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05 de septiembre de 2011


Balance de la actividad del partido entre el II y III congreso

Documentos aprobados / Tomo 3

I – El II congreso – Las luchas obreras y populares en los primeros meses de 1972- La experiencia desarrollada en el smata cordobés

El II Congreso realizado en abril de 1972 constituyó un importante jalón en el desarrollo de nuestro Partido.

I – El II congreso – Las luchas obreras y populares en los primeros meses de 1972- La experiencia desarrollada en el smata cordobés

El II Congreso realizado en abril de 1972 constituyó un importante jalón en el desarrollo de nuestro Partido.
Reafirmó la línea general del Primer Congreso de hegemonía proletaria, criticó cen­tralmente y creó condiciones para la derrota del insurreccionalismo pequeñoburgués, sintetizó las experiencias de las luchas obreras y populares contra la dictadura, en particular del torrente clasista en el movimiento obrero. Desarrolló nuestra línea política especialmente en torno al camino de recuperación sindical clasista y revolu­cionario y a las formas organizativas que desarrollan la clase obrera y el pueblo en el auge de luchas y acerca del Frente Único en la clase obrera.
Señaló que las organizaciones de lucha y de poder obrero en la base, que tomaron la forma de soviets en Rusia, y de consejos de fábrica o comités obreros en otros países, no eran una particularidad de esas revoluciones, sino la institución específica de la dictadura del proletariado. Y que el surgimiento y desarrollo de los cuerpos de delegados, de las comisiones y consejos obreros y populares en nuestro país pre­figuraban la forma orgánica más apta y eficaz para avanzar hacia la constitución de organismos de doble poder en una situación revolucionaria directa.
El II Congreso criticó al revisionismo y analizó el carácter de clase de la actual sociedad soviética y la política socialimperialista que desarrolla la camarilla de Brezhnev y Cía. en contra de la lucha revolucionaria de los pueblos.
Fijó la línea del Partido frente a la dictadura de Lanusse y señaló-: “el poder de la dictadura es hoy tan inestable como lo era en marzo de 1971. La combatividad de las masas, por todo lo señalado anteriormente, no decae. Por eso creemos que el epílogo de estos tres años de lucha sin tregua contra la dictadura no puede ser el permitirle culminar su operación y prepararnos para otra “vuelta de calesita”. El camino está en profundizar la lucha de clases, intensificar la lucha contra la trampa, no darle tregua a la dictadura, procurando destrozar un nuevo libreto con el objetivo de crear el caos entre los de arriba y fortalecer la alternativa revolucionaria de poder, es decir, acumular fuerzas para la insurrección. Esta política permitirá tonificar a las fuerzas clasistas del movimiento obrero y hacerlas avanzar a niveles superiores de organización y de combate y permitirá seguir engrosando las fuerzas revolu­cionarias en las capas populares. A partir de esa lucha, en la medida en que la misma se lleve adelante sin concesiones, teniendo en cuenta el odio profundo acumu­lado en las masas contra la dictadura y las clases dominantes, éstas no podrán esta­bilizar su poder y las posibles salidas, electorales o no, que se procuren serán pre­carias, acrecentándose, en cambio, a los ojos de las masas, el valor histórico concreto del camino insurreccional”. (Pág. 61-62 Resolución. Política. II Congreso).
El desarrollo de los acontecimientos comprobó la justeza de esta línea general aprobada en el II Congreso.

Las luchas obreras y populares

Durante los primeros meses de 1972 todo el andamiaje dictatorial volvió a ser conmovido hasta sus cimientos. Verdaderas rebeliones populares recorrieron el país. La ilusión de un GAN acordado por todos se resquebrajaba. La crisis económica avanzaba en el país y la represión de la dictadura ponía crecientemente al desnudo sus planes antipopulares y tramposos.
En la primera semana de abril, a partir de la lucha contra el aumento de las tarifas eléctricas, y pasando por encima de la carta de Perón a Rucci aconsejando frenar toda acción popular de masas, se produjo un gran acontecimiento, el Mendozazo. Decenas de miles de manifestantes enfrentaron la represión policial y del Ejército, combatiendo en el centro de la ciudad y posteriormente en los barrios, con la participación de toda la población. El Mendozazo hirió gravemente a la dictadura, tonificó las luchas populares y volvió a poner en evidencia que el espíritu del Cordobazo recorría el país. A fines de abril triunfaba la lista Marrón en las elecciones del SMATA cordobés, llevando al movimiento clasista a un plano superior. Numerosas luchas obreras como las de Citroen, de la construcción en San Nicolás, Municipales de Santa Fe, luchas campesinas en el noreste, huelgas masivas de docentes y manifesta­ciones estudiantiles, y nuevas sublevaciones populares en Mar del Plata, Tucumán, Salta, Malargüe, Animaná, Gral. Roca y Chubut colocaron al país frente a una re­novada ofensiva popular. En Tucumán los combates estudiantiles y populares pu­sieron de manifiesto un grado superior de conciencia y organización y de nuevos medios de lucha.
En Gral. Roca, a partir de la oposición a una medida del gobierno provincial acerca de la radicación de un juzgado en la ciudad de Cipolletti, se ocupa la inten­dencia rebasando a la policía. Se nombra una comisión provisoria de Gobierno. Esta emitió un decreto que dice así;
“Decreto número uno; General Roca, 4 de julio de 1972. Considerando;
a) Que en el día de hoy, a partir de las 14, la asamblea popular reunida en esta ciudad, ha resuelto desconocer y repudiar a las personas que ejercen el gobierno provincial, por motivos que son de conocimiento público, que sintéticamente se ex­presan en el siguiente orden:
1)    Sistemática y artificial instigación al enfrentamiento entre los pueblos del valle, inspirada en motivos de baja politiquería que los pueblos no comparten.
2)    Sordera sistemática ante las legítimas reclamaciones de los pueblos del valle.
3)    Manejo de la cosa pública con evidente inconciencia y sin intervalos lúcidos, cuando no con claras segundas intenciones sospechables.
4)    Vacío total de autoridad moral.
5)    Falta de sensibilidad en el encaramiento de la infraestructura económica indispensable para resolver agudos problemas sociales del medio.
b) Que con tal motivo, el pueblo ha resuelto en asamblea reasumir su soberanía, tomando el edificio municipal y resolviendo por unanimidad diversas mociones que esta comisión recoge y vuelca en este acto.
POR TODO ELLO, La comisión provisoria del gobierno municipal, DECRETA:
1)    El pueblo de Gral. Roca reasume su soberanía.
2)    El pueblo de Gral. Roca formula un llamamiento fraternal a las demás co­munidades valletanas, en especial al pueblo de la ciudad de Cipolletti, a sus obre­ros, empresarios, estudiantes y profesionales, artífices del progreso de esa ciudad de la cual estamos como rionegrinos legítimamente orgullosos, y declara que su movi­lización corresponde a su voluntad de servir la causa de la unidad del pueblo rionegrino.
3)     Denunciar como agente de la provocación y de la división de las comunidades valletanes al actual interventor federal, Roberto Requeijo, y expresar que no dialogará con él ni con sus representantes, estimando que su presencia conspira contra la unidad y el progreso del pueblo rionegrino.
4)     Dirigirse al gobierno nacional pidiendo el relevo de sus funciones del actual interventor federal, Roberto Vicente Requeijo.
5)     Convocar al pueblo de Gral. Roca a elecciones directas para que elija sus representantes en las condiciones y reglamentaciones que la comisión dispondrá al efecto.
6)    Expresar la solidaridad del pueblo de Gral. Roca con todos aquellos que sufren prisión por sus convicciones políticas, manifestada del único modo que la represión posibilita.
7)     Repudiar la actitud violenta y represiva de las fuerzas de seguridad en la pacífica ocupación de la comuna por el pueblo de Gral. Roca”.

Esta experiencia de conformación de un gobierno paralelo, embrión de doble poder, que fue hegemonizado por la burguesía, alumbró prácticamente el nuevo ca­mino analizado en el II Congreso: el del parlamento de los de abajo y el rol que en ellos deberán jugar la clase obrera y su partido para que avancen hacia la revolución.
En Chubut, donde la saña asesina de la dictadura fusiló a los 19 combatientes revolucionarios, se levantó el pueblo para rescatar a sus presos, simbolizando el odio popular ante el crimen y los asesinos.
Nuestro Partido se esforzó en todo momento por impulsar, participar y encabezar la lucha contra la dictadura y jugó un papel decisivo en la conformación y triunfo de la lista Marrón en el SMATA de Córdoba.
Este triunfo tuvo notable influencia en el desarrollo del torrente clasista en el mo­vimiento obrero. Constituyó un rudo golpe para la dictadura y los jerarcas, y una derrota de las concepciones nacionalistas burguesas, el reformismo y el revolucionarismo pequeñoburgués. Demostró en los hechos, desde entonces hasta ahora, la posibilidad práctica de avanzar a partir de la lucha irreconciliable contra el enemigo común y los jerarcas, por el camino de la recuperación clasista y revolucionaria de las orga­nizaciones obreras; por el camino de la práctica consecuente de la democracia pro­letaria y el fortalecimiento de sus organizaciones de bases y cuerpos de delegados, por el camino de la hora del proletariado en la revolución democrático-popular, agraria antiimperialista, antimonopolista en marcha al socialismo.
El proletariado mecánico cordobés, principal protagonista del Cordobazo, fue ex­presando los anhelos de cambios revolucionarios y la ambición de poder que anida en las entrañas de las masas obreras y populares argentinas. Su ejemplo se constituyó en un arma poderosa y en estímulo para todo el torrente clasista y combativo del movimiento obrero y popular.
Luego del triunfo en el SMATA, durante los meses de mayo y junio surgió en el seno del Partido y en su Comité Central una desviación putchista, sindicalista, e izquierdista que atacaba la esencia de la línea aprobada en el II Congreso, particu­larmente su capítulo VI. Esta posición, que no había asimilado críticamente la ex­periencia hegemonizada por el revolucionarismo pequeño burgués, desarrollada en Sitrac-Sitram, pretendió seguir el mismo camino de derrota. En nombre de luchar contra el reformismo y la conciliación, desconocía la necesidad de practicar una línea de masas y tenía como objetivo central provocar estallidos al margen de la situación y correlación de fuerzas concretas. De tal manera, en nombre del clasismo y la re­volución se conspiraba contra el verdadero proceso de acumulación de fuerzas para la insurrección y la. revolución. Era sindicalista. Subestimaba la lucha política e ideológica y la lucha por el poder, desde un estrecho marco sindical, subestimando a su vez al aparato estatal enemigo y las armas políticas, organizativas y militares que el proletariado y el pueblo deben ir construyendo para, en determinadas condi­ciones, lanzarse hacia la toma del poder y recorrer un camino de triunfo. Por ello despreciaba la labor del Partido y concebía a éste simplemente como apoyo logístico para la lucha sindical. Era izquierdista porque despreciaba las alianzas del movimiento obrero con el resto de las clases y capas interesadas en la revolución.
Esta posición minoritaria en el CC, aunque predominante en algunos organismos zonales, fue derrotada en el CC y en el conjunto del Partido. Es de señalar que en el caso del Comité Central, el camarada que planteó la posición errónea, no respetó el centralismo democrático en la discusión.

