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02 de octubre de 2010

3/ Tipo de país y carácter de la Revolución

Programa del Partido Comunista Revolucionario de la Argentina

La Argentina es un país dependiente oprimido por el imperialismo, disputado por varias potencias imperialistas, en el que predominan relaciones de producción capitalistas. Relaciones de producción trabadas y deformadas históricamente por la dominación imperialista y el mantenimiento del latifundio de origen precapitalista en el campo. La opresión imperialista y el latifundio terrateniente constituyen los pilares que sostienen a la estructura de atraso y dependencia que hoy padecemos.Por lo tanto, no es como sostienen los teóricos del capitalismo dependiente que no hay tareas agrarias y antiimperialistas que resolver, que las mismas ya se han resuelto o se están resolviendo por la “modernización” del latifundio y la dependencia. Por el contrario, estos siguen siendo los principales obstáculos para el desarrollo integral del país. Sin la destrucción revolucionaria de esos dos grandes pilares del atraso y de la dependencia no se podrá lograr el desarrollo independiente e integral del país.Sin liquidar la dependencia del imperialismo y el latifundio, tampoco se podrá lograr una verdadera democratización de la sociedad argentina. Pues: allí está la base del Estado oligárquico-imperialista y está la raíz de todos los golpes de Estado y represiones sangrientas al pueblo que hemos padecido, y que seguiremos padeciendo mientras esa raíz subsista.Por otra parte, resumiendo las lecciones de nuestra historia, el carácter de país dependiente disputado por varias potencias imperialistas exige en cada momento concreto determinar cuales son las contradicciones entre las clases dominantes, y como se articulan en la “rosca” que hegemoniza el poder.   

La contradicción fundamental
La contradicción fundamental que hay que resolver en la actual etapa histórica, y que determina el carácter de la revolución argentina, es la que opone: por un lado, el imperialismo, los terratenientes, la burguesía intermediaria y los reaccionarios que se subordinan a ellos; y, por otro lado, la clase obrera y demás asalariados, los semiproletarios, los campesinos pobres y medios, los pueblos originarios, la pequeñoburguesía, la mayoría de los estudiantes e intelectuales, los sectores patrióticos y democráticos de la burguesía urbana y rural, los soldados y la suboficialidad y oficialidad patriótica y democrática.De las numerosas contradicciones existentes, solo esta es la principal, la que desempeña el papel determinante y define el carácter de la revolución argentina. En relación con ella, y con los enemigos estratégicos que definimos, determinamos en cada momento táctico hacia donde se dirige el golpe principal, teniendo presente la feroz disputa interimperialista por el control de la Argentina.A partir de haber determinado qué tipo de país somos, la contradicción fundamental a resolver y el carácter de la revolución es posible precisar cuáles son sus etapas y tareas, sus enemigos estratégicos, sus fuerzas motrices y su fuerza dirigente, su camino y su perspectiva. 

Etapas y tareas de la revolución

La contradicción fundamental de nuestra sociedad sólo puede resolverse mediante la revolución democrática popular, agraria y antiimperialista, en marcha ininterrumpida al socialismo. Esta revolución comprende las tareas agrarias que no han sido resueltas históricamente y, también, las tareas antiimperialistas. Y es una revolución democrática popular porque sólo puede ser realizada por las amplias masas populares bajo la dirección de la clase obrera y su partido de vanguardia, para instaurar el poder de las distintas clases revolucionarias, lo que a su vez garantizará su perspectiva socialista y comunista.

La lucha por la hegemonía del proletariado es imposible sin una política permanente de frente único que apunte a conformar el bloque histórico de clases revolucionarias.En la actual etapa de la revolución se enlazan dos contradicciones: la nacional y la democrática. Aunque en determinados momentos predominen las tareas nacionales sobre las democráticas y en otros a la inversa (como durante gran parte del período dictatorial), no se puede resolver una contradicción sin resolver la otra. El grado de desarrollo capitalista, el peso del proletariado en la Argentina, y la importancia de la cuestión democrática (el tema del latifundio de origen precapitalista, en primer lugar, y las tradiciones republicanas de mucho más de un siglo) demuestran que no se puede resolver una de aquellas contradicciones sin resolver la otra.Impulsamos un movimiento revolucionario integral (como definió Mao Tsetung), que abarca la revolución democrática y la revolución socialista. Lo que implica comprender a fondo la diferencia y la relación entre ambas. Somos partidarios de la revolución ininterrumpida y por etapas, con la línea general de unir, sobre la base de la alianza de la clase obrera y el campesinado pobre y medio, a todas las fuerzas susceptibles de ser unidas para llevar hasta el fin la lucha contra el imperialismo, los terratenientes y el capital intermediario, realizando una revolución conducida por el proletariado.Para garantizar una república bajo la dictadura conjunta de las distintas clases revolucionarias22 y avanzar en el camino revolucionario, es imprescindible que el proletariado no solo encabece sino también hegemonice la lucha por la destrucción del viejo Estado oligárquico imperialista y la construcción de un Estado de nuevo tipo: el Estado de las clases revolucionarias, basado en la alianza obrera-campesina y dirigido por la clase obrera.Las clases revolucionarias necesitan de este nuevo Estado para resolver las tareas agrarias y antiimperialistas, y para no quedar desarmadas ante las clases derrotadas que siempre intentarán recuperar el poder. Estas cuestiones están y estarán en profundo debate en el seno del pueblo. Del papel que juegue el proletariado y su Partido, de cómo se resuelva la hegemonía del proletariado, dependerá que la revolución avance a la dictadura del proletariado, al socialismo, en forma ininterrumpida, como etapa de transición al comunismo, o que se restaure la dominación de las clases explotadoras. 

Los enemigos de la Revolución Argentina

Son enemigos estratégicos de la revolución argentina los imperialismos, los terratenientes, la burguesía intermediaria del imperialismo y los reaccionarios que se subordinan a estos enemigos.

El imperialismo condiciona y deforma todo el desarrollo de la economía nacional. Esto se da también en los planos político, militar y cultural.La opresión imperialista se da principalmente a través del entrelazamiento y la subordinación a sus intereses, de los terratenientes y la burguesía intermediaria (es decir, las clases dominantes nativas), y mediante sus propios grupos económicos y financieros (directos o por medio de testaferros) y sus personeros en el aparato estatal. Monopolios yanquis, rusos, ingleses, alemanes, franceses, italianos, españoles, chinos, japoneses etc., directamente o a través de testaferros, son dueños de ramas enteras de la producción nacional, de los servicios públicos esenciales, de centenares de miles de hectáreas de tierra y de gran parte de las finanzas. Es decir, que el imperialismo actúa como factor interno.Por otro lado, también opera como factor externo, pues los imperialistas nos oprimen a través del monopolio del comercio mundial, la deuda externa, las finanzas, el control de las nuevas tecnologías y los pactos militares. A su vez, una parte del territorio nacional (insular y marítimo) está directamente ocupado por el imperialismo inglés. Asimismo penetran culturalmente a nuestro país y lo infiltran con sus agentes de espionaje y provocación.

