allanamientos realizados en horas, ello se debió no tanto a las previsiones orgánicas, sino a la profunda vinculación y arraigo político del Partido con las masas en lucha, al prestigio de nuestra política y de nuestros cuadros, por su participación en las mismas. Pero esa realidad no puede conformarnos y tapar nuestras debilidades.

El funcionamiento clandestino tiene sus normas y antes que un problema de medios materiales para concretarlo, hay un problema de concepción política, de estilo de trabajo a contemplar. En efecto: arrastramos rasgos movimientistas en torno a esta cuestión y un cierto desprecio pequeñoburgués hacia los detalles organizativos clandestinos, impropios de un partido proletario revolucionario.

En las actuales circunstancias la cuestión clave a resolver en este aspecto de nuestra labor, es la rigurosa compartimentación práctica en el funcionamiento de los diferentes organismos, y de los diversos frentes de trabajo; y consiguientemente el logro de los medios materiales para ir avanzando en su concreción. Es necesario superar la actual precariedad de nuestro funcionamiento político clandestino por cuanto la experiencia ha demostrado que no está concebido para soportar serios golpes del enemigo. Ello ha llevado a algunos organismos, en situación de represión aguda, a verse dificultados en su accionar político. Este cambio exige una orientación precisa, planes concretos y un seguimiento también concreto de los mismos.

La colecta de 1970 se realizó en lucha con ideas que despreciaban la labor financiera de masas. La colecta de diciembre de 1971 demostró que la gran mayoría de afiliados y células tomaron la colecta como un instrumento político y financiero para el fortalecimiento del Partido. El número de aportistas reveló sin embargo que aún no se proyectó hacia fuera en la medida que es posible y aún no se logra que la misma deje un mayor resultado para el crecimiento de lo que es principal, las finanzas regulares y el fortalecimiento del frente financiero partidario.

De dos años a esta parte, se ha ido estructurando nuestra política financiera y articulando el frente nacional y zonal, lo que es un hecho positivo.

Sin embargo, la precaria situación financiera que arrastra el Partido se ha ido convirtiendo en una verdadera traba política y en un obstáculo insalvable para superar algunas dificultades en el trabajo organizativo. Esta situación que escapa al trabajo exclusivo del frente financiero, debe ser encarado por nuestros organismos como una tarea esencial a resolver en el próximo periodo.

Está planteada una real discordancia entre las necesidades políticas, la línea y organización partidaria, y los medios materiales y financiación con que se cuenta para proyectarlos en profundidad.

En el plano financiero junto a las causas apuntadas anteriormente, especialmente en lo referente a la concepción de partido, ha hecho crisis una concepción movimientista, coyunturalista, pequeñoburguesa, acerca de las finanzas partidarias; que ha ubicado siempre a las finanzas como una tarea accesoria, desligada de nuestra política y de la construcción del partido, que casi siempre se ha conformado con un análisis que postergó la solución del problema tras la idea de que la expropiación o los recursos extraordinarios lo resuelve todo y de una vez para siempre.

De tal manera no se ha ido tensando ni al Partido ni a la masa, a la que llegamos con nuestra política, acerca de la necesidad de aportar para sostener el Partido. La construcción del frente financiero se ha ido relegando en forma permanente, y no se ha ubicado en la tarea a las fuerzas necesarias para avanzar en construir sólidas finanzas permanentes que garanticen la vida y el funcionamiento del Partido. Es así entonces que el Partido está hoy imposibilitado para mejorar su propaganda, aumentar sus funcionarios, sobre todo en las zonas, y desarrollar la base material de su mejor funcionamiento clandestino y su proyección política.

La espontaneidad reinante en este plano de nuestra labor hace que un número reducido de compañeros lleve el peso de tal situación hasta límites incorrectos y una gran masa de afiliados y compañeros vinculados al Partido no sean requeridos ni aporten de acuerdo a sus posibilidades. Corregir esa situación es el único camino de resolución a nuestra situación actual.

A través de la cotización, de los adherentes, el Partido debe sostener su actividad, lo que exige a su vez, un frente fuerte de finanzas. Sobre esta base, permanente, sólida, es que debemos ubicar el aporte excepcional y las actividades extraordinarias; y no al revés, a riesgo de desplazar el eje de la política financiera de un partido proletario revolucionario.

 

28. La vigilancia revolucionaria

No obstante los serios golpes recibidos por parte de la represión, la provocación y la infiltración, nuestro Partido no tiene aún una clara conciencia acerca de la vigilancia revolucionaria, como un aspecto decisivo de la lucha de clases y de una política revolucionaria.