La experiencia desarrollada en el smata de Córdoba

Desde 1972 la dirección clasista y las fuerzas partidarias se han desarrollado en profundidad en las empresas del automotor. Es necesario hacer un balance de ello por cuanto este proceso, el más avanzado, resume y sintetiza el conjunto de las ex­periencias del Partido en el movimiento obrero en este período, como el caso de la desarrollada en un hospital de La Plata, en un frigorífico del interior del país, en Sanidad y en un importante banco de la Capital Federal, y debe servir de ejemplo al conjunto de nuestras organizaciones y militantes.
Sus contenidos fundamentales, en nuestra opinión, son:
1)    El proceso desarrollado en Córdoba, en el SMATA, es fruto de una especial concentración de esfuerzos partidarios en la empresa. En el actual período de la construcción de nuestro Partido concentrar esfuerzos o no en el movimiento obrero y en la gran empresa, define si realmente se ha asimilado y se practica nuestra línea de hegemonía proletaria, nuestra línea acerca del camino y eslabón fundamental de acumulación insurreccional de fuerzas. Define si se ha asimilado y se practica la línea de encabezar el auge de las luchas obreras y populares. Requiere determinar con toda nitidez un centro de concentración de fuerzas y no varios. En este período esta cuestión es clave para penetrar en los centros de decisión política del proletariado, en las grandes concentraciones industriales, y poder así tener real incidencia en la política nacional y regional. Siempre hay una empresa desde la cual el proletariado puede incidir sobre las masas obreras y populares e ir definiendo la hegemonía en la lucha contra sus enemigos. Esa es una de las grandes enseñanzas de la experiencia del Partido de Córdoba.
    Concentrar esfuerzos significa impulsar nuestra línea batiendo todas las trabas políticas que aún nos llevan, en algunos organismos, a “observar” al movimiento obrero y no a incidir políticamente en él. A ubicarnos desde “arriba del caballo” y no arraigar profundamente en su seno.
    Significa batir la errónea línea del agitativismo putchista y el doctrinarismo trotskizante, que parte de educar a las masas para hacer la revolución y no de encabezar la lucha política de las mismas hacia la revolución. Estas ideas políticas son dos caras de una misma moneda. Expresan la desconfianza en nuestra línea política y en las masas. Expresan la impotencia revolucionarista pequeño burguesa para dirigir al proletariado. Por lo general, quienes la sostienen, terminan aislándose de las masas, lo que a su vez refuerza su tendencia elitista a pensar, hablar y accionar sólo en función de minorías. De allí entonces que el desarrollo de nuestra línea en las empre­sas del SMATA se realizara siempre en lucha tanto contra los embates de los “fiscales de izquierda” como contra quienes en nombre de la “conciencia” analizaron siempre desde fuera el proceso de las luchas, los éxitos y los errores cometidos.
    Por todo ello, concentrar esfuerzos, no es en primer lugar un problema orgánico, de disposición de fuerzas, sino ante todo un problema político e ideológico. Implica realizar un trabajo persistente, que desdeñe el éxito fácil y superficial.
    Crecer política y orgánicamente en las empresas no se logra ni con cursos peda­gógicos, ni con “tres consignas”. Requiere un serio trabajo político, realizado minuciosamente y en profundidad. Un trabajo tenaz que deje de lado la inestabilidad y la inconsecuencia propias de la pequeña burguesía y no de un partido obrero y revo­lucionario.
2)     Se pudo avanzar, y sólo se pudo avanzar, porque, desde Perdriel en adelante, se impulsó la línea de encabezar y unir a las masas a partir de sus reivindicaciones económicas, sociales y políticas más sentidas, en la lucha contra el enemigo principal. Porque se supo dar una política que diferenció la contradicción fundamental de las contradicciones secundarias. Resolver con justeza esta cuestión, en general y en particular, en cada situación y en cada lucha, ha sido el punto principal que ha per­mitido avanzar.
    Por el contrario son muchas las experiencias en que no hemos seguido ese ca­mino. En nombre de la “diferenciación” en vez de unir a las masas contra el enemigo principal y a partir de allí y en el proceso, disputar la hegemonía, poníamos el centro en criticar y diferenciarnos de todo el mundo por igual.
    De tal forma, en vez de aislar al enemigo, nos aislábamos nosotros y las masas las dirigían otros. No es extraño entonces que en muchos lugares tuviésemos fama de que nada nos conformaba salvo nuestras propias palabras; y que, en algunas em­presas, nos haya sido imposible construir los instrumentos de masas unitarios, necesa­rios para el combate. Esta cuestión es la que explica también por qué no avanzamos (por ejemplo en algunas zonas del Gran Bs. As.) en la construcción de agrupaciones 1° de Mayo con vida real propia y de frentes únicos con peronistas, obreros combativos, etc. Y también por qué en nombre de la hegemonía se han rechazado alianzas nece­sarias, sin comprender que la hegemonía implica hegemonizar algo, que con dicha concepción no se construye.
    La experiencia cordobesa demostró prácticamente la fuerza y la necesidad de la alianza obrero-popular, y la necesidad de avanzar en la articulación de un frente único desde abajo a arriba, para batir al enemigo común. Al mismo tiempo demostró que el proletariado no hegemonizará los consejos populares, tal como ocurrió en Gral. Roca, donde la hegemonía la tuvo la burguesía, si no garantiza principalmente una línea revolucionaria al frente de los cuerpos de delegados, comisiones internas de las em­presas fundamentales y sindicatos.
    Unir a las masas no significa ir a la cola de las masas. Haber sabido nadar en con­tra de la corriente cuando fue necesario también fue una valiosa experiencia en este pro­ceso. A partir de ubicar como centro la lucha por el poder y el desarrollo en profundi­dad de la corriente clasista y revolucionaria, de la corriente comunista revoluciona­ria en el seno de los trabajadores, y no los edificios y sillones sindicales, nuestros camaradas se han esforzado por dar batalla ideológica y política frente al nacionalismo burgués, frente al reformismo y al revisionismo.
    Miles de obreros que apoyan la actual dirección clasista han votado en el plano nacional por Perón en las últimas elecciones. Es esta una contradicción que no hay que negar sino resolver en una dirección revolucionaria a partir de la lucha política, y de la lucha ideológica.
    Tal situación será común en las empresas en que se desarrolle nuestra fuer­za. Y avanzará o no de acuerdo con el papel que desarrollen nuestras células, a la línea de unidad y lucha que nos tracemos para millares de obreros que viven esa con­tradicción que, sin duda alguna, se agudizará en el futuro.
3)     Se ha practicado una línea de masas y de basarse en las propias fuerzas. En Perdriel, en la huelga de los 45 días, en la lucha por el convenio a fines de 1972, en el enfrentamiento a Kloosterman, en ocasión de los ataques de bandas armadas, durante las luchas desarrolladas en FIAT, en las numerosas huelgas de todo el pro­letariado cordobés, etc., se han impulsado la discusión y las asambleas, el funcio­namiento de las comisiones internas y cuerpos de delegados. Se ha impulsado en ellos la discusión acerca de los problemas políticos más importantes de la provincia y del país. En todo ello jugó un papel decisivo la propaganda de masas. Los obreros han discutido la solidaridad con el Mendozazo, han escuchado a representantes de las ligas agrarias del noroeste y han participado en manifestaciones y actos de solidaridad con el pueblo chileno, en ocasión del golpe proyanqui, fascista, que volteó al go­bierno de la U.P.
    Empezando por Salamanca, los dirigentes clasistas han combinado sus tareas di­rectivas con el trabajo productivo en las plantas, demostrando con la política del ejem­plo un nuevo estilo de dirección y su vinculación con las masas.
    Practicar esta línea implica partir de lo que las masas son en concreto, de sus problemas, sentimientos, estados de ánimo, del conocimiento histórico de los proce­sos y sus características y no de lo que desearíamos que fueran.
    O sea, desechar el idealismo y el subjetivismo que nos lleva a ubicarnos como maestros ciruela de las masas o, en el mejor de los casos, en una situación en la que la masa nos respeta pero no nos quiere, no nos siente parte de ella, su vanguardia efectiva en la lucha.
    Significa comprender cuál es la fuerza motriz de la revolución y que la democra­cia de masas es expresión e instrumento indispensable para desatar las inagotables energías revolucionarias de la clase obrera y el pueblo, para elevar su conciencia revolucionaria y su organización para el combate. De allí que sea éste un punto de diferenciación con quienes “usan” a las masas consecuentes con una línea de hegemo­nía burguesa.
    Esta política impone no sólo agitar sino convencer de la justeza de nuestra línea, y avanzar a través de la propia experiencia de las masas en lucha. Saber escuchar y aprender de sus experiencias. Implica eliminar de raíz la teoría de ocultar los erro­res y despreciar el método de la crítica y la autocrítica. Por cuanto es típica de quie­nes no avanzan con la masa, con sus aciertos y errores. Debemos eliminar las postu­ras sabihondos, de quienes siempre “lo saben todo” y nunca se equivocan; el “yo ya lo había dicho” y la actitud de descargar en los demás errores que son propios y comunes, sobre todo en momentos difíciles.
4)    En cuarto lugar, se ha combatido el reformismo pacifista, el terrorismo urba­no, y se ha luchado permanentemente por una línea de lucha armada de masas. El proletariado mecánico, desde el Cordobazo y posteriormente en Perdriel, en Fiat y últimamente frente a las agresiones de las bandas armadas fascistas, ha protagonizado esta línea política. Este ha sido uno de sus rasgos distintivos, si bien la orga­nización permanente de autodefensa armada de masas, tomada a partir del cuer­po de delegados y las comisiones internas, está aún poco desarrollada. Esto cons­tituye una debilidad. Sobre todo en las actuales circunstancias, de gran inestabilidad política y en las que cada clase intenta definir a su favor la situación creada. En las que la responsabilidad del proletariado se acrecienta.
5)    Nuestro Partido se ha desarrollado como partido de vanguardia. La clave ha sido el desarrollo de una línea política justa. Ha residido en la defensa del marxismo-leninismo-maoísmo frente al revisionismo en las masas como aconteció, por ejemplo, el 29 de mayo de 1973 en el acto central realizado en Córdoba, y en el que participara Dorticós; en él se defendió a la R. P. China y a Mao Tsetung y se denunció al social-imperialismo. Sólo defendiendo al marxismo-leninismo frente al revisionismo es po­sible integrarlo con la realidad revolucionaria argentina.
    En Córdoba, y particularmente en el proletariado mecánico, nuestro Partido se ha ido transformando en concreto, como planteaba Lenin, en la fusión del socialismo científico con el movimiento obrero, con una poderosa corriente que desde el clasismo ha ido avanzando hacia posiciones comunistas revolucionarias, hacia nuestro Partido. El Partido en mecánicos se ha ido transformando así en la expresión de lo más cons­ciente del proletariado mecánico, e instrumento de éste en la lucha revolucionaria. En su Estado Mayor. En su vanguardia efectiva. En la forma superior de organización de sus fuerzas, estrechamente vinculado y arraigado en las masas.
    Claro que ello no sin lucha frente a concepciones sindicalistas y reformistas. Ellas son las que han trabado un mayor desarrollo de las células de Partido, empresa por empresa, sección por sección.
    En el proceso se han ido forjando, comprobando y desarrollando nuevos cuadros de Partido. Decidida la política, son los cuadros quienes lo deciden todo. Desarrollar una ajustada política de cuadros se ha transformado hoy en una cuestión decisiva para seguir avanzando. Por ello, la educación de los mismos, su correcta ubicación, la ayuda y el control, son tareas de gran importancia a resolver.

II. El regreso de Perón y las raíces teóricas de la desviación predominante: el izquierdismo trotskizante

En noviembre se produjo el regreso al país de Perón. Frente a ello nuestro Par­tido tomó la posición de concurrir a Ezeiza junto con las masas peronistas. En una declaración el CC señaló: “El comunicado del regreso al país del general Perón ha producido una gran alegría en la enorme masa de sus partidarios, en general trabaja­dores del campo y la ciudad”. “Los obreros y trabajadores peronistas estiman que el regreso al país de Perón ayudará a resolver sus graves problemas económicos y so­ciales; que las cosas andarán mejor si él viene. Además consideran que su regreso es una derrota para quienes durante 17 años se opusieron al mismo y lo mantuvieron en el exilio”. (Nueva Hora Nº 104. “El PCR, frente al regreso de Perón”), y luego de caracterizar la política de la dictadura y la posición conciliadora de pacificación de Perón, agregó:
“Pero los trabajadores peronistas tienen otras expectativas con el regreso de Perón. Son los obreros, los campesinos y los trabajadores que desde el Cordobazo hasta la fecha han participado en cientos de combates, con picos en distintos levan­tamientos en grandes y pequeñas ciudades del país y que piensan que la venida de Perón ayudará a liquidar la odiada dictadura, con su GAN y sus elecciones tramposas”.
“Los comunistas revolucionarios han participado durante estos años, codo a codo, en las grandes empresas, en las ligas y otras organizaciones agrarias, en las villas, en las aulas, junto a los compañeros peronistas en el combate común por la liberación social y nacional de la Argentina. Hemos estado, y estaremos juntos. Nada nos apartará”.
“Es precisamente el proceso abierto con esas grandes luchas y la experiencia acu­mulada en ellas lo que obligó a las clases dominantes a intentar la maniobra del llamado Gran Acuerdo Nacional. Pero es también ese proceso y esa experiencia la que ha trabado y traba la coronación de ese “Gran Acuerdo”, con sus elecciones fraudulentas y tramposas para lo que esperan ahora el apoyo final de Perón. Por esas razones los comunistas revolucionarios hemos planteado, insistentemente, que el desenlace de estos grandes años de lucha no puede ser el “gobierno de transi­ción” que aspiran a conseguir la dictadura y los monopolios a través de ese acuerdo y esas elecciones tramposas. El resultado debe ser un gobierno popular revolucionario.”
“A pesar de lo que buscan Lanusse y las FF.AA. con la invitación a Perón para que regrese al país y el llamado de Perón a la “tranquilidad”, de hecho el anuncio del regreso de Perón a la Argentina ha suscitado un estado de discusión y de movi­lización de las masas obreras y populares. Por ello, a partir de las luchas por un gobierno popular revolucionario que abra el camino de la liberación social y nacional dentro del país, los comunistas revolucionarios trataremos que los acontecimientos que se precipitarán en los próximos días con motivo del anunciado regreso del general Perón, contribuyan a acumular fuerzas para esa revolución de liberación social y na­cional, rompiendo la trampa del GAN y sus elecciones fraudulentas y las expecta­tivas de los golpistas de turno que acechan en las sombras.” (Nueva Hora N° 104, “ El PCR ante el regreso de Perón”).

El 17 de noviembre se movilizaron decenas de miles de personas. Hubo represión y gran combatividad. La dictadura debió posteriormente retroceder en el inmenso operativo represivo que montó con más de 35.000 efectivos que bloquearon caminos y zonas aledañas. El regreso de Perón al país luego de 18 años de exilio removió las aguas más profundas de la política argentina. Nuestro Partido analizó entonces:
“Perón podía no venir al país. Todos los elementos con que contamos indicarían que ni Perón, ni Lanusse, eran partidarios de ese regreso. Pero las cosas se dieron de tal forma, a partir de la creciente lucha antidictatorial, que la fracción de la gran burguesía que hegemoniza la conducción peronista estuvo obligada a montar lo que ellos llaman “operativo retorno” y las otras fracciones burguesas-terratenientes, que habían acompañado, sin mayor oposición, el chantaje lanussista de la invitación al “retorno”, debieron aceptar el hecho del mismo. Lo que no hizo más que agudizar las diferencias entre los de arriba. El II Congreso señaló: 'Hoy la alianza de la bur­guesía y el reformismo con el GAN marcha viento en popa. Sin embargo sería equi­vocado creer que el temor a la revolución es amalgama suficiente para dar solidez a ese acuerdo. Cada vez que la lucha de clases se agudizó, se agudizaron también, las diferencias entre los de “arriba”, demostrando que los diferentes elementos de esas fuerzas, en tales momentos, se desgastan mutuamente, se combaten entre sí, como enseñaron en su época Marx y Engels. (Nueva Hora N° 105).”