Los terratenientes basan su poder en la propiedad latifundista de la tierra. Imponen la carga de la renta a los obreros rurales y campesinos arrendatarios pobres, medios y ricos, y al sector de burguesía agraria que arrienda grandes extensiones de campo. La gran propiedad terrateniente no solo se mantiene en la actualidad sino que se ha incrementado. El último censo agropecuario muestra que 6.160 estancias de más de 5.000 hectáreas cada una acaparan nada menos que el 52,8% del total de las tierras. Junto a nuevos latifundios comprados por grandes monopolios extranjeros y nativos, continúan los terratenientes tradicionales. En el marco general de relaciones de producción capitalistas predominantes, mantienen en muchas zonas relaciones precapitalistas tales como: relaciones de dominación en estancias y fincas, puesteros, pastajeros, aparceros y tanteros, contratistas de viña, arrendamientos familiares, etc.Así, el latifundio terrateniente constituye una rémora (por la carga de la renta parasitaria y el atraso relativo del campo) que condiciona y deforma todo el desarrollo del país.A su vez, el latifundio terrateniente es la base de poder de la oligarquía que subordina el país a los imperialistas, pues necesita de ellos para su subsistencia y desarrollo.

La burguesía intermediaria, por su carácter de intermediaria del capital financiero, comercial o industrial imperialista, es un apéndice de éste. Su propia existencia depende del imperialismo y los monopolios, por lo que también es un instrumento de la opresión imperialista.La condición de burguesía intermediaria no la da su tamaño grande o pequeño, sino su relación de subordinada y lacaya del imperialismo y los monopolios. Esto es lo que la diferencia de la burguesía nacional. Es un error golpear al imperialismo y olvidarse de los terratenientes y la burguesía intermediaria. Sin la ayuda de éstos el imperialismo no podría oprimirnos, porque son instrumentos de su penetración y dominación.Otro error es otorgar a los terratenientes como clase, una independencia que no tienen respecto del imperialismo. Como clase, los terratenientes argentinos han sido y son la principal base social en la que se apoya la dominación imperialista en nuestro país.

A su vez en un país dependiente como el nuestro, disputado por varios imperialismos, es necesario investigar para ver las diferencias entre los distintos sectores de burguesía intermediaria y de terratenientes, pues siempre expresan contradicciones reales por estar unidos a diferentes imperialismos, y estas contradicciones pueden y deben ser aprovechadas para la lucha revolucionaria.

Bloque de las clases dominantes

Partiendo siempre de la contradicción fundamental que hay que resolver en la actual etapa histórica es necesario determinar cuales son las contradicciones entre los distintos sectores de las clases dominantes y entre las distintas potencias imperialistas que se disputan el control de la Argentina.Como ha enseñado Lenin, para avanzar hacia la revolución, no basta con que se agudice al extremo la contradicción fundamental entre los de arriba y los de abajo, sino que, además, “es preciso que las clases gobernantes atraviesen una crisis gubernamental que arrastre a la política a las masas más atrasadas”, y que el enfrentamiento entre los de arriba produzca “una brechapor la que “irrumpa” el proletariado y las masas populares. Esto exige determinar cuales son las contradicciones entre las clases dominantes, y como se articulan en la “rosca” que hegemoniza el poder; rosca a la que llamamos bloque dominante y que es el blanco a golpear por la lucha popular. Luchando contra esos enemigos, ubicamos dentro de esa “rosca”, cual es el principal soporte de la política reaccionaria, el obstáculo principal, contra el cual se debe dirigir el golpe principal de la lucha popular para hacer avanzar el proceso revolucionario.Actualmente la hegemonía del bloque dominante ha pasado a manos de sectores prorrusos y proeuropeos: Techint, Aluar, Clarín, Repsol-YPF, Pan American (alianza de British Petroleum, mayoritaria, con la rusa Bridas), Werthein, Elstain, Massuh, Benetton, entre otros; aliados a monopolios, sectores de burguesía intermediaria y terratenientes que integran el cártel cerealero y sojero, a grupos de la construcción, petroleros, petroquímicos y de la alimentación: Cargill, Daw Chemical, Dreyfus, Bunge, Nidera, Ledesma, Roggio, Petrobras, Arcor, Pérez Companc), y a grupos como Aceitera Gral. Deheza y Vicentín. Este sector hegemónico del bloque dominante dirige la Bolsa de Comercio, la Cámara del Petróleo, la de Aceiteras, la de Cereales, la de la Construcción, Abappra, etc. Incluso el presidente de la Asociación de Empresarios Argentinos, Pagani, apoyó la posición del gobierno de Kirchner en el tema de la deuda externa con los acreedores privados. Este sector hegemónico domina un poderoso aparato político que controla la provincia de Buenos Aires y la Capital Federal y, con contradicciones, Santa Fe, Córdoba y la mayoría de las provincias, con lo que tiene el predominio en el Congreso. Controla la actual Corte Suprema. Tiene un peso dominante en el aparato sindical. Controla el principal holding de medios de comunicación. Predomina ampliamente en la dirección de la mayoría de las universidades.Controla parte de la “bonaerense” (en donde disputa con sectores proyanquis), de la Federal y de las policías provinciales. Ha dado duros golpes a los sectores proyanquis y menemistas en las Fuerzas Armadas.Este sector procura recomponer la unidad del bloque bajo su dirección, acompasando la política nacional a los cambios de la situación internacional, en particular, a los que se están operando en América del Sur.Por otra parte tenemos que tener en cuenta que el actual predominio del sector hegemónico en el bloque dominante es precario, en primer lugar, por el rumbo agresivo, expansionista y fascista del imperialismo yanqui. Pero la ofensiva yanqui se ha empantanado por la heroica resistencia patriótica del pueblo iraquí, que tuvo la solidaridad de la extraordinaria oleada de lucha antiimperialista que llevaron adelante la clase obrera y los pueblos del mundo, oleada de la que ha formado parte el pueblo argentino. De ahí que la política mundial está teñida por el combate de los pueblos agredidos por Estados Unidos y sus socios que han transformado al Medio Oriente en un gran centro de tormenta revolucionaria; y por la lucha antiimperialista y antioligárquica de la clase obrera, y de los pueblos y naciones del Tercer Mundo, lucha que ha transformado a América del Sur en otro gran centro de tormenta revolucionaria.Para su política, los yanquis no solo actúan “desde afuera”, sino también “desde adentro”, haciendo pesar la fuerte presencia en el país de sus monopolios, y de sectores de burguesía intermediaria y terratenientes asociados a ellos; sus acuerdos estratégicos con Inglaterra y otros países europeos incluida Rusia, sus relaciones con el menemismo y otros sectores políticos, su peso en “la bonaerense”, la Gendarmería y otras fuerzas represivas y en sectores considerables de las Fuerzas Armadas. En las Fuerzas Armadas y de frontera, los yanquis han trabajado durante años con los contingentes que participaron en las llamadas “misiones de paz”. Tienen una fuerte infiltración de sus servicios de inteligencia. Tienen una fuerte incidencia cultural a través del cine y la TV.En la actualidad hay que tener en cuenta que toda la política está condicionada por la crisis de hegemonía existente, que afecta las relaciones entre los de arriba y los de abajo, y se expresa, además, en numerosos fenómenos políticos entre los de arriba.Desde el punto de vista de nuestra táctica, impulsamos el desarrollo de la lucha social y política de las masas para que éstas golpeen al bloque dominante en su conjunto, por que concentra a los principales responsables de la dependencia y el latifundio, y como tal, de las políticas de hambre y entrega. Todo el bloque dominante es el blanco de la lucha popular. El gobierno y la política de Kirchner expresan al grupo de monopolios, burguesía intermediaria y terratenientes que hegemonizan el bloque dominante, y por lo tanto, son parte del blanco a golpear con la lucha popular.Al mismo tiempo, en la situación actual, por la situación internacional y latinoamericana, por el peso de Estados Unidos en el control del FMI y el Banco Mundial, por los lazos políticos, militares y económicos que nos atan a esa superpotencia, dirigimos contra el imperialismo yanqui el golpe principal, al tiempo que atendemos a que el sector hegemónico actualmente en el bloque dominante y en el gobierno, contempla en su política lo esencial de los intereses de ese imperialismo y del conjunto de las clases dominantes.Teniendo en cuenta la precariedad de la hegemonía del sector dominante y, sobre todo, la gran inestabilidad de la situación mundial, regional y nacional, nos preparamos para cambios bruscos de escenario político, que exigirán, en cada situación, determinar cuál es el enemigo táctico más peligroso, sobre el que es necesario concentrar el fuego. Sin perder nunca vista el carácter de enemigos de la revolución, de todos los sectores que integran el bloque dominante. 