Es una peligrosa simplificación observar la represión como la única vía del trabajo del enemigo sobre el Partido. Este junto a su trabajo ideológico, político y brutalmente represivo hacia sus enemigos, desarrolla una constante y sistemática labor de infiltración y provocación, una labor de informaciones que le posibilita luego asestar mejores golpes represivos.

Es ilustrativo lo acontecido en San Juan. Los servicios del Estado enviaron allí un hombre que logró infiltrarse en nuestras filas aparentando provenir de otras zonas partidarias, e imponiendo de hecho a nuestra regional su pase de organización, al margen del Comité Central y de la Comisión de Organización. Este provocador llamado Pató desarrolló su actividad en ocasión de librarse las importantes luchas estudiantiles y empujó permanentemente a nuestros compañeros a practicar una línea aventurera y a producir hechos que hubiesen colocado al Partido a merced de la represión policial. Descubierto por el zonal, desapareció de San Juan y reapareció alrededor de algunos organismos universitarios.

En igual sentido numerosos compañeros que han caído detenidos, han podido observar que el enemigo se esfuerza por conocer nuestra organización, a nuestros cuadros, sus características y a dónde ubicarlos fácilmente. En la actualidad existen secciones especiales destinadas a seguir a cada una de las fuerzas revolucionarias que actúan en el país, con personal y medios especializados, que aprovechan a través de la CIA, las experiencias represivas de otros países. Es así que se ha intensificado en cantidad y calidad la actividad de estos agentes del régimen, verdaderos criminales, que sin el menor escrúpulo, detienen, torturan, secuestran y asesinan a los militantes revolucionarios. Y se ha desarrollado la red de informantes e infiltrados que preparan a corto y largo alcance esta labor. La mayor coordinación y centralización de estos cuerpos especiales ha pasado a manos del Ejército y de representantes de la CIA en el país.

Desde otro ángulo, pero con igual constancia, se ha desarrollado la labor de provocación e infiltración del aparato de la otra superpotencia, la del reformismo y expansionismo revisionista y consiguientemente del aparato del PC. Este aparato a comienzos de la década del 60 destinó fuerzas para infiltrarse entre los partidarios del Che Guevara y ante el paulatino acercamiento operado con la dirección del PC de Cuba, dicho aparato se fortaleció enormemente, y en el campo de la izquierda concentró sus esfuerzos en lograr la destrucción del PCR y VC. Montaron para ello una dirección especial, que comenzó a seguir nuestros pasos políticos y a darse un plan de infiltración, a corto y largo alcance, de nuestras células y organismos.

Simultáneamente instruyeron a sus agentes a fin de empujar desde el lugar en donde desarrollan su actividad, ya sea en otras organizaciones revolucionarias, en la prensa burguesa, en los partidos de la burguesía, en tendencias sindicales, etc., a fin de cercar y combatir nuestras posiciones y actividad. Es necesario tener en cuenta que esta labor se desarrolla y se ve facilitada sobre la base de su línea internacional para América Latina, que ofrece un modelo político de “desarrollo” para las burguesías y para el cual trabaja centralmente el PC oportunista.

El enemigo opera sobre nuestras insuficiencias, sobre el liberalismo y el amiguismo; la calumnia, el chismerío, el desprestigio de nuestros cuadros, son algunas de sus armas para lograr la confusión y dispersión en nuestras filas.

Es necesario recordar que el provocador político o policial infiltrado en una organización revolucionaria es siempre un hombre que oculta una doble vida, y que al actuar en una organización con una línea y métodos organizativos, debe violarlos para poder realizar su trabajo provocador. De allí también la necesidad de recordar la vieja enseñanza del comunismo revolucionario que no existe mejor forma de comprobar a un cuadro, al que se le encomiendan tareas clandestinas, que una larga práctica en el seno de las masas. Por todo ello, también es fundamental el conocimiento por parte de las organizaciones partidarias, de la biografía y la vida actual de los militantes, especialmente de aquellos que son promovidos a tareas de dirección.

Desde ya que la principal vía para descubrir la infiltración es el desarrollo y la aplicación de nuestra línea política en las masas obreras y populares, es la vigencia permanente en la vida partidaria de los principios leninistas del centralismo democrático. En consonancia con ello es que nuestro Partido debe elevar su vigilancia revolucionaria y su trabajo en este aspecto.