En nuevas condiciones se renovó el combate contra la dictadura crecientemente debilitada, y sostenida por la represión y un cuerpo de decretos-leyes fascistas.
En este período nuestro Partido, a partir de la justa posición del 9 de noviembre, se movilización y acrecentó sus vínculos con las masas peronistas.
La rica experiencia realizada en estos meses estimuló al mismo tiempo reflexio­nes acerca de nuestro balance político, sobre aspectos de nuestra línea política y su fundamentación teórica. Reflexiones que han sido sintetizadas en las Tesis y el Pro­grama bases de discusión del III Congreso y expresan importantes cambios de línea política.
En efecto. La historia de todo verdadero Partido Comunista es la historia de la integración de las verdades universales del marxismo-leninismo con la realidad re­volucionaria concreta. Y se desarrolla en una permanente lucha de líneas que expre­san la lucha de clases en la sociedad. Como señaló el II Congreso en su balance (pág. 1): “Uno de los rasgos que ha caracterizado nuestra historia partidaria desde sus primeros momentos ha sido el esfuerzo permanente, a partir de la teoría marxista leninista, por responder a los requerimientos revolucionarios del proletariado, por ana­lizar nuestra realidad nacional e internacional y por aprender de las experiencias de las masas obreras y populares. Esta ha sido la fuente de su desarrollo.”
En el curso de los combates se ha ido desarrollando nuestra línea política en lu­cha contra el oportunismo de izquierda y de derecha, contra el revisionismo, el refor­mismo y las posiciones trotskizantes. En esta lucha permanente la línea proletaria revolucionaria que predominó en el Primer Congreso, se ha ido a su vez desarrollando. Ha ido corrigiendo errores y lastres políticos reformistas y teóricamente revisionistas. Nuestro Partido se ha ido educando así, en no temer la práctica de la crítica y la autocrítica, pues sólo quienes no son revolucionarios pueden temerle a la verdad re­volucionaria, a buscar la verdad en los hechos, como señala el camarada Mao Tsetung: “por hechos entendemos todas las cosas que existen objetivamente, por “verdad” la ligazón interna de las cosas objetivas, es decir las leyes que la rigen, y por buscar, estudiar”. Es decir, estudiar las contradicciones objetivas existentes en la realidad para transformarlas revolucionariamente. Sólo así, por otra parte, nuestro Partido podrá recorrer el camino de un partido de vanguardia, guiado por la teoría revolucio­naria y capaz de poner en juego el estilo marxista-leninista de unir la teoría a la práctica, practicar la línea de masas y el método de la crítica y la autocrítica.
La práctica puso en evidencia la justeza de la afirmación del capítulo V de la Resolución Política del II Congreso referida a que el sólo temor a la revolución no es amalgama suficiente para dar solidez a los acuerdos de los de arriba. Sin embargo, esta apreciación no fue ni es suficiente para explicar el conjunto de la situación política argentina y de las contradicciones de clase que operan en el país. Más aún, creemos que el análisis que hacíamos en las mismas era deficiente y erróneo en aspectos im­portantes. Estos errores pueden puntualizarse centralmente en torno a la caracterización de la estructura de nuestro país, la caracterización de la contradicción principal, y la caracterización de la burguesía nacional. Estos errores tuvieron expresión en el folleto acerca del tipo de revolución en la Argentina que escribieron los camaradas Lucas Figari y Andrés Marín en 1969, que fuera aprobado por el entonces CN del PCR y posteriormente por el Primer Congreso partidario. Este folleto en su momento jugó un papel importante, pues se constituyó en la valla fundamental frente a las corrientes trotskistas que presionaban en ese entonces al Partido y que caracterizaban como socialista la etapa actual de la revolución en la Argentina, estableciendo como necesaria para la revolución una fase previa a la re­volución socialista que se caracterizaba como: “revolución popular, agraria, antiimperia­lista y antimonopolista en camino al socialismo”. Pero hoy debemos someter a crí­tica a dicho folleto, por cuanto lo hizo desde posiciones también trotskizantes, posiciones que tuvieron gran influencia en la historia de nuestro Partido, que se expresó en los contenidos de los programas partidarios aprobados en el Primer y Segundo Congreso y las resoluciones políticas más importantes.1
Como es conocido, el Partido desde su fundación enfrentó la política reformista y el revisionismo teórico del PC. Este se ha caracterizado por impulsar una política de hegemonía burguesa, una política reformista pacifista en relación con la vía de la revolución, y por su subordinación a los dictados del socialimperialismo soviético. La subestimación del desarrollo capitalista argentino como modo de producción domi­nante en el país ha estado vinculada al fundamento teórico de la línea codovillista que coloca al proletariado a la cola de la burguesía. La línea codovillista se opuso siempre a la tesis leninista de hegemonía proletaria en las revoluciones democráti­co-burguesas y en las revoluciones democráticas y de liberación nacional. Lo que, a su vez, se expresó en un análisis deformado, no marxista-leninista, de la realidad argentina. Nosotros hemos combatido las teorías que hacen aparecer al país como un país dependiente en que el imperialismo se entrelaza con fuerzas semifeudales y feu­dales por cuanto dicha caracterización oculta lo que hoy es el modo de producción dominante en el país y el desarrollo capitalista que se ha operado sobre todo a partir de la década del 40. Esta ha sido una crítica justa.
Pero en el folleto de los camaradas Marín-Figari se exagera dicho desarrollo y se abre la posibilidad de que el mismo pueda seguir el ejemplo de países como Canadá, Australia e Italia; o sea un supuesto desarrollo capitalista “autosostenido”, “cerra­do”,2 olvidando las trabas que significa para ello la dependencia del imperialismo en especial el yanqui, y la subsistencia del latifundio. De un latifundio de origen precapitalista en el campo. De allí que el proceso de centralización y concentración monopolista haya sido en la Argentina un producto de la dependencia y en su bene­ficio y no el producto del desarrollo de un capitalismo autónomo.
Esto llevó a enfatizar que el imperialismo operaba no sólo como factor exter­no, sino también como factor interno. Lenin, al señalar como uno de los rasgos del imperialismo la exportación de capitales, no sólo de manufacturas, había desentrañado desde hace varias décadas esta cuestión. Pero claro que tal énfasis en realidad pretendía fundamentar que la lucha nacional contra la dependencia y el imperialismo en nuestro país sólo se expresaba a través de lo “social”, a través, casi exclusivamente, de la explotación del proletariado.3
De allí entonces que desarrollada dicha teoría se llegara a plantear, luego de una caracterización incorrecta de la contradicción en el mundo, que la contradicción fun­damental en la Argentina, la constituía la contradicción entre la oligarquía burguesa-terrateniente por un lado, y el proletariado y el pueblo por el otro.4
El imperialismo desaparecía por arte de magia. Para apuntalar este análisis erróneo se apeló al revisionismo y no al marxismo-leninismo.
De tal manera surgió la teoría de la contradicción fundamental y el aspecto principal de la contradicción, como dos contradicciones distintas. ¿Cuál era el aspecto principal?: la contradicción burguesía-proletariado. ¿Cuál era la contradicción funda­mental?: el proletariado y el pueblo con la oligarquía burguesa-terrateniente.5 Esta afirmación errónea niega el materialismo dialéctico y la ley de unidad y lucha de contrarios. Toda contradicción tiene un aspecto principal y en determinadas condi­ciones un polo de la contradicción se transforma en su contrario. O sea, que la con­tradicción clase obrera y pueblo o imperialismo, oligarquía terrateniente y gran bur­guesía asociada a ellos, tiene hoy un aspecto principal, que es el dominante, o sea, el imperialismo, la oligarquía terrateniente y la gran burguesía asociada y que sólo en determinadas condiciones, a través de la revolución, pasarán la clase obrera y el pueblo a ser dominantes.
También se negaba la tesis marxista sobre la necesidad de precisar en cada mo­mento cuál es el enemigo principal.6
La Argentina es parte del sistema capitalista mundial. Pero en dicha sistema, hay países oprimidos y países opresores. No es posible confundir las categorías de sistema, formación económico-social y modo de producción. Argentina es un país oprimido y limitado en su desarrollo por el imperialismo, con una formación econó­mico-social peculiar en la que subsisten el latifundio de origen precapitalista e incluso algunas relaciones de producción precapitalistas junto a las relaciones dominantes. El modo de producción capitalista dominante no contradice la dependencia que nos oprime, ni el entrelazamiento del imperialismo con la oligarquía terrateniente y con un sector de la gran burguesía que se ha asociado a ellos. Estos errores se hicieron extensivos a la caracterización de la burguesía nacional. Partiendo de su vinculación con el enemigo, de hecho se la ubicaba en bloque como blanco de la revolución. En los países dependientes, toda la burguesía, o casi toda tiene vinculación con el imperialismo a través de variadas formas. La teoría marxista-leninista-maoísta y las experiencias revolucionarias de los países dependientes, han, señalado que lo correcto es analizar a la burguesía nacional -como señala el infor­me del CC del 8-9 de julio de este año- considerando a la misma no a partir de su carácter o no de burguesía monopolista o vinculada a los monopolios extranjeros al imperialismo, sino, principalmente valorando “el grado de su relación con estos monopolios (es decir, ¿qué prevalece? ¿su vinculación o su autonomía?) y su política ante ellos y ante el imperialismo y ante cada imperialismo en concreto, por lo que es imprescindible conocer a qué imperialismo está vinculado cada sector de la burguesía nacional. La teoría marxista-leninista-maoísta ha señalado el doble carác­ter de la burguesía nacional y la necesidad del proletariado de practicar una línea de unidad y lucha. Diferenciando aquellos sectores asociados de aquellos sectores en los que predomina la contradicción y no la tendencia a la unidad y a la asociación con el enemigo. Estas son enseñanzas del marxismo-leninismo, de las revoluciones liberadoras y no de las opiniones no marxistas que apelan a la formulación de capi­talismo dependiente para decir en realidad capitalista, y a la de oligarquía burguesa-terrateniente para expresar centralmente a la burguesía en bloque, y aspecto principal de la contradicción para expresar en esencia como contradicción principal la de burguesía-proletariado. Y todo ello, en un país como Argentina, en que lo principal de su industria, de sus finanzas, de su comercio exterior, incluso una gran parte de sus tierras, está en manos del imperialismo. En el que la dependencia y la rémora latifundista han demorado y limitado el desarrollo capitalista y han condicionado un desarrollo capitalista peculiar, por la vía prusiana en el campo, o sea sin afectar el latifundio y el dominio de la gran oligarquía terrateniente argentina.
Este erróneo análisis teórico de la caracterización de nuestra sociedad y de las contradicciones de clase que en ella existían, nos llevó a cometer serios errores en la ubicación del problema agrario. Se privilegió erróneamente la alianza obrero-estu­diantil y se relegó el trabajo partidario en el campo y la política de alianza obrero-campesina como base de la construcción del Frente Popular de Liberación.
Sí bien el documento de Marín-Figari, tiene el mérito de haber señalado correc­tamente el carácter peculiar del desarrollo capitalista en el campo, por vía prusiana, el análisis que hace de la estructura de clases en el campo está recorrido por errores basados en concepciones que revisan el leninismo desde un ángulo similar al que criticamos anteriormente.7
Este erróneo análisis teórico facilitó que cometiésemos serios errores en el plano político. En la ubicación del enemigo principal, en la política de alianzas, dificultó la comprensión de las contradicciones interimperialistas y las que operaban entre el imperialismo, la oligarquía terrateniente y la gran burguesía a ellos asociada, con sectores de la burguesía nacional. Este problema, comenzó a ser planteado a fines de junio de 1972 por el editorial “Dos Contradicciones” de Nueva Hora y permitió ajustar el rumbo de la lucha contra la dictadura y frente al regreso de Perón a la Argentina. No obstante, en las declaraciones que el CC emitiera en esa ocasión, se ubicó el centro de la argumentación sólo en el terreno de acrecentar nuestros vínculos con las masas peronistas, sin señalarse aún las contradicciones de clase que enfrentaban política­mente a la dictadura con las direcciones del peronismo y el radicalismo. En este plano, las declaraciones del CC de diciembre y posteriores avanzan notoriamente.
Como hemos señalado, nuestro Partido desde su fundación combatió el reformismo e impulsó una línea de hegemonía proletaria; criticó al pacifismo reformista propugnando una línea armada de masas como vía fundamental de la revolución en nuestro país; y luchó frente a las teorías reformistas reflujistas, que negaban el pol­vorín de descontento antidictatorial y la caracterización del período actual, como un período de auge revolucionario de masas. Son precisamente estos puntos funda­mentales de línea lo que le permitió avanzar. Lo que le permitió ir derrotando al insurreccionalismo putchista y al izquierdismo doctrinario y economista, reformista. Aprendiendo de la práctica de las masas y de su propia práctica, en lucha contra el oportunismo de izquierda y de derecha, contra el reformismo y el revisionismo, el Partido, fue a su vez corrigiendo errores y desarrollando su línea proletaria re­volucionaria.
En este proceso los errores trotskizantes analizados acerca de la caracterización de la contradicción fundamental, hicieron que su línea, basada en que esta es la hora del proletariado y no de la burguesía, y su lucha por encabezar el auge revo­lucionario de masas, estuvieran limitadas teórica y políticamente para combatir a fondo el izquierdismo pedagogista, el “procesismo”, y el agitativismo putchista. Este último se manifestó principalmente en aquellos lugares del interior donde la lucha de clases se expresó en forma más explosiva y aguda. A su vez, también dicha limitación era incapaz de batir a fondo el izquierdismo de palabra, y el economismo y reformismo en los hechos. Este se expresó sobre todo en el Gran Bs. As., donde, durante un período, ese ascenso de las luchas y el polvorín existente no se evidenciaron con la misma magnitud y trabó la acción para encabezar procesos que se operaban.
Al no analizar correctamente la contradicción fundamental en el país, y no ubicar en las entrañas de la clase obrera y el pueblo con precisión al enemigo principal, la comprensión de la política de hegemonía pro­letaria y de hora del proletariado, tendía a reducirse hacia una política trotskizante y la línea frente al auge de luchas, en una política esencialmente agitativa. No se articulaban ambas a la política de frente único contra el enemigo principal, a la política de acumulación insurreccional de fuerzas, de construcción del Frente de Liberación y a la construcción de un poderoso partido de vanguardia. Se facilitaba así que organizaciones partidarias siguieran en la práctica interpretando también lo de hora del proletariado como una caracterización socialista del tipo de revolución, que enfrenta a la clase obrera con la burguesía en su conjunto y no como política de hegemonía proletaria en la revolución democrático-popular, agraria, antiimperialista y antimonopolista en marcha al socialismo.   
De igual manera se utilizó la palabra “fase” de la revolución para negar las tesis leninistas de la revolución ininterrumpida y por etapas.
Esto se evidenció también en la formulación de la consigna “ni golpe ni elección, insurrección”. Esta consigna confundía los planos estratégico y táctico, lo que faci­litaba su utilización como consigna de coyuntura. Esto impedía combatir a fondo las ideas que ubicaban erróneamente la insurrección como problema práctico inme­diato, al margen de la correlación de fuerzas actual entre la clase obrera y el pueblo y el enemigo, y de la creación de una situación revolucionaria directa.
Estos errores políticos facilitaban también, como referíamos, la persistencia del izquierdismo doctrinario y economista, reformista, sobre todo allí donde la situación objetiva nos presionaba hacia la pasividad y hacia una línea que hacía del “aquí no pasa nada” su lema principal. No fueron pocos por otra parte los organismos partidarios en donde ambas situaciones se dieron a lo largo del proceso, predomi­nando una u otra desviación en distintos períodos.
Estos errores y limitaciones trabaron al Partido en su propio crecimiento político y orgánico.
El análisis de las experiencias desarrolladas luego del Segundo Congreso, permi­tió al Partido dar un verdadero salto adelante en la comprensión de la realidad y en su práctica política. Comenzó a esbozar su línea de frente único, a practicar lo que definió como el camino principal de acumulación de fuerzas y el eslabón fundamental para transitarlo, y sobre todo avanzó en el dominio de la teoría marxista-leninista-maoísta.
En este período surgió con claridad que sólo derrotando a fondo las concepciones teóricas equivocadas que fueron fundamento de la desviación izquierdista, predomi­nante, era posible derrotar verdaderamente a ésta.
Surgió ante el Partido la necesidad de defender la teoría revolucionaria para que exista el movimiento revolucionario, como señaló Lenin. Esto significaba, en con­creto, dar batalla contra profundos lastres idealistas que aún arrastraba en el terreno de la teoría del conocimiento, en especial los referidos a la teoría del reflejo. Acerca de las tesis marxistas sobre las clases sociales y su historia concreta en nuestro país y las tesis leninistas sobre el imperialismo. Y principalmente la necesidad de dar batalla frente a las teorías que, en nombre del combate contra el lla­mado culto a la personalidad, negaban la dictadura del proletariado, en nombre del socialismo negaban la revolución ininterrumpida y por etapas, y en nombre de la circulación de ideas y la libertad de crítica, la teoría leninista de Partido.
En efecto, en nombre de no coartar bajo ningún aspecto la discusión, no se resolvió siempre en forma correcta la contradicción entre teoría y práctica, democracia y centralismo, desarrollo y seguridad. En nombre de la libre circulación de ideas y de la amplia democracia que debe existir en el Partido para poder recoger y sintetizar las ideas de las masas, en numerosas oportunidades no se tuvo en cuenta que las ideas que circulan tienen siempre un contenido de clase concreto: burgués, pequeñoburgués o proletario.
Este desarrollo se vio fortalecido por el directo y correcto conocimiento que de la realidad de la República Popular China, de la Revolución Cultural Proletaria y de las experiencias y posiciones del PCCh tuvo nuestro partido en el período que va desde el II al III Congreso.