La burguesía nacional, una fuerza intermedia 

En un país oprimido por el imperialismo como el nuestro, la burguesía se divide en dos sectores:-La burguesía intermediaria, lacaya de los imperialismos, enemiga de la revolución, y-La burguesía nacional (urbana y rural) y el campesinado ricoLa burguesía nacional como clase es oprimida por el imperialismo y constreñida y limitada por el latifundio terrateniente. Pero a su vez está vinculada por múltiples lazos a los monopolios imperialistas y a los terratenientes. La burguesía nacional es una clase de doble carácter: por un lado es oprimida por el imperialismo y por el otro es contraria a la clase obrera.

La consideramos una fuerza intermedia porque en esta etapa de la revolución no integra el campo de sus enemigos. Pero tampoco integra como clase el frente de liberación nacional y social. Como enseña nuestra experiencia histórica la burguesía nacional es incapaz de enfrentar revolucionariamente al imperialismo y a los terratenientes.

Desde nuestro Primer Congreso definimos nuestra línea de neutralizar a la burguesía nacional como clase. La política del proletariado hacia ella, en esta etapa de la revolución, es de unidad y lucha y apunta a su neutralización como clase. Esto implica una política activa para ganar a un sector de la burguesía nacional (los sectores patrióticos y democráticos), neutralizar con concesiones a otro sector, y atacar a la capa superior, al sector que se alía con el enemigo.Para juzgar a los distintos sectores de la burguesía nacional tenemos en cuenta sus características económicas, pero partimos siempre de su actitud política frente al imperialismo: ¿lo enfrenta, forcejea con él, o se subordina? De ahí la necesidad de ver que predomina en cada momento político. La política nos ha enseñado que hay un sector que inexorablemente se une a los enemigos del pueblo, otro sector que enfrenta a los mismos, y que hay un sector muy grande que puede y debe ser neutralizado en esta etapa de la revolución.Respecto de la capa superior de la burguesía nacional, nos referimos a un pequeño número de elementos de la derecha de la burguesía nacional que se adhieren al imperialismo, los terratenientes y la burguesía intermediaria, y se oponen a la revolución democrática popular, por lo que pasan a ser, también, enemigos de la revolución.Incluso el sector de burguesía nacional posible de aliarse en determinados momentos a la clase obrera y a las fuerzas revolucionarias es vacilante, y cuando nos unimos a él, debemos estar alertas, porque lo más probable es que, en el futuro nos traicione; y porque cuando se une a nosotros lo hace disputándonos la dirección de las masas oprimidas a las que influencia. Así como, cuando traiciona, no debemos confundir a la burguesía nacional con los enemigos estratégicos de la revolución, porque muy probablemente en el futuro debamos unirnos nuevamente con ella.
El tratamiento de la burguesía nacional es uno de los problemas fundamentales de la revolución en los países coloniales, semicoloniales y dependientes. 

El campo popular
El campo popular está constituido por aquellas fuerzas capaces de luchar, en mayor o menor medida, por la revolución en esta etapa. Dentro del campo popular, las fuerzas motrices fundamentales de la revolución argentina son el proletariado, el campesinado pobre y medio y la pequeña burguesía urbana, siendo el proletariado la fuerza dirigente.
En nuestro país, el proletariado no solo es la fuerza dirigente sino también el principal contingente de las fuerzas motrices de la revolución. Sobre una población económicamente activa de 15,5 millones de personas23, 11 millones corresponden a la categoría de trabajadores asalariados (actualmente 9,4 millones ocupados y 1,6 millones desocupados), es decir que tienen que vender su fuerza de trabajo para vivir. De ellos casi un millón son rurales (permanentes y transitorios) y el resto urbanos, de los cuales aproximadamente la mitad son obreros propiamente dichos (principalmente en la industria, construcción, minería, transportes, gobierno y comercio) y la otra mitad, empleados (principalmente en comercio, bancos, gobierno y servicios). El proletariado argentino atesora una larga experiencia de luchas sociales y políticas que jalonaron nuestra historia, que golpearon a los enemigos estratégicos de la revolución argentina, que permitieron el avance del conjunto del pueblo y el logro de conquistas importantes. Pero no pudo hasta ahora jugar su papel dirigente en la lucha por el poder. Por su ubicación en la producción, su concentración y organización, su tradición de lucha y su papel en nuestra historia, el proletariado industrial es el contingente más aguerrido y disciplinado de la clase obrera argentina, y debe tener una política para poder dirigir al conjunto del movimiento obrero y las demás fuerzas interesadas en la revolución.
El movimiento obrero está integrado por tres afluentes: los ocupados, los desocupados, y los jubilados y pensionados. Los ocupados son el componente fundamental, en el que últimamente han venido jugando un papel destacado los trabajadores de las empresas recuperadas. A su vez en estos años, al profundizarse el hambre y el desempleo, el número de desocupados se ha incrementado enormemente (hay 2 millones de desocupados plenos y 4 millones de subocupados). Los desocupados se han transformado en el detonante de las grandes puebladas y movimientos sociales, como en los Cutralcazos, Tartagalazo-Mosconazo, Ledesmazo, Jujeñazo, los cortes de ruta prolongados de La Matanza y otros. Junto con esto se multiplicó la lucha de los jubilados y pensionados. El avance y masificación de estos movimientos ha pasado a ser una de las claves de la lucha liberadora. El aliado principal del proletariado es el campesinado pobre y medio. El proletariado solo formando una sólida alianza con el campesinado puede conducir la revolución al triunfo. El proletariado rural, como destacamento de la clase obrera, debe jugar el papel principal para forjar esa alianza, con la línea de apoyarse en los semiproletarios y campesinos pobres, unirse a los medios y neutralizar a los ricos. Debemos dar particular importancia al trabajo para movilizar y organizar a los campesinos pobres, y por ganar a los medios y al sector patriótico y democrático de los ricos para la lucha antiterrateniente y antiimperialista.
El problema de la tierra resume la esencia del problema campesino en todo el país, y debemos saber ponerlo de relieve, conscientes de que su resolución no será posible por vías reformistas sino revolucionarias. La causa principal del fracaso de las revoluciones del siglo pasado, y ya en este siglo –en la época del imperialismo– estuvo en que no se propusieron o fueron incapaces de alzar a la lucha liberadora a las masas campesinas oprimidas por los terratenientes, masas que venían luchando contra éstos desde el inicio de la colonia. Si el proletariado no logra forjar una alianza estrecha con las masas explotadas y oprimidas del campo, tampoco triunfará. Este es un debate clave para las fuerzas revolucionarias de Argentina y de América Latina: cómo unir el movimiento proletario de los grandes centros urbanos con ese vasto movimiento de campesinos pobres y sin tierra y de pueblos originarios que recorre toda América, que también está presente en nuestra patria: en los quinteros y medieros, en los tamberos, en los ovejeros y chiveros, en los vitivinicultores, fruticultores y campesinos del algodón, el azúcar, el tabaco, el té, la yerba mate, etc., y en los mapuches y tehuelches del sur y en los kollas, wichis, qom, mocovíes y guaraníes del norte.
La situación actual de las nacionalidades y comunidades originarias es uno de los testimonios más desgarradores del carácter sanguinario y antidemocrático de los terratenientes y de la ilegitimidad de sus títulos sobre las mejores tierras de este país. Son los más pobres entre los pobres del campo, en los poblados del interior y en los suburbios de las grandes ciudades. Es importante resolver esta situación con la integración de la unidad con la mayoría de los pueblos originarios al movimiento revolucionario contra los terratenientes y el imperialismo, responsables del despojo de sus tierras, de su confinamiento a las zonas más pobres y de la discriminación social, racial, cultural, etc., con las que se continúa la política oligárquica de las campañas de exterminio. La revolución democrática popular tampoco logrará su cometido sin una reparación política, económica y cultural de los pueblos originarios.
Suprimir la opresión, explotación y humillación de los originarios requiere garantizarles la restitución de tierras en calidad y cantidad suficientes para su desarrollo pleno, junto al reconocimiento de su autonomía territorial, administrativa, política y cultural. A su vez, esto sólo será posible como resultado de la derrota del enemigo común y con un poder popular revolucionario. Con la revolución triunfante que permita realmente una verdadera democracia de masas será también posible discutir y resolver democráticamente el derecho de las naciones originarias a su autodeterminación, incluido la libre separación territorial. En esas circunstancias sostendremos activamente nuestra propuesta de luchar por la unidad voluntaria de todas las nacionalidades en condiciones de igualdad que permitan el desarrollo conjunto dentro de las fronteras históricas de la República Argentina, en tanto subsistan los enemigos comunes. Lo que implica, en la actual etapa, enfrentar decididamente las propuestas separatistas que dividen el campo popular y favorecen los intentos impulsados o alentados por distintas potencias imperialistas con el objetivo de dominación y fragmentación del país. Enfrentamos también la política asimilacionista de subordinación económica, social, cultural y política de los pueblos originarios. Trabajamos para impulsar y apoyar sus luchas y procesos de fortalecimiento político, económico y cultural de su propia identidad.
Por otra parte en las últimas décadas se ha incrementado significativamente la inmigración de bolivianos, peruanos, paraguayos, chilenos, uruguayos, brasileños y de otros países de América Latina y el mundo. En su inmensa mayoría llegan a nuestro país buscando trabajo. Y acá, aprovechando que muchos de ellos son indocumentados, son convertidos en trabajadores brutalmente explotados por los monopolios, los terratenientes y la burguesía. Forman parte de las masas oprimidas por el imperialismo y los terratenientes, y debemos enfrentar decididamente el chauvinismo reaccionario de las clases dominantes encabezando la lucha contra su discriminación, peleando por la plena igualdad de derechos con sus hermanos de clase en la ciudad y el campo, respetando sus tradiciones nacionales e impulsando su incorporación a la lucha liberadora. 