 

29. Perspectivas. El Segundo Congreso del PCR

En estos dos años el PCR ha desarrollado su línea política. Especialmente en el movimiento obrero. Ha ido desentrañando el camino principal de acumulación de fuerzas en el actual periodo político argentino y ha hecho de las empresas el nudo de su preocupación. Luego del Congreso, el avance en estas cuestiones aclararon lo que por  inconsecuencia o inmadurez quedó sin resolver en el mismo. En tal sentido la tendencia sindical como polea de una línea socialista e insurreccional e instrumento de lucha clasista y revolucionaria de las masas, se abrió camino. El Partido desarrolló también su análisis en torno a las nuevas formas organizativas que surgieron embrionariamente. Ello ha permitido batir con mayor claridad, tanto al comandismo, como al reformismo economista, que hace de las luchas una fuente de acumulación de posiciones sindicales y de capitalización de ellas, para la construcción de frentes parlamentaristas, aptos para una línea de oposición reformista.

Por todo ello en las Tesis sobre la situación nacional el CC luego de desarrollar los caminos para romper la trampa, en la perspectiva de caos y acumulación insurreccional, que posibiliten al proletariado hegemonizar la lucha por destruir el poder de las clases dominantes e imponer un gobierno popular revolucionario, realiza un análisis de las experiencias de las luchas del movimiento obrero, especialmente el surgimiento de la corriente clasista y las formas organizativas revolucio-narias desarrolladas por el movimiento espontáneo del proletariado en este periodo. Pone particularmente de relieve su enorme significado como prefiguración de los organismos de lucha del proletariado y las masas y como futuros basamentos del Estado revolucionario y analiza el camino fundamental de acumulación de fuerzas en esa perspectiva política y en torno al modelo programático por el que pugna el PCR.

En el terreno militar penetró desde el ángulo del proletariado con mayor profundidad en la política insurreccional y definió con nitidez sus propuestas para el actual periodo político. Puntualizó el concepto marxista-leninista de situación revolucionaria directa y caracterizó el actual periodo de acumulación de fuerzas, desembarazándose de incrustaciones militaristas existentes en la línea aprobada en el Primer Congreso.

En el plano universitario, batió concepciones vanguardistas que partían de una incorrecta caracterización del tipo de revolución en Argentina y por tanto también de la capa estudiantil. Ello le permitió cambiar la calidad de su trabajo y comenzar a desarrollarse.

En esta dirección cabe afirmar que la subestimación del trabajo en el campo reconoce aún, la misma causa de fondo, y su persistencia puede transformarse en una seria desviación política.

Estos avances que consolidaron al Partido como un Partido de vanguardia del proletariado, que contribuyeron crecientemente a batir la coexistencia de dos almas en su seno, que extendieron su calidad al carácter orgánico, precisando recaudos y atributos de un partido obrero, tuvieron también y en forma coherente su correlato internacional. El Partido avanzó en la comprensión de su papel como destacamento nacional del proletariado internacional y el comunismo revolucionario internacional.

En las Tesis acerca de la situación política internacional el CC ha sintetizado un proceso de elaboración a partir de la línea aprobada en el Primer Congreso, y de la ruptura con concepciones reformistas y centristas que perduraron en el Partido con posterioridad a diciembre de 1969. Estos criterios tenían su punto de partida en la falta de claridad sobre el rol que desempeña la URSS y el PCUS, en falsas ilusiones acerca del papel revolucionario del PC en Cuba y en la incomprensión del papel del PC de la República Popular China, como el destacamento más avanzado del comunismo revolucionario internacional. Y también en concepciones nacionalistas estrechas, que fueron analizadas y criticadas en la Primer Conferencia Permanente de agosto de 1970.

El desarrollo de la situación política internacional, obligó al Partido a avanzar en su elaboración, a corregir errores, lo que fue reflejando en informes internos y en sus publicaciones.

Nuestro Partido fijó últimamente una clara posición frente a la política expansionista del sector privilegiado, explotador, aburguesado de nuevo tipo que detenta el poder en la URSS, puesta de manifiesto con motivo del apoyo a la burguesía expansionista hindú en ocasión de la invasión a Pakistán Oriental. Invasión que como es conocido se apoyó en la lucha nacional bengalí.

Este hecho que, al igual que lo acontecido en el Sudeste Asiático reflejó descarnadamente la esencia de la política del PCUS y la URSS, obliga al mismo tiempo a profundizar con la mayor seriedad científica el estudio de un tema de palpitante actualidad para el comunismo revolucionario: la formación económico-social, el modo de producción predominante y el carácter de las relaciones sociales de producción existentes en la URSS.