III – La lucha teórica contra el revisionismo y en defensa del marxismo-leninismo, del pensamiento maoísta- Sobre Stalin-El Socialimperialismo

En la lucha teórica contra el revisionismo y en defensa del marxismo-leninismo-maoísmo jugó un gran papel el trabajo del cámara da Irusta publicado en T y P. N° 9 (“Actualidad de la Revolución Cultural Proletaria China”).
El mérito de dicho trabajo consistió en que desentrañó los profundos lastres revi­sionistas en el plano teórico, que aún subsistían en nuestro Partido y que eran el ba­samento de los errores analizados.
Particularmente frente a la influencia que en el plano de la filosofía había ejer­cido la teoría revisionista de Althusser. Teoría que impugna el materialismo, especial­mente la teoría marxista del reflejo, separando el proceso del conocimiento de la prác­tica social, que adocena la dialéctica marxista para convertirla en una dialéctica vacía de contenido y apta para la conciliación.
Dicho trabajo definió que no se puede ser marxista-leninista sin ser maoísta.
Dicho trabajo puso en guardia al Partido en torno a la necesidad de estudiar y defender el marxismo-leninismo frente al peligro principal del revisionismo y frente a quienes, en nombre de la lucha contra el dogmatismo, pretenden hacer pasar el con­trabando del revisionismo. Analizó las teorías de quienes, en nombre del culto a la espontaneidad de masas, realizan un análisis revisionista de la Revolución Cultural Proletaria, negando sus contenidos fundamentales, el papel de la teoría en general y de la teoría del Partido en particular, negando el pensamiento maoísta como desa­rrollo del marxismo. Puso de relieve la importancia de la lucha ideológica del Partido, la necesidad de la lucha teórica y política por unir al Partido en torno al marxismo-leninismo y contra el revisionismo, señaló también la necesidad de avanzar en la ela­boración de una política cultural revolucionaria.
Este trabajo permitió al Partido avanzar en el estudio de la historia del MCI y de la valoración marxista-leninista del período de la dictadura del proletariado en la URSS, acerca del papel de Stalin en el mismo.
El estudio y la comprensión del triunfo de la Gran Revolución Cultural Proletaria en la RPCh fue decisivo para avanzar en la comprensión de aspectos cardinales de la historia del movimiento comunista internacional.
La RPCh, al desarrollar al marxismo, observando fidelidad a sus leyes esenciales e integrándolas creadoramente con la realidad de China, al basarse para ello en las experiencias triunfantes y en las derrotas del proletariado mundial, dio respuesta a interrogantes decisivos para el proletariado, lo que fue un gigantesco avance.

En la RPCh el Partido Comunista de China bajo la dirección del camarada Mao Tsetung, respondió acertadamente a interrogantes tales como: ¿Existen o no clases y lucha de clases en el socialismo, cuando lo fundamental de la transformación socia­lista de los medios de producción se ha operado? Esa lucha de clases ¿tiene o no su centro en la lucha por el poder? ¿Se debe o no hacer la revolución en las condicio­nes de la dictadura del proletariado? ¿Contra quién se hace la revolución? ¿Cómo se lleva a cabo?
Marx y Engels vivieron en un período histórico en que estos problemas aún no habían surgido. Lenin dirigió el triunfo de la revolución socialista y la instauración de la dictadura del proletariado, pero murió antes de poder resolver aquellos problemas en la práctica. Stalin defendió y desarrolló el marxismo-leninismo. Con él avanzó la dicta­dura del proletariado, se consolidó, y muchos intentos restauradores fueron derrotados. Sin embargo, el error de Stalin fue que no reconoció en la teoría el hecho de que a lo largo de todo el período de dictadura del proletariado existen clases y lucha de clases, y que la cuestión de quién vencerá a quién, no está definitivamente resuelta. La muerte sorprendió a Stalin cuando había comenzado a advertir la gravedad de este problema, como se refleja en su trabajo: Problemas económicos del socialismo en la URSS.
Todo el proceso de construcción del socialismo en la Unión Soviética se realizó en medio de una dura lucha de clases. A partir de 1936 se explicitó en la Constitución Soviética que en la sociedad socialista había cesado la lucha entre el proletariado y las clases explotadoras, los sectores que representaban la ideología de la burguesía fueron ocupando lugares importantes en el aparato del Estado y del Partido. A la muerte de Stalin pasaron a la lucha abierta por el poder, pudiendo, a partir del XX Congreso del PCUS, controlarlo.
Nuestro Partido debió analizar la historia del MCI, particularmente el período de Stalin. Esto se vio enormemente facilitado por los aportes de la RPCh bajo la direc­ción del PCCh. En esto el Partido saldó cuentas con el centrismo y el revisionismo. La descalificación en bloque de Stalin se fue revelando ante el Partido como el ata­que frontal del revisionismo a la dictadura del proletariado, como el ataque frontal del revisionismo y los reaccionarios a páginas gloriosas de la historia del movimiento co­munista y obrero revolucionario mundial, para justificar la usurpación revisionista y la restauración capitalista en la URSS, operada a partir del XX Congreso del PCUS y para justificar la política revisionista y socialimperialista del Estado soviético.
El idealismo y el subjetivismo se manifestaren también en el Partido conciliando con las tesis seudomarxistas que sostenían que a la muerte de Lenin el marxismo se había detenido en su desarrollo.
Subjetivismo e idealismo, de esencia revisionista, que ignoran lo ocurrido en casi cuatro décadas de lucha de clases que arrojan un saldo de innegables avances para el proletariado y los pueblos del mundo.
Esta concepción desconocía en los hechos que el marxismo es la síntesis de la ex­periencia histórica del proletariado, y que en cada momento debe medirse por los resul­tadas que arroja, en función de los avances o no de la revolución, lo que dará la pauta cabal, si la integración de las verdades universales del marxismo con la realidad local y mundial se ha verificado en avances de la revolución o no.
Al negar el desarrollo del marxismo luego de la muerte de Lenin, esta concepción no sólo atacaba a Stalin, sino, por elevación, al maoísmo como la etapa actual del desarrollo del marxismo-leninismo. De acuerdo a esta concepción, Stalin estaba fuera del cuadro de los maestros y jefes del proletariado mundial, y el camarada Mao Tsetung expresaba sólo la resolución de los problemas de una “especificidad asiática”.
Derrotadas estas concepciones, el Partido avanzó hacia una comprensión más acer­tada del desarrollo del marxismo en la historia.
Marx y Engels crearon la teoría del socialismo científico; Lenin desarrolló el marxismo, resolvió los problemas sobre la revolución proletaria en la época del impe­rialismo y los problemas teóricos y prácticos que implica el establecimiento de la dic­tadura del proletariado en un solo país; Stalin continuó su obra; el camarada Mao Tsetung ha desarrollado el marxismo-leninismo, ha resuelto un conjunto de problemas sobre la revolución proletaria en nuestra época y los problemas teóricos y prácticos que implica continuar la revolución y prevenir la restauración del capitalismo bajo la dictadura del proletariado. Estos son momentos fundamentales en la historia del desarrollo del marxismo.
El punto de vista revisionista y centrista señalaba que los errores de Stalin, erro­res ciertos y de gravedad, predominaban sobre sus aciertos, por lo que no podía con­siderárselo como factor de desarrollo del marxismo-leninismo.
Sin embargo la historia demuestra que bajo la dirección de Stalin se fortaleció la dictadura del proletariado en la URSS y avanzó la revolución mundial a saltos, co­mo en el período de la guerra mundial y de posguerra, en que el socialismo se extendió en la tierra y el Estado socialista apuntaló las revoluciones de liberación en los países coloniales y oprimidos.
Por eso, en la contradicción que se establece entre errores y aciertos de Stalin, los aciertos son lo principal y los errores lo secundario.
Algunos de estos errores fueron inevitables, dada la falta de precedentes del pro­letariado en la construcción del socialismo y la dictadura del proletariado, y evitables otros. Errores de principio algunos y en el trabajo práctico otros, que es necesario di­ferenciar para su tratamiento.
En ciertos problemas Stalin se apartó del materialismo dialéctico, tuvo posiciones metafísicas, se apartó de la realidad objetiva y perdió contacto con las masas. En algunos casos Stalin confundió las contradicciones en el seno del pueblo con contra­dicciones con el enemigo, y los métodos para resolverlas, lo que lo llevó, a veces, en la lucha contra los enemigos a ampliar el radio de represión. En algunos casos violó el centralismo democrático y actuó erróneamente en las relaciones entre partidos y países hermanos. Tuvo en algunos casos posiciones chovinistas. Todos estos graves errores afectaron tanto a la URSS como al movimiento comunista internacional, y fue­ron aprovechados por las fuerzas revisionistas.
No obstante, las acciones principales de su vida fueron acertadas. Por lo tanto, al criticar y pugnar por superar los errores de Stalin, debemos rescatar la esencia de su actividad: el marxismo-leninismo. Se debe además tener presente al enfocar y apreciar la actividad de Stalin, que no se trata simplemente de la vida de un hombre, sino, lo que es más importante, cómo sintetizar la experiencia histórica de la dictadura del proletariado y del MCI a partir de la muerte de Lenin.
Por lo expuesto, las reservas expresadas en el II Congreso respecto de Stalin, eran parciales y equivocadas.

Sobre el socialimperialismo soviético

El desarrollo teórico y de la práctica partidaria en un período de intensa lucha política en el país, y sobre todo los acontecimientos desarrollados desde noviembre de 1972 a julio del 73, también pusieron al Partido ante la necesidad de estudiar en profun­didad otra cuestión de suma importancia: la lucha interimperialista en nuestro país. Particularmente la lucha entre el imperialismo yanqui y el socialimperialismo soviético por apuntalar sus posiciones en la Argentina. A partir del II Congreso, que analizó la política socialista de palabra e imperialista en ]os hechos de los soviéticos, nuestro Partido pudo comprender y actuar mejor frente a la política de las dos superpotencias que disputan por el dominio mundial. El análisis de los acontecimientos nacionales posteriores permitió al Partido ir superando una comprensión doctrinaria de la reso­lución del II Congreso acerca del papel del socialimperialismo soviético, y desentra­ñando su intromisión descarada en la política argentina. Permitió comprobar la justeza de la apreciación de que sólo es socialista de palabra pero imperialista en los hechos, y hasta qué punto su intromisión en los problemas de Argentina, a través de medios económicos y agentes políticos a su servicio, son contrarios a los intereses de la revolución. Hasta qué punto la dirección del PC actúa en función de un juego estra­tégico, que tiene por centro el avance del expansionismo socialimperialista y no los intereses del proletariado y el pueblo por la revolución y el socialismo.
Sin comprender el papel del socialimperialismo y la lucha interimperialista, no podía, el Partido, tener una visión de conjunto de las luchas desarrolladas en la Argentina, sobre todo en el último período, ni comprender el papel del socialimperia­lismo en la defenestración de Onganía, en el estímulo y apoyo encubierto a Lanusse; en el apoyo e impulso a sectores prosoviéticos del peronismo; en el apoyo a sectores militares en la actualidad. Y decimos esto no para ocultar lo que ha sido y es la esen­cia del proceso revolucionario: las luchas de la clase obrera y el pueblo, sino para tener cabal conciencia del conjunto de contradicciones, aprovecharlas a favor de la lucha revolucionaria frente al enemigo principal, e impedir que avancen quienes, como el socialimperialismo, están siempre prestos a montarse en las luchas antiyanquis para apuntalar su política expansionista. El socialimperialismo trabaja sobre procesos reales que se operan en el peronismo, en el radicalismo, en el proletariado, sobre la radicalización de amplios sectores de la pequeña burguesía nacional golpeada por el impe­rialismo yanqui, sobre sectores nacionalistas del ejército reacios a someterse incondicionalmente a la batuta de los asesores norteamericanos. A través de sus agentes actúa para torcer en dicho proceso cualquier rumbo revolucionario en la lucha antiyanqui, y aprovecharlo en su propio beneficio. Sería muy torpe confundir los procesos reales con la línea del socialimperialismo, negar situaciones, alianzas objetivas, etc. Pero se­ría muchísimo más torpe aún, en nombre de ellas, ocultar la existencia de la lucha interimperialista y la pugna del socialimperialismo por ganar posiciones en la Argen­tina. Como han señalado las tesis políticas del III Congreso, el proletariado revolu­cionario en su política de frente único antiyanqui debe aprovechar las contradic­ciones del enemigo, unir a la mayoría del pueblo contra la minoría proyanqui, y ani­quilar a los enemigos de uno en uno.
De ahí entonces que es deber utilizar también las contradicciones del socialimpe­rialismo con el imperialismo yanqui, e impedir que aquél conquiste la hegemonía de las fuerzas en lucha. Sobre todo basándose en el peso de un sector de la burguesía ar­gentina que, incapaz de liderar un proceso revolucionario, busca el apoyo del socialim­perialismo y otras fuerzas para distanciarse de los yanquis. El socialimperialismo cubre su acción con palabras, con todo el prestigio que adquirió la URSS desde octubre del 17 con Lenin y Stalin a la cabeza, con la admiración y respeto de todos los revolucio­narios del mundo frente a extraordinarias contribuciones del proletariado soviético en la derrota del fascismo y a la lucha revolucionaria mundial.
Por ello es sumamente peligroso, y es deber de todo marxista-leninista, de todo comunista verdadero, desentrañar su esencia de clase y su política en las masas. De­sentrañar el cambio operado en el XX Congreso del PCUS a partir del copamiento del poder y de la dirección del Partido por la camarilla revisionista de Jruschov -Brezhnev y Cía. O sea, lo contrario de lo que ha hecho Fidel Castro, que se ha con­vertido en el propagandista revisionista más eficaz de los Brezhnev y Cía. en América latina, y ante los pueblos del Tercer Mundo, que soportan la política de hegemonía de las dos superpotencias. Ese ha sido el contenido principal de su reciente discurso en Argelia durante la Conferencia de Países no Alineados. Sobre esto deben meditar aquellos compañeros que descontentos con el revisionismo del PC y del PCUS, han buscado erróneamente en la línea de Fidel Castro, impulsados por su admiración a la Revolución Cubana, una alternativa revolucionaria ante tanto revisionismo y tanto reformismo.
Sin comprender actualmente la política socialimperialista y su accionar en la Ar­gentina, no podrán, el proletariado y su Partido de vanguardia, encabezar a fondo las luchas por la construcción del frente único antiyanqui que apunta a la revolución liberadora, ni podrán luchar con claridad por la hegemonía del mismo y estar preve­nidos ante quienes quieren cambiar el amo viejo por el amo nuevo. No podrán sustraer a nuevos sectores interesados en la revolución de la nefasta influencia que sobre ellos ejerce el socialimperialismo. No podrán, en una palabra, avanzar hacia el triunfo de la revolución.

IV – La posición partidaria en el proceso electoral de 1973

A partir de la declaración del 9/11/72 con motivo del regreso al país del Gral. Perón, articulamos más fácilmente nuestra línea de unidad y lucha con las masas peronistas.
Como se señalara en el informe del CC del 18 de marzo de 1973, nuestro Partido mantuvo en esencia la línea del II Congreso, pero la mismo tuvo un desarrollo que se basó en un análisis más justo de las contradicciones de nuestro país capitalista depen­diente.
“Ya las luchas posteriores al Mendozazo, a la recuperación del SMATA cor­dobés, y la organización de las Ligas Agrarias, habían conmovido estratos profundos de las masas trabajadoras del campo y la ciudad. El regreso de Perón al país, luego de 17 años de exilio, no podía menos que conmover a la 'novena ola' del movimiento obrero y popular, la que remueve lo más profundo de la sociedad. Era tan profundo el proceso comenzado en 1969 y tan enredada la madeja de contradicciones políticas y sociales, que precipitó la situación que obligó a Perón a regresar al país, y a la dictadura a per­mitir su regreso. El regreso de Perón era el detonante de ese polvorín reseco. La oligar­quía y el imperialismo lo sabían, y trataron de evitar un estallido de consecuencias im­previsibles. Pero no podían evitar que el movimiento antidictatorial abrazase a la mayo­ría de las masas trabajadoras”.
“La línea de luchas sin concesiones contra el tercer libreto de la dictadura fue justa. Era una política que correspondía a los intereses del proletariado, que hoy ya son protagonizadas por el proletariado revolucionario y, por ello, este pudo acumular fuer­zas en ese proceso”.