La pequeñoburguesia urbana, como clase es, junto a la clase obrera y el campesinado pobre y medio, otra de las principales fuerzas motrices de la revolución. Un aliado confiable del proletariado Dentro de ella, también es necesario resolver políticas específicas para los distintos sectores que la integran, como los artesanos, cuentapropistas, vendedores ambulantes, etc., que ayuden a organizarlos en defensa de sus intereses y para participar en la revolución junto al resto de los trabajadores y el pueblo.

Los estudiantes secundarios y universitarios como capa social han jugado históricamente un papel muy importante en las luchas del movimiento popular argentino. La unidad obrera-estudiantil adquirió en las luchas posteriores a 1917 y a 1968 modalidades concretas muy avanzadas que, en algunos casos, como sucedió en Córdoba y en otros lugares, perfilaron una alianza de gran potencialidad revolucionaria.

La intelectualidad es un sector de la sociedad en el que se expresan todas las clases sociales. Es fundamental ganar para la revolución a la mayoría de la intelectualidad y lograr que sirvan al pueblo con su trabajo específico. Esta es una lucha decisiva para la suerte de la revolución ya que esta requiere, para triunfar, de la participación de la mayoría de los intelectuales: profesionales y trabajadores docentes, de la ciencia y del arte y la cultura en general. A su vez, el proletariado tiene que ganar para su posición de clase y para su ideología a lo mejor de la intelectualidad. Debemos partir de las reivindicaciones económicas, políticas, democráticas, sociales, culturales y científicas que unifiquen a la mayoría de esta capa social oprimida por el imperialismo y la oligarquía y trabajar para que, a partir de su participación en las luchas populares, pongan su actividad profesional o docente, científica, artística o cultural al servicio de la lucha liberadora. 

Las mujeres son la mitad de la población, integran las distintas clases sociales en que se divide nuestra sociedad. Por esa razón, la mayoría de las mujeres se ubica dentro de las clases explotadas y oprimidas y sufre una doble opresión: de clase –por ser parte del pueblo– y de género –por ser mujer. Las mujeres en su conjunto sufren una opresión específica (que llamamos de género) porque ocupan un lugar subordinado en la sociedad y en la familia y son discriminadas en todas las esferas de la actividad económica, social y política. La sociedad responsabiliza a las mujeres por la crianza de los hijos y las clases dominantes refuerzan la división del trabajo y las relaciones sociales que encadenan, a la mayoría de ellas, al trabajo en el hogar. Sigue rigiendo la autoridad del varón en la familia, por eso la sociedad es tan condescendiente cuando un marido castiga a “su” mujer. Para incorporar a las mujeres a la lucha revolucionaria no partimos de la división en sexos. Partimos de la división de la sociedad en clases antagónicas y de la contradicción fundamental en la Argentina. Entendiendo que esta contradicción es principal con relación a la de género, debemos integrar la lucha específica con la lucha popular por la revolución en esta etapa. Puesto que las mujeres padecen una opresión específica, tienen necesidad de organizaciones específicas. El Partido debe impulsar la lucha por todas las reivindicaciones que las afectan a través de las organizaciones específicas y en el seno de las organizaciones de masas. De ahí la importancia de nuestra participación activa en los movimientos femeninos, en particular en esa gran experiencia de los Encuentros Nacionales de Mujeres. Y debemos dar batalla tanto a las ideas que conciben que las mujeres son atrasadas y serán llevadas de arrastre al proceso revolucionario, como a las que niegan la opresión específica –de género– y consideran que, de por sí, están en un pie de igualdad con respecto al hombre. Con el mayor protagonismo de las mujeres en las luchas políticas y sociales van adquiriendo conciencia de su explotación, discriminación, subordinación y opresión de clase y de género, lo que le ha permitido, en muchas de sus luchas, incorporar un contenido antipatriarcal. A su vez, este nuevo rasgo ha creado mejores condiciones para desentrañar el verdadero origen de su opresión. Como enseñaron los fundadores del marxismo, la profundidad del movimiento revolucionario se mide por el grado de participación que tiene en él la mujer. Sin ellas es imposible el triunfo de la revolución.