Estos avances han acrecentado las responsabilidades del Partido y requieren de él una práctica consciente y constante del internacionalismo proletario. Anteriormente nos hemos referido a la labor desarrollada en esta dirección por el Partido. Es preciso ahora encarar un salto cualitativo en nuestro trabajo de solidaridad internacional, especialmente con el heroico pueblo vietnamita, lo que impone desde el plano organizativo, destinar mayores fuerzas a fin de garantizar esta importante labor partidaria.

En este desarrollo y con una valiosa experiencia aquilatada en este periodo, es que el Partido ha elaborado el proyecto de Programa.

Este adquiere una relevancia especial en la vida y el futuro partidario. A partir del análisis de la formación económico-social, del proceso histórico social y político argentino y del análisis de la lucha de clases a nivel internacional y nacional, el Programa proyecta un modelo del proletariado para la Revolución de liberación social y nacional y un camino hacia el socialismo y el comunismo en la Argentina. Proyecta una nueva perspectiva para los revolucionarios argentinos.

De este modo, consolidado y fortalecido nuestro Partido encara la realización de su Segundo Congreso. Hemos avanzado mucho y al mismo tiempo es enorme nuestro retraso para poder incidir decisivamente en el periodo que se avecina.

Existen grandes condiciones para ello, 1972 será un año decisivo. Las clases y sus expresiones políticas y sociales se aprestan a resolver a su favor la crisis abierta a partir del Cordobazo. La dictadura en el marco de la crisis de estructura del capitalismo dependiente argentino, sobrelleva una aguda crisis económica coyuntural. Se ha deteriorado y debilitado y su inestabilidad política es grande.

En estas circunstancias, es posible romper la trampa y las elecciones fraudulentas que prepara para afianzar los planes económicos, sociales y políticos de las clases dominantes y el imperialismo.

Cobra así actualidad la pregunta formulada en el Primer Congreso: “¿qué rol jugará el proletariado en ese combate?” De su capacidad para hegemonizar la lucha antidictatorial liberadora, para avanzar en el camino de la insurrección armada popular depende no solo el futuro de la dictadura, sino el régimen dependiente y explotador argentino, depende que nuestro país avance hacia la revolución de liberación social y nacional y el socialismo.

Para ello se requiere que el proletariado posea un fuerte Partido Comunista Revolucionario. Por su capacidad teórico política, fuerte por su organización y arraigo en el proletariado industrial, fuerte por su número y capacidad de dirección de las masas obreras y populares, por su dominio de la política insurreccional.

En esta dirección nuestro Partido afronta hoy dos tareas centrales, su rápido desarrollo en las grandes empresas de concentración obrera y su crecimiento en el seno del proletariado rural y en el campo.

 

112 Documentos aprobados desde la ruptura con el PC revisionista hasta el Primer Congreso  del PCR. 1967/1969, tomo I, pág. 292.

113 Conferencia Permanente del PCR, agosto 1970. Ver este tomo, pág. 34.

114 Conferencia Permanente del PCR, agosto 1970.  Ver este tomo, pág. 35.

115 Conferencia Permanente del PCR, agosto 1970. Ver este tomo, pág. 38.

116 Conferencia Permanente del PCR, agosto 1970. Ver este tomo, pág. 42.
117  Idem, pág. 43.
118 Idem, pág. 43.

119 Conferencia Permanente del PCR, agosto 1970. Ver este tomo, pág. 44.
120  Idem, pág. 45.

121 Conferencia Permanente del PCR, agosto 1970. Ver este tomo,  pág. 45.

122 Conferencia Permanente del PCR, agosto 1970. Ver este tomo págs. 17 y 19.
123 Idem, pág. 19.

124 Conferencia Permanente del PCR, agosto 1970. Ver este tomo, pág. 23.

125 Conferencia Permanente del PCR, agosto 1970. Ver este tomo, pág. 58.

126 Ver este tomo, pág. 169.

127 Conferencia Permanente del PCR, marzo 1971. Ver este tomo, pág. 83.

128 Conferencia Permanente del PCR, marzo 1971. Ver este tomo, pág. 89.
129 Idem, pág. 95.

130 Conferencia Permanente del PCR, marzo 1971. Ver este tomo, pág. 103.

131 Conferencia Permanente del PCR, agosto 1971. Ver este tomo, pág. 109.

132 Idem, pág. 139.