La posición votoblanquista adoptada el 3/2/73, fue una consecuencia lógica de la línea trazada por el II Congreso y las condiciones concretas en las que se llegaba a elecciones. Permitía enfrentar la salida condicionada que ofrecía la dictadura; denun­ciar la conciliación de los partidos burgueses con esa salida; aprovechar posibles nue­vos condicionamientos, proscripciones, y la ruptura del proceso electoral (posibilidad pendiente hasta horas antes de los comicios) y aprovechar también el estrecho margen de posibilidades agitativas y propagandísticas que ofrecía la coyuntura de la cam­paña electoral para propagandizar nuestra salida insurreccional.
Pero el voto en blanco, por el que pugnamos con VC y otras fuerzas con las que conformamos la Fuerza Revolucionaria Antiacuerdista, para ser algo más que el repudio a las elecciones condicionadas de la dictadura y la afirmación de la corriente clasista y la izquierda revolucionaria surgida luego de 1969, para ser una alternativa electoral para las masas, que en las semanas previas al 11/3 ya visualizaron el desmoronamiento del GAN, debía estar ligado a una perspectiva visible para las grandes masas de avance revolucionario; debía ser expresión de una fuerza organizada que mostrase un camino visualizable para esas masas, de alternativa frente a las fuerzas reaccionarias y refor­mistas que, desde 1971, levantaron la salida electoral como desemboque inevitable de los alzamientos populares de esos años. Nuestro Partido, por su débil arraigo en las masas obreras y populares (para grandes sectores de las cuales recién fue conocido con motivo de la campaña electoral) y por los débiles pasos dados en la construcción del Frente de Liberación Social y Nacional, no podía ofrecer esa perspectiva de masas, en lo que influyeron, tanto la inexperiencia del Partido, como los errores analizados, erro­res que en este período se habían comenzado a corregir y discutir por todo el Partido, en torno a la Resolución Política del OC de diciembre de 1972.
El voto en blanco se transformó así en la afirmación de una corriente revoluciona­ria, partidaria de la lucha armada y del socialismo, que existe por primera vez en muchos años en la política argentina como corriente nacional.
“El GAN había sido roto -como analizó el informe del CC de marzo del 73-, pero el combate del 11/3 se daba en el terreno elegido por las fuerzas oligárquico-burguesas y reformistas, y no en el terreno más favorable para el proletariado revolucionario y el PCR, teniendo en cuenta las condiciones concretas”.
“Las clases dominantes iban a un combate en el que tenían serias perspectivas de derrota. Para que esa derrota fuera la pérdida de una batalla y no de la guerra, cui­daron, minuciosa y mancomunadamente, que la misma se diera en el terreno más fa­vorable para ellas, evitando lo que calificaron como “caerse de la cornisa”.
Las elecciones se transformaron así en una opción entre la dictadura y el FREJUL1 nucleado en torno al peronismo. En los días previos al 11/3 las masas se vol­caron masivamente a la opción que parecía capaz de ser utilizada en las urnas para aplicar un duro golpe al lanussismo, a la dictadura y a las clases dominantes, pero no para liquidarlas”.

En este período surgió y fue derrotada en el CC del Partido, una seria desviación oportunista de derecha, que llevaba en la práctica a la liquidación política del Partido, sobre la base de la lucha que se venia desarrollando en el Partido contra las con­cepciones trotskizantes y sobre la base también de la crítica y correcciones que se venían operando en torno a los errores teórico-políticos a los que anteriormente nos hemos referido, se planteó que el Partido debía ingresar a la arena electoral y que su política debía ser la de integrarse al movimiento nacional dirigido por la gran bur­guesía, para desarrollar su trabajo desde adentro del mismo, lo que en la práctica llevaba a la liquidación del Partido como vanguardia marxista-leninista del proleta­riado. Al mismo tiempo sostenía que el Partido debía apoyar a los candidatos del FREJULI, dado que no había practicado la política de entrar en las elecciones, conformando un polo de oposición electoral, y que no había tiempo para hacerlo faltando muy poco para la realización de las elecciones.
Como se analizó en su momento, y los camaradas admitieron autocríticamente, dicha línea se prosternaba ante el chantaje y maniobras de la dictadura, ante sus estatutos proscriptivos y principalmente ante la presión conciliadora de la burguesía que hegemonizaba el proceso antidictatorial. Diluía la posición independiente y revo­lucionaria del proletariado, y su camino principal de acumulación de fuerzas en un período caracterizado por el ascenso revolucionario de las masas y no por la derrota y el repliegue. Atacaba la esencia de la línea aprobada en el II Congreso. El surgi­miento de esta desviación en los meses de enero, febrero, marzo y abril, y su derrota, tuvieron gran importancia, porque permitieron poner en guardia al Partido en momentos en que debía centralmente criticar sus errores trotskizantes y oportunistas de izquierda, ante las posibles desviaciones ocultas. Esta enseñanza sin duda tendrá que ser espe­cialmente tenida en cuenta en el futuro inmediato, en el que el Partido debe practicar la política de aprovechar todas las contradicciones frente a la minoría proyanqui, polí­tica de unidad y lucha con los sectores burgueses que se oponen a la política del imperialismo yanqui, la oligarquía terrateniente y la gran burguesía a ellos asociada, y no olvidar nunca que su independencia política y orgánica es la principal garantía para desarrollar la política de frente único y la política de hegemonía proletaria.
Luego del 25 de mayo, se inicia una nueva etapa de auge revolucionario de ma­sas. Cada éxito de la lucha de masas permitió al movimiento dar un nuevo paso adelante, y la derrota de la dictadura que encabezaba Lanusse permitió que el nuevo salto adelante abriera perspectivas revolucionarias para el país.
A partir de los sucesos del 25 de mayo, fue quedando claro que ese ascenso de la lucha de masas había entrado en una nueva etapa, etapa superior, etapa de ascenso revolucionario. Los hechos más sobresalientes, como lo analizó en su momento el Partido, fueron:
—    la multitudinaria manifestación antidictatorial, antiimperialista y antioligárquica del 25 de Mayo, que esa misma noche arrancó de las cárceles a los presos políticos y sociales;
—    la conmemoración masiva, con paro activo en Córdoba, del nuevo aniversario del Cordobazo. Aquí apareció por primera vez en forma clara que la izquierda revo­lucionaria dirigía organizadamente a miles de obreros industriales, y que una parte de ellos eran dirigidos por el partido marxista-leninista, el PCR; y, el proceso de ocupaciones de fábrica y recuperación de organizaciones sindicales en manos de je­rarcas y burócratas vendidos a la patronal y a la dictadura. (ASCARZA; Estatales de diversas provincias; ALBA; Indumento; Matarazzo; NOEL; INTA; Lozadur: Provita; FIAT Concord y FIAT Materfer; Sanidad de Córdoba; Construcción de Men­doza; Empleados Públicos de San Luis; Aceiteros de Reconquista; Ingenio Concep­ción de Tucumán; Madera y Construcción de Misiones; Comisión Interna de San­ta Rosa -UOM-, en Buenos Aires: la CGT do Salta; etc., etc., etc.). Esto fue acompañado por la ocupación de viviendas por parte de más de 10.000 habitantes de villas de emergencia y la rápida radicalización del movimiento reivindicativo de los habitantes de las villas. Grandes movilizaciones campesinas (Formosa, Chaco, Co­rrientes, horticultores de La Plata; etc.) y las primeras ocupaciones de tierras realizadas en muchos años en zonas de las provincias de Buenos Aires y Corrientes. Se han movilizado decenas de miles de estudiantes secundarios y universitarios, que barrieron con las autoridades de la dictadura, y abrieron a un nivel superior el combate estu­diantil junto al pueblo (sólo en una semana más de 25.000 estudiantes participaron en asambleas en la UBA); intelectuales, profesionales, soldados, pequeña burguesía urbana; centenares de miles de trabajadores han realizado luchas de distinta envergadura estas semanas.”

Y agregaba:
“El rasgo más importante de las ocupaciones de fábricas y de la reactivación del movimiento obrero al igual que el de los ocupantes de las villas, estudiantes, trabaja­dores en general, es que ha ido acompañado de la constitución o democratización de cuerpos de delegados y que, en ocasiones, estos cuerpos de delegados han estable­cido formas embrionarias de coordinación. Se ha comenzado a hablar en fábricas y lugares de trabajo de ‘consejos de fábrica’, control obrero y organización de milicias.”

Las ocupaciones de ASTARSA, Melchor Romero, asambleas de UOCRA de San Justo, ocupaciones de vivienda en ciudad Gral. Belgrano, para citar algunos ejem­plos, fueron acompañados de la organización de autodefensa de masas por los res­pectivos cuerpos de delegados. La importancia de esto es aún mayor porque va unida al general desinterés por el funcionamiento del Parlamento surgido de las elecciones del 11 de marzo.” Informe del CC, 18 de marzo de 1973. “La situación política nacional y las tareas del PCR luego del 11 de marzo”. En este proceso, la gigantesca concentra­ción popular del 20 de junio, por el peso que tuvieron en la misma los sectores po­pulares del peronismo, y por la experiencia allí realizada por miles de trabajadores peronistas sobre el carácter reaccionario y fascista de la derecha de su movimiento, se transforma también en un enorme empujón hacia adelante del espíritu revolucio­nario de las masas. Quienes esperaban haber echado un balde de agua fría en esa concentración sobre la combatividad de las masas, salieron perdidosos.
El 13 de julio es desplazado parcialmente el sector prosoviético que había tomado fuertes posiciones en el gobierno surgido el 25 de mayo, y se marcha a nuevas elec­ciones generales para septiembre, donde Perón asume directamente la presidencia y el control del Movimiento Nacional Justicialista.
Nuestro Partido analizó este período en el informe: “El PCR ante la situación política nacional”. (7-8 y 9 de julio de 1973).
Sobre la base de la discusión de este informe, de las experiencias desarrolladas en este corto período y condensando el conjunto de la práctica revolucionaria de nuestro partido se elaboran las tesis acerca de la situación política internacional y nacional y el proyecto de programa, que sirven hoy de discusión preparatoria del III Congreso. Como es conocido, en ellas se analizan los rasgos principales del proceso de luchas obreras y populares.

El carácter de clase y la política de la coalición frejulista y de sus diversos sectores internos. La lucha interimperialista. La política del Partido para el frente único antiyanqui y de recuperación sindical en la clase obrera. Se analiza la situación política nacional y sus actuales perspectivas.
Sigue siendo un problema primordial para el conjunto del partido dar un salto en su proletarización, en lucha contra las trabas ideológicas, políticas y de composición social pequeñoburguesa.
El proyecto de Programa sintetiza el desarrollo teórico y político del Partido, sus avances en la integración de las verdades universales del marxismo-leninismo con la realidad revolucionaria concreta de nuestro país. En dicho proyecto se analizan las con­tradicciones de clase que en él operan y las pautas programáticas fundamentales para la revolución democrática-popular, agraria, antiimperialista, antimonopolista, en marcha al socialismo.

V – La construcción y el fortalecimiento del Partido

Desde la realización del II Congreso, a comienzos de 1972, nuestro Partido ha avan­zado. En este período, dada la correlación de fuerzas existente, nuestro Partido es­tuvo lejos aún de poder decidir el curso del proceso pero, desde entonces, ha desarro­llado su incidencia en la vida política nacional y su arraigo en las grandes concentra­ciones obreras, especialmente en Córdoba. Comenzó a desarrollarse en el proletariado rural y el campesinado pobre y medio, particularmente en las provincias de Santa Fe y Buenos Aires y en el Noreste.
Afianzó y creció su influencia en las villas, en la Universidad y en los docentes. Se avanzó en los sectores intelectuales y profesionales. En el curso de las luchas nues­tro Partido ha crecido orgánicamente, duplicando sus fuerzas y mejorando la com­posición social proletaria de sus filas. Avanzó en su preparación ideológica-política. También se dieron pasos importantes en lo militar. El Partido se ha extendido nacio­nalmente. Ha crecido en calidad y cantidad su propaganda y la educación partidaria, principalmente se ha ido cohesionando en la defensa del marxismo-leninismo, pensamien­to maoísta frente al revisionismo. Ha ido estudiando y conociendo mejor nuestra realidad revolucionaria concreta, esforzándose por poner permanentemente en juego el estilo marxista-leninista de unir la teoría a la práctica, saber vincularse y estrechar vínculos con las masas, y practicar el método de la crítica y la autocrítica. En ello han jugado un pa­pel de importancia Nueva Hora y la revista Teoría y Política. Por otra parte es necesa­rio señalar que es débil aún nuestra incidencia en el Gran Bs. As. y grande nuestro retraso en algunas zonas del interior de gran importancia como es el Norte del país.

El trabajo partidario en el Gran Buenos Aires

Luego del II Congreso el CC adoptó diversas medidas para reforzar nuestro tra­bajo en la provincia de Santa Fe, en La Plata, en el sur del país, y en el Gran Bs. As. Estos pasos dieron sus frutos y el Partido en dichos lugares se ha ido cohesionando en torno a la línea política y desarrollando sus fuerzas. Sin embargo en el Gran Buenos Aires existe retraso. Es necesario evitar en el análisis de esta situación un enfoque organicista. La práctica demuestra que allí donde hemos encabezado la lucha y obrando con la línea general partidaria, donde la hemos aplicado con firmeza, teniendo en cuenta las condiciones concretas, hemos avanzado. Que allí donde hemos dado batalla al oportunismo de izquierda y de derecha, donde hemos ido corrigiendo errores y desarrollando nuestra línea, nuestra incidencia política y nuestras fuerzas han cre­cido, se han formado nuevos cuadros y la vida interna se ha tornado más ágil y vigorosa.
Esto es una realidad. La causa fundamental del atraso en el Gran Bs. As. ha sido que han predominado en algunos organismos, ideas trotskizantes, oportunistas de izquierda, doctrinaristas, que nos han impedido crecer.
Es reveladora en este sentido la opinión de un compañero de la dirección de una célula de una importante empresa de la Zona 4 y su análisis de este período. Dice el compañero:
“En nuestra empresa tomamos como modelo a Sitrac-Sitram. Teníamos en la cabeza ‘la lucha salvaje’. Arrancar una asamblea y defenestrar la dirección propatronal y traidora. Levantábamos las reivindicaciones mínimas y pugnábamos por ganar gente, delegados para la agrupación. Se fueron delineando para nosotros dos campos de masa: los combativos y los oficialistas. Esto, ahora veo, fue un error porque para nosotros los oficialistas eran demasiados. La Comisión Directiva nos acusaba de anárquicos, de no reconocer el cuerpo de delegados y la Comisión Directiva. Y esto era cierto. A nosotros nos preocupaba la lucha salvaje. Pese a que ganábamos delegados no los hacíamos jugar dentro del cuerpo de delegados por que lo conside­rábamos en bloque como traidor. Por lo tanto no teníamos una política para el cuerpo de delegados. Por eso ellos no hablaban en el cuerpo de delegados. Llegamos a tener dos en el Partido y tres en la agrupación. En total había 75. Ningún compromiso, levantar la diferenciación, fueron ideas que presidieron nuestra política. Pese a todo llegamos a tener 40 obreros en la agrupación y dos células y se consiguió algo de democracia sindical. En ese momento vino un despido y arrancamos una asamblea salvaje pese a la C.D. y al cuerpo de delegados. Hicimos una asamblea en el patio. La masa nos siguió. No acató al cuerpo de delegados y se conquistó finalmente la reincorporación. Este triunfo reforzó nuestra desviación. Llevamos al extremo el camino salvaje. Teníamos con nosotros 300 obreros decididos, pero nos aislamos totalmente de los otros 2.100. Fracasa una nueva asamblea y pasa a la ofensiva el matoaje. Respondemos con una línea militarista que nos aísla no ya de los 2.700 sino de los 300. Aquí jugó además la infiltración. Revisamos la línea al margen de las masas, y mal. Vamos a la recuperación pero por arriba, con economismo, con frentismo por arriba. En este proceso voló el principal dirigente de la C.D. No lo balanceamos como triunfo sino sólo como maniobra. Se empiezan a elegir delegados y comienza a salir gente combativa ‘y de oposición.’”