La juventud ha sido siempre un sector sensible a todo tipo de opresión política, social y nacional; por eso se rebela contra ésta. Con formas y contenidos propios, en cada época, participa en la lucha democrática, antiimperialista y antiterrateniente y es protagonista de diferentes luchas del movimiento obrero y popular.
Es necesario que el Partido ayude a ganar a la mayoría de los jóvenes obreros, campesinos, estudiantes y soldados para la revolución, pues sin esto es imposible que el movimiento revolucionario triunfe.

Asimismo es necesario tener una política que ayude a desarrollar y recuperar las organizaciones de la pequeña y mediana empresa, para enfrentar la crisis en la perspectiva del combate antiimperialista y antiterrateniente, como parte de la política para ganar los sectores patrióticos y democráticos.

En cuanto a los soldados y la suboficialidad y oficialidad patriótica y democrática, el proletariado debe tener una política activa en el seno de las Fuerzas Armadas y demás fuerzas de seguridad, teniendo en cuenta que esas instituciones son el brazo amado del Estado oligárquico-imperialista, con la característica de ser la fuerza militar de un país dependiente. Esa política debe tender a ganar al sector patriótico y democrático para unirlo a las milicias obreras y populares y conformar el Ejército Popular Revolucionario necesario para el triunfo de una insurrección popular. Al mismo tiempo debe tender a neutralizar a gran parte de esas fuerzas para aislar a los sectores reaccionarios creando las mejores condiciones para fracturarlas y aplastar la parte de esas fuerzas que sostengan el poder oligárquico-imperialista. 

La cuestión del Estado y la vía de la revolución

Desde que la sociedad se divide en clases el Estado ha sido el instrumento de las clases explotadoras para mantener su dominio sobre las clases explotadas y asegurar su poder.Esta máquina estatal burocrática y represiva (incluidas sus instituciones “representativas” y la división de poderes) no le sirve al pueblo. Debe ser destruida, poniendo en su lugar nuevas instituciones de un Estado de las clases revolucionarias.
Desde la primera experiencia de gobierno de la clase obrera, la Comuna de París de 1871, todas las revoluciones populares que triunfaron en el siglo 20 demostraron que para organizar un Estado de nuevo tipo, democrático para los obreros y desposeídos en general y dictatorial contra sus opresores, es imprescindible que las clases revolucionarias, dirigidas por la clase obrera, conquisten el poder político. Los nuevos órganos de poder creados por las masas revolucionarias disuelven las fuerzas militares y policiales sustituyéndolas por su propio ejército popular y las milicias populares. En las nuevas instituciones representativas –legislativas y ejecutivas a la vez– el ser funcionario ya no es un privilegio, es un trabajo que está remunerado igual que el de un obrero. Los mandatos son revocables a todo nivel.
Sin una revolución de este tipo, que asegure el ejercicio del poder por la clase obrera y las clases aliadas, no será posible terminar con la dependencia, expropiar a los monopolios imperialistas y a los terratenientes y realizar la Reforma Agraria, impulsando un desarrollo integral del país, en marcha al socialismo y el comunismo.La cuestión del Estado de las clases dominantes, el camino revolucionario de su destrucción o el camino reformista de ganar espacios dentro de él –y como consecuencia la vía armada o la vía pacífica para conquistar el poder ha sido, desde el Primer Congreso del Partido Socialista de la Argentina en 1896, la línea divisoria entre marxistas y revisionistas, entre revolucionarios y reformistas. Fue también una cuestión clave en la ruptura del Partido Comunista que dio origen al PCR en 1968.
A lo largo de nuestra historia, el problema de en manos de quien estaba el poder, en particular las armas, ha sido y es una de las cuestiones claves para extraer enseñanzas y prepararnos para que el accionar revolucionario de las masas desemboque en la destrucción del Estado oligárquico-imperialista y la conquista del poder.
Los enemigos de la revolución en la Argentina son una minoría pero controlan las palancas fundamentales del Estado, lo que los hace extremadamente fuertes. Controlan el aparato económico y jurídico-administrativo y tienen a su servicio las Fuerzas Armadas y represivas, como instrumento principal que les garantiza la explotación al pueblo y el control del poder.
Como enseña nuestra historia, los terratenientes, primero para organizar el Estado que les asegurase el poder y luego para perpetuarse en el control de éste, apoyándose y/o subordinándose al imperialismo de turno, inglés, ruso o yanqui, asesinaron y reprimieron a mansalva. Junto con esto crearon las leyes y el aparato jurídico que avalara la barbarie. Así, tras más de sesenta años de guerras civiles (de 1815 a 1880), fue con las armas que la oligarquía impuso la llamada Organización Nacional y masacró a los pueblos originarios para apoderarse de sus tierras. Y en este siglo, aplastaron a sangre y fuego los levantamientos obreros, campesinos, estudiantiles y populares, cada vez que pusieron en peligro los privilegios de esa minoría que controla el poder. Ahí están de testigos las masacres del 1º de mayo de 1904, de la semana de mayo de 1909, la Semana Trágica de enero de 1919, la Patagonia Sangrienta de 1921, La Forestal, el golpe de 1955 y la dictadura violovidelista de 1976. Al igual que la represión de la insurrección radical de 1905, la huelga general de enero de 1936, la huelga azucarera de 1949, las luchas de los ferroviarios y metalúrgicos de 1954, las huelgas de 1959-61, las puebladas de 1960-70, etc., etc. Antes, como ahora, modernizaron y utilizaron el aparato represivo para frenar las heroicas luchas que jalonaron nuestra historia.La burguesía nacional, por su dualidad, cuando estuvo en el gobierno, por un lado forcejó con los enemigos y por el otro, muchas veces terminó siendo cómplice, avalando la represión o reprimiendo. Esta política posibilitó los golpes de Estado en 1930, 1955, 1966, 1976, que sirvieron a las clases dominantes para recuperar el gobierno e imponer por la fuerza de las armas su política proterrateniente y proimperialista. Resultó así equivocada la idea expresada reiteradamente por el general Perón de que era necesario tiempo para ahorrar sangre. Esta opción es falsa. Ha corrido mucha sangre de la clase obrera y el pueblo, y se ha perdido mucho tiempo. No es conciliando con los enemigos como se ahorra sufrimientos a la clase obrera y el pueblo y se defienden los intereses nacionales. Para enfrentar a los enemigos de la revolución debemos prepararnos para una lucha que es encarnizada y que será larga y no pacífica. Solo cuando el pueblo se levantó en armas pudo triunfar. Así fue frente a las invasiones inglesas en 1806 y 1807, y así fue contra el colonialismo español de 1810 a 1824. La presión revisionista internacional y nacional y la propaganda de las clases dominantes coinciden en desprestigiar las grandes revoluciones socialistas del siglo 20 y ocultar los gigantescos avances que trajeron para la clase obrera y los sectores populares. Los comunistas revolucionarios debemos divulgar cómo fueron esas revoluciones y sus logros, reivindicando el derecho de los pueblos a levantarse en armas por su liberación. 