Cabe agregar que antes y después de esta expe­riencia la célula practicó, durante un largo período, una línea izquierdista de palabra y economista en los hechos. Después de la experiencia relatada y al analizarla erró­neamente, criticaron también los rasgos positivos que en ella se habían evidenciado o sea la audacia para encabezar la lucha.
Es también clara la interpretación de un camarote de otra zona del Gran Bs. As., en una reciente reunión en la que se analizaron las experiencias de nuestro trabajo en las empresas:
“En nuestra zona tenemos una gran empresa de automotores. Hubo en ella 7 u 8 coyunturas importantes: elecciones del cuerpo de delegados, donde avanzamos, de no tener nada, a tener 3 delegados y algunos amigos; en el medio una gran lucha contra la represión; luego despidos de casi toda la oposición; luego una segunda etapa donde hay elecciones y avanza la oposición al sindicato. Lo central de la oposición es el peronismo de base. Allí nosotros teníamos un conocimiento bueno de la empresa. Sacamos como 40 volantes. Desde el punto de vista de la propaganda hemos estado bien siempre Pero hubo dos líneas. Una impulsada desde adentro y otra desde afuera, y las dos equivocadas. Llegamos a tener 8 afiliados, ahora tenemos uno. Teníamos una política desde afuera con izquierdismo. Nos conformábamos con un tipo de militante que nos pudiera informar algo de adentro para permitirnos lanzar una línea desde afuera El centro era que pensábamos que esta etapa la dirigían los peronistas. Tam­bién hicimos reformismo y economismo desde adentro. Actualmente empezamos a cambiar. Tenemos buena relación con la masa, con los peronistas y una buena agru­pación En otra empresa metalúrgica utilizamos la lucha para propagandizar una línea y no para encabezar y dirigir y así ganar la lucha. No se vio el problema del auge En otra hemos hecho una buena experiencia. Hubo una toma de empresa no diri­gida por nosotros. Teníamos allí una compañera. Se inicia un proceso y culmina con la formación de una célula y la obtención de un delegado. Esto a partir de ver el auge, porque éste existe, y si no lo dirigimos nosotros lo dirigen otros, aunque nosotros hablemos mucho Sigue una permanente lucha política y a partir de comprender a quién hay que golpear centralmente damos lucha por hegemonizar. Nos falta, pero estamos avanzando.”

Estas opiniones reflejan con claridad cuáles han sido nuestros principales errores La base de ellos la constituye una concepción trotskizante acerca del tipo de revolución Esa es la base también de teorías surgidas como la del “colchón pequeñoburgués” que negaba la posibilidad de ganar a amplias masas de la pequeña burguesía y a sectores de la burguesía media para la revolución. De teorías seudomarxistas y reaccionarias, como la división del proletariado en “moderno y atrasado”, los que como señaló el informe del CC de julio, impregnaron al Partido de una descon­fianza profunda en las grandes masas superexplotadas como las del proletariado de la carne, textiles, construcción, obreros rurales, etc.
En el Gran Bs. As. se opera en el actual período un auge de las luchas obreras y populares y, como referíamos, su principal rasgo es la recuperación de comisiones internas y cuerpos de delegados. Frente a él caben tres actitudes: enfrentarlo, ob­servarlo aplaudiendo de palabra, o encabezarlo políticamente para orientarlo contra el enemigo principal y por la revolución. Nuestro retraso en tomar la tercera actitud es nuestro principal déficit. Para superar esta situación es necesario batir en primer lugar al doctrinarismo izquierdista de palabra y economista, reformista, en los hechos, que entrega la dirección del proceso al nacionalismo burgués, al reformismo, y al revolucionarismo pequeño burgués y batir las expresiones sindicales reformistas que pierden de vista la lucha por el poder político y la lucha política revolucionaria.
Todavía persisten organismos que piensan y actúan al margen de los procesos reales sin poder arraigar en ellos. De tal forma, ni se plantean encabezar la lucha, ni pueden hacerlo. El subjetivismo, la incomprensión de la línea de hegemonía pro­letaria, el doctrinarismo, la suficiencia y un método que siempre encuentra la forma para no autocriticarse de lo que es esencial, son sus rasgos más sobresalientes.
Estas ideas erróneas impidieron también a nuestro Partido articular una línea para el conjunto de los sectores populares y fuerzas políticas que el proletariado debe acaudillar en la actual etapa política y trabaron un mejor conocimiento de la realidad política zonal. En la actualidad es imposible practicar una línea de frente único antiyanqui y practicar el camino de acumulación, sin dar a fondo una batalla contra ellas. Dirigir la empresa para dirigir la zona, para acaudillar el proceso revolucionario, debe ser nuestra orientación. De otra forma ni dirigiremos la empresa ni la zona. Nuestros organismos no arraigarán ni se sentirán parte de ella. Estas concepciones erróneas fueron al mismo tiempo influyendo en la propia estructura orgánica del Par­tido, lo que a su vez se constituyó en una poderosa traba para la corrección de di­chos errores.
Debemos comprender que la única manera de superar estas trabas es introduciéndonos en los procesos reales de las masas y, pugnando por dirigirlas, debemos evitar que las críticas al doctrinarismo izquierdizante se conviertan en autocríticas formales, nuevamente doctrinarias, llenas de palabras huecas que más que autocríticas son autojustificaciones, propias de la impotencia pequeñoburguesa para introducirse audazmente en la lucha política real del proletariado. Esto requerirá un seguimiento permanente y sistemático del CC y de las direcciones intermedias, y medidas orgánicas y prácticas que garanticen esta orientación.
Como es conocido, en lucha con el parlamentarismo reformista y con el insurreccionalismo putchista, nuestro partido articuló desde su fundación una justa es­tructura organizativa apta para el desarrollo de su línea de hegemonía proletaria insurreccional.
Esta política exige desarrollar un trabajo que no sólo tenga en cuenta lo que es común y unifica a todo el Gran Bs. As. y la Capital Federal, sino, y en esta etapa es­pecialmente, las particularidades de las zonas y las subzonas que lo componen.
Rechazamos el criterio de centralizarlo todo en una dirección única, dado que ello es apto para una línea putchista pero no para arraigar en las empresas y en las zonas, que constituyen en el Gran Bs. As. unidades sociales políticas y económicas con rasgos y tradiciones específicas.
También el criterio electoralista reformista que niega el criterio insurreccional y divide formalmente las zonas, y la Provincia de la Capital, atendiendo más a la necesidad de buscar votos que a la lucha por la revolución.
La centralización política insurreccional que sin duda deberá predominar en los momentos revolucionarios, no debe impedir que hoy impulsemos la descentraliza­ción para arraigar en la política de las zonas y subzonas, privilegiando sus centros políticos y económicos que son las grandes empresas. Pues si es de prever que, como referíamos, todo el Gran Bs.As. y la Capital Federal tienden a la centralización en determinados momentos, o en un momento revolucionario, ella se basará en numerosos consejos populares del tipo surgido en el Rocazo, en las principales zonas y subzonas. Y bien, actualmente nuestra política de construcción organizativa, al no poner claramente el centro en esto, contribuye a debatirse en el dilema que termina por caer en el economismo trotskizante al concebir a las empresas aisladas, y en el agitativismo de las “manifestaciones en el centro” cuando intenta introducirse en la política nacional. No existen suficientes mediaciones políticas y orgánicas subzonales, zonales y regionales. Se produce un “corte” que nos impulsa a persistir en el error. Claro que cuando la construcción de subzonas encubre, dada las escasas fuerzas, la no concentración en las empresas, debemos desecharla, pero ello en la perspectiva de avanzar en la dirección apuntada.
Para ello existen las mejores condiciones, sobre todo porque, en lucha contra estas ideas erróneas, se han desarrollado valiosas experiencias en empresas, gremios y villas importantes del Gran Bs. As. y la Capital Federal en el último período. Ejem­plo de ello es la lucha desarrollada en torno a la conquista de viviendas populares, y el papel que en ella jugaron nuestros compañeros. Encabezando y uniendo a las masas en la lucha, organizando y desarrollando una avanzada experiencia de autodefensa armada de masas, nuestro Partido se fortaleció y arraigó profundamente en el lugar, forjando nuevos cuadros en la propia lucha. La ocupación masiva de 16.200 viviendas producida durante los meses de mayo y junio de 1973 ha significado una verdadera rebelión de las masas obreras sin techo, fundamentalmente de las villas, que protagonizaron así una de las experiencias más ricas del último período. Esta explosión de masas, a la vez que afirmé el creciente auge revolucionario en el Gran Buenos Aires, contribuyó a batir la concepción fatalista desarrollada por el populismo y el reformismo, en especial el PC, de que esta masa, por su carácter de atrasada, no tenía acceso a la lucha revolucionaria.
Porque en el último período las direcciones zonales partidarias se han ido cohe­sionando ideológica y políticamente y fortaleciendo orgánicamente.

El estudio y la asimilación de la línea política persistió en la política de concentrar esfuerzos

El desarrollo partidario ha planteado nuevos problemas. En primer lugar el de discutir y asimilar la línea general del Partido, el de profundizar la lucha en defensa del marxismo-leninismo-maoísmo, frente al revisionismo. El de someter a crítica a las con­cepciones trotskistas y educar permanentemente al Partido en defensa del marxismo-leninismo, pues ello es condición indispensable para integrar sus verdades universales con nuestra realidad revolucionaria concreta. Se debe persistir en la política de con­centrar esfuerzos en el movimiento obrero y las grandes concentraciones proletarias y practicar el camino fundamental de acumulación insurreccional de fuerzas definido en las tesis políticas para el III Congreso.
Nuestro partido ha iniciado su trabajo en el proletariado rural y entre el campesinado pobre y medio. Numerosas experiencias demuestran la importancia de im­pulsar la radicación de cuadros en el interior del país y de constituir comités en las ciudades y pueblos del interior para garantizar un trabajo estable hacia los obreros rurales y el campo. Comités que en algunos casos han debido superar una tendencia a limitarse en el trabajo hacia los obreros de la ciudad y los estudiantes. Máxime cuando el inicio de su construcción se ha articulado a través de vinculaciones de com­pañeros que no provienen de sectores campesinos. Esto ha exigido una primera acti­vidad de estudio de las condiciones concretas y de las contradicciones específicas alre­dedor de la tierra, los créditos, etc., y acerca de las actividades de los organismos y los movimientos campesinos.
Este camino fue permitiendo arraigar y encabezar luchas y son de destacar va­liosas experiencias especialmente en el noreste, en las provincias de Santa Fe y Buenos Aires, en La Plata, etc. que es necesario apuntalar y extender nacionalmente, pues la actitud y la posición ante el campesinado y el movimiento campesino, definen en la Argentina la comprensión o no de una línea revolucionaria para la conquista del poder. Definen en nuestro Partido la asimilación de la línea de hegemonía proletaria.

Sobre propaganda

La labor de propaganda del Partido ha avanzado en relación con la situación existente antes del II Congreso. Se han construido los frentes específicos batiendo las tendencias insurreccionalistas pequeñoburguesas y economistas que -desde ángulos distintos- convergían en menospreciar la propaganda política ¡partidaria y en negar la lucha ideológica, como un terreno específico de la lucha de clases. Ha habido un salto político con la aparición legal de Nueva Hora y un crecimiento de su difusión. Ha habido un salto en la calidad del trabajo de educación, al tiempo que se ha extendido nacionalmente y multiplicado su volumen. Las campañas electorales han dejado ricas experiencias positivas sobre los contenidos y las formas para llegar a grandes masas con nuestras posiciones, y sobre la importancia de aprovechar a fondo las posibilidades legales. En particular, el acto del 19-9-73 en Buenos Aires significó un avance muy grande en la presencia e imagen política del Partido y, especialmente, en la labor propagandística. Se han sentado las bases de un trabajo diversificado de literatura, a la vez que ha comenzado la labor de librería. Esto ha permitido regularizar la aparición de Teoría y Política y elevar su difusión.
Sin embargo estos avances no se hallan en consonancia con el avance general del Partido, principalmente en el movimiento obrero y en algunas zonas agrarias. Propaganda no ha sido punta de lanza en y para el cambio de interlocutor: dirigirse a las grandes masas y no a reducidos núcleos de activistas “avanzados”. Ello se debe a que la dirección nacional misma del trabajo de propaganda, al sustentar las posiciones teóricas y políticas de la desviación principal -el izquierdismo trotskizante-  operó con una orientación doctrinaria y oportunista de izquierda. Esto se expresó, en especial:
a)    en su vinculación con la práctica, sobre todo con la de las grandes empresas;
b)    en no ubicar como blanco principal al revisionismo, sino plantear que nuestro problema fundamental era el eclecticismo teórico, y
c)    en no concebir la lucha ideológica en función de la línea política general del Partido, ubicando así, durante cierto período, como enemigo fundamental a Perón, en lugar de ubicar la polémica con él como la confrontación de dos caminos -reformas o revolución- frente al enemigo imperialista y oligárquico.

Esta línea fue combatida en la propia Comisión Nacional de Propaganda, en cuyo seno, a través de una aguda lucha, llegó a predominar la posición que permitió sintetizar estas ideas de balance.

Sobre trabajo militar -clandestinidad.
Finanzas -La vigilancia revolucionaria.