El camino de la revolución

Las formas de lucha y de organización que adoptan las masas las van encontrando a través de sus propias experiencias. De ellas aprende el Partido de vanguardia para poder generalizarlas.
En la Argentina, con más del 80% de población urbana y un gran peso del proletariado, un largo proceso histórico ha demostrado que el camino de la revolución argentina tiene su centro en las ciudades, y a la insurrección armada como forma principal y superior de lucha. La insurrección armada combinada con las modalidades propias de la lucha armada en el campo (guerrilla rural y otras formas de combate campesino) que pueden producirse antes, durante o después del momento insurreccional, es el único camino que permitirá acabar con el poder del imperialismo, los terratenientes y la burguesía intermediaria. En esta perspectiva es importante precisar la región donde se tensan todas las contradicciones, el eslabón débil de la dominación oligárquico-imperialista donde, sin esquematismos y sin rechazar ninguna forma de lucha, trabajamos también con una línea insurreccional.El camino de las grandes puebladas y rebeliones populares de fines de la década de 1960 y comienzos de la de 1970 –Cordobazo, Rosariazo, Correntinazo, Tucumanazo, Mendozazo, Rocazo, etc.–, fue retomado por las masas a partir del Santiagueñazo del 16 de diciembre de 1993, iniciando un nuevo período de auge. Las puebladas en Jujuy que tiraron a cuatro gobernadores, las luchas de Tierra del Fuego, mineros de Río Turbio, cerveceros de Córdoba, pesqueros de Mar del Plata, las puebladas de Cutral Co y Plaza Huincul, General Mosconi y Tartagal, Libertador, Corrientes, el ingenio La Esperanza, las luchas docentes, los paros agrarios, el paro general del 13 de diciembre de 2001 etc., vuelven a confirmar que el medio de lucha específicamente proletario, la huelga, es el medio principal para poner en movimiento a las masas obreras, campesinas, estudiantiles y populares, incluso a sectores del empresariado nacional.
A su vez el corte de ruta, con el hambre y la desocupación como detonante, se ha confirmado como forma de lucha clave y punto de arranque de las nuevas puebladas que se han ido generalizando por todo el país y tuvieron su expresión más elevada con el Argentinazo del 19 y 20 de diciembre de 2001, que forzó la renuncia del presidente De la Rúa.
Estos procesos de estallidos y puebladas de la década de 1970 y los actuales, han bosquejado el camino que van a seguir las masas populares para acabar con sus enemigos. Los cuerpos de delegados en el movimiento obrero y otros sectores populares (campesinos, estudiantiles, barriales, etc.), con mandatos revocables por las asambleas de base, se mostraron en esas luchas como instrumentos fundamentales, capaces de transformarse, en una situación revolucionaria, en órganos de doble poder.
En el siglo 20, los levantamientos obreros y populares constituyeron una valiosa experiencia, con sus enseñanzas en la lucha de calles, barricadas, cortes de ruta, autodefensa armada de masas y, en los casos más avanzados, bocetos de doble poder y bocetos de milicias populares.
Esto bosquejó el camino que van a seguir las masas populares para acabar con sus enemigos. Pero hasta ahora carecieron –o fue débil– de una dirección revolucionaria que garantizara un plan con objetivos claros y de un centro coordinador que posibilite el accionar conjunto de todas las fuerzas revolucionarias. Esto se manifestó en cada uno de los momentos en que la lucha de clases llegó a su máxima confrontación y se debía pasar a la ofensiva, al asalto al poder.
La pelea por la dirección del Partido en estas organizaciones es fundamental para avanzar en el desarrollo del frente único revolucionario y la construcción del ejército popular revolucionario, necesarios para el triunfo de la revolución. 

Autodefensa de masas, milicias populares y ejército popular revolucionario

De las grandes revoluciones triunfantes hemos aprendido que la huelga política de masas, el frente único revolucionario, el gobierno provisional basado en los organismos de doble poder y el alzamiento armado del pueblo, deben combinarse para el triunfo de la insurrección. La necesidad del Ejército Popular Revolucionario, para que el pueblo –con la dirección de la clase obrera– pueda destruir el poder reaccionario y construir el nuevo poder popular revolucionario que inicie las tareas de la revolución democrática-popular, agraria y antiimperialista, en marcha ininterrumpida al socialismo, aparece, junto a una justa política de frente único para la revolución y la construcción de un fuerte partido marxista-leninista-maoísta, como la otra cuestión clave para la estrategia revolucionaria del proletariado. El pueblo debe prepararse para un largo proceso de enfrentamiento con los enemigos externos e internos de la revolución, antes, durante y después de la misma. Sin ejército popular revolucionario es imposible el triunfo de la lucha revolucionaria.
La línea del PCR es la línea de masas, la línea de generalizar y elevar al combate a las masas hasta llevarlas a un nivel revolucionario, que las amplias masas protagonicen todas las formas de lucha, inclusive la lucha armada. Ya en su primer Congreso el PCR decidió constituirse en partido político, en “la vanguardia marxista-leninista del proletariado argentino, clase dirigente de la revolución argentina y fuerza fundamental de la misma, y ser su estado mayor insurreccional”24.
No adhirió a las teorías de construir un partido “político-militar”, de “dos brazos”, y se afirmó en el camino insurreccional que marcaba el Cordobazo. Más tarde surgieron teorías en la nueva izquierda revolucionaria que planteaban que el camino era el terrorismo urbano, provocar hechos de propaganda armada (como fueron los secuestros y “ajusticiamientos” de gerentes de empresa, y otros reaccionarios) para “despertar” la conciencia que pensaban dormida o atrasada del proletariado. Sabíamos que históricamente ya se había demostrado que ese no era un camino eficaz para organizar a las masas y hacerlas avanzar en la lucha revolucionaria, pero fue el proceso de luchas desarrollado en 1970 por los obreros mecánicos de Perdriel, que culminó en dos ocupaciones violentas –una de ellas con toma de rehenes– en defensa de sus delegados de fábrica, lo que permitió verificar en la práctica la justeza de nuestra línea. “Más vale un Perdriel que cien secuestros”, dijimos entonces.
Por otra parte, las direcciones de las organizaciones de guerrilla urbana que actuaron en la Argentina en la década de 1970, en las que cristalizó el agrupamiento de la pequeña burguesía radicalizada, tuvieron una línea equivocada que los llevó a cometer graves errores políticos y estratégicos. Ubicaron como enemigo principal a la burguesía nacional, golpeando centralmente a Perón e Isabel Perón, con lo que favorecieron a los enemigos de la revolución que preparaban el golpe de Estado. Miles de jóvenes que querían cambios revolucionarios fueron instrumentados por el sector golpista prosoviético como un ejército auxiliar –según dijo el dirigente montonero Firmenich en 1974– de la fuerza principal que operaba dentro de las Fuerzas Armadas con el lanussismo, el violovidelismo y otras corrientes, con el objetivo de disputar el control del país. Fueron masacrados. Y la dictadura, con el lema de la “lucha antisubversiva” desató una feroz represión contra la clase obrera y el pueblo. Las clases dominantes han utilizado la derrota “de la subversión”, y el recelo de las masas hacia aquellas organizaciones armadas, para desacreditar el camino revolucionario y negar el derecho de los pueblos a levantarse en armas por su liberación.