 En materia militar, la corta historia de nuestro Partido, ha sido la historia de la lucha entre la afirmación” del eje insurreccional, base de un desarrollo acertado de la línea militar, y las interferencias pequeñoburguesas revolucionarias y del reformismo. Estas se expresaron alternativamente en militarismo o pacifismo.
En el Primer y Segundo Congreso se derrotaron los aspectos fundamentales de esas interfe­rencias. Esto se hizo afirmando lo que en materia militar correspondía a la política de hegemonía proletaria en la revolución liberadora: la insurrección armada dirigida por el proletariado como la forma principal de lucha armada en la Argentina.
Se sentaron así las bases fundamentales para la elaboración de una línea militar correcta.
El informe del CC sobre el problema militar aparecido en octubre de 1972, fue un avance importante, tanto en lo que hace al desarrollo de la línea militar del Partido como a la construcción de los organismos aptos para colaborar en la direc­ción del Partido en su puesta en marcha.
Sin embargo los avances no pueden ocultar las deficiencias existentes en ambos aspectos.
Estas deficiencias se pusieron de manifiesto de tal modo que el Partido, en mate­ria militar no avanzó a tono con las circunstancias que emanan de la situación po­lítica, de la permanente agudización de la lucha de clases, de auge de la lucha de masas, de agudización de las contradicciones y frente a la actual situación y sus perspectivas. Las advertencias y apreciaciones del Partido sobre la posibilidad cierta de una guerra civil, no se correspondieron con los esfuerzos para preparar al Partido y a las masas para la resolución satisfactoria de esa eventualidad.
Las incrustaciones trotskizantes actuaron relativamente sobre el desarrollo sos­tenido de la línea militar y su puesta en práctica efectiva.
Los errores sobre las contradicciones de clase y la estructura de nuestro país, analizadas en los capítulos anteriores, derivaron en cierta concepción insurreccionalista pura, esquemática y a veces putchista.
La concepción insurreccional, justa, se vio trabada en su desarrollo. (Se alentó la idea de una lucha armada de trámite corto, negándose así la posibilidad de guerra civil). Batido el militarismo y el insurreccionalismo pequeñoburgués, se filtraron en el Partido concepciones pacifistas que hoy son lo principal a batir.
Las concepciones pacifistas se expresan en inacción relativa en el problema militar, en estar por detrás de las experiencias de las masas, y su punto de partida es no lu­char por el poder.
Existe una relación estrecha entre cada momento político y la modalidad orga­nizativa de las masas en materia militar. En la situación actual de auge de luchas, el Partido ha fijado la línea principal de acumulación de fuerzas.
La ruptura con estas ideas erróneas en materia militar abre un ancho campo de investigación para nuestro partido para el proyecto militar de represión interna del enemigo, y sobre el proyecto militar del proletariado y las masas populares en la lucha por el poder. En la medida en que avancemos en este terreno, se irá orientando con mayor precisión la política actual del Partido, su acumulación concreta de fuerzas, lo que a su vez deberá ir reflejándose en la estructura organizativa del Partido.
En esas luchas las propias masas han permitido al Partido sintetizar la forma principal de actuación armada en esta etapa, es decir, las organizaciones de auto­defensa armada de masas. En los combates más sobresalientes, huelgas, ocupaciones, etc., las masas se han comenzado a armar y defender sus organismos de lucha y sus áreas ocupadas; esto se ha operado en forma organizada, con piquetes, guardias consignas, contraseñas, órdenes de mando, formación de grupos de combate, etc. La experiencia ha demostrado que la organización de la autodefensa armada de masas es la mejor forma de proceder militar en esta etapa, en que las operaciones no son ofensivas ni se lanzan al asalto del poder.
Pero, contrariamente a las concepciones que entienden la autodefensa armada de masas como una cuestión espontánea, la experiencia indica que:
a)    La organización de la autodefensa armada de masas se vincula directamente al lugar de trabajo o vivienda de las masas en lucha (secciones de fábrica, pabellones de vivienda, zonas de vivienda);
b)    que la propia exigencia de la lucha tiende a transformarla en una cuestión permanente y no circunstancial;
c)    que el armamento de las masas ha pasado a ser una necesidad y ,que las masas crean y encuentran los caminos para armarse, y
d)    que las masas relacionan el tipo de armamento con las necesidades de la lucha.

Esto es lo que el Partido debe desarrollar y para ello practicar esta línea entre las masas.
El Partido debe además, trabajar y propagandizar la idea de las milicias obreras y populares armadas y las ligas de campesinos armados, que son la forma militar de acción del proletariado y sus aliados en las condiciones de una situación revolucionaria directa. En el “Proyecto de Programa” y en las “Tesis sobre Situación Nacional” se abordan estos problemas.
El principio marxista-leninista-maoísta de que quien quiera tomar el poder y mantenerlo debe contar con un poderoso ejército, debe guiar la actividad estratégica en materia militar del Partido.
Las milicias obreras y populares y las ligas de campesinos armados serán las fuer­zas militares principales, y más activas, de la insurrección y la guerra revolucionaria en la Argentina. Sin embargo, los desprendimientos del ejército enemigo, la masa de soldados y los suboficiales y oficiales patriotas que se incorporen a las fuerzas arma­das revolucionarias son decisivos para el triunfo de la lucha armada del pueblo. Esta idea debe ser propagandizada entre las masas y entre las fuerzas armadas enemigas. En este plano es grande nuestro retraso y se impone un cambio de calidad en nuestro trabajo. El principio marxista-leninista de que sin fracturar al ejército reaccionario y ganar a la masa de soldados, suboficiales e incluso sectores de oficiales patriotas, para la lucha armada revolucionaria, se dificultará y en algunos casos se impedirá la victo­ria, debe ser lo que presida e impulse nuestro trabajo en el seno de las fuerzas arma­das reaccionarias.
Las interferencias trotskizantes, al simplificar las contradicciones, también im­pidieron considerar a fondo y practicar una política consecuente en el seno de las FF.AA enemigas. Las fuerzas armadas son terreno de agudas luchas de clase, y en ellas se expresan de un modo particular las contradicciones de la sociedad.
En ellas se expresan diversas corrientes de opinión.
La política del Partido debe orientarse a apoyarse en los soldados y en los sub­oficiales revolucionarios, aliarse con la gran masa de suboficiales y atraer a los oficiales patriotas.
El trabajo del Partido en las FF.AA. reaccionarias debe ser sistemático, compartimentado y secreto. A partir del III Congreso el Partido deberá dedicar esfuerzos especiales para este trabajo para lo cual, en primer lugar, hay que ubicar los cuadros necesarios para ello.
Otra cuestión de importancia es la clandestinidad del Partido. En este sentido ha sido justa la orientación aprobada en el II Congreso y en ella debemos persistir.
Construir un Partido clandestino para impulsar y dirigir las luchas revoluciona­rias de las masas, exige construir un Partido capaz de superar los golpes del enemigo por duros que ellos sean, y continuar con su acción política bajó todas las circuns­tancias. En el combate es imposible evitar totalmente la acción represiva del enemigo, pero sí es posible luchar desde ya para reducirla a la mínima expresión y garantizar así la continuidad de la acción del Partido.
Una política de clandestinidad o de liberalismo en la construcción del Partido refleja practicar una línea revolucionaria de poder o una línea reformista.
En este sentido es necesario luchar contra las concepciones liberales hoy domi­nantes; frente al fatalismo ante la represión, contra las ideas que dejan para los mo­mentos difíciles la práctica de una línea de construcción de un Partido clandestino, y frente a las ideas que si bien acuerdan con una línea general de clandestinidad des­precian los pequeños detalles organizativos, las pequeñas medidas que la garantizan.
Las ideas que sobreponen la comodidad a las necesidades revolucionarias, y con­traponen los grandes sacrificios con los pequeños sacrificios. Todas ellas son manifes­taciones de liberalismo, expresión de concepciones que desprecian la disciplina y la organización, propias de la pequeña burguesía y no de un partido proletario revolu­cionario, que se prepara para la insurrección y 1a toma del poder. En este sentido debemos articular una política que permita avanzar en la cantidad de efectivos total­mente secretos; y tener planes elaborados de emergencia para soportar situaciones más difíciles que las actuales. Cobra particular importancia en esta dirección, la po­lítica de enlaces, de arriba a abajo, entre los distintos organismos.
Sobre las finanzas. La última colecta demostró que en este terreno, hemos logrado pasos importantes. Se han elaborado presupuestos, se construyó el fren­te específico y las cotizaciones y aportes de masas han aumentado. Pero aún nuestras finanzas están por detrás no solamente de necesidades generales, sino de nuestras posibilidades actuales. De tal forma que la falta de mayores recursos finan­cieros se ha transformado en una traba para la práctica política del Partido, para su propaganda y el fortalecimiento orgánico, para la política militar y de clandestinidad, etc. Incorporar la discusión de la política de finanzas y su planificación en todos los organismos debe ser nuestra orientación general.
En la política financiera no hay éxitos fáciles y el voluntarismo, en la subesti­mación de las finanzas surge muy rápidamente a la superficie. La subestimación a los recursos ha estado vinculada a nuestros errores de línea general y a la falta de trabajo en la burguesía. Esto ha cerrado posibilidades que en el futuro debemos impul­sar y organizar en cada zona y nacionalmente.

Sobre vigilancia revolucionaria. Entre el II y el III Congreso el Partido logró éxitos importantes en la lucha contra la provocación del enemigo. La historia partidaria ha demostrado con claridad que en la actualidad todo partido marxista-leninista enfrenta no sólo el trabajo de zapa, de infiltración y provocación de la CIA y el aparato estatal, sino también del socialimperialismo, y del PC revisionista. Por ello los avances en cuanto a la comprensión teórica de esta cuestión a la que nos hemos referido an­teriormente, facilitaron a su vez la comprensión y práctica de la línea que en este plano aprobó el II Congreso. La expulsión de Sergio Rodríguez (cuyos detalles conoce todo el Partido), infiltrado al servicio del PC y el socialimperialismo en nuestras fi­las, constituyó un verdadero triunfo de nuestro Partido. Pero es necesario tener siem­pre presente que no enfrentamos a uno u otro infiltrado solamente, sino a una perma­nente política de provocación, reflejo de la lucha de clases a nivel nacional e inter­nacional, y que para enfrentarla con éxito, no basta el avance general del Partido, sino también una política específica que la enfrente en particular y la derrote. Como puntualizó el informe de julio de este año:
“La lucha por la construcción del partido marxista-leninista del proleta­riado argentino, exige mantener alta la vigilancia revolucionaria. Todavía existen compañeros que subestiman el trabajo de provocación del enemigo de clase, imperialista, socialimperialista y de los reaccionarios argentinos que les sirven. Ellos realizan un trabajo provocador sobre nosotros, zona por zona; como dicen los agentes provocadores del PC: 'conociendo la vizcachera y todas sus entradas para poder taparlas y luego matar a la vizcacha'. El Partido debe denunciar a las masas a estos agentes pro­vocadores, tal cual lo enseña una vieja experiencia del movimiento revo­lucionario mundial, que si fue deformada por el revisionismo no significa que debamos ahora tirar al chico con el agua de la bañadera. Todo nuestro trabajo, incluido el de denuncia y liquidación de los agentes provocadores, parte del principio de informar a las masas, discutir con las masas, de­nunciar a las masas, y que las masas vayan conociendo a esos enemigos para poder juzgarlos en el momento oportuno.”

Las células -Direcciones intermedias -Espíritu de secta

En el próximo período deberemos resolver también otras cuestiones que ha plan­teado nuestro desarrollo. Ellas son:
–    pasar del trabajo sobre ''puntas” a Construir fuertes células;
–    superar en las direcciones intermedias el estrecho criterio que las limita a ser coordinadoras especialmente en el plano sindical, para transformarse en verdaderas direcciones políticas zonales y provinciales, y
–    superar el espíritu de secta para transformarnos en un poderoso partido de vanguardia del proletariado, no sólo fuerte por la justeza de su línea, sino también por su arraigo de masas, por su cohesión orgánica y por la cantidad de sus afiliados.

Transformar las “puntas” en células requiere, en primer lugar, comprender que un partido de vanguardia no puede articularse en base a personas, sino en base a un complejo de organismos capaces de garantizar con fluidez el proceso de integración del marxismo-leninismo con la realidad y la vinculación con las masas en el proceso revo­lucionario. En la actualidad en el Partido hay muchas “puntas” y pocas células. Y en muchas empresas, aún no hay ni puntas.
No se trata simplemente de lograr la “reunión” de la célula sino de transformar a ésta en un organismo colectivo de dirección política, y para ello, las actuales “puntas” deben ante todo cambiar el estilo de su trabajo en el seno de las masas y dentro del Partido. Deben superar el criterio de basarse sólo en sus esfuerzos individuales y lo­grar la participación creciente de nuevos militantes.
“Nadie nace sabiendo” reza el refrán, y es bueno que cada camarada piense en su propio proceso para así comprender y ayudar a los demás camaradas a avanzar. Confiar en el Partido y confiar en las masas son dos principios del marxismo-leninismo que debemos practicar. Es por estas limitaciones, muchas veces, que no capitalizamos en nuevos afiliados nuestra esforzada labor, que no construimos nuevos organismos, y que el funcionamiento de las células es subestimado. El enemigo a batir es poderoso y sólo con la fuerza de las masas y con una poderosa vanguardia marxista-leninista podremos derrotarlo y avanzar hacia la revolución.
Transformar a las direcciones intermedias en fuertes direcciones políticas pro­vinciales y zonales significa batir la estrechez reformista sindicalista y economista que termina teniendo como único fin la dirección de un sindicato y no el objetivo de la toma del poder y la revolución y para ello disputa la dirección de la comisión in­terna y el sindicato. Significa batir las ideas que conciben a la empresa desligada de la zona y el país, y que no ubican a la clase obrera como caudillo de las masas popu­lares en el proceso hacia la revolución. Es a partir de ello y para poder efectivizar este objetivo que hay que fortalecer sus medios orgánicos.
Superar el espíritu de secta significa, en primer lugar, comprender al Partido como vanguardia e instrumento de unidad de las masas en la lucha contra sus ene­migos. De nada valen aquellos que en nombre de la “pureza doctrinaria” terminan aislados de las masas. Más aún, estas actitudes en la práctica dividen a la masa, son fuente de división y no de unidad para luchar por la revolución. No parten de integrar el marxismo-leninismo con la realidad, no parten de los intereses revolucionarios de la clase obrera y el pueblo, sino de ellos mismos, de allí que con estas ideas y con ese estilo y con estas actitudes sea imposible crecer política y orgánicamente. Con este espíritu sectario no avanzaremos en la construcción del partido que necesita la re­volución en la Argentina.