Para el triunfo de esa revolución la lucha política debe ser protagonizada por las masas explotadas y oprimidas. Y el poder debe ser conquistado y ejercido por estas masas.25

Para los políticos burgueses y pequeño burgueses la lucha política se reduce a la lucha electoral y parlamentaria y debe ser protagonizada por “los políticos”, la lucha económica y reivindicativa queda para los sindicatos y organizaciones sociales, y la violencia debe ser exclusividad de los grupos especializados. En nuestra concepción de lucha por el poder, la lucha económica, política, ideológica y la lucha armada deben ser protagonizadas por las masas, y este es el arte que debe dominar el partido de vanguardia para transformarse en una poderosa fuerza capaz de dirigir a esas masas y conducirlas al triunfo de la insurrección.
Nuestro Partido debe ayudar a las masas a desarrollar sus organizaciones de autodefensa, como embriones de las milicias populares, asegurando su preparación militar y formando los oficiales que puedan dirigirlas en una situación revolucionaria directa. Todo esto apunta a la formación del ejército popular revolucionario, junto a la lucha por ganar a los sectores patrióticos y democráticos de las Fuerzas Armadas, jerarquizando los ex combatientes y veteranos de la guerra de Malvinas, que son un puente de unidad de la clase obrera y el pueblo con esos sectores. 

El frente único

Como se vio en “La cuestión del Estado” los enemigos son muy poderosos y las fuerzas revolucionarias fundamentales todavía son débiles. Para poder enfrentar con éxito a esos enemigos, arrancar conquistas, avanzar en la unidad de las amplias masas populares objetivamente interesadas en la revolución y acumular fuerzas, es necesario que el proletariado y su partido practiquen una justa política de Frente único lo más amplia posible.
Por otra parte, Mao enseñó que, por la disputa interimperialista, el campo enemigo está sujeto a cambios y hay que tener políticas para saber aprovechar las contradicciones entre ellos para enfrentar al enemigo que está en el blanco y poder aislarlo y derrotarlo.Negar la necesidad del frente único o reducir la línea a “todo a través del frente único” son dos concepciones equivocadas que llevan a errores y derrotasPartiendo del carácter de la revolución en la Argentina, y de la correlación de fuerzas real, nuestro Partido elaboró y practicó políticas de Frente único atendiendo a la actitud política de las distintas clases y sectores ante los enemigos en cada momento.
En 1974 nos unimos con los sectores antiimperialistas del peronismo que resistían el golpe de Estado que preparaban (con sus puntos de unidad y confrontación) los imperialistas rusos, los yanquis, la mayoría de los terratenientes y la burguesía intermediaria.En la lucha antidictatorial, entre 1976 y 1983 practicamos distintas formas de frente único con diferentes fuerzas que se oponían a la dictadura. Para golpear a la dictadura de Videla-Viola en relación con los derechos humanos “golpeamos juntos, marchando separados” con sectores proyanquis y proeuropeos. Lo mismo hicimos con sectores de la Iglesia para luchar contra la guerra del Beagle, por la paz con Chile. Más tarde, durante la guerra de Malvinas “golpeamos juntos” con los sectores prosocialimperialistas contra la agresión anglo-yanqui.Luego en la lucha contra el rumbo prosoviético y proterrateniente del gobierno de Alfonsín impulsamos la lucha de masas y una confluencia electoral que la expresara políticamente, por lo cual participamos en el Frejupo.
El campo popular es heterogéneo. La lucha del proletariado y su partido por su unidad es decisiva para el avance del accionar revolucionario de las masas. Para practicar una correcta política de frente único, de unidad y lucha y lucha por la unidad debemos ubicar correctamente el momento político, estableciendo una clara línea divisoria entre quienes son los amigos y quienes son los enemigos y a quien va dirigido el golpe principal.
Es el Partido, como instrumento de vanguardia del proletariado quien, preservando su independencia política, ideológica y orgánica, debe impulsar y dirigir el frente único social y político y la lucha revolucionaria para que las masas obreras y populares, a través de sus organismos revolucionarios, conquisten el poder. Las demás clases –y sus partidos– también pretenden la dirección y solo podemos imponernos y unir a las masas en torno a una línea justa y un programa, cuando el peso de nuestra fuerza es importante.
En la lucha por la revolución democrática-popular, agraria y antimperialista, en marcha ininterrumpida hacia el socialismo, en cada momento táctico buscamos las vías de aproximación a esa revolución. No como una salida intermedia –no tenemos una concepción evolucionista del proceso revolucionario–, sino como un camino para avanzar hacia nuestro objetivo estratégico, impregnando nuestra política de frente único con nuestra estrategia insurreccional. En esta perspectiva se inscribe nuestra política de frente único que ayude a las masas a avanzar profundizando el camino del Argentinazo, reagrupando fuerzas para terminar con las políticas de ajuste y entrega e imponer un gobierno de unidad patriótica y popular que hegemonizado por el proletariado abra el camino a la revolución de liberación nacional y social. 