La política de cuadros

En la lucha por transformar revolucionariamente el actual proceso de luchas que se operan en el país, nuestro Partido debe, a su vez, ir transformándose. Esto signi­fica avanzar en su proletarización política, ideológica y orgánica. Lo que coloca en un primer plano los problemas concernientes a una justa política de cuadros. Es nece­sario batir la actitud conciliadora, amplia y comprensiva con los cuadros provenientes de la pequeña burguesía, y por el contrario impaciente y despectiva con los cuadros obreros y campesinos. Actitud que favorece la promoción de quienes sólo hablan, y no de quienes construyen en el proletariado y el campesinado. De quienes en nombre de los grandes sacrificios, desprecian realizar los pequeños sacrificios. De quienes ante cada viraje de la situación política, manifiestan la típica inestabilidad de la pequeña burguesía.
Debemos luchar contra la improvisación, y con la política que cambia permanente­mente de una tarea a otra a los cuadros, y no permite que éstos construyan y desa­rrollen una experiencia sólida, arraigada en las masas. En esta dirección, debemos preocuparnos mucho más por el desarrollo de los cuadros en el proceso de las luchas. En ella surgen, avanzan, se forjan y se prueban los cuadros revolucionarios. Preocu­parnos por orientarlos en su trabajo, desechando el subjetivismo y la política agitativa en este terreno, que no se preocupa por conocerlos a fondo, en concreto, por sus procesos y perspectivas, por conocer y estimular sus lados fuertes y corregir sus lados débiles en el proceso de la lucha, y por ubicar la tarea en que mejor aporten a la acción revolucionaria y al Partido. Y que por lo general, al verificarse el primer tropiezo baja los brazos y abandona el trabajo con dichos compañeros.
También existe la actitud conciliadora con los cuadros. Esta actitud parte siem­pre de “quedar bien”, de lucirse frente a los camaradas y de poner de relieve cen­tralmente las opiniones y el aporte personal antes que la política del Partido y las necesidades revolucionarias. De tal manera no tienen una actitud de principio frente a los cuadros. Por lo general los halagan cuando trabajan bien y los critican mal cuando cometen errores, pensando siempre, no en las necesidades del proletariado y en los intereses del Partido, sino en intereses individuales y mezquinos.
Ambas actitudes son propias de la ideología y el individualismo pequeño burgués y no de la ideología proletaria revolucionaria.
Nuestra orientación, en este terreno, debe partir de conocer profundamente a los cuadros, de una política de promoción que privilegie a los mejores militantes revolu­cionarios obreros y campesinos. Que sepa aprovechar y distribuir acertadamente a los cuadros de acuerdo a la política general y a la política de construcción del Partido, que tiene su centro en el movimiento obrero, en las grandes empresas y en el movi­miento campesino. Debe partir de preocuparse para que los cuadros eleven su nivel teórico y político, para que desarrollen su iniciativa y responsabilidad revolucionaria ante las situaciones que se le presenten en el combate. Debe partir de controlarlos permanentemente y no sólo cuando cometen errores, ayudarlos a resolver sus difi­cultades, sintetizar sus experiencias, a desarrollar sus éxitos y corregir sus errores. A forjar su disciplina y temple comunista. Es decir, a vincular el conocimiento de lo que hay que hacer a la consecuencia comunista y a la fuerza revolucionaria de carácter y de voluntad para llevarlo a la práctica.
Es preciso también que nuestro Partido ajuste su criterio acerca de la selección de cuadros. Debemos partir para ello, como señala el “Proyecto de Programa” pre­paratorio del III Congreso, que un militante comunista debe:
1)    ser un verdadero marxista-leninista;
2)    luchar por la felicidad de nuestro pueblo y de todos los pueblos del mundo;
3)    saber unirse con la mayoría contra los enemigos de la clase obrera y el pueblo;
4)    ser vigilante con los enemigos de clase, con los arribistas e intrigantes que se infiltran en las filas del proletariado y del pueblo revolucionario para dividir a las masas, al Partido, y favorecer la contrarrevolución;
5)    saber escuchar a las masas, consultar con ellas y aplicar la línea de masas;
6)    atreverse a aplicar permanentemente la crítica y la autocrítica.

En cuanto al trabajo del partido entre las mujeres

La mayoría de las luchas populares desarrolladas en el país han contado con la presencia masiva de la mujer, en las luchas, en ocupaciones de empresas y barrios, en la organización de ollas populares y ganando la calle en las barricadas.
En el II Congreso se señalaba que era de especial importancia para un Partido proletario revolucionario encarar una política, específica, destinada a ganar a las mu­jeres de familias obreras y de amplios sectores populares para la lucha liberadora. En esto no hemos avanzado. Reflejo en este aspecto de lastres de ideas burguesas y pe­queño burguesas.
Sin la participación de las mujeres no hay posibilidades de triunfo de la revolución, y esto requiere un trabajo específico, dada la opresión particular que sufre la mujer en la actual sociedad argentina.
En el último período se han desarrollado en el Partido algunas experiencias de trabajo dirigido a las mujeres; se han conformado las primeras células femeninas, en villas, se organizaron comisiones de mujeres en las ocupaciones de viviendas. Sin embargo, ha predominado un serio déficit en este sentido.

La juventud comunista revolucionaria

El II Congreso del PCR resolvió iniciar la construcción de la JCR. Esta po­sición respondía al principio leninista de que cada generación accede a la lucha política por un camino propio. La resolución triunfó en lucha contra ideas trotskizantes que tendían a simplificar la complejidad de la lucha política, y negar la especificidad juvenil.     
La idea de construir una JCR no fue rápidamente asimilada por el conjunto del Partido. En muchos casos se dejó a los camaradas secundarios librados a sus propias fuerzas, lo que estimuló las tendencias espontaneístas e izquierdistas propias de la capa de estudiantes medios. La irrupción de las masas secundarias a la lucha contra la dictadura de Lanusse, en el curso de 1972, llevó al CC a designar una Comisión Nacional Secundaria que desarrolló una labor positiva en la elaboración de línea es­pecífica y en la organización de la JCR como sectores secundarios.
Sin embargo, la labor de zapa de la infiltración del PC revisionista, la composición social exclusivamente secundaria, y errores de línea en la ubicación del enemigo fundamental, conspiraron seriamente para estabilizar las organizaciones zonales. Frente a esta situación, el CC reorienta el trabajo juvenil planteando la necesidad de cons­truir una organización que abarque el conjunto de los sectores juveniles, pero que tenga su columna vertebral en el proletariado joven; junto a ello plantea la consolidación da las organizaciones regionales e inicia la reorganización nacional.
Esto hace resurgir las viejas ideas que habían aceptado construir sectores secunda­rios librados a su suerte, pero, en la práctica, habían rechazado la construcción entre los aprendices y los jóvenes campesinos planteada en el II Congreso.
También en el seno de la JCR, por su composición social, se resistió al “viraje”, sin embargo, algunas zonas comienzan a avanzar, particularmente Córdoba, primero hacia los colegios técnicos y barrios, y luego, apoyándose en ellos, hacia la clase obrera. También en la mayoría de las zonas el debate ayudó a batir errores izquierdistas de línea secundaria, lo que nos permitió comenzar a avanzar en ese terreno. Esto creó condiciones para realizar las primeras experiencias en empresas de concentración, colegios secundarios, etc., que comenzaron a mostrar prácticamente una línea de tra­bajo juvenil.
Estas primeras experiencias en la masa juvenil nos ayudaron a avanzar. Pero de ellas también surgían nuevas experiencias políticas, organizativas y de propaganda, propias de los movimientos juveniles a los que comenzamos a aproximarnos. También se hizo presente la necesidad de experimentar nuevas formas de organización que, sobre la base de la línea del Partido, se ajustaron a los requerimientos de los jóvenes comunistas. Atendiendo a esta realidad el CC designó una Comisión Nacional encar­gada de la JCR.
Las conclusiones de la Segunda reunión, la constitución de la CN y la salida del primer número de Nueva Juventud, sirvieron para afianzar una línea, cuyos mejores resul­tados están en Córdoba, La Plata y la Zona Norte del Gran Buenos Aires, pero que con variado éxito se extiende por la mayoría de las regionales.
Sin embargo, perduran ideas izquierdistas. Frente a ello es que la CN plantea el retraso de la construcción de Juventud en el campo, y la fragilidad de la mayoría de las organizaciones regionales. Esto se vería reflejado en avances importantes de las zonas del litoral y en avances hacia el fortalecimiento de las direcciones de las zonas más desarrolladas.
También en la última mitad del año numerosos regionales del Partido comienzan a tomar el trabajo juvenil.
Creemos que el trabajo juvenil del Partido tiene un saldo positivo, por cuanto los objetivos planteados por el II Congreso se han alcanzado y superado: del 12/72 al 12/73 se han cuadruplicado las fuerzas; se han construido las primeras células de empresa y hay afiliados en decenas de empresas y gremios; se ha abierto el trabajo campesino; la CIS se ha convertido en la tercera fuerza nacional secundaria; se han formado direcciones en partes importantes de los regionales. En síntesis, están dadas todas las condiciones para constituir a la JCR en una organización nacional marchando hacia su Primer Congreso.
Es por eso que se afirma como correcta la línea del II Congreso para la JCR.
Se impone ahora consolidar la organización juvenil marxista-leninista auxiliar del PCR, como organización proletaria que nuclée a lo más avanzado, organice y pug­ne por la dirección de la juventud proletaria, campesina, estudiantil, soldados, villera y barrial, actuando con autonomía y audacia en su terreno específico; consolidando sus organizaciones regionales y organizándose nacionalmente en marcha hacia su Primer Congreso.

Las relaciones del partido con el PC de China y otros partidos hermanos

Desde el Segundo Congreso nuestro Partido se ha esforzado por desarrollar sus rela­ciones internacionales con los partidos auténticamente marxista-leninistas, sobre la base del marxismo-leninismo, del internacionalismo proletario. En especial con el des­tacamento más avanzado del comunismo revolucionario mundial, el PC de China.
En mayo de 1972 nuestro Partido estableció relaciones con el PCCh. Estas relacio­nes están basadas en el marxismo-leninismo y en el internacionalismo proletario; en los principios de la igualdad, respeto mutuo y solidaridad en la lucha común por el socialismo y contra el revisionismo. Este hecho trascendental ha permitido conocer en forma directa y con mayor profundidad a nuestro partido, las experiencias del PC de China y su lucha por la construcción y revolución socialista. Ha permitido hacer conocer también en forma directa, las luchas revolucionarias de la clase obrera y el pueblo argentinos y las experiencias de nuestro Partido. Estas relaciones han per­mitido avanzar en el terreno de la solidaridad antiimperialista y revolucionaria y en el intercambio franco y abierto de opiniones.
El establecimiento y el desarrollo de estas relaciones con el PCCh reveló como erróneas las reservas expuestas en el II Congreso sobre la práctica del culto a la per­sonalidad en la construcción del movimiento comunista internacional por parte del PCCh. Estas se basan en el marxismo-leninismo, en el internacionalismo proletario, en la responsabilidad de cada partido en la integración de las verdades universales del marxismo-leninismo con la práctica revolucionaria concreta en cada país.
Como es conocido, el X Congreso del PCCh, realizado recientemente, ha puesto de relieve la labor antipartido y revisionista del grupo que encabezó Lin Piao, y el daño que causó al PCCh y a todo el movimiento comunista revolucionario mundial.
La reserva señalada en el II Congreso de nuestro Partido, si bien tenía una base objetiva en las posiciones dogmáticas, ajenas al marxismo-leninismo, que impulsó en ese período Lin Piao, estaba impregnada de lastres revisionistas que aún subsistían en el Partido.
Sería oportunismo negar esta cuestión que trababa una correcta comprensión de conjunto de la realidad de la República Popular China, del contenido de la Revolu­ción Cultural Proletaria y del papel que en el proceso revolucionario chino desempeñó Mao Tsetung al frente del PCCh. De sus aportes al marxismo-leninismo y su papel en la lucha contra el revisionismo y el socialimperialismo.
Nuestro Partido también ha establecido relaciones con auténticos partidos marxista-leninistas de América latina y con otras fuerzas revolucionarias, lo que le ha permitido comprender mejor la realidad revolucionaria de dichos países y avanzar en la solidaridad antiimperialista y revolucionaria.
Esto ha sido un avance de suma trascendencia para la vida de nuestro Partido.

La lucha interna en el Partido

En el Partido se opera permanentemente la lucha de opiniones, la lucha de líneas, que expresan siempre y en última instancia, la lucha de clases de la sociedad.
La línea proletaria revolucionaria que se ha desarrollado en lucha contra el revisionismo, el izquierdismo trotskizante, el oportunismo de derecha e izquierda, se ha basado en el marxismo-leninismo, ha luchado siempre por la unidad del Partido y ha practicado un método de franqueza leninista en la discusión, rechazando la intriga, las maniobras. De tal forma ha luchado a partir de la línea y de los prin­cipios marxista-leninistas por impedir que las diferencias se transformen en tenden­cias y éstas en fracciones. A la vez, cuando una contradicción se transformó en an­tagónica luchó para que el conjunto del Partido la derrotase. Cuando las diferencias se transformaron en antagónicas, la ruptura orgánica que le siguió, la división que provocaron dichas líneas basadas en el revisionismo se constituyeron en un fortale­cimiento del Partido en la medida en que éste avanzó en su cohesión marxista-leninista, en la integración de las verdades del marxismo-leninismo a la realidad revolucionaria concreta, desarrolló su política y fue adquiriendo mayor experiencia para el futuro.
Desde su fundación se desarrollaron en el Partido diversas luchas entre la línea proletaria revolucionaria y diversas expresiones ideológico políticas del revolucionarismo pequeñoburgués. Las luchas contra el intento de convertir al Partido en una or­ganización guerrillera urbana, apta para practicar el terrorismo que pregonó Zárate, y la lucha contra las tendencias trotskistas que tuvieron en Rosario y La Plata su epicentro, tiñeron todo el período previo al Primer Congreso. La lucha contra el putchismo y el insurreccionalismo pequeñoburgués se desarrolló centralmente en el año 1970 y permitió al Partido afianzar su trabajo en el movimiento obrero. Luego del Segundo Congreso hasta el III, se debieron enfrentar desviaciones oportunistas de izquierda y de derecha, y el centrismo revisionista en el plano internacional.
En lucha contra estas desviaciones y uniendo permanentemente la teoría a la práctica, practicando la línea de masas y el método crítico y autocrítico se corrigieron errores. Especialmente alrededor de la caracterización de la contradicción fun­damental en el país y en el plano internacional.
Se desarrolló así la línea proletaria revolucionaria que ha predominado desde el Primer Congreso, en la precisión del enemigo fundamental, en la caracterización de la bur­guesía nacional, en el problema agrario, en la política de alianzas, En este sentido, también en las tesis políticas y el programa preparatorio del III Congreso, se cambia la formulación de Frente de Liberación Social y Nacional por la de Frente Popular de Liberación, por cuanto esta última expresa en forma correcta el carácter de las tareas a desarrollar por dicho Frente.
Las experiencias desarrolladas en el SMATA de Córdoba, en ocasión del regreso al país de Perón, y durante el período electoral, colocaron al Partido ante nuevos requerimientos revolucionarios que exigieron su avance político y orgánico, su crecimiento numérico y de la composición proletaria de sus filas, pero sobre todo su avance teórico a fin de comprender y alumbrar mejor su propia práctica.
En este sentido el cambio operado desde el II al III Congreso ha sido de gran importancia.
Se ha defendido el marxismo-leninismo-maoísmo frente al revisionismo y al ma­terialismo dialéctico e histórico frente al idealismo y la metafísica, frente al idealismo histórico. Se ha defendido la teoría leninista sobre el imperialismo y la dictadura del proletariado, sobre la revolución ininterrumpida y por etapas y la teoría del Partido.
No se trata de negar el proceso de cambios en nombre de las desviaciones que hubo que derrotar.
Por el contrario, este desarrollo se produjo en el proceso de unidad de la teoría con la práctica y en la lucha contra las mismas.
Tampoco negar que éste se realizó sobre la base del desarrollo de la línea general aprobada en el Primer y Segundo Congreso, en particular de su capítulo sexto, de la línea de hegemonía proletaria, de la lucha armada de masas, de construcción de un partido de vanguardia, y de defensa del internacionalismo proletario y la teoría marxista-leninista.
Este avance permitió conocer y estudiar mejor nuestra realidad política, las clases y su historia concreta y las contradicciones que operan en nuestra sociedad.
Permitió avanzar en la elaboración de la política de frente único contra el im­perialismo yanqui y la minoría proyanqui, de frente único y de recuperación sindical en el movimiento obrero. Avanzar en la defensa de los principios leninistas de partido y en la política de construcción del partido basado en los principios del internaciona­lismo proletario, la independencia en sus decisiones, y el principio de basarse en los propios esfuerzos y de autosostenimiento. Y marchar así a la realización de su III Con­greso, con la vista puesta en la revolución.