La acumulación de fuerzas revolucionarias

Partiendo de nuestra táctica política, que exige precisar el blanco y el enemigo táctico más peligroso en cada momento y definir acertadamente los períodos de auge o reflujo de luchas, la acumulación de fuerzas revolucionarias pasa principalmente por impulsar y encabezar la lucha económica, social, política e ideológica de la clase obrera con una justa línea de frente único político y social y de construcción de Partido. Con el objetivo de barrer a los enemigos de clase y cambiar la correlación de fuerzas en el movimiento obrero, impulsando los movimientos de recuperación sindical y preparándonos, también, para formas de recuperación “a la salvaje” protagonizadas por las masas y decididas en asamblea; ganando para una línea clasista de hegemonía proletaria de la revolución a los cuerpos de delegados, comisiones internas, sindicatos y CGT regionales, a la dirección de las fábricas recuperadas y a las organizaciones de desocupados y jubilados.
Particularmente trabajamos para ganar los centros de concentración del proletariado industrial y rural, aquellas fábricas o zonas que tradicionalmente han incidido sobre el conjunto del movimiento obrero y popular de cada lugar, jerarquizando a la vez las empresas recuperadas y las asambleas y comisiones de desocupados, jubilados y pensionados, por barrio o localidad, impulsando la elección democrática de delegados con mandatos revocables.
Nuestro objetivo es lograr que la clase obrera se coloque en el centro de la política nacional y dirija a las masas populares en la lucha revolucionaria, engrandeciendo la Corriente Clasista y Combativa en cada zona, provincia y región, y construyendo fuertes células de Partido.
La CCC como organización de frente único revolucionario en la clase, debe asentarse en fuertes agrupaciones en empresas y gremios y entre los obreros rurales, en las organizaciones de Desocupados de la CCC y de los jubilados, pensionados y mayores del MIJP por barrio o localidad.
Asimismo debemos impulsar la construcción de organizaciones de masas con centro en los Cuerpos de Delegados en todos los demás sectores, y trabajar para dirigirlos. En el campesinado pobre, pueblos originarios, campesinado medio, pequeña burguesía urbana, estudiantes, intelectuales, amas de casa, jóvenes, soldados, ex combatientes y veteranos de Malvinas, y demás sectores populares. Esto exige una justa política de frente único, coordinarlos a escala regional y nacional, apuntando a conformar el bloque histórico de clases que haga posible la revolución en la Argentina.
La lucha por cambiar la correlación de fuerzas para una línea de hegemonía proletaria para la revolución requiere hoy atender a las formas de democracia directa que desde abajo las masas van imponiendo en sus luchas, para que nuestra táctica se inscriba en la orientación estratégica insurreccional del Partido. Sin desdeñar ninguna forma de lucha, debemos estar preparados para los cambios bruscos de la situación política, siempre con el objetivo de que el proletariado esté en condiciones de jugar su rol en una situación revolucionaria.
Los cuerpos de delegados y demás formas organizativas que las masas han ido encontrando en sus luchas, las asambleas populares y las multisectoriales integradas con representantes obreros, campesinos, originarios, cuentapropistas, estudiantiles y de los demás sectores populares pueden transformarse, en una situación revolucionaria, en organismos de doble poder. Estos consejos o comisiones obreras y populares serán la base organizativa del frente único y del gobierno provisional revolucionario, de las milicias y del Ejército Popular Revolucionario.Toda nuestra lucha, económica, política e ideológica, se subordina y tiene como objetivo estratégico a la revolución democrática-popular, agraria y antiimperialista en marcha ininterrumpida al socialismo. La principal condición para poder avanzar en este camino de acumulación de fuerzas revolucionarias está en el fortalecimiento de las organizaciones de unidad revolucionaria (CCC, CEPA, MUS, y demás corrientes de unidad antiimperialista y antiterrateniente) y en el desarrollo del Partido. El crecimiento y el fortalecimiento del Partido, decisivos para que el proletariado pueda hegemonizar el proceso de auge de luchas hacia un desemboque revolucionario, implica librar una lucha política e ideológica para desarrollar una corriente comunista revolucionaria de masas. Para todo esto es irremplazable el papel del semanario hoy, así como avanzar en la publicación de periódicos de empresa y trabajar con la revista Política y Teoría.
Todo esto creará las condiciones para dirigir al conjunto de la clase obrera y para que ésta dirija a las masas en la lucha por la revolución, lo que exige articular correctamente, en cada momento concreto, las diversas formas de lucha y estar preparados para los cambios bruscos de la situación política.La heroica lucha del pueblo de Cutral Co y Plaza Huincul acompañada de la movilización obrera y popular de Neuquen, la de Mosconi-Tartagal, y la de Libertador y el Jujeñazo, los cortes prolongados en La Matanza y otras localidades del Gran Buenos Aires y del interior del país, basados en la organización de los barrios, volvieron a potenciar la movilización combativa de las masas dirigidas por las asambleas populares y los delegados electos y revocables, directamente, por esas masas, que enfrentaron organizada y colectivamente la represión. Esos combates, así como las experiencias de la lucha de los trabajadores y el pueblo de Tucumán, de Corrientes y otras provincias, de los obreros de la fábrica y el surco en el ingenio La Esperanza, junto al pueblo de San Pedro de Jujuy, de Renacer en Tierra del Fuego y demás fábricas recuperadas, han vuelto a demostrar que éste es el principal camino de acumulación revolucionaria y han vuelto a bocetar las formas de organización más aptas para el triunfo de una insurrección popular.
El camino de las grandes puebladas y rebeliones populares de fines de la década del 60 y del 70, que habían caracterizado el auge de masas anterior, fue retomado por las masas populares argentinas, y tuvo un pico con el Argentinazo del 19 y 20 de diciembre de 2001 que hizo emerger la situación revolucionaria objetiva que se venía incubando en la Argentina.
La huelga política de masas, el frente único revolucionario, el gobierno provisional revolucionario basado en los organismos de doble poder y el alzamiento armado del pueblo, deben combinarse para el triunfo de la insurrección. Para imponer un gobierno provisional revolucionario, órgano de esa insurrección, que convoque a una Asamblea Constituyente plenamente soberana e inicie las tareas de la revolución democrático-popular, agraria y antiimperialista, en marcha ininterrumpida al socialismo.
Para combinar y dirigir todo ello se requiere la existencia de un poderoso partido marxista-leninista-maoísta, partido que domine todas las formas de trabajo revolucionario en las distintas esferas de la sociedad.  

El Partido

En nuestro país ha sido la falta de un partido marxista-leninista de vanguardia, con arraigo de masas y consolidado ideológica, política y orgánicamente, una de las causas fundamentales que impidió al proletariado argentino llevar al triunfo la revolución y abrir así el camino al socialismo, en los momentos de auge revolucionario en 1917-21, en 1943-46 y en 1969-76.
Hoy existe el Partido Comunista Revolucionario, maoísta (que es la exigencia contemporánea para ser marxista-leninista), forjado en años de lucha dura y difícil.
El Partido Comunista Revolucionario de la Argentina es el partido político revolucionario del proletariado, la forma superior de su organización de clase, es su destacamento de vanguardia, integrado por los mejores hijos de la clase obrera y el pueblo, se asienta fundamentalmente en el proletariado industrial y su misión es dirigir al proletariado y a las masas populares en la lucha revolucionaria contra sus enemigos. La teoría que guía su acción es la teoría revolucionaria del proletariado: el marxismo-leninismo-maoísmo.
El PCR se propone: mantenerse fiel a los principios del marxismo-leninismo-maoísmo y luchar contra el revisionismo; integrar las verdades universales del marxismo con la realidad de la revolución en la Argentina; practicar el estilo marxista-leninista-maoísta de unidad entre la teoría y la práctica, de vincularse profundamente con las masas, y de impulsar en su seno la lucha política-ideológica activa marxista-leninista-maoísta, a través de la lucha de opiniones y la crítica y la autocrítica, sobre la base del principio unidad-crítica-unidad; practicar el principio organizativo del centralismo democrático, capaz de garantizar su disciplina única y consciente y una relación fluida con las masas e incorporar al Partido a los mejores hijos de la clase obrera y el pueblo. Un partido capaz de garantizar en la lucha por prevenir el trabajo del enemigo y evitar su degeneración burguesa la práctica de “los tres sí y los tres no” sintetizados por Mao Tsetung: practicar el marxismo y no el revisionismo; trabajar por la unidad y no por la escisión; actuar en forma franca y honrada y no urdir intrigas y maquinaciones.
Es imposible el triunfo de la revolución sin un partido revolucionario que la dirija, y es imposible alcanzar el comunismo sin un movimiento comunista de masas, lo que presupone un partido auténticamente comunista que sea fermento revolucionario y guía de ese movimiento comunista.

Están dadas las condiciones, objetivas y subjetivas, para transformar al PCR en un partido con un amplio carácter de masas, que sea capaz de dirigir sus luchas en todos los terrenos practicando una política amplia de alianzas para que el proletariado pueda dirigir el frente único de las clases revolucionarias y conducirlas con éxito en la lucha armada por el poder. Para esto es necesario un partido de cientos de miles que dirija millones, reconocido por las masas explotadas y oprimidas por haberlo comprobado a través de una práctica prolongada, como su partido de vanguardia.

 

Notas:
22/ Los múltiples sistemas de Estado en el mundo pueden reducirse a tres tipos fundamentales, si se clasifican según el carácter de clase de su poder: 1) República bajo la dictadura de la burguesía; 2) República bajo la dictadura del proletariado; y, 3) República bajo la dictadura conjunta de las diversas clases revolucionarias” (Sobre la nueva democracia, Obras Escogidas de Mao Tsetung, tomo II, pág. 365).
23/ Sobre un total de 37 millones de habitantes estimados por el INDEC en el año 2000, la población económicamente activa (42%) llega a los 15,5 millones de personas, de los cuales 13,9 millones son urbanas y 1,6 millones rurales. El 71% corresponde a la categoría de asalariados (11 millones), 23% a cuentapropistas (3,6 millones), 4% a patrones (600 mil) y 2% a trabajadores familiares (300 mil).
24/ Documentos aprobados desde la ruptura con el PC revisionista hasta el Primer Congreso del PCR. 1967-1969. Publicaciones 35 aniversario del PCR, pág. 403.
25/ En el Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels señalaron que: “Todos los movimientos han sido hasta ahora realizados por minorías o en provecho de minorías. El movimiento proletario es el movimiento independiente de la inmensa mayoría en beneficio de la inmensa mayoría